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GOBERNANZA SOSTENIBLE, ESTADO Y PAPEL DE LOS INDIVIDUOS: DILEMA DE CONTRADICCIÓN ENTRE ECONOMÍA Y POLÍTICA

Salam Al Rabadi*

Está claro que muchos de los desarrollos relacionados con la pandemia de “Covid-19” han llevado a un cambio en los hechos y datos económicos y políticos relacionados con los debates sobre el estado del Estado, la gobernanza sostenible y el papel de los individuos, etc., que en su totalidad giran en torno a la dialéctica de la contradicción fundamental entre la globalización de la economía por un lado y el nacionalismo de la política por otro. Es la dialéctica que se puede expresar mediante la siguiente pregunta problemática:

¿Hasta qué punto puede el Estado mantener su posición y funciones? ¿Cuál es la posibilidad de lograr una gobernanza sostenible?

En principio, se puede decir que una de las mayores complejidades y dilemas que impide el acceso a la gobernanza sostenible, sigue estando estrechamente relacionada con la problemática de la contradicción en el desarrollo tanto de la economía como de la política. La economía se está moviendo lógicamente y hasta cierto punto siempre hacia lo global, mientras que la política todavía se practica principalmente a nivel local o nacional. Aquí, la división o contradicción aparece en la relación entre autoridad, responsabilidad y rendición de cuentas en cierta medida, de modo que encontramos que existe una autoridad económica global versus una responsabilidad política nacional o local en la que se concentra el uso de la autoridad. Esta contradicción obstaculiza la posibilidad y la eficacia de alcanzar y consolidar los principios de gobernanza sostenible a todos los niveles.

Por lo tanto, para conciliar entre la política interna y la economía global, el punto de equilibrio entre ellas debe basarse en la gobernanza sostenible, que se basa en el principio de interdependencia entre los conceptos políticos y económicos por un lado, y los principios de transparencia, rendición de cuentas y participación por el otro, aquí el individuo (como ciudadano o como consumidor) puede ser el juicio o equilibrio por el cual ese equilibrio perdido puede ser logrado. Lo cual necesitamos a nivel de la posibilidad de lograr una gobernanza sostenible.

Como cada una de las fuerzas políticas y económicas están tratando de ganarse a los individuos para su lado, ya sea a nivel económico o político (el individuo es, por un lado, un votante, y por el otro, un consumidor). En el ámbito económico, a pesar de todos los problemas de desigualdad y de justicia distributiva, el consumidor individual sigue teniendo la iniciativa a nivel económico, basándose en que él es la base, meta y referencia de las fuerzas comerciales en todas sus formas. Además, el ciudadano individual es la base de la autoridad política de acuerdo con el proceso democrático y el voto electoral, ya que todavía tiene un impacto significativo en el nivel de determinación de las orientaciones políticas.

En base a esto, los individuos en los que se basan los sistemas políticos y económicos deben asumir la responsabilidad, comprometerse y participar en el proceso de creación de esa influencia y presión para enfrentar los monopolios y el control de las élites capitalistas, de seguridad, políticas, mediáticas e incluso académicas, con el fin de ser el pilar en el logro de las políticas de rendición de cuentas, participación y transparencia en las que se basa la gobernanza. Las políticas de gobernanza no deben limitarse a reformas estructurales o protestas en las calles y en las urnas. Más bien, la sostenibilidad y el proceso de gobernanza deben apoyarse responsabilizando directamente a las fuerzas monopólicas a través de una cultura de consumo, ya que gastar o ahorrar dinero puede conducir a los fines deseados. Esta lógica o dirección de acción directa puede ser mejor y más efectiva que las formas tradicionales de expresión política y económica.

A la luz de los mercados globales que intentan evadir las reglas y restricciones de la contabilidad, el papel del individuo (el consumidor) aparece como una fuerza a tener en cuenta. Ya no se puede ignorar que las personas de todo el mundo ahora están recurriendo a las compras políticas más que al voto electoral. Por lo tanto, la participación en el proceso de boicot económico y la tendencia hacia las compras políticas (por así decirlo) es un indicador positivo que indica que la actividad política del consumidor individual ha comenzado a moverse en la dirección correcta. Donde la creciente actividad e influencia de las fuerzas económicas, y la correspondiente voluntad política poco clara, resulta en una creciente comprensión de que las compras políticas son una forma más efectiva de gobernanza sostenible.

