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AMÉRICA LATINA Y LOS DESAFÍOS PARA UNA VERDADERA INDEPENDENCIA POLÍTICA Y ECONÓMICA

Giancarlo Elia Valori*

América Latina —y sus países centrales, a saber, Brasil, Argentina y México— se ha convertido en una región de alto valor estratégico mundial debido a su vasto territorio, abundantes recursos, gran desarrollo económico, posición geográfica única y activo papel en la gobernanza global y regional.

Factores como la historia, la geografía y la realidad, combinados con la complejidad de las lógicas políticas internas de la región, han convertido una vez más a América Latina en un lugar donde las grandes potencias prestan atención y juegan sus juegos.

La cooperación de América Latina con las potencias “externas” se ha vuelto cada vez más estrecha, lo que ha dado lugar a sospechas infundadas y provocaciones maliciosas entre los países de la región en cuestión. Lo que molesta a los “demócratas” y a los “liberales” es la presencia en la zona de países sin un pasado colonialista y explotador.

Históricamente, América Latina y el Caribe fueron el lugar codiciado de varias fuerzas occidentales. Desde la independencia de los países latinoamericanos, e incluso hoy, grandes países dentro y fuera de la región han competido en este ámbito.

La complejidad y la incertidumbre de la actual situación política y económica mundial en América Latina están detrás de la competencia entre las principales potencias en geopolítica y las relaciones internacionales.

Las vastas tierras y recursos de América Latina están vinculados a la seguridad alimentaria mundial, al suministro de productos agrícolas y ganaderos y a la seguridad energética. Es un importante “proveedor de productos” que no se puede descuidar.

América Latina tiene una enorme superficie de más de 20 millones de kilómetros cuadrados, que abarca cuatro subregiones de América del Norte (México), el Caribe, América Central y América del Sur, con 33 países independientes y algunas regiones que aún no son independientes, ya que están ligadas a la carga del viejo mundo liberal-colonialista.

América Latina está bendecida con condiciones naturales favorables. Por ejemplo, se ha convertido en un conocido “granero” y “proveedor de carne” debido a su fértil tierra cultivable y abundantes pastos. Es un área importante para la producción de otros bienes agrícolas y ganaderos. Al mismo tiempo, otros países de la región tienen enormes reservas de recursos naturales como petróleo y gas, mineral de hierro, cobre y bosques, y se han convertido en importantes proveedores mundiales de materiales estratégicos.

En segundo lugar, la región latinoamericana tiene un nivel relativamente alto de desarrollo económico y ha reunido a una serie de importantes economías emergentes, un importante mercado mundial que no puede ser ignorado.

La región latinoamericana desempeña un papel importante en la economía mundial. Brasil y México no sólo son las dos economías más grandes de América Latina, sino también se encuentran entre las 15 principales de la economía mundial.

Al mismo tiempo, cálculos recientes sobre 183 países (regiones) con datos completos del Banco Mundial y estudios conexos muestran que el grupo formado por Brasil, México, Argentina, Chile, Perú, Colombia, etc., ha entrado en el ranking de los “30 mercados emergentes” (E30) en todo el mundo. Según las estadísticas del Banco Mundial, el producto interno bruto (PIB) de América Latina en 2018 fue de unos 5,78 billones de dólares y el PIB per cápita superó los 9.000 dólares. Con la excepción de algunos, la mayoría de los países de América Latina son de ingresos medios y algunos han entrado en el ranking de altos ingresos.

Por lo tanto, América Latina se ha convertido en un gran mercado de consumo que no puede ser ignorado debido a su nivel relativamente alto de desarrollo económico, alto ingreso per cápita y una población de más de 640 millones de personas.

De hecho, América Latina, como región con un alto grado de libertad económica y apertura comercial, ha estado estrechamente relacionada con las economías de otras regiones del mundo a través de diversos acuerdos, iniciativas y mecanismos de libre comercio, bilaterales y multilaterales.

En tercer lugar, la posición geográfica única de América Latina tiene un impacto significativo en el comercio mundial, el transporte marítimo y el cambio climático.

América Latina está situada entre dos océanos. Algunos países limitan con el Pacífico, con el Atlántico, o incluso están bañados por ambos océanos. Esta posición especial otorga a la región latinoamericana la ventaja geográfica de lograr una “cooperación transpacífica” con la región asiática o construir un vínculo de “cooperación transatlántica” con la región europea. Gracias al canal de Panamá, es el centro fundamental para el comercio mundial.

Además de su relevancia estratégica para la seguridad alimentaria y la producción de energía limpia, la selva amazónica, conocida como uno de los “pulmones de la Tierra”, tiene una superficie de más de seis millones de kilómetros cuadrados, que representa alrededor del 50% de la selva tropical mundial. El 20% de la superficie forestal mundial y los vastos recursos que cubren nueve países de América Latina se han convertido en uno de los factores más importantes que influyen en el cambio climático mundial.

Por último, como actor activo en el ámbito político y económico internacional y regional, América Latina es una nueva fuerza decisiva que no puede ser descuidada en el campo de la gobernanza global y regional.

En primer lugar, como miembros de organizaciones como las Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, los principales países latinoamericanos participan y son creadores de normas internacionales.

Además, estos países deben ser considerados desde otros aspectos y puntos de vista del multilateralismo.

Los principales países latinoamericanos, particularmente las potencias regionales, como Brasil, México y Argentina, son miembros del G20. Brasil pertenece tanto al BRICS como a BASIC. México, Chile y Perú están dentro de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). México, Perú y Chile son miembros del Acuerdo Integral y Progresista para la Asociación Transpacífico (CPTPP), mientras que México y Chile son miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Están desempeñando un papel insustituible en la respuesta a la crisis económica y en la promoción de la reforma de los mecanismos de gobernanza mundial; en la promoción de la celebración de importantes acuerdos sobre el cambio climático mundial; en el avance de la cooperación económica entre las distintas regiones; en el liderazgo de la “cooperación Sur-Sur” entre los países en desarrollo y en la celebración de un diálogo sobre las principales cuestiones actuales (oposición al unilateralismo, proteccionismo, protección del multilateralismo, etc.).

También hay que decir que los países latinoamericanos naturalmente también están activos en organizaciones e instituciones regionales —como la Organización de Estados Americanos (OEA), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), etc.—, para poder participar directamente y tratar de oponerse al hegemonismo estadounidense.

Dentro de la región latinoamericana, estos países iniciaron primero un proceso de cooperación e integración y más tarde establecieron varias organizaciones subregionales —como el Mercosur (Mercado Común del Sur-Mercado Comum do Sul) y la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Chile y Perú— para cooperar con otras regiones del mundo y sacudirse de la desafortunada definición de “patio trasero de América”.

Ubicados en el hemisferio occidental, donde la conocida superpotencia está presente, los países latinoamericanos han estado profundamente influenciados por los Estados Unidos en la política, la economía, la sociedad y la cultura.

En 1823, los Estados Unidos apoyaron la Doctrina Monroe y expulsaron a los países europeos de América Latina con el lema “América para los americanos”, convirtiéndose así en los maestros del hemisferio occidental.

La Doctrina Monroe también se convirtió en un pretexto para que los Estados Unidos interfirieran en los asuntos internos y la diplomacia de los países latinoamericanos.

En 2013, 190 años después de la declaración antes mencionada, los Estados Unidos declararon públicamente que la era de la Doctrina Monroe había terminado y enfatizaron la relación en igualdad de condiciones y la responsabilidad compartida entre los Estados Unidos y América Latina.

Sin embargo, la actual política latinoamericana demuestra una vez más que el fin de la llamada era de la “Doctrina Monroe” no es más que un mito.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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¿PUEDE SIRIA RENACER DE LAS RUINAS DESPUÉS DE UNA DÉCADA DE GUERRA CIVIL? EL PAPEL DE LOS JUGADORES EXTRARREGIONALES.

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de MichaelGaida en Pixabay 

Después de 10 años de guerra civil, según datos del “Observatorio Sirio de Derechos Humanos” (una organización no gubernamental con sede en Londres), 6.800 personas murieron en Siria en 2020, la cifra más baja desde 2011.

En total, en la larga y sangrienta década, 387.000 personas han muerto, de las cuales 117.000 civiles inocentes son víctimas de una guerra que comenzó con una protesta estudiantil y rápidamente se convirtió en una pequeña “guerra mundial” que vio a las fuerzas turcas, iraníes, rusas y estadounidenses en el campo, así como a los contendientes “locales”, a saber, el ejército leal de Al Assad y las diversas milicias indígenas, desde los kurdos del noreste hasta milicianos yihadistas de varios colores o extracciones.

