Archivo de la etiqueta: Elecciones

ARGENTINA. CONSIDERACIONES POLÍTICAS DE CARA A LAS ELECCIONES

Marcelo Javier de los Reyes*

Diario del 28 de julio de 1923. En el titular dice que al cambio, un dólar estadounidense equivale a un millón de marcos. Imagen: Berliner Tageszeitung zur Geldentwertung. Bundesarchiv, Bild 102-00134 / CC-BY-SA 3.0.

 

El domingo 13 de agosto se llevaron a cabo las elecciones denominadas PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), una instancia previa a los comicios generales. Originalmente los partidos políticos celebraban internas para definir a sus candidatos. Al imponerse este sistema de «espacios» ―por el cual la Nación les paga a los políticos su interna― se pone en manos de la población la responsabilidad de elegir el «candidato» dentro del espacio (si hubiera más de uno por espacio), el o los cuales fueron designados a dedo previamente por quien tiene el poder dentro del mencionado espacio, ya sea un político o un grupo económico. Es decir, el o los candidatos no surgen de ninguna «voluntad popular» sino de un acuerdo de cúpulas o del que funge de líder.

De esas PASO quedaron cinco candidatos: Sergio Massa por el oficialismo, «Unión por la Patria», actual ministro de Economía y responsable de la actual debacle; Patricia Bullrich por «Juntos por el Cambio» (ex «Cambiemos»), quien goza en algunos sectores de la población de un prestigio que es más producto de la propaganda que de la realidad; Javier Milei por «La Libertad Avanza», un economista que todo lo pasa por el tamiz de las teorías económicas, incapaz de poder abordar otras temáticas y a quien, a pesar de pregonar acerca de la «libertad», no le gusta que lo contradigan y en ocasiones se pone violento; Juan Schiaretti, actual gobernador de Córdoba, peronista, candidato por «Hacemos por Nuestro País»; y Myriam Bregman (Frente de Izquierda-Unidad), la que no canta el Himno Nacional pero no le molesta que el Estado Nacional le pague la dieta como diputada. En este último caso, lo peor es que el resto de los diputados demuestran ser tan poco patriotas al no sacarla del Congreso Nacional.

Aunque los medios sigan agitando que en las PASO se dio un escenario de tres tercios ―coincidiendo con la premonición de la actual vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner―, la realidad es que casi un 40% no votó, impugnó el voto o votó en blanco, mostrando un rechazo a este sistema partidocrático que no resuelve los problemas de los argentinos sino que los agudiza. De tal manera que el escenario real sería de unos tres quintos para los principales candidatos.

Con respecto a esta supuesta democracia, durante estos años los argentinos hemos intentado, sin éxito, superar dos postguerras. La corporación política no lo ha permitido y ha levantado las banderas de la «desmalvinización» y de los derechos humanos desde 1983, siguiendo las pautas que se impusieron desde el exterior a través de fundaciones, centros de estudios e instituciones internacionales. Es así como nuestro país enfrenta una «guerra híbrida» en la que los políticos ocupan el escenario en el teatro de títeres.

En este contexto podría afirmar que la historia, maestra de la vida, no se repite pero muestra similitudes. Es así como la actual situación de la Argentina, salvando las distancias, guarda similitudes con la República de Weimar, hace un siglo. Nuestro país ha ganado militarmente la guerra contra la subversión, aunque la ha perdido a partir de 1983 de la mano de nuestros políticos. Perdió la guerra del Atlántico Sur en 1982, aunque los británicos obtuvieron una victoria pírrica. Desde 1983 se ha dado una situación como la que entonces expresó el mariscal Paul von Hindenburg (1847-1934), presidente de la mencionada república entre 1925 y 1934, quien habría afirmado que, según un general británico, el ejército alemán había sido apuñalado por la espalda por el pueblo alemán y por sus partidos políticos. Una situación similar se ha dado en la Argentina con respecto a sus Fuerzas Armadas, lo que no significa respaldar los errores que pudieron haber cometido sus integrantes. Las instituciones no deben ser desmanteladas por los errores de sus miembros.

Nuestro Versalles fue el Tratado de Madrid, promovido por el entonces Canciller y luego ministro de Economía, Domingo Cavallo, con el respaldo de los políticos que desde entonces no han revertido esta situación de ignominia.

Al igual que en la República de Weimar, los argentinos han visto y vuelven a ver que su moneda es llevada a la insignificancia pero de ninguna manera debe considerarse que su principal problema es económico. El gobierno militar también tuvo allí su talón de Aquiles al poner la economía bajo el control de los economistas liberales que iniciaron el proceso de desindustrialización y de desinversión de la Argentina, agudizado luego durante el gobierno de Carlos Menem ―a quien pondera el candidato Milei, al igual que al entonces ministro de Economía Cavallo―, y continuado por sus sucesores en la presidencia de la Nación.

Como los ciudadanos de la República de Weimar, los argentinos viven en una amarga desilusión y algunos sectores de la población comienzan a dar un giro hacia una falsa derecha, en búsqueda de un liderazgo mesiánico.

En días pasados hemos presenciado dos debates entre los cinco candidatos a la presidencia, quienes pusieron en evidencia su mediocridad y su falta de comprensión de las dificultades por las que atraviesan la población y la Nación argentinas. En líneas generales, más allá de agredirse mutuamente, no ofrecieron ideas creativas ni propuestas creíbles para cambiar el rumbo de colisión al que nos enfrentamos, lo que no solo pone en evidencia sus propias carencias sino también las de sus equipos de asesores.

Efectivamente, el 22 de octubre la población argentina deberá elegir a uno de entre esos cinco candidatos que se equivocan en el diagnóstico y, por consiguiente, no pueden hallar una respuesta adecuada. O no quieren. Por supuesto que la Argentina tiene problemas económicos pero el principal problema es de índole filosófico, ya que se trata de cuestiones vinculadas a la ética y a la moral. En ese marco, se destacan la corrupción y la hipocresía.

Si se arriba a un mal diagnóstico, la solución será forzosamente incorrecta. La estrategia es la herramienta a la que se debe recurrir para superar una crisis o un conflicto. Sin pensamiento estratégico, sin una respuesta de carácter holístico, no se podrá salir del actual atolladero.

La Argentina enfrenta una grave situación que la puede llevar a su disolución tal como la conocemos hoy y nuestros candidatos solo se miran el ombligo. La carencia de pensamiento estratégico, tanto de ellos como de sus equipos, es nuestro mayor problema. El 22 de octubre se elegirá al presidente o nos encaminaremos hacia una definición entre dos candidatos en una eventual elección a celebrase el 19 de noviembre.

Sería mi deseo equivocarme pero estimo que nos dirigimos hacia un colapso del sistema político después del 10 de diciembre cuando asuma el nuevo presidente. Nuestro país debe salir de la discordia actual, que divide más a la sociedad que a la corporación política, y aunar esfuerzos en pro de recuperar los valores que oportunamente hicieron grande a la Argentina y volver a la senda que llevó a nuestro país a encontrarse entre las primeras naciones del planeta. Hemos perdido décadas y hemos puesto al país en las manos equivocadas. Una vez más recuerdo a José Ortega y Gasset, cuando vino a nuestro país y nos dijo: «¡Argentinos a las cosas, a las cosas!».

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. 

Autor del libro «Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones», Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

©2023-saeeg®

AUNQUE SEA PARA MAL

Santiago González*

Si un Milei triunfador y emocional forja un lazo afectivo con una sociedad desgarrada no habrá fuerza capaz de enfrentarlo o resistirlo

 

La espectacular irrupción de Javier Milei en el escenario político argentino tiene en vilo a analistas y comentaristas, que proponen día tras día las explicaciones más extravagantes y alambicadas para dar cuenta de un suceso que no figuraba en sus cuadernos de notas. Su perplejidad, y las evidentes dificultades con las que tropiezan para hilvanar sus argumentos, resultan sorprendentes porque el fenómeno es más bien simple, sencillo y hasta cierto punto esperable. Algún día tenía que pasar: los pueblos pueden tomar malas decisiones, pero no se suicidan.

El predicamento en que se encuentran enredados politólogos, columnistas y observadores se explica enseguida cuando uno advierte que lo que en realidad intentan no es entender el fenómeno Milei sino encajarlo en el relato sobre la realidad nacional que la mafia política, empresaria, sindical, judicial y mediática que se apoderó del país viene construyendo y sosteniendo desde hace cuarenta años a fin de asegurar el lugar de privilegio que se reservó para sí y para sus amigos, usando en su beneficio el poder coercitivo del Estado y distorsionando sus instituciones para acomodarlas a ese propósito.

Ese relato, asentado sobre las premisas básicas del progresismo y la corrección política, afirma la existencia de una Argentina representativa, republicana y federal, como manda la Constitución; afirma la existencia de un Estado proveedor de salud, educación, seguridad y justicia; afirma la existencia de una economía en general libre, aunque regulada aquí y allá en aras del bien común; y afirma la existencia de una clase dirigente razonablemente honesta y bien intencionada, que a veces falla en sus propósitos por errores involuntarios o por trabas u obstáculos interpuestos maliciosamente por sus rivales políticos. Si las cosas fueran realmente así, si esa narrativa fuera cierta, es claro que la aparición de un Milei resultaría inexplicable.

Pero las cosas no son así, y eso mismo que los autores del relato ―desde ambos lados de la grieta― no han querido o no han podido ver, una parte mayoritaria de la sociedad lo tiene bien claro, sin consideraciones rebuscadas ni superabundancia de información: lo tiene claro a partir de su experiencia cotidiana, de su historia familiar, de las cosas que ha ido perdiendo, de los peligros que amenazan a sus hijos, de su desvalimiento ante un mundo cada vez más complejo, y cada vez más ajeno. Esos argentinos, que no se engañan sobre las cosas ni se dejan engañar, se han hecho escuchar claramente en las urnas: sin bronca, sin emoción, sin deseos de venganza, sin violencia, sin hartazgo. En defensa propia, simplemente.

 

Los primeros análisis sociológicos del voto en favor de Milei revelan la imposibilidad de asociarlo a cualquier grupo demográfico: ni a los ricos ni a los pobres, ni a los jóvenes ni a los viejos, ni a la población urbana ni a la población rural. No he visto estudios que relacionen el voto a Milei con el grado de exposición a los medios tradicionales: sospecho que a menor exposición, mayor inclinación hacia su figura. Sólo es posible decir que ese voto alcanzó niveles inesperados en las provincias más pobres y en algunos de los bolsones de pobreza que rodean a las grandes ciudades, justamente los más afectados por el estado de cosas que Milei promete revertir.

Esa dispersión “transversal”, como dicen los especialistas, del voto a Milei refleja más bien un estado de conciencia, una lucidez que probablemente incluye diferentes proporciones de racionalidad e intuición, y una disposición a participar, dentro del sistema, para modificarlas. Aunque seguramente comparten una visión de las cosas aproximadamente similar, estos ciudadanos se distinguen de los que votaron en blanco o simplemente se abstuvieron de votar: los primeros confían en el sistema pero no creen que Milei represente una alternativa para mejorarlo, los segundos no creen ni en Milei ni en el sistema democrático. Una parte de quienes no votaron simplemente ventiló su enojo, y es probable que vaya a las urnas en octubre. Y vote por Milei.

 

Los comentaristas con fama de respetables describen rutinaria, casi perezosamente a Milei como el “candidato antisistema”, lo que constituye un absurdo desde el momento en que el aspirante respeta los mecanismos electorales y manifiesta reiteradamente su defensa del régimen constitucional; es claro que tampoco son “antisistema” sus votantes, que se han tomado la molestia de formar filas en los comicios para emitir ordenadamente su sufragio. Esos publicistas, en realidad, juegan con las palabras para no decir que Milei es el candidato “anti statu quo”, o sea contrario al estado de cosas que, entre otros, los tiene a ellos mismos como beneficiarios.

Desde el otro lado de la grieta describen a Milei como el “candidato antiderechos”, otro absurdo refutado desde las mismas bases peronistas. “¿Qué carajo decís cuando decís derechos?”, increpó en televisión Mayra Arena, una militante justicialista, a la kirchnerista Cinthia García. “La palabra ‘derecho’ da espina a que siempre son derechos de los otros.” Alejandro “Pitu” Salvatierra, otro dirigente de base con frecuente presencia en los canales oficialistas, ilustró la misma idea con una anécdota: “Un muchacho del equipo de fútbol de la villa dijo que iba a votar por Milei y otro lo cuestionó: ‘¿No te das cuenta de que Milei te va a quitar la indemnización, el aguinaldo?’ ‘¿Qué es el aguinaldo?’, respondió el interpelado, que jamás había tenido un empleo formal en su vida”.

Los “derechos” que presuntamente viene a eliminar Milei sólo existen en el papel, en las leyes que votan los legisladores de la democracia para ganar adhesiones y conservar privilegios, sin preocuparse luego de que se cumplan o no. La población, supuestamente amparada por el “Estado presente”, vive en la miseria. Desde el golpe de 1976 la Argentina ingresó en una espiral decadente de la que no ha podido escapar. Todos los gobiernos dejaron el país peor de lo que lo encontraron y, como siguiendo un plan, cada uno se ocupó de destruir una parte del legado del orden conservador: el congreso, la educación en todos sus niveles, la salud, la justicia, la defensa, la moneda, la flota oceánica y fluvial, la red ferroviaria, la sociedad más justa y más integrada del mundo, el tejido afectivo que la mantenía unida.

Carlos Menem y Mauricio Macri, con más audacia el primero que el segundo, intentaron promover cambios que revirtieran la decadencia. Memen apeló a la picardía (“si les decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”), y abrió al mismo tiempo la economía y las compuertas de la corrupción y el saqueo del Estado. Lo mejor de su gestión se lo debió a Domingo Cavallo, y cuando se deshizo de él su gobierno cambió de rumbo. Macri confió en su propia majestad, creyó que su sola presencia iba a servir de ordenador, y que todo se iba a acomodar de manera natural, paulatina, y por su propio peso. No tuvo (no toleró) a su lado un Cavallo que le aportara pericia técnica. Menem y Macri terminaron mal sus mandatos, y sus cambios a medias dejaron más problemas que soluciones.

A diferencia de ellos, el libertario promete reformas amplias y drásticas, y las anticipa clara y descarnadamente, sin ocultar nada: ni la maña de Menem ni la majestad de Macri, sino la motosierra de Milei. Propuso la “uberización” de las relaciones laborales, propuso la apertura de la economía, propuso alguna forma de copago para los servicios de salud y educación, propuso dolarizar y nada de eso espantó al electorado como habría ocurrido décadas atrás. “Hay más miedo a que todo siga igual, que a que cambie”, explicó la militante peronista Arena, en una frase que probablemente resume el temperamento social de una Argentina que se asoma al final del primer cuarto del siglo XXI hundida en un pozo de pobreza, desesperanza y frustración al que nunca creyó posible caer.

 

Al margen de la refriega electoral, se han planteado algunas advertencias más atendibles respecto de los condicionamientos que podrían afectar a un eventual gobierno de Javier Milei, unas de tipo institucional, otras de índole emocional. En una columna de su blog, el observador Marcos Avella pondera varios factores capaces de jugarle en contra, desde la carencia de mayorías legislativas hasta la eventualidad de un juicio político, pasando por las limitaciones constitucionales y legales e incluso las presiones internacionales. En el mismo sentido, el politólogo Andrés Malamud remite al ejemplo de lo ocurrido en el Perú con el presidente electo Pedro Castillo, cuyos intentos de introducir reformas tropezaron con la oposición de un Congreso adverso que finalmente lo destituyó.

El columnista Carlos Pagni, por su lado, creyó ver una cierta inestabilidad emocional en Milei, citando casos en que moderadas demostraciones públicas de afecto lo llevaron al borde del llanto. En esas situaciones, observó, Milei revela “una demanda de reparación infinita… Y por eso gana, porque la gente está igual”. Y sentenció Pagni: “Ahí hay un problema, la gente a lo mejor detecta ese problema”. Pero la militante peronista Mayra Arena, más que un problema, ve allí un atributo del libertario: “Es original, es distinto y se emociona”, dijo, y opinó que esas cualidades despiertan en la gente “ganas de acompañarlo”. Arena, que trabaja por la candidatura de Sergio Massa, reconoció que “cuesta mucho ver el enamoramiento que genera Milei”.

Pero Arena es peronista y los peronistas son diestros para captar el escenario, porque sus cualidades les resultan familiares. “Ojo con que no se avive y llame a la calle, por ejemplo”, advirtió la militante. “Que no te tome una de esas postas que no está ocupando el peronismo, porque su electorado se siente parte, se siente protagonista, y siente que hay alguien del otro lado que les habla. Si llama a la calle antes que el peronismo, es un problemón”, reconoció Arena.

Visto desde una perspectiva más amplia, esto quiere decir que si un Milei con los sentimientos a flor de piel triunfa en primera vuelta, y desde ese lugar victorioso forja un lazo afectivo con una sociedad desgarrada en su tejido y necesitada de creer, no habrá mayoría legislativa que se le resista ni presión política capaz de doblegarlo. Lo emocional, más que una debilidad será una fuerza, y se impondrá por sobre lo institucional. Ambos condicionamientos se neutralizarán entre sí.

La sociedad argentina “acaba de iniciar un experimento rarísimo, riesgosísimo para el nivel de problemas que tenemos”, hizo notar el columnista Pagni. “Pero es así, es el momento histórico”, se consoló. La militante Arena describió el momento histórico con la frase que ya citamos y que viene al caso repetir completa, con el agregado que siguió a una repregunta: «Hay mucho más miedo a que todo siga igual que a que cambie, aunque sea para mal…» Y, nos guste o no nos guste, nos entusiasme o nos inquiete, a dos meses de las elecciones, el nombre del cambio es Javier Milei.

Enlaces externos

Mayra Arena en “Duro de domar”

 

* Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se inició en la actividad periodística en el diario La Prensa de la capital argentina. Fue redactor de la agencia noticiosa italiana ANSA y de la agencia internacional Reuters, para la que sirvió como corresponsal-editor en México y América central, y posteriormente como director de todos sus servicios en castellano. También dirigió la agencia de noticias argentina DyN, y la sección de información internacional del diario Perfil en su primera época. Contribuyó a la creación y fue secretario de redacción en Atlanta del sitio de noticias CNNenEspañol.com, editorialmente independiente de la señal de televisión del mismo nombre.

 

Artículo publicado el 23/08/2023 en Gaucho Malo, El sitio de Santiago González, https://gauchomalo.com.ar/

SIN MARCHA ATRÁS

Iris Speroni*

Tenían una opción: robar un poco menos.

No quisieron escuchar.

 

En diciembre de 2019 sostuve que «Hoy la República Argentina es inestable no por los que pierden, sino, paradójicamente, por quienes ganan». Me refería y refiero a los desequilibrios macroeconómicos [1] y físicos [2]. Desorden. Caos. Ausencia de paz interior. Lo cual se traduce en freno al crecimiento, caída del nivel de vida, desesperanza y tristeza.

Quienes gobiernan medran con el caos. Las clases gobernantes se benefician con la inflación; de comprar dólares a mitad de precio [3], un negocio de decenas de miles de millones de dólares por año; cobrar intereses del BCRA por 150 millones de dólares por día; lograr condonaciones de impuestos impagos (concesionarias de servicios); obtener concesiones de terrenos y servicios públicos con cánones irrisorios; comprar tierras públicas a precios viles; facturar al Estado el doble y triple de lo que valen las cosas; endeudar al país una y otra vez.

La clase dirigente argentina, a diferencia de otras en otras partes del mundo, no tiene límite. Son adictos terminales. No saben cómo parar.

Por eso la economía y la sociedad están desquiciadas. No existe equilibrio alguno. El poco que hay es gracias a la plebe y no a los gobernantes, en contra de toda teoría política posible.

En marzo de este año volví al tema. Nos veíamos en marzo de 2023 sin divisas para enfrentar obligaciones cuando el año 2022 fue el mejor de toda nuestra historia en volumen de exportaciones, U$D 88.446 millones.

¿Cómo podía ser que tuviéramos problemas en el mercado de cambio luego de que entrara tanta plata? ¿Por qué estábamos viviendo inflación y corridas cambiarias luego de nuestro año más próspero? ¿Por qué había argentinos que no comían cuatro comidas diarias si lo lógico era que tuviéramos un veranito de abundancia?

Los gobernantes dieron excusas, todas externas. Lo cierto es que Paraguay, Brasil y Uruguay, con el mismo contexto, tuvieron crecimiento de reservas, inflación baja y crecimiento del PBI y de los salarios reales.

La respuesta es fácil: porque no pueden parar de robar.

Los responsables

Toda la política monetaria y cambiaria es responsabilidad del Congreso de la Nación. Todos los miembros, en el Senado y en Diputados, se hacen olímpicamente los idiotas y el tema no lo tocan. Hablan de bueyes perdidos y del día del orgullo gay, jamás de que un trabajador pueda comprar este mes lo mismo que el mes pasado.

Como tampoco se ocupan de separar un poquito del dinero de lo que roban para reinvertirlo en lo que les da leche. No mantienen los caminos rurales, no arreglan el FFCC, el interior tiene mala potencia eléctrica (cuando las represas hidroeléctricas y Atucha están en el interior), no limpian los canales, no hacen riego. No brindan salud a la gente que vive en el campo. En resumen, no cuidan ni a la gallina de los huevos de oro.

Las PASO de 2023

Todo andaba bárbaro para los ladrones hasta el momento en que le preguntaron a la gente.

La impunidad hace esas cosas. Se vuelven descuidados.

Los ciudadanos tenemos pocas herramientas. Si los salimos a cazar para matarlos, vamos presos, porque la policía y los fiscales y los jueces los manejan nuestros enemigos, los gobernantes.

Así que la única herramienta es el voto.

Y vaya si se usó.

El 99,6% de las exportaciones de bienes proviene del interior del país. Sobre las mismas el BCRA cobra un peaje del 50%. Repito: en 2022 el BCRA le robó a todo el interior U$D 44.223 millones. Dinero que el BCRA luego les regaló a los amigos con los mecanismos descriptos. ¿Es de extrañarnos entonces que el mapa se haya pintado de violeta el domingo pasado? ¿Qué lugares como Chubut, La Rioja o Misiones votaran que no les birlaran el 50% de su trabajo?

Todos los que en estos años no abrieron la boca sobre la emisión del BCRA, las tasas de LELIQs de tres dígitos, el desdoblamiento cambiario o que un camionero tenga que pagar IIGG pero un magistrado no, hoy, tienen fruncidos hasta los poros.

Tenían una opción: robar un poco menos.

No quisieron escuchar.

El futuro

No sé quiénes entrarán al balotaje (suponiendo que ninguno gane en primera vuelta, lo que a este ritmo puede pasar).

Pero que la ciudadanía rechazara a “Baldosita” Larreta y a un saltimbanqui como Lousteau, es una alegría que me durará mucho tiempo.

Ahora somos nosotros los que le tenemos que decir a toda esta gente, que no son solamente los que vemos en la tele, sino todos aquellos a los que les financian las carreras políticas: Ocaña, Yedlin, Larreta, Massa, De Mendiguren, Kulfas, Dante Sica, Vizzotti, Ginés, Lousteau, Recalde, Donda, Prat Gay, Redrado, Heller, Garré y tantos otros, que ellos y sus patrones robaron por demás.

Que estamos cansados de pagar una fiesta a la que nunca estamos invitados, mientras ellos se atienden en el Otamendi y se van de vacaciones a Europa o Miami y andan por todos lados con chofer y custodia.

No creo que ni aún luego de este domingo donde no les entra un alfiler, hayan entendido que tienen que robar un poco menos.

El paso adelante de Milei

Muchos analizaron las elecciones. No seré yo la que descubra algo nuevo. Excepto que es el único que habla de los problemas que le quitan el sueño a las personas de a pie: que la plata no alcanza, que la inflación es un robo de los ricos a los pobres (y no hablo del almacenero), que la escuela pública es una risa, cuando los maestros no van y si van enseñan la Pacha Mama, que hablar de universidad gratuita cuando el 50% no termina el secundario (es decir, no puede llegar a la vereda de la facultad) es una tomadura de pelo, o que sos pobre, hacés el esfuerzo de recibirte en la facultad y te matan en la puerta de tu casa para robarte un auto modelo 2017.

Los únicos que hablaron de lo que le preocupa a la población, ya sea en economía, seguridad o los servicios que el Estado debe brindar y no brinda [4], fue la dupla M-V.

A uno puede gustarle o no lo que proponen, pero el resto de los candidatos esos temas no los menciona.

De eso no se habla

Hay un solo tema que ninguno, incluidos M-V, toca y en algún momento lo vamos a tener que tratar abiertamente: el tratado de Versalles que sufrimos y nos sofoca.

No podemos ahorrar, porque todo el dinero se va con la deuda que nos inventaron.

No podemos industrializarnos, porque nos impusieron que la industria se mudara a Brasil.

Padecemos un embargo de armas, por lo que no podemos tener pertrechadas a nuestras FFAA.

No podemos desarrollar los FFCC ni una flota propia, porque la contraparte del tratado no quiere que se puedan movilizar ni tropas ni abarrotes.

Ni siquiera pudimos construir un FFCC hasta Vaca Muerta.

Nos dejaron hacer el gasoducto sólo cuando requirieron el gas desde Europa. Caso contrario lo dejaban morir.

Nos mandan las ONGs piratas para boicotear todo desarrollo económico, como la explotación off-shore.

Bueno, en algún momento, lo tenemos que hablar.

El futuro

Nuevamente, Argentina enfrenta un ciclo económico internacional largo y propicio, con buenos precios internacionales que están para quedarse.

Si hacemos las cosas bien (tipo de cambio libre, aranceles aduaneros flat y bajos, simplificar y bajar impuestos) vamos a exportar U$D 300.000 millones por año y la más beneficiada será la industria ―nadie se perjudica más por el cambio atrasado que la industria―. Implicará pleno empleo, altos salarios e inversiones.

Hay que implantar riego en los ⅔ del país que es árido (ver el plan del Ing. Aníbal Colombo).

Levantar los estándares de educación y formar más ingenieros, enfermeros, odontólogos.

Volver a educar en oficios: herreros, albañiles, colocadores de tejas, mecánicos, plomeros, gasistas, soldadores, costureros, talabarteros, carpinteros, ebanistas, calderistas. Reconstruir los colegios perito mercantil y normal (maestros). Cinco años y a la cancha.

Que todo el mundo se pueda comprar un terrenito y hacerse una casa.

Vivir en todo el país y no todos amontonados para viajar una hora y media para llegar al trabajo.

En resumen, podemos ser felices. Está al alcance de la mano.

Pero como dije en APRIETAN Y AHORCAN a principios de este año:

«Necesitamos orden, paz, unión, estabilidad para crecer, prosperar, capacitarnos, invertir, crear, cuidar a nuestras familias».

Mientras que quienes provocan el caos permanente estén al frente de la Nación, nada bueno lograremos.

Hay que echarlos».

Estamos en eso. No hay que poner marcha atrás.

Excepto para pisarlos, claro.

Lecturas relacionadas

2022: el año que no estuvimos en peligro

http://restaurarg.blogspot.com/2023/02/2022-el-ano-que-no-estuvimos-en-peligro.html

Aprietan y ahorcan

http://restaurarg.blogspot.com/2023/03/aprietan-y-ahorcan.html

Equilibrio inestable

http://restaurarg.blogspot.com/2019/12/2020.html

 

Notas

[1] Inflación, balanza de pagos, deuda, cuentas fiscales, crédito, tasa de interés.

[2] Huelgas, cortes de calles, falta de insumos y suministros, cortes de luz, inundación por falta de mantenimiento en la canalización, delincuencia común desbocada, falta de vacantes y de mantenimiento en las cárceles, demora en la justicia y largos etcéteras.

[3] El negocio de los amigos del gobierno es: 3.1. comprar dólares a mitad de precio en sí para importar, ejemplo: en 2022 compraron varios aviones privados, la mitad la pusieron ellos, la mitad la puso algún gringo que hace algodón en el Chaco o los que hacen maní en Córdoba; 3.2. girar dividendos con dólares comprados a mitad de precio; 3.3. dibujar créditos (back-to-back) para comprar dólares a mitad de precio y girarlos al exterior, a lo que denominan “cancelar créditos externos privados”; 3.4. importar maquinaria con falsos precios siderales cuando en realidad es maquinaria totalmente amortizada y el único costo es la desinstalación, el traslado y la instalación, seguro lo vieron a Massa inaugurando plantas industriales que supuestamente salieron cientos de millones de dólares, bueno, la mitad de lo que dicen que costó lo pusimos nosotros; 3.5. la sobrefacturación de importaciones en general; 3.6. pago de supuestos servicios ―o servicios verdaderos― como intereses, honorarios, seguros o flete, todo con dólares que compran a mitad de precio.

[4] Los políticos no se dieron cuenta que los trámites de los abuelos los hacen los nietos por internet. Los chicos saben todo. Saben del maltrato de los burócratas de PAMI, ANSES, etc. a sus padres y abuelos. Saben que el ANSES tarda dos meses en dar un turno. Que conseguir un turno de PAMI es para el próximo solsticio, y así todo. Los chicos saben todo. Por otro lado, ―en el interior es más pronunciado―, uno ve que en los pueblos la oligarquía son los empleados de PAMI, ANSES, BAPRO, Banco Nación, AFIP, Aduana, que ganan 5 veces lo que el resto y encima maltratan a los que tienen que atender. De seguridad ya hablé el domingo pasado.

 

Artículo publicado el 19/08/2023 en Restaurar, https://restaurarg.blogspot.com/2023/08/sin-marcha-atras.html.