El pensamiento chino y la iniciativa belt and road (Conexiones económicas y geopolíticas globales)

Agustín Saavedra Weise*

Foto: Pixabay

Se cuenta que en 1972 durante la célebre visita del presidente Richard Nixon a la República Popular China (RPC) que permitió el deshielo con EEUU y la reinserción plena de Beijing en el sistema internacional, el entonces Secretario de Estado (Canciller) Henry Kissinger ―acompañante y asesor principal del mandatario norteamericano― le preguntó cordialmente a Chou En Lai, primer ministro y artífice por China del reencuentro entre los dos países, qué opinaba sobre la Revolución Francesa de 1789. La respuesta del antiguo jefe de la diplomacia de Mao Tse Tung fue la siguiente: “se trata de un acontecimiento demasiado reciente como para formarme un juicio definitivo”. He aquí la pauta histórica característica de los chinos: decantar sus opiniones lentamente a fin de ir asimilando a plenitud los procesos. Y al mismo tiempo, se sabe que están dotados de una reconocida gran paciencia. En ambas cosas, prácticamente a la inversa del modo de ser occidental.

El ahora híper popularizado estratega chino Sun Tzu expresó hace más de 2000 años: “la suprema excelencia consiste en romper la resistencia del rival sin combatir”. Más cercano a nosotros, el primer sucesor de Mao, Den Xiaoping, se hizo famoso por su pragmatismo cuando expresó: “no importa de qué color sea el gato, lo importante es que sepa cazar ratones”. Y con ello dio impulso al modelo político chino actual, una mezcla de autoritarismo político ―bajo la égida del partido comunista― con un moderno sistema capitalista y que le ha dado grandes resultados.

Hoy China es la segunda potencia económica del globo y tal vez en unas pocas décadas llegue a ser la primera. Además, actualmente el alcance de la penetración e inversiones de la RPC es inmenso. No hay un punto del planeta en dónde no exista alguna empresa, alguna inversión, o simplemente productos en venta provenientes del dragón del oriente. Y esto parece ser apenas el principio. No en vano el mismo Den Xiaoping expresó en 1991: “debemos saber ocultar nuestras capacidades y esperar nuestro tiempo; debemos mantener siempre un bajo perfil y no actuar como jefes, dejemos que otros lo hagan”. Y como puede apreciarse de un simple vistazo, la creciente presencia política, económica y militar de la RPC se ha manejado bajo esos conceptos. Han sabido esperar su tiempo y supieron ocultar sus habilidades; mantuvieron un perfil bajo sin provocar estridencias ni pretender ser líderes. Y mientras, otras potencias en el concierto mundial actuaban a la inversa…

Fue así como los chinos crecieron y se expandieron. Mucho les falta todavía en el campo interno, eso es indudable. China tiene en su inmenso territorio enormes bolsones de pobreza que debe resolver y con seguridad lo hará, pero por ahora ha decidido ser un actor global clave y lo está consiguiendo con creces. En la actualidad la RPC es el único país del mundo con un excedente de capital que le permite invertir masivamente en proyectos de inversión e infraestructura a nivel universal. Y lo hace sistemáticamente.

A sus anteriores avances económicos y geopolíticos, la RPC añade ahora la Iniciativa Belt and Road (literalmente “cinturón y ruta”) y que en términos prácticos significa algo así como una “ruta de cintura” terrestre y marítima de alcance intercontinental o la reedición de la famosa Ruta de la Seda de la antigüedad, que ahora se la concibe en escala planetaria. Esta iniciativa involucra el desarrollo de infraestructura e inversiones en nada menos que 152 países de Europa, Asia, Medio Oriente, América Latina y África. Es el proyecto estelar de la política exterior del presidente chino Xi Jinping. La iniciativa consiste en desarrollar una franja de corredores terrestres entre países y en paralelo rutas de navegación para uso comercial, las que irán desde Asia hasta África, pasando por Europa Oriental y Latinoamérica. Muchas naciones se han insertado en este ciclópeo proyecto que implica cientos de miles de millones de dólares. Al comienzo América Latina quedó fuera del mapa oficial de la iniciativa, pero ya se han incorporado varios países, Bolivia entre ellos.

Los escépticos ven a la iniciativa como un mecanismo para que las empresas chinas se inserten globalmente y piensan que de esa manera la RPC pretende extender su influencia. Desde ya, el proyecto tiene implicancias geopolíticas muy claras; habrá que ver cómo y de qué manera se alinean los factores en el futuro próximo, pero el proyecto marcha y lo hace a velocidad inusitada dado que los recursos financieros no son un problema para la dirigencia china, ávida de aumentar su presencia e influencia en el concierto internacional. Algunos informes de investigación han remarcado que la largueza china en materia de fondos tarde o temprano creará serios problemas de sobre endeudamiento en varios estados emergentes que, por ahora, no están percibiendo las consecuencias de tanta facilidad para tomar créditos. El futuro dará la respuesta, pero es un hecho que la RPC sigue su avance y aumenta su influencia, inclusive en puntos álgidos como el Mar del Sur de China, hacia donde ha destacado una flota capaz de contraponerse a la séptima flota estadounidense, establecida desde hace tiempo en ese paso marítimo para facilitar el tránsito comercial y cuya presencia resulta irritante para la dirigencia de Bejing.

Esta iniciativa —o nueva Ruta de la Seda del tercer milenio— está conectando al mundo con China y viceversa. Habrá que seguir la evolución del mega proyecto con mucha atención, su evolución no estará exenta de problemas y/o potenciales conflictos.

* Economista y politólogo – www.agustinsaavedraweise.com

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