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CENSURA KIRCHNERISTA PARA SEGUIR MINTIENDO EL PASADO, CONTROLAR EL PRESENTE Y DOMINAR EL FUTURO

Ariel Corbat

«La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro.

Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados».

George Orwell, 1984.

 

Por aquello de que no se puede engañar a todos todo el tiempo, cuando los kirchneristas, que construyeron poder a base de mentiras, se sienten debilitados inexorablemente intentan usar la fuerza coercitiva del Estado para censurar verdades.

Es el mecanismo que utilizaron a comienzos de 2017, pleno interregno macrista, llevando a la Legislatura Bonaerense un proyecto para obligar a mentir 30.000 desaparecidos. Proyecto del Frente Para la Victoria que fue hecho Ley 14.910 con voto del bloque cambiemita que con la sola excepción de Guillermo Castello alzó las manos tal como lo había ordenado la gobernadora María Eugenia Vidal.

Saben los kirchneristas que su poder depende de sostener la mentira de los 30.000 desaparecidos, piedra fundacional de su relato y manto útil para cubrir la más descarada corrupción que ha padecido la República Argentina. Y saben también que progres como Vidal y sus levantamanos son lo suficientemente idiotas como para aceptar las mentiras kirchneristas como verdades dogmáticas, porque la sola idea de que los puedan llamar “fachos” les causa estupor.

Tenían entonces miedo de no volver al gobierno, porque en el 2015 se votó para que no vuelvan jamás, tal como podría ser que se vote en este 2023. Y no fue casualidad que a partir de la fecha de sanción de esa ley, 23 de Marzo de 2017, el kirchnerismo y el resto de la izquierda exacerbaran su activismo con la abierta intención de impedir que el Presidente Mauricio Macri completara su mandato.

Y es que con su mentira fundacional resguardada por los mismos que habían prometido terminar con el kirchnerismo y el curro de los derechos humanos, tenían claro que iban a volver; por militancia propia y por la traición cambiemita a sus votantes. Gobernó Cambiemos tratando de congraciarse con quienes nunca les iban a apoyar, haciendo kirchnerismo de buenos modales, lo que no podía terminar bien en ningún escenario. Se desperdició así una oportunidad histórica que tal vez no se repita.

Los cuatro años de Alberto de la Fernández haciendo de Presidente en la tercera presidencia de Cristina Fernández salieron tan mal para el kirchnerismo que llevan como candidato a Sergio Massa y vuelven los cambiemitas a tener la chance de acceder al gobierno.

Por eso vuelve el kirchnerismo, esta vez anticipándose a la pérdida del poder, a intentar blindar ya no solamente su mentira fundacional, sino su relato todo. Cuentan para ello con las bancas propias y las de aquellos cambiemitas más preocupados por consensuar con el kirchnerismo que por combatirlo, porque “superar la grieta” y toda esa sarasa. Y uno podría suponer que serían esos los afines a Horacio Rodríguez Larreta, pero no cabe descartar a muchos de los afines a Patricia Bullrich.

En efecto, la mecánica se repite. El lunes 26 de Junio el gobierno hizo la presentación del avión Skyvan PA-51 que se habría utilizado en los llamados “vuelos de la muerte”, una exhibición de derroche de dinero público para sostener una memoria parcializada. Encabezaba el acto, sentada junto a Sergio Massa, ese al que definía como un “hijo de puta”, una Cristina Fernández aún en el poder pero con serias dudas sobre su futuro dejó caer, como al pasar aunque cumpliendo parte de un plan sincronizado, que: “Resulta increíble que algo que es reconocido como una tragedia de la humanidad en todo el mundo haya gente de nuestro país que lo niega”.

Horas después, el 28 de Junio, la diputada nacional por Jujuy Carolina Moises, del Frente de Todos, presentó un proyecto de ley para penar el “negacionismo” basado en otro que ella misma presentó dos años atrás. Según Moises “Es inaceptable seguir siendo testigos de cómo se tergiversa nuestro pasado común negando las evidencias. El Estado debe velar ayer, hoy y siempre por nuestra verdad histórica”.

Curiosa frase la de la diputada porque está destinada a proteger las mentiras sobre los años de plomo que el kirchnerismo pretende hacer pasar por verdades dogmáticas contra toda evidencia.

Este afán kirchnerista por blindar sus mentiras para imponer su relato, debe recordarnos las enseñanzas de George Orwell en su novela «1984»: porque si aceptamos que 2+2 no es igual a 4, sino lo que el partido devenido gobierno y Estado nos diga que es, entonces ya no tendremos ninguna libertad, ni siquiera la libertad de pensar.

Por ello es necesario alzar la voz en defensa de la Libertad que es, entre tantas otras cosas, la capacidad de preservar la racionalidad frente al fanatismo de los adoctrinados y no resignar bajo ninguna circunstancias que 2+2=4.

El relato del kirchnerismo sobre los años de plomo, en tanto omite groseramente los crímenes del terrorismo castrista, sólo puede sostenerse desde la ignorancia fomentada por el uso faccioso de los recursos del Estado. Es, literalmente, un relato para idiotas.

Los años de plomo no fueron para nada agradables. Y justamente por eso deberíamos preocuparnos por mantener una memoria cierta, de las que apoyan los documentos y testimonios reales de la época que dan cuenta de una guerra revolucionaria, guerra contrasubversiva, guerra sucia o como quieran llamarla pero siempre guerra. Negar la existencia de la guerra es mantener abierta la posibilidad de repetirla.

Después de los juicios a las juntas militares y las cúpulas de las organizaciones terroristas, el Presidente Carlos Menem promovió un proceso de pacificación que aspiraba a superar el pasado. Sin embargo las minorías hiperactivas de izquierda, afines al terrorismo castrista, aprovechando los coletazos de la profunda crisis del 2001 encontraron en el kirchnerismo el vehículo para romper ese contexto superador del pasado bajo el afán revanchista por la guerra perdida.

La izquierda castrista quería venganza, y el kirchnerismo se la ofreció al alzar la bandera de los derechos humanos como franquicia para encubrir sus negociados (desde la vocación por apropiarse de fondos públicos y abalanzarse en éxtasis sobre cajas fuertes), estrategia bien definida por Jorge Asís como “roban pero encarcelan”.

Son los contextos los que definen el significado de los actos, y en este contexto de daño institucional, degradación cultural y miseria intelectual que ahonda deliberadamente el régimen kirchnerista, cualquiera que se preste al afirmacionismo de la mentira, al falseamiento histórico y al negacionismo del ataque marxista contra la Nación Argentina, colabora con el enemigo y traiciona a la Patria.

Y ninguna ley podrá callarme, seguiré diciendo estas cosas que puedo fundamentar en hechos documentados y en documentos indubitables. Ninguna ley puede obligarme a ser un afirmacionista de la mentira. Porque si “negacionista” es defender la verdad entonces llevaré el título con altivez.

No hay ninguna ley mordaza que vaya a impedirme seguir explicando esa parte trágica de la historia argentina en la que, para desgracia de todos, se mantiene al país empantanado de pasado.

La guerra revolucionaria declarada por las organizaciones terroristas dirigidas desde Cuba, no fue una guerra convencional, de cara a cara, con ejércitos a bandera desplegada como se combatió en Malvinas.

Fue lo que son las guerras revolucionarias: mugre y clandestinidad.

El terrorismo castrista desplegó su ofensiva con ataques solapados tras infiltrar distintos ámbitos de la sociedad, hasta en hogares familiares poniendo bombas debajo de las camas. Y su violencia traía un mensaje: “Somos más malos que ustedes. Ríndanse a nuestra voluntad”.

Pues bien, los argentinos no nos rendimos ante la agresión comunista, y nuestros soldados se adaptaron al escenario de guerra sucia que instaló el enemigo; para dejar bien en claro que podíamos ser más malos que ellos y sostener nuestro estilo de vida. Así se hizo lo necesario.

¿Errores, excesos y horrores? Por supuesto. No tiene propósito negarlos. Las guerras de Inteligencia, las que se libran desde la clandestinidad para definir la supremacía entre estilos de vida de convivencia imposible, se combaten sin piedad y sin reglas. Porque la única regla es no perder.

¿Cometimos crímenes? Sí. Para no cometer el mayor de los crímenes: que terroristas como Firmenich o Santucho se salieran con la suya y a precio de matar un millón de argentinos nos impusieran otra dictadura con pretensión de eternidad a imagen y semejanza de la de Cuba (que sigue siendo hoy día la misma dictadura que lanzó contra nosotros sus organizaciones terroristas).

Se pueden cuestionar los métodos, obviamente que sí, pero no al extremo de ser funcional al enemigo. En tal sentido, incluso disertando en ámbitos como el Círculo Militar he formulado severas críticas a determinadas conductas implementadas durante la guerra, pero nunca olvido el contexto criminal propio de la época, presente en los míos y en los otros, tal como lo manifesté hace largos años en la entrevista que recuerda este fragmento de video:

Entonces, ¿somos criminales los argentinos por haber eliminado terroristas? No. ¿Debemos sentir alguna culpa por los terroristas neutralizados? Ninguna. Que los lloren en Cuba.

Veamos ahora la cuestión de los desaparecidos como táctica de guerra.

Téngase presente que antes del golpe de Estado de 1976, en el interregno “democrático” del peronismo, los terroristas que estaban presos conforme a Derecho fueron amnistiados y que esa amnistía sólo sirvió para que sintiéndose con mayor impunidad retomaran la lucha armada.

Las organizaciones terroristas que operaban en Argentina eran de una dimensión mucho mayor que las Brigadas Rojas, y si Italia las pudo combatir con la ley en la mano fue porque no tenían ni el despliegue ni el grado de infiltración de Montoneros y ERP. Aquí además del terrorismo urbano, las organizaciones castristas atacaron cuarteles y coparon ciudades, por sólo señalar dos tipos de acciones que definen un estado de guerra.

Muchas veces se pretende poner el caso italiano como ejemplo de lo que debió hacerse, pero es una comparación que carece de todo realismo.

En los setenta, la información circulaba a mucho menos velocidad que hoy, eso era determinante para que capturado un enemigo se tuviera tiempo de sacarle información y golpear por sorpresa a su organización. Lo cual no hubiera ocurrido de iniciarse un proceso penal. Cosa que sólo hubiera traído aparejada mayores vulnerabilidades para las fuerzas del Estado argentino, pues cabe recordar que al Juez Quiroga lo mataron los terroristas por haber dictado sentencia contra ellos en procesos legales.

Y subrayo este punto, porque a pesar del evidente prevaricato con que los militares han sido condenados por combatir y vencer al terrorismo castrista nunca mataron a ningún juez. Entre otras razones porque esos jueces, pueden serlo gracias a que los militares ganaron la guerra y con socrático patriotismo soportan las injusticias judiciales del revanchismo. El obsceno prevaricato de los jueces que condenan militares es también un acto de alevosa hipocresía, porque si pueden jugar a ser jueces sólo es gracias a que los militares ganaron la guerra. De ganar Firmenich o Santucho no se hubieran atrevido a juzgar a los vencedores, ni se los hubieran permitido.

Luego, en el fragor de la guerra, a más de capturar, interrogar (bajo tortura, sí) e ir desmantelando células enemigas en sucesivos operativos, había que devolver la gentileza del miedo: que sintieran los terroristas la incertidumbre de no conocer la suerte de sus combatientes.

Y es que la guerra revolucionaria, en su total falta de convención, tiene un rasgo psicológico más fuerte que en otros conflictos; es una guerra de crueldad y miedo contra miedo. Por lo que la derrota de cualquier bando queda sellada cuando en lugar de causar miedo, tiembla de miedo. Y los terroristas temblaron.

Cuando una organización de tipo militar no tiene certeza sobre la disposición de sus tropas, ni puede determinar si sus faltantes han sido capturados, están muertos o desertaron, se produce el desbande. Ante ese desbande, Montoneros intentó la locura de una contraofensiva idiota en la que, como si la consigna hubiera sido “animémonos y vayan”, no se arriesgó ningún jefe.

¿Qué esperaban los terroristas que mataron a militares y sus hijos en sus casas o en las puertas de sus casas? ¿Qué una vez capturados se les iba a ofrecer un café con medialunas y otra amnistía?

No iba a pasar. Por lo que cayó encima de los subversivos castristas todo el odio que generaron con su proceder artero.

Es un estribillo común de la prédica izquierdista de posguerra decir que aquí no hubo guerra sino genocidio y que la apropiación de hijos de terroristas fue una práctica aberrante. Pues bien, al respecto es preciso contestar con toda claridad: cada uno de los llamados «nietos recuperados» demuestra dos cosas.

Primero demuestra el sentido humanitario de quienes adoptaron como propios a los hijos de terroristas (terroristas que, dicho sea de paso, eran horribles padres y solían usar a su prole como escudo humano). Supusieron los militares que de esa forma se evitaría que crecieran odiando como odiaban sus padres.

Segundo demuestra la inexistencia del tal mentado genocidio: los nazis no preservaban vidas de bebés judíos, ni los turcos a los armenios, ni los hutus a los tutsi.

Ese rasgo humanitario de los militares argentinos, en el marco de una guerra sin ningún tipo de convenciones, confirma que su objetivo no era exterminar personas sino aniquilar el accionar terrorista. Es el mismo motivo por el que pulula tanto “sobreviviente”.

Más aún, los militares argentinos impidieron el genocidio que sí planificaba el terrorista castrista Roberto Santucho, jefe del ERP, quien calculaba tener que matar a un millón de argentinos para imponer el “socialismo”. Sí, leyó bien, Santucho dejó por escrito su pretensión de matar a un millón de argentinos.

Por esa misma razón es una completa aberración la recurrente e interesada búsqueda de equiparar los desaparecidos con los muertos del nazismo. Es ofensivo igualar víctimas exterminadas en razón de lo que eran y con total prescindencia de cual fuera su conducta,  con aquellos que en el marco de una guerra revolucionaria que ellos mismos declararon fueron muertos por ser integrantes de organizaciones terroristas que no tenían ningún prurito en matar inocentes.

Nada de esto se dice en el relato oficial impuesto sobre los años de plomo, es algo que la imposición cultural de la “corrección política” impide manifestar, porque con “el diario del lunes” se ha olvidado la realidad del domingo. Las teorías sobre la posibilidad de haber lidiado con los terroristas aplicando algún otro criterio, meramente policial y por ende ajustado estrictamente a la ley penal, olvidan que Argentina no era Suiza. Ese pequeñito detalle no puede pasarse por alto sin una hipocresía descomunal, como la que campea desde hace décadas en Argentina.

Una vez más expreso mi agradecimiento a quienes combatieron y vencieron al terrorismo castrista impidiendo que nos arrebataran Patria y Libertad.

Un país que condena implacable e impiadosamente a sus defensores entrega su futuro al enemigo. Es lo que hizo Argentina para hundirse en la decadencia a la vista de todos. Brego entonces por la libertad de Alfredo Astiz y todos los vencedores de la guerra contra el terrorismo castrista que, prevaricato mediante, se encuentran prisioneros.

Y afirmo: No fueron 30.000, no fue genocidio, fue guerra.

No acato ni acataré, por inconstitucional, ninguna ley que pretenda hacerme decir que 2+2 no son 4.

 

Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,

un liberal que no habla de economía.

 

Artículo publicado el 29/06/2023 en La Pluma de Derecha, https://plumaderecha.blogspot.com/2023/06/censura-kirchnerista-para-seguir.html

„QUADRATISCH. PRAKTISCH. SCHLECHT“ (“CUADRADO. PRÁCTICO. MALO”). LOS POLÍTICOS ARGENTINOS NO SON COMO EL FAMOSO CHOCOLATE ALEMÁN.

Marcelo Javier de los Reyes*

Bolsa de la compra de Ritter Sport. Origen/derechos: Landesmuseum Württemberg, Stuttgart [CC BY-SA]. https://bawue.museum-digital.de/object/56427

La fórmula publicitaria de los famosos chocolates alemanes Ritter Sport es „Quadratisch. Praktisch. Gut“, «Cuadrado. Práctico. Bueno», el cual llegó a ser incorporado como un dicho por los propios alemanes. La empresa tuvo su origen en 1912 pero el chocolate no siempre fue cuadrado y respetaba el peso habitual de 100 gramos que tenían los chocolates. Recién en 1932 adoptó ese formato cuando Clara Ritter se dio cuenta que a los fanáticos del club de fútbol de Waldenbuch —donde se reinstaló la empresa en 1930— les gustaba meterse uno de los chocolates de Ritter en los bolsillos de sus chaquetas deportivas camino al campo de deportes, donde se rompía fácilmente. Entonces Clara Ritter pensó: «Hagamos un chocolate que quepa en cualquier bolsillo de una chaqueta deportiva sin romperse y que tenga el mismo peso que una barra larga normal»[1]. Este sencillo razonamiento marcó el éxito de la empresa.

Se preguntará el lector: «¿Qué tiene que ver eso con los políticos argentinos?». Bien, creo que los políticos argentinos tienen dos de esas cualidades de ese slogan pero no en su versión positiva. Lo digo claramente: los políticos argentinos son «cuadrados y prácticos». Obviamente tomo a los dos términos con una connotación peyorativa. Entiendo que el diccionario de la Real Academia Española no da la acepción de «cuadrado» que a veces le damos comúnmente los argentinos al referirnos a alguien poco inteligente o de pocas luces. En líneas generales, tienen un denominador común que es la ignorancia; la ignorancia acerca de cuestiones culturales, de política internacional, ni hablar de geopolítica o de estrategia nacional e incluso a veces hasta de cosas triviales. En el peor de los casos apenas si conocen su barrio y lo más grave es que algunos intendentes del conurbano bonaerense ni siquiera viven dentro del distrito que gobiernan, lo cual habla de su escaso o ningún interés por las cuestiones básicas que aquejan a los ciudadanos de sus respectivos municipios: seguridad, salud, educación, etc.

El desconocimiento de la política internacional, del escenario global y del escenario regional, les impide diseñar una política estratégica para la Argentina. Sólo se limitan a mirarse el ombligo. Y esto nos lleva al segundo término: «práctico».

Son «prácticos» pero de un pragmatismo burdo mediante el cual, despojándose de todo principio o valor, intentan conservar su poder aun en el más miserable de los espacios que puedan abarcar. No tienen valores ni principios, porque si los tienen, los tienen con la misma flexibilidad de una sentencia que se le atribuye incorrectamente a Groucho Marx: «Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros». En realidad, esta expresión fue publicada por un periódico de Nueva Zelanda el 18 de octubre de 1873. Textualmente decía «Estos son mis principios, pero si no les gustan, yo los cambio» y con ello se describía al político que al instante acomodaba su discurso a la oportunidad del momento o para no desentonar con la mayoría ocasional[2].

Si esa expresión la hubiera dicho Groucho Marx podríamos considerarlos a casi todos de «marxistas» pero la realidad es que no tienen ideología. Cruzan de vereda y cambian sus camisetas partidarias con una sorprendente frecuencia.

En una entrevista con el periodista Luis Novaresio, Julio Bárbaro ha expresado que «en el país fue más la corrupción que la ideología». Claramente fue así y este no es sólo un sayo que se puede poner el kirchnerismo sino también a los que se exhiben como diferentes que, cuando tuvieron la oportunidad de diferenciarse no lo hicieron. No creo que sea necesario aclarar que con esto no defiendo a los kirhneristas que —como decía un embajador amigo— son como los bárbaros que bajan desde la montaña para arrasar al pueblo. Los de enfrente no son mejores, sólo que hay que informarse, leer, conocer sus perfiles, ser un buen observador o haber trabajado en el Estado para conocer sus pecados.

La política y el sindicalismo ha enriquecido a unos cuantos y ni hablar si además esos personajes se han involucrado en las direcciones de los clubes de fútbol; quizás una cosa haya llevado a la otra. Como decía Mafalda: «Nadie puede amasar una fortuna sin hacer harina a los demás». En nuestro país se ha hecho «harina» a un 50% de los argentinos que hoy viven en la pobreza o al día, en un país empobrecido por los mismos que en esta campaña —como en anteriores— vienen con las soluciones a nuestros problemas. ¡Paso! Quienes nos trajeron a esta situación no nos pueden ofrecer las soluciones: son los protagonistas de nuestros fracasos republicano, económico y por sobre todo ético.

Si uno observa al oficialismo y a la oposición, todos abrevan en la maquiavélica Agenda 2030, revestida de buenas intenciones pero que quiere que no tengamos nada y seamos felices, que quiere que comamos insectos en lugar de proteínas de origen animal, la que promueve el control de población, etc. Para eso se impone el aborto, la eutanasia, la homosexualización inducida en los niños y adolescentes, las operaciones de cambio de sexo, nada menos que a menores que por ley no pueden votar o no pueden conducir un auto. En el ámbito de la sexualidad pueden lograr su emancipación. Los kirchneristas la ejecutan desde el gobierno, pero no hay que olvidar que Macri adhirió abiertamente a la Agenda 2030, quien también impuso infelizmente el tema del aborto durante su gobierno; Patricia Bullrich también adhiere y está claro en su discurso, coherente con esa perversa agenda. Ni hablar de Horacio Rodríguez Larreta, personaje blindado ante los medios gracias a la pauta publicitaria que pagan los porteños.

Cualquiera de los posibles ganadores de la próxima elección, me refiero a los de la oposición, responden a los intereses atlantistas, globalistas. Milei y Bullrich lo expresan abiertamente; nuestros socios deben ser Estados Unidos, Europa, el Reino Unido, Israel. En una entrevista dijo Bullrich:

Nosotros a los BRICS no vamos. Creemos que el mundo tiene dos dimensiones. Una, que tiene que ver con la democracia, con los valores, en la que la democracia es parte de la vida de las sociedades, como Estados Unidos, Europa, Israel, una parte importante de América Latina y otro mundo que tiene una mirada más autocrática. Nosotros vamos a ser claros en los principios y abiertos en el comercio. Es decir, podemos comerciar con todos los países del mundo, pero nuestra idea está siempre en lo que se llama tradicionalmente el mundo occidental.[3]

Es una visión perimida de aquel mundo occidental, con sus valores cristianos sostenidos por Europa en otra época hasta que Estados Unidos le arrebató el concepto de «Occidente» a los europeos. Occidente ya no es un patrimonio exclusivo de Europa como bien plantea Giancarlo Elia Valori[4] y mucho menos ha resguardado los valores de la civilización cristiana ya que la angloesfera en realidad no ha compartido los valores cristianos que tenían los tradicionales países europeos; ese Occidente «ampliado», está perdiendo el protagonismo a escala global pero se encuentra manipulando hilos peligrosos para toda la humanidad en todos los escenarios mencionados como lo he afirmado anteriormente en otro artículo en el que analizo los escenarios global y regionales[5].

Quizás Bullrich desconozca que entre ese mundo que calificó de «autocrático» y que conforman los BRICS se encuentran Brasil, la India y Sudáfrica, países que tienen una democracia como la que supuestamente tiene la Argentina. Por su población la India es una democracia mucho más potente que la de Estados Unidos, país que no se encuentra al margen de las dudas al momento de contar los sufragios como nos recuerda el polémico recuento que dio a Bush la victoria en el año 2000 o incluso las dudas que dejó en algunos sectores del electorado la elección de 2020.

Milei, por su parte, ha manifestado, además del mercado de órganos y otras propuestas insólitas, que si llega a la presidencia su primer viaje será a Israel y que su primera medida de gobierno será trasladar la embajada argentina a Jerusalén, metiendo de lleno a una Argentina absolutamente vulnerable, con atentados terroristas no esclarecidos, en uno de los peores conflictos internacionales. Por otro lado, ¿en qué medida «tan relevantes» acciones de gobierno contribuirían a solucionar los problemas de los argentinos?

Palmariamente, todas esas expresiones obedecen no sólo a un desconocimiento de los cambios que se están produciendo en el gran tablero mundial sino de la propia historia argentina, pasada y reciente.

Si la Argentina es el único país de América que tiene una parte de una de sus provincias y de su mar territorial ocupados por una potencia colonialista y atlantista, miembro importante de la OTAN, mal puede un argentino —patriota— estar a favor de esa alianza imperialista.

Ya en diciembre de 1831 Estados Unidos dejó el camino expedito para que el Reino Unido usurpara las islas Malvinas en 1833 y ciento cincuenta y un años después contribuyó con el usurpador en la guerra del Atlántico Sur, a la que puede considerarse la primera guerra por la Antártida. Esto hoy se aprecia claramente.

Cuando en 1820 las Provincias Unidas del Río de la Plata enviaron al capitán estadounidense David Jewitt al mando de la fragata Heroína a tomar posesión de las islas Malvinas como herederas de los territorios del Imperio español, lo hizo además considerando regular la depredación que los barcos de las potencias, particularmente de Estados Unidos y del Reino Unido, estaban llevando a cabo en el Atlántico Sudoccidental[6]. Así puede leerse en la transcripción de la circular de Jewitt realizada por el capitán James Wedell del buque Jane . Los intereses de Estados Unidos no aceptaron esa autoridad en el Atlántico Sur y envió a la fragata USS Lexington a atacar Puerto Soledad y destruir las instalaciones de las Provincias Unidas en las islas. De ese modo se abrió la puerta a los usurpadores británicos.

El resto de la historia es conocida pero bien vale recordar que el día 10 de junio se conmemora un nuevo aniversario de la promulgación del Decreto que creaba la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas y las adyacentes al Cabo de Hornos, firmado en 1829 por el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Martín Rodríguez.

Decreto manuscrito de creación de la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas y las adyacentes al Cabo de Hornos, firmado en 1829 por el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Martín Rodríguez.

En la actualidad el gobierno estadounidense manifiesta su preocupación por la pesca ilegal y envía su guardacostas al Atlántico Sur[7], para proteger lo que sus aliados, el gobierno de Londres y el gobierno ilegal de las islas permiten otorgando licencias de pesca o impidiendo el control soberano de nuestro mar territorial por parte de nuestra casi inexistente Armada Argentina.

¿Cómo puede un político argentino estar a favor de los «atlantistas»? ¿Cómo puede estar a favor de la OTAN que ha sido nuestro enemigo en 1982? ¿Desconocen nuestros políticos «atlantistas», «globalistas», que soldados kosovares vinieron a entrenar a nuestras islas usurpadas?

La presencia de los militares kosovares como de otros pertenecientes a la OTAN son una violación a la Resolución 31/49 de la Asamblea General de las Naciones Unidas que insta a la Argentina y al Reino Unido a que se abstengan de adoptar decisiones unilaterales que entrañen la introducción de modificaciones en la situación mientras las islas están atravesando el proceso de negociación recomendado por la misma Asamblea y de la Resolución 41/11 de la Asamblea General que dio origen a la Zona de Paz y Cooperación en el Atlántico Sur.

Nuestros políticos están llevando a la Argentina a un punto sin retorno. En la 47ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, a la que fui invitado como expositor por la Editorial Almaluz, que ha publicado mi libro Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones, hice público por primera algo que expresé en el año 2000 en el marco de una reunión académica realizada en la Escuela Nacional de Inteligencia, de la que era docente: «Argentina primero va a pasar por Colombia y luego va a terminar como Yugoslavia». Cuando se me solicitó una mayor precisión me referí al crecimiento del narcotráfico en la Argentina y a una potencial disolución territorial de la Nación. Obviamente, quienes no compartían mi visión alegaban que nuestro país no tenía divisiones étnicas como la ex Yugoslavia, a lo que respondí que ya las iban a crear. Miremos hoy como el indigenismo es financiado desde el exterior, como han potenciado un conflicto con los autodenominados «mapuches», tema sobre el que no me explayaré aquí porque ya he escrito bastante en otros artículos.

El país se encuentra en una situación aún más grave que el del narcotráfico: el de la «narcopolítica». Éste es hoy el término más apropiado que debe emplearse para nuestro país, es decir, la connivencia del narcotráfico con sectores de la política, de la justicia y de las fuerzas de seguridad. Ninguno de los políticos que amenaza con enfrentar esta realidad lo ha hecho ni lo hará, tanto de uno como de otro espacio político.

Respecto a mi referencia a la ex Yugoslavia, ¿no recuerdan, al menos los radicales, que el entonces presidente Alfonsín se refirió al peligro de la «libanización» de la Argentina en 1984? Dijo textualmente:

«…estamos afrontando una circunstancia difícil, tal vez la crisis más dura de la historia argentina. Hay que asumir el compromiso de reconstruir la nación con sentido moral, con fuerza y con las mismas convicciones con que hace 100 años lo hicieron los pioneros que vinieron a construir nuestra patria. […] Yo pienso que o levantamos las banderas nacionales u otros levantarán en nuestra nación banderas que no son las nuestras, como ha pasado en Líbano”.[8]

Lo que Alfonsín denominó «libanización» los historiadores solemos conocerlo como «balcanización». No entraré en cuestiones semánticas porque el ejemplo de El Líbano no es el más adecuado para la Argentina y los casos de estudio podrán demostrar similitudes pero cada proceso es particular. Del mismo modo deseo aclarar que la alusión a Alfonsín no significa una apología de su gobierno y agrego que tampoco lo considero el «padre de la democracia».

Aun peor, fue un radical, don Alfredo Cornejo, quien advirtió: «Mendoza puede ser un país independiente»[9]. Las expresiones de este defensor de la ley de eutanasia, que se abstuvo cuando se trató la ley del aborto en la Cámara de Diputados, lejos de haber dado lugar a un procesamiento judicial por el delito de secesión, dieron origen a la expresión «Mendoexit» y a paneles de la que participaron expositores extranjeros, más precisamente cónsules para debatir sobre la potencial secesión. Estas expresiones fueron de una gravedad inusitada pero don Cornejo sigue jugando en primera en la liga política nacional. No fue el único que hizo esa amenaza, pues bien vale recordar que en 2016 Alberto Rodríguez Saa hizo lo propio desde San Luis[10]. Cabe recordar que en 2001 el otro señor feudal de San Luis, Adolfo Rodríguez Saa, denunció el convenio para que la Gendarmería Nacional actuara en la provincia y los efectivos y puestos de la fuerza tuvieron que retirarse y desmantelar sus unidades del territorio puntano[11].

Cuánta razón tuvo el humorista Luis Landriscina cuando propuso evaluar a los diputados y senadores en la mesa de Mirtha Legrand en 2017:

Un tipo que quiere ser diputado o senador tiene que saber por lo menos antecedentes de cómo se hizo la patria. Entonces le dije el otro día a mi amigo Felipe Solá (67): «Se me ocurrió algo, poner un curso para que el que quiera ser diputado o senador. Un curso de seis meses de historia, de rigor histórico, con cuatro o seis profesores de la universidad que tomen examen».

Necesitamos tipos que estén involucrados con el sentimiento de la patria, no con el sentimiento del partido. Hay gente que va (al Congreso) a pelear cosas para que se prestigie el partido. A mí me importa el país. Y si va para que estemos mejor tiene que olvidarse a qué partido pertenece. Los que somos de a pie, como se dice comúnmente, nos molesta mucho cuando hablan de política. Sentimos como que estamos en el país para pagar impuestos. [12]

De la mesa participó el incombustible Sergio Massa, quien respondió: «La orquesta suena mal», a lo que Landriscina le retrucó: «Eso pasa en el Congreso, a mi manera de ver. ¿Saben por qué? Porque algunos no saben música»[13].

De tal manera que al desconocimiento de los políticos al que me referí al comienzo de este artículo podemos agregar la música, como dijo metafóricamente Landriscina.

La situación de la Argentina es de una gravedad extrema y disponemos de poco tiempo para revertir la situación. En este contexto la dirigencia de Juntos por el Cambio agudiza su interna encarnizada y cada candidato sólo mira cómo incrementar su poder para enfrentar y vencer al otro mientras la Patria se diluye ante nuestros ojos.

Con esta clase dirigente no necesitamos enemigos externos. Ellos por sí solos son un ejército de ocupación que destruye las instituciones, como han destruido a las Fuerzas Armadas, a las Fuerzas de Seguridad, a la Justicia, así como a la educación y a la salud, de la que en otra época los argentinos estábamos orgullosos.

No me cabe duda que desde afuera los dejan «trabajar», o les acercan alguna fundación o alguna ONG con alguna idea genial, como hicieron con la propuesta de creación del Área Marina Protegida Bentónica «Agujero Azul» que presentó la diputada Graciela Camaño.

En 2023 volveremos a optar por el mal menor entre Drácula, Frankenstein o el Hombre Lobo.

Mezquindad e ignorancia son los atributos de nuestra dirigencia política.

Ninguno parece tener la creatividad —al menos en un sentido positivo— de Clara Ritter. Por eso, a diferencia del chocolate alemán, el slogan para un político argentino sería „Quadratisch. Praktisch. Schlecht“ («Cuadrado. Práctico. Malo»).

Es urgente para la Argentina desterrar del escenario político a los que han hecho de la política un negocio para vivir y reemplazarlos por una nueva dirigencia, figuras nuevas, personas maduras y jóvenes, pero por sobre todo idóneos, creativos y con amor a la Patria.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] „Warum ist die Ritter Sport quadratisch?‟ Michael Heitkötter. Ideen, Strategien, Umsetzung, https://www.michaelheitkoetter.de/warum-ist-ritter-sport-quadratisch/ [consulta: 07/06/2023].

[2] «Estos son mis principios». El Periódico de Aragón, 10/03/2018, https://www.elperiodicodearagon.com/opinion/2018/03/10/son-principios-46809323.html, [consulta: 10/10/2019].

[3] «AMCHAM Summit. Bullrich dijo cuál será su política exterior, qué requisitos debe tener su vice y cuántos ministerios eliminará». El Economista, 09/05/2023,  https://eleconomista.com.ar/politica/bullrich-dijo-sera-su-politica-exterior-requisitos-debe-tener-su-vice-cuantos-ministerios-eliminara-n62259, [consulta: 10/05/2023].

[4] Giancarlo Elia Valori. «El concepto de occidentalización». Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales, SAEEG, 17/03/2023, https://saeeg.org/index.php/2023/03/17/el-concepto-de-occidentalizacion/ .

[5] Marcelo Javier de los Reyes. «2023: Escenarios regionales, escenario global. Repersuciones de los mismos en Argentina.». Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales, SAEEG, 30/03/2023, https://saeeg.org/index.php/2023/03/30/2023-escenarios-regionales-escenario-global-repersuciones-de-los-mismos-en-argentina/.

[6] Marcelo Javier de los Reyes. «A doscientos años de la toma de posesión de las-Malvinas por las Provincias-Unidas. Ayer-y hoy». Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales, SAEEG,  04/04/2020, https://saeeg.org/index.php/2020/04/04/doscientos-anos-de-la-toma-de-posesion-de-las-malvinas-por-las-provincias-unidas-ayer-hoy/.

[7] Marcelo Javier de los Reyes. «Atlántico Sur: un nuevo aniversario de la usurpación británica  y el envío de un guardacostas estadounidense». Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales, SAEEG, 03/01/2021, https://saeeg.org/index.php/2021/01/03/atlantico-sur-un-nuevo-aniversario-de-la-usurpacion-britanica-y-el-envio-de-un-guardacostas-estadounidense/ .

[8] Martín Prieto. «Alfonsín teme una posible libanización de Argentina». El País (España), 25/04/1984, https://elpais.com/diario/1984/04/26/internacional/451778406_850215.html, [consulta: 12/04/2000].

[9] «Alfredo Cornejo advirtió: “Mendoza puede ser un país independiente”». Infobae, 30/06/2020, https://www.infobae.com/politica/2020/06/30/alfredo-cornejo-advirtio-mendoza-puede-ser-un-pais-independiente/, [02/07/2020].

[10] «¿San Luis se independiza? La curiosa propuesta de Alberto Rodríguez Saá». La Nación, 05/11/2016, https://www.lanacion.com.ar/politica/san-luis-se-independiza-la-curiosa-propuesta-de-alberto-rodriguez-saa-nid1953721/, [02/07/2020].

[11] «Por enojo del gobierno, Gendarmería nacional ya no actuará en provincia». Ámbito, 09/04/2001, https://www.ambito.com/portada-principal/por-enojo-del-gobierno-gendarmeria-nacional-ya-no-actuara-provincia-n3115696, [06/06/2016].

[12] «La propuesta de Luis Landriscina para evaluar a los diputados y senadores». Infobae, 31/07/2017, https://www.infobae.com/teleshow/infoshow/2017/07/30/la-propuesta-de-luis-landriscina-para-evaluar-a-los-diputados-y-senadores/, [consulta: 02/07/2020].

[13] Ídem.

 

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SIN ESCUELAS NI MAESTROS

Santiago González*

Izamiento de  bandera, 1940. Archivo Histórico de la Escuela Normal de Quilmes «Silvia Manuela Gorleri», https://archivo104.blogspot.com/2012/04/

La degradación de la educación pública y del docente ha sido obra de una camarilla ideológica instalada desde la recuperación democrática.

 

Cualquier docente mayor de 50 años lo puede atestiguar: el estado de la educación en la Argentina es catastrófico, en todos sus niveles. Un poco menos en la educación privada que en la pública, pero no por mérito propio sino del ambiente familiar de sus alumnos, y también en decadencia. Esa percepción personal e intuitiva se ve corroborada por todas las pruebas sobre rendimiento escolar: más de la mitad de nuestros alumnos terminan la escuela primaria sin poder entender cabalmente lo que leen y sin poder resolver problemas aritméticos simples. Ese retraso inicial no se compensa en los niveles superiores y se arrastra hasta la universidad. La profesora de una materia de Economía que se cursa en mitad de la carrera me cuenta que apenas el 60% de los inscriptos se presenta a rendir los exámenes, y que de esa proporción apenas el 60% los aprueba. Poco más de tres de cada diez. La profesora se pregunta cómo llegaron hasta allí.

La mayoría de los argentinos cree que el principal problema del país es económico, y es lógico que lo crea porque la inflación destruye las vidas de todos, incluso las de quienes más o menos se las arreglan para llegar a fin de mes. Pero las bases de la economía nacional son sanas, y una vez que la casta política canallesca y ladrona haya sido apartada del poder, bastan tres o cuatro decisiones inteligentes para poner la casa en orden. Los problemas económicos son importantes pero pueden resolverse con relativa rapidez. Los problemas más serios que tiene la Argentina son la defensa nacional, que ya apunté en una nota anterior, y la educación, que es el más grave de todos. Sin una población razonablemente educada el país no tiene futuro, con o sin inflación, con o sin misiles. Esto lo entendieron bien los organizadores de la República, que pusieron la educación en el centro de su programa.

Los políticos en campaña hablan de la economía porque las encuestas les dicen que es la mayor preocupación de la gente, y se jactan de tener equipos que estudian en profundidad sus problemas y soluciones. Ninguno habla de la defensa, y a la educación le dedican rosarios de buenas intenciones edulcoradas con los lugares comunes de la corrección política. Pero como no les importa el país sino llegar al poder para beneficiarse de él, nadie se ha planteado el problema en serio y cuando se los apura dan respuestas de ocasión: más aulas, más computadoras, más horas de clase, más capacitación docente, el modelo finlandés o el modelo japonés, y ahora la más novedosa incorporación al cotillón, los vouchers educativos, cuyo mayor atractivo es que nadie sabe o entiende bien en qué consisten.

Pero el problema de la educación argentina no pasa por ninguno de esos lugares ni se soluciona con ninguno de esos remedios. El problema de la educación argentina es a la vez más simple y más complejo: la educación argentina no tiene escuelas ni tiene maestros. La educación argentina tiene edificios escolares y trabajadores de la educación, pero carece de escuelas y de maestros en virtud de un proceso de degradación iniciado en 1983, y continuado desde entonces como una verdadera política de Estado. Le debemos a la querida democracia la destrucción de un sistema educativo que hizo de la Argentina el primer país en eliminar el analfabetismo, le dio cinco premios Nobel, le permitió ubicarse en la vanguardia tecnológica, aportó descubrimientos médicos que salvaron millones de vidas y produjo talentos que revolucionaron las artes y la lengua.

 

Esa degradación hizo que nos olvidáramos de algo elemental: la escuela es el lugar donde los maestros van a enseñar y los alumnos van a aprender. La escuela no es una continuación del hogar, ni la maestra es la “segunda mamá”; la escuela no es un comedor ni un merendero; la escuela no es un lugar de recreo ni un salón de entretenimientos animado por docentes; la escuela no es un agente de asistencia social ni un instrumento de adoctrinamiento ideológico. La escuela fue convertida en todas esas cosas pero no es ninguna de esas cosas. La escuela es únicamente, exclusivamente, el lugar donde los maestros van a enseñar y los alumnos van a aprender. Esto deberían tenerlo perfectamente en claro los maestros, los alumnos y los padres de los alumnos.

La vida de la escuela se rige por normas precisas y de cumplimiento estricto: horarios, códigos de vestimenta, normas de comportamiento. El trabajo de la escuela no puede ser interrumpido arbitrariamente, ni por los alumnos, desde ya, ni por los docentes ni por los padres de los alumnos. Una vez iniciada la jornada escolar cesan todas las comunicaciones entre los alumnos, los docentes y el exterior. Cualquier llamado de emergencia en una u otra dirección debe ser tramitado por vía de la secretaría de la escuela. La observación de estas normas, llamada disciplina, no es algo caprichoso, sino que forma parte del proceso educativo, y esto deben entenderlo los maestros, los alumnos y los padres de los alumnos. La palabra docencia comparte la raíz indoeuropea dek con otras como dignidad, disciplina ydecencia.

El progresismo ha diluido la noción de las instituciones públicas hasta convertirlas en extensiones o prolongaciones del espacio público, donde reina la anomia y cada uno hace lo que le viene en gana, porque los límites nunca son claros o no existen, y de todos modos no hay autoridad capaz de imponerlos. No sorprende que la gente se crea con derecho a tomárselas a puñetazos con una maestra. Es necesario devolverle a la escuela su condición de lugar específico, con funciones específicas, normas específicas y autoridades específicas. Para cumplir su tarea educativa la escuela necesita recortarse respecto de lo que la rodea. Pero también necesita replicar en su funcionamiento el de la sociedad en su conjunto, que en un ambiente de libertad como el que reclama la Constitución se basa en la competencia y el mérito.

 

El ejercicio educativo es inseparable de la evaluación y los resultados. Los padres de los alumnos, y los alumnos mismos, tienen derecho a conocer el rendimiento de sus esfuerzos, cosa que sólo pueden lograr si someten su desempeño a alguna prueba objetiva. Esas evaluaciones sirven además para detectar talentos, y promover a los más aventajados hacia instituciones más exigentes, y para reubicar en institutos de nivelación a los que evidencien problemas de aprendizaje. Del mismo modo ha de evaluarse el desempeño de los docentes, quienes mal podrían conducir un sistema basado en el mérito si no estuvieran ellos mismos dispuestos a someterse a examen. El mérito así medido, y no la antigüedad ni los cursitos aleatorios e inconducentes, justifica las promociones.

Los cuerpos docentes de todo el país son hoy una especie de caja negra de la que nada sabemos. La mayoría de sus integrantes ha pasado por algún instituto de formación, pero eso no garantiza nada porque la educación terciaria en el campo de las ciencias sociales se ha convertido en adoctrinamiento ideológico y sus títulos habilitantes no aseguran competencia o pericia, como lo sabe cualquiera que haya tenido que contratar personal proveniente de ese ámbito. Los docentes ingresan amparados en esos títulos, y como los sindicatos se resisten a las evaluaciones, no hay manera de distinguir a quienes tienen capacidad y vocación de quienes entran al aula con agendas secretas y de los simples incapaces.

La calificación profesional del docente no sólo no es puesta a prueba sino que tampoco parece necesaria para las funciones que efectivamente cumplen en la escuela de hoy: asistentes sociales, cuidadores, animadores, sanitaristas, adoctrinadores, trabajadores de la educación pero no maestros. Según observó la investigadora Victoria Zorraquín en una nota reciente, los Núcleos de Aprendizaje Prioritario que desde 2004 expresan las metas del sistema educativo nacional, en ningún momento dicen que el objetivo de la educación primaria, por ejemplo, sea enseñar a leer y escribir y a resolver las cuatro operaciones en determinados plazos, y por supuesto tampoco dicen cómo debería alcanzarse ese objetivo, cuál es la metodología para lograrlo.

En los niveles secundario y terciario las cosas no son mejores, y los profesores con mayor antigüedad advierten que la docencia se ha convertido en un refugio de incompetentes, en gran medida provenientes de las populosas carreras de “sociales”: menos provistos de saberes y pericias que de artillería ideológica, encuentran allí una oportunidad laboral que jamás les brindaría el sector privado, con todos los beneficios que hoy supone un empleo formal y virtual inamovibilidad en el cargo. Un veterano profesor de la UBA llegó a decir que los bajos sueldos universitarios tenían un efecto virtuoso: desalentaban a quienes esperaban hacer carrera en la docencia y atraían a los graduados exitosos que buscan sumar la cátedra a su cursus honorum, aportándole al mismo tiempo la riqueza de su experiencia en el ejercicio profesional.

La degradación de la educación pública como institución y del docente como su agente principal ha sido obra de una camarilla ideológica de matriz marxista que llegó al poder con el restablecimiento del sistema democrático y desde entonces no ha hecho más que consolidarse. Para agravar las cosas, esa camarilla dio ingreso a nuestra planificación educativa a una variada gama de entidades extranjeras, que van desde bancos e instituciones multilaterales a una infinidad de fundaciones y organizaciones no gubernamentales, todas impulsoras de una agenda ajena y casi siempre contraria al interés nacional. Frisos, carteles y leyendas sobre multiculturalismo, diversidad, educación sexual y globalismo han sustituido en los muros de las escuelas de la CABA, como lo puede comprobar cualquiera, a las escenas memorables de la historia patria.

 

La educación es la transmisión de un conjunto de saberes, creencias y valores de una generación a otra. Educamos en primer lugar porque somos conscientes de nuestra propia finitud, porque sabemos que el día en que nuestras fuerzas flaqueen otros deberán ocupar nuestro lugar y queremos prepararlos para ello. Pero también educamos porque deseamos que nuestros descendientes puedan desarrollar sus capacidades tal como lo hicimos nosotros, mejor que lo que lo hicimos nosotros, en beneficio propio y, por lógica consecuencia, del conjunto. Obsérvese que en todo lo que acabo de decir hay un “nosotros” implícito: la educación es expresión de la conciencia nacional, y sin conciencia nacional no habría sistema educativo posible. La educación es el instrumento con el cual una nación asegura su propia supervivencia.

Los saberes que transmite la educación, las pericias, las competencias, pueden ser de validez universal, pero las creencias y los valores nos pertenecen por completo, son intransferibles y los hemos amasado a lo largo de nuestra historia: definen nuestra identidad. La Argentina puede tener la misma lengua, la misma religión, el mismo ordenamiento jurídico y ocupar el mismo continente que otras naciones pero no es ninguna de esas naciones, ni se les parece. Los ingredientes pueden ser similares, e incluso iguales, pero el moldeado y la cocción son diferentes y nos caracterizan. La educación tiene por objeto preservar ese amasado, enriquecerlo, “levarlo”, no diluirlo en el mazacote indiferenciado que proponen los activistas de la “patria grande” o de la “gobernanza global”.

La solución de una problemática compleja como la que traté de describir sólo puede darse en el largo plazo y es subsidiaria de la definición de un proyecto nacional para la Argentina del siglo XXI: sin ponernos de acuerdo sobre quiénes somos, qué nos une, qué queremos ser y hacia dónde queremos ir difícilmente podamos imprimir a nuestro sistema educativo un rumbo y una energía como la que le dieron los organizadores de la república en el siglo XIX. Pero hay cuestiones urgentes que demandan una reacción rápida, y no encontré mejor alternativa que la propuesta de Iris Speroni, que básicamente consiste en derogar toda ley, resolución y norma educativa posterior a 1976, y reponer los contenidos educativos previos, incluyendo los manuales para estudiantes y docentes, probadamente exitosos. Propone además someter a exámenes a los maestros y expulsar del sistema a quienes hayan recibido becas del BID, el Banco Mundial o similares. Nada que un gobierno realmente preocupado por el país no pueda hacer de inmediato.

 

* Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se inició en la actividad periodística en el diario La Prensa de la capital argentina. Fue redactor de la agencia noticiosa italiana ANSA y de la agencia internacional Reuters, para la que sirvió como corresponsal-editor en México y América central, y posteriormente como director de todos sus servicios en castellano. También dirigió la agencia de noticias argentina DyN, y la sección de información internacional del diario Perfil en su primera época. Contribuyó a la creación y fue secretario de redacción en Atlanta del sitio de noticias CNNenEspañol.com, editorialmente independiente de la señal de televisión del mismo nombre.

 

Artículo publicado el 03/06/2023 en Gaucho Malo, El sitio de Santiago González, https://gauchomalo.com.ar/sin-escuelas-ni-maestros/