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SIN ESCUELAS NI MAESTROS

Santiago González*

Izamiento de  bandera, 1940. Archivo Histórico de la Escuela Normal de Quilmes «Silvia Manuela Gorleri», https://archivo104.blogspot.com/2012/04/

La degradación de la educación pública y del docente ha sido obra de una camarilla ideológica instalada desde la recuperación democrática.

 

Cualquier docente mayor de 50 años lo puede atestiguar: el estado de la educación en la Argentina es catastrófico, en todos sus niveles. Un poco menos en la educación privada que en la pública, pero no por mérito propio sino del ambiente familiar de sus alumnos, y también en decadencia. Esa percepción personal e intuitiva se ve corroborada por todas las pruebas sobre rendimiento escolar: más de la mitad de nuestros alumnos terminan la escuela primaria sin poder entender cabalmente lo que leen y sin poder resolver problemas aritméticos simples. Ese retraso inicial no se compensa en los niveles superiores y se arrastra hasta la universidad. La profesora de una materia de Economía que se cursa en mitad de la carrera me cuenta que apenas el 60% de los inscriptos se presenta a rendir los exámenes, y que de esa proporción apenas el 60% los aprueba. Poco más de tres de cada diez. La profesora se pregunta cómo llegaron hasta allí.

La mayoría de los argentinos cree que el principal problema del país es económico, y es lógico que lo crea porque la inflación destruye las vidas de todos, incluso las de quienes más o menos se las arreglan para llegar a fin de mes. Pero las bases de la economía nacional son sanas, y una vez que la casta política canallesca y ladrona haya sido apartada del poder, bastan tres o cuatro decisiones inteligentes para poner la casa en orden. Los problemas económicos son importantes pero pueden resolverse con relativa rapidez. Los problemas más serios que tiene la Argentina son la defensa nacional, que ya apunté en una nota anterior, y la educación, que es el más grave de todos. Sin una población razonablemente educada el país no tiene futuro, con o sin inflación, con o sin misiles. Esto lo entendieron bien los organizadores de la República, que pusieron la educación en el centro de su programa.

Los políticos en campaña hablan de la economía porque las encuestas les dicen que es la mayor preocupación de la gente, y se jactan de tener equipos que estudian en profundidad sus problemas y soluciones. Ninguno habla de la defensa, y a la educación le dedican rosarios de buenas intenciones edulcoradas con los lugares comunes de la corrección política. Pero como no les importa el país sino llegar al poder para beneficiarse de él, nadie se ha planteado el problema en serio y cuando se los apura dan respuestas de ocasión: más aulas, más computadoras, más horas de clase, más capacitación docente, el modelo finlandés o el modelo japonés, y ahora la más novedosa incorporación al cotillón, los vouchers educativos, cuyo mayor atractivo es que nadie sabe o entiende bien en qué consisten.

Pero el problema de la educación argentina no pasa por ninguno de esos lugares ni se soluciona con ninguno de esos remedios. El problema de la educación argentina es a la vez más simple y más complejo: la educación argentina no tiene escuelas ni tiene maestros. La educación argentina tiene edificios escolares y trabajadores de la educación, pero carece de escuelas y de maestros en virtud de un proceso de degradación iniciado en 1983, y continuado desde entonces como una verdadera política de Estado. Le debemos a la querida democracia la destrucción de un sistema educativo que hizo de la Argentina el primer país en eliminar el analfabetismo, le dio cinco premios Nobel, le permitió ubicarse en la vanguardia tecnológica, aportó descubrimientos médicos que salvaron millones de vidas y produjo talentos que revolucionaron las artes y la lengua.

 

Esa degradación hizo que nos olvidáramos de algo elemental: la escuela es el lugar donde los maestros van a enseñar y los alumnos van a aprender. La escuela no es una continuación del hogar, ni la maestra es la “segunda mamá”; la escuela no es un comedor ni un merendero; la escuela no es un lugar de recreo ni un salón de entretenimientos animado por docentes; la escuela no es un agente de asistencia social ni un instrumento de adoctrinamiento ideológico. La escuela fue convertida en todas esas cosas pero no es ninguna de esas cosas. La escuela es únicamente, exclusivamente, el lugar donde los maestros van a enseñar y los alumnos van a aprender. Esto deberían tenerlo perfectamente en claro los maestros, los alumnos y los padres de los alumnos.

