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IRÁN, ESE GRANO DONDE LA ESPALDA PIERDE SU SANTO NOMBRE

F. Javier Blasco*

La Comunidad Internacional (CI) lleva años hablando mucho y nada bien de Irán desde su nacimiento como República Islámica tras el derrocamiento del Sha de Persia, Reza Pahlevi (1979) al haberse convertido en una especie del perejil de todas las salsas por desear arrojar a los israelíes al mar, declararse enemigo de acérrimo de Arabia Saudita y aparecer en todas aquellas más conflictivas en Oriente Próximo.

Irán es una república islámica de 1.648 millones de kilómetros cuadrados ubicada en el golfo Pérsico que cuenta con lugares de interés histórico que datan del Imperio persa cuya la capital fue fundada por Darío I en el siglo VI a. C. Su censo en 2023 alcanzó la cifra de casi 91 millones de habitantes, mayoritariamente chiitas, cuyo gobierno tiene determinadas características que le otorgan un régimen especial, que se basa en la teocracia dando pie a un Estado unitario, aunque su oficialmente Parlamentarismo y Presidencialismo se sostiene bajo la vigilancia de un complejo sistema de equilibrios y contrapesos que ejercen un control múltiple y podríamos decir, donde reina una elevada desconfianza entre unos poderes y los otros.

Cuenta con un potente Ejército al estilo clásico, aunque pobremente armado y mal instruido con cierto grado de grandes deficiencias. Además, existe lo que se conoce como la Guardia Revolucionaria, que es donde descansa el verdadero poder militar, con elevado número de integrantes, de gran capacidad de proyección (los Quds) con altos niveles de instrucción y dotados de un sinfín de medios sofisticados, principalmente en aviones y grandes medios de artillería de largo alcance con un elevado e indeterminado número de misiles de todo tipo de alcance y de precisión, varios de ellos dotados de combustibles sólidos lo que les hace más fácil y acorta el tiempo para su entrada en posición lo que dificulta su posibilidad de localización antes de hacer fuego. Además de lo anterior, en dicha Guardia Revolucionaria también se integran las conocidas fuerzas para la Organización y la Movilización de los Pobres (Basich) conocidas por su crueldad a la hora de establecer el orden público cuando la población se levanta contra el régimen por cuestiones políticas o en protesta por la hambruna u otras muchas acuciantes peticiones de un pueblo bastante culto pero muy necesitado y dado a la droga en gran parte.

Las múltiples sanciones internacionales por sus incumplimientos sobre el alcance y dimensiones de su programa nuclear y otros asuntos de menor índole, los ha llevado a aumentar su instinto o desconfianza y a aprovechar las nuevas tecnologías recibidas o copiadas a determinadas fuentes externas, que se han empleado fundamente en la evolución y perfeccionamiento de sus misiles y drones (principal proveedor a Rusia de estos artefactos).

Su doctrina nacional a modo simplista, se basa en la exaltación nacional a toda costa, en la intransigencia ante el expansionismo cultural o religioso interno fuera de los cánones marcados por ellos mismos y en el esparcimiento e implantación de la religión chiita en contra de la sunita en todo el mundo, aunque no siempre sucede con esta rama ya que depende de cómo sean sus intereses en cada lugar (Líbano o Gaza), en su odio a EEUU y, fundamentalmente, tal y como se ha mencionado, en la lucha por la erradicación y desaparición de Israel de la faz de la tierra.  

El programa nuclear iraní se puso en marcha en la década de 1950 bajo los auspicios de EEUU. Actualmente, Irán es el séptimo país en producir hexafluoruro de uranio y controla todo el ciclo del combustible nuclear en varios centros de producción, tratamiento y enriquecimiento, principalmente en Isfahán, Natanz y Fordow. Cuenta con una sola central nuclear en Bushehr.  Todas ellas han sido objeto durante varios días de ataques importantes por la aviación israelí (para ablandar o anular sus defensas antiaéreas) y el pasado sábado, de madrugada, por la acción de los medios navales y aéreos norteamericanos apoyados por sus aliados en la zona y en estrecha coordinación y cooperación con los israelitas; todos ello, encuadrado en la que se conoce como «Operación Martillo de Medianoche».  

Las capacidades de expansión y despliegue de los Quds y la gran eficacia para lograr un buen adiestramiento y alimentación del combate de otros grupos terroristas como los hutíes en Yemen, las fuerzas yihadistas de Siria o en Irak, Hamás en Palestina (sunita) y Hezbolá en el Líbano (chiita) ―todos ellos para desestabilizar las zonas de despliegue y obstaculizar las acciones de EEUU o Israel, según los casos― y sus constantes referencias y desprecios a los avisos y consejos de la CI para que frenara el desarrollo y evolución de su programa nuclear, así como sus amenazas a la existencia o supervivencia de Israel, han llevado a los dos potentes aliados en la zona ―Israel y EEUU― a urdir un plan de mediano plazo que podía resumirse en un debilitamiento progresivo de los tentáculos iraníes en sus grupos terroristas amamantados por ellos hasta su casi total extinción y, una vez conseguidos tales objetivos en sus zonas de despliegue o habitual implantación, ir directamente a la madre del cordero, las defensas de las instalaciones y sus propias capacidades nucleares usando los medios precisos en cada momento mediante una serie de eficaces ataques selectivos y muy psicológicos para finalmente, dejarles con las manos vacías y sin capacidad de respuesta militar o terrorista seria en el momento de ser atacados en fuerza, y además, con el menor daño posible para la población civil iraní.    

Así, Israel ha efectuado prácticamente en soledad la totalidad de los esfuerzos para anular las grandes capacidades de la mayor parte de los grupos terroristas fuera de Irán, ha ablandado las principales defensas antiaéreas que daban cobertura a los centros de producción y enriquecimiento de su programa nuclear y, finalmente, mantenerse en apoyo de sus potentes primos que han desplegado potentes medios y armas únicas en el mundo, al parecer capaces de haber puesto en peligro y dañar totalmente o al menos dilatar bastante en el tiempo el programa nuclear iraní.

Bien es cierto que el know kow de las técnicas y procedimientos de obtención y enriquecimiento del material necesario para crear bombas nucleares sigue estando en manos y a buen recaudo de los iraníes y podrán volverlo a intentar de nuevo; pero esta vez ya no lo harán de la misma forma ni bajo los auspicios u ojos entornados del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), ahora ya se sabe a ciencia cierta que no son nada de fiar; conocen las capacidades y decisión real de la CI de impedirlo y no tras este inesperado ataque ya no despreciarán las decisiones y los planes norteamericanos e israelíes en temas que les conciernen y son graves como ir a la guerra, si fuera necesario.

No obstante, con esto no se ha acabado el conflicto e Irán puede tomar grandes y graves represalias como el ya anunciado cierre del estrecho de Ormuz por donde transita el 20% del petróleo y del gas que se producen en el mundo y que sus capacidades militares siguen casi intactas; pero dados los pocos apoyos reales que les queda en la zona e inclusive en el mundo (Putin, a pesar de comprarle masivamente drones ya tiene bastante con Ucrania y parece que Trump le está permitiendo mucho allí a cambio de su no injerencia en este otro tema y China está volcada en sus intereses vecinos) y por lo tanto, tendrá que someterse a la realidad y agachar las orejas bajo los auspicios de la ONU, dado que sus agresores se han cuidado muy mucho en decir al mundo y muchas veces, que sus ataques van exclusivamente contra su programa nuclear ilegal y, por el contrario, no pretenden derrocar o cambiar el gobierno de Irán.  

Las reacciones chinas y rusas a día de hoy son muy tibias y bastante significativas y como elementos en contra o realmente negativos podemos considerar el verdadero daño hecho en las instalaciones nucleares, ya que la radiación nuclear entorno a estas no ha variado mucho, lo cual es muy significativo y negativo y por otro lado, la enorme posibilidad de que Irán actúe contra una o varias de las bases militares a su alcance o radio de acción que albergan miles de tropas norteamericanas en su conjunto. En el lado positivo está el mensaje dado por Trump haciendo replegar hoy los bombarderos B-2 que participaron en la acción mostrando así que ya no tiene intención de volver a actuar con ellos. 

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG. 

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NETANYAHU DESATADO EN SU «HUIDA HACIA ADELANTE»

Roberto Mansilla Blanco*

Mientras Donald Trump está atrapado en el conflicto con el gobernador de California por la aplicación de las leyes antiinmigración, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu aprovechó el contexto para torpedear cualquier posibilidad de negociación entre EEUU e Irán por el programa nuclear vía ataque militar directo, bombardeando las instalaciones militares y nucleares iraníes en Teherán, Natanz y otras ciudades. En estos ataques fue asesinado el jefe de la Guardia Revolucionaria Islámica (GRI), el general Hossein Salami, así como científicos nucleares y otros altos cargos militares.

