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RECORDANDO A NUESTRO COLEGA Y AMIGO MARCOS KOWALSKI

Hace exactamente un mes recibí la triste noticia de que nuestro colega y amigo Marcos Kowalski había pasado a la eternidad.

Marcos ha colaborado con nuestro sitio web, la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG) y con otros sitios amigos, con sus artículos en los que desplegaba su conocimiento sobre los temas que le apasionaban: la historia, sobre todo la militar, la geopolítica, los análisis de conflictos, la política internacional como la nacional y los temas vinculados a la defensa. Citar sus escritos sobre estas temáticas sería una larga enumeración de títulos.

Otra de sus pasiones era la aviación, ya que había sido piloto del Ejército Argentino. Artículos como “El helicóptero una aeronave extraordinaria” o “Soberanía y Poder Aéreo” ponen en evidencia el profundo conocimiento que tenía sobre estos temas.

Del mismo modo, debido a sus estudios cursados en la Universidad del Salvador, sentía un especial interés por los temas vinculados al derecho.

Uno de sus artículos más leídos en nuestro sitio sigue siendo “Proyectos HAARP, SURA, EISCAT, ¿armas climáticas?”, el cual despertó mayor interés tras los terremotos en Turquía y Siria.

Quienes tuvimos la oportunidad de intercambiar opiniones personalmente con él, comprobamos sus profundos sentimientos patrióticos, los cuales compartimos y fue el eje de varios de nuestros encuentros, café por medio.

En esas charlas también pude saber de su amor por los caballos.

En momentos en que la intelectualidad es un bien escaso en nuestra bendita Argentina, extrañaremos sus aportes que traían luz en momentos de penumbra.

Como ambos compartimos una profunda fe cristiana, tengo la esperanza de que su alma se halle en compañía de nuestro Señor.

Marcelo Javier de los Reyes

DOCTORA MARINA SAGLIETTI

Marcelo Javier de los Reyes

Conocí a Marina hace muchos años —a principios de la década de 1990—, cuando integré el que entonces se llamaba Comité de Asuntos Africanos, de los Países Árabes y Oriente Medio del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), cuya dirección por en aquel tiempo estaba a cargo del Embajador Enrique Quintana.

Recuerdo que antes y después de las reuniones del comité nos encontrábamos a tomar un café en el bar de la esquina. Allí compartíamos nuestras respectivas visiones no solo de los temas de la región sino también en el contexto en el que se desarrollaban los hechos. Sin embargo, nos íbamos más allá en nuestros análisis, hacia una observación de las cuestiones globales. Quizás Marina me haya ayudado a desarrollar mi visión estratégica, para lo cual ella era una avezada analista.

Del mismo modo, compartimos horas organizando paneles y seminarios del CARI destinados a transmitir a la sociedad las realidades de África y de Medio Oriente.

A través de esos intercambios académicos iniciamos una amistad que se fue consolidando con el paso de los años. Descubrí en Marina a una persona de grandes conocimientos, quizás tímida para transmitirlos ante un público numeroso —algo que quizás compartíamos—, pero de un gran valor humano, de una gran bondad y de un humor muy particular que nos llevaba a compartir momentos muy risueños.

Con el tiempo me retiré de ese comité y de otros a los que pertenecía, pero la gran amistad perduró, lo que nos permitió fraternizar aunque ya no nos viéramos con la misma asiduidad. Me dedicó muchas horas para guiarme y ayudarme en algunos proyectos académicos que finalmente pude concretar. Algo muy valioso en un mundo en el que el tiempo es escaso y en un ámbito —el académico— en el que a veces la generosidad no es lo habitual.

Más importante aún, porque habla de su faceta humana, fue su acompañamiento en momentos difíciles que tuve que atravesar. Algo que también llevé a cabo cuando algunas cuestiones personales la afectaron. Esto habla de la esencia de una amistad que fue mucho más allá de la mera erudición.

Marina, como otros tantos en esta bendita Argentina, infelizmente no fue una profesional reconocida y valorada como debió haberlo sido. Pero los que estuvieron cerca de ella estimo que coincidirán en lo que afirmo. Hoy has partido dejando un gran vacío en quienes te conocimos.

Me despido aquí de mi Querida Amiga Marina, de la que guardaré en mis recuerdos estas décadas de vivencias compartidas. Querida Marina, no dudo de donde te encuentras ahora, mirándonos desde lo Alto y sonriendo.

 

AGUSTÍN SAAVEDRA WEISE

Marcelo Javier de los Reyes

Nos habíamos acostumbrado a leer sus columnas dominicales de opinión que escribía para el diario “El Deber” de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, así como para otros medios o los artículos que escribía especialmente para nuestro Centro de Estudios Internacionales para el Desarrollo (CEID) o nuestra Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), a las que aceptó integrar de forma desinteresada y a las que honró con su presencia y colaboración.

Sus artículos sobre temas novedosos, geopolítica, economía, política internacional, ciencia, tecnología y otros —siempre con algún condimento de historia—, nos enriquecían y, a través de ellos, fluían sus profundos conocimientos sobre un amplio abanico de temas.

Mi querido amigo Agustín era economista, politólogo y diplomático de carrera. Amaba a la Argentina —donde estudió en la Universidad del Salvador (USAL)—tanto como a su propia Patria, Bolivia.

Alcanzó el mayor cargo al que un diplomático puede aspirar: fue Canciller de su país durante la presidencia de Guido Vildozo Calderón, en 1982. Pero también fue Embajador ante la República Argentina (1989-1993) durante el gobierno de Jaime Paz Zamora.

Conocí a Agustín a través de un amigo en común, un diplomático argentino. Bien pronto comenzamos a relacionarnos académicamente, intercambiando opiniones pero por mi lado siempre aprendiendo de él. Hacia 2014, un mismo diagnóstico de salud y en el mismo momento nos llevó a compartir mucho más que cuestiones académicas y nos unió más en nuestra amistad. Recordaré siempre su afectuoso saludo “mi querido amigo Marcelo Javier” —el cual me ha quedado grabado con su tono de voz—, al que yo respondía con “mi querido amigo Agustín”.

En 2019, en vísperas de la publicación de mi libro, aceptó gustosamente a escribir el prefacio, dando muestras nuevamente de su caballerosidad y generosidad.

El pasado día 21 me envió un mensaje de audio presagiando lo que vendría. Fue como una despedida.

Se ha ido físicamente un hombre valioso, no sólo para Bolivia o para la Argentina, sino también para el mundo. Un gran pensador —en tiempos en los que el mundo carece de personas con esa cualidad— pero sobre todo una excelente persona. Y como tal, nos ha dejado todo: su respeto, sus conocimientos, su experiencia, sus enseñanzas pero, lo más relevante, el recuerdo que deja un buen amigo, al que lamentablemente no conocí personalmente. Esa es la mejor herencia que puede dejar un hombre de bien.

Descanse en paz mi querido amigo Agustín.