Donde parece que el consumo o la compra política ha comenzado a reemplazar a la ciudadanía tradicional, ya que es la herramienta que permite al individuo (como ciudadano o consumidor), imponer la rendición de cuentas y corregir las políticas públicas de una manera más seria y práctica. A la luz de la codicia financiera, la indiferencia política y la ausencia de responsabilidad entre muchas élites tecnocráticas y fuerzas del mercado, los individuos pueden asumir la responsabilidad y la participación en el logro de una gobernanza sostenible mediante la adopción de políticas de compras políticas como una estrategia o una nueva forma de rendición de cuentas efectiva.

En resumen, en la práctica debemos admitir que si bien el contrato social que une a los pueblos y los gobiernos es cada vez más frágil, parece que la presión y la influencia de los individuos está ejerciendo un impacto real frente a las fuerzas monopólicas y la corrupción. Ese efecto, que los gobiernos o incluso algunas instituciones internacionales no pueden producir, y que pueden estar fundamentalmente renuentes a hacerlo.

 

* Doctor en Filosofía en Ciencia Política y en Relaciones Internacionales. Actualmente preparando una segunda tesis doctoral: The Future of Europe and the Challenges of Demography and Migration, Universidad de Santiago de Compostela, España.

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG. Prohibida su reproducción. 

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POLÍTICAS DE ESTADO Y FUNCIONARIOS CIENTÍFICOS

César Augusto Lerena*

Por Decreto 85 del 28 de diciembre de 2019 se designó al secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur. Se suponía que se pondría al frente de esta secretaría a un hombre idóneo en la materia, suficientemente compenetrado con la Causa Malvinas y, seguramente, en pleno conocimiento de que se ponía en sus manos la responsabilidad de recuperar uno de los territorios más grandes ocupados por la fuerza por una potencia extranjera, ya que el Reino Unido invade más de 1,6 millones de km2 del mar argentino junto a los archipiélagos de Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur; le disputa a la Argentina más de 1,4 millones de km2 de la plataforma continental argentina y otros casi millón de km2 de la Antártida y los mares correspondientes.

Seguramente, evaluando semejante responsabilidad, se eligió el secretario.

Luego, con el objeto de «constituir un espacio plural en el máximo nivel institucional, que diseñe y proyecte estrategias a mediano y largo plazo, conformado de manera multipartidaria y con la participación de distintos sectores sociales involucrados en la temática y, procurando fortalecer los consensos políticos y sociales que garanticen la continuidad de las políticas que sustenten la legítima e imprescriptible soberanía argentina» respecto a Malvinas, el 4 de agosto de 2020, por ley 27.558 se creó el Consejo Nacional de Malvinas, Georgias del sur, Sándwich del sur para consolidar una Política de Estado que trascienda los gobiernos y las perspectivas partidarias o sectoriales, garantizando una continuidad en las estrategias para alcanzar los objetivos de la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional.

El secretario Daniel Filmus integró finalmente en el citado Consejo a los miembros seleccionados y, un año después, sin que este ni el Consejo diseñaran estrategia alguna, este secretario fue ascendido a ministro de Ciencia y Técnica, vaya uno a saber por qué. De Sociólogo especializado en educación conduciendo las políticas internacionales relativas a la ocupación territorial argentina, con rango de embajador, a mandamás en la política de ciencia y técnica e innovación.

Ahora, este Sociólogo habrá de reemplazar en esta también estratégica cartera a Roberto Salvarezza, un Científico, Investigador Superior del área de nanociencia y nanotecnología del CONICET y expresidente del citado Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, entre el 2012 y 2015 y, si bien Filmus, se manifestó “el más sorprendido” por la designación, le pareció “una oportunidad enorme para pelear por un tema que dice que le apasiona, que es la ciencia y la tecnología” (Infobae, 19/09/21), aunque hasta ayer todos pensásemos que su pasión se centraba en la Cuestión Malvinas.