Debe destacarse que la GRI constituye un poderoso cuerpo pretoriano compuesto de miles de combatientes así como está provisto de una especie de holding empresarial que tiene en sus manos el control del programa nuclear iraní pero también la operatividad de milicias de combate con enorme experiencia como las al Quds y la Basij. Por tanto, el GRI es un objetivo estratégico para Israel. Con ello, Netanyahu busca desarticular la cúpula militar y científica iraní que tenga capacidad de influencia sobre las negociaciones del programa nuclear.

Para Netanyahu, la escalada del conflicto en Oriente Medio le permite desviar y neutralizar momentáneamente la atención mundial sobre los crímenes contra la humanidad que está cometiendo contra la población palestina en Gaza. Pero también debe observarse con atención el plano interno ante las recientes protestas ciudadanas en Israel por el deterioro de la imagen internacional del país así como por el hecho de que Hamás, lejos de estar eliminado, aún tiene en su poder a decenas de rehenes israelíes.

A su vez Trump, en un alarde de «cortina de humo», instó a Netanyahu a no atacar Irán (lo cual revela claramente que conocía de antemano este ataque), el ataque israelí desacredita a priori la autoridad del mandatario estadounidense. Más allá de la retórica, es escasamente probable que Washington tome medidas punitivas contra Israel. Más bien, las declaraciones de Trump tras el cruce de bombardeos entre Israel e Irán parecen presagiar otras variables. Las negociaciones entre EEUU e Irán sobre el programa nuclear que se estaban llevando a cabo en Omán se encontraban levemente paralizadas, con Teherán incluso a punto de abandonar las negociaciones acusando a Washington de presuntos engaños. Por tanto, Trump podría dejar entrever que el ataque israelí supone una medida de presión contra Teherán. Trump llegó incluso a amenazar a Irán de que si no volvía a las negociaciones, la respuesta militar israelí sería devastadora.

Netanyahu sabe que Trump terminará asistiendo a Israel en caso de ataque iraní toda vez el presidente estadounidense busca momentáneamente mantener distancia sobre la escalada de conflicto en Oriente Próximo, favoreciendo así los intereses de su aliado Netanyahu y a la espera de las reacciones de actores regionales como Turquía y Arabia Saudita y de otros con influencia regional como Rusia y China.

De la misma forma que, previo al ataque israelí, Washington instó a su personal diplomático y civil a abandonar Oriente Medio, fuentes informativas señalan que EEUU mueve efectivos militares en la zona para defender a Israel ante una posible escalada de gran nivel por parte de Irán. Por otro lado, Teherán denuncia una fuga radiactiva en la central nuclear de Natanz, producto del ataque israelí.

Bajo el argumento de un ataque preventivo para garantizar su seguridad, Netanyahu busca manipular a la opinión pública con la narrativa sobre la “supervivencia israelí” y el peligro del “holocausto nuclear iraní” atacando a su principal enemigo y rival regional, Irán, e incluso instando a la población iraní a levantarse contra el régimen de los ayatolás. Esa misma narrativa de “supervivencia” y “seguridad preventiva” ya fue utilizada por Netanyahu para justificar la invasión de Gaza. Con ello, Netanyahu busca fomentar la unidad nacional israelí en un momento político donde algunos sectores de la sociedad comienzan a dudar sobre la efectividad de la guerra en Gaza.

No obstante, la realidad de Netanyahu y de sus aliados del ala dura ultranacionalista se concentran en sus ambiciones de recrear el proyecto mesiánico del “Gran Israel”, transmitiendo ese imaginario a la población israelí cada vez más encorada hacia posiciones nacionalistas extremas y de la necesidad de profundizar la institucionalización del militarismo en la vida cotidiana.

Resta por ver cuál será la respuesta iraní a gran escala militar que, hasta los momentos, ha llevado a cabo ataques con drones y misiles balísticos contra ciudades israelíes incluso desde portaaviones. A pesar de la pérdida geopolítica que supuso la caída del régimen sirio de Bashar al Asad en diciembre pasado, las esferas de influencia regionales de Teherán siguen siendo relevantes. Como cuna del mundo chiíta, Irán posee influencia en esas comunidades en Siria, Líbano, Irak, Bahrein, aliados como los movimientos islamistas Hizbulá y Hamás y de la comunidad hutí en Yemen, que ya ha mostrado su eficacia y capacidad de combate atacando objetivos israelíes.