La vida de la escuela se rige por normas precisas y de cumplimiento estricto: horarios, códigos de vestimenta, normas de comportamiento. El trabajo de la escuela no puede ser interrumpido arbitrariamente, ni por los alumnos, desde ya, ni por los docentes ni por los padres de los alumnos. Una vez iniciada la jornada escolar cesan todas las comunicaciones entre los alumnos, los docentes y el exterior. Cualquier llamado de emergencia en una u otra dirección debe ser tramitado por vía de la secretaría de la escuela. La observación de estas normas, llamada disciplina, no es algo caprichoso, sino que forma parte del proceso educativo, y esto deben entenderlo los maestros, los alumnos y los padres de los alumnos. La palabra docencia comparte la raíz indoeuropea dek con otras como dignidad, disciplina ydecencia.

El progresismo ha diluido la noción de las instituciones públicas hasta convertirlas en extensiones o prolongaciones del espacio público, donde reina la anomia y cada uno hace lo que le viene en gana, porque los límites nunca son claros o no existen, y de todos modos no hay autoridad capaz de imponerlos. No sorprende que la gente se crea con derecho a tomárselas a puñetazos con una maestra. Es necesario devolverle a la escuela su condición de lugar específico, con funciones específicas, normas específicas y autoridades específicas. Para cumplir su tarea educativa la escuela necesita recortarse respecto de lo que la rodea. Pero también necesita replicar en su funcionamiento el de la sociedad en su conjunto, que en un ambiente de libertad como el que reclama la Constitución se basa en la competencia y el mérito.

 

El ejercicio educativo es inseparable de la evaluación y los resultados. Los padres de los alumnos, y los alumnos mismos, tienen derecho a conocer el rendimiento de sus esfuerzos, cosa que sólo pueden lograr si someten su desempeño a alguna prueba objetiva. Esas evaluaciones sirven además para detectar talentos, y promover a los más aventajados hacia instituciones más exigentes, y para reubicar en institutos de nivelación a los que evidencien problemas de aprendizaje. Del mismo modo ha de evaluarse el desempeño de los docentes, quienes mal podrían conducir un sistema basado en el mérito si no estuvieran ellos mismos dispuestos a someterse a examen. El mérito así medido, y no la antigüedad ni los cursitos aleatorios e inconducentes, justifica las promociones.

Los cuerpos docentes de todo el país son hoy una especie de caja negra de la que nada sabemos. La mayoría de sus integrantes ha pasado por algún instituto de formación, pero eso no garantiza nada porque la educación terciaria en el campo de las ciencias sociales se ha convertido en adoctrinamiento ideológico y sus títulos habilitantes no aseguran competencia o pericia, como lo sabe cualquiera que haya tenido que contratar personal proveniente de ese ámbito. Los docentes ingresan amparados en esos títulos, y como los sindicatos se resisten a las evaluaciones, no hay manera de distinguir a quienes tienen capacidad y vocación de quienes entran al aula con agendas secretas y de los simples incapaces.

La calificación profesional del docente no sólo no es puesta a prueba sino que tampoco parece necesaria para las funciones que efectivamente cumplen en la escuela de hoy: asistentes sociales, cuidadores, animadores, sanitaristas, adoctrinadores, trabajadores de la educación pero no maestros. Según observó la investigadora Victoria Zorraquín en una nota reciente, los Núcleos de Aprendizaje Prioritario que desde 2004 expresan las metas del sistema educativo nacional, en ningún momento dicen que el objetivo de la educación primaria, por ejemplo, sea enseñar a leer y escribir y a resolver las cuatro operaciones en determinados plazos, y por supuesto tampoco dicen cómo debería alcanzarse ese objetivo, cuál es la metodología para lograrlo.

En los niveles secundario y terciario las cosas no son mejores, y los profesores con mayor antigüedad advierten que la docencia se ha convertido en un refugio de incompetentes, en gran medida provenientes de las populosas carreras de “sociales”: menos provistos de saberes y pericias que de artillería ideológica, encuentran allí una oportunidad laboral que jamás les brindaría el sector privado, con todos los beneficios que hoy supone un empleo formal y virtual inamovibilidad en el cargo. Un veterano profesor de la UBA llegó a decir que los bajos sueldos universitarios tenían un efecto virtuoso: desalentaban a quienes esperaban hacer carrera en la docencia y atraían a los graduados exitosos que buscan sumar la cátedra a su cursus honorum, aportándole al mismo tiempo la riqueza de su experiencia en el ejercicio profesional.

La degradación de la educación pública como institución y del docente como su agente principal ha sido obra de una camarilla ideológica de matriz marxista que llegó al poder con el restablecimiento del sistema democrático y desde entonces no ha hecho más que consolidarse. Para agravar las cosas, esa camarilla dio ingreso a nuestra planificación educativa a una variada gama de entidades extranjeras, que van desde bancos e instituciones multilaterales a una infinidad de fundaciones y organizaciones no gubernamentales, todas impulsoras de una agenda ajena y casi siempre contraria al interés nacional. Frisos, carteles y leyendas sobre multiculturalismo, diversidad, educación sexual y globalismo han sustituido en los muros de las escuelas de la CABA, como lo puede comprobar cualquiera, a las escenas memorables de la historia patria.

 

La educación es la transmisión de un conjunto de saberes, creencias y valores de una generación a otra. Educamos en primer lugar porque somos conscientes de nuestra propia finitud, porque sabemos que el día en que nuestras fuerzas flaqueen otros deberán ocupar nuestro lugar y queremos prepararlos para ello. Pero también educamos porque deseamos que nuestros descendientes puedan desarrollar sus capacidades tal como lo hicimos nosotros, mejor que lo que lo hicimos nosotros, en beneficio propio y, por lógica consecuencia, del conjunto. Obsérvese que en todo lo que acabo de decir hay un “nosotros” implícito: la educación es expresión de la conciencia nacional, y sin conciencia nacional no habría sistema educativo posible. La educación es el instrumento con el cual una nación asegura su propia supervivencia.

Los saberes que transmite la educación, las pericias, las competencias, pueden ser de validez universal, pero las creencias y los valores nos pertenecen por completo, son intransferibles y los hemos amasado a lo largo de nuestra historia: definen nuestra identidad. La Argentina puede tener la misma lengua, la misma religión, el mismo ordenamiento jurídico y ocupar el mismo continente que otras naciones pero no es ninguna de esas naciones, ni se les parece. Los ingredientes pueden ser similares, e incluso iguales, pero el moldeado y la cocción son diferentes y nos caracterizan. La educación tiene por objeto preservar ese amasado, enriquecerlo, “levarlo”, no diluirlo en el mazacote indiferenciado que proponen los activistas de la “patria grande” o de la “gobernanza global”.

La solución de una problemática compleja como la que traté de describir sólo puede darse en el largo plazo y es subsidiaria de la definición de un proyecto nacional para la Argentina del siglo XXI: sin ponernos de acuerdo sobre quiénes somos, qué nos une, qué queremos ser y hacia dónde queremos ir difícilmente podamos imprimir a nuestro sistema educativo un rumbo y una energía como la que le dieron los organizadores de la república en el siglo XIX. Pero hay cuestiones urgentes que demandan una reacción rápida, y no encontré mejor alternativa que la propuesta de Iris Speroni, que básicamente consiste en derogar toda ley, resolución y norma educativa posterior a 1976, y reponer los contenidos educativos previos, incluyendo los manuales para estudiantes y docentes, probadamente exitosos. Propone además someter a exámenes a los maestros y expulsar del sistema a quienes hayan recibido becas del BID, el Banco Mundial o similares. Nada que un gobierno realmente preocupado por el país no pueda hacer de inmediato.