Cavallo mandó a “lavar los platos a los científicos” y este gobierno de “científicos” “cambia un científico de excelencia por un sociólogo educador”. El rigor científico, el conocimiento y la imaginación, son centrales para conducir un área vital que nos colocará en el centro o en la marginalidad de los países del mundo. Los gobiernos -nuestros administradores- deberían terminar con esta troupe de saltimbanquis y torpetis. En el Estado deben acceder los más capaces. No hay forma de encaminarnos hacia un futuro mejor, en medio de tanta improvisación e incompetencia.

La Argentina está terminando el año 2021 con 150 veces más territorio ocupado por el Reino Unido que en 1982 y, si bien hay un plan de aumento progresivo del Presupuesto para la Investigación y Desarrollo, en 2021 es del 0,28% del PBI, por debajo de 2015 con 0,35% y de todos los países desarrollados, Brasil, Chile, Uruguay, etc.

La técnica tiene que estar al servicio de la política; pero, no es posible que políticos sin experiencia ni conocimiento temático, puedan diseñar y conducir la política en temas que se requiere algo más que entusiasmo y plasticidad burocrática. En la actividad empresarial el ascenso se corresponde con el resultado de la gestión y el Estado debería seguir este mismo camino que se ha perdido hace muchos, en especial, cuando se trata de establecer y conducir dos de las tres políticas centrales de un país: la soberanía política y la independencia económica, donde esta última, cada día, será más dependiente de los avances en materia ciencia y tecnología.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provincia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Ex asesor en la Honorable Cámara de Diputados y en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, escritor, autor de 26 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de la Entrega”, 2009) y articulista de la especialidad. En prensa: “Argentina. La Casa Común. La Encíclica Laudato Si’ El Cuidado de la Casa Común. Comentada”, 2021. Miembro de la SAEEG.

 

Publicado en El Economista 28/09/2021 https://eleconomista.com.ar/2021-09-politicas-de-estado-y-funcionarios-cientificos/

 

TIRAR CON LA PÓLVORA DEL REY

F. Javier Blasco*

“Disparar (o tirar) con pólvora del Rey” es una frase bastante antigua y de uso muy frecuente, fundamentalmente, en el ámbito político. Expresión, que se suele utilizar cuando alegremente y sin reparo, se emplean muchos recursos ajenos para cubrir cualquier necesidad social, casi siempre en busca de réditos políticos y sobre todo, si el gasto se realiza aunque suponga un gran estipendio.

Es muy frecuente y relativamente sencillo ver que muchos cargos públicos emplean dichos gastos extraordinarios, que no le son propios, en novedosas y costosas iniciativas o para cubrir exigencias no programadas. Gastos, que ni siquiera pueden salir del remanente presupuestario y que para costearlos, es necesario recurrir al patrimonio ajeno con el consiguiente costo y riesgo para los que finalmente los deben sufragar.  

Supongo que etimológicamente esta frase entró en el acervo popular porque allá en tiempos pretéritos, los reyes europeos pasaban la mayor parte del tiempo guerreando por notoriedad, envidias contraídas, cubrir ambiciones personales, buscando la expansión de sus territorios o por distraerse sin más; sin importarles el hecho de que las guerras en si mismas, así como el empleo o mantenimiento de las tropas tras ellas, nunca ha sido cosa barata y pudiera darse en caso, de que algunos incautos pensaban que era el Rey quien los costeaba de sus arcas personales, sin caer en la realidad por la que siempre es al pueblo liso y llano al que, con mucho esfuerzo y gran sacrifico personal, le tocaba rellenar dichas arcas cuando estas se quedaban vacías demasiado frecuentemente.

Esta tradición y falsa expectativa de solucionarlo todo a lo grande, muy usada antaño y por desgracia, arrastrada hasta nuestros días aunque no se guerree con tanta frecuencia e intensidad, se viene usando con mayor frecuencia, por gobiernos de izquierdas; variopintas coaliciones o asociaciones de países que por contagio o por no quedare atrás, contraen compromisos, a falta de auténticos expertos, sin evaluar sus costes reales y sin conocer el verdadero alcance de las decisiones de tipo económico, social e industrial que, por separado o en coalición, se adoptan con relativa alegría y que en breve, dada su intensidad o gravedad se vuelven contra la política adoptada como un gran y peligroso boomerang.

Es el caso de la inusitada alegría mostrada, sobre todo en Europa, por y para la adopción de drásticas y sangrientas medidas —sobre todo para el bolsillo del contribuyente— en referencia a las necesarias y obligatorias actuaciones individuales y colectivas a adoptar para “hacer frente o evitar los desastres que propicia el nocivo y creciente cambio climático por la abusiva acción del hombre” principalmente, en lo concerniente a la importante reducción en la emisión de dióxido de carbono (CO2).

Tradicionalmente, los grandes productores de este componente químico como China, Rusia, La India y EEUU y alguno más de menor entidad, se vienen resistiendo al embriagador impulso del resto del mundo en aceptar los compromisos que vienen arrastrándose de las pasadas cumbres sobre el cambio climático en Kioto, Madrid o París y algunas otras más.

Aunque algunos han cambiado un tanto su actitud, muchos, siguen sin dar su brazo a torcer totalmente dado que la alternativa al uso del carbón o el gas —en un mundo en el que queda muy bonito y progre declararse “no nuclear” y cerrar las pocas y restantes centrales de este tipo, aunque sea muy “limpia”— es realmente muy costosa, dependiente de variables e incontrolados factores climáticos (viento, sol y lluvia), claramente insuficiente para cubrir las necesidades totales, aún funcionando todas ellas al unísono y a pleno rendimiento; cosa que nunca ocurre, por lo que resultan incapaces de suplir con garantías todo lo que producen los elementos que se pretende cerrar.

En el viejo Continente, la muy joven e inexperta Europa, con la Alemania de Merkel a la cabeza (quizá para evitar que la oposición le comiera la tostada a su partido a la hora de retirarse), lleva años tirando del carro de lo verde, cerrando gran parte de sus centrales nucleares (no así en Francia) y dando pronta fecha de caducidad a las restantes centrales del mismo tipo. España, como siempre, ha sido arrastrada por la alemana modalidad.

Mientras tanto, y en espera de alguna otra alternativa en ciernes como las centrales de fisión nuclear, en algunos lugares aún se mantiene el pernicioso y costoso uso del carbón para evitar su gran dependencia de la fluctuante, tanto en cantidad como en precios, importación del gas ruso o argelino con el que enfriar sus calurosos lugares turísticos o calentar sus fríos hogares y mover su gran industria mediana y pesada.

Inicial impulso aquel, del que los alemanes ya comienzan a arrepentirse o a calcularlo algo mejor; porque, como listos y buenos calculadores que son, han echado cuentas y empiezan a temblar al ver la que en breve se les avecina para sufragar los costos de la energía por el pago del CO2 emitido según la normativa europea; aunque, para evitar entrar en una espiral de precios como en España, Italia o Portugal, ya llevan tomadas ciertas medidas sobre los grandes impuestos nacionales que la encarecen.

En España, país en el que estamos acostumbrados a la chapuza u ocurrencia del momento, al parche mediático aunque poco meditado o improvisado y a hacer las cosas mal con demasiada frecuencia, nos encontramos en este aspecto en una situación de caos y crisis total. Situación, que supone un hándicap para un gobierno que se pasó bastantes años en la oposición criticando a su antecesor porque la política energética de aquel suponía un gran desencuentro con la sociedad tras subir, en aquellos tiempos, los precios en un pequeño porcentaje y se hartó de hacer vanas promesas de corregirlos seriamente y proteger a los más necesitados de tales desmanes. Promesas, que trató de cumplir nada más hacerse con el poder y que ha olvidado por completo en menos de dos años. A fecha de hoy, y al menos en la Comunidad de Madrid, decenas de miles de familias siguen sin percibir en este 2021 una de las ayudas prometidas por el Gobierno de Pedro Sánchez, el Bono Social Térmico.

Resultado, el precio de la luz, impulsado por diversos factores endógenos y exógenos, es hoy en día cuatro veces más caro que cuando ellos prometían la arcadia energética (en estos días el megavatio llegará a los 200 euros, y al alza, en su hora punta), sube a todos por igual y no respeta ni a los ciudadanos que viven de un pequeño sueldo, una subvención o una pensión, ni tampoco a las pequeñas o medianas empresas, ni a las grandes industrias que consumen grandes cantidades de energía; por lo que incrementos tan importantes como los presentes, suponen una subida de sus precios de producción difíciles de absorber a costa de los cada vez, más reducidos beneficios de las industrias energéticas.