Debe igualmente atenderse el papel que tendrán las grandes potencias, EEUU, China e Rusia, particularmente a la hora de fortalecer a sus aliados, incluso por la vía militar, o por el contrario de movilizar su capacidad para intentar neutralizar la posibilidad de escalada de la cada vez más guerra abierta entre Israel e Irán.

Hasta los momentos, Moscú y Beijing (aliados iraníes) han mantenido un prudente silencio. Trump se ha alineado con Netanyahu. Así como Arabia Saudita, la única reacción dura contra Netanyahu vino por parte del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, otros de los grandes rivales geopolíticos israelíes, quien acusó a Israel de “desestabilizar Oriente Medio«. En otro ejercicio de retórica simbólica, Corea del Norte afirmó su ayuda a Irán; una cooperación que se prevé será más bien moral aunque existen conexiones tecnológicas en materia de conocimiento nuclear.

Particularmente importante será observar la reacción rusa. El Kremlin firmó con Irán en diciembre pasado un acuerdo estratégico defensivo por 20 años. Moscú instará a frenar la escalada del conflicto pero difícilmente asistirá militarmente a su aliado iraní (salvo probablemente si EEUU decide intervenir directamente a favor de Israel atacando a Irán) tomando en cuenta que Rusia está inmersa en la ofensiva sobre la estratégica ciudad ucraniana de Járkov. Debe destacarse que Teherán ha asistido a Moscú con drones en su esfuerzo bélico en Ucrania.

Toda vez la guerra entre Israel e Irán está provocando el consecuente terremoto bursátil y el aumento de los precios del petróleo, Netanyahu confirma su convicción de provocar una guerra a gran escala para reconfigurar a su favor un nuevo mapa geopolítico de Oriente Próximo, lo cual inflama aún más el delicado panorama en Asia Occidental, donde dos potencias nucleares como India y Pakistán estuvieron a punto de ir a la guerra por las reclamaciones soberanistas en Cachemira sin menoscarbar las permanentes tensiones sino-occidentales por Taiwán.

La “huida hacia adelante” de Netanyahu puede tener igualmente claves en política interna antes las presiones del “ala dura” y de los “halcones” dentro de su partido, sus aliados parlamentarios de la extrema derecha sionista y de las Fuerzas Armadas, de atacar a su principal enemigo convencidos de que la impunidad israelí, auspiciada por EEUU e incluso Europa, no tiene límites ni reparos.

Un día antes del ataque a Irán, Netanyahu superó por la mínima una moción de confianza en el Parlamento israelí que habría abocado a su disolución y a una nueva convocatoria electoral. No obstante, está por ver si el enfrentamiento con Irán le reporte a Netanyahu algún tipo de costo político a nivel interno, especialmente a la hora de medir la magnitud de la respuesta militar iraní y de que los objetivos israelíes se atasquen.

Tampoco parece probable que, a pesar de las insinuaciones de Netanyahu pidiendo a los iraníes una revolución popular contra los ayatolás, el ataque israelí implique un cambio de poder en Teherán. Por el contrario, el régimen iraní, provisto de una paciencia estratégica, hará uso de la retórica nacionalista para unificar a los iraníes ante la agresión israelí.

El conflicto abierto entre Israel e Irán entra ahora en la fase de lo imprevisible. No sabemos si estamos ante un intercambio táctico de golpes que lleve a una tácita tregua o si, por el contrario, la escalada se convierta en un conflicto bélico que romperá en pedazos la geopolítica de Oriente Próximo y del Asia Occidental. Un diagnóstico que, por lo visto, no parece preocupar a Netanyahu ni a su aliado Trump.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Artículo publicado en gallego en Novas do Eixo Atlántico https://www.novasdoeixoatlantico.com/un-netanyahu-desatado-roberto-mansilla-blanco/

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EL MOMENTO PALESTINO

Roberto Mansilla Blanco*

Imagen: hosnysalah en Pixabay, https://pixabay.com/es/photos/palestina-gaza-banda-7360944/

El anuncio de Irlanda, Noruega y España de reconocer oficialmente al Estado de Palestina el próximo 28 de mayo, las protestas pro-palestinas en universidades estadounidenses y europeas, el prudente distanciamiento por parte de Washington hacia Israel, el repudio de la mayor parte de la opinión pública internacional ante el drama humanitario en Gaza y la decisión de la Corte Penal Internacional de dictar acto de detención contra el primer ministro Benjamín Netanyahu y otros altos cargos de su gobierno son aspectos que evidencian la dañada imagen internacional de Israel en medio de una guerra donde, con más de 35.000 palestinos muertos, comienza también a perder la batalla narrativa sobre su legitimidad.

