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¿QUÉ HA PASADO CON EL NACIONALISMO ARGENTINO?

Las grandes naciones han surgido a partir de un fuerte sentido nacionalista y Argentina no ha sido la excepción, pero, de un tiempo a esta parte la doctrina del Nuevo Orden Mundial ha sembrado la idea de que éste es un sentimiento perimido, obsoleto y anacrónico; por supuesto, las nuevas ideas son totalmente acordes con su plan de dominio mundial y apropiación de recursos en vistas a un futuro no muy lejano.

El principio de las nacionalidades apareció como una consecuencia de la situación creada por la Revolución Francesa. La abolición de la monarquía volvió a entregar la soberanía en las manos de los pueblos, los cuales deberían definir sus límites y los principios por los que se iban a guiar. Así nacieron el «derecho de los pueblos a disponer de sí mismos» y los partidos políticos.

Tal como lo entendemos, y como se ha venido transmitiendo desde tiempos remotos, podemos decir que:

El nacionalismo es la búsqueda de las leyes que convienen a un país determinado para mantenerse incorrupto en su ser nacional.

El nacionalista, en lo sucesivo, considera la nación como una herencia inalienable, de la cual no tiene el derecho de disponer y que debe transmitir intacta a sus hijos.

Pero, como bien lo explica Auguste-Maurice Barrès:

La nación puede estar amenazada por algo distinto a una agresión exterior; puede perder su voluntad de ser.

Todo, en apariencia, permanece inmutable: el suelo inviolado, los hombres yendo y viniendo a su trabajo y, sin embargo, todo ha sido modificado; sí, en ellos la tradición ha muerto, no saben ya lo que son ni por qué lo son.

En torno a este concepto se ordenan todas las nociones complementarias de lealtad y de tradición, de soberanía y de derecho. Si se abandona, lealtad, tradición, soberanía y derecho pierden todo su significado, falta un punto fijo con respecto al cual ordenarse.

La situación a la que alude Barrès, parece sacada de nuestra Argentina actual, producto de más de tres décadas de destrucción del ser nacional, de nuestros valores, creencias y tradiciones.

¿Se puede revertir esta apremiante situación y volver a ser una de las naciones más pujantes del continente y del mundo? En lo personal, creo que sí es posible, pero debemos cambiar nuestra forma de pensar, de votar y de vivir. Dejar de pensar en la individualidad y hacerlo en vista de la comunidad, que a la larga termina siendo beneficioso en lo personal. Debemos recuperar valores y tradiciones. Debemos plantarnos en la defensa de nuestros recursos y producción. Debemos quitar cada manzana podrida de la casta política y llevar a la gestión pública a aquellos que defiendan lo nacional, justamente lo contrario de lo que hace nuestra casta política actual.

Estamos inmersos en un sistema perverso, lleno de promesas de campaña que una vez logrados los votos que le dan la mayoría, dejan caer en el olvido y se dedican a llenar sus propias arcas, olvidando las promesas de campaña y sumiendo al pueblo en la miseria, exprimiéndolo para seguir siendo la casta dominante, privilegiada y eternizada en el poder.

Argentina ha sido en algún momento de su historia, el “granero del mundo”. Al llegar la IIGM abastecía las necesidades alimentarias de una Europa devastada. Los ingresos eran cuantiosos, pero luego, masas de hombres, que ascendían a millones de individuos, abandonaron el campo para ir a las grandes ciudades a fin de ganarse la vida en calidad de obreros de fábrica en las industrias recientemente creadas. De alguna manera fue el principio de la debacle. Hoy en día, en el mundo hay una gran demanda de alimentos, nosotros tenemos la capacidad de proveerlos sacando provecho de nuestra bendecida tierra, pero por el contrario, nuestros gobiernos de las últimas tres décadas se han dedicado a perseguir y destruir a pequeños y medianos productores, dejando al campo en un estado de emergencia que ojalá pueda revertirse. No es gratuito que al no ocupar el lugar de proveedor, se favorezca a mercados como Ucrania, EEUU y Brasil, no es casualidad, es connivencia.

No podemos competir en industria electrónica ni automotriz con el Tigre asiático, pero sí podemos competir y sobresalir en la industria alimenticia. Hacerlo es una obligación de nuestros gobernantes.

Lamentablemente, desde hace más de tres décadas, nuestros gobernantes, en mayor o menor medida han sido influidos por ideas marxistas. Lo importante es tomar en cuenta que para el marxismo, todo el sistema democrático no es, en el mejor de los casos, más que un medio para llegar a sus fines: se sirve de él para paralizar al adversario y dejar libre su campo de acción. El marxismo apoyará a la democracia mientras no haya logrado, persiguiendo tortuosamente sus designios destructores, ganar la confianza del espíritu nacional que quiere destruir.

Durante las últimas tres décadas, cada gobierno electo por el pueblo se ha dedicado a destruir las fuerzas armadas y de seguridad, dejando indefensa a la Nación ante eventuales hipótesis de conflicto, tanto externas como internas, lo que constituye lisa y llanamente “Alta traición a la Patria”. Cada uno de ellos lo ha hecho esgrimiendo su derecho como “Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas”, derecho que trae consigo obligaciones y castigos por incumplimiento. Por ser cada uno de ellos “Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas” y perpetrar alta traición a la Patria, los debe juzgar la justicia militar…  y la traición se paga con la vida.

¿Pero qué podríamos considerar traición a la Patria?…

En esta primera entrega analizaremos brevemente la gestión de Raúl Alfonsín:

    • La entrega de territorio nacional, con Picton, Lennox y Nueva, (también llamadas islas del Beagle), que trajo por consecuencia la pérdida de la soberanía del paso bioceánico, de porción de la Isla de Tierra del Fuego, (por lo cual debemos de hacer aduana al ir del continente a la isla), de porción del sector antártico, y con ello, de enorme cantidad de recursos económicos producto de la explotación minera, pesquera y petrolera, dejando todos esos recursos en manos del estado chileno.
    • Juzgamiento de los militares que combatieron a la subversión cumpliendo las órdenes del gobierno democrático de la Presidente María Estela Martínez de Perón, según Decreto 2772/75, firmado entre otros políticos, por Ítalo Luder (quien ocupó interinamente la presidencia de la Nación durante una licencia por razones de salud de la Presidente María Estela Martínez de Perón. En este período Luder firmó los decretos 2770, 2771, y 2772, creó un Consejo de Seguridad Interior integrado por el presidente y los jefes de las fuerzas armadas, y extendió a todo el país la política de «aniquilar» el accionar de los «elementos subversivos»), Manuel Arauz Castex (Ministro de Relaciones Exteriores y Culto), Tomás  Vottero (Ministro de Defensa), Carlos Emery (Ministro de Bienestar Social y Salud Pública), Carlos Ruckauf (Ministro de Trabajo), Antonio Cafiero (Ministro de Economía de la Nación) y Ángel Federico Robledo (Ministro del Interior).

Muchos de ellos, transformados en diciembre de 1983 en adalides de la “democracia”, borraron con el codo lo que escribieron con la mano y olvidando las órdenes por ellos emitidas, comenzaron una “caza de brujas” que aún no ha terminado.

El juicio de la Junta Militar en septiembre de 1985 fue la primera andanada de la campaña por «reformar» las Fuerzas Armadas hasta su extinción, mediante operaciones prácticas tales como la guerra psicológica. Ese juicio, orquestado por el gobierno de Raúl Alfonsín y los cabilderos internacionales de los derechos humanos, especialmente los congregados en el gobierno de Jimmy Carter en los Estados Unidos, se copió de los juicios de Nremberg, posteriores a la Segunda Guerra Mundial, a criminales de guerra nazis, con todo y la consigna de «nunca más»

Pero los integrantes de la junta militar, y por extensión toda la institución castrense, fueron enjuiciados, sobre todo, por osar enfrentarse a los británicos, y en segundo lugar por librar la guerra contra la subversión comunista: la llamada «guerra sucia». Esos fueron los delitos por los que se les envió a prisión, transmitiendo un claro mensaje al resto de las Fuerzas Armadas, lo mismo que a la población argentina.

El patriotismo dentro de las fuerzas armadas se pagó muy caro… y aún lo siguen pagando, muchos aún sin sentencia firme. Lo contrario ocurre con aquellos que delinquen y sumen en el miedo a la sociedad argentina en su totalidad.

Como lo documentó el Coronel Seineldín en su alegato ante la Cámara Federal, a lo largo de todo el resto del gobierno de Alfonsín y luego durante el de Carlos Menem, la política del gobierno para con las Fuerzas Armadas ha consistido de una tras otra provocación: hostigamiento y maltrato de oficiales nacionalistas, drásticas reducciones del presupuesto y retiro forzado de personal de alto rango, bajos salarios, el cercenamiento de las capacidades tecnológicas de la institución, y el constante incumplimiento de cualquier promesa de desagraviar la institución y subsanar sus condiciones.

Seineldín explicaba que la política de Alfonsín apuntaba, sobre todo, a destruir la misión de las Fuerzas Armadas en tanto «brazo armado de la Patria», eliminar el concepto de la «hipótesis de conflicto» y, por último, acabar con el papel de la institución como protectora de «los más altos intereses de la Nación». En palabras del mismo Seineldín, ello condujo a «la desmoralización y el deterioro del material y personal de las Fuerzas Armadas y, sobre todo, la desmoralización».

Alfonsín inicia el ataque contra la Iglesia, como fuerza espiritual. Continúa su ataque contra la pequeña y mediana empresa, la empresa industrial y los gremios. La idea era demoler la Argentina tradicional. Pero la maniobra más importante que el doctor Alfonsín realiza fue una maniobra de desculturalización, utilizando las técnicas gramscianas, lo que provoca una desorientación en todo el pueblo argentino, tratando de reemplazar los valores tradicionales por los valores nuevos, o llamémoslos los «anti valores». Tomemos en cuenta que el doctor Alfonsín era un agente de la Segunda Internacional Roja.

Finalizó el gobierno de Alfonsín con una debilidad inmensa de la Iglesia y la proliferación de las sectas; con un fracaso en la dirigencia política producto de los errores, de los desvíos y fundamentalmente por la gran crisis, por la gran corrupción dirigencial que tenía; debilitada la pequeña y mediana empresa y, sobre todo, la industrial y, por supuesto, comienza el endeudamiento, que habíamos quedado que se va a instalar un sistema financiero de especulación.

Pero muy especialmente queda el pueblo argentino en una desorientación total, por la forma como atentaron contra las inteligencias nacionales.

Si esto no constituye alta traición a la Patria, ¿qué lo hará?.

Es hora que los gobernantes comiencen a manejarse con austeridad para poder sacar este maravilloso país adelante. Esperemos lo entiendan de una vez por todas para poder ocupar el lugar que nos merecemos entre las naciones del mundo. Quizás sea hora de releer la historia, que ha demostrado ser cíclica. Miremos a Esparta si es necesario, cuna de grandes guerreros.

“Indiscutiblemente, la sociedad espartana fue austera. Hasta el día de hoy hablamos de la «sobriedad espartana». Lo que pasa es que, en la enorme mayoría de los casos, se la entiende mal. Sobriedad no significa conformarse con menos. Significa no arruinarse la vida deseando más de lo necesario. Ser sobrio significa no gastar toda una existencia persiguiendo lo prescindible. Ser austero no significa ser «menos», o tener «menos». Ser austero significa exigir lo preciso y desechar lo superfluo. No es una cuestión de cantidad. Es una cuestión de sabiduría”.

Es hora de devolver a las Fuerzas Armadas y de seguridad el papel que les corresponde dentro de una Nación constituida. Debe cesar la destrucción sistemática de las últimas tres décadas. Debemos volver a equiparlas y restituir el fuego sagrado que alguna vez fue su norte.

Se deben aplicar las leyes para todos por igual, no debemos olvidar las palabras del General Osiris Villegas:

“Cuando las leyes callan, hablan las armas”.

Hay que terminar con la traición perpetrada a las Fuerzas Armadas, que fueron enviadas a acabar con la subversión marxista y apátrida, restituir el honor y el valor histórico. Que vuelvan a sentir el orgullo de pertenecer a la Fuerza. Que los políticos dejen de sembrar el odio y la marginación a nuestros hombres de armas, no olvidemos la historia, no repitamos viejos errores.

Del siguiente texto, que cierra esta primera entrega, cualquier parecido con nuestra realidad… no es pura coincidencia.

“Nos habían dicho, al abandonar la tierra madre, que partíamos para defender los derechos sagrados de tantos ciudadanos allá lejos asentados, de tantos años de presencia y de tantos beneficios aportados a pueblos que necesitan nuestra ayuda y nuestra civilización.

Hemos podido comprobar que todo era verdad, y porque lo era no vacilamos en derramar el tributo de nuestra sangre, en sacrificar nuestra juventud y nuestras esperanzas. No nos quejamos, pero, mientras aquí estamos animados por este estado de espíritu, me dicen que en Roma se suceden conjuras y maquinaciones, que florece la traición y que muchos, cansados y conturbados, prestan complacientes oídos a las más bajas tentaciones de abandono, vilipendiando así nuestra acción.

No puedo creer que todo esto sea verdad, y, sin embargo, las guerras recientes han demostrado hasta qué punto puede ser perniciosa tal situación y hasta dónde puede conducir.

Te lo ruego, tranquilízame lo más rápidamente posible y dime que nuestros conciudadanos nos comprenden, nos sostienen y nos protegen como nosotros protegemos la grandeza del Imperio.

Si ha de ser de otro modo, si tenemos que dejar vanamente nuestros huesos calcinados por las sendas del desierto, entonces, ¡cuidado con la ira de las Legiones!”

MARCUS FLAVINIUS

(Centurión de la 2* Cohorte de la Legión Augusta, a su primo Tertullus, de Roma).

Por Der Landsmann para SAEEG.


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Bibliografía:

  • Doctrines du Nationalisme, Jacques Ploncard d’Assac.
  • “El complot para aniquilar a las Fuerzas Armadas y a las naciones de Iberoamérica” – Gretchen Small y Dennis Small (coord.).
  • Denes Martos – Los Espartanos.
  • Jean Larteguy – Los Centuriones.

    ©2019-saeeg®

La profecía de Tocqueville sobre EE.UU. y Rusia

Por Agustín Saavedra Weise (*)

Introducción

El pensador francés Alexis de Tocqueville (1805-59) no se equivocó cuando predijo que algún día Rusia y América (Estados Unidos), tendrían objetivos comunes y compartirían el mundo. Durante la Segunda Guerra Mundial fueron aliados; su objetivo común era derrotar a las potencias fascistas del Eje. A partir de mediados de 1945 la entonces poderosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se expandió hacia el oeste hasta límites no soñados otrora por los monarcas del Ducado de Moscowa. Estuvo muy cerca de llegar a puertos de aguas cálidas, el máximo objetivo histórico del Zar de todas las Rusias: Kievan Rus (hoy Ucrania), Rusia y Bielorrusia. En los lugares ocupados por la totalitaria URSS cayó finalmente la cortina de hierro, pronosticada por Joseph Goebbels y popularizada por Winston Churchill, personaje que se copió el término y lo divulgó urbi et orbe.

La URSS se pertrechó en sus extensas fronteras y cubrió su periferia con países satélites teóricamente independientes, pero que seguían las órdenes de Moscú al pie de la letra. Al trazarse la línea Oder-Neisse como límite de una Alemania vencida y dividida (se la despojó de Prusia oriental más todos sus extensos territorios del este), si bien las potencias occidentales aceptaron tal cosa y el inevitable posterior penoso flujo de millones de refugiados, desde ese momento —al ver la cruda realidad geopolítica— se pusieron en guardia. Aunque los acuerdos de Yalta entre los principales vencedores (Estados Unidos, Reino Unido y URSS) preveían estas acciones, una cosa fue el papel y otra lo tangible. El avance soviético hacia el oeste había llegado demasiado lejos; finalmente las potencias anglosajonas percibieron que el comunismo quería tener dimensión universal y expandirse por doquier. Allí comenzó en forma efectiva la Guerra Fría que ya se insinuaba desde principios de 1945.

La Guerra Fría

Así, pues, tras superar el objetivo común de destruir al fascismo se pasó luego a una etapa de mutuo recelo entre la URSS y EE.UU. que estuvo plagada de amenazas mutuas y con la gestación de alianzas desde ambas partes. Por el llamado “Mundo Libre” surgió la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y por parte de Moscú el Pacto de Varsovia. Se inició así el largo período de la denominada “Guerra Fría”, etapa durante la cual hubo muchas tensiones pero felizmente nunca se llegó a una confrontación nuclear, aunque se estuvo muy cerca en la crisis de los misiles con Cuba de octubre 1962. Los arsenales de EE.UU. y de la URSS siguieron creciendo y aunque se firmaron acuerdos limitativos en materia de ojivas nucleares, se vivieron años de inquietud permanente y plagados de intervenciones aisladas de las superpotencias en los marcos de sus respectivas zonas de influencia. Al colapsar la URSS en 1991 por el fracaso del largo experimento comunista, surgieron 15 naciones independientes. La más extensa y dominante de ellas —la Federación de Rusia— retomó su nombre tradicional y ocupó el sitio de la URSS en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La debacle comunista estuvo precedida de un fenómeno similar en Alemania oriental al desplomarse el muro de Berlín en octubre de 1989, prueba palpable del enorme descontento de millones de personas que se sintieron engañadas por un comunismo que les prometió mucho y cumplió poco. Se iniciaba una nueva era y se habló hasta del “fin de la historia”. En realidad, más bien se gestaba una nueva historia que recién comenzaba… Varios historiadores han marcado —desde el punto de vista socio-político— el derrumbe del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética como la conclusión efectiva del siglo XX y el inicio del siglo XXI, período que —en términos meramente numéricos— ya hace 18 años que transitamos.

Etapa confusa

Hasta aquí se habían cumplido dos de las profecías de Tocqueville: Rusia y Estados Unidos estuvieron juntos para derrotar al totalitarismo que representaba la Alemania de Hitler y luego se dividieron el mundo en la defensa por cada potencia de su ideología: el comunismo por Moscú y la democracia liberal por Washington. Pero lo más interesante fue lo que expresó el francés en 1835: «Hoy en día hay dos grandes pueblos en la tierra que, comenzando desde diferentes puntos, parecen avanzar hacia el mismo objetivo: estos son los rusos y los angloamericanos»;. Y agregó: «todos los demás pueblos parecen haber llegado casi a los límites trazados por la naturaleza, y no tienen nada más que hacer que mantenerse; pero estos dos seguirán creciendo». Por otro lado, lo manifestado en el testamento político de Adolf Hitler es también sorprendente: “Con la derrota del Reich y la espera del surgimiento de los nacionalismos asiático, africano y tal vez sudamericano, solo quedarán en el mundo dos grandes potencias capaces de enfrentarse entre sí: los Estados Unidos y la Rusia soviética. Las leyes de la historia y la geografía obligarán a estos dos poderes a una prueba de fuerza, ya sea militar o en los campos de la economía y la ideología. Estas mismas leyes hacen inevitable que ambas potencias se conviertan en enemigas de Europa. Y es igualmente cierto que estas dos potencias, tarde o temprano, encontrarán deseable buscar el apoyo de la única gran nación sobreviviente en Europa: el pueblo alemán”. No en vano hoy en día EE.UU. y Rusia coquetean con Alemania o la presionan, según propia conveniencia de cada uno…