Dada la importancia de Siria en Medio Oriente y en el equilibrio entre el Mediterráneo y el norte de África, puede ser útil volver a rastrear, antes de analizar los posibles acontecimientos de la situación geopolítica desencadenada por el conflicto, las cinco fases a lo largo de las cuales se desarrolló la guerra siria, que ha sido la consecuencia más explosiva y sangrienta de todo el fenómeno de la llamada “primavera árabe”.

La primera fase, en marzo de 2011, fue desencadenada por una manifestación de estudiantes en Deraa que, a raíz de las primeras protestas en Egipto y Túnez, tomaron las calles para exigir la democratización del régimen de Assad, basada en un grupo de liderazgo alauita (una secta minoritaria de derivación chiíta) que había estado en el poder durante más de cuarenta años en un país en el que los sunitas, enemigos históricos de los chiítas, que representan —entonces como hoy— 65% de la población.

La represión policial de las manifestaciones estudiantiles fue dura y, gracias en parte a una hábil campaña de información y desinformación de Al Jazeera —la estación de televisión de Qatar muy hábil en la defensa de los intereses de la “Hermandad Musulmana” protegida y apoyada por el emir de Doha— las protestas se extendieron rápidamente por todo el país, mientras las fuerzas de Al Assad trataban de controlarlas con puño de hierro militar.

Pronto, lo que parecía ser una reedición del 68 francés en forma árabe se convirtió en una evidente guerra civil.

A principios de 2012, la segunda fase de la crisis, la protesta en las calles se convirtió en conflicto armado debido al descenso al campo de milicias cada vez más armadas y organizadas, gracias a las armas y el dinero de Qatar y de la Turquía de Erdogan.

Mientras el régimen de Damasco comenzaba a perder el control de territorios estratégicos en el norte y sur del país, cediendo la ciudad de Alepo a los insurgentes, Irán —preocupado por la suerte del régimen y la minoría alauita—, hizo que las milicias intervinieran en el conflicto. Chiítas de Hezbollah, del vecino Líbano, y “asesores militares” del “Cuerpo de Guardia de la Revolución Iraní”, una poderosa organización paramilitar creada por los ayatolás, intervenían en el conflicto para defender los intereses de Teherán en el extranjero y la estabilidad de la república teocratica al interior.

En la primavera de 2013, el régimen sirio pareció al borde del colapso, pero gracias a la ayuda iraní logró mantener el control de la capital y de los puertos estratégicos de Latakia y Tartus, adonde  fue “invitada” una fuerte presencia naval rusa era.

La tercera fase marca la internacionalización del conflicto, con el nacimiento del autodenominado Estado Islámico y la intervención estadounidense y turca.

En junio de 2014, un grupo político-militar sunita formado por ex miembros iraquíes del régimen de Saddam Hussein, ante la ahora total marginación de la minoría sunita en Irak por parte de la mayoría chiíta, decidió formar el “Estado Islámico de Irak y Siria”, una organización militar yihadista destinada a construir una nueva nación sunita que atrapara a dos Estados considerados “bastardos” porque fueron concebidos por los anglo-franceses.

Las fuerzas armadas del Estado Islámico, bajo el liderazgo del “Califa” Al Baghdadi, conquistaron rápidamente la ciudad de Raqqa y los territorios del noreste en la frontera con Turquía y el Kurdistán iraquí y gracias inicialmente a la ayuda turca amenazaron con exterminar a la población kurda siria y establecer un sangriento régimen de terror en las zonas conquistadas.

La amenaza del Estado Islámico provocó la primera intervención estadounidense, con bombardeos dirigidos a defender a los kurdos, mientras que Turquía también apoyaba la formación de milicias sunitas reunidas bajo el acrónimo “Jabhat Al Nusra”, las que redujeron progresivamente el control del territorio sirio por las fuerzas leales leales a Damasco.

En 2015, la cuarta fase del conflicto, el destino del régimen de Assad parecía marcado: el ejército de Damasco ni siquiera controlaba toda la capital, el aislamiento internacional del régimen era casi absoluto y las fuerzas sunitas del Estado Islámico y de Al Nusra parecían destinadas a una victoria que entregaría Siria a los fundamentalistas y traería de vuelta al centro de la escena de Oriente Medio una Turquía neo-otomana cuyo líder, Tayyip Recep Erdogan, tiene como objetivo el doble objetivo de reducir permanentemente el irredentismo kurdo y garantizar el papel de Ankara como centro de gravedad de ese escenario.

Es en este punto que Rusia intervino directamente en el campo, flanqueando su fuerza aérea con las fuerzas iraníes desplegadas para defender a Assad y marcando una reversión del destino de un conflicto cada vez más confuso y sangriento.

En la quinta y última fase de la guerra siria, gracias al apoyo militar ruso, que casi conduce a un enfrentamiento directo entre Moscú y las fuerzas turcas, las fuerzas armadas sirias recuperaron no sólo el control total de la capital, sino también de todas las ciudades que habían caído bajo el control del Estado Islámico y de sus aliados, desde Alepo hasta Raqqa, ahora reducidas a una pila de escombros por los combates de calle a calle y los bombardeos rusos y estadounidenses.

La conquista final de Deraa, la ciudad simbólica de la guerra civil, por parte del ejército de Assad a finales de 2018 marcó el fin de las esperanzas de los sunitas y de sus partidarios internos y externos de derrocar al régimen laico-alauita en Damasco, pero, como muestran las 6800 muertes de 2020, Siria puede considerarse pacificada.

La guerra civil siria ha tenido impactos significativos en todo el Medio Oriente y Europa.

Más de 3 millones de refugiados han entrado en Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto. Algunos de ellos también llegaron a Europa a través de Grecia, mientras que Erdogan estaba “convencido”, con una donación de 7.000 millones de euros, de limitar, primero, y luego bloquear el flujo de migrantes sirios al Viejo Continente.

Siria, hoy en día, es un país en ruinas que, sin embargo, sigue siendo un centro fundamental para el equilibrio de Medio Oriente.

El papel desempeñado hasta ahora en el conflicto por Rusia, Irán y Turquía y, aunque marginalmente, por Estados Unidos e Israel, muestra que lo que parecía ser la “primavera árabe” en Damasco en realidad representaba un intento de explotar la impopularidad internacional del régimen de Assad para alterar los equilibrios regionales en favor de Ankara, Qatar y los sunitas más reaccionarios.

A pesar del golpe militar turco que, en 2019, intentó eliminar permanentemente la amenaza kurda de sus fronteras apoderándose del territorio sirio, Siria está volviendo gradualmente a integrarse en el mundo árabe.

Un mundo que ha sobrevivido al impacto de la falsa “primavera” que, mal analizado por un Occidente miope y superficial, no fue enmarcado en un primer momento en su ámbito más realista, es decir, el de un intento bien orquestado por la parte más reforzada del Islam político, de derribar a los gobiernos seculares del mundo árabe-musulmán.

Gracias al compromiso de Al Sisi en Egipto, Damasco ha vuelto a entrar en la Liga Árabe y ha restablecido progresivamente las relaciones diplomáticas con la mayoría de las naciones árabes. El Cairo, con su apoyo a Assad, está tratando de limitar la fuerte presencia de Irán en la región y el activismo sin escrúpulos del presidente turco Erdogan, quien todavía sueña con convertirse en el “dominus” del tablero de ajedrez.

La peor parte de la guerra siria ha terminado. El Califato ha sido derrotado militarmente, pero todavía controla algunas rebanadas de territorio en el noreste del país y sigue siendo capaz de llevar a cabo ataques esporádicos contra las fuerzas armadas regulares.

Turquía sigue siendo una amenaza para la estabilidad de Siria, un país semidestruido, con una economía colapsada, un colapso cerrado por las sanciones estadounidenses y por la pandemia del Covid 19.

Egipto, los Estados del Golfo y Rusia están trabajando para normalizar las relaciones de Siria con el resto del mundo, iniciando los primeros pasos en el proceso de reconstrucción física de un país en ruinas. China y Corea del Norte también están en el juego, un juego que tendrá repercusiones económicas importantes y positivas para los protagonistas del proceso en el futuro.

Por ahora, Europa y Estados Unidos están mirando, contentándose con mantener un sistema de sanciones indiscriminadas que tienen efectos negativos no sobre la estabilidad del régimen sino sobre el bienestar de sus ciudadanos.

Después de una década de guerra, Siria tiene derecho a la paz y a la reconstrucción, un proceso complejo al que Europa debe mirar pragmática y racionalmente, recordando la reflexión de Henry Kissinger de que “la paz no se puede hacer en Medio Oriente sin Siria”.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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LA NUEVA RUTA DE LA SEDA. EL ACUERDO DE FIN DE AÑO ENTRE LA UNIÓN EUROPEA Y CHINA ABRE NUEVOS ESCENARIOS GEOPOLÍTICOS

Giancarlo Elia Valori*

El año que acaba de empezar no parece destinado a ser más pacífico que el que acaba de terminar.