«Un premio al terrorismo». Así calificó el pasado 22 de mayo el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu la decisión de Irlanda, Noruega y España de reconocer conjuntamente al Estado de Palestina el próximo 28 de mayo, que provocó  inmediatamente una crisis diplomática con esos países. En vísperas de unas decisivas elecciones parlamentarias europeas (9 de junio), otros países europeos podrían sumarse a ese reconocimiento oficial palestino.

Un día antes, el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) Karim Khan, dictó una orden de arresto contra Netanyahu, el ministro israelí de Defensa Yoav Gallant así como también contra los líderes de Hamás por violaciones de derechos humanos con el trasfondo de la guerra de Gaza.

El mayo horribilis de Israel

Visto el panorama, ha sido un mes de mayo muy difícil para Netanyahu. El momento es simbólico porque el 15 de mayo conmemora un aniversario más de la creación del Estado de Israel en 1948. Pero también recuerda  la Nakba, la tragedia palestina fraguada por la expulsión de cientos de miles de refugiados lejos de su hogar histórico. Dos onomásticas diametralmente opuestas que, en el contexto de 2024, adquieren una nueva dimensión.

Hay síntomas de desesperación en Israel. El 10 de mayo, en medio de una votación en la Asamblea General de la ONU en la que 143 países aprobaron ampliar los derechos de Palestina para ser miembro pleno del organismo, el embajador israelí Gilad Erdan trituró literalmente la Carta Fundacional de la ONU.

Durante años empoderado por el tradicional veto estadounidense a cualquier resolución contraria a Israel acrecentando así su impunidad, Tel Aviv ya no esconde su desprecio por la ONU: ha cortado los fondos para la Agencia de Refugiados Palestinos (UNRWA), atacando desde sus convoyes hasta alguna de sus sedes mientras hostiga a otros cooperantes de esa Agencia por una supuesta participación en los atentados de Hamás del pasado 7 de octubre.

Tampoco se salvó Eurovisión, cuya edición celebrada el pasado 11 de mayo en Suecia (por cierto sumamente politizada, como viene siendo costumbre en este certamen en los últimos años) constituyó prácticamente un foro de críticas y desprecios por parte del público hacia la representación israelí.

Por otro lado está la opinión pública internacional. Principalmente desde Occidente, su tradicional aliado y fuente de legitimidad exterior, la imagen israelí se está viendo seriamente afectada por la guerra en Gaza iniciada por Netanyahu en octubre de 2023.

Las atrocidades de la operación militar israelí crean estupor en el exterior, con protestas cada vez mayores en campus universitarios desde EEUU hasta Europa y una orientación más propalestina en diversos sectores de la opinión pública que está paralelamente propiciando este auge en el reconocimiento oficial del Estado de Palestina. Todo ello constituye un golpe sensible para Israel, que observa cómo va perdiendo la narrativa a su favor de una legitimidad que hasta ahora se pensaba que conservaba casi intacta.

También está la tensión militar regional. Por primera vez tras el esporádico ataque iraquí a ciudades israelíes durante la guerra del Golfo de 1991, el territorio israelí recibió el 13 de abril un teatral ataque directo de parte de un enemigo regional, en este caso Irán.

Precisamente, el accidente aéreo que cobró la vida el pasado 19 de mayo del presidente iraní Ibrahim Raïsi y otros cargos de su gobierno recrea suspicacias ante lo que podría suceder en el Irán post-Raïsi así como sus repercusiones en un panorama regional cada vez más condicionado por el clima de confrontación directa entre Irán e Israel. Este contexto tendrá obvias implicaciones geopolíticas para los aliados regionales de Teherán, en particular el propio Hamás, el partido islamista libanés Hezbolláh y los rebeldes hutíes en Yemen, otra guerra silenciada que provoca riesgos geopolíticos y económicos para los intereses occidentales e israelíes.

Así mismo, Hamás ha logrado desnudar el mito y la aureola de invencibilidad militar israelí. Tras ocho meses de guerra, y si bien Israel ha logrado recuperar el control del norte de Gaza, no se aprecia una derrota militar significativa para Hamás. Más allá del drama humanitario con más de un millón de palestinos desplazados y hacinados hacia el puesto fronterizo de Rafah, en la frontera con Egipto, Hamás parece estar consolidando su posición como el único movimiento político palestino de resistencia capacitado para imponer también sus demandas políticas.