Y finalmente llegamos al punto de los “propósitos comunes” que anunció Tocqueville. Esta etapa pareció plasmarse luego del fin de la Guerra Fría, cuando un exuberante George Busch padre afirmó que con la caída del comunismo se abrían nuevos horizontes entre Rusia y EE.UU. Poco duró el idilio. Guiados por los ventajistas líderes de Europa occidental, por liberales yanquis anti rusos y por el complejo industrial-militar (en su momento denunciado con alarma por Eisenhower en 1960) los políticos norteamericanos y los medios —en lugar de proseguir su aproximación hacia el otrora rival— los unos lo arrinconaron con el ingreso en la OTAN de todos los ex satélites soviéticos, mientras los medios por su lado arreciaban con la “rivalidad” y “hostilidad” de Rusia, creando imágenes muy negativas o alarmantes en la opinión pública. Esos grupos de presión acosaban al ex enemigo para mostrarlo como un enemigo real, algo que nunca lo fue desde 1991 hasta hoy en día. Tras unos pocos años de confusión, una vez munido de un liderazgo firme, Moscú reaccionó al sentir el peso del cerco gratuitamente erigido a su alrededor. De ahí las incursiones rusas en Ucrania y en otros lugares, siempre en procura de un espacio para que respire el oso ruso, que ha sentido nuevamente el ahogo de un ”corralito” similar al impuesto durante la Guerra Fría. Y en ese estado hemos permanecido hasta hace pocos días en la escala planetaria, con el beneplácito y la alegría de muchos hipócritas e ilusos que no se percataron del mal que estaban ocasionándose a sí mismos y al mundo con ese proceder.

Una nueva era

El encuentro en Helsinki de Donald Trump y Vladimir Putin del pasado 16 de julio —más allá de las personalidades de ambos líderes o de las críticas que se les puedan hacer por otras cuestiones— ha sido de importancia fundamental. Tiende a cambiar un absurdo estado de cosas. Como es sabido, una psicosis francamente alarmante por parte de medios y políticos norteamericanos acerca de las presuntas interferencias de Rusia en las últimas elecciones presidenciales viene siendo objeto de titulares e innumerables comentarios desde hace meses. Seamos francos: EE.UU. es una súperpotencia y una gran democracia; ese tipo de cuestiones no deberían preocuparle a su élite gobernante de la forma inusitada que ha venido sucediendo. Por otro lado, he aquí que mientras la mayoría de los políticos estadounidenses reconocidos como “liberales” y “demócratas” parlotean acerca de la paz, al mismo tiempo paradójicamente se rasgan las vestiduras ante una prueba palpable de paz entre las dos principales potencias nucleares del mundo. Y bien sabemos que la economía de Rusia es actualmente del tamaño de la de Italia o la de Texas, no hace falta que todos repitan lo mismo, pero también sabemos que con 11 husos horarios (desde Kaliningrado hasta Kamchatka) por su enorme extensión geográfica, inmensos recursos naturales y su probada capacidad de expansión socio-cultural en una vasta zona de Eurasia, Rusia no es poca cosa, es un país que obligadamente debe ser tomado en cuenta a nivel planetario. No se trata de un pez chico. El instinto de Trump no le falló.

En el momento presente, la histeria de medios y de políticos estadounidenses la considero verdaderamente lamentable e injustificada frente a la posibilidad concreta de una alianza ruso-americana capaz de generarnos un mundo mejor. El proceso está apenas en sus comienzos, tal vez pueda seguir adelante pese a las presiones o tal vez (ojalá no) fracase como consecuencia de esas injustas presiones e infundados temores. Pero el paso está dado y fue positivo. Aquí se anotó un poroto Donald Trump. En este campo, al menos, ha probado tener mayor visión estratégica que muchos de sus antecesores y opositores.

Conclusiones

Es común el señalar que cuando dos grandes potencias llegan a un acuerdo, casi siempre lo hacen a costillas de otro menos afortunado. Los europeos occidentales temen que sean ellos, pero esos temores carecen de fundamento. Todo lo que Putin quiere son relaciones normales con Occidente, lo cual no es mucho pedir. El candidato número uno para pagar el precio del acercamiento podría ser Palestina y tal vez Irán, de manera marginal. En la conferencia de prensa, sobre las posibles áreas de cooperación entre las dos potencias nucleares, Trump sugirió que los dos podrían acordar ayudar a Israel y Putin no se opuso a la idea. En otro tema, Trump dijo que «nuestros militares» se llevan bien con los rusos y «mejor que con nuestros políticos». La expresión esconde un golpe directo al complejo industrial-militar. Los globalistas neoliberales siguen con su
histeria anti rusa y sin medir consecuencias ni atar cabos en forma racional. El diálogo constructivo entre Estados Unidos y Rusia ofrece la oportunidad de abrir nuevos caminos hacia la paz y la estabilidad en nuestro mundo y eso es bueno. Trump declaró: «Preferiría tomar un riesgo político en pos de la paz que arriesgar la paz en pos de la política». Eso es mucho más de lo que sus enemigos políticos pueden decir, aunque ya llegó el aluvión de acosos de la prensa liberal por la “traición”, agregando una serie de falacias amplificadas que están calando hondo en la mente del ciudadano común. Pero no hay que aflojar, la paz y el futuro del mundo dependen de una durable alianza ruso-americana. Es la real realidad.

