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ACERCA DEL ARTÍCULO 23 DE LA CARTA DE LAS NACIONES UNIDAS

Marcelo Javier de los Reyes*

Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas

Cada crisis internacional nos ofrece la oportunidad de darnos cuenta de la necesidad de actualizar a la Organización de las Naciones Unidas, un organismo internacional que ha fracasado en su misión fundamental: mantener la paz. No obstante, debemos reconocer que sin ese organismo es altamente probable que el mundo fuera más inestable.

Ahora bien, las Naciones Unidas también han favorecido la emergencia o la agudización de conflictos, como por ejemplo el de Medio Oriente.

El Artículo 23 (Capítulo V) de la Carta de las Naciones Unidas se refiere a la composición del Consejo de Seguridad:

    1. El Consejo de Seguridad se compondrá de quince miembros de las Naciones Unidas. La República de China, Francia, la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte y los Estados Unidos de América, serán miembros permanentes del Consejo de Seguridad. La Asamblea General elegirá otros diez Miembros de las Naciones Unidas que serán miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, prestando especial atención, en primer término, a la contribución de los Miembros de las Naciones Unidas al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y a los demás propósitos de la Organización, como también a una distribución geográfica equitativa.
    2. Los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad serán elegidos por un periodo de dos años. En la primera elección de los miembros no permanentes que se celebre después de haberse aumentado de once a quince el número de miembros del Consejo de Seguridad, dos de los cuatro miembros nuevos serán elegidos por un periodo de un año. Los miembros salientes no serán reelegibles para el periodo subsiguiente.
    3. Cada miembro del Consejo de Seguridad tendrá un representante.

Varios miembros de las Naciones Unidas ya han solicitado que una reforma del Consejo de Seguridad con la intención de que ese órgano tenga una real representatividad. La conformación actual de este órgano pone en evidencia que el principio de igualdad de sus miembros —contemplado en la propia Carta de las Naciones Unidas— no es tenido en cuenta ya desde la creación del organismo.

La ONU solo es democrática en el seno de la Asamblea General pero habría que preguntarse cuál es el éxito de ese “ejercicio democrático” porque existen numerosos ejemplos en que la mayoría de los Estados votan en favor de un determinado propósito que luego no se concreta. Y no se concreta principalmente porque los países más poderosos o con mayor poder militar se niegan a acatar lo que la mayoría de los países disponen “democráticamente”. Es el caso, por ejemplo, del Reino Unido en lo que se refiere a la soberanía de las islas Malvinas o de Israel respecto a la cuestión de Palestina. En el primer caso, el agravante es que el Reino Unido además tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad.

Con respecto al Consejo de Seguridad, puede considerarse como un órgano “oligárquico” dentro de las Naciones Unidas y es el verdadero “gobierno” del organismo internacional. Si bien es cierto que el Consejo de Seguridad cuenta con diez miembros no permanentes, el poder real recae en los cinco miembros permanentes que pueden vetar lo que la mayoría decida en ese órgano. De tal manera que la afirmación de que “La organización está basada en el principio de la igualdad soberana de todos sus miembros” es por demás una falacia.

La ONU fue un organismo planificado hacia fines de la Segunda Guerra Mundial para organizar el mundo de postguerra y los principales países que pertenecieron al bando de los aliados fueron los que detentaron ese poder en el Consejo de Seguridad. Claro que con motivo de la Guerra Fría no hubo posiciones unánimes entre esos aliados.

En 1971, mediante la Resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones, el asiento permanente del Consejo de Seguridad que ocupaba la República de China (Taiwán), fue transferido a la República Popular debido a que el gobierno de Beijing fue reconocido como el verdadero gobierno de China y la República de China (Taiwán) fue expulsada. Este cambio y el de la Federación de Rusia en reemplazo de la desaparecida Unión Soviética son los cambios que pueden observarse entre los miembros permanentes de ese Consejo.

Londres (Reino Unido), 17 de enero de 1946. Primera sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Es obvio que el Consejo de Seguridad tiene una conformación anacrónica en la actualidad. Fue concebido en la Conferencia de Dumbarton Oaks de 1944 para un mundo que tenía un número mucho menor de Estados independientes que el actual. Cabe recordar que tras la Segunda Guerra Mundial muchas colonias fueron alcanzando la independencia, principalmente durante la década de 1960. En el caso de América, la mayoría de las actuales naciones ya existían para el momento de la fundación de las Naciones Unidas pero solo Estados Unidos ocupa un asiento entre los miembros permanentes. En el caso de África la situación es diferente ya que pocos países eran independientes, Liberia, Egipto, Etiopía, el resto se emancipó con posterioridad a esa guerra. Es evidente que los restantes países americanos —no me gusta usar el término “latinoamericanos” porque lo siento como discriminador y no todos los actuales países independientes tienen raíces “latinas”— así como los africanos deben presionar fuertemente para conseguir, 1) la ampliación del número de asientos permanentes, 2) la eliminación del poder de veto, o 3) siendo mayoría, considerar la creación de un nuevo organismo que les proporcione una cuota de poder en la comunidad de naciones, más aun si se considera también el elevado número de países asiáticos que se encuentran en la misma situación.

A fuer de ser sincero, no creo que sea viable una reforma de la Carta de las Naciones Unidas y menos con la intención de romper con esa “hegemonía oligárquica” originada hace poco menos que ocho décadas. Por eso considero que, a falta de respuestas en este sentido, podría crearse un nuevo Organismo Internacional con miembros más representativos y con mayor poder que los de la anquilosada ONU. Esta estructura anacrónica es, precisamente, la que no otorga soluciones a los problemas actuales del mundo, como por ejemplo el de Ucrania, en el que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad se encuentran a ambos lados del conflicto e impiden que Ucrania tome una decisión soberana. Por otro lado, resulta paradójico que el Consejo de Seguridad, encargado de la paz y la seguridad internacionales, esté formado por países con la capacidad de poner al planeta al borde de una conflagración mundial, como a la que asistimos en la actualidad. Además, sus miembros no sólo son los mayores exportadores de armas sino también los que imponen los embargos internacionales en función de sus propios intereses, como lo han hecho con Irak, ocasionando numerosas muertes y pesares sobre la población civil, en especial sobre los niños.

Creo que es imprescindible abrir un debate sobre la necesidad de actualizar las Naciones Unidas a las problemáticas del siglo XXI o de conformar un nuevo organismo internacional.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019. 

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EL CONFLICTO DE UCRANIA, PRIMERAS LECCIONES APRENDIDAS

F. Javier Blasco Robledo*

Quien piense que las lecciones aprendidas sobre una crisis o conflicto de cualquier tipo, incluso los bélicos, deben redactarse y estudiarse una vez el fenómeno haya terminado, se equivoca de medio a medio.

Cualquier conflicto o crisis, ya desde sus prolegómenos y cuando empieza a brotar, se apoya en una serie de circunstancias, convicciones, puntos o principios que, aún sin saberlo, son el origen y la razón de ser de los mismos; puntos estos, que es mucho mejor, no dejarlos olvidados en el tintero.

Como premisa generalista, se puede afirmar que, en el caso del conflicto de Ucrania, como suele suceder en todos los conflictos, la verdad plena no está en ninguno de los bandos o actores que directa o indirectamente intervienen o influyen en ellos.

Es un conflicto lleno de informaciones sesgadas, interesadas o creadas para justificar las posiciones de todos los actores. Igualmente, sucede con el caso contrario, la desinformación o lo que es lo mismo, no contar toda la verdad, y solo aquella que interesa.

La Comunidad Internacional (CI) ha demostrado ser inútil o estar abatida e incluso rendida, según los casos, por factores diversos como cuestiones económicas de cierta relevancia; la impotencia o incapacidad real para entrar en un conflicto importante; la falta de liderazgo a nivel mundial y regional; los intereses espurios de muchas de las naciones en el tablero y sobre todo, por la obsolescencia e inoperatividad de los Organismos Internacionales que se suponen están dedicados a ejercer un determinado control y arbitrio sobre la seguridad y al control de los conflictos en el mundo. 

La ONU ha mostrado su total inoperancia dado que, por definición y organización, tanto Rusia, como China mantienen su férrea capacidad de veto en el CSNU y, en este caso en concreto, ambos se apoyan mutuamente, aunque sea con la abstención, por guardar las formas y no morderse entre ellos.

Por su parte, la Asamblea General ha demostrado que por mucho que se reúna de urgencia y se consiga una abrumadora y convincente votación, sus declaraciones enérgicas y solemnes no valen de nada, como ninguno de sus muchos esfuerzos.

La OTAN, forzada por EEUU o por el temor generalizado de muchos de los Aliados, ha demostrado una debilidad increíble y se ha convertido en una fábrica de escusas de poca o nula convicción; primero, al negarse a combatir en territorio no OTAN y, en segundo lugar, por no montar una zona de exclusión aérea sobre Ucrania bajo su control y responsabilidad. Máxime, cuando ambas o alguna de estas cosas, se han producido en Afganistán, Iraq, los Balcanes y Libia, por ejemplo; pero da la casualidad, que en dichas ocasiones no era Rusia a quien se enfrentaban.

Para colmo de la ignominia y la desvergüenza de la Alianza, aparece la negativa —tras crear muchas y vanas esperanzas— a entregarles una serie de aviones polacos, viejos y poco resolutivos, a través de EEUU en bases sitas en Alemania. Operación, por cierto, adelantada y desbaratada, entre cosas, instituciones o personas, por unas desafortunadas y anticipadas declaraciones del Sr. Borrell.

La UE sigue mostrando su incapacidad en el ámbito de las relaciones exteriores y de la seguridad. Patética incapacidad, arrastrada desde su creación como un club político y económico y poco más. Una Unión, donde no existe una única voz; dos países luchan por su liderazgo con fines egocéntricos o nacionales y, que está atada de manos por ser excesivamente dependiente del gas ruso —tal y como se acaba de reconocer oficialmente— como mínimo hasta 2027.

Es la propia CI la que ha intervenido indirectamente en este conflicto, aun “aparentemente”, sin darse cuenta de que lo hacía de forma determinante, porque desde la caída del muro de Berlín y la desmembración de la URSS, no ha parado de fomentar un fuerte espíritu de revancha en Rusia, tras las múltiples y sucesivas humillaciones sobre los rusos y sus conmilitones.

Y también, lanzando sin parar, falsas expectativas en la población y dirigentes ucranios; expectativas, que hora parecen ser inviables, de mucho riesgo y políticamente incorrectas con respecto a su ingreso en la OTAN, en la UE o a que iban a contar con su entero e inagotable apoyo en caso de un “improbable” conflicto con Rusia.

Todo ello, ha fomentado la euforia nacional antes y durante los primeros días del conflicto, para, en menos de una semana, echarles un jarro de agua fría diciéndoles que no es posible, ni siquiera, su ingreso en la UE, aunque Zelenski lo pida de rodillas, como ya ha hecho en varias ocasiones, incluso el pasado día 12.

Y, por último, pero considero que es el punto más importante, en realidad, la CI les proporciona una paupérrima ayuda militar, con cuentagotas, insuficiente para alimentar este tipo de batallas defensivas y para colmo, todo lo que se les envía, se anuncia a bombo y platillo, de tal modo y manera, que ha acabo siendo el objetivo principal a batir por las tropas rusas.

La política de tierra quemada a la que se ha visto obligada la fuerza atacante tras el fracaso inicial por un desafortunado análisis de casi todos los factores de la decisión (misión, terreno, enemigo, medios propios y el ambiente reinante), se traduce en una gran o total destrucción urbana y económica que obligará a enormes pérdidas y grandísimos planes de reconstrucción y recuperación, que ya se empiezan a evaluar en muchos miles de billones reales de dólares.

Maniobra abrasiva y de desoladora destrucción, que a pesar del elevado espíritu nacional reinante entre la población ucrania, ya ha propiciado la salida de casi tres millones de refugiados, quienes si bien inicialmente, tal y como sucedió en Kosovo, querían permanecer próximos a sus fronteras y casas para volver pronto tras los combates, a la vista de que el conflicto se perpetua en el tiempo y de lo poco que va quedando en pie, se lanzarán a una generalizada diáspora por toda Europa, principalmente.

En este punto en concreto, los europeos ya tenemos sangrantes experiencias anteriores de lo que nos sucede con los refugiados y el fulminante cambio de actitud que sufrimos al pasar de un gran y desinteresado apoyo, calor y acogida inicial, al desapego y olvido total, una vez que el conflicto se haya apagado como el volcán de la Palma. 

El uso y abuso de mercenarios como combatientes de élite en ambos bandos, no es una buena noticia, ya que estas bandas desorganizadas y sanguinarias, se alejan de todo control y racionalización de sus actos. Dejan posos infectados sobre el terreno de difícil erradicación y crean numerosas bandas, casi ejércitos, de señores de la guerra dispuestos a luchar ferozmente por las cenizas de la reconstrucción y sus aledaños sin política, arraigo ni convicción. 

No deben despreciarse las noticias referentes a las armas químicas y biológicas sobre suelo ucranio, porque durante el esplendor de la URSS, Ucrania alojó gran cantidad, todo tipo de armas de destrucción masiva y, cuando el país se declaró independiente, Rusia recogió las nucleares para llevárselas a suelo ruso, pero las dos anteriores, quedaron allí en cantidades más que importantes.

Armas que fueron las Convenciones para el control y prohibición de estas, con apoyo económico y físico norteamericano, las que estuvieron a cargo del inventario, transporte, desbaratamiento y/o destrucción de las mismas; pero, sincera y personalmente, siempre he dudado que aquellas operaciones, tras muchos años y grandes sumas de dinero, finalmente se completaran al cien por ciento.

Peligro que también se traslada a los posibles y muy perniciosos efectos de la masiva guerra de misiles, la dura represión y la descontrolada desbandada del personal crítico y necesario para el funcionamiento y la seguridad de las centrales nucleares del país, y en especial, la de Chernóbil.  

La guerra cibernética y la de la propaganda tienen una efectividad muy importante en estos conflictos tipo CNN, donde todo el mundo sigue minuto a minuto, con todo detalle y en directo, la evolución de la situación.

Cosa que también sucede con los llamados influencers, porque su falsa, casual o llamativa aparición en diversas escenas, como sucedió en el caso de la señora embarazada saliendo en camilla y sangrando, de un hospital maternal, presuntamente bombardeado por los rusos, que finalmente resultó ser una de aquellas.

Las consecuencias de conflictos de este tipo sobre la economía y el desarrollo local, regional y mundial son tremendas; principalmente, porque los países en liza están considerados como dos de los principales productores de elementos absolutamente necesarios para Europa y el mundo en muchos campos o facetas del abastecimiento.

Pero en ese aspecto, no se debe caer en la tentación, tal y como ya sucede, de meter en el mismo saco las vergüenzas arrastradas por la mala gestión previamente al conflicto. Ello, además de constituir una imperdonable bula para los países derrochadores o malos administradores, produce sensación de impunidad y de falsa tranquilidad, por aquello de que otros vendrán a arreglarnos gratis lo provocado por nuestros pésimos administradores. 

En las próximas ediciones, que forzosamente habrá sobre este tema, y por no alargar innecesariamente el relato de hoy, dedicaré cierto esfuerzo y exclusividad a la enumeración y somero análisis de las lecciones aprendidas sobre la actuación militar de ambos bandos. 

No obstante, sea cual sea la solución final de este conflicto, al que se ha llegado, sin ni siquiera mediar una declaración de guerra, se puede asegurar, sin peligro de cometer un gran error, que Putin ha instalado el miedo en el mundo en general y en Europa, principalmente en algunos de sus países cercanos como Suecia —que ya han sacado su bandera blanca— en particular, con lo que, con ello, está logrando algunos de sus primeros objetivos y alguno más que apunta ya.

A pesar de sus grandes errores estratégicos y tácticos, a enumerar en otros capítulos sobre el tema, se debe reconocer que geopolíticamente Putin tenía bien estudiado el ambiente general para acertar sobre el máximo momento de debilidad internacional para atacar con ciertas garantías de impunidad y qué tipo de objetivos finales se podía marcar.         

    

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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LÍNEAS ROJAS, UCRANIA Y LA OTAN

Marcos Kowalski*

En un artículo de este autor de hace un tiempo se dijo: “La zona más complicada para las hipótesis de conflicto de Rusia es la llamada llanura europea, que se extiende desde los Países Bajos hasta los montes Urales una especie de embudo de oeste que se va ensanchando hacia el oeste alcanzando más de 2.000 Km cuando llega a la frontera rusa, convirtiendo dicho límite en una zona expuesta de grandes dimensiones”[1].

Recordemos que los sujetos del Derecho Internacional Público son las Naciones, los países. Y que a los efectos de preservar la paz y tras la creación en 1945 de la Organización de las Naciones Unidas (UN) se determinó que es el Consejo de Seguridad de ese organismo internacional, el único órgano autorizado para usar la fuerza. Pero la Carta de las Naciones Unidas plasmó en su artículo 51 el derecho a la legítima defensa de los Estados, es aquel que permite responder a los ataques militares de otro país para evitar más daños, asegurando, de esa forma, que los países pudieran protegerse a tiempo sin esperar una resolución del Consejo de Seguridad de la UN.

En teoría, el derecho de legítima defensa es subsidiario y provisional. El país afectado debe comunicar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas las actividades que llevará a cabo y las mantendrá hasta que el organismo retome el control de la situación.

Una vez el Estado da el aviso, el órgano aprueba una resolución contra el país atacante siempre que los cinco miembros permanentes (Francia, el Reino Unido, Estados Unidos, China y Rusia) voten a favor. De lo contrario, el veto de cualquiera de ellos impedirá cualquier intervención. La legítima defensa nació precisamente para esquivar esta previsible parálisis.

El Consejo de Seguridad puede sancionar una aplicación de la legítima defensa que no atienda al requisito de necesidad, pues el Estado infractor habría usado la fuerza sin causa justificada. Sin embargo, si uno de sus cinco miembros permanentes realiza estas acciones, estas quedarían impunes con su veto a cualquier resolución condenatoria.

Por eso decimos que en teoría y mientras no se modifique la estructura del Consejo de Seguridad, un Estado puede invocar la legítima defensa solo cuando sea necesario, es decir, cuando un ataque extranjero en curso atente contra su integridad territorial o independencia política. Se aplica en caso de una agresión que comprenda acciones como la invasión, el asalto a buques, tropas o aeronaves, o el ataque a las fuerzas armadas.

Deja fuera otras acciones hostiles, como el bloqueo económico o los ciberataques y otras agresiones. Además, el contraataque del Estado víctima tiene que ser proporcional a la acción inicial y, si es posible, evitar usar la fuerza. En ningún caso podrá actuar con otra finalidad que la de protegerse, como aprovechar para conseguir nuevos territorios u otro tipo de beneficio.

El principio, el derecho de legítima defensa de las Naciones, puede activarse de forma individual si la aplica solo un Estado, o de forma colectiva, si varios países recurren a la fuerza para auxiliar al que ha sufrido el ataque. Para que esto suceda, es necesario que el país víctima solicite ayuda militar a sus aliados, pero también es habitual que se celebren tratados multilaterales sobre asistencia recíproca en materia de defensa, como el pacto que rige la Organización del Tratado Atlántico Norte o el más reciente AUKUS.

Con el tiempo, el uso de la figura ha cambiado, en especial tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos. Los atentados mostraron una nueva amenaza internacional y abrieron la veda para invocar la legítima defensa contra agentes no estatales, sobre todo grupos terroristas.

Esta interpretación tiene cabida cuando las agresiones militares de grupos armados se producen bajo las órdenes, control o financiación del Estado, y por tanto se les atribuyen. Es la variante que aplicó Estados Unidos en 2001 para invadir Afganistán en su guerra contra el terror de los talibanes. Estos formaban parte del aparato estatal y protegían en su territorio a los terroristas de Al Qaeda, el grupo de yihadistas responsable del atentado.

Mientras tanto, países como Rusia o Irán defienden el derecho a invocar la legítima defensa también ante sospechas fundadas de una agresión inminente. Ese principio de legítima defensa preventiva es el que aplicó Estados Unidos al invadir Irak en 2003. La Administración de George Bush argumentó entonces que el régimen de Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva listas para atacar a la superpotencia, aunque estas nunca se encontraron.

A pesar que La Corte Internacional de Justicia rechaza este principio porque elimina el requisito de necesidad y abre la puerta a ataques arbitrarios o desproporcionados, en enero de 2020 la Administración de Donald Trump reactivó la defensa preventiva para asesinar al general iraní Qasem Soleimani ante el temor de que estuviese desarrollando planes para atacar a militares y diplomáticos estadounidenses en Irak.

Es por eso que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, criticó el formato actual del Consejo de Seguridad de la ONU. Según él, “el mundo es más grande que cinco” y “el destino de la humanidad no debe dejarse a merced de un puñado de países que ganaron la Segunda Guerra Mundial”, lo cual, afirma Erdogan, es una “injusticia del sistema global”.

Debemos convenir que todos tenemos puntos a no ceder en nuestra vida cotidiana; podemos, y de hecho lo hacemos, ceder en muchos de nuestros principios, ideas o puntos de vista, pero seguramente ni cambiaremos ni cederemos ante ataques a nuestra propiedad, pertenencia o a nuestra Fe, esto también es válido para la geopolítica.

Las naciones que, como dijimos, son sujetos del Derecho Internacional, tienen, además de sus límites geográficos, limites políticos, ideológicos o religiosos, una idiosincrasia nacional, una cultura y un inconsciente colectivo y todo eso es lo que hoy dice el presidente ruso Vladímir Putin, que Rusia no cederá y denomina “línea roja”.

En los últimos tiempos Joe Biden y Vladímir Putin muestran sus líneas rojas ante las negociaciones de enero. El presidente de Estados Unidos amenaza con sanciones a Rusia si interviene en Ucrania y Moscú; recuerda que considerará una agresión cualquier avance militar en el este de Europa. El problema que comenzó en el 2014 con la anexión de Crimea y el auspicio ruso a la rebelión del este ucranio, la región del Donbáss, contra Kiev por parte de Rusia, se agudiza día a día.

Rusia ya ha presentado sus exigencias para lograr lo que considera que son “garantías de seguridad”. Estas propuestas fueron publicadas por el Ministerio de Asuntos Exteriores el 17 de diciembre de 2021 y el silencio de Washington en los días siguientes impacientó al Kremlin.

Hace unos días, Putin celebró un encuentro con la cúpula del ejército en la que amenazó con tomar “medidas de represalia técnico-militares” si la OTAN protegía a Ucrania, entre otros países que Moscú considera bajo su órbita. “Necesitamos garantías vinculantes a largo plazo (…). Sabemos que, incluso con garantías legales, no se puede creer en Estados Unidos porque se retira con facilidad de los acuerdos internacionales”, advirtió a sus altos mandos Putin, comandante en jefe de la Federación de Rusia.

El Ministerio de Asuntos Exteriores ruso difundió un borrador con sus propuestas “para prevenir actividades militares peligrosas y reducir la probabilidad de incidentes entre sus fuerzas armadas”. Según la propuesta rusa, la Alianza Atlántica “asume la obligación de impedir una ampliación de la OTAN a otros Estados, incluida la adhesión de Ucrania”, y renuncia a hacer ejercicios militares en esa región, el Cáucaso y Asia Central.

Además, Moscú exige a la Alianza a que “se comprometa a no desplegar sus fuerzas armadas y armamento en territorio de todos los demás países europeos” y, en caso de amenaza a la seguridad, que los despliegues solo se hagan “con el consentimiento de todos los participantes”. Es decir, en una guerra como la del Donbáss, Rusia tendría que dar el visto bueno al envío de armas de Estados Unidos a Kiev.

En un sucinto comunicado, la Casa Blanca ha confirmado que Biden dejó claro a su homólogo ruso que Estados Unidos y sus aliados y socios responderán de manera decisiva si Rusia invade Ucrania. El presidente también expresó su apoyo a la diplomacia, mediante las tres reuniones previstas en enero. Biden reiteró que el progreso sustancial en esas mesas de diálogo solo puede darse en un escenario de desescalada, por lo que instó a Putin a reducir la tensión en la frontera.

Mientras que el gobierno de Kiev ha rebajado la tensión al afirmar que no ve una amenaza de agresión abierta por parte rusa. “Sí, hay un aumento de las fuerzas del Ejército. Pero no vemos una concentración importante en nuestras fronteras, como publican algunos medios en el extranjero”, matizó el secretario del Consejo de Seguridad y Defensa de Ucrania, Oleksiy Danílov, según la agencia Interfax[2].

Durante tres semanas de frenéticas negociaciones a varias bandas se ha dejado de manifiesto que Estados Unidos no desea mover ficha en solitario en este espinoso asunto. El secretario de Estado, Antony Blinken, contactó al respecto con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y con sus homólogos británico, francés y alemán. El Kremlin, al contrario, se muestra más proclive a tratar directamente con la Casa Blanca, aunque a la vez insta a Estados Unidos a regresar a los acuerdos internacionales que el presidente Donald Trump abandonó.

En este contexto coyuntural, las cinco potencias nucleares (Rusia, Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y China) instaron a impedir que se desate una guerra nuclear en el mundo, lo que se desprende de la declaración conjunta, publicada en la web del Kremlin[3]. Sin embargo Putin dijo en una entrevista que “hasta cierto punto las líneas rojas son especulativas” pero “hay que observar lo que viene ocurriendo en los últimos veintitantos años” en las relaciones entre Rusia y Occidente, el “Occidente colectivo” para entender la actual crisis.

En definitiva, el presidente ruso califica de “línea roja” la ampliación de las infraestructuras de la OTAN en Ucrania. Por otro lado, la Cancillería rusa advirtió que el despliegue militar de la OTAN en Georgia es otra «línea roja» para Moscú ya que perjudicaría la seguridad del país. El Ministerio se pronunció de esa manera a pocas semanas del inicio de las conversaciones con la Alianza sobre las garantías en este ámbito. Por su parte, desde la UE insisten que “cualquier discusión” sobre la seguridad en Europa debe contar con la “participación” del bloque.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha confirmado que la reunión del Consejo Rusia-OTAN se celebrará el 12 de enero, según lo declaró a Reuters un funcionario de esa alianza militar. La fuente de la agencia señaló que “cualquier diálogo con Rusia tendría que proceder sobre la base de la reciprocidad”, así como “abordar las preocupaciones de la OTAN sobre las acciones de Rusia” con respecto a Ucrania, “en consulta con los socios europeos” de la alianza[4].

Concluyamos que es una difícil negociación, en el marco de una nueva guerra fría. Rusia por un lado y los Estados Unidos, la OTAN y Europa por el otro están intentando evitar un enfrentamiento que parecería anunciado, las maniobras en Ucrania, con participación de efectivos estadounidenses, los sobrevuelos de aviones de todos los actores y sus consecuentes intercepciones, las maniobras a gran escala de las fuerzas rusas, no son otra cosa de demostraciones de fuerza para imponer sus respectivas líneas rojas. Pero como siempre detrás de la pelea está el negocio, debemos tener presente los intereses de la provisión de hidrocarburos por parte de Rusia a Europa, la culminación y puesta en marcha del Nord Stream 2 que hace que Ucrania acuse a Rusia de utilizar el gas como arma política.

En un pacto —contrario a las reticencias de Estados Unidos sobre que el Kremlin pudiera utilizarlo como una herramienta de presión poniendo en peligro el suministro energético de Ucrania, por donde hasta ahora pasa el gas)— Alemania y Estados Unidos se comprometieron a sancionar a Moscú si Rusia restringía la entrega del gas a través de Ucrania o utilizara el hidrocarburo como arma política.

No solo los analistas sino el mundo entero y sobre todo Europa deberán estar muy atentos a la evolución de este conflicto. Las consecuencias pueden ser imprevisibles, las negociaciones muy complicadas, pero esperemos para el bien de todos que se lleguen a acuerdos que pongan fin a la amenaza de guerra en la región.

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.

 

Referencias

[1] Marcos Kowalski. “Rusia. Historia e hipótesis de conflictos”. Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 05/09/2021, https://saeeg.org/index.php/2021/09/05/rusia-historia-e-hipotesis-de-conflictos/.

[2] María Antonia Sánchez-Vallejo, Javier G. Cuesta. “Joe Biden y Vladímir Putin muestran sus líneas rojas ante la negociación de enero”. El País (España), 30/12/2021, https://elpais.com/internacional/2021-12-30/joe-biden-y-vladimir-putin-muestran-sus-lineas-rojas-ante-la-negociacion-de-enero.html.

[3] “Rusia, EEUU, Reino Unido, Francia y China se comprometen a impedir una guerra nuclear”. Sputnik, 03/01/2022, https://mundo.sputniknews.com/20220103/rusia-eeuu-reino-unido-francia-y-china-se-comprometen-a-impedir-una-guerra-nuclear-1119956220.html

[4] “La OTAN confirma que la reunión con Rusia será el 12 de enero”. RT, 04/01/2022, https://actualidad.rt.com/actualidad/415801-otan-confirma-reunion-rusia.

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