No obstante, el movimiento islamista puede igualmente observar una erosión en las simpatías que podría tener dentro de la población palestina si la tragedia humanitaria se prolonga hasta límites insoportables.

Biden toma distancia; Netanyahu se «atrinchera»

Toda vez es apreciable el distanciamiento de la Administración Biden con respecto a Netanyahu. La reciente aprobación de la ayuda financiera y militar estadounidense a Israel ha colocado en el centro de atención una unidad militar, en este caso la Netzah Yehuda, literalmente en idioma hebreo «Judea por Siempre», acusada de cometer atrocidades y violaciones de derechos humanos en Cisjordania y ahora con su participación en Gaza desde enero pasado.

De acuerdo con la ONG israelí  Yesh Din, esta unidad militar tiene «la tasa de condenas más alta de cualquier unidad del Ejército israelí por delitos contra palestinos desde 2010». Washington está debatiendo la posibilidad de sancionar a esta unidad militar para dejarla por fuera del paquete de ayuda.

Este contexto ha provocado una especie de «atrincheramiento» para los miembros del gobierno de Netanyahu, cada vez más dependiente de los «halcones» militaristas y los sectores de ultraderecha y ultrarreligiosos. Incluso han buscado «lavar la imagen» de Netzah Yehuda: el ministro de Defensa Gallant y el líder opositor Benny Gantz mostraron su sintonía con el primer ministro israelí, muy probablemente preocupados porque estas eventuales sanciones terminen dañando la imagen de un pilar básico de legitimidad del Estado de Israel como son sus fuerzas armadas y el complejo militar industrial en un contexto de seguridad nacional tan delicado como el actual.

También están las protestas en Israel, que no implican en absoluto algún tipo de solidaridad hacia el drama palestino. Desde 2023, Israel vive permanentes episodios de protestas internas toda vez la sociedad israelí está observando cómo la guerra en Gaza está afectando seriamente su imagen internacional. La huida hacia adelante de Netanyahu y su gobierno están polarizando cada vez más a una sociedad israelí que incluso comienzan a observar cómo cercenan sus derechos de libertad de expresión ante el estado de excepcionalidad trazado por la guerra en Gaza. Con síntomas de hartazgo, la sociedad israelí comienza a cuestionar los fundamentos y la eficacia de la operación en Gaza. Sabe que el costo a pagar está siendo elevado, especialmente en cuanto a su imagen internacional.

Netanyahu ha aplicado en Gaza una estrategia de «tierra arrasada» con tintes de genocidio que difícilmente podrá borrar ante el mundo. A pesar del desequilibrio militar a su favor, no se perciben avances significativos en ese terreno que permitan inferir una derrota estratégica para Hamás.

Por otro lado, la táctica israelí de intentar sepultar militarmente a Hamás para fortalecer políticamente a la anquilosada elite del poder dentro de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) con un octagenario presidente Mahmud Abbas sin prácticamente margen de maniobra, tampoco está dando sus frutos. La división política sigue siendo latente en una ANP atomizada, toda vez que la eficaz resistencia de Hamás parece convertirle, al menos moralmente, en el interlocutor más capacitado para defender las demandas palestinas.

Esta condición de movimiento de resistencia le permite a Hamás despojarse, al menos  ante la sociedad palestina, de cualquier proyecto de tipo ideológico definido por su naturaleza islamista. En el actual contexto de guerra de resistencia ante la agresión israelí, esta variable islamista poco o nada tiene que ofrecer.

El aumento del reconocimiento internacional al Estado de Palestina se prevé como un efecto más simbólico que real, una reivindicación histórica en medio de otra Nakba en Gaza. Pero la obstinación de Netanyahu por llevar la guerra hasta sus últimas consecuencias puede también tener dos objetivos geopolíticos estratégicos: uno, condicionar de facto por la vía de la ocupación militar cualquier tipo de viabilidad y demanda en cuanto a las presiones internacionales por resucitar el fracasado esquema de «dos Estados» israelí y palestino, tomando en cuenta la actual coyuntura de aumento de apoyos internacionales para el reconocimientos de Palestina.

El segundo objetivo para Netanyahu es ganar tiempo esperando una posible victoria de su aliado Donald Trump en las elecciones presidenciales de noviembre próximo. De este modo, alargar la guerra hasta observar el eventual regreso de Trump a la Casa Blanca en 2025 supondrá para Netanyahu una victoria política estratégica que, al menos a priori, logre amortiguar el aislamiento y el repudio internacional.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina.

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