 

* Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se inició en la actividad periodística en el diario La Prensa de la capital argentina. Fue redactor de la agencia noticiosa italiana ANSA y de la agencia internacional Reuters, para la que sirvió como corresponsal-editor en México y América central, y posteriormente como director de todos sus servicios en castellano. También dirigió la agencia de noticias argentina DyN, y la sección de información internacional del diario Perfil en su primera época. Contribuyó a la creación y fue secretario de redacción en Atlanta del sitio de noticias CNNenEspañol.com, editorialmente independiente de la señal de televisión del mismo nombre.

 

Artículo publicado el 03/06/2023 en Gaucho Malo, El sitio de Santiago González, https://gauchomalo.com.ar/sin-escuelas-ni-maestros/

LAZOS

Iris Speroni*

En una palabra: seducir.

Varias veces escuché decir, por lo general a gente con estudios y bien intencionada, que el problema de la Argentina es la Educación, con mayúscula, como un ente abstracto y autoportante. Error ya que su forma, alcance y contenido son decididos desde el poder.

Si queremos educar a nuestro gusto, para el engrandecimiento de la Nación y la felicidad del Pueblo, tenemos primero, como nos sugirió la ex-presidente y actual vicepresidente, formar un partido y ganar las elecciones. Como comprobó Donald Trump (y Juan Domingo Perón y Matteo Salvini tantos otros antes que él), muchas veces ganar las elecciones no alcanza.

Sugerí en varias oportunidades que hay que empezar a diseñar qué educación necesitamos en caso de que ganemos el poder. Estamos hoy lejos de ese punto. Muy lejos.

¿Qué hacer mientras tanto?

Propuestas de columnistas de Restaurar:

  1. EDUCACIÓN PARA LA POBREZA (@Betsiebook y @Lohengrin82),
  2. PREPPERS II (@Lohengrin82),
  3. ENDURO (mía), 
  4. SIN SECUNDARIO (mía).

Una aclaración respecto al secundario. Así como está (desde Alfonsín a hoy) es una estafa. Para las familias, que gastan dinero en el púber/adolescente que igual queda borrico; para los alumnos que salen sin las herramientas mínimas para ganarse el sustento. Por eso aplaudo la decisión del 50% de ellos (números pre-cuarentena y pre suspensión de clase por parte de las autoridades) de abandonar. Los niños no quieren ser cómplices del fraude. Ni darles de comer a toda una organización de bribones conformada por autoridades de los ministerios de Educación y de las escuelas, profesores, consejeros escolares y sindicalistas, más los que cobran del BID y BM[1]. Todas las estrategias para “retener” alumnos, no tienen por objeto enseñarles algo sino que no baje la nómina de inscriptos, variable que se utiliza para definir los presupuestos. Fue descripto con crudeza en la serie “The Wire”.

Frente a ello una opción de sentido común es que la primaria sea de excelencia y que los niños salgan con todos los conocimientos imprescindibles (“obligatorios”); tras lo cual brindar la opción de escuelas de oficios, de tal manera que a partir de los 16 años los adolescentes tengan serias oportunidades laborales bien pagas. Pero eso será cuando gobernemos. ¿Ahora? Ahora ENDURO.

Campo y Ciudad

Algunas personas del complejo y variado mundo rural sostuvieron estar preocupados por la mala prensa del sector y por la incomprensión de sus tareas por parte de la población urbana. Ensayaron varias estrategias para morigerar o combatir esta situación, con resultados flacos hasta el momento.

En el espíritu de encontrar el camino vía prueba y error, va esta propuesta modesta para empezar de chiquito a mayor.

Propuse en su momento que la educación futura —el día que seamos gobierno— tenga que incluir educación rural para el 100% de la población (una mini exposición a los contenidos de las escuelas agrarias). Probablemente quincenal o semanal. Que desde chicos todos los habitantes, aunque vivan en un departamento de dos ambientes en el centro de Buenos Aires, de Córdoba Capital o de Rosario, o vivan en una casa de un barrio de Gregorio de Laferrère, vayan periódicamente a recibir instrucción de los ciclos de la vida domesticados por el hombre, en el campo argentino.

