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INCONVENIENTES PARA NAVEGAR POR EL CANAL TAMENGO

Agustín Saavedra Weise*

Canal Tamengo. Fuente: Ministerio de Defensa del Estado Plurinacional de Bolivia, http://www.mindef.gob.bo/maritima/cancaltamengo.html

 

El canal Tamengo es esencial para la salida de Bolivia hacia el Atlántico por medio de la hidrovía Paraguay-Paraná. Pese a tener importancia geopolítica y geoeconómica casi suprema, este curso de navegación —que partiendo de laguna Cáceres nos conecta con el eje fluvial central— deja bastante que desear. Persisten problemas; los someramente enumerados acá son solo algunos de los más relevantes.

La hidrovía ocupa el 17% de la superficie sudamericana. Su área de influencia engloba alrededor de 100 millones de personas. Desde Bolivia y a través del Canal Tamengo, los tres puertos habilitados (Jennefer, Aguirre y Gravetal) han estado moviendo más de un millón y medio de toneladas año. El futuro incremento de cargas, con el transporte del mineral de hierro del Mutún y el natural crecimiento de la producción regional, amenaza con embotellar nuestro conducto hacia la hidrovía si no se toman medidas para hacerlo más eficiente, necesidad vital, máxime tras el estrepitoso fracaso en La Haya del gobierno de Evo Morales en su litigio legal con Chile. Y como Puerto Busch —nuestra única salida soberana al río Paraguay— aún sigue siendo un proyecto, debe maximizarse lo que se tiene, sin perder el tiempo.

El Tamengo arrastra sedimentos, camalotes y otras especies vegetales que pululan a lo largo de las bandas del canal, dificultando la navegabilidad. Existen otros obstáculos de diversa laya que felizmente son solucionables. Tiempo atrás, las autoridades brasileñas locales construyeron en un sector del Canal una toma de agua que luego fue transformada en “monumento”. Esta estructura dificulta sobremanera la navegabilidad; debe ser removida o trasladada. Asimismo, el dragado del canal debería ser responsabilidad conjunta de ambos países, pero con preponderancia del Brasil, por un simple tema de asimetrías. Hasta ahora sigue ahí el tal “monumento” y el dragado es esporádico. Sabemos que existe un esquema de cooperación holandesa para el tema camalotes; confiemos que se encamine hacia lo práctico pronto. Y para colmo, del lado nacional, se nos ha informado que como ni Quijarro ni Puerto Suárez tienen programas de saneamiento hídrico, sus aguas servidas se descargan en la laguna Cáceres, algo que obviamente irrita a los brasileños, que también usan dichas aguas para sus necesidades básicas. Parece que ninguna de esas dos localidades tiene programas de saneamiento y potabilización. Es más, fuentes fidedignas han señalado —además— que hasta los militares bolivianos asentados en la zona largan sus desperdicios a la laguna, otro elemento irritante y que, de ser cierto sería bien que la Armada lo rectifique o aclare.

Al margen de esas fallas que pueden solucionarse mediante entendimientos constructivos, cabe resaltar un factor jurídico fundamental: el artículo 5º del tratado de Petrópolis de 1903 sentó las bases de la más amplia libertad de tránsito terrestre y navegación fluvial, tanto para Bolivia como para Brasil, derecho reconocido a perpetuidad. Sobre estas bases hay que lograr acuerdos que fortifiquen la integración bilateral y mejoren la navegabilidad de este curso de agua tan importante para las exportaciones de nuestro país.

El Sistema de la Cuenca del Plata incluye al Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del Plata (Fonplata), Banco de Desarrollo con sede en Santa Cruz de la Sierra y que podría ser fuente tanto de financiamiento como de ayuda técnica. Debemos ser proactivos en este vital campo; camarón que se duerme es arrastrado por la corriente…

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/168055_inconvenientes-para-navegar-por-el-canal-tamengo

LA URGENTE NECESIDAD DE POLÍTICAS INTEGRALES

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de Wokandapix en Pixabay

En castellano no contamos con diferentes palabras para los términos en inglés “policy” y “politics”. Ambos se traducen como “política”, pese a sus connotaciones diferentes. La política trata del gobierno y la organización de las sociedades. Política es la actividad de los que gobiernan —o aspiran a gobernar— los asuntos de un país. Es válido expresar, además, que la política es el proceso de tomar decisiones aplicables a todos los miembros de una comunidad por parte de quienes tienen el poder.

La capacidad de modificar la conducta de otros se refleja en el poder, elemento básico de la vida política; quien decide cómo se distribuirán los bienes en una sociedad debe tener autoridad (poder) para hacerlo. Así sucesivamente, el estudio de la Ciencia Política nos puede llevar hacia modelos más sofisticados, pero lo esencial es saber que la actividad política se centra en el poder y en la lucha por alcanzar ese poder, o por preservarlo.

Por otro lado, la expresión anglosajona “policy” implica tomar un curso de acción determinado y propuesto por un gobierno, asociación “x” o un simple ciudadano. Es así que se habla de “excelentes políticas asumidas (“policies”) o de “erráticas políticas (“policies”). Al no disponer del término “policy” en castellano, urge agregar algo para que se diferencie de la política en sí. Es posible mencionar “políticas integrales” o “políticas estructurales”; otros pueden referirse a políticas de corto, mediano o largo plazo. En definitiva, las políticas siempre implican un plan de acción propuesto en el marco del poder político y con el fin de darle rumbo determinado a una sociedad.

En Bolivia últimamente hemos tenido exceso de política y falta de políticas. Casi todo es manejado por la coyuntura o motivado por la presión que ejerce sobre la comunidad política (en democracia) la proximidad de una elección para definir quién o quiénes serán los futuros detentadores del poder. Y en ese combate pacífico entre ideas y propuestas se pierde la perspectiva. Es lo que nos señaló con acierto Manfredo Kempff en su columna del sábado 8 de febrero pasado titulada “Terremoto electoral”. Básicamente se refirió a que nadie en estos momentos provee políticas que reflejen cambios de estructura. Todos los contendientes para las elecciones del 3 de mayo compiten sobre las mismas reglas, tampoco están presentando novedades que atraigan al votante, salvo las usuales promesas de “desarrollo”, “estabilidad”, “más empleo”, etc. Faltan políticas integrales. Nos guste o no, el MAS en el pasado presentó e impuso su concepción y hasta la plasmó en un texto constitucional extenso, teñido de sangre, con fuerte oposición en Santa Cruz y otras regiones. Pero al final, en 2009, se impuso la ilegalidad de ese amañado texto constitucional con el baño de legalidad de un referendo.

Ahora urge que quienes tienen la posibilidad de seguir manteniendo a nuestra Bolivia en democracia (impidiendo el retorno del autoritarismo) tengan la capacidad de presentar políticas basadas en el retorno a cauces constitucionales sensatos y coherentes, en lugar de mantener la demagógica CPE vigente. Al respecto, creo que las constituciones de 1967 y la de 2004 —con las reformas agregadas en la breve presidencia de Carlos Mesa— son instrumentos más sólidos y modernos que la demagógica CPE actual, plagada de errores de sintaxis y de tamaño enciclopédico.

Quienes posibilitaron el triunfo del movimiento cívico de noviembre 2019 espero que consideren algunos de estos aspectos e incluyan en sus plataformas electorales políticas (“policies”) integrales. Hace falta una visión más amplia de la Bolivia que queremos y de lo que debe hacerse para lograrla. Menos política y más “policy”, es lo que precisamos aquí y ahora.

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de Diario Nuevo Sur, Bolivia, https://eldeber.com.bo/167527_la-urgente-necesidad-de-politicas-integrales

FRENOS Y ESTÍMULOS PARA CRECER CON LIBERTAD ECONÓMICA

Agustín Saavedra Weise*

Joseph Alois Schumpeter (1883-1950) 

El gran economista austríaco Joseph Alois Schumpeter, creador de la teoría de la innovación y divulgador del proceso de destrucción creativa (1883-1950) repetía una metáfora que —dicha ya en su ancianidad— sigue siendo válida para este agitado tercer milenio: “un auto anda más rápido por la sencilla razón de tener frenos”. Y el capitalismo los debe tener también, si es que quiere marchar ordenadamente. En la empresa privada no todo son ganancias, existe además una importante función comunitaria. El ingrediente social es básico, ahí cabe la intervención estatal como ente regulador y factor de equilibrio, no como propietario o competencia, ya que —por lo general— cuando el Estado administra en forma directa nunca lo hace bien.

El Estado debe actuar imponiendo carriles de funcionamiento y mecanismos reguladores, todo ello en un marco de libertad económica y con respeto al mercado, pero respetando aún más —y vigilando— la obligación imperiosa de las grandes empresas de servir a la comunidad, no servirse de ella. Sin un Estado que regule y arbitre, el capitalismo tiende a ser salvaje, se transforma en un Ferrari sin frenos, en un bólido ultra peligroso al no tener quien lo pare. Ese freno, moderado e inteligente, pero freno al fin, es tarea esencial del Estado.

Ahora bien, una cosa es el freno para controlar excesos de velocidad y otra es forzar el freno de mano para trancar, obstaculizar y parar la máquina. Ese jamás debe ser el propósito del Estado, pues una de sus inherentes obligaciones radica en su capacidad de estimular el desarrollo sobre la base de la confianza, la estabilidad económica y la fundamental seguridad jurídica de la propiedad privada. En la práctica, no es siempre fácil ni sencillo lograr un balance adecuado, pero hay que intentarlo. Una empresa libre de frenos puede llegar a ser incontrolable y frenos excesivos pueden parar el proceso de creación de fuentes de riqueza o de empleo; es más, por una regulación excesiva se puede parar hasta la producción misma. Este tercer milenio —que ya entra en su tercera década— viene arrastrando los excesos del reciente pasado, tanto por el lado de las liberalizaciones como por el lado de las regulaciones. Es tarea de una dirigencia inteligente estudiar la mejor manera de crear nuevas condiciones aptas para los tiempos actuales. Esto es válido aquí en nuestra Bolivia y en el ámbito de las naciones emergentes en general.

Conviene recordar siempre que el capitalismo productivo precisa incentivos al mismo tiempo que requiere frenos para así crecer equilibradamente, seguir produciendo y generar más empleos. Tal como un diminuto átomo debidamente tratado puede provocar una explosión nuclear y así libera una enorme cantidad de energía, de la misma manera se logrará lo propio en la economía nacional, siempre que estímulos y regulaciones se sintonicen con el impulso productivo a la par de contar con buenos frenos para aplicarlos con firmeza cuando hay peligro por exceso de velocidad. Eso debemos lograr en Bolivia: una fina sintonía entre regulación y estímulo que genere impulsos capaces de acelerar el crecimiento. El Estado debe regular y frenar cuando corresponda, pero si únicamente frena y no estimula, poco margen quedará para lograr el cambio cualitativo que el país imperiosamente precisa en este flamante 2020.

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de Diario Nuevo Sur, Bolivia, https://diarionuevosur.com/frenos-y-estimulos-para-crecer-con-libertad-economica/