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LA TRANSICIÓN Y EL PROYECTO PESQUERO NACIONAL

César Augusto Lerena*

Imagen de Claudio Bianchi en Pixabay

Cuando los funcionarios se están yendo, ni los ordenanzas les sirven café. Miran a su alrededor y la soledad del despacho los abruma y los devuelve a la miserabilidad de la que provienen. El propio Borges decía “no vale un subsecretario, más que un sueño” y, es que los cargos no hacen a los hombres, sino estos a aquellos. Que otra cosa puede esperarse de un obscuro burócrata encumbrado en Secretario de Estado, más que esté a la espera de recibir órdenes o satisfacer sin más a sus poderdantes. Triste rol, de quien tiene en sus manos una porción del desarrollo nacional, la industrialización de una Nación, la preservación de los recursos naturales y el trabajo y bienestar de miles de hombres, mujeres y sus familias.

El Subsecretario saliente, de la nada llegó y sin gloria se habrá de retirar, transcurriendo, por impericia o con mandato, a una de las etapas más decadentes de entrega nacional, concentración económica, depredación y pérdida de fuentes de trabajo.

Apelará este Señor a datos estadísticos falsos, basados en una mono-explotación de un recurso, cuya disponibilidad biológica, ni siquiera pueden predecir a mediano plazo los técnicos y, reconocerá su incapacidad de evitar la depredación y el descarte, la explotación española, británica y china de los recursos pesqueros argentinos, la prestación logística a los buques extranjeros ilegales en los puertos de Uruguay y su total falta de participación en defensa de los intereses pesqueros y su explotación sostenible, en aquellas cuestiones inherentes al ambiente marino (las licitaciones de hidrocarburos offshore y las áreas marinas protegidas); el Acuerdo de Nueva York y del Atún que regionalizan y facilitan la intervención del Reino Unido, en el Atlántico Sur, e impiden actuar en forma soberana a la Argentina como Estado ribereño en la protección de nuestros recursos migratorios y la transferencia de información biológica sensible a los invasores y ocupantes de 1,6 millones de kilómetros cuadrados de nuestro territorio marítimo y extractores ilegales de cientos de miles de toneladas anuales de nuestros recursos.

Si habremos visto posiciones vacilantes en los últimos 50 años de explotación pesquera. Y cómo los distintos funcionarios de turno pusieron el recurso en manos extranjeras. Desde los Acuerdos de Madrid, nunca la pesca estuvo tan al servicio de la consolidación de los británicos en Malvinas. Y frente al Brexit —una oportunidad inigualable para la Argentina— el gobierno (y este funcionario en lo suyo) hace oídos sordos a las asociaciones mixtas británico-españolas en Malvinas, recibe el consejo de los depredadores españoles y, muy especialmente gallegos, a quienes les promete una sostenibilidad que no practican y les investiga el área pesquera austral para garantizar su permanencia en el Atlántico Sur, nuestra Zona Económica Exclusiva (el área ocupada por los ingleses también lo es) y nuestros recursos migratorios, que han permitido a los británicos sostenerse todos estos años.

No hay tal “transición ordenada” como dice el gobierno saliente, y es que el desorden en el que dejan los asuntos públicos mal puede entregarse ordenadamente a los entrantes.

Los expedientes pendientes, se habrán concluido, mal y pronto, de urgencia.

Los pedidos ya se habrán cumplido, antes del abandono del barco.

La basura debajo de la alfombra. Que todo parezca normal.

Pero no se trata la transición de un momento en que se cuenten, café de por medio, amablemente, las dificultades, las limitaciones, las presiones y otras yerbas. Se trata de que el Subsecretario de Pesca saliente le entregue al entrante una sola carpeta, de unas cien páginas, donde diga: 1) La trazabilidad de los permisos, cuotas y autorizaciones de captura; 2) El incremento del esfuerzo pesquero a partir de las transferencias; 3) El Rendimiento Máximo Sostenible y el cumplimiento de los proyectos pesqueros, según las cuotas asignadas; 4) La depredación pesquera extranjera y la depredación nacional a partir del descarte; 5) Las acciones que se efectuaron para incrementar el valor agregado; 6) Las medidas tomadas para eliminar el trabajo no registrado; 7) Las acciones que se tomaron para financiar la renovación de los buques y reactivar toda la capacidad instalada nacional; 8) La promoción efectuada del consumo nacional; 9) el desguace de los buques que entorpecen las operaciones portuarias; 10) qué asesoramiento le prestó a la Cancillería sobre los Acuerdos de Madrid y el Acuerdo Foradori-Duncan; 11) qué acciones llevó adelante para desalentar la pesca ilegal; 12) qué asesoramiento prestó al gobierno desde el punto de vista pesquero sobre el reciente pre-acuerdo con la Unión Europea, entre otras cuantas cosas. En síntesis: qué medidas se tomaron para cumplir con el artículo 1º de la Ley 24.922 que dice “La Nación Argentina fomentará el ejercicio de la pesca marítima en procura del máximo desarrollo compatible con el aprovechamiento racional de los recursos vivos marinos. Promoverá la protección efectiva de los intereses nacionales relacionados con la pesca y promocionará la sustentabilidad de la actividad pesquera, fomentando la conservación a largo plazo de los recursos, favoreciendo el desarrollo de procesos industriales ambientalmente apropiados que promuevan la obtención del máximo valor agregado y el mayor empleo de mano de obra argentina”.

La palabra “transición” viene del latín transitio y significa “acción y efecto de estar entre lo viejo y lo nuevo”. Sus componentes léxicos son: el prefijo trans– (de un lado a otro), itus (ido), más el sufijo –ción (acción y efecto). Los daños de lo viejo en biología suelen ser irreversibles o reversibles a muy largo plazo y, los efectos sociales de las pésimas políticas implementadas, son devastadores, porque quiebran la moral de los emprendedores y la ilusión y el sustento a los pueblos.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provincia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Asesor en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.

Copyright © *|2019|* *|César Lerena|*, All rights reserved.

 

BOLIVIA: 113 SOBRE 126 EN ÍNDICE DE INNOVACIÓN

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de Michal Jarmoluk en Pixabay

Los avances por países en materia de innovación han sido clasificados en el último Global Innovation Index 2019 (GII). En esta su 12ª edición, el GII se ha convertido en una valiosa herramienta para que responsables políticos, líderes empresariales y otras partes interesadas, puedan evaluar el progreso anual de la innovación tanto de su propio país como del resto del mundo. Se elaboró un ranking para 126 estados.

La innovación es un factor esencial para el crecimiento económico y el desarrollo. La propia innovación genera ―como tantas veces lo he explicado― un proceso de destrucción creativa que va dejando en el camino utensilios, bienes o herramientas obsoletos para abrirle el paso a nuevos productos. 

Sin innovación no hay posibilidades de generar cambios sustanciales; ella es el motor que permite el salto cualitativo. Es por eso que muchas naciones invierten importantes sumas en función de poder generar sus propias innovaciones, para así no depender de terceros ni tener que pagar montos exorbitantes por derechos de patentes.

Ahora bien, el panorama de la innovación varía sustancialmente entre unas y otras zonas geográficas. Asia y África muestran bastante dinamismo, América Latina se estanca e incluso retrocede. Lamentable en verdad. El GII es elaborado por tres instituciones de alto prestigio: la Universidad de Cornell, la escuela de negocios europea Insead y la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI). El índice evalúa la innovación en las economías del globo mediante varios indicadores que miden la capacidad (o incapacidad) de innovar en cada país.

Suiza, Suecia y EEUU, encabezan el ranking planetario de innovación. En este campo, el dominio de los países desarrollados es abrumador. De los 15 primeros países del ranking, ocho son europeos. China ha ido escalando y ahora ocupa el puesto 14, con posibilidades de seguir subiendo. La guerra comercial iniciada por EEUU ha propiciado incentivos para la innovación china; progresivamente el dragón abandona parte de su economía basada en baratas imitaciones para producir nuevos bienes de notable calidad. Y Beijing lo está haciendo con vigor; no sería extraño que en próximas ediciones del GII se coloque en lugares más cercanos a los líderes actuales.

El primer país emergente en el ranking es Malasia (puesto 35), seguido de Vietnam (42) y Tailandia (43). Otras economías asiáticas más desarrolladas figuran también en puestos destacados: Singapur (8), Corea del Sur (11), Hong Kong (13), Japón (15). El primer país latinoamericano es Chile, en el puesto 51, seguido de Costa Rica (55) y México (56) y Argentina (73).

