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AFGANISTÁN ¿UNA DERROTA MÁS? ¿UNA NUEVA FALLA DE INTELIGENCIA?

Marcelo Javier de los Reyes*

Titular del diario español ABC del 01/04/2004. Titular de France 24 del 14/08/2021.

¿Qué es más importante para la historia mundial? ¿Los talibanes o la caída del imperio soviético? ¿Algunos locos islamistas o la liberación de Europa central y el fin de la guerra fría?

Zbigniew Brzeziński[1]

 

Cuando ocurre lo que la Inteligencia no prevé

El domingo 15 de agosto de 2021 los talibanes llegaron a Kabul, la capital afgana. En cuestión de horas tomaron la ciudad sin derramamiento de sangre mientras que el presidente Ashraf Ghani salió en secreto del país.

Los talibanes aseguraron que “la guerra” había “terminado” y que en breve informarían sobre el rumbo político y religioso que tomará el país.

Los medios informaron inmediatamente que el aeropuerto internacional en Kabul estaba en situación de caos con miles de personas rodeando los aviones sin que ninguno pudiera despegar por prohibición de vuelos comerciales, además de que miles de personas intentaban ingresar al mismo, ya que era la única zona controlada por militares estadounidenses, el resto de la ciudad había sido tomada por los talibanes. Sin embargo, las imágenes de la televisión no mostraban que las fuerzas estadounidenses mantuvieran algún control sobre el aeropuerto ya que solo se observaba caos y cientos de hombres intentando subir o colgándose de los aviones que comenzaban a carretear. Las imágenes eran por demás conmovedoras.

Mientras tanto, el líder talibán, Mullah Baradar, les decía a sus seguidores: “Hemos alcanzado una victoria que no se esperaba, deberíamos mostrar humildad ante Alá… ahora es el momento de la prueba, ahora se trata de cómo servimos y aseguramos a nuestra gente, y aseguramos su futuro”.

Por su parte, el Pentágono autorizó 1.000 soldados adicionales para ayudar con la evacuación de Kabul, dijo un funcionario estadounidense, lo que elevó el número total de tropas en Afganistán temporalmente a 6.000. El gobierno de España aceleraba el plan de evacuación en Kabul: dos aviones fueron enviados rumbo a Dubái para dirigirse a Afganistán, aunque también se informaba la posibilidad de llevar a cabo la evacuación de personal español y de colaboradores afganos a través de Uzbekistán, país que ha permitido la entrada en la frontera de los soldados desertores pero no de las armas y armamento que portaban. Varios vuelos más se sumaron a esos dos.

La Agencia de Prensa Saudita SPA informaba que Arabia Saudí había evacuado a todos los miembros de su misión diplomática en Afganistán, debido a las condiciones inestables en el país.

Fuentes del Reino Unido indicaron que ese país aumentaría su presencia militar en Afganistán en 900 efectivos para evacuar a sus ciudadanos a la vez que se informaba que el ejército británico planeaba, además de evacuar a sus perros militares, evacuar también sus gatos y al personal veterinario afgano que estuvo a cargo de ellos durante estos meses. Cabe recordar que en febrero de 2014 los talibanes difundieron un vídeo de un perro capturado al ejército estadounidense, de nombre Colonel, que consideraron que debía ser muy importante dado que las tropas estadounidenses lanzaron una operación para rescatarlo.

En este escenario caótico, Turquía evacuó a 324 de sus ciudadanos en un primer vuelo desde Kabul.

Quizás en el peor momento de la presidencia de Joe Biden, al menos hasta ahora, su antecesor, Donald Trump, expresó: “Lo que Joe Biden ha hecho con Afganistán es legendario. ¡Será una de las mayores derrotas en la historia de Estados Unidos!”

Más realista y sincera ha sido la canciller alemana Angela Merkel al expresar: “Todos, y por eso también asumo mi responsabilidad, evaluamos erróneamente la situación. Toda la comunidad internacional dio por supuesto que podríamos seguir con la ayuda al desarrollo”. Es evidente que si “todos” se guiaron por la inteligencia estadounidense, estuvieron —una vez más— mal informados o, quizás, la cuestión pasa por los tomadores de decisión.

Los informes de inteligencia

El 15 de abril de 2021, la agencia de noticias turca Anadolu difundió información acerca del reporte anual de evaluación de amenazas de la Directora Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, Avril Haines. Según el mismo, la inteligencia estadounidense evaluaba “que las perspectivas de un acuerdo de paz seguirán siendo bajas durante el próximo año. Es probable que los talibanes obtengan ganancias en el campo de batalla, y el gobierno afgano luchará para mantener a raya a los talibanes si la coalición retira su apoyo”[2].