Por si fuera poco, a los mayores costos mencionados hay que añadir el gran incremento del coste de los derivados del petróleo (líquidos y gaseosos) lo que supone un encarecimiento indirecto de los precios de la producción de energía eléctrica y repercuten directamente en los del transporte, mantenimiento del ciclo del frio, el almacenamiento de los productos y su misma distribución. En consecuencia, el IPC sube proporcionalmente a lo anterior, lo que influye directamente en la capacidad y el nivel de consumo de los ciudadanos y a corto plazo, en los compromisos adquiridos por el gobierno para el mantenimiento del poder adquisitivo de los salarios mínimos y pensiones en próximas revisiones. 

Sufrimos un gobierno que a pesar de confesar ser socialista y comunista hasta la medula, vive de, por y para los impuestos. Allá donde atisba un resquicio de donde sacar un céntimo al ciudadano y al pequeño o al gran empresario, se lanzan a su captura incumpliendo con ello su promesa de sólo freír a impuestos a los que más tienen; hoy en día, todos sufrimos su vorágine recaudatoria y sus sucesivos zarpazos.

Ha sido precisamente en el precio a pagar por la energía (de cualquier recibo de la luz, la Hacienda pública recauda casi el 60% de su importe) y de los carburantes, que no por su valor real, donde el gobierno ha encontrado uno de sus mayores filones recaudatorios. Impuestos que, unos son heredados, otros nuevos y la mayoría como resultado de concesiones o pagos a cuenta de ofertas anteriores para imponer determinados cambios en la forma de obtener la energía.

A pesar del enorme bocado que llega a las arcas del Estado por este concepto y en lugar de reducirlos a límites más razonables, tras muchas presiones, tiras y aflojas, el gobierno ha optado por un doble juego; bajarlos temporalmente —cómo mucho hasta abril del año que viene para volverlos a recuperar trascurrida dicha fecha— y meterle un palo a los beneficios de las empresas eléctricas quitándoles una serie de ingresos (posiblemente también temporal), que por cierto, habían sido pactados con ellas hace años a cambio de diversas y costosas inversiones y modificaciones en la red para hacerla más competitiva por su actualización y mayor eficiencia.

Como todo lo que suele vendernos el gobierno y sobre todo, su presidente, no solo gira en el entorno de la mentira, casi siempre es provisional, lo suele rectificar y se encuadra en los parámetros de lo que se conoce como “el pan para hoy, pero el hambre del mañana” porque al ser temporal su aplicación, la vuelta a los mismos parámetros transcurrido cierto tiempo, supone simplemente un traslado en tiempo del mismo problema sin haberlo solucionado.

Por otro lado, toda drástica e hiriente medida adoptada contra lobbies o empresas multimillonarias, enlazadas con fuertes inversores o importantes entidades bancarias afincadas en diversos territorios con tendencia al independentismo o la autosuficiencia, legislada de forma precipitada, populista, drástica, en caliente y sin escuchar a todas las partes implicadas, puede y debe tener repercusiones inmediatas o a corto plazo en la estabilidad económica, la seguridad jurídica a futuro, e incluso, también en la estabilidad parlamentaria, dado que aquellos territorios y los partidos políticos de corte nacionalista o separatista que los gobiernan, son contrarios al interés general del Estado, muy recelosos de las empresas en ellos afincadas y hasta, como sucede en este caso, forman parte sustancial de la alcayata en la que se apoya el gobierno de la nación para seguir adelante en su mandato o para aprobar sus necesidades legislativas.

El precipitado Decreto aprobado esta semana por el ejecutivo supone un mazazo a las eléctricas  a base de recortar unos 4.000 millones los beneficios a las eléctricas y dejar de percibir las arcas de Hacienda unos 2.000 millones de euros aunque será de forma provisional, ha tenido una rápida respuesta bursátil en los dos primeros días desde su publicación; dichas compañías ya habían perdido más de 7.500 millones en su cotización.

Todos los gobiernos populistas, que gastan a manos llenas un dinero que no tienen y tiran de dicho recurso como antaño se hacía con la pólvora del Rey, acaban encontrando en esto su talón de Aquiles por lo que, tarde o temprano, los imprudentes y felices tiempos del “pan y circo” se tornan contra ellos, porque al pueblo, por muy vago, comprado o con pocas luces que tenga, cada vez pide más pan y le gusta menos el circo.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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