Ver el proceso de cultivo y la preparación de los suelos. Aprender a cuidar animales. Tener en brazos un cabrito o un corderito, darle de comer a las gallinas. Fascinarse con las máquinas enormes, subirse a una cosechadora. Se busca la construcción de recuerdos felices e imborrables. Los ingredientes son i) ingresar a un mundo, en algunos casos desconocido para ellos, ii) sol, árboles, verde, extensión, diversión, iii) ponerse en una posición de cuidador y dador, que genera satisfacción y autoestima, iv) abundante y buena comida. Esto último es imprescindible. La comida fija los recuerdos en el cerebro como nada lo hace (pregúntenle a @TodosGronchos que es un experto en temas comunicacionales).

Esperar a los niños con abundante desayuno con mate de leche y tostadas con dulce de leche y manteca; mediodía asado y flan casero; tarde con pasta frola y pastelitos. Lo más importante: la cajita feliz con dulce, miel, pan casero, queso más algún muñequito alusivo. Algo para llevar a los hermanitos y tener la excusa para contar su día al resto del entorno más un memento. Los niños más grandes con el tiempo podrán aprender a ordeñar, hacer quesos y dulces, etc. Paso a paso.

Para algunos de ustedes parecerá una tontería. Ahora imaginen un niño que vive en un barrio complicado, en Quilmes o en Barracas o en las afueras de Rosario, con el papá preso, el hermano mayor drogón, la mamá que trabaja de lo que puede, y duermen cuatro hermanitos en una pieza y el muchacho o muchacha en cuestión comparte colchón con un hermanito. ¿Ustedes creen que muchos niños comen asado asiduamente? Éste día debe quedar como sinónimo de una ventana a la felicidad, un recuerdo de cariño y atención que la/lo acompañe toda la vida. Tender una mano a un futuro distinto y mejor.

¿A esa persona quién le va a imponer en el futuro algún prejuicio?

De menor a mayor

Esta idea es para aplicar a la totalidad del sistema cuando seamos gobierno. Hoy es una quimera.

¿Qué se puede hacer? Casos piloto.

Para no entorpecer el día a día de las escuelas agrarias (que no están preparadas para recibir contingentes), tratar las visitas de los colegios como “excursiones” a lugares ad-hoc. Apuntar a un día al año para cada grado. Al menos una vez en la vida. Eventualmente preparar como sedes algunos campos que se alquilen para tal fin o las sedes de las SRA’s de las localidades que puedan recibir a los grupos, armar un asado y tener animales variados para que los niños conozcan y acaricien. Eventualmente (sé que es muy complicado) que tengan contacto con caballos. Todo esto requiere buenas medidas de seguridad y seguros contratados.

Probablemente los colegios públicos de algunas provincias no puedan participar del proyecto por negativa de las autoridades, más si está el oficialismo, como es el caso de provincia de Buenos Aires. Entonces empezar por colegios parroquiales que no se opondrán, por el contrario facilitarán la puesta a punto.

Imaginen niños de Quilmes que vuelvan contentos y le cuenten a los hermanos y a los padres y a los vecinos. Ése es un verdadero nexo entre campo y ciudad.

Una vez aceitado el mecanismo, para incluir a los niños que coexisten en un sistema hostil, preparar excursiones para los fines de semana, de tal forma que puedan concurrir niños de colegios públicos. Mostrarles lo que es una jineteada. Mostrarles un desfile de algún centro tradicionalista. Que vean, anhelen, disfruten y se llenen la panza.

Las visitas anuales a la exposición de la SRA sirven; pero requieren un adulto que desee llevar a los niños. Quedan afuera aquellos que los padres: a) no tienen plata para el colectivo, b) no tienen tiempo, c) tienen prejuicios ideológicos, d) les gustaría pero creen que no es un lugar para ellos —la extrema pobreza plantea también barreras mentales—. Al tratar el tema con la escuela —o con los “referentes” del barrio, se incluyen a esos niños también. Que es el objetivo.

