ACERCA DE LA IGUALDAD Y LA DESIGUALDAD

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de truthseeker08 en Pixabay

“Libertad, igualdad, fraternidad” era el lema revolucionario francés en 1789. De esta trilogía sobresale nítidamente la igualdad, objeto de chorros de tinta y millones de discursos hasta hoy. Desde el punto de vista republicano, la igualdad ante la ley es inobjetable. Sabiamente, Simón Bolívar decía: “la igualdad jurídica es imprescindible como contra peso a la desigualdad física, de suyo inevitable”.

Todos tenemos el mismo derecho, pero bien sabemos que aunque formalmente somos iguales hay algunos “más iguales que otros”, como sentenciaba George Orwell en Rebelión en la Granja. Este es uno de los primeros puntos discrepantes: una desigualdad real, creada arbitrariamente mediante odiosos privilegios para unos y restricciones para otros, aunque se proclame la “igualdad”. Sin ir muy lejos, uno de los más grandes documentos políticos aún vigente, la Constitución de los Estados Unidos de América de 1787, se contraponía a una realidad esclavista y racista. Tuvo que pasar una sangrienta guerra civil y mucho tiempo más para que la letra de la Constitución de EEUU sea compatible con su espíritu. Recién en los últimos 50 años pueblos originarios y afroamericanos han logrado incorporarse parcialmente a la sociedad estadounidense. Hasta hoy surgen cada tanto discriminaciones y abusos que generan fuertes disturbios, como ha ido el reciente caso de Georges Floyd.

De la misma manera que sucedía con la Constitución de EEUU hay otros documentos legales que proclaman igualdades solo de boca para afuera. Por otro lado, hay cierta hipocresía establecida y casi nadie quiere referirse a la desigualdad. Sin embargo, forzoso es reconocer que no todos somos iguales.

Hasta Karl Marx exclamaba “de cada cual según su capacidad y a cada cual según su necesidad”, estando allí implícita la noción de una desigualdad inherente al ser humano que es real y cotidiana, pero la mayoría se niega a admitirla. Somos desiguales, pues tenemos distintos talentos, distintas falencias, distintos aspectos; el medio ambiente y las mayores o menores condiciones de vida nos otorgan también mejores o peores condiciones y así sucesivamente.

Frente a esta natural desigualdad, la igualdad ante la ley resulta ser imprescindible. Sin embargo, existe algo tan o más importante que la igualdad jurídica y que raras veces se aplica, en particular tanto en Bolivia como en otras latitudes emergentes. Me refiero a la igualdad de oportunidades, a la posibilidad de que todos, absolutamente todos, tengan el mismo punto de partida y la misma posibilidad de llegar a “x” objetivo. Tal como en una carrera de caballos, habrá un ganador, un segundo, un tercero y un último, pero todos tuvieron idéntica chance: largaron figurativamente del mismo lugar (y al mismo tiempo) sobre un espacio uniforme. El que llegó primero lo hizo en base a sus cualidades particulares que lo hicieron sobresalir sobre los demás, pero todos tuvieron la misma oportunidad, el mismo punto de partida.

Más allá de la igualdad legal, está pues la igualdad de oportunidades y esa es la igualdad que debe impulsarse. Asimismo, al reconocer desigualdades inevitables, se deben hacer múltiples esfuerzos para paliarlas. Una de esos aspectos es la mencionada posibilidad de idéntica oportunidad para todos. La otra, de más largo aliento, tiene que ver con la creación de mejores condiciones de vida desde la infancia, pero esa —como se dice— será otra historia.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

 

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, https://eldeber.com.bo/188702_acerca-de-la-igualdad-y-la-desigualdad

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