Bolivia ocupa un bajísimo lugar: el 113, flanqueada por Mozambique y Malawi. Nuestra capacidad de innovación propia es casi nula, eso se refleja en reducidos niveles de competitividad y desarrollo. Pese a la cháchara oficialista, seguimos estando muy atrasados. Y conste: ya pasaron 14 años desde el día en que Evo Morales aseguró que en 15 años estaríamos en Bolivia igual o mejor que Suiza. Esa naricita debe estar creciendo…

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/156147_bolivia-113-sobre-126-en-indice-de-innovacion

 


 

MALESTAR ECONÓMICO REGIONAL, DETRÁS DE AÑO TURBULENTO

Michael Stott*

Tropas en las calles de Chile. Disturbios en Ecuador. Protestas callejeras en Argentina.

Populismo en marcha en Brasil y México. Incendio de urnas en Bolivia. Agitación política en Paraguay y Perú. Si bien cada una de las crisis que han estallado en América Latina tiene sus propias características únicas, hay una razón general: esta es la región con el peor desempeño del mundo en términos de producción económica.

“América Latina no está creciendo”, dijo Shannon K O’Neil, investigador principal de Estudios Latinoamericanos del Consejo de Relaciones Exteriores en Nueva York. “Así que, el pastel que todos comparten no está creciendo tampoco. No se trata de “vayan hacia la izquierda o hacia la derecha”.

Incluso los mejores políticos están descubriendo que no hay mucho que repartir, no hay mucho con que trabajar”. Chile es quizás el mejor ejemplo de este fenómeno. Aunque ha sido uno de los países con mejor desempeño económico de América Latina este año y se cita con frecuencia como el modelo de una acertada política macroeconómica, la capital, Santiago, experimentó su peor violencia en tres décadas el pasado fin de semana, cuando los ciudadanos expresaron su ira por la arraigada desigualdad económica y el alto costo de la vida.

“Los problemas de Chile tienen más que ver con las expectativas que surgen del éxito”, dijo Nicholas Watson, director gerente para América Latina de la consultora Teneo. “Los estándares se han vuelto más altos y la última admi­nistración y esta administración no han ofrecido nada nuevo, ninguna visión para el futuro económico a largo plazo del país”. Si tan solo otros países de América Latina tuvieran los problemas de Chile.

Las últimas previsiones económicas mundiales del Fondo Monetario Internacional (FMI), publicadas la semana pasada, pintaron un panorama económico miserable para la región. En lugar de crecer un 1.4% este año, como predijo el fondo hace solo seis meses, ahora se cree que América Latina crecerá en un 0.2%, y ese pronóstico se hizo antes de que Chile y Bolivia fueran azotados por los recientes disturbios.

 La implosión de Venezuela bajo el gobierno socialista revolucionario de Nicolás Maduro es parte del problema: la economía se contraerá en un tercio este año, continuando un colapso provocado por el hombre que no tiene precedentes en la región fuera de tiempos de guerra o en el caso de desastres naturales. La guerra comercial global a ve­ces se cita como otro culpable del débil desempeño de América Latina. 

Pero las naciones emergentes de Asia crecerán a un ritmo de 5.9% este año, solo una fracción más abajo de lo que se esperaba en abril. En cuanto a África, el FMI predice que crecerá un 3.2% este año, o sea 16 veces más rápidamente que América Latina.

No hay una respuesta al problema, pero las explicaciones más comúnmente citadas son la incapacidad de la región para diversificarse de las exportaciones de productos básicos; la falta de inversión en infraestructura y en educación durante el auge de los productos básicos; los altos niveles de corrupción; y el débil Estado de derecho. Además, con la excepción de México, los países no han tenido la oportunidad de conectarse a las cadenas mundiales de suministro manufacturero.

Las perspectivas son pobres. Las previsiones del FMI para los próximos cinco años pronostican que casi todo el continente crecerá por debajo del promedio mundial para las economías de mercados emergentes y las grandes naciones como México, Argentina y Venezuela ni siquiera igualarán el lento desempeño de las economías desarrolladas del mundo. Como siempre, el sombrío escenario regional oculta algunos destellos brillantes. Perú, Colombia, Bolivia y Chile tendrán un crecimiento respetable de entre 2 y 3% este año. 

El audaz y radical programa de reforma económica de Brasil ofrece muchas promesas, si puede sobrevivir a la agitación política de la presidencia de Jair Bolsonaro. Los esfuerzos de Colombia para promover la industria tecnológica y diversificar su economía merecen un mayor reconocimiento.

Pero es un comentario triste para América Latina que su economía de más rápido crecimiento este año —Panamá, con un 5%— también es una de las más pequeñas.

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/154512_malestar-economico-regional-detras-de-ano-turbulento