Mientras el mundo sigue afligido por la pandemia de Covid-19, los Estados Unidos, que pueden presumir de ser “la democracia más antigua” de la era moderna, no sólo sufren impotentes el ataque del virus, sino que están pasando por una crisis interna sin precedentes que cuestiona seriamente su codiciado papel como superpotencia mundial.

El 6 de enero pasado, el Capitolio en Washington fue agredido por una multitud de “simpatizantes de Trump” que, inflamados por las palabras subversivas de un presidente que no parece resignarse a la derrota electoral, irrumpió violentamente en la Cámara en un intento de impedir que el Congreso contara los votos electorales para certificar la victoria del presidente electo Joe Biden en las elecciones pasadas de noviembre. El ataque devolvió a Estados Unidos a los tiempos oscuros de las primeras elecciones de Abraham Lincoln cuando, en 1860, once Estados del sur se negaron a reconocer el resultado electoral e iniciaron un intento de interrumpir la República que resultó en una sangrienta guerra civil.

El imprudente aventurerismo de Donald Trump que, en los próximos días, podría conducir a su derrocamiento, no sólo está causando una profunda crisis en la configuración interna de la sociedad estadounidense y sus instituciones, sino que también corre el riesgo de socavar seriamente la credibilidad de Estados Unidos a nivel mundial y conducir a una importante reducción de sus ambiciones geopolíticas.

A lo largo de sus cuatro años en el cargo, Donald Trump ha intentado “contener” a China económica y políticamente, imponiendo aranceles y derechos a los productos chinos importados en los Estados Unidos y apoyando el “movimiento de la democracia” en Hong Kong que ha estado causando disturbios en la antigua colonia británica durante casi dos años. Al incitar a sus partidarios a desafiar y oponerse a la entrega presidencial, ha entregado un arma de propaganda en un plato de plata a un país como China que, después de ser el primero en ser golpeado por la pandemia, también fue el primero en salir con éxito de ella.

Mientras recordaba que cuando los manifestantes asaltaron y asolaron la colina del Capitolio de Hong Kong en 2019, tanto el Secretario de Estado Mike Pompeo como el Presidente de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, la demócrata Nancy Pelosi, aplaudieron el comportamiento violento de los manifestantes, fue fácil para la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Hua Chunying, acusar a los estadounidenses de “doble rasero” en la evaluación moral y política de sus propios comportamientos y otros.

En una conferencia de prensa convocada para comentar el ataque de Washington al Capitolio, Hua Chunying dijo: “Creo que este asalto es un deja vu … Veo que en los Estados Unidos hay diferentes reacciones a lo que sucede en casa en comparación con lo que sucedió en Hong Kong en 2019 …”.

Más allá de las escaramuzas propagandísticas, en el año en que se celebra el centenario de la CPC, China sigue anotando puntos a su favor en la competencia geopolítica y económica con los Estados Unidos.

El 30 de diciembre de 2020, se informó de la noticia del histórico acuerdo de inversión entre China y la Unión Europea.

Después de siete años de negociaciones, durante una conferencia telefónica entre el presidente chino Xi Jinping y el presidente de la Comisión Europea, Úrsula Von Der Leyen, con el presidente francés Emmanuel Macron, la canciller alemana Ángela Merkel y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se adoptó el “Acuerdo Global sobre Inversiones” (CAI).

Es un acuerdo histórico que abre una nueva “Ruta de la Seda” entre Europa y el enorme mercado chino. Los principios básicos del CAI tienen por objeto un reequilibrio sustancial del comercio entre Europa y China, ya que el segundo ha mostrado hasta ahora poca apertura hacia la primera.

Con este acuerdo, China se está abriendo a Europa en muchos sectores importantes, con especial atención a la producción y los servicios.

En estos sectores, China se compromete a eliminar las normas que hasta ahora han discriminado fuertemente a las empresas europeas, garantizando la seguridad jurídica de quienes tienen la intención de producir en China, así como alineando a las empresas europeas y chinas a nivel reglamentario, y fomentando el establecimiento de empresas conjuntas y la firma de acuerdos comerciales y de producción.

En el sector manufacturero, se impulsará el sector “automotriz”, con referencia específica a la producción de automóviles eléctricos, pero también a la producción de productos químicos, materiales para telecomunicaciones y dispositivos sanitarios de nueva generación.

Por lo que se refiere al sector servicios, China fomentará la inversión europea en servicios en la nube, servicios financieros, atención sanitaria privada y los servicios relacionados con el transporte aéreo y marítimo.

En todos los sectores cubiertos por el CAI, los inversores y productores europeos ya no sufrirán discriminación alguna con respecto a los competidores chinos, incluidas las empresas estatales, ni se les negará el acceso a sectores productivos hasta ahora prohibidos a los extranjeros.

El acuerdo también prevé garantías que facilitarán a las empresas europeas el tratamiento de la documentación necesaria para cumplir con todos los procedimientos administrativos y obtener autorizaciones legales, eliminando así los obstáculos burocráticos que tradicionalmente han dificultado el funcionamiento de las empresas europeas en China.

Es la primera vez en su historia que China se abre de esta manera a las empresas extranjeras y la inversión. En vista de atraerlos, China se ha comprometido a alinear en términos de costes laborales y protección del medio ambiente, alineando así progresivamente sus normas con las europeas, en términos de lucha contra la contaminación y los derechos sindicales.

Con el fin de concretar y hacer visible este compromiso, China se adhiere tanto a los Acuerdos Climáticos de París como al Convenio Europeo de organización del trabajo.

Al comentar la firma del acuerdo, el Presidente Von Der Leyen subrayó que «este es un paso fundamental en nuestras relaciones con China. El acuerdo proporcionará a los inversores europeos un acceso sin precedentes al mercado chino, lo que permitirá a nuestro negocio crecer y crear puestos de trabajo. También compromete a China a adherirse a los principios de transparencia y no discriminación y reequilibra fundamentalmente nuestras relaciones económicas con China.

El acuerdo China-Europa es otra pieza del mosaico de relaciones comerciales y políticas sobre la que China quiere construir el papel geopolítico de una nación que, según estimaciones de crecimiento, está destinada a alcanzar el primer lugar en el ranking mundial en términos de PIB a finales de la década.

De hecho, el CAI sigue por sólo un mes la firma de la “Asociación Económica Integral Regional” (RCEP), un acuerdo de importancia estratégica firmado por China con los diez países de la ASEAN y con Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda.

El RCEP ha sido descrito como “el mayor bloque de comercio e inversión del mundo” y esencialmente crea un área de cooperación económica y libre comercio en la que participan 2.200 millones de personas que producen el 28% del comercio mundial y más del 30% del PIB mundial.

Los países del RCEP representan el 50% de la producción manufacturera mundial, el 50% de la producción de automóviles y el 70% de la electrónica. El RCEP elimina el 90 por ciento de los aranceles sobre el comercio en la región de los signatarios, creando así una enorme zona de libre comercio asiática que ve, por un lado, la marginación de la India y, por otro, el crecimiento del papel de China en Asia oriental.

Los acuerdos CAI con Europa y los acuerdos RCEP con socios asiáticos marcan sin duda un punto de inflexión histórico en las relaciones entre China y el resto del mundo. Los Estados Unidos siguen excluidos de estas relaciones, ya que actualmente están bloqueados en un proceso de transición que limita no sólo su actividad democrática, sino también su operatividad y credibilidad internacional.

Después de que el sello distintivo de la política exterior estadounidense en la era de Trump se redujo a imponer aranceles al comercio con China, la pérdida gradual de credibilidad de la administración estadounidense ha neutralizado los intentos del Secretario de Estado Mike Pompeo de reunir a una amplia coalición internacional anti china liderada por los Estados Unidos.

El RCEP está ahí para demostrar lo frágiles que han sido los intentos de Estados Unidos de contrarrestar económica y políticamente a China, ya que dos de los socios estratégicos de Estados Unidos como Corea del Sur y Australia han hecho literalmente oídos sordos a los llamamientos estadounidenses y han llegado a un acuerdo histórico y estratégico con China.

El CAI pone a Europa en comunicación y en una conexión cada vez más estrecha con lo que durante siglos fue “El Reino Medio”, es decir, una China que ha optado por reducir sus barreras ideológicas para abrir nuevos caminos de progreso económico y, con suerte, un desarrollo democrático.

Representantes franceses y alemanes estuvieron presentes en la firma del CAI.

Mientras Europa abría la “nueva Ruta de la Seda”, el país que dio origen a De Gasperi, uno de los padres fundadores de la Unión Europea, y a Marco Polo, protagonista de la apertura de la primera “Ruta de la Seda”, estuvo visiblemente ausente de la mesa de negociación.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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