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GUAYANA ESEQUIBA: RESOLUCIÓN CASI MÍ(S)TICA PARA ARREGLO DE CONTROVERSIAS

Abraham Gómez R.*

Es verdad, seguimos admitiendo que no hay sociedad sin Derecho ―ubi societas, ibi ius―, pero también es cierto que el Derecho en bastantes ocasiones y circunstancias lo resquebrajan; o lo ponen a jugar el juego que les interesa a los detentadores poderosos del ámbito de que se trate. Nacional o internacional.

Grupos con indisimulados e insaciables intereses económicos acomodan las “letras del derecho” a su favor, para que diga y anuncie lo que cuadra a sus conveniencias.

Agreguemos un poco más en idéntico sentido. Donde aflora el derecho es porque hay personas que se ocupan de crear normas jurídicas, aplicarlas y explicarlas. La labor de tales facultos ―como se ha de suponer— no es ingenua, gratuita o desprevenida. Dígame en el campo internacional.

Se trata de funciones con tradición de siglos ―lo sabemos― que por muchas razones han cambiado la forma; sin embargo, en el fondo del asunto ―donde se asienta la intencionalidad de subyugar o confundir— la cosa permanece inalterable.

Vergonzosamente, todavía así se les exige – concretamente– a algunos Estados (por supuesto, a los más débiles) que deban someterse a un orden normativo, obligatorio y coercitivo que se consagra en el Derecho Internacional Público.

Recordamos con nostalgia que hasta no hace mucho, la sola mención ―aunque someramente― de las disposiciones contenidas en las normas del Derecho Internacional (mayúsculas adrede, todavía) bastaba para emocionarse al pronunciar sus principios y/o apelar a sus jurisprudencias.

Internalizar esos relatos doctrinales constituía, ciertamente, experiencias hermosas.

El Derecho Internacional comportaba, en sí mismo, uno de los ejes temáticos que desplegaba apasionadas y productivas discusiones para nutrir y fortalecer ―al propio tiempo— a las particulares soberanías nacionales.

Lo que deseo poner de relieve es que la opción de trabar un litigio para resolver un pleito interestatal, hoy en día, está tomando un papel menos importante como solía tener en los siglos pasados, por cuanto, han surgido otras maneras de disolver los conflictos.

Es importante, finalmente, destacar que la cultura de la paz, de la negociación directa de las partes en controversia, de la mediación y la conciliación, se han venido imponiendo sobre la vía del litigio, con su despliegue jurisdiccional; teniéndose esta última como una subcultura.

¿Entonces, cómo hacemos para alcanzar una resolución satisfactoria, sin que incomodemos susceptibilidades o contrariemos la norma Internacional?

La brevísima reflexión y descripción anterior viene a propósito de la justa y centenaria reclamación que ha hecho Venezuela de la séptima parte de su extensión territorial, que le desgajaron con artimañas y vilezas.

Las posibles alternativas de solución planteadas por nuestro país fueron saboteadas por ingleses y guyaneses.

Algunas veces, quisimos decidirnos por la vía voluntarista y conseguimos resistencias en la comunidad internacional con discursos conminativos a respetar las normas.

En otras ocasiones invitamos a la contraparte (Reino Unido y su colonia Guayana Británica) a consensuarnos para solucionar ―definitivamente— el despojo que nos habían perpetrado.

¿Qué ha sido lo más importante y trascendente que alcanzamos a consolidar con la autocomposición?

Logramos ―luego de extenuantes jornadas de análisis y discusiones— negociar, suscribir y ratificar el Acuerdo de Ginebra, el 17 de febrero de 1966; documento que posee pleno vigor jurídico, el cual en su debida oportunidad fue consignado en la Organización de la Naciones Unidas, donde causó estado; es decir, su contenido ha resultado inalterable y jamás ha sido atacado o recurrido.

El Acuerdo de Ginebra, único documento donde basamentamos la contención y su posible solución, atiende la alternativa de arreglo mediante la diplomacia directa entre Venezuela y Guyana, sin la necesidad de acudir, unilateralmente, con inmediatez (o porque sí) o premura a órganos jurisdiccionales. Aludimos sin ambages a la Corte Internacional de Justicia.

¿Ha llegado a resultar la autocomposición eficiente y eficaz para solucionar pleitos entre Estados?

Por supuesto. Tenemos demasiados ejemplos al respecto. Fundamentalmente cuando los propios particulares involucrados en una controversia establecen y respetan las normas, que en ellos mismos se han dado, para efecto de encontrar una solución a la contrariedad que atraviesan.

Con exactitud es lo que ha venido invocando Venezuela con atención al contenido del Acuerdo de Ginebra:

“…. Cualquiera controversia pendiente entre Venezuela, por una parte, y el Reino Unido y Guayana Británica por la otra, perjudicaría tal colaboración y debe, por consiguiente, ser amistosamente resuelta en forma que resulte aceptable para ambas partes; de conformidad con la agenda que fue convenida…”

Caben aquí, en lo que sigue, dos preguntas muy concretas, después del Referendo Consultivo.

¿Sabrá leer e interpretar la Comunidad Internacional y particularmente la Sala Jurisdicente de la ONU el mensaje que emitió el pueblo de Venezuela, sin diferenciaciación y con carácter de unanimidad?

¿Estará dispuesta la República Cooperativa de Guyana, en su condición de demandante a desistir de la Acción interpuesta contra Venezuela, el 29 de marzo de 2018, y aligerar una solución extraprocesal, en el marco del Acuerdo de Ginebra, que nos mandata a tales fines; donde quepan estrategias bilaterales expeditas de satisfacción para ambas partes?

Hay en Guyana quienes se empecinan, en asumir que regresar a una solución de negociación, mediante el diálogo amistoso, constituye un catastrofismo.

Decimos que no es la primera vez que se alcanza una resolución a un conflicto álgido, difícil y complejo dejando a un costado los procedimientos jurisdiccionales; y apelando ―como alternativa buena y propia― a la diplomacia de entendimiento directo de las partes conflictuadas.

Venezuela sigue tendiendo y extendiendo su voluntad y mejor buena fe, para acordar en paz una fórmula solucionadora de este pleito entre países hermanos.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba. Miembro del Instituto de estudios Fronterizos de Venezuela. Consultor de la ONG Mi Mapa. Asesor de la Comisión por el Esequibo y la Soberanía Territorial.

 

GUAYANA ESEQUIBA: NUESTRA FIRMEZA Y DEDICACIÓN EN LA PATRIÓTICA TAREA DE RESTITUCIÓN DEL SAGRADO SUELO

Abraham Gómez R.*

En nuestro indetenible recorrido por las universidades venezolanas y por algunas instituciones públicas y privadas para atender invitaciones académicas nos complace reconocer e informarles que en todos estos organismos visitados se nos pide con avidez que deliberemos con precisión pedagógica el asunto de la contención territorial que sostenemos con la excolonia británica y que expliquemos el contenido, esencia e intención de las cinco preguntas que aparecerán en la boleta del Referendo Consultivo.

Además, nos inquieren sobre las estrategias que seguirían una vez que se analicen e interpreten los resultados obtenidos del evento electoral del (3) de diciembre.

Ciertamente, es posible desarrollar algunas descripciones en detalles de lo expuesto en el párrafo anterior; como también hay elementos que por expresa precaución y moderación se deben omitir.

Las estrategias no se develan por anticipado.

Conseguimos profesionales densamente formados, lo cual nos honra y llena de profunda satisfacción venezolanista.

Me nutro de conocimientos al escuchar, con detenimiento, sus respectivas elucidaciones sobre este tema. Encontramos, en muchas partes del país, gente sabia para grandeza de la Patria.

Estamos dispuestos siempre además a intercambiar criterios con los participantes, en general, centrados en tal asunto litigioso.

Hay un bastión enorme que ha acumulado muchas indagaciones documentales; lo cual les ha permitido acrisolar vivencias y experiencias. Tales compatriotas portan en sí mismos sendas “cajas de herramientas” intelectuales, siempre al servicio del país.

Guyana nunca estuvo dispuesta a continuar el litigio con Venezuela a través de la figura del Buen Oficiante.

Hubo un permanente saboteo, durante veinticinco años, a los procesos de conciliación y mediación.

Jamás quisieron negociación directa, conforme al Acuerdo de Ginebra, suscrito y ratificado el 17 de febrero de 1966; por cuanto, según palabras recientes del cuestionado presidente Irfaan Ali:

“Eso ha constituido una perdedera de tiempo, y no arrojó los resultados satisfactorios para ninguna de las dos partes en controversia. Y ese referendo de Venezuela es una amenaza a la Paz de América Latina y el Caribe”.

Añade, también, que “el Laudo de París ha sido ejecutoriado en el proceso de demarcación en 1905; y debe tenerse como Cosa Juzgada”.

Precisamente sobre este último argumento falaz basan su Pretensión Procesal en la Corte Internacional de Justicia.

El gobierno guyanés y sus tutores financieros, las (52) empresas transnacionales, que han recibido ilegales concesiones para explotar (esquilmar) los recursos en la zona en reclamación y su proyección atlántica, celebran, por anticipado, los posibles resultados sentenciales del Alto tribunal de la Haya (inclusive en ausencia de Venezuela).

Por lo pronto, nosotros estamos a la espera de la resolución de la Sala Juzgadora sobre la medida provisional que accionó Guyana contra el Referendo Consultivo y la réplica que hizo debidamente nuestra delegación; aunque, la población venezolana se encuentra decidida a realizar ―indistintamente al fallo del mencionado Ente Jurisdicente― su consulta popular, por cuanto, comporta un legítimo recurso consagrado en nuestra Carta Magna.

La Corte sabe que nuestro país ha invocado siempre el Acto procesal de No Comparecencia; por cuanto, no le reconocemos jurisdicción, como instancia idónea para dirimir la controversia; y menos conocer forma y fondo de este asunto.

No hemos admitido ninguna Cláusula Facultativa de Obligatoria Jurisdicción, conforme al artículo (36) del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia.

Venezuela, al no reconocerle jurisdicción a ese Ente Juzgador no se ha hecho Parte en este pleito, cuyo recurso interpusieron, unilateralmente, los coagentes de Guyana.

Entonces, si Venezuela no legitima, jurisdiccionalmente, a la Corte, el Alto Tribunal pierde cualquier piso competencial para dirimir fondo y forma la cuestión litigiosa que ha incoado Guyana

Un jurado puede tener jurisdicción y no competencia, pero no al contrario. Si no posee la jurisdicción, menos tiene la competencia.

La Competencia de la Corte Internacional de Justicia, para el caso Venezuela-Guyana, sería deducible a partir de la potestad jurisdiccional, que legalmente nuestro país le atribuiría a ese órgano judicial frente a la cuestión contenciosa que planteamos por más de cien años.

Debemos aclarar en igual sentido que no cometemos ninguna arbitrariedad, ni contrariamos el Derecho Internacional, con aplicar a lo interno de nuestra nación la diplomacia abierta” para que “la diplomacia siempre avance de manera franca y a los ojos de la opinión pública” (Woodrow Wilson).

Consideramos que las cuestiones de índole internacional deben tratarse pública y francamente (y lo reafirmamos con la invocación de los artículos 5 y 71 de nuestra Constitución Nacional); porque los pueblos no pueden ser relegados a la condición de simples objetos.

Es justo que la nación entera pueda dar su opinión (como efectivamente lo hará este domingo) sobre cuestiones vitales y mucho más si trata de nuestra reclamada integridad territorial.

El consenso percibido en toda Venezuela en torno al Referendo Consultivo es el producto de la suma de voluntades de todos los sectores de la sociedad, que ha asimilado este caso litigioso, única y exclusivamente como Asunto de Estado.

Ya habrá la ocasión y bajo distintas circunstancias de arreglar las otras cuentas pendientes.

Se hace imprescindible en este momento crucial, dejar sentado que el Acuerdo de Ginebra ―único documento que reconocemos para todo efecto de la contención― contempla que ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras se halle en vigencia este Acuerdo constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o la Guayana Británica, ni para crear derechos de soberanía.

Sin embargo, Los gobiernos que ha tenido Guyana de cualquier signo político; ya sea del partido Indoguyanés Partido del Progreso Popular (PPP) o el afroguyanés el Congreso Nacional Popular (CNP); aunque se antagonizan entre ellos para muchas cosas, pero coinciden en la deleznable posición de desconocimiento y desacato al contenido y aplicación del Acuerdo de Ginebra, y han otorgado en os últimos meses concesiones —como un acto de provocación― a diestra y siniestra en tres bloques petroleros (Pomeroon, Stabroek y Kaieteur) a más de treinta transnacionales para que exploren, exploten y comercialicen con los inmensos recursos en un área marítima que se encuentra por delimitar. Justamente en el espacio marítimo que genera la Zona en Reclamación; es decir, en el Mar territorial, Zona Contigua y Zona Económica Exclusiva.

Peor todavía, Guyana otorga, con irrespeto hacia Venezuela, licencias a compañías de muchos países ―que dicen ser nuestros amigos y aliados― para que aprovechen sendos yacimientos que se encuentran dentro de las 200 millas náuticas que genera nuestra propia plataforma continental, proyección marítima del estado Delta Amacuro, que no está sometida a ninguna controversia.

Frente a tamañas tropelías ¿Qué nos corresponde hacer?: defender lo nuestro, por todos los medios.

Todos, sin excepción

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba. Miembro de la Comisión por el Esequibo y la Soberanía Territorial. Consultor de la ONG Mi Mapa. Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV).

GUAYANA ESEQUIBA: ¿PARTICIPAR O NO PARTICIPAR, ASISTIR O AUSENTARNOS?

Abraham Gómez R.*

La delegación diplomática que representa a la excolonia británica en la Corte Internacional de justicia, sus pertinentes y autorizados voceros gubernamentales ya ni siquiera ocultan la intranquilidad (y nervios) que les recorre el espinazo. Ellos, por sus propios motivos ególatras y de desenfrenos de aprovechamientos dinerarios, se metieron en este pleito jurisdiccional a partir del (29) de marzo de 2018, cuando demandaron (inmerecida e ingratamente) a Venezuela ante el Alto Tribunal de La Haya.

Diremos, adicionalmente, que Guyana (y quienes la representan) no manejan remilgos en este asunto.

No miden consecuencias, ni ponderan sus pasos en un asunto de tanta monta.

Sospechamos que para actuar con tanto envalentonamiento debe estar recibiendo malsanos consejos y asesorías de entidades interesadas en el inmenso caudal de recursos de nuestra Guayana Esequiba.

Percibimos, desde hace unas semanas para acá, el cambio del contenido, alcance e intención del discurso de todos quienes han venido opinando a nombre del oficialismo guyanés.

Se volvieron pugnaces, agresivos e irrespetuosos.

Por ejemplo, declarar, como lo hizo el Primer Ministro de ese país Mark Phillips, durante su intervención en una sesión extraordinaria del Legislativo de Guyana sobre la controversia, con estos desconsiderados e imprudentes términos:

“El tiempo de la negociación se ha agotado. No habrá necesidad de dialogar con Nicolás Maduro. No habrá reunión entre Maduro y el presidente Irfaan Ali». Esperaremos a Venezuela en la Corte. El Esequibo pertenece únicamente a Guyana y a los guyaneses. Juntos aseguraremos el triunfo de la justicia y preservaremos la soberanía de nuestra nación».

Que le quede claro al Sr. Phillips que hasta en los más aciagos momentos de las relaciones interestatales y/o por muy grave, e inimaginables que puedan presentarse las crisis entre los países, las delegaciones siempre deben estar en disposición de conversar y negociar hasta hacer factible alguna alternativa de solución.

Nos luce una temeridad y un fraude declarativo ―por decir lo menos― la infeliz declaración de quien representa el segundo cargo de importancia en el ejecutivo guyanés, por cuanto debió agregar allí las suficientes pruebas que soporten la “presunta propiedad que ellos se atribuyen” sobre la extensión territorial que nos arrebataron con vileza.

Hasta ahora no han justificado lo que piden en su pretensión procesal. No tienen cómo ni con qué.

No hay dudas de que Guyana está dispuesta a todo o nada.

Contrariamente, Venezuela ―conforme a nuestro principio rector de país pacífico y respetuoso del Derecho Internacional― ha instrumentado todos los mecanismos para mostrar y probar en cualquier escenario que poseemos una irrefutable cadena titulativa de propiedad sobre esa inmensa área.

Dicho con mayor énfasis aún, nos asistimos con Justos Títulos traslaticios de pleno derecho que no admiten pruebas en contrario.

De allí que haya aflorado, últimamente, un altísimo grado de intranquilidad a lo interno de la delegación guyanesa; porque saben (o sospechan) que de darse una resolución ―en estricto derecho— en el citado Ente Jurisdicente no los va a favorecer.

La Sala Juzgadora de la ONU comenzaría por declarar nulo de nulidad absoluta el ominoso Laudo Arbitral de París, del 3 de octubre de 1899, adefesio jurídico que nunca debió ser admitido en la Corte como causa de pedir por la contraparte ya que había quedado rechazado, invalidado y sin la más mínima posibilidad de surtir ningún efecto cuando se suscribió el Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero de 1966.

Por eso la excolonia británica, causahabiente de los ingleses en este pleito, se ha dedicado a buscar alianzas con empresas transnacionales a cambio de concesiones (calificadas por nosotros de ilegítimas e ilegales) en los bloques petroleros de las áreas aún no delimitadas en la proyección atlántica de la Zona en reclamación (exactamente la disposición reivindicativa, para ese mar territorial, que desarrollaremos a partir de los resultados, en concreto, de la pregunta cuatro del Referendo Consultivo).

Así, además, ellos han procurado ―con desesperación— aligerar comunicados y pronunciamientos de sujetos internacionales; caso de la CARICOM, la COMMONWEALTH. Agreguemos además la inmoderada declaración del Secretario General de la OEA, de funcionarios del Departamento de Estado y del Comando Sur de los EE.UU. También sabemos del vergonzoso juego solapado de países a los cuales teníamos como solidarios a lo largo de nuestro proceso de reivindicación y resulta que nos han dado la espalda.

Hay un dineral de por medio.

¿Qué nos corresponde, a los venezolanos ―como desafío histórico― en esta hora de definición y disyunción?

Encarar esta lucha, en los distintos terrenos, con determinación y templanza; porque somos herederos de la estirpe libertaria de nuestros próceres.

Nada de amilanarnos o entregar ―sin más― esa séptima parte de nuestra geografía nacional, por la cual Simón Bolívar, el Padre de la Patria elevó en su tiempo (1822) sendas advertencias y protestas por el vil despojo que se nos estaba perpetrando:

Los colonos de Demerara y Berbice tienen usurpada una gran porción de tierra, que según aquellos nos pertenecen del lado del río Esequibo. Es absolutamente indispensable que dichos colonos, o se pongan bajo la protección y obediencia de nuestras leyes, o que se retiren a sus antiguas posesiones

Permítanme transmitir el entusiasmo, que percibo en toda Venezuela, de reafirmación de lo nuestro y, por lo tanto, de decidida participación en/para el Referendo Consultivo. Eso sí, entendido y asimilado como un Asunto de Estado y no como un acto de gobierno. De tal modo, exactamente, lo he recogido e interpretado, en mis conferencias, por todo el país.

Nuestra nación se encuentra ―como nunca― en pie de lucha, en defensa civilista de lo que siempre nos ha pertenecido histórica, jurídica y cartográficamente.

Requerimos preservar la unidad compacta del país en esta hora difícil, donde nos jugamos una buena parte de nuestra integridad territorial.

Lo hemos dicho en bastantes oportunidades y deseo reconfirmar: el Acuerdo de Ginebra fue un triunfo de la diplomacia venezolana —ciertamente— con la fortaleza de saber que se contaba con toda la nación venezolana en una única expresión patriótica.

En aquellas circunstancias y tiempos de enconados debates políticos-ideológicos de 1966, pudimos concitar la solidaridad plena para autorizar la negociación, firma y la debida ratificación del Acuerdo de Ginebra; precisamente, el documento base que nos asiste en el presente trance controversial.

Ese histórico Acuerdo comporta la grandeza de un país que supo entender que, por encima de particularismos, de egos malcurados y de intereses parcelarios se encuentra la Patria.

Igualmente, nos encontramos a la expectativa de todo cuanto pueda acaecer en el transcurso de esta semana (específicamente los días 14 y 15), cuando a las Partes concernidas les corresponderá presentar, por ante la Corte Internacional de Justicia, sus respectivos alegatos de ratificación (caso de Guyana) de pedido de medidas provisionales de suspensión del Referendo Consultivo, a realizarse el 3 de diciembre y, por supuesto, la esperada asistencia  de  Venezuela para replicar y rebatir con sendos y suficientes asideros que la consulta popular constituye un acto pleno de ejercicio de la soberanía de nuestro país, conforme a la Carta Magna y que, por lo tanto, no estamos incurriendo en ningún acto de deshonestidad o agresión contra algún país vecino o contrariando el orden que rige a la Comunidad Internacional.

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Asesor de la Comisión por la Defensa del Esequibo y la Soberanía Territorial. Consultor de la ONG Mi Mapa. Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba. Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV).