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LOS ESTERTORES  DE LA DECADENTE COMUNIDAD INTERNACIONAL

F. Javier Blasco*

Si nos adentramos en el diccionario del Poder Mundial vemos que el concepto de «comunidad internacional» (CI) es uno de los más frecuentes en el debate sobre la política internacional. En su acepción más corriente, la CI se refiere de algún modo a la representación, aunque sea hipotética o virtual, de una moralidad o sentimiento universal, mayoritariamente compartido por muchos de los gobiernos y ciudadanos del mundo.

Diccionario que finaliza reconociendo que, dadas las circunstancias reales, los resultados palpables de dicho concepto no constituyen nada tangible en sí mismos, a pesar de su uso ―a veces excesivo― que los medios de comunicación, los dirigentes políticos y el público en general hacen del término. Hecho contrastable porque la patética invocación a la CI suele surgir ―sin mucho resultado positivo― en momentos de crisis, insistiendo en propiciar la idea de que una mayoría de Estados o de individuos en el mundo condenan o apoyan ―más frecuentemente lo primero― una acción particular o una política poco al uso en otros que se mueven ajenos o en contra de la marcha común del universo.

Pero para que el concepto fuera real y no virtual, la propia CI debería existir en sí misma, con fuerzas suficientes y apoyada en el hecho de que el bien de todos tendría que tener un peso mayor que el interés de cada uno o de una parte del todo. La tozuda realidad viene a ser bastante diferente y, por lo tanto, no es eso lo que sucede, al menos por ahora. El interés nacional siempre prevalece por sobre el general, a pesar de la reciente, aparente pero no real toma de conciencia sobre algunos problemas, quienes ―particularmente aquellos que atañen al medioambiente― aparentan superar el marco de los intereses nacionales individuales. Basta dar un repaso a los verdaderos y poco eficaces resultados de los acuerdos alcanzados tras las diversas grandes cumbres sobre el tema (recientemente, en la India, hemos tenido una COP, tan inútil como sus precedentes).

Por otro lado, y como talón de Aquiles del concepto, deberíamos tener en cuenta que la existencia de una real y efectiva CI sólo puede basarse en el principio de igualdad entre todos los actores. Para que haya igualdad de hecho, tendría que establecerse un sistema de derecho internacional que fuera capaz de garantizar tales derechos, lo cual, hoy en día, dista mucho de ser una realidad palpable.

Por tanto, y como consecuencia de ambas grandes e insalvables deficiencias, todavía estamos lejos de que lo que debería suceder con la intervención efectiva de lo que venimos denominando CI. La realidad es que las grandes Organizaciones Internacionales como la ONU y un gran número de Alianzas militares o políticas resultan mastodónticas, tremendamente lentas, muy costosas y altamente ineficaces, por lo que, a pesar de su existencia sobre el terreno, distan mucho de ser una patente y efectiva realidad por mucho que sigamos invocando su presencia, acción y reacción.

La precipitación y posterior acumulación de grandes crisis o conflictos de enjundia de carácter internacional ―sin que nadie haya sido capaz de mover un solo dedo― ha ido en aumento en las últimas décadas. Las guerras adquieren un carácter masivo e internacional, donde no se respetan los derechos humanos ni las limitaciones al empleo de determinado tipo de armamentos, que, hasta hace pocos años, se suponían prohibidos y nadie empleaba.

Las amenazas o la propia invasión de territorios soberanos están a la orden del día por doquier; además, las más graves de estas provienen de parte de altos dirigentes mundiales que tienen en sus manos la mayor parte del material y del poder bélico mundial (Rusia, EEUU, Irán, la India y China principalmente).

La incapacidad mundial para manejar las pandemias que nos asolan y volverán sobre el terreno en breve, ha sido patente y patética. Millones de muertos y economías destruidas son el más grave resultado de esa grave incapacidad de la CI.

A nadie le extraña la falta de respeto a los resultados electorales en todos los continentes, bien sea mediante autogolpes de Estado, por la fuerza o gracias a alianzas externas poco saludables, nada recomendables y hasta hace bien poco totalmente impensables o desestimadas por todos. La proliferación de gobiernos sátrapas y ajenos a las verdaderas necesidades de la ciudadanía, que usan su posición para perpetuarse en el poder, haciendo o disponiendo en materia legislativa todo lo que les viene en gana, siempre que les beneficie a ellos o a sus socios, no son objeto de la más mínima reprimenda por parte de nadie internamente y ni siquiera por aquellos organismos internacionales a los que estos pertenecen, quienes deberían vigilar e imponer la pulcritud democrática de sus  estados miembros.

Hoy casi todo se puede pisotear debido a los impunes atropellos a la Iglesia y a todo tipo de sólidas y legendarias instituciones que no cesan de ser objeto de mofa y chanza, gracias a una grave y constante degradación social y a la incomprensible despenalización legal de tales actos, como también ocurre con el papel otorgado a la Justicia, los Tribunales (principalmente los más altos) y a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad en la mayor parte de los países, otrora dotados de raciocinio y capacidad para el buen hacer con pleno discernimiento.

La inquietud y la inseguridad personal y colectiva, a corto y medio plazo, va en aumento; no solo, en el aspecto crematístico de las merecidas pensiones dignas a las que todo trabajador tiene derecho, sino también al grado de cobertura, derecho adquirido, costo y eficacia que pueda llegar a tener la asistencia sanitaria de los ciudadanos en activo o retirados.

Las consecuencias climáticas y las grandes y terribles catástrofes (riadas, incendios, maremotos, etc.) provocadas por la acción o inacción de la mano del hombre y debidas, precisamente a los drásticos cambios en las ideologías medioambientales, están originando una serie de crisis humanitarias de mucha importancia y no precisamente en países poco desarrollados y allende de montañas lejanas, sino en la propia Europa o en EEUU.

La imposición de la supresión del uso de determinadas energías no del todo limpias como el carbón, el gas, el petróleo o la energía nuclear y la apuesta por confiar plenamente en las denominadas limpias, está llevando a momentos de grave crisis energética en los conocidos como picos de alto consumo de las mismas. Sin embargo, todos miran hacia adelante y nadie haca atrás, esperando que el problema se resuelva pronto por sí mismo; máxime cuando se viene comprobando que dichas energías limpias, nos son suficientes para alimentar los grandes requerimientos de energía a los que nos lleva el incesante crecimiento de la población y las exigencias de la vida moderna.

Los grandes, peligrosos y desesperados movimientos masivos de personas en busca de la seguridad política y jurídica que no encuentran en sus países de origen, de un techo, un trabajo digno o un simple mendrugo de pan, vienen creciendo exponencialmente de año en año, sin que nadie haga nada para solucionar el problema o brindarle una ayuda eficaz a los países ribereños que más sufren esa llegada masiva de emigrantes.  

Durante lustros hemos estado viviendo con la cabeza escondida en la tierra confiando en la buena voluntad y el mejor hacer de nuestros dirigentes. Se nos vendió la idea de que la aparición de los mencionados organismos internacionales sería la garantía para el respeto a nuestros derechos, la limitación a los abusos de poder o el uso de las amenazas de carácter político o militar y que vivir siempre bajo la observación y la vigilancia de ellos sería más que suficiente para que nadie sacara sus pies del tiesto porque la tan cacareada CI tendría la capacidad de convencimiento y reacción para contrarrestar tales extravíos o perversiones.

Nada más lejos de la realidad, el mundo está manga por hombro, nadie puede ni tiene la capacidad suficiente para asumir las riendas para corregir las graves desviaciones o errores. Estamos en manos de mandatarios inútiles, o auténticos sátrapas sin alma, que solo viven y legislan para sus propios beneficios, para protegerse los unos a los otros o exculparse de sus penas y delitos mediante vergonzosas amnistías o recurriendo a agitar los fantasmas del pasado para que nadie se mueva de su silla, no sea que no aparezca en la foto o se quede sin subvención u otro tipo de prebendas.

Esa fiebre maligna que ha invadido e infectado a la mayor parte de los países de Occidente y totalmente embrutecido a países hermanos al otro lado del Atlántico, ha sido la semilla que ha fructificado de tal forma que nadie sea capaz de pensar y menos esperar, que alguien o algo por encima de nuestros países o gobiernos venga a ayudar a poner orden y concierto entre los ciudadanos, los políticos y sus nefastas políticas impuestas.   

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

 

TARDE Y MAL, COMO DE COSTUMBRE

F. Javier Blasco*

La Comunidad Internacional (CI) y todos los organismos que la integran, viven, moran o pululan en su entorno son un cumulo de “buenos y grandes propósitos” pero excesivamente lentas o improductivas en sus resoluciones. Resoluciones o decisiones que muchas veces llegan tarde, resultan ineficaces, demasiado descafeinadas o inservibles para paliar los efectos del problema que las suscitó.

De entre todos ellos y dejando a un lado a la ONU, que se lleva el primer premio en ineficacia, destaca la UE; esa costosísima y mastodóntica organización en la que están basadas tantas ilusiones y esperanzas aunque sigue sin cambiar sus ritmos o el guion para decidirse a intervenir con eficacia y rotundidad en lugares o momentos decisivos.

Tradicionalmente, aunque casi siempre a trancas y barrancas, sigue placida y tranquilamente los pasos marcados por el Tío Sam y suele llegar no solo tarde, sino también mal allí donde se esperaba una mayor rapidez o enérgica decisión en asuntos que son propios por afectar a sus intereses, de su incumbencia según sus estatutos, heredados del devenir de las cosas o salpicados por circunstancias vecinas o cercanas.

Se llegó tarde a impedir el vergonzoso Brexit y sus consecuencias tan terribles para tiros y troyanos; no se ha manejado bien ninguna de las sucesivas crisis económicas al introducir peligrosos cambios de criterio; es patente su indecisión con Suramérica o África o ante las crisis de refugiados y la pandemia del coronavirus mostró no solo grandes deficiencias en materia sanitaria, sino en coordinación, cooperación y economía de esfuerzos, así como en la protección de sus gentes y fronteras.

En materia político democrática, bandera que saca y ondea al viento en cualquier ocasión o motivo, dejamos mucho que desear; la ordenes europeas de detención no se aplican entre sus miembros; algunos países como Hungría y Polonia han venido haciendo de su capa un sallo en materia de control de los órganos de la administración de justicia y en su forma de cubrirlos sin que, durante mucho tiempo, se tomaran medidas coercitivas contra ellos. Hecho éste que ha sido vergonzosamente copiado por España, a la que, de momento y mucho me temo que, de forma definitiva, tan solo se le han dirigido unas pequeñas ‘reprimendas’ en formato de recomendaciones a pesar de haber llevado a cabo acciones de dudoso pelaje democrático y muy intrusivas en el sistema de funcionamiento y cobertura democrática de cargos de sus elementos fundamentales.

Asistimos con autentico pavor a los debates sobre seguridad y defensa con los que llevamos años analizando el sexo de los ángeles y cuál sería la posición más conveniente para ser tomados en serio internacionalmente o pudiéramos dotarnos de una posibilidad de intervención o defensa más que suficiente que nos diera consistencia y aumentara nuestra sensación de seguridad basada en capacidades propias y no ser tan dependientes de una dubitativa OTAN que siempre camina de la mano de EEUU sobre un delicado hilo de alambre que, cualquier día, se puede romper.

Llevamos casi un año con la guerra en Ucrania llamando a nuestras puertas y somos incapaces de tomar una acción conjunta lo suficientemente seria a pesar de que dicho conflicto afecta de lleno a nuestros vecinos, las propias fuentes de energía y las soluciones ante las amenazas rusas.

Los ucranios, con su presidente Zelenski a la cabeza, tras ciertas escaramuzas o reacciones de diversas consecuencias, han aprendido la lección de que solo con trajes de invierno, un gran coraje y mucho amor a su tierra, no se puede hacer frente a un mastodonte como es Rusia en manos de un lunático, a quien no le importa sacrificar a miles de sus hombres, la propia economía e invertir lo que sea necesario en armamento con tal de ver satisfecho su ego.

En este contexto y como la ayuda militar exterior había decrecido mucho salvo por parte de EEUU, ha aparecido sobre el tablero la necesidad de que la CI le dote de carros de combate más modernos, potentes y eficaces tipo: Leopard (alemán), Abrams A1 (norteamericano) o el Challenger 2 (británico) entre otros, para hacer frente sin paliativos a la dura contraofensiva que esperan para esta primavera.

Tras muchos dimes y diretes, el presidente Biden decidió recientemente mandar 31 carros de combate (número equivalente a un Batallón de carros ucranio) y presionar a su colega alemán a que haga un gesto similar y que, además, permita a países europeos (Polonia y la República Checa entre otros) —que cuentan en sus dotaciones con dicho carro del mismo o anteriores modelos— a mandar estos sin las restricciones contractuales de su empleo fuera del territorio europeo.

Anteayer, se tomó la decisión al respecto y Alemania dotará con una Compañía de dichos carros a Ucrania (unos 12) y los polacos y los checos se aprestan a donar un número indeterminado lo antes posible, así como el Reino Unido ha marcado una fecha muy próxima para que lleguen sus carros. Incluso Marruecos, que no tiene nada que ver en este entierro, ya ha mandado unos 20 carros T-72 recientemente modernizados y sin tanta alaraca.

España y nuestro presidente, especialista en márquetin y en vender humo, ante la precipitación de las decisiones de los demás y por no quedarse atrás —como venía haciendo tal y como se demostró al no acudir y menospreciar la cumbre de Ramstein el pasado día 20 donde se discutieron los apoyos internacionales a prestar— a pesar de la oposición de una parte del gobierno y de los partidos que le sustentan en el cargo, cambió sus reiteradas negativas y justificaciones de obsolencia e inoperatividad de la mayoría de nuestras existencias de ese tipo, a anunciar un apoyo, indefinido en todos los aspectos como el modelo (hay varios), cantidad, recuperación de su operatividad, plazos de entrega, piezas de repuesto, entrenamiento de tripulaciones y personal de mantenimiento.

Está claro que estos movimientos políticos solo suponen una venta de humo, agitar el adormecido público, mostrase dispuesto a cambiar de imagen y no quedarse en el pelotón de cola; cosa que mucho me temo, será así finalmente, porque tanta palabrería y gestos huecos mostrando giros bruscos de opinión, no gustan nada a nadie y menos a nuestros aliados.  

En cualquier caso, las sofisticadas máquinas de guerra actuales no son sencillos juguetes que se arrancan y se sale al campo con ellos sin realizar previamente muchas semanas de adiestramiento, su mantenimiento es difícil y sofisticado y las piezas de repuesto no suelen ser compatibles.

Mezclar tantos modelos en un mismo cesto en manos inexpertas puede suponer que se queden todos fuera de servicio en poco tiempo, salvo que se les adiestre adecuadamente y se mantenga in situ un apoyo en mantenimiento más que adecuado, como exigen los tiempos de guerra; elementos que justifican la exigencia de Zelenski para que los apoyos se centraran en los Leopard, el mejor carro actual.

Mucho me temo que toda esta parafernalia, exigirá demasiados esfuerzos extras y mucho tiempo; tiempo, que no dispone Ucrania, y no será más que otro brindis al sol de la CI para acallar sus insanas conciencias y que algunos políticos, muy cercanos a nosotros, han visto una gran oportunidad en mejorar su imagen personal al cambiar de opinión de forma súbita.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

 

CASTILLOS DE NAIPES

F. Javier Blasco*

Se dice que no hay una cosa más inestable que un castillo montado con naipes; de hecho, es precisamente su elevado grado de dificultad para mantenerlos en equilibrio lo que les hace más atractivos a aquellos que tratan de establecerlos y conservarlos erguidos en pie durante un largo periodo de tiempo, mientras siguen pudiendo agregar nuevos elementos al mismo. Inestabilidad, que como es lógico, aumenta a medida que el castillo va adquiriendo mayor altura y se agranda por ensanchamiento con la consiguiente la complejidad para mantener el balance en sus diferentes estadíos.

Silogismo que viene a cuento para comparar el mundo en su estado actual y el empeoramiento de su estabilidad, a medida que los problemas se ensanchan, agravan y aparecen nuevos o más agresivos protagonistas o amenazas que producen movimientos telúricos y situaciones equivalentes a auténticos vendavales, quienes incrementan la posibilidad de echar por tierra todo el trabajo y el esmerado esfuerzo que nos llevó a construirlo hasta adoptar dimensiones más que respetables.

Todo apuntaba a que, tras las dos grandes guerras mundiales del pasado siglo, la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS, el mundo salvo honrosas, aunque graves excepciones, fácilmente se libraba de graves espantos y de fuertes amenazas, capaces de poner en peligro su continuidad, estabilidad y progreso.

Vivía volcado hacia un espacio y ambiente mucho más sano, menos perjudicial para la salud humana y obsesionado con el cuidado de la naturaleza, los amplios tintes democráticos y enfocado a una seria y fuerte cooperación internacional. Todo ello, unido a otros factores de aparente «buena voluntad» apoyaba la estabilidad política y económica mundial a base de unos, en principio, serios y férreos controles y contrapesos que, convenientemente y casi de forma automática, se aplicaban para evitar caer en errores pretéritos, ya conocidos, bien definidos, estudiados y enmarcados.

El falso, aunque efectivo equilibrio bipolar, mantenido durante casi toda la guerra fría, parecía haber funcionado a la perfección. Nadie osaba asomar su patita al mundo externo y menos a irrumpir en la arena internacional de forma abrupta, con ganas de bulla o creando dificultades que pusieran en peligro la estabilidad, aparentemente ideada y acordada por los principales protagonistas internacionales (los vencedores de la II GM), quienes directa e indirectamente, vigilaban celosos que aquello no ocurriera.

Los EEUU habían tomado el testigo de la egida mundial, marcaban los tiempos a todos e incluso imponían sus sanciones de diverso tipo a los que osaban descarriarse, amparados en una especie de acuerdo y área de confort que la Comunidad Internacional (CI) se había marcado, creado —mediante leyes, usos, costumbres, reglamentos, tratados y convenciones marcados y legislados por los mencionados protagonistas principales y aceptados por el resto sin rechistar— y repartido para vivir en paz y a gusto. Gracias, sobre todo, a un desarrollo sectorial y regional que, empleando todos los medios y condiciones posibles, daba paso de forma «controlada» a nuevos actores al escenario mundial.

Un escenario que, por momentos, comenzaba a tomar una excesiva forma y altura; y por ello, empezaba a estar demasiado recargado para sobrevivir con aquella «acordada paz y armonía» sin que nadie le pisara los cayos al vecino con el que compartía espacio, aspiraciones y necesidades.

Pero aquello no podía durar para siempre, tal y como ocurre con todo lo que es complejo y hecho por la mano o la voluntad del hombre tiende a empeorar hasta llegar a desaparecer. Cada vez era más grande y voluminoso en peso y contenidos a soportar; pronto comenzaron las fricciones de baja intensidad, las aspiraciones refrenadas durante muchos años y las ganas de aparentar en muy marcados personalismos; tanto, que se llegó a un momento en el que cualquier amenaza interna o influencia externa podría poner en peligro la prometida y falsamente esperada, deseada e inquebrantable estabilidad.

Podemos decir que la inestabilidad que actualmente se cierne y acosa a la paz y al desarrollo mundial no se debe a un solo factor o actor, sino a la suma de varios de ellos, que, de forma sucesiva o simultánea, han ido apareciendo en escena y entrando en acción sin que la propia CI se diera cuenta; o si lo hacía, por falta de voluntad o por no contar con las herramientas y actores necesarios para una situación tan compleja, no puso sobre la mesa los precisos remedios y cortafuegos para remediarlo.

Diversos personajes, aparentemente inofensivos y no tanto, fueron adquiriendo un protagonismo mayor. Las pocas o ninguna reacción de la CI para impedírselo les hicieron sentirse más seguros, confortables y convencidos de que su protagonismo no tendría límite a nivel local, para pasar al regional y hasta lograr el mundial.

En algunos casos, se ha ido permitiendo emerger —con total impunidad— a varios países claramente amenazantes debido a la ideología de sus dirigentes, a sus capacidades económicas y militares alcanzadas y varios de ellos, por basarlas en las posibilidades de sus actuales o potenciales armas nucleares, aún a pesar de todo lo legislado en contra de que eso fuera factible.

Hoy en día se han convertido en irrefrenables las ansias de poder de demasiados alocados dirigentes, así como su necesidad de expansión para ocupar los espacios que reclaman como suyos, por necesidades propias o por haber pertenecido a sus ancestros más o menos recientes, junto con las capacidades de destrucción que les otorga el armamento sofisticado y fundamentalmente el nuclear.

Aunque parezca una exageración, creo firmemente que la CI es claramente inconsciente de lo que se nos viene encima y me da la sensación que pretendemos seguir viviendo mirando para otro lado, como si no sucediera nada en nuestro entorno, político, regional, militar y económico.

El 11-S marcó un claro punto de inflexión en la política internacional por el quebranto directo del área de confort de una sociedad civil demasiado acomodada a vivir bien, ajena a los peligros y que había dejado en manos de voluntarios y cuasi mercenarios su propia seguridad.

Dichos atentados arrastraron a la CI en su conjunto a Afganistán, en una guerra de capacidades y medios nunca vista, para luchar contra una ideología y un terreno que ya repetidas veces nos ha mostrado su hostilidad y posibilidad real de doblegar las voluntades de ejércitos poderosos que, tras años de sangrientas y costosas luchas, se vieron forzados a salir de allí con el rabo entre las piernas; y esta vez, tras muchos años de encarnizadas luchas volvería a ocurrir, a pesar de la magnitud de las fuerzas desplegadas y el número de países implicados en las coaliciones que se formaron para luchar allí.

De nuevo y de forma más vergonzosa todavía que lo que recientemente había ocurrido en Irak, hace un año, tuvimos que salir de forma ignominiosa y execrable de Afganistán, dejando atrás un elevado número y casi indefinido de toneladas de material militar, miles de bajas propias previas para nada y cientos de miles de colaboradores que creyeron en nosotros y que aún continúan siendo perseguidos por los talibanes por su apertura y servilismo a países y civilizaciones alejadas del islam y de sus leyes derivadas.

Deshonrosa salida que constantemente ha sido precedida por los terribles mazazos dados por el terrorismo yihadista en todos los continentes, sin excepción. Mazazos ocurridos gracias a su recuperación actual, por haberles dejado el suficiente espacio y los medios para hacerlo y por la manía que tienen los presidentes norteamericanos de lavar sus propias culpas asesinando a sus máximos dirigentes, aún a sabiendas, que los sucesores de los asesinados tardan horas en hacerse con el poder y el control del movimiento y suelen ser más sanguinarios que los que les precedieron, por lo que seguirán amenazando al «mundo civilizado».

Los nuevos líderes mundiales, aquellos que dirigen los resortes de la CI, se encuentran cientos de millas alejados de lo que debe ser un líder con capacidad de mandar y por supuesto, no están preparados para llevar a sus pueblos y organizaciones en las que se encuadran, a buen puerto. Al mismo tiempo, y como consecuencia de sus distracciones personales y pretensiones internas, permiten de forma ignominiosa, que tiranos como Putin, Xi Jinping, Kim Jong un, Erdogan, numerosos pececillos sátrapas comunistas a los mandos en países del Centro y Sudamérica, así como gran parte de África, Asia y de entre muchos países árabes mantengan en vilo a la propia CI y sin capacidad de reaccionar para mantenerlos a raya.

Un claro ejemplo de lo dicho en el párrafo anterior, es la increíble guerra de Ucrania, en la que un auténtico y enfermizo sátrapa está llevando a un pueblo a su ruina u muerte; y a su territorio a ser dejado como un solar, ante los ojos y la pasividad perversa e inhumana de unos dirigentes y organizaciones que solo piensan en cómo mantenerse en sus cómodos sillones y, a lo sumo, en hacer frente a las crisis económicas y energéticas que se avecinan, que en cuestión de semanas dejaran paralizada a Europa y muy tocados a los Estados Unidos.

Una CI incapaz de doblegar a Putin, que ofrece al pueblo ucranio «ropas de abrigo» en pleno verano, en lugar de las armas que precisa y que nada más que lleguen los primeros fríos este otoño, con mucha probabilidad, forzaran a Ucrania a firmar una más que vergonzosa paz, a cambio de que los flujos de los carburantes vuelvan a fluir con toda normalidad hacia Europa.

Pienso que el futuro de este castillo de naipes, descrito lo más brevemente posible, no es nada halagüeño; no solo lo hemos construido demasiado enorme y endeble; además, no le hemos dotado de las herramientas y apoyos que realmente necesita para hacerse valer de verdad y, finalmente, la política —falsamente atribuida al avestruz de esconder la cabeza frente al peligro— es practicada a diario por demasiados dirigentes que en franca descomposición y hasta algunos se encuentran de vacaciones a costa del erario público, mientras todo a su alrededor —interna y externamente— se desmorona.

Hemos llegado muy adelante, demasiado; la situación no se arreglará con Decretos Leyes como denominamos en España a las auténticas alcaldadas de los gobernantes, ni con Órdenes Ejecutivas al más puro estilo «USA», sacadas todas ellas de la chistera y firmadas con tan solo unos pocos o ningún minuto de reflexión. Mucho me temo, que esta vez no serán suficientes y lo pasaremos muy mal.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.