El documento fue publicado el día anterior a que el presidente Joe Biden anunciara oficialmente la retirada de las fuerzas estadounidenses de Afganistán a más tardar en septiembre. El informe expresa que “Kabul sigue enfrentando reveses en el campo de batalla, y los talibanes confían en que pueden lograr la victoria militar” y agrega que “las fuerzas afganas continúan asegurando las principales ciudades y otros bastiones del gobierno, pero siguen atadas en misiones defensivas y luchan por mantener el territorio recuperado o restablecer una presencia en áreas abandonadas en 2020”.

Sin embargo, hubo otro informe de inteligencia más reciente que ha alcanzado mayor difusión en la prensa estadounidense. El primero en difundirlo fue el The Wall Street Journal, el 23 de junio[3]. Según la nota, la comunidad de inteligencia de Estados Unidos había concluido la semana anterior que el gobierno de Afganistán podría colapsar seis meses después de que fuera completada la retirada de las tropas estadounidenses.

A los militares afganos se habían unido algunas milicias de ese país dispuestas a repeler a los talibanes, las cuales se encontraban luchando en el norte. Las fuerzas afganas se rindieron a menudo sin ofrecer resistencia, dejando en manos de los talibanes el material proporcionado por Estados Unidos, vehículos blindados y arsenales de armamento, incluidas piezas de artillería, morteros y ametralladoras pesadas.

Cuando el norte cedió y los insurgentes continuaron su avance, las agencias de inteligencia estadounidenses revisaron sus estimaciones, anteriormente más optimistas.

Hasta ese momento, el ejército ya había retirado más de la mitad de sus 3.500 soldados y su equipo y el resto debía ser evacuado antes del 11 de septiembre, fecha que fue tomada en forma simbólica.

El tema del informe de inteligencia fue abordado también por el The Washington Post[4]. El informe había sido entregado unos días antes a los funcionarios estadounidenses y mostraba un panorama desolador mientras los talibanes continuaban avanzando sobre el territorio, ante la falta de resistencia de los militares afganos o tras enfrentamientos sangrientos con el ejército regular. Esta situación llevó a que se considerase que la caída del gobierno afgano podría anticiparse.

Cuando el 25 de junio el presidente afgano Ashraf Ghani se reunió en la Oficina Oval con el presidente Biden, éste le afirmó que Estados Unidos continuaría apoyando a Afganistán.

El vocero del Pentágono, John Kirby, se negó a comentar sobre la evaluación de inteligencia difundida por primera vez por The Wall Street Journal, aunque reconoció la preocupación ante el deterioro de la seguridad en algunas partes de Afganistán[5].

Según la información, Estados Unidos continuaría apoyando financieramente al gobierno afgano, pero Biden concluyó que ya no le conviene “a los intereses estadounidenses” mantener su ejército en Afganistán después de 20 años de guerra.

El presidente Ghani, además de reunirse con su par estadounidense, lo haría con el secretario de Defensa Lloyd Austin y otros altos funcionarios de Estados Unidos. Según el portavoz Kirby, el secretario Austin le garantizaría al mandatario afgano que su país nunca más se convertiría en un “refugio seguro para los grupos terroristas que representan una amenaza para el territorio estadounidense”[6].

¿Cuál es el origen de este desmadre?

La respuesta es el Acuerdo de Doha, celebrado el 29 de febrero de 2020 entre el gobierno de Estados Unidos, representado por el enviado de paz de Estados Unidos, Zalmay Khalilzad, y el referente de los talibanes, Abdul Ghani Baradar. A pesar de que en numerosas oportunidades de la historia reciente, altos funcionarios estadounidenses se cansaron de expresar —haciendo uso de una gran pero ya natural hipocresía— que “Estados Unidos no negocia con terroristas” o que “no hace concesiones a terroristas”. La historia los desmiente en varias regiones del mundo, a través de los muyaidines en Afganistán, con el mismísimo Osama Bin Laden, luego con los talibanes, con los albanos-kosovares en la guerra contra Yugoslavia, también con los rebeldes en Siria o, en América, cuando quedó al descubierto el famoso caso “Irán – Contras”, una operación que involucró a la CIA pero también al Mossad de Israel.

De tal modo que en ese Acuerdo de Doha estuvieron los talibanes, pero no estuvo el gobierno afgano —al que supuestamente el gobierno de Washington respaldaba—, tampoco estuvieron los aliados de Estados Unidos, sobre todo los europeos, siempre llevados de las narices a participar de las “aventuras” por los imprevisibles dirigentes de la gran potencia del norte.

29 de febrero de 2020. El enviado de paz de Estados Unidos, Zalmay Khalilzad, a la izquierda, y el mulá Abdul Ghani Baradar, líder político del grupo talibán, en oportunidad de la firma del acuerdo de paz entre talibanes y funcionarios estadounidenses en Doha, Qatar. Foto: © Hussein Sayed / AP

El ex presidente Donald Trump negoció ese acuerdo con los talibanes, según el cual les exigía que rompieran con Al-Qaeda, una solicitud que albergaba una gran ingenuidad ya que durante todos estos años ambos grupos no solo han contribuido en la lucha, sino que también se habían emparentado entre sí a través de casamientos mixtos. En síntesis, Al-Qaeda ha logrado una protección por parte de los talibanes y esto ha saltado a la luz en una redada llevada a cabo en octubre de 2020 en una remota aldea de Afganistán, operación que había sido poco difundida. El hecho tuvo como objetivo al anciano líder de Al-Qaeda Husam Abd-al-Rauf —quien resultó muerto—, en la provincia afgana de Ghazni. La redada reveló que el grupo terrorista sigue activo y prosperando en Afganistán bajo la protección de los talibanes y permitió detectar mensajes de Al-Qaeda entre Afganistán y Siria, según un funcionario afgano[7]. Los resultados de la operación contra Husam Abd-al-Rauf, conocido como “Abu Muhsin al Masri”, quien figuraba en la lista de los terroristas más buscados por el FBI desde 2018, ha dejado al descubierto que Al-Qaeda no se ha debilitado y que mantiene lazos con otras ramas de la red en otras regiones. Mientras que los miembros de Al-Qaeda instruían a los talibanes en lo referente a la recaudación de fondos y en la fabricación de artefactos explosivos, los insurgentes afganos les otorgaban protección pero, como puede apreciarse, ya no solo existía una relación ideológica sino también familiar entre ambas organizaciones terroristas.

Husam Abd-al-Rauf en un cartel de los más buscados por el FBI de 2019.

Este descubrimiento pone en tela de juicio no solo lo que la administración Biden sostenía, que Al-Qaeda estaba debilitada, sino que el “objetivo” de la presencia de Estados Unidos en Afganistán no había sido cumplido. Bien, quizás no se necesitaba mucha inteligencia para llegar a esos resultados.

Varios medios inmediatamente dieron cuenta que Trump pedía la renuncia de Biden por la estrepitosa retirada y caída de Afganistán, mientras que el Independent en Español informaba que los republicanos han eliminado la página web en la que se celebraba el acuerdo de Trump con los talibanes[8]. La página que promocionaba el “histórico acuerdo de paz” del ex presidente habría desaparecido durante el fin de semana.

El día 10 de agosto de 2021, en un nuevo artículo del The Washington Post, los periodistas indicaban que la administración Biden se estaba preparando para que la capital de Afganistán cayera mucho antes de lo que se temía debido a que “una rápida desintegración de la seguridad ha provocado la revisión” del informe de inteligencia en cuestión. El artículo menciona que un funcionario que habló bajo condición de anonimato debido a la delicadeza del tema, expresó que el ejército de Estados Unidos había actualizado su evaluación, por lo que un colapso podría ocurrir en 90 días mientras que otros dijeron que podría suceder dentro de un mes. Algunos funcionarios, confidencialmente, percibían que la situación en Afganistán era más grave que en junio, “cuando los funcionarios de inteligencia evaluaron que una caída podría producirse tan pronto como seis meses después de la retirada del ejército estadounidense”[9].

A pesar de la delicada situación en el terreno, el presidente Biden insistió en que su decisión de retirar las fuerzas estadounidenses no está en debate y que no se “arrepintió” de haberla tomado para poner fin a la campaña de 20 años, más allá del avance de los talibanes.

Biden manifestó a los periodistas en la Casa Blanca que gastaron más de un billón de dólares en 20 años y que entrenaron y suministraron equipo moderno a más de 300.000 efectivos afganos[10], pero esto es parte del relato estadounidense. En diciembre de 2019, The Washington Post publicó un artículo de investigación en el que revelaba “18 años de mentiras en la guerra de Afganistán”, basado en “miles de páginas de entrevistas a los protagonistas que desmontan la narrativa oficial de que se estaban produciendo progresos en el conflicto”[11]. El diario informa que se basa en más de 400 entrevistas realizadas a militares, diplomáticos, cooperantes y oficiales afganos, todos protagonistas del conflicto que ofrecieron sus declaraciones “creyéndose amparados por el anonimato”. Se trata de documentos que forman parte de “un proyecto federal, bautizado como Lecciones Aprendidas, puesto en marcha en 2014 para diagnosticar los errores en el conflicto”. Según revela el diario, en 2015, el general de tres estrellas Douglas Lute, quien ejerció el alto mando en la guerra durante las administraciones de George W. Bush y Barack Obama, expresó: “Carecíamos de un conocimiento fundamental de Afganistán, no sabíamos qué estábamos haciendo. ¿Qué tratamos de hacer aquí? No teníamos la más remota noción de lo que estábamos acometiendo”[12].

Este artículo hace referencia a otro más amplio, del reportero del The Washington Post Craig Whitlock, autor del libro The Afghanistan Papers: A Secret History of the War (“Los documentos de Afganistán: Una historia secreta de la guerra”), en el que afirma que “desde 2001, más de 775.000 soldados estadounidenses se han desplegado en Afganistán, muchos de ellos repetidamente. De ellos, 2.300 murieron allí y 20.589 resultaron heridos en acción, según cifras del Departamento de Defensa”[13].

El informe del periodista Craig Whitlock cita a Neta Crawford, profesora de ciencias políticas y codirectora de Costos de Proyecto de guerra en la Brown University, quien estima que desde 2001, el Departamento de Defensa, el Departamento de Estado y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) han gastado o asignado entre US$ 934 mil millones y US$ 978 mil millones. Entre estas cifras no se incluyen los gastos de otras agencias como la CIA y el Departamento de Asuntos de Veteranos, que es responsable de la atención médica de los veteranos heridos[14]. En este punto debe tenerse en cuenta que esa suma se estima desde 2001 pero debe tenerse en cuenta que, con anterioridad, los Estados Unidos financiaron la “Operación Ciclón”, nombre en clave del programa de la CIA para reclutar a los fundamentalistas islámicos —los muyahidines— que enfrentaron al gobierno de la República Democrática de Afganistán (1978-1992) y al ejército de la Unión Soviética entre 1979 y 1989.

Basado en información del Departamento de Defensa, del Proyecto de Costos de Guerra de la Brown University, de la Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán y del Comité para la Protección de Periodistas, el artículo del The Washington Post presenta un gráfico titulado “El peaje de la guerra”, en el que muestra que desde 2001 se estima que 157.000 personas han muerto en la guerra de Afganistán[15]:

64.124 fuerzas de seguridad afganas (estimado)

43.074 civiles afganos (estimado)

42.100 combatientes talibanes y otros insurgentes (estimado)

3.814 contratistas de EE.UU.

2.300 personal militar de EE.UU. (cifra actualizada hasta noviembre de 2019)

1.145 tropas de la OTAN y de la coalición

424 trabajadores de ayuda humanitaria

67 periodistas y trabajadores de los medios.

Podría continuarse con las evaluaciones previas al descalabro que hoy presenciamos en Afganistán, pero la estrepitosa y humillante salida del ejército estadounidense está a la vista, por más amenazas que Biden quiera esgrimir ante potenciales ataques a su personal.

Estados Unidos y Afganistán antes de la ocupación soviética: inteligencia y toma de decisiones desde 1978

Adolph “Spike” Dubs, diplomático de carrera que sirvió en Alemania, Liberia y la Unión Soviética —desempeñándose en este último destino como encargado de negocios en la Embajada de los Estados Unidos en Moscú, en los años 1973-74—, considerado un experto en temas soviéticos, en 1978 fue nombrado embajador en Afganistán, tras el golpe de Estado del 27 de abril de ese año —la Revolución de Saur— que llevó al poder a la facción Khalq del Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA), alineado con los soviéticos.

El 14 de febrero de 1979, Dubs fue secuestrado por militantes armados que se hicieron pasar por policías, y exigieron la liberación del líder de su partido encarcelado. El gobierno se negó a negociar con los secuestradores, rebeldes que enfrentaban al régimen prosoviético, quienes llevaron al embajador Dubs como rehén a una habitación del hotel Kabul, en el centro de la ciudad. Los policías afganos, acompañados de asesores soviéticos, atacaron el hotel, hecho en el que resultó muerto el diplomático. Su muerte dejó algunas dudas respecto a los perpetradores y sus reclamos, pero estaba claro que el país ya estaba fuera de control. No se nombró a un sucesