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CREACIÓN DE UNA UNIVERSIDAD PARA ESTUDIAR LOS ASUNTOS FRONTERIZOS

Abraham Gómez R.*

La geografía humana, en su más amplia composición, que habita en los espacios correspondientes a nuestra poligonal fronteriza ―en sus cuatro fachadas― debe despertar el interés y fijar la preocupación de quienes ejecutan Políticas Públicas, por parte del Estado venezolano con la finalidad de corresponderles debidamente y como se merecen, en todas las áreas dispuestas para su subsistencia.

Estamos obligados a estudiar académicamente y adentrarnos en sus propios sitios de convivencias, para afinar mínimos detalles; para percibir de mejor manera la cultura, la comunicación lingüística, los valores, la etnicidad, estética, la identidad, los diferentes sistemas de producción según los rubros que son propios del específico lugar, la problematización que atraviesan, la distribución geoespacial e interrelación con el resto del país de los aludidos compatriotas quienes ocupan ciudades, pueblos y caseríos, con sus concretas y muy diversas manifestaciones y desempeños, que viven en esos inmensos espacios de nuestra extensión territorial.

Así también, resultará interesante conocer ―directamente― el modo específico (y en sus distintas variantes) cómo estos compatriotas interactúan con su medio ambiente; además, percatarnos «allí mismo» la manera en que organizan sus sistemas políticos, económicos y sociales como expresión natural y legítima de su ubicación geográfica.

Todo un complejo e inevadible desafío para aprehender en esas comunidades la calificación pertinente por lo que estamos haciendo y lo que ellos hacen, al tiempo que le damos sentido de pertenencia al lograr imbricarlos con el resto de la población nacional, con pleno respeto a sus modos, cosmogonía y costumbres.

Nuestro compromiso para estudiar los espacios fronterizos venezolanos, en la UNAFRONT, constituirá un eficiente reforzador de lo anteriormente citado.

Conocer integralmente lo que es nuestro en los ambientes colindantes con otros Estados es la mejor estrategia para defender tales zonas y a su gente frente a cualquier circunstancia o contingencia.

Han sido reiteradas las conversaciones que he sostenido con los directivos de las Academias y otras entidades, cuyo eje temático siempre ha sido las fronteras venezolanas, en toda su consideración y magnitud.

Lo hemos estado explicando en las universidades con el siguiente tono e intención. Cuando se trate de discernir sobre las zonas o áreas fronterizas, tenemos que asumir idénticos propósitos de venezolanidad, por cuanto constituye un asunto de Estado el cual desborda cualquier parcela individualista. Dicho de otra forma, la línea opinática debe dimensionarse por encima de diferenciaciones ideológicas o partidistas.

El asunto fronterizo trasciende a los gobiernos.o hemos reiterado en todas nuestras conferencias por Venezuela: se hace obligante concitar una verdadera unidad nacional.

Visto y analizado el párrafo anterior, nos hemos propuesto proyectar una Universidad Nacional cuya malla curricular se constituya únicamente de Asuntos Fronterizos (la UNAFRONT, como ya se le comienza a denominar en todo el país).

Al revisar por muchas vías, no hemos conseguido ninguna entidad educativa similar en otro país, ni siquiera en naciones que han tenido pleitos y serias controversias limítrofes por años.

En esta oportunidad, nos encontramos afinando el estudio de factibilidad que consignaremos por ante la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU) para la creación de la precitada Universidad, cuyos componentes curriculares ―como se ha dicho― exclusivamente estriben en los Asuntos Fronterizos de nuestra nación y de otros países del mundo, aparejado a las Relaciones Internacionales.

Aspiramos que a través de innovadoras estrategias metodológicas, apoyadas en seminarios, foros, proyectos, investigaciones cualicuantitativas, estudios etnográficos, entre otras se haga posible desarrollar y analizar discernimientos, oportunas conferencias magistrales; visitas a los sitios de estudios, exposiciones e indagaciones documentales de delimitaciones y demarcaciones nacionales.

Particular interés y énfasis, por supuesto, lo tendremos en nuestros espacios fronterizos, en todas sus consideraciones e implicaciones. Valga decir, la conformación y nuestra herencia histórica, pactos suscritos. Los elementos jurídicos que asisten a Venezuela. Nuestros estudios y registros cartográficos. Las diversas reclamaciones y confrontaciones que hemos tenido. La dimensión étnica y demográfica en general que habita nuestra poligonal fronteriza. Los procesos productivos agroindustriales y energéticos factibles en esas franjas colindantes. Los despojos territoriales que nos han perpetrado. Nuestra proyección caribeña y atlántica. Los costados amazónico, andino y guayanés.

Son bastantes aristas a estudiar y problematizar, en su justa medida, en cuatro años aproximadamente.

Por lo pronto, el equipo ha analizado la probabilidad de ofertar tres carreras en la UNAFRONT, las cuales serían: 1) Asuntos Fronterizos, 2) Relaciones Internacionales y 3) Etnodemografía.

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba. Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU). Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela.

 

NUESTRA UNIVERSIDAD: IRREVERENTE, INSUMISA Y CRÍTICA. ASÍ LA QUEREMOS.

Abraham Gómez R.*

Foto de Yan Krukau: https://www.pexels.com/es-es/foto/gente-hombres-mujer-colegio-8197544/

 

Confieso el inmenso agrado que siento cada vez que seleccionamos el tópico universitario para tejer reflexiones, de cualquier aspecto de nuestra admirada institución.

Reconocemos que la Universidad, algunas veces, se nos presenta esclerosada; pero también elogiamos que la Universidad sigue siendo un exquisito espacio societal donde se crean, re-crean, preservan, difunden y legitiman los conocimientos. Tal es su esencia.

La universidad venezolana ―la que promueve y permite el disenso y el pensamiento crítico― ha resistido los embates desde diversos lados. Adversarios internos y bastantes que le disparan desde afuera.

Nuestra Universidad ha soportado las trapacerías que las mentalidades obtusas y retrógradas han hecho (y aún insisten) para que desaparezcan estas casas de Estudios Superiores.

Han declarado: «muerte a la inteligencia. Viva la muerte»; aquella infeliz expresión del general Millán Astray, enfrentado al rector Unamuno, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca (1936).

Otros, no pocos, apelan a los ardides más inimaginables para intentar «arrodillarla».

Los totalitaristas creen que colocando la Universidad en condición abyecta responderla, de mejor manera, a sus específicos intereses ideológicos.

La universidad por su pura y clásica definición jamás estará al servicio caprichoso de parcelas y menos hará juegos a conveniencias individualistas.

Con toda seguridad, en la fortaleza de principios de la Universidad estriba su fama bien ganada de irreverente, protestaria y crítica. En permanente ebullición de ideas.

Sépase que así la queremos y necesitamos. Y nuestra disposición para defenderla siempre es irreductible e indoblegable.

Somos creaturas de la Universidad que mantiene incólume sus exquisitos escenarios para las constantes y respetuosas confrontaciones plurales.

Ha sido el propio carácter crítico que la Universidad genera y propicia lo que nos motiva a repensarla, sin descanso; a debatir lo que ha venido siendo y cómo debería ser. Con la severa advertencia de no incurrir en el artificio contrario de querer modelarla según nuestras egolatrías; o pretender cerrarle sus disímiles miradas y apocar sus horizontes.

Nuestra posibilidad académica apunta en otro sentido: resensibilizar, desde adentro, para que se desplieguen serias actividades de transformación. No es poca cosa. Lo sabemos. Hay demasiados asuntos álgidos a lo interno, que respaldan los conservadurismos o por lo menos «reman en dirección contraria» en estos tiempos de cambios acelerados.

En el presente tramo epocal muchas veces las opciones tecnológicas llevan un ritmo más rápido para alcanzar las causas de los hechos que superan los rituales tradicionales de enseñanzas-aprendizajes y a los contenidos de las matrices curriculares, en nuestras universidades. Comporta ―ciertamente― un interesante desafío, aunque produzca vértigos.

Frente a la descripción anterior, asumamos una actitud autocrítica. Empecemos por reconocer que estamos obligados a salir de este atolladero.

Que a nadie se le ocurra que la solución, en lo inmediato, es nombrar una comisión de «reforma universitaria». De lo que se trata es de transformar, que es adentrarnos mucho más allá de las formas.

Transformar, con libertad y autenticidad. Vamos a exponerlo con las palabras de este distinguido investigador social venezolano, Alex Fergusson: «La institución universitaria tiene, entonces, la responsabilidad de incitar a tener una visión crítica sobre sus propias misiones y las relaciones de ésta con la sociedad. Por consiguiente, también tiene la responsabilidad de desarrollar la reflexión crítica y de garantizar una autonomía de pensamiento… es, sin duda alguna, el sentido que debe darse hoy a la libertad académica y científica».

Hay que dejar atrás (decimos nosotros en añadidura) suficientemente lejos a tantos que han vegetado (y han medrado) por años en las universidades. A esa gente que jamás se ha atrevido a propiciar nada que vaya a contracorriente de lo estandarizado.

Debemos desplazar a quienes se dicen capitostes de la Universidad, que engulleron lo que alguna vez fue legitimado; pero que ya tal esquema se ha vuelto disfuncional e impracticable.

Hay que abrir las miradas para comprender y aprehender que hoy estamos inmersos en una sociedad que valora intensamente las múltiples opciones generadoras de conocimientos: fuente sustantiva de sus propias realizaciones.

Posibilidades tecnológicas incorporadas cotidiana y rutinariamente.

Entendamos que en la actualidad las ignorancias tienen un alto precio.

Agreguemos a todo lo reflexionado, lo siguiente: si la intención es construir saberes, entonces, que continúen anudados dos previsibles sustratos filosóficos en los espacios universitarios: Pensamiento Crítico y Libertad. Ambos factores conjugados no son pecaminosos ni ingenuos. Por cuanto Pensamiento Crítico y Libertad conforman una síntesis intrínseca en y desde la universidad. Pensamiento Crítico y Libertad han hecho insumisa a la Universidad, a lo largo de la historia.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Correo electrónico: abrahamgom@gmail.com

 

PROFESOR UNIVERSITARIO: INSPIRADOR, CREATIVO E INNOVADOR

Abraham Gómez R.*

Imagen de Nikolay Georgiev en Pixabay 

En esta fecha, 5 de diciembre, que en sí misma comporta un hito histórico en la educación universitaria venezolana, se hace imprescindible destacar, discursivamente, que un docente universitario no alcanza su meta-peldaño para encumbrarse y regocijarse en ese objetivo académico. Y menos en las actuales condiciones de proletarización en las cuales nos han subsumido.

El propósito esencial de quienes hemos hecho los espacios de educación superior nuestro hábitat natural consiste en vincularnos para aportar soluciones a los problemas de las sociedades, con lo cual reivindicamos nuestra identidad societal y la reafirmación de categoría profesional.

Con toda seguridad, el siguiente aserto será ampliamente compartido: los profesores universitarios somos lo que leemos y lo que dejamos de aprender.

Además, permítanme añadir que cada vez que celebramos un día como el de hoy —en su más pura acepción— consagratorio al profesor universitario, uno busca caer en la tentación de decir cosas, de reflexionar en torno a la naturaleza de la condición del docente que interactúa en los ambientes universitarios.

Ciertamente, el desempeño como profesor universitario se va adquiriendo en progresividad, en tanto requerimiento necesario, pero no es suficiente para el desarrollo de un tejido cultural y científico, si no va aparejado, obligantemente, a conectarse y a nutrir los distintos actores y objetivos societales.

Preguntamos: ¿acaso no es nuestra la responsabilidad de imbricar para beneficio de la sociedad los conocimientos generados y los resultados investigativos, a partir de la indetenible dinámica en nuestras universidades?

A veces llegamos a reflexionar que la sociedad se ha vuelto desestimadora de la vida universitaria; que no asimila, en algunos casos, los criterios, ponderaciones e importancia de los infinitos saberes aprovechables que se generan.

Podemos llegar a responder, de la siguiente manera: nunca se alaba lo que no se conoce.

Si la sociedad ignora el significado de la vida interna de las universidades, difícilmente les conferirá su exacto valor. Parece que el sistema académico en nuestro país ha fallado para comunicar el sentido e intencionalidad de todo cuanto se ha venido haciendo.

Vamos a asumirlo como autocrítica: ha habido de nuestra parte poca o ninguna ocupación para exteriorizar resultados concretos.

Rememoramos, para fortalecer nuestra génesis, que el 5 de diciembre del año 1958, se sancionó y promulgó una nueva Ley de Universidades que vino a sustituir la que para entonces estaba en vigencia desde 1953.

Así entonces, queda instituida esa fecha, como Día del Profesor Universitario; sin embargo, en 1970 se reforma la mencionada norma, sustancialmente, hasta obtener el orden prescriptivo para el sistema universitario venezolano que nos rige ahora.

Observamos también con bastante preocupación que, ante las crisis que nos flagela como a todo el país, un número considerable de Instituciones de educación Superior y una apreciada facción de docentes universitarios han adoptado una respuesta mimética y adaptativas a los embates, sin llegar a proponer cambios significativos o de irreverente transformación.

Digamos que la tímida excepción la constituyen algunas universidades plurales y libres, en conjunto con los docentes que han asumido los desafíos para desarrollar alternativas académicas, con perspectivas de inclusividad hacia la parte de la sociedad que ha querido ser emprendedora.

A pesar de haber nacido la Universidad en la Edad Media, como una entidad donde concurren maestros y discípulos en la búsqueda de la verdad, hoy las múltiples conexiones tecnológicas han transformado los modos de generar los conocimientos, de preservarlos, de re-hacerlos y transmitirlos con otros principios y valores. Frente a ese desafío los docentes universitarios no podemos eludir. Estamos obligados a encararlos e incorporarlos —como aprendices permanentes— a nuestras cajas de herramientas intelectuales.

La Educación Superior en el presente siglo XXI debe asumir el cambio para el futuro como consustanciales de su ser y quehacer. Dicha transformación exige de las instituciones de educación superior una predisposición a la reforma constante de sus estructuras y métodos de trabajo

Esto implica asumir la flexibilidad epistemológica.  Admitir que hay muchas y hasta contradictorias visiones del mundo y la vida; y las diversas propuestas teóricas para comprenderlas, en lugar de la rigidez y el apego a tradiciones inmutables.

Hoy, hacemos propia la reflexión que apunta por la incorporación prospectiva del docente universitario en su labor diaria. Que diga y aporte soluciones; para que el profesor de la educación superior participe de manera activa en la elaboración de los proyectos futuros de la sociedad que queremos y necesitamos, inspirados en la solidaridad, en la superación de las desigualdades y el respeto a los fines democráticos, a la meritocracia y a la pluralidad del pensamiento.

 

* Docente universitario. Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Correo electrónico: abrahamgom@gmail.com

Nota publicada originalmente el 03/12/2020 en Disenso Fértil https://abraham-disensofrtil.blogspot.com/