Una unión de esfuerzos y propósitos de la dupla Rusia-EE.UU aminorará las ambiciones de una China hambrienta de poder; será un contra peso geopolítico formidable frente al dragón del oriente y en la propia escala mundial. Asimismo, esa unión será exitosa en la lucha contra el terrorismo internacional. Por su lado, los europeos verán si les conviene seguir con su actitud agresiva hacia Rusia o asumir con aguda visión realista los retos del momento y permitir que Rusia mantenga su tradicional área de influencia en el espacio post soviético.

Deseo sinceramente que la aproximación entre Moscú y Washington se profundice, pero aún dudo que ella se concrete en plenitud, por lo brevemente expresado en estas líneas. Los intereses en contra son muchos, sobre todo en un país como EE.UU. donde el cabildeo de intereses sectarios, las presiones económico-financieras, la creación gratuita de escándalos, la exageración mediática (linda con la histeria) y el complejo industrial-militar, manejan en conjunto vitales hilos de poder e influencia… En fin, debemos confiar en que la predicción del genio de Tocqueville se cumplirá, para el bien de dos grandes naciones y del mundo en general.

(*) Agustín Saavedra Weise: Ex Canciller de Bolivia, economista y politólogo.

©2018-SAEEG

El separatismo en “Süd-Tirol”

Marcelo Javier de los Reyes*

Bandera de Tirol del Sur

 

La historia reciente

Escocia y Cataluña son las regiones protagonistas en los medios debido a la intención de una buena parte de su población de lograr la independencia respecto del Reino Unido y de España, respectivamente. No son las únicas y muchas se encuentran en Europa. Una de ellas es “Süd- Tirol”, “Tirol del Sur” o “Provincia Autónoma de Bolzano” o “Alto Adigio”, localizada al norte de Italia en la frontera con Austria. La mayoría de la población habla alemán, aproximadamente el 70%, un 25% italiano y una pequeña minoría el ladino, lengua del grupo de las retorromance ―rätomanisch para los lingüistas alemanes―, una diversidad de lenguas neolatinas habladas primordialmente en la región alpina central y oriental. Debido a que está localizada en los valles de los Dolomitas también es denominada ladino dolomita.

Cuando el Imperio austrohúngaro le declaró la guerra a Serbia tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando y su esposa, ocurrido el 28 de junio de 1914 a manos del joven serbio Gavrilo Princip, miembro de la asociación secreta nacionalista “Mano Negra”, Italia decidió mantenerse neutral y no honrar sus compromisos con sus socios de la Triple Alianza, pacto militar entre el Imperio Alemán, el Imperio Austro-Húngaro e Italia firmado en mayo de 1882.

Durante la Primera Guerra Mundial se llevaron a cabo negociaciones secretas entre los gobiernos del Reino Unido, Francia e Italia con la intención de que esta última ingresara al conflicto del lado de la Triple Entente para lo cual debía renunciar a su alianza con los imperios centrales. El gobierno de Roma puso condiciones, exigiendo que se le entregada el Süd-Tirol, el Trentino, Dalmacia, etc. El Reino Unido, Francia y Rusia presionaban a Italia para atraerla a su bando, mientras que el embajador del Imperio alemán en Roma, el Príncipe Bernhard von Büllow, hombre de entera confianza del Káiser Guillermo II, trataba de mantener a Italia dentro la Triple Alianza[1].

En abril de 1915 Italia, Francia, el Reino Unido y Rusia firmaron en Londres un tratado secreto por el cual le prometieron al gobierno de Roma que, a cambio de declararle la guerra a sus antiguos aliados, recibiría en compensación Tirol del Sur, la península de Istria y Dalmacia y se le reconocería su soberanía sobre las islas del Dodecaneso, ocupadas por Italia desde 1912[2]. Los miembros de la Entente también prometieron al gobierno de Italia, aunque más vagamente “una participación justa” si Turquía llegaba a dividirse y una compensación territorial en África. En función de estas promesas, Italia le declaró la guerra al Imperio austrohúngaro en mayo de 1915[3].

Las motivaciones que impulsan el separatismo son económicas, políticas, históricas y sociales. Luego de la Primera Guerra Mundial esta región que pertenecía al Imperio austrohúngaro quedó bajo la jurisdicción de Italia y la población mayoritaria, de origen austríaco, debió soportar la opresión del fascismo. En 1923 Ettore Tolomei fue elegido senador y se propuso italianizar la región, estableciendo que el italiano fuera el único idioma oficial de la región. Su propósito no hacía más que responder al concepto fascista de “nación” que tenía como objetivo excluir todo “cuerpo extraño y no atribuible a la idea de nación fuerte, homogénea, preparada para la primacía ideal e histórica de Italia sobre las otras naciones y pueblos”[4].

Tirol del Sur, Venecia Julia ―ambas regiones anexionadas tras la Primera Guerra Mundial― y el Valle de Aosta ―con población francófona― constituían una minoría lingüística que representaba el 2% de la población del país[5].

En realidad el lingüista y geógrafo Ettore Tolomei fue quien impulsó, dentro del fascismo, la concepción de italianizar las regiones en las que predominaban las minorías lingüísticas. De ese modo, fue prohibida la denominación de Sudtirolo (Tirol del Sur), siendo reemplazada por la de Alto Adige (Alto Adigio) ―cuyo gentilicio es altoatesino― y en 1926 se constituyó la provincia de Bolzano, separada de la de Trento, se procedió a expulsar a la población de origen austríaco y el italiano se instituyó como lengua oficial, se italianizó la toponimia de la región y se llegó a prohibir el uso del alemán incluso en las lápidas[6]. En este sentido, se procedió a favorecer la inmigración de los italianos a la región, pasando de un 3% de personas de lengua italiana en 1918 a un 35% en 1943[7].

El 12 de marzo de 1938 Adolf Hitler procedió al Anschluss (“anexión”) de Austria al Tercer Reich y en octubre de ese año las tropas alemanas ocuparon la región de los Sudetes en Checoslovaquia, en la que residía una comunidad alemana. Con antelación a esta última ocupación, en el mes de mayo, Hitler se reunió con su aliado Benito Mussolini en Roma, tras lo cual “Il Duce”, les otorgó a los alemanes y ladinos residentes en Alto Adige la posibilidad de sumarse a la Volksgemeinschaft (Comunidad del Pueblo), lo que significaba que debían dejar Italia y trasladarse con sus bienes a alguna región que integrara el Tercer Reich.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, la región fue obteniendo, paulatinamente, una mayor autonomía, tanto política como idiomática, pues el alemán fue establecido como idioma oficial junto con el italiano y se estableció una toponimia bilingüe, aunque eso ha abierto un nuevo capítulo que divide a la población. El 5 de septiembre de 1946 el primer ministro de Italia, Alcide de Gasperi, y su par austríaco, Karl Gruber, convinieron en otorgarle la autonomía a la región, la que con el correr del tiempo se fue ampliando.

A mediados de la década de 1950 Sepp Kerschbaumer (1913-1964) y otros ocho partidarios de la secesión de Italia crearon el Befreiungsausschuss Südtirol, BAS, (Comité de Liberación del Tirol del Sur), una organización separatista que operaba en la región de Tirol del Sur y, esporádicamente, en todo el territorio de Italia —principalmente en el norte— en un principio con medios políticos y luego mediante ataques a la infraestructura y actos terroristas. El propósito del BAS era obtener la autodeterminación de la población de Tirol del Sur y se mantuvo operativo hasta 1969. Uno de sus miembros, Georg Klotz, huyó de la justicia italiana —acusado de atentar contra torres de alta tensión y comisarías de policía— y murió exiliado en la pequeña ciudad austríaca de Schönberg im Stubaital[8].

A fines de 1970 la región incrementó su autonomía y, gracias a ese acuerdo, el 90% de los impuestos que pagan los habitantes queda en Tirol del Sur. Sin embargo, ante la crisis que atraviesa Italia, el gobierno central pretende que Tirol del Sur haga un aporte mayor, lo cual entra en colisión con el acuerdo de autonomía[9].

El separatismo sobre el tapete

En la actualidad Süd-Tirol es una provincia rica dentro de un país altamente endeudado, Italia, y el resentimiento entre quienes hablan italiano y quienes hablan alemán se ha exacerbado. El tema del separatismo encuentra nuevamente adherentes y uno de los grupos que lo encabeza es el movimiento Südtiroler Schützenbund (Federación de Tiradores de Tirol del Sur). Los separatistas proponen la reunificación con Tirol del Norte, Austria[10] y que se eliminen todos los nombres italianizados impuestos por Tolomei. Desde 2007 los separatistas se agruparon en el partido Süd-Tiroler Freiheit (Libertad para Tirol del Sur) quienes aspiran a la autodeterminación y a la petición del pasaporte austríaco, según lo expresado por Eva Klotz, la fundadora del grupo e hija del fallecido Georg, miembro del BAS[11].

En la provincia pueden verse carteles con la leyenda “Tirol del Sur no es Italia”

En abril de 2016 Austria anunció que reforzaría las fronteras con Italia debido a que el cierre de las rutas de los Balcanes obliga a los migrantes a utilizar nuevas vías en Europa. Además advirtió a Italia que debe reducir el flujo de migrantes que se dirigen a la frontera ya que la península se ha convertido en el nuevo punto de entrada principal a la Unión Europea con un aumento en la llegada de refugiados[12]. Esta situación se generó a causa de un aumento de las embarcaciones con migrantes que llegan a Italia desde Libia.

Sin embargo, no sólo los separatistas están interviniendo en la cuestión de Tirol del Sur, pues el gobierno de Austria —encabezado por el canciller Sebastian Kurz del Österreichische Volkspartei, ÖVP (Partido Popular Austríaco)— anunció el 18 de diciembre de 2017, a través de Werner Neuberger —responsable para la relación con Alto Adigio/Tirol del Sur y miembro del partido de ultraderecha Freiheitliche Partei Österreichs, FPÖ, (Partido de la Libertad de Austria)— que otorgaría la ciudadanía austríaca a las personas de habla germana y ladina de esa región italiana, la cual alcanza, actualmente, al 75% de la población de esa provincia[13].

Por su parte, el gobierno italiano, liderado por Paolo Gentolini, ha considerado la medida austríaca como una provocación y le restó importancia al doble pasaporte debido a que tanto Italia como Austria son miembros de la Unión Europea. No obstante, la avanzada austríaca no se limita sólo a los pasaportes sino también a que deportistas italianos de la provincia compitan como austríacos en el futuro. Werner Neubauer expresó que los deportistas surtiroleses podrán escoger participar en selecciones austríacas y hasta “podría ser interesante para algunos emprender una carrera militar en Austria”[14]. Cabe agregar que Austria mantiene el servicio militar obligatorio, en oposición a la tendencia del resto de los países de Europa.

El presidente del Parlamento Europeo, el italiano Antonio Tajani, manifestó que “Europa tiene muchos defectos, pero ha cerrado la era de los nacionalismos”[15].

Algunas consideraciones

La decisión del gobierno de Viena de otorgar pasaportes a los ciudadanos de habla germana y ladina de Tirol del Sur se promueve en un contexto de convivencia pacífica entre dos Estados miembros de la Unión Europea, ocasionando una tensión de consideración entre ambos gobiernos y generando serias expectativas entre los miembros de esas comunidades lingüísticas. Si se observa la bandera de la provincia pueden apreciarse los colores de la bandera austríaca y el águila imperial.

Por un lado, incentiva a esas comunidades el sentimiento de separatismo y, por otro, prepararía el escenario ideal para que, en un futuro, se lleve a cabo un referéndum —siguiendo el modelo de Escocia— que aseguraría la ruptura de esa provincia con Italia y su anexión a Austria.

Por último, la afirmación del presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, acerca de que Europa “ha cerrado la era de los nacionalismos”, parecería ser más una expresión de deseos que una realidad habida cuenta que en muchos países europeos existen regiones que aspiran a su independencia.

*Licenciado en Historia, graduado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG).


Referencias

[1] Jacques De Launay. La Diplomacia Secreta Durante las dos Guerras Mundiales. Bogotá: Norma, 2009, p. 28 y ss.

[2] Bernard Wasserstein. Barbarie y civilización: una historia de la Europa de nuestro tiempo. Barcelona: Ariel, 2010, p. 81.

[3] .Ídem

[4] Patrizia Dogliani. El fascismo de los italianos. Una historia social. Valencia: Publicacions de la Universitat de València (PUV), 2017, p. 307.

[5] Ídem.

[6] Ibíd., p. 308.

[7] Ibíd., p. 309.

[8] Irene Savio. “Guerra de pasaportes: Italia y Austria, enfrentadas por la minoría del Tirol del Sur”. En: El Confidencial, 21/12/2017, <https://www.elconfidencial.com/mundo/2017-12-21/pasaportes-tirol-sur-italia-minoria-austriaca_1496162/>, [consulta: 22/12/2017].

[9] “Pueblo sin identidad: son italianos, hablan alemán y quieren ser austríacos”. En: La Nación, 11/12/2012, <https://www.lanacion.com.ar/1535729-pueblo-sin-identidad-son-italianos-hablan-aleman-y-quieren-ser-austriacos>, [consulta: 12/10/2017].

[10] Ídem.

[11] Irene Savio. Op. cit.

[12] Julian Robinson. “Now Austria will reinforce borders with Italy as the closure of the Balkan routes forces migrants to use new ways into Europe”. En: Daily Mail, 20/04/2016, <http://www.dailymail.co.uk/news/article-3550056/Now-Austria-reinforce-borders-ITALY-closure-Balkan-routes-forces-migrants-use-new-ways-Europe.html>, [consulta: 07/06/2017].

[13] Ídem.

[14] Eusebio Val. “Italia y Austria chocan por el Tirol”. En: La Vanguardia, 19/12/2017, <http://www.lavanguardia.com/internacional/20171219/433750150966/italia-austria-tirol-pasaportes-alto-adigio.html>, [consulta: 19/12/2017].

[15] Ídem.


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