En una palabra: seducir. Empezar con uno o dos casos hasta que se gane confianza. No es barato, en particular si no se logra financiación oficial (que sería lo ideal). Pero, si sale bien, es una inversión a largo plazo que puede pagar mejor que muchas otras.

Todo sea por la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación.

FIN

 

Advertencia:

¡A no dejar que los pingüinos ganen de mano!

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).

 

Notas Relacionadas:

Educación para la pobreza 

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Preppers II 

https://restaurarg.blogspot.com/2020/04/preppers-ii.html 

Enduro

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Sin secundario 

http://restaurarg.blogspot.com/2020/12/sin-secundario.html 

Las élites, la Nación, el pueblo

http://restaurarg.blogspot.com/2021/01/las-elites-la-nacion-el-pueblo.html

 

Nota

[1] Me van a salir con ejemplos individuales. Ciertamente mi categorización no incluye al 100% de los casos. Existen personas que reman en el dulce de leche. A esos pocos: mis respetos.

Artículo publicado originalmente el 11/12/2021 en Restaurar.org, http://restaurarg.blogspot.com/2021/12/lazos-campo-ciudad.html

HACIA UNA EDUCACIÓN AMABLE Y DE CALIDAD

Abraham Gómez R.*

Imagen de Stefan Meller en Pixabay

Las distintas consideraciones que diremos de aquí en adelante; tal vez, para algunos, no les resulte difíciles, ni extrañas y menos polémicas. ¡Alabado sea! Porque concluirán que es un fenómeno obvio y muy difundido; aunque no lo suficientemente debatido.

Comienzo por develar con crudeza que presumimos de la mejor educación en el mundo hasta que nos toca compararnos. Hasta el preciso momento en que tenemos que contrastar nuestras metas de educación y escolaridad —dos conceptos muy distintos— frente a otros países.

Si, tristemente, esa es nuestra realidad. Se nos ven las costuras por las limitaciones y demás falencias al momento cuando los indicadores de Calidad Educativa quedan patentizados en las Pruebas Pisa: Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, la cual se aplica en estos momentos en 79 países.

No hay excusa que valga para quienes somos hechuras y estamos comprometidos con la academia, pretender escurrir el obligado debate y la plural confrontación que abra horizontes y despliegue nuevas miradas por el futuro de la educación en Venezuela. Parece un atrevimiento teñido de audacia que escrutemos a la educación desde sus interioridades. Eso es lo hermoso. Aunque produzca vértigos. Quiénes más sino nosotros, en sentido genérico para reconocer, luego del diagnóstico más descarnado, que la educación nuestra, en sus distintos niveles y modalidades ha devenido (y empeorado con la situación pandémica) en una estructura metodológica ambigua; con contenidos programáticos imprecisos y mediocres, que poco o nada ha hecho para ir adaptando sus mecanismos, y procedimientos conforme a las exigencias de los tiempos actuales; por lo que debemos admitir que otras poblaciones en el mundo se han sobrepuesto a las cuarentenas, en el ámbito educativo y hoy ya arrojan indicadores con un ritmo de aceleración superior, en todo, valga decir hasta para la construcción de conocimientos.

La actitud plañidera quedó desterrada. Esas naciones se han visto obligadas a avanzar, a partir de los procesos educacionales.

La idea de nuestro presente planteamiento viene dada por la problematización que siempre deseamos despertar para cooperar al proceso de enseñanza-aprendizaje en Venezuela.

La invitación insistente —al respecto— es para que develemos cosas, para que digamos con pertinencia lo apropiado a las circunstancias. Por ejemplo, el atascamiento en que se encuentra la educación nuestra. No debemos callar; por cuanto, estaríamos cohonestando por omisión el daño que se perpetra contra el presente y el futuro del país, a través de un sistema escolar que requiere y pide una exhaustiva evaluación y transformación. Porque orgánica y funcionalmente ya colapsó.

Durante bastante tiempo se ha presupuesto que la función de un enunciado está limitada a describir un estado de cosas o hechos; con afirmación o negación y como que todo llegaba hasta allí. Muy pocos o casi nadie tenía la osadía de irrumpir con fuerza para poner en cuestión las frases lapidarias que se pronunciaban con reverencial acento, del tipo: “tenemos la mejor educación universitaria del mundo” o esta otra “Venezuela libre de analfabetismo”. Así se construyeron mitos y medias verdades.

Pobre de aquél que intente hurgar en los registros y demás documentos para ver y comprobar si es verdad tanta belleza.

Ya basta de mantenernos en una escasa y muda resistencia ante los desmanes que de rutina se cometen. Acongoja que nadie niegue nada.

En apariencia, unos resultados —conscientes de sus despropósitos— son asumidos y aceptados sin objeciones, con infortunado dogmatismo. Tal herencia no es nueva, la jalonamos desde muy atrás.

Una de las premisas que hemos sostenido quienes abrigamos, por razón y emoción, a la Educación viene dada en que no basta enseñar, aunque sea rápidamente, hay que hacerlo también sólidamente.

En vez de recurrir, casi sin escapatoria a los “libros muertos”, a los niños, jóvenes y adultos deben presentárseles las vivencias. Tanto lo dijo, en diversos escenarios académicos Félix Adam: “Sólo haciendo se puede aprender a hacer”.

En vez de palabras: sombras de las cosas, nos atrevemos a añadir, que lo que hace falta en las escuelas es el conocimiento de las cosas mismas. Debe ser nuestro reto educativo pospandemia.

Las sociedades humanas han procurado desde siempre la plena superación, no exentas de tropiezos. Sin embargo, por muy insalvable que aparente ser el obstáculo a vencer irrumpe desde sus cimientes espirituales una fuerza, que algunos osados califican de telúrica, que impele al hombre o mujer a avanzar. De hecho, tal vez con placer o con dolor, todo en la sociedad humana tiene una intencionalidad pedagógica. No le añada usted ningún ápice de dudas, porque así exactamente es. Haga algo, por curiosidad, y al rato conseguirá espontáneos imitadores que desean replicar. Todos aprendemos de todos.

La educación, primero pedagógica y luego andragógica, transcurre toda la vida, en sus diversas etapas, porque siempre estamos aprendiendo.

Cuántas veces el docente puede ahorrarle al estudiante, de cualquier grupo etario, años de sufrimiento y frustración sólo con una palabra amable, un gesto de identificación, la ubicación en su mismo plano de aprendizaje. Pero, un educador con la autoestima baja, poco remunerado, como el nuestro, tanto en dinero como aliciente vocacional, jamás podrá dar a los otros lo que él mismo está necesitando como el aire que respira.

En este tramo epocal venezolano, cada vez que se ha intentado abrir los ojos para ver en el atolladero en que se encuentra la educación, a alguien se le ocurre que hay que nombrar una comisión de reforma curricular.

Esa salida la hemos antagonizado siempre; porque, pensamos que por el camino de la reforma no vamos para ninguna parte. La re-forma lleva implícita la intención de analizar únicamente las formas, los aspectos, los bordes, los esquemas, las apariencias. Y de lo que se trata es llegar a la raíz del asunto, trastocar y desmontar las lógicas, desanudar las racionalidades con las cuales se han tejido los errados y desacreditados pensamientos en y desde las instituciones dispensadoras de educación.

La tarea inicial para que operen esos elementos transformacionales deben y tienen que partir de un cambio actitudinal de nosotros. Una iniciativa de transformación para ensanchar la cognoscibilidad en nuestra educación se obliga a conectar todas las dimensiones inmanentes y trascendentes de los seres humanos.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba. Miembro del Instituto de Estudios de la Frontera Venezolana (IDEFV). 

Publicado originalmente en Disenso Fértil https://abraham-disensofrtil.blogspot.com/