Archivo de la etiqueta: Educación

SIN ESCUELAS NI MAESTROS

Santiago González*

Izamiento de  bandera, 1940. Archivo Histórico de la Escuela Normal de Quilmes «Silvia Manuela Gorleri», https://archivo104.blogspot.com/2012/04/

La degradación de la educación pública y del docente ha sido obra de una camarilla ideológica instalada desde la recuperación democrática.

 

Cualquier docente mayor de 50 años lo puede atestiguar: el estado de la educación en la Argentina es catastrófico, en todos sus niveles. Un poco menos en la educación privada que en la pública, pero no por mérito propio sino del ambiente familiar de sus alumnos, y también en decadencia. Esa percepción personal e intuitiva se ve corroborada por todas las pruebas sobre rendimiento escolar: más de la mitad de nuestros alumnos terminan la escuela primaria sin poder entender cabalmente lo que leen y sin poder resolver problemas aritméticos simples. Ese retraso inicial no se compensa en los niveles superiores y se arrastra hasta la universidad. La profesora de una materia de Economía que se cursa en mitad de la carrera me cuenta que apenas el 60% de los inscriptos se presenta a rendir los exámenes, y que de esa proporción apenas el 60% los aprueba. Poco más de tres de cada diez. La profesora se pregunta cómo llegaron hasta allí.

La mayoría de los argentinos cree que el principal problema del país es económico, y es lógico que lo crea porque la inflación destruye las vidas de todos, incluso las de quienes más o menos se las arreglan para llegar a fin de mes. Pero las bases de la economía nacional son sanas, y una vez que la casta política canallesca y ladrona haya sido apartada del poder, bastan tres o cuatro decisiones inteligentes para poner la casa en orden. Los problemas económicos son importantes pero pueden resolverse con relativa rapidez. Los problemas más serios que tiene la Argentina son la defensa nacional, que ya apunté en una nota anterior, y la educación, que es el más grave de todos. Sin una población razonablemente educada el país no tiene futuro, con o sin inflación, con o sin misiles. Esto lo entendieron bien los organizadores de la República, que pusieron la educación en el centro de su programa.

Los políticos en campaña hablan de la economía porque las encuestas les dicen que es la mayor preocupación de la gente, y se jactan de tener equipos que estudian en profundidad sus problemas y soluciones. Ninguno habla de la defensa, y a la educación le dedican rosarios de buenas intenciones edulcoradas con los lugares comunes de la corrección política. Pero como no les importa el país sino llegar al poder para beneficiarse de él, nadie se ha planteado el problema en serio y cuando se los apura dan respuestas de ocasión: más aulas, más computadoras, más horas de clase, más capacitación docente, el modelo finlandés o el modelo japonés, y ahora la más novedosa incorporación al cotillón, los vouchers educativos, cuyo mayor atractivo es que nadie sabe o entiende bien en qué consisten.

Pero el problema de la educación argentina no pasa por ninguno de esos lugares ni se soluciona con ninguno de esos remedios. El problema de la educación argentina es a la vez más simple y más complejo: la educación argentina no tiene escuelas ni tiene maestros. La educación argentina tiene edificios escolares y trabajadores de la educación, pero carece de escuelas y de maestros en virtud de un proceso de degradación iniciado en 1983, y continuado desde entonces como una verdadera política de Estado. Le debemos a la querida democracia la destrucción de un sistema educativo que hizo de la Argentina el primer país en eliminar el analfabetismo, le dio cinco premios Nobel, le permitió ubicarse en la vanguardia tecnológica, aportó descubrimientos médicos que salvaron millones de vidas y produjo talentos que revolucionaron las artes y la lengua.

 

Esa degradación hizo que nos olvidáramos de algo elemental: la escuela es el lugar donde los maestros van a enseñar y los alumnos van a aprender. La escuela no es una continuación del hogar, ni la maestra es la “segunda mamá”; la escuela no es un comedor ni un merendero; la escuela no es un lugar de recreo ni un salón de entretenimientos animado por docentes; la escuela no es un agente de asistencia social ni un instrumento de adoctrinamiento ideológico. La escuela fue convertida en todas esas cosas pero no es ninguna de esas cosas. La escuela es únicamente, exclusivamente, el lugar donde los maestros van a enseñar y los alumnos van a aprender. Esto deberían tenerlo perfectamente en claro los maestros, los alumnos y los padres de los alumnos.

La vida de la escuela se rige por normas precisas y de cumplimiento estricto: horarios, códigos de vestimenta, normas de comportamiento. El trabajo de la escuela no puede ser interrumpido arbitrariamente, ni por los alumnos, desde ya, ni por los docentes ni por los padres de los alumnos. Una vez iniciada la jornada escolar cesan todas las comunicaciones entre los alumnos, los docentes y el exterior. Cualquier llamado de emergencia en una u otra dirección debe ser tramitado por vía de la secretaría de la escuela. La observación de estas normas, llamada disciplina, no es algo caprichoso, sino que forma parte del proceso educativo, y esto deben entenderlo los maestros, los alumnos y los padres de los alumnos. La palabra docencia comparte la raíz indoeuropea dek con otras como dignidad, disciplina ydecencia.

El progresismo ha diluido la noción de las instituciones públicas hasta convertirlas en extensiones o prolongaciones del espacio público, donde reina la anomia y cada uno hace lo que le viene en gana, porque los límites nunca son claros o no existen, y de todos modos no hay autoridad capaz de imponerlos. No sorprende que la gente se crea con derecho a tomárselas a puñetazos con una maestra. Es necesario devolverle a la escuela su condición de lugar específico, con funciones específicas, normas específicas y autoridades específicas. Para cumplir su tarea educativa la escuela necesita recortarse respecto de lo que la rodea. Pero también necesita replicar en su funcionamiento el de la sociedad en su conjunto, que en un ambiente de libertad como el que reclama la Constitución se basa en la competencia y el mérito.

 

El ejercicio educativo es inseparable de la evaluación y los resultados. Los padres de los alumnos, y los alumnos mismos, tienen derecho a conocer el rendimiento de sus esfuerzos, cosa que sólo pueden lograr si someten su desempeño a alguna prueba objetiva. Esas evaluaciones sirven además para detectar talentos, y promover a los más aventajados hacia instituciones más exigentes, y para reubicar en institutos de nivelación a los que evidencien problemas de aprendizaje. Del mismo modo ha de evaluarse el desempeño de los docentes, quienes mal podrían conducir un sistema basado en el mérito si no estuvieran ellos mismos dispuestos a someterse a examen. El mérito así medido, y no la antigüedad ni los cursitos aleatorios e inconducentes, justifica las promociones.

Los cuerpos docentes de todo el país son hoy una especie de caja negra de la que nada sabemos. La mayoría de sus integrantes ha pasado por algún instituto de formación, pero eso no garantiza nada porque la educación terciaria en el campo de las ciencias sociales se ha convertido en adoctrinamiento ideológico y sus títulos habilitantes no aseguran competencia o pericia, como lo sabe cualquiera que haya tenido que contratar personal proveniente de ese ámbito. Los docentes ingresan amparados en esos títulos, y como los sindicatos se resisten a las evaluaciones, no hay manera de distinguir a quienes tienen capacidad y vocación de quienes entran al aula con agendas secretas y de los simples incapaces.

La calificación profesional del docente no sólo no es puesta a prueba sino que tampoco parece necesaria para las funciones que efectivamente cumplen en la escuela de hoy: asistentes sociales, cuidadores, animadores, sanitaristas, adoctrinadores, trabajadores de la educación pero no maestros. Según observó la investigadora Victoria Zorraquín en una nota reciente, los Núcleos de Aprendizaje Prioritario que desde 2004 expresan las metas del sistema educativo nacional, en ningún momento dicen que el objetivo de la educación primaria, por ejemplo, sea enseñar a leer y escribir y a resolver las cuatro operaciones en determinados plazos, y por supuesto tampoco dicen cómo debería alcanzarse ese objetivo, cuál es la metodología para lograrlo.

En los niveles secundario y terciario las cosas no son mejores, y los profesores con mayor antigüedad advierten que la docencia se ha convertido en un refugio de incompetentes, en gran medida provenientes de las populosas carreras de “sociales”: menos provistos de saberes y pericias que de artillería ideológica, encuentran allí una oportunidad laboral que jamás les brindaría el sector privado, con todos los beneficios que hoy supone un empleo formal y virtual inamovibilidad en el cargo. Un veterano profesor de la UBA llegó a decir que los bajos sueldos universitarios tenían un efecto virtuoso: desalentaban a quienes esperaban hacer carrera en la docencia y atraían a los graduados exitosos que buscan sumar la cátedra a su cursus honorum, aportándole al mismo tiempo la riqueza de su experiencia en el ejercicio profesional.

La degradación de la educación pública como institución y del docente como su agente principal ha sido obra de una camarilla ideológica de matriz marxista que llegó al poder con el restablecimiento del sistema democrático y desde entonces no ha hecho más que consolidarse. Para agravar las cosas, esa camarilla dio ingreso a nuestra planificación educativa a una variada gama de entidades extranjeras, que van desde bancos e instituciones multilaterales a una infinidad de fundaciones y organizaciones no gubernamentales, todas impulsoras de una agenda ajena y casi siempre contraria al interés nacional. Frisos, carteles y leyendas sobre multiculturalismo, diversidad, educación sexual y globalismo han sustituido en los muros de las escuelas de la CABA, como lo puede comprobar cualquiera, a las escenas memorables de la historia patria.

 

La educación es la transmisión de un conjunto de saberes, creencias y valores de una generación a otra. Educamos en primer lugar porque somos conscientes de nuestra propia finitud, porque sabemos que el día en que nuestras fuerzas flaqueen otros deberán ocupar nuestro lugar y queremos prepararlos para ello. Pero también educamos porque deseamos que nuestros descendientes puedan desarrollar sus capacidades tal como lo hicimos nosotros, mejor que lo que lo hicimos nosotros, en beneficio propio y, por lógica consecuencia, del conjunto. Obsérvese que en todo lo que acabo de decir hay un “nosotros” implícito: la educación es expresión de la conciencia nacional, y sin conciencia nacional no habría sistema educativo posible. La educación es el instrumento con el cual una nación asegura su propia supervivencia.

Los saberes que transmite la educación, las pericias, las competencias, pueden ser de validez universal, pero las creencias y los valores nos pertenecen por completo, son intransferibles y los hemos amasado a lo largo de nuestra historia: definen nuestra identidad. La Argentina puede tener la misma lengua, la misma religión, el mismo ordenamiento jurídico y ocupar el mismo continente que otras naciones pero no es ninguna de esas naciones, ni se les parece. Los ingredientes pueden ser similares, e incluso iguales, pero el moldeado y la cocción son diferentes y nos caracterizan. La educación tiene por objeto preservar ese amasado, enriquecerlo, “levarlo”, no diluirlo en el mazacote indiferenciado que proponen los activistas de la “patria grande” o de la “gobernanza global”.

La solución de una problemática compleja como la que traté de describir sólo puede darse en el largo plazo y es subsidiaria de la definición de un proyecto nacional para la Argentina del siglo XXI: sin ponernos de acuerdo sobre quiénes somos, qué nos une, qué queremos ser y hacia dónde queremos ir difícilmente podamos imprimir a nuestro sistema educativo un rumbo y una energía como la que le dieron los organizadores de la república en el siglo XIX. Pero hay cuestiones urgentes que demandan una reacción rápida, y no encontré mejor alternativa que la propuesta de Iris Speroni, que básicamente consiste en derogar toda ley, resolución y norma educativa posterior a 1976, y reponer los contenidos educativos previos, incluyendo los manuales para estudiantes y docentes, probadamente exitosos. Propone además someter a exámenes a los maestros y expulsar del sistema a quienes hayan recibido becas del BID, el Banco Mundial o similares. Nada que un gobierno realmente preocupado por el país no pueda hacer de inmediato.

 

* Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se inició en la actividad periodística en el diario La Prensa de la capital argentina. Fue redactor de la agencia noticiosa italiana ANSA y de la agencia internacional Reuters, para la que sirvió como corresponsal-editor en México y América central, y posteriormente como director de todos sus servicios en castellano. También dirigió la agencia de noticias argentina DyN, y la sección de información internacional del diario Perfil en su primera época. Contribuyó a la creación y fue secretario de redacción en Atlanta del sitio de noticias CNNenEspañol.com, editorialmente independiente de la señal de televisión del mismo nombre.

 

Artículo publicado el 03/06/2023 en Gaucho Malo, El sitio de Santiago González, https://gauchomalo.com.ar/sin-escuelas-ni-maestros/

SUAVE SUAVE

Inés Speroni*

Lo intangible: Seguridad, Salud y Educación

 

Un país tiene que tener el equipo necesario (HARD POWER): economía, trabajo, moneda dura, maquinaria, caminos, FFCC, etc. HARDPOWER: LAS COSAS, EL TRABAJO Y LA POBLACIÓN.

A esto hay que sumarle que todo eso sirve sí y sólo si uno tiene FFAA. Bien pertrechadas, bien entrenadas, bien pagas.

Pero el bienestar general, que es a lo que debe apuntar todo aquél que quiera gobernar la Argentina, hay que sumar lo que hace a la vida de las personas.

Toda decisión que se tome debe tener dos controles (dos baremos) y preguntarse si pasa o no pasa ambos. 1. La grandeza de la Nación. 2. La felicidad del pueblo argentino.

Ejemplo: tener una moneda dura (sin inflación) ¿pasa o no pasa 1 y 2? Sí en 1, porque el país necesita una moneda constante (que puede ser la propia, patrón oro, convertibilidad con otra moneda o substitución por otra). Y también en 2, porque el impuesto inflacionario lo pagan los más humildes; que no haya inflación es quitar un impuesto.

Veamos otro ejemplo: si el Estado obliga al uso de una moneda electrónica, donde se hace seguimiento de todo lo que uno gasta y eventualmente puede restringirle el acceso de su dinero a una persona, ¿cumple con 1 y 2? Aún si se tratara de moneda dura ¿cumple? Una moneda electrónica puede ser monitoreada desde el exterior [1]. Por lo que si el país no es autónomo en defender sus datos (incluidos los saldos de las cuentas individuales), es un sistema vulnerable que no hace a la grandeza de la Nación (no pasa 1). Y si es un sistema donde una autoridad gubernamental puede inhibir a un individuo acceder a su dinero, no pasa 2 [2].

Dentro de las responsabilidades que tendrá el próximo gobierno se encuentran las “hard” o “duras”, como enderezar la moneda y el BCRA, generar las condiciones para que aumenten exportaciones, empleo y salario medio, mejorar la infraestructura de carga; proveer energía no sólo para el aparato productivo actual sino para las necesidades futuras [3] y lo más importante de todo, tener FFAA. 

No sólo lo que entendemos por tradicional (Marina, Ejército, FFAA). Ahora, también, necesitamos gente que sepa de informática y comunicaciones (que la hay). Nuestras FFAA necesitan presupuesto y apoyo del próximo presidente. Con un buen trabajo coordinado con la AFI, la cual no sé si tiene personal de esa calidad (tal vez sí). Menuda tarea tienen las próximas autoridades luego de cuatro décadas de desmantelamiento.

Pero también necesitamos ocuparnos de lo suave. De lo soft.

Durante los 40 años de administración socialdemócrata (radicales, kirchneristas, JxC, aún el menemismo del consenso de Washington) abandonaron o directamente boicotearon los servicios de seguridad, salud y educación. Los tres hacen a la felicidad del Pueblo. Y un pueblo fuerte, sano e instruido hace a la grandeza de la Nación.

No es cierto que los conservadores que gobernaron desde Sarmiento (1868) hasta que asumió Yrigoyen (1916), no se ocuparon de los servicios que debe brindar la autoridad. Sí se ocuparon. Lo hicieron y mucho. 

Sarmiento encargó un censo (1869) y relevó el nivel de instrucción de la población. Dio horrible. Pusieron manos a la obra y para el censo de 1914, los analfabetos no llegaban al 5% de la población (a pesar de la gran cantidad de inmigrantes iletrados). Curiosidad: el analfabetismo era menor en las damas que en los caballeros.

Lo mismo podemos decir de la salud. Quienes gobernaban entendieron que necesitaban una población sana —para ocupar el territorio, para ser una de las mayores naciones de la tierra, por lo que sea—. No sólo éramos una de las 10 primeras economías del mundo a principio de siglo XX, sino uno de los países con mayor instrucción elemental y con mejor servicio de salud, a nivel de los países europeos prósperos.  Hubo toda una corriente denominada sanitarista, que se ocupó primero de la prevención de enfermedades y luego de los servicios asistenciales. Ahí se hicieron esos magníficos hospitales con mármoles y jardines. Crearon el Instituto Malbrán (1916) para estudiar las enfermedades infectocontagiosas humanas; a nivel de lo mejor de lo mejor, a la par de Londres o París.

Tenemos una enorme cantidad de próceres médicos. Sólo nombraré al Dr. Ramos Mejía, en el entendimiento que fue toda una política pública conservadora y una corriente de pensamiento. Dentro de las recomendaciones de salud pública estaba tener parques, paseos y plazas a intervalos regulares para que toda la población urbana, aunque uno fuera muy muy pobre, tuviera cerca árboles y “salud”. Comparen esa forma de pensar con los “estatistas” actuales, que se llenan la boca de más Estado y más derechos. Esos tipos feos, malos, abusadores (los conservadores) querían que uno, aunque fuera un jornalero que dormía en una pieza de inquilinato, tuviera cerca una plaza [4]. Por último, y termino con el tema urbanismo, que me apasiona, está el período de Fresco, gobernador de la Provincia de Buenos Aires, que es responsable de armar ciudades en todo el interior de la provincia, con su plaza, iglesia, municipalidad, teatro, escuela, comisaría, hospital y banco provincial. Al servicio de la población, civilizando el desierto.

Salud, seguridad, educación

El nuevo gobierno debe ocuparse de estas tres cosas. Lo hará como crea que debe hacerlo. Y le pondrá la motosierra a lo que crea. Para eso se lo vota, para que haga lo que tenga que hacer.

Pero son tres dimensiones gubernamentales de las cuales habrá que ocuparse. La seguridad es un mandato que figura en el preámbulo de la constitución. Es una obligación del gobernante. La educación elemental también lo es. La salud se inscribe dentro del “bienestar general”.

La educación no se arregla repartiendo bonos a las familias. Si el plan obligatorio educativo incluye la ESI y miles de barrabasadas más, todo eso hay que desmontarlo. No lo soluciona la escuela parroquial, la cual debe cumplir con los demenciales contenidos vigentes actuales. Mi propuesta en educación es:

    • Educación Nacional (que las provincias lo devuelvan a la Nación [5]).
    • Educación primaria de calidad. Volver a los textos utilizados antes de las reformas de Alfonsín, sistema de calificación, disciplina de los docentes y de los alumnos vigente a diciembre de 1975 [6]. Los niños tienen que salir de 7mo grado con lectura de corrido, entender textos, álgebra y cálculo, geografía, historia, ciencias naturales. Regla de oro: ¿Entienden un contrato de alquiler o uno prendario para comprar una moto? Son las cosas que la gente necesita para el día a día.
    • Secundario. Examen de ingreso, asistencia de docencia, docentes calificados, exámenes, notas bimestrales, boletín, contenidos de 1975 + informática. Los socialdemócratas quisieron sacar todo y dejar sólo el bachiller, como buenos inútiles que son. Poner más escuelas agrarias, industriales, peritos mercantiles, y  normales para hacer maestros a la antigüita. El gremio que más empleados tiene en el país es el de comercio y ¡cerraron los colegios mercantiles!
    • Escuelas de oficios. 50% de los chicos no terminan el secundario porque el secundario es una estafa que sólo le sirve al gremio docente y a los gobernantes. Primaria más oficio hasta los 16. Herrero, albañil, pintor, construcción en seco, electricista, mecánico, carpintero, talabartero, sastre, zapatero, etc. Con la opción de hacer dos años más y terminar la educación media. Para una familia apretada de dinero, es una enorme solución. Agregaría que los muchachos que hagan oficios reciban una beca mensual hasta que se reciban (16) y puedan empezar a trabajar. Luego darles la opción de terminar la secundaria en horario nocturno.
    • Universidades. Hay que replantearlas. Deben tener examen de ingreso (muchas lo tienen), requisitos para mantener la regularidad y criterios de calidad para otorgar los títulos. Y debe de haber cupos. ¿cuántos sociólogos necesitamos? Determinados estudios —enfermería, ingeniería, exactas— deben recibir becas. ¿Debemos subsidiar las universidades privadas? Yo creo que no. Los presupuestos de algunas universidades públicas son simplemente delirantes mientras otras que están haciendo un buen trabajo no reciben lo suficiente.
Salud

Volver a un servicio nacional de salud. Consultorios externos seis días por semana y dos turnos en las zonas más pobladas. La gente que trabaja toda la semana y trabaja por la paga, no puede faltar para hacerse una revisión y eso hace que todo diagnóstico sea tardío. Debe de haber consultorios los sábados para esos casos. Las tardes dedicadas a gerontología. Esto último permitiría desafectar o modificar el PAMI.

Medicina preventiva de dos maneras: a) exámenes anuales obligatorios, para detección temprana de enfermedades; b) vida sana. 

Vida sana implica controlar la calidad de los alimentos y la práctica de deportes.

Invertir en hospitales por todo el país. No tener un único Garrahan sino hacer cuatro réplicas en el interior para que la gente viaje menos. Llevar la calidad [7]. 

Y no nos engañemos: el servicio de salud que nos da este Estado presente y con más derechos, no es bueno. Hay mucho que hacer para mejorar.

Entiendo el deporte desde dos puntos: softpower o propaganda del país, y salud. Todos los niños deberían hacer deportes [8]. 

Hoy el ministerio de salud está al servicio de la industria farmacéutica. Hacen lo que les dicen acríticamente. Los funcionarios tanto de Macri como de Alberto Fernández fueron puestos por la Fundación Huésped, que es la gran lobbista de la industria. Esta relación malsana y ajena a 1, la grandeza de la Patria y 2, la felicidad del pueblo, debe cortarse. Motosierra a la Fundación Huésped y su manía de colocar ministros de salud.

Argentina viene con tasa decreciente de nacimientos desde hace 20 años. Tenemos menos niños anualmente ahora que en el 2000. Es una tendencia que hay que revertir lo antes posible. Si la gente empieza a ganar más dinero y tener moneda segura y poder hacerse o comprar una casa, probablemente la tendencia se revierta sola. En ese caso vamos a necesitar más licenciados en obstetricia y más médicos obstetras. Que se dediquen a tener nenes y no a “no tener” nenes. Hay un trabajo fenomenal por delante. 

La salud privada ha demostrado ser un desastre en la Argentina, con más quejas, tal vez, que la pública. Actualmente vemos que gran parte del servicio de prepagas es derivado a los hospitales estatales. Privatizar la salud, por lo tanto, no es una solución.

Seguridad

La seguridad es un trabajo coordinado entre la policía y la justicia ordinaria. Es responsabilidad de las provincias. Si la salud y la educación vuelven a la nación, la responsabilidad de los gobernadores se limitará a rutas provinciales, justicia y policía. 

Por lo que se deben poner a trabajar en eso. 

Policías bien pagos, bien entrenados, bien pertrechados y descansados. Cantidad suficiente de efectivos. Gente sensata y con calle al frente de la fuerza. 

Hoy por hoy el punto más débil es la justicia. 

Y nadie, nadie los controla. 

Si llevan adelante los procesos, si acusan, si buscan a los prófugos. Prácticamente es la tarea más importante de las Legislaturas provinciales: controlar a fiscales y jueces y no lo hacen. 

Si se empieza a hacer un control de cerca, muchos fiscales y jueces volarán por la ventana. También se podría evaluar si los fiscales penales de crímenes ordinarios no deberían ser electos, como en EEUU. El papelón que cometieron contra el carnicero de Zárate, dos años procesado para ser sobreseído por un tribunal popular, nunca tuvo consecuencias ni para el fiscal ni para el juez de instrucción. Y por último, deberíamos ir a tribunales populares en todo el país —como ya está en provincia de Buenos Aires—  y tal vez en varios fueros. Hemos visto el juicio civil de Depp contra su ex esposa. ¿Hubiera sido ése el resultado con un tribunal de jueces? ¿Un tribunal popular le hubiera dado la tenencia de Lucio Dupuy a su madre y la concubina de ésta? El Preámbulo de la Constitución le dice a las autoridades cuáles son sus obligaciones —que son varias—. Dos de ellas son: administración de justicia y paz interior.

Es tiempo de decirle a los gobernadores: tenés dos trabajos. Hacélos. 

Queda pendiente Suave II (Relaciones Exteriores, publicidad, imagen de Argentina en el exterior, el verdadero softpower)

 

Notas

[1] Excepto que uno tenga una división de las FFAA (o de la AFI) hábil en defensa electrónica que impida un ataque semejante.

[2] Lo vimos en la cuarentena eterna donde prohibían viajar, usar la SUBE, había que sacar permiso para salir a la calle, etc. Si el dinero es electrónico, pueden inmovilizar una cuenta por una orden del gobierno. Ya sucedió en Canadá en el 2022.

[3] Si el proyecto es triplicar o quintuplicar las exportaciones, necesito energía eléctrica para la demanda proyectada. Lo mismo sucede con la infraestructura de transporte de carga o la necesidad de personal calificado.

[4] No sólo en Buenos Aires. Todas las ciudades del interior tienen la misma disposición. Frutilla del postre: las plazas las diseñaba Thays. Por lo que si uno era un albañil que volvía a Temperley, pasaba por la Plaza Constitución diseñada por Thays con bellísimos árboles de todo el país. Hoy —con los gobernantes socialdemócratas muy preocupados por la diversidad y la ampliación de derechos— le propinan a nuestro trabajador el siguiente paisaje: la plaza de Thays voló y en su lugar hay un galpón vidriado. Desde la parada del colectivo hasta la entrada hay un páramo. Si llueve, uno se empapa. Tiene que sortear heces humanas y fisuras que van a tratar de clavarle una faca y quitarle lo que tenga encima. Hago esta comparación para poder diferenciar entre los discursos de nuestros “benefactores” (1983-2023) y nuestra realidad. ¿Qué respeto tiene un gobernante a un trabajador si lo somete a estar dos horas en un transporte público, de frecuencia escasa, sucio y donde el trasbordo es una aventura? Amén que los paisajes urbanos son apocalípticos. Otro ejemplo de urbanismo al servicio de las personas es el diseño original de La Plata.

[5] Dar por muertas todas las reformas desde Alfonsín a hoy.

[6] Último período de estado de derecho previo a las reformas socialdemócratas.

[7] Traer médicos de otros países que quieran un cambio de vida. Paradójicamente, hoy se homologa automáticamente un título de médico de nuestroamericanos pero de un irlandés o un inglés o francés o italiano, no. ¡Vamos!

[8] Yo pondría un subsidio por niño hasta los 18 años, que se paga una suma fija desde el estado al club de su elección (si es un club caro pagará la diferencia la familia, pero si es standard, la suma debería cubrir la cuota, el tercer tiempo, las remeras, etc.). ¿Por qué? Porque es más barato esto que luego todo el circuito de delincuencia juvenil con sus comisarías, asistentes sociales, fueros juveniles (jueces y fiscales) y reformatorios.

 

* Artículo publicado originalmente el 15/03/2023 por Restaurar, http://restaurarg.blogspot.com/2023/04/suave-suave.html

 

SIN PROYECTO NO HAY FUTURO

Juan Carlos Neves*

Parte I: la situación

Año tras año, gobierno tras gobierno, la Argentina acumula fracasos y frustraciones hasta el punto de llevarnos a dudar de nuestra capacidad de salir de una pendiente descendente que parece no tener fin. Quizás una de las evidencias más fuertes de esta situación es la sensación de pérdida del orgullo nacional que se manifiesta en el dolor de ver a nuestros hijos alejarse del terruño en busca de mejores horizontes, mientras nos embarga el sentimiento ambiguo de tristeza por su alejamiento y satisfacción porque suponemos que disfrutarán de un futuro mejor. Y eso debería llevarnos a una profunda rebelión interior que se manifieste en un esfuerzo físico, intelectual y espiritual por elaborar un proyecto capaz de devolvernos el orgullo de ser ARGENTINOS. Así, con mayúsculas.

La falta de un proyecto ha sido un rasgo distintivo de los gobiernos que nos condujeron en las últimas décadas. Retomamos la senda institucional en 1983 escuchando que teniendo democracia todo lo demás vendría por añadidura. Error. La democracia, como dolorosamente comprobamos año tras año, es condición necesaria pero no suficiente.

Para no remontarnos demasiado al pasado repasemos nuestras dos últimas experiencias gubernamentales, la de Cambiemos y la del Frente de Todos, actualmente en curso.

¿Cuál era el proyecto de la alianza Cambiemos? Su líder proclamaba que su partido, el PRO, no tenía ideología y que su sola presencia y su historia como empresario atraería una lluvia de capitales y abriría el crédito internacional. La lluvia de inversiones nunca llegó, quizás porque su historia empresarial no era demasiado convincente pero más probablemente porque los inversionistas no atienden tanto a la personalidad de los gobernantes como a los proyectos sustentables y creíbles que presentan. El crédito, en cambio, se abrió y fluyó generoso hasta que los prestamistas vieron que el deudor había llegado a su límite de pago y allí terminó la historia. Solo el FMI, prestamista de última instancia, abrió entonces su billetera aportando el mayor crédito de su historia que se malgastó para mantener el valor del dólar y permitir que se cambiara libremente hasta que se agotó la divisa, dejándonos una deuda absolutamente impagable. ¿Pensaba seriamente la dirigencia de Cambiemos que podía conducir el país con el endeudamiento internacional como única política de Estado y sin proyecto visible? Si fue así, se equivocó y lo hizo hasta tal punto que perdió las siguientes elecciones presidenciales dejando al país en manos de los Fernández, un caso único de una dupla gubernamental compuesta por un presidente designado por su vice a quien previamente había vituperado hasta el agravio.

El Frente de Todos llegó al gobierno sin proyecto, sin plan económico y sin coherencia ni unidad interna. La convivencia entre un partido de centro derecha nacionalista como el justicialismo y un sector con ideas de izquierda revolucionaria como la agrupación “La Cámpora” de Cristina Fernández se hace difícil y provoca choques día a día. Agréguese a esta mezcla, la agenda propia de la vicepresidente para escapar de sus múltiples procesamientos y la de Sergio Massa, presidente de la Cámara de diputados, con su propia búsqueda de poder, y queda configurado un esquema caótico e inviable.

Por designios ajenos a la voluntad de los hombres la pandemia le brindó al gobierno entrante la oportunidad de llevar adelante sus planes basados en emitir sin frenos, promover el consumo, subsidiar a personas y empresas y congelar precios y servicios. Para ello eligió mantener una cuarentena interminable que le brindó la ventaja adicional de un funcionamiento virtual y precario del Congreso y la Justicia.

El resultado fue brutal. Quiebre masivo de empresas, millones de nuevos desocupados, incremento de la pobreza y la mayor caída del PBI de la historia argentina y de la comunidad de naciones democráticas. Agreguemos unas perlitas para satisfacer a los sectores más radicalizados tales como liberar miles de delincuentes presos, intentar expropiaciones, promover ocupaciones de tierras y propiedades y tratar de avanzar contra la justicia, las que chocaron con la manifestaciones pacíficas pero muy ruidosas de millones de ciudadanos.

De este modo el gobierno “kirchnerista” y populista de los Fernández logró ubicar a la Argentina en el peor de los mundos. Un “mundo” con más de nueve millones de contagiados de coronavirus y más de 129.000 muertos por la enfermedad, combinado con una economía destruida y una deuda impagable. Si faltaba una demostración para probar que ignorar los principios económicos básicos conduce al desastre, el gobierno tuvo la más clara de las evidencias. Por ello hoy se enfrenta a la necesidad de hacer lo que se denomina “un ajuste ortodoxo clásico” lo cual echa por tierra todo lo que venía pregonando.

El precio de ese ajuste lo pagarán los jubilados, la clase media y también la clase alta. Los trabajadores formales y los informales. Todos seremos un poco más pobres y tendremos peor calidad de vida y no será enteramente por la pandemia sino fundamentalmente por la forma en que el gobierno la enfrentó, buscando obtener rédito político de una situación que exigía grandeza para asegurar la supervivencia y el bienestar social.

Para el gobierno, las consecuencias de la necesidad de ajustar se sentirán en votos perdidos y rechazo social. Pero luego de arrastrarse hasta el final de su mandato o hasta que el humor social lo permita, comenzará el mayor de los desafíos: cómo reconstruir un país tan golpeado en su economía, en su auto valoración y en su confianza. Y la única respuesta a este planteo es construir un proyecto que nos aglutine y nos motive porque, sin proyecto no hay futuro.

Parte II: un proyecto

Al menos la mitad de los argentinos podría coincidir en la descripción de la situación presentada con algunas diferencias menores. El problema comienza cuando se trata de plantear soluciones porque cada definición implica una elección y cada elección resta a una parte del todo. Esa es una de las razones por la que la mayoría de los políticos evitan plantear planes y proyectos, para que la ambigüedad y la indefinición les permitan tratar de captar a todos los públicos y a todos los sectores. Recién después de que el elector pagó por su candidato con su voto, sabrá lo que realmente ha comprado.

Asumiendo el riesgo, afirmamos que desde el partido Nueva Unión Ciudadana y el espacio político más amplio  de la Nueva Unión Patriótica Federal, que aspira a sumar partidos nacionalistas, patrióticos e identificados con la centro derecha nacional de todo el país, tenemos un proyecto que presentamos para el debate como una alternativa. Es perfectible, inaceptable para algunos y posible para muchos otros, pero, en todo caso, es una opción clara para el que quiere participar en política conociendo el terreno que pisa.

Trataremos de plantearlo en la síntesis que permite una carilla y media.

Comenzamos por nuestra visión antropológica del ser humano concebido como producto de la voluntad de Dios a través de una creación evolutiva que le otorga libre albedrío y trascendencia.

Continuamos con la agrupación de los seres humanos en comunidades que desarrollan a lo largo del tiempo historia, valores, tradiciones y cultura común hasta constituirse en naciones.

Es beneficioso que esas naciones tengan lugares de coordinación y debate como las Naciones Unidas para promover la paz mundial y discutir los grandes temas de un mundo intercomunicado pero de modo alguno concebimos una autoridad supranacional y global que destruya o inhabilite la identidad de las naciones.

Visualizamos a la Argentina como una nación celosa de su soberanía que se integre en la comunidad internacional con tratados regionales y con posturas independientes que atiendan al derecho internacional sin alinearse con ningún poder de la tierra y comerciando con todas las naciones del mundo en función del interés nacional. Nuestro proyecto para un país soberano entiende que no se debe ceder soberanía a organizaciones internacionales, no se deben constituir parlamentos supranacionales, no se deben permitir condicionamientos a nuestra política exterior ni firmar tratados que no se atengan a las normas de nuestra Constitución Nacional. Es esencial la construcción de Fuerzas Armadas bien equipadas y entrenadas y de una industria para la defensa tecnológicamente avanzada para garantizar la defensa de nuestras cuantiosas riquezas y el control de nuestras fronteras marítimas, aéreas y terrestres.

La Argentina del futuro debe estar bien integrada a nivel físico, virtual (redes de comunicaciones), económica y afectivamente en sus 24 jurisdicciones.

La educación es un pilar de nuestro modelo y no solo se trata de impartir conocimientos sino de formar ciudadanos responsables y jóvenes con mentalidad de emprendedores.

Nuestros planes prevén una mejor distribución de la población desarmando la red de “villas miserias” y asentamientos, con habitantes que son clientes políticos cautivos, mediante planes de construcción de viviendas en todo el país. Asimismo, en una nación con una densidad poblacional de apenas 16 habitantes por kilómetro cuadrado prevemos incentivar el crecimiento poblacional y perseguir el aborto con toda la fuerza de la ley.

Demás está decir que la Argentina del futuro debe recuperar la confianza de inversores genuinos con políticas serias y estables pero el primer paso es recuperar la confianza de los propios argentinos, que en defensa propia ocultan sus ahorros y eluden la presión fiscal, pues no ven traducidos sus aportes en servicios ni en obras esenciales.

El modo de producir riqueza será trabajar, trabajar y trabajar, llevando a quienes reciben planes sociales a efectuar cursos obligatorios que los transformen en personal capacitado para el trabajo fecundo.

Una de las bases del desarrollo es terminar con la antinomia campo versus industria. En nuestro proyecto, el gobierno debe facilitar la producción agropecuaria, que es la primera productora de divisas y promover la industrialización de la Argentina pues es de ese sector que surgirán los nuevos puestos de trabajo. La construcción de autopistas inteligentes, aeropuertos, obras energéticas claves como la represa del Paraná Medio que puede proveer tanta energía como toda la que actualmente se produce en el país, la finalización de las redes incompletas de agua y cloacas, son obras con mano de obra intensiva que pondrán a trabajar a millones de argentinos.

Es esencial que la Argentina vuelva a construir barcos, trenes y aeronaves, facilitar la creación de empresas mercantes marítimas y fluviales para transportar el producto del trabajo nacional.

También nuestro proyecto pone el énfasis en la economía del conocimiento que es mucho más que el desarrollo de las industrias del software pues refiere al desarrollo de patentes de todo tipo, particularmente en las áreas avanzadas en que la Argentina ha logrado un “know how” (saber cómo hacer) entre las que tenemos la energía nuclear y la industria aeroespacial.

Parafraseando a Guillermo Laura, un preclaro argentino que se adelantó a su tiempo, decimos que la escala de las propuestas debe ser proporcional a la magnitud de los problemas y por eso debemos pensar en trabajar y producir a lo grande, generando un desarrollo y un crecimiento de tal magnitud que las deudas se minimicen y el equilibrio fiscal se logre por una recaudación basada en el aumento de la actividad y no en el ajuste y el aumento de los impuestos.

La clave para la ejecución práctica del proyecto está en la utilización del poder sin temores ni inhibiciones. Dejarse atar las manos por los movimientos de izquierda y pseudo progresistas que utilizan la cuestión de los derechos humanos como herramienta para impedir la acción de la justicia, permitir el vandalismo y los piquetes y fomentar el divisionismo y el resentimiento social es dejarse inocular un veneno que destruye a la sociedad. Hace falta mano firme para defender la vida, perseguir el delito y ser implacable con la corrupción en todos los órdenes sociales empezando por el ámbito de la política.

El proyecto debe implementarse estableciendo metas de corto, mediano y largo plazo. El consenso y la continuidad se obtendrán cuando la población perciba las mejoras en el nivel de vida, particularmente en el índice de Desarrollo Humano. La construcción de escenarios estratégicos para fijar los objetivos futuros es una de las herramientas fundamentales de nuestra planificación.

Sería muy útil que las distintas fuerzas políticas presentaran proyectos que vayan más allá de la coyuntura financiera o de las torpes maniobras para mejorar la distribución del ingreso creando una creciente presión impositiva que solo sirve para frenar a las pocas áreas exitosas que aún nos impulsan.

Nosotros seguiremos proponiendo y trabajando incansablemente, con la fe puesta en Dios y en nuestro proyecto, por el bien de la Patria.

Buenos Aires, Argentina, noviembre de 2022.

 

* Contralmirante Retirado, Veterano de Guerra de Malvinas. Licenciado en Sistemas Navales. Master en Relaciones Internacionales. Master en Ciencias en Management. Presidente del Partido Nueva Unión Ciudadana.