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UCRANIA, RUSIA Y LA INCIERTA «PAX TURCA»

Roberto Mansilla Blanco*

Muchas expectativas y especulaciones han dominado el clima existente en torno a la infructuosa negociación sobre la paz en Ucrania prevista para este 15 de mayo en Estambul. Lo que podía constituir un escenario clave para acordar, cuando menos, un cese al fuego en la cada vez más estéril guerra ruso-ucraniana y que, al mismo tiempo, podría suponer para Turquía un papel protagónico como mediador diplomático e interlocutor válido, se ha súbitamente degradado en medio de las sinuosas arenas de los intereses geopolíticos.

Los precedentes al eventualmente fallido encuentro en Estambul entre los mandatarios Vladimir Putin y Volodimyr Zelenski anunciaban la posibilidad de apertura de una negociación. En una inédita conferencia de prensa en Moscú durante la madrugada del 11 de mayo, dos días después del histórico «Desfile de la Victoria» que conmemoraba el 80º aniversario de la «Gran Guerra Patriótica», Putin lanzó una propuesta de negociación directa con su homólogo Zelenski poniendo fecha el 15 de mayo en Estambul. El escenario estaba servido: Turquía, miembro de la OTAN, ha ejercido una relevante capacidad de interlocución entre Rusia y Ucrania.

La respuesta inmediata del mandatario ucraniano aceptando la propuesta de Putin también daba pie a la posibilidad de este histórico encuentro, con la única condición de que Moscú decretara un alto al fuego a partir del 12 de mayo, una propuesta que el Kremlin ha rechazado de plano.

El juego de intereses precedente a la cumbre

Desde entonces hemos asistido a un rifirrafe de declaraciones y presiones en torno a la posibilidad de este encuentro Putin-Zelenski en Estambul.

Tras la oferta del mandatario ruso, el presidente ucraniano se reunió en Kiev con su homólogo francés Emmanuel Macron, el canciller alemán Friedrich Merz y el primer ministro británico Kein Starmer. Este encuentro significó la puesta en escena de la «troika» europea de apoyo a Ucrania para intentar frenar las aspiraciones rusas de sacar la mejor tajada de una eventual negociación en Estambul sobre el final del conflicto.

Ante la persistencia de Putin de que la negociación sólo debía darse directamente con Zelenski, la cumbre de Kiev reveló que Europa y la OTAN no quieren quedar fuera del protagonismo, exigiendo también sus cartas. Mientras la atención estaba enfocada en la posibilidad de esa cumbre Putin-Zelenski en Estambul, los ministros de Exteriores de la OTAN se reunían los días 14 y 15 de mayo en la localidad turca de Antalya. En esta reunión, la Alianza Atlántica sentó las bases para aumentar a un 5% del PIB el gasto militar hasta el 2032, con la mira puesta en la presunta «amenaza rusa».

Desde Washington, Trump presionó a Zelenski con la finalidad de que aceptara la negociación pero también advirtiendo a Putin de no buscar atajos. El mandatario estadounidense es consciente de que la clave de la negociación es convencer al presidente ruso. «Si fracasa la negociación entre Trump y Zelenski, EEUU y Europa ya saben en qué condiciones está la situación y actuaremos en consecuencia», dijo Trump poco antes de iniciar una estratégica gira por Oriente Próximo que le llevó a Arabia Saudita y Qatar.

Visto el panorama, el Kremlin decidió dar un golpe de timón en torno a su presencia en Estambul, probablemente con la finalidad de no arrojar pistas sobre cuál sería la dinámica de la negociación. Horas previas al encuentro confirmó que ni Putin ni su ministro de Exteriores Serguéi Lavrov asistirían a Turquía al «cara a cara» con un Zelenski que ya viajaba a Estambul. Tras reunirse con el anfitrión, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, Zelenski decidió no reunirse con una delegación rusa de carácter técnico, probablemente persuadido por las presiones de sus aliados europeos. La cumbre, por tanto, ya no sería de alto nivel entre Putin y Zelenski sino que quedaría relegada a sendos equipos técnicos de negociadores.

Desde Riad, la capital saudita, Trump declaró su intención de asistir a Estambul probablemente con la expectativa de influir en el finalmente infructuoso «cara a cara» entre Putin y Zelenski. Previamente, la Casa Blanca anunció que a Estambul viajará el 16 de mayo el secretario de Estado Marco Rubio junto con el enviado especial para Oriente Próximo, Steve Witkoff, quien ya se había reunido con Putin semanas atrás en Moscú.

En medio de este clima de incertidumbre, la Unión Europea aprobó un nuevo paquete de sanciones contra Rusia, una decisión que lejos de acercar posiciones incrementó aún más la desconfianza y la tensión con Moscú.

La clave geoeconómica

Sin menoscabar las interpretaciones que puedan existir en torno a porqué lo que parecía una cumbre de alto nivel comenzó a desvanecerse hacia un resultado incierto, algunos eventos pueden ayudar a explicar qué podría estar detrás de lo que está por negociarse en Estambul.

El clima internacional ya venía condicionado por el impasse entre India y Pakistán que llevó al borde de la guerra entre estas dos potencias nucleares, finalmente abortado in extremis por la diplomacia de EEUU. Con un Israel preparándose para la anexión de Gaza, la atención estaba concentrada en la posibilidad de una reducción de tensiones entre Rusia y Ucrania que, al menos, implicara una tregua temporal de las operaciones militares.

El desfile del pasado 9 de mayo en Moscú con motivo del 80º aniversario de la «Gran Guerra Patriótica» en la II Guerra Mundial reunió en la capital rusa a más de 30 jefes de Estado y de gobierno, la mayor parte asiáticos, africanos y latinoamericanos. Ese mismo día en Kiev, los ministros de Exteriores de la UE renovaron públicamente su apoyo a Zelenski con la intención de contrarrestar el ambiente festivo en la capital rusa.

Con todo, la presencia de mandatarios internacionales en la Plaza Roja de Moscú le permitió a Putin obtener un importante as geopolítico orientado a retomar la iniciativa, esta vez en el terreno diplomático, para dar paso una negociación en Ucrania bajo sus condiciones. Un día después de este desfile, Putin sorprendió anunciando su propuesta de negociación con Ucrania en una conferencia de prensa ante corresponsales extranjeros. Ese mismo día, EEUU anunciaba un acuerdo con China para suspender por 90 días la guerra arancelaria iniciada por Trump meses atrás. El clima se veía, por tanto, distendido.

Aquí entran en juego algunas interpretaciones que podrían arrojar claves sobre cuál era el sentido real de la propuesta de Putin y que, más allá del terreno militar, tienen un olor a intereses geoeconómicos. Es posible que durante las reuniones bilaterales en Moscú entre Putin, el presidente chino Xi Jinping y mandatarios africanos (como fue el caso de Ibrahim Traoré de Burkina Faso, país estratégico para los intereses rusos en el Sahel) entre otros, se abordara esta posibilidad de propiciar una negociación de paz en Ucrania para intentar amortiguar la posible recesión económica que se avecina por la guerra comercial de Trump, en especial en lo relativo al alza del precio de los alimentos.

Siendo Rusia y Ucrania los principales productores de trigo y cereales, la eventual paralización del conflicto ruso-ucraniano podría suponer la normalización de la actividad comercial de los puertos rusos y ucranianos del mar Negro (Novorosísk y Odessa principalmente) para exportar estas materias primas, esenciales para varios países africanos y de Oriente Próximo ante la inminencia de un verano que anuncia sequías y posible desabastecimiento.

Y aquí entraría en juego Turquía y la razón de la cumbre en Estambul, más allá del hecho de su capacidad de interlocución entre Rusia y Ucrania, la OTAN y la UE. Erdogan observó en este contexto la posibilidad de fortalecer el peso geoeconómico turco como facilitador de unas negociaciones que podrían normalizar el transporte de alimentos y mercancías desde estos puertos rusos y ucranianos y su salida vía estrecho de los Dardanelos hacia el Mediterráneo, el Magreb, Oriente Próximo y el Atlántico para asegurar el abastecimiento alimenticio. Visto en perspectiva geoeconómica, Putin y Erdogan se aseguraban una jugada maestra que obligaba a Europa y la OTAN a reaccionar, bien aceptando el plan de paz de Putin o profundizando en el rearme a Ucrania.

Debe recordarse que Estambul ya acogió a mediados de 2022 una serie de negociaciones directas entre representantes rusos y ucranianos con la finalidad de alcanzar un alto al fuego y un acuerdo humanitario, que finalmente fueron abruptamente suspendidas. Algunas fuentes han argumentado presuntas presiones indirectas por parte de Europa y EEUU (entonces bajo la presidencia de Joseph Biden) para boicotear la posibilidad de un acuerdo entre Kiev y Moscú.

Tres años después el contexto militar y geopolítico ha cambiado drásticamente, con un conflicto estancado, una Ucrania si bien resiliente pero exhausta y cada vez más dependiente de unos aliados occidentales igualmente desgastados y defraudados con la guerra en Ucrania. Y en todo ello un Putin con cartas geopolíticas más a su favor, a pesar de las tensiones que sigue manteniendo con Occidente, manejando un sórdido juego de paciencia táctica con elementos disuasivos y de «tira y afloja», tendente precisamente a socavar el apoyo occidental a Ucrania. Por otro lado, mientras se discutía la posibilidad de la cumbre en Estambul, Washington y Moscú avanzaban en las negociaciones para restablecer el suministro de gas natural ruso hacia Europa.

Así mismo, Erdogan ha jugado a varias bandas en el conflicto ucraniano con la velada intención de mantener difíciles equilibrios y evitar posicionamientos incómodos. Mientras mantiene una táctica alianza geopolítica con Rusia, Ankara le ha vendido drones a Ucrania para ser utilizados en el frente. En 2023, Erdogan medió entre Moscú y Kiev en cuanto a la apertura de los puertos ucranianos y rusos en el Mar Negro para la exportación de cereales vía puertos turcos, un precedente que probablemente entró en juego en el actual contexto. Con ello, Erdogan mostraba su disposición para utilizar la diplomacia económica como factor disuasivo entre Rusia y Ucrania.

Trump vuelve a la escena: la alianza con Arabia Saudita

Con la atención enfocada en la infructuosa reunión Putin-Zelenski en Estambul, desde la capital saudita Riad, Trump y el príncipe Mohammed bin Salmán firmaron un estratégico acuerdo de defensa entre EEUU y Arabia Saudita con importantes implicaciones para el contexto geopolítico regional. Trump también anunció la suspensión de todas las sanciones contra Siria, con cuyo presidente Ahmed Hussein al-Shar’a se reunió en Riad en el que aprovechó para persuadirle a «reconocer a Israel».

La gira de Trump en Oriente Medio evidencia el imperativo de Washington por fortalecer la influencia saudita en la geopolítica regional y global y, al mismo tiempo, condicionar el emergente peso geopolítico turco en la Siria post-Asad. No se debe descartar que Trump espere resucitar los Acuerdos de Abraham de 2020 con la vista puesta en un histórico reconocimiento diplomático entre Arabia Saudita e Israel, con implicaciones geoestratégicas de elevado nivel para Oriente Próximo y, especialmente, para los intereses turcos y de Irán, ambos aliados de Rusia y China.

Ante los retrasos de Putin y Zelenski por materializar su plan de paz para Ucrania, Trump ha apostado por romper el equilibrio en Oriente Próximo estrechando lazos con Arabia Saudita para contrarrestar esa influencia turca vía cumbre en Estambul. Consciente del revisionismo de Erdogan en cuanto a sus relaciones con Israel y sus tácticos acercamientos con Rusia, Irán y China, Trump apuesta por ejercer contrapesos vía Arabia Saudita que le permitan mantener el escudo de apoyos a favor de Israel y de los intereses estadounidenses en la región.

Previo a la cumbre en Estambul, Erdogan se había anotado un histórico avance al certificarse oficialmente la disolución del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), lo cual pone punto final a casi cinco décadas de lucha armada contra el Estado turco. La disolución del PKK era un fait accompli desde que se iniciaron las negociaciones para su desarme en 2013 y que se confirmó el febrero pasado cuando su líder histórico Abdulah Oçalan (en cadena perpetua en una prisión turca) pidió abandonar las armas.

Neutralizado el PKK, Erdogan refuerza sus posiciones regionales con respecto a frenar el irredentismo kurdo y establecer un mecanismo de seguridad desde Siria hasta Irak, un escenario que podría contrariar los intereses de EEUU, Israel y Arabia Saudita. Falta ver si la cumbre de Estambul, ya sin Putin ni Zelenski, le permita a Turquía recuperar posiciones ante los vertiginosos cambios que observa en sus esferas de influencia.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE.UU. y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

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LAS POLÍTICAS DEL GOBIERNO NACIONAL CONSOLIDAN AL REINO UNIDO EN MALVINAS Y LAS AGUAS ARGENTINAS

César Augusto Lerena*

Las políticas de Argentina relativas a la recuperación de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur se habían limitado a reclamar derechos, cooperar unilateralmente sin contraprestación alguna del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte e invitar a dialogar ―sin éxito alguno― a Londres sobre la restitución de los Archipiélagos. El nuevo gobierno libertario alineado en forma irrestricta con los gobiernos de Estados Unidos e Israel ha desactivado todas las acciones que pudiera llevarse a cabo en las cuestiones de Malvinas con el Reino Unido y la manifestación más evidente es el silencio del gobierno argentino frente a las distintas acciones británicas vinculadas a estos territorios insulares y marítimos e, incluso, manifestando su intención de incorporarse a la OTAN, cuestión ciertamente insólita porque la Argentina ni siquiera presta atención a la “Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur”, que el Reino Unido viola sistemáticamente.

A poco de asumir en 2023 el Presidente Milei ordena no tratar el presupuesto anual y con ello, congela los fondos de las fuerzas navales armadas, de seguridad marítima y fluvial y de control dificultando aún más la administración y control del Atlántico Sur y la ejecución de toda política de fortalecimiento de la soberanía nacional en la parte meridional del Atlántico Suroccidental y la Antártida; el control de la pesca ilegal, el trabajo esclavo y el narcotráfico.

La entonces Canciller Diana Mondino declaró que “es necesario atender los derechos de los isleños” en contraposición a lo previsto por la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional y la doctrina mantenida por la Argentina de integridad territorial.

Este mismo año el Poder Ejecutivo Nacional presenta al Congreso la Ley de Bases (Ómnibus) donde se prevé reformar la ley de Pesca para permitir el acceso mediante el pago de un canon a empresas pesqueras extranjeras a la Zona Económica Exclusiva Argentina; hecho inédito en el mundo desarrollado, que extranjeriza el mar argentino y hubiera impedido todo tipo de control argentino en Atlántico Suroccidental debilitando su administración. Profundizando la gravedad de la medida, esta Ley preveía autorizar el desembarco fuera de los puertos nacionales, el ingreso de barcos de cualquier antigüedad y la utilización de tripulación extranjera en los barcos pesqueros. Al mismo tiempo derogaba la ley 26.386 que prohibía que barcos habilitados por la Autoridad de Aplicación pescaran sin habilitación nacional en Malvinas y viceversa; permitiendo en consecuencia, que buques que pescan con licencia ilegal británica en Malvinas, entre ellos los de sociedad española-británica, pesquen en la Zona Económica Exclusiva Argentina, una verdadera cesión de la soberanía nacional. Este proyecto fue retirado por el gobierno por la gran oposición que realizaron los sectores empresarios, gremiales, políticos y expertos (entre estos, quienes escribimos estas líneas).

El Comisionado de las islas Georgias del Sur y Sándwich del Sur extendió “la prohibición de pescar” de 283.000 a 449.000 Km2 en el denominado Santuario Ecológico ilegal del Reino Unido de 1.070.000 Km2 de alrededor de las islas, violando ―además de la soberanía argentina― la Convención de los recursos vivos en la Antártida, constituyéndose en un nuevo acto unilateral sin que la Cancillería argentina tomara posición alguna y actuara en consecuencia.

La Canciller Diana Mondino y la Secretaría de Malvinas de la Cancillería Paola Di Chario, los responsables diplomáticos de la Convención sobre Recursos Vivos Marítimos Antárticos y de la Protección del Medio Marino Antártico; de la Secretaría de Bioeconomía, Fernando Vilella; de la Subsecretaría de Pesca Juan Antonio López Cazorla y del Consejo Federal Pesquero, violan por acción u omisión la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional y toda la legislación argentina aplicable (Leyes 15.802; 22.584; 23.775; 23.968; 24.216; 24.543; 24.922; 25.263; 25.675; 26.386; 26.651; 26.776 y, 27.564); independientemente de la responsabilidad que podría caberle al gobernador de la Provincia de Tierra del Fuego Gustavo Melella en su competencia provincial.

El avance sobre la prohibición de navegación y pesca de un área 166.000 Km2 sobre el Área Marina Protegida existente viola la citada Convención y la Resolución de la ONU 31/49 del 1/12/1976, promovida por el gobierno de Isabel Martínez de Perón, que instó «a las dos partes a que se abstengan de adoptar decisiones que entrañen la introducción de modificaciones unilaterales en la situación mientras las Islas están atravesando por el proceso recomendado en las resoluciones 2065 y 3160»; las normas relativas a la Convención Antártica y toda la legislación argentina relativa a los derechos argentinos territoriales, pesqueros y ambientales.

A la existencia de un Puerto en las Georgias del Sur y Malvinas, el Reino Unido anuncia la construcción de un nuevo puerto en Malvinas cuyo costo de 194 millones de dólares estaría financiado por la Banca Rothschild que se estima habilitar esta terminal portuaria en 2027, mejorando la logística en las islas, además de contar con un aeropuerto para aviones de gran porte. Todo ello facilitará las operaciones de los grandes buques de carga que utilizan el Estrecho de Magallanes para acceder al Océano Pacífico ante la imposibilidad de hacerlo por el canal de Panamá. Del mismo modo, los que transitan desde el Océano Índico, los contingentes turísticos y los pesqueros extranjeros que operan en la parte meridional del Atlántico Suroccidental; además de promover el interés científico mundial de quienes trabajan en la Antártida; desplazando en todas estas actividades a los puertos del Tierra del Fuego. El objetivo del Reino Unido es la constitución de un Hub Regional en Malvinas.

La Canciller Mondino y la secretaria de Malvinas de la Cancillería Paola Di Chiaro, se ausentan en la VIII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) donde “los países de la región reafirmaron su respaldo a los derechos de soberanía argentinos en la cuestión de las Islas Malvinas, conforme a lo dispuesto por la Resolución 31/49 de la Asamblea General de las Naciones Unidas”.

Sin solución de continuidad se sigue desinformando a los argentinos sobre la verdadera gravedad de la invasión británica en los archipiélagos y el mar argentino: La posición de la Canciller Mondino es -al menos- contradictoria: cuestiona que Rusia ocupe el 18% del territorio de Ucrania y no denuncia que el Reino Unido invada o dispute el 46,64% del territorio argentino; es decir, un espacio más amplio que el territorio continental americano argentino (2.791.810Km2) y antártico argentino (965.314 Km2), ya que el  Reino Unido invade y/o disputa a la Argentina 5.497.178 Km2 del territorio nacional. Es decir, un 46,64%, ya que ocupa y explota 1.639.900 Km2 de territorio argentino (aguas correspondientes, zona de protección y GAP en Malvinas y el Área Marina Protegida y santuario ecológico de 1.070.000 km2 alrededor de Georgias del Sur y Sándwich del Sur) y, disputa con la Argentina 2.426.911 Km2 del continente antártico y 1.430.367 Km2 de la plataforma continental.

Por acción o inacción de las Autoridades argentinas, el frente fluvial y marítimo argentino está siendo debilitado. Una falta de administración adecuada de la vía troncal fluvial Paraná-Paraguay que no favorece el desarrollo regional del litoral del nordeste argentino y la autorización para la profundización del canal del Puerto de Montevideo sin una tarea equivalente en el proyectado canal de Magdalena impide la debida integración la red comercial fluvial-marítima argentina y favorece la logística de la pesca ilegal en alta mar de los recursos migratorios originarios de la Zona Económica Exclusiva y en Malvinas, debilitando la soberanía en los archipiélagos del Atlántico Suroccidental y, muy particularmente, a las poblaciones de la Patagonia, cuya densidad población es la más bajas del país.

Ante la inacción de la Cancillería argentina, todas las operaciones relacionadas con Malvinas utilizan los puertos y aeropuertos de Uruguay para favorecer las operaciones pesqueras y petroleras de Malvinas; al igual que el puerto de Punta Arenas de Chile; es decir, trabajan consolidando las relaciones con estos países, pese a la posición retórica de Suramérica en favor de la Argentina y el poco interés de los funcionarios argentinos por buscar acuerdos con los vecinos, en especial los vinculados al Atlántico Sur y la Antártida.

Finalmente, en una clara demostración del objetivo británico de ocupar este espacio estratégico del Atlántico, el Reino Unido mantiene en las Islas una base militar misilística y naval absolutamente desproporcionada, contraria a la “Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur” que firmaran todos los países de África occidental y América oriental, aprobada en 1986 por la Res. 41/11 de las Naciones Unidas. Todos hechos de fortalecimiento de la proyección del Reino Unido hacia la Antártida, que pueden ser inconmensurables y muy probablemente irreversibles, ante la tolerancia y pasividad de la Canciller argentina.

Sin que la Cancillería lleve política activa alguna, el Reino Unido tiene una política diseñada para todos los Archipiélagos de Ultramar que éste considera parte de la Comunidad Británica de Naciones y, entre ellas, la anunciada en 2017 respecto a establecer un “Cinturón Azul” (Blue Belt) a las islas, bajo el pretexto de proteger el ambiente alrededor de estas; cuando en realidad, no es otra cosa que constituir áreas de control británico marino, como es el caso de Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich, tal es el caso del “Santuario Ecológico” de 1.070.000 Km2 establecido alrededor de las últimas islas en 2011, que ahora profundiza, mediante la prohibición absoluta de pesca de 166.000 Km2 que se agregó a la determinación del Área GAP de 4.000 Km2 al noroeste de Malvinas, donde se concentra gran parte del calamar, especie central de Malvinas.

Tampoco la Cancillería lleva adelante una política de relación con la Unión Europea post-Brexit de modo que todos los productos pesqueros capturados en el área de Malvinas no ingresen a la Unión Europea sin pagar aranceles de importación y, en especial sobre España que, teniendo empresas radicadas en la Argentina, autoriza a buques gallegos a pescar en Malvinas y asociarse con empresas británicas de las islas, sin ―como dijimos― la Argentina aplique sanción alguna por violación a la Ley 24.922 y la Res. 31/49 de las Naciones Unidas.

Por cierto, siguen vigentes, los Acuerdos de Madrid I y II que limitan la acción de defensa nacional naval y aérea y habilitan de hecho la captura de los recursos pesqueros argentinos en Malvinas e impiden que los buques argentinos pesquen en esa área.

Es manifiesta la extranjerización del Atlántico Sur y la apropiación de los recursos migratorios originarios de la ZEE en alta mar y Malvinas: Empresas chinas, españolas-británicas, coreanas, taiwanesas y otras pescaron desde 1976 a la fecha -con licencias ilegales británicas o sin ellas- 48 millones de toneladas, por un valor total estimado de 192 mil millones de dólares.

Respecto a la industria pesquera radicada en el continente argentino «del total de dólares de las exportaciones pesqueras declaradas en 2024 fueron 539.289 toneladas por un valor de 2.005 millones de U$S procedentes de la captura en su ZEE; un 70% en manos de 20 grupos empresarios y un 30% de las 174 empresas exportadoras restantes. De esos 20 grupos, el 70% son sociedades de capitales extranjeros y un 30% de empresas nacionales y, de esas empresas extranjeras el 70% son empresas de capitales chinos y españoles» (César Lerena “Los estados chino, español y británico se hacen de la pesca argentina”, 20/03/2023). No hay políticas en la Cancillería, la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca; en la Secretaría de Malvinas; en el Consejo Nacional de Malvinas o Consejo Federal Pesquero para administrar el Atlántico Suroccidental y recuperar pacíficamente Malvinas.

Desde la asunción de la Canciller Diana Mondino da reiteradas muestras de simpatía con británicos e isleños ocupantes de Malvinas; asignándoles derechos a estos últimos, como si fueran parte en la Disputa, violando el mandato de la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional, además de no efectuar los correspondientes reclamos en los distintos foros y haciendo caso omiso a las reiteradas violaciones de nuestros territorios irredentos por parte de la corona británica, distintos funcionarios y las fuerzas armadas británicas. La ministra Mondino ratifica su política pro-británica con la designación del ex Canciller Jorge Faurie como embajador en Chile ―un tradicional aliado del Reino Unido en la región― y la designación del Embajador Carlos Foradori en Ginebra, efectuando con ello, su aval a lo actuado por el gobierno argentino en 2016, ratificado en la reciente Reunión de Cancilleres de la Argentina y del Reino Unido, a través del Comunicado de prensa sobre la Cuestión Malvinas del 24/09/24 (IP 470/24) donde se ratifican los contenidos del Pacto Foradori Duncan, a través de un nuevo Pacto Mondino-Lammy que en sus partes más salientes indica: «que la Canciller Argentina, Diana Mondino, y el Secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido, David Lammy, reunidos en Nueva York el 24/09/2024 avanzaron en una agenda amplia que incluyen aspectos vinculados al Atlántico Sur, aplicándose esta agenda y a sus resultados la fórmula de salvaguardia de soberanía que figura en el párrafo 2 de la Declaración Conjunta del 19 de octubre de 1989». Las Partes acordaron retomar la tercera fase del Plan Proyecto Humanitario conjuntamente con la Cruz Roja. También se estableció la necesidad de avanzar con medidas concretas en materia de conservación de pesquerías y en favor de una mejor conectividad, en virtud de los arreglos alcanzados en 2018, incluida la reanudación del vuelo semanal de San Pablo a las islas, que realizaba una escala mensual en Córdoba…». Objetivos, que no son otros que los indicados en el Pacto Foradori-Duncan de «adoptar las medidas apropiadas para remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas, incluyendo comercio, pesca, navegación e hidrocarburos». Todo ello sin aporte alguno del Reino Unido como contrapartida a esta vergonzosa cesión de la Argentina. Mariano Moreno nos decía: “hay determinaciones que no se pueden tomar ni ebrios ni dormidos”, es decir, bajo ninguna circunstancia». Este Pacto indigno Mondino-Lammy, lesiona la soberanía nacional y viola la Constitución Nacional; deja de lado nuevamente al Congreso Nacional y a la voluntad mayoritaria de los argentinos, que no otorgó mandato alguno a la Canciller para facilitar la ocupación territorial británica de nuestros territorios.

El 31 de octubre 2024 cesa en sus funciones la Canciller Mondino y se designa Canciller a Gerardo Werthein quien continua sin llevar adelante ninguna acción positiva respecto a Malvinas.

En febrero de 2025 se designa a la embajadora argentina en Londres a Mariana Edith Plaza, nombramiento que mereció el rechazo de la Confederación de Combatientes de Malvinas; la Federación de Veteranos de Guerra de la Provincia de Buenos Aires y de gran parte del arco político opositor, por cuanto esta diplomática habría manifestado que se debería “renunciar a todos los reclamos y derechos que tiene la Argentina sobre las Islas Malvinas” (De Vedia Mariano, La Nación, 22/02/2025).

Sin oposición Argentina el Reino Unido en marzo de 2025 profundiza el proyecto petrolero León Marino (Sea Lion) de la empresa israelita Navitas Petroleum asociada a la británica Rockhopper Exploration que alcanzará la extracción de 150.000 barriles diarios. En el mismo mes las fuerzas armadas británicas efectúan ejercicios militares en Malvinas para mostrar su potencial bélico a la Argentina y al mundo y su ocupación militar en el Atlántico Suroccidental y los accesos al océano Pacífico, Índico y la Antártida, haciendo caso omiso a la “Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur” que firmaron todos los países de África occidental y América del Sur Oriental.

La política exterior llevada adelante por el gobierno de Milei, de alineamiento exclusivo a Estados Unidos e Israel aísla a la Argentina del conjunto de naciones que apoyaron tradicionalmente los reclamos argentinos sobre Malvinas y nuestra debilidad, derivada de una política de apertura de las importaciones, desindustrialización y destrucción del Estado coloca a la Argentina en la peor condición de dependencia extranjera para sostener nuestros reclamos soberanos.

Después de 43 años de políticas erráticas relativas a Malvinas, debiéramos decir, que no se trata de vivir aislado del mundo ni de utilizar procedimientos bélicos, ya que la Argentina no está en capacidad de sostener ningún conflicto, no solo por encontrarse desarmada, sino por la debilidad y dependencia económica extrema en la que se encuentra. Tampoco, de ser anglo-fóbico o sostener sencillamente «contra los ingleses es mejor» como prologa en su libro la escritora Ema Cibotti o utilizar la «mano de Dios» que exteriorizó un sentimiento popular que tienen ―aún antes que nosotros― muchos irlandeses, escoses y galeses.

Nuestra Independencia nos sacó de encima el virreinato de los españoles, pero los ingleses siguieron haciéndose de nuestros recursos en el país a pesar de los Tratados de Paz y Amistad o bajo el amparo de Acuerdos que, como el de Madrid, sirvieron para seguir ampliando la ocupación de nuestro territorio. Como la enseñanza bíblica de David y Goliat nos indica, es necesario utilizar las mejores capacidades disponibles para resolver esta cuestión que hiere nuestros sentimientos, ya que las Malvinas, como el Unicornio Azul, son nuestras y las queremos.

Alfonso Hernández-Catá nos decía: «La guerra no empieza nunca en la primera batalla ni acaba con la última» y, nosotros modestamente reiteramos que “a Cancha Rayada le llegó su Maipú” como también le llegará a Malvinas, sí nuestra política deja de ser: declamar, reclamar y cooperar unilateralmente y, los funcionarios en lugar de temblar y asegurarse el salario, caminen con coraje e inteligencia hacia la soberanía plena de nuestro territorio continental, insular y marítimo.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado. Presidente de la Fundación Agustina Lerena. Presidente Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana (CESPEL). www.cesarlerena.com.ar

LAS AMBICIONES DE TRUMP-MUSK NO SON TAN «RARAS»

Roberto Mansilla Blanco*

«Tierras raras». Este parece ser un concepto clave en esta segunda presidencia de Donald Trump en la que se van perfilando sus verdaderos intereses. Desde Groenlandia hasta Ucrania, el excéntrico mandatario estadounidense que no para diariamente de gobernar a golpe de decretazos para desmantelar el statu quo tiene en mente una ambición: controlar la explotación y el negocio de estas superficies ricas en minerales estratégicos para acicalar el «nuevo orden mundial» que anuncia junto a su gurú Elon Musk que ya actúa casi como un «Gran Hermano» orwelliano.

Veamos el mapamundi y la geopolítica detrás de las «tierras raras». EEUU, Brasil, Rusia, India, China y Australia lideran el ranking de países con reservas de «tierras raras». Groenlandia también tiene reservas, tal y como verificó Musk. Pero a pesar de las amenazas, invadirlo no sería tan sencillo. Por eso hay que buscar alternativas así sea necesario provocar una crisis dentro de la OTAN. Así, el caso de Groenlandia implica provocar a un país, Dinamarca, que quizás solo sería noticia por el fútbol y que ahora comienza a tomarse en serio una hipotética invasión a su ex territorio o «esfera de influencia». Sí, esta vez el que invadiría no sería Rusia sino EEUU. Sería una invasión «dentro de la OTAN» y no de un enemigo exterior.

Ya que hablamos de Rusia vayamos a Ucrania. En medio de una posible cumbre Trump-Putin, el estadounidense ya advirtió al mandatario ucraniano Volodymir Zelenksi que le abra el mapa de las «tierras raras» en Ucrania como condición para seguir manteniendo este tinglado de ayudas económicas y militares con una OTAN cada vez más perpleja. No vaya ser ahora que el Kremlin, que tiene bastantes reservas de esas «tierras raras», sea ahora el que domine esos minerales en los territorios anexionados por la guerra. Ucrania es considerado uno de los principales proveedores mundiales de materias primas críticas esenciales como son las «tierras raras», importantes para la industria de la defensa, alta tecnología, aeroespacial y energía verde, en particular coches eléctricos. De allí el posible interés de Musk vía Tesla.

La disputa por el control de estas «tierras raras» provoca una fuerte guerra entre EEUU y China por las cadenas de suministro. Pero no son solo las «tierras raras», que de tanto mencionarlas ya no nos parecen tan raras. Otras riquezas minerales entran también en juego. Hablemos específicamente del litio. Aquí hay mucho en África y América Latina, espacios aparentemente de poco interés para Trump salvo que los intereses de la noticia «tecno-oligarquía» que domina la Casa Blanca termine por enfocarlos cómo prioritarios.

Veamos algún casos: República Centroafricana y Bolivia, por ejemplo. En el país andino irán a elecciones presidenciales en agosto. El asunto está complicado, con divisiones políticas y crisis económica que pueden incentivar el malestar social. Caldo de cultivo más que suficiente para que Washington intervenga pero ya no vía USAID (o quizás con una nueva versión), esa plataforma de apoyos a los aliados de la Casa Blanca y que Trump quiere cerrar para seguramente montar otra. En 2024 Bolivia, país rico en gas natural y estaño, vivió un enigmático intento de golpe de estado contra un gobierno izquierdista que tiene como aliados a Venezuela, Cuba, Rusia (cooperación militar y energética), Irán (cooperación nuclear) y China (principal socio comercial).

Y seguimos. Pasemos a la política comercial. Aquí Trump está siendo intenso. Aranceles draconianos contra Canadá, México y China. El primer ministro canadiense Justin Trudeau (que renunció en enero pasado) y la nueva presidenta mexicana Claudia Sheinbaum reaccionaron rápido manteniendo sendas conversaciones telefónicas con Trump como efecto disuasivo. ¿Resultado? Aranceles «congelados» durante un mes. Pero el aviso de Trump es claro: no me gusta el NAFTA, el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. Y para eso hay que desmantelarlo a punta de presión comercial.

El «Make America Great Again» precisa controlar territorios apetecidos históricamente. Por eso las amenazas de anexionar Canadá y cambiar el mapa del Golfo de México por Golfo de América. Pura retórica matona para amedrentar. Pero no es así con China, que no pica en el chantaje trumpista. Beijing ya preparó sus propios aranceles contra EEUU en esta «guerra fría» comercial mientras potencia su propia Inteligencia Artificial y se prepara para posibles escenarios de guerra.

Si hablamos de guerras no sabemos si seguirá para Rusia en la post-Ucrania o de Israel en Gaza. Trump recibió a su amigo eterno, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, asegurando que los palestinos «desearían marcharse de Gaza». Previamente advirtió de expulsar palestinos a Jordania y Egipto. Cuando fue la invasión israelí del norte de Gaza (octubre de 2023) empresarios inmobiliarios israelíes aseguraron que el terreno «limpio de palestinos» servirá para hacer «el mayor parque temático de atracciones en Oriente Medio». Con Trump y Musk en la Casa Blanca, habrá «luz verde» por lo visto. Trump habla de hacer de Gaza la «Riviera de Oriente Medio».

Queda Ucrania, rica en «tierras raras» y miserias políticas, para desgracia de un pueblo ucraniano que ya no quiere más guerras. Kiev sabe que no puede aguantar sin efectivos y con la previsible caída en desgracia de Zelenski por parte de Trump. Putin no se desespera; sabe que tiene un «caballo ganador» tanto en el terreno militar cómo en la negociación. La tregua será probablemente bajo las condiciones de la Casa Blanca y del Kremlin. Un este ucraniano ya completamente rusificado y con la promesa de que Ucrania no ingrese en la OTAN. Pero también surgen informaciones de presuntos problemas de reclutamiento en Rusia. Escenario complejo pero queda claro que con Trump todo es posible. Las incertidumbres muchas veces se convierten en certezas.

Queda una interrogante a futuro: ¿habrá guerra de la OTAN contra Rusia? ¿Y en Taiwán contra China? Especulaciones de todo tipo pero que van cobrando forma. Por cierto, Trump ya amenazó a Taiwán con esas mismas sanciones aplicadas a China pero con el foco en la industria de los chips. Palo y zanahoria de lado y lado, por si acaso. Pero para el eje Trump-Musk, mientras aguante, las rarezas muchas veces son certezas.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Artículo originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/as-ambicions-de-trump-musk-non-son-tan-raras-roberto-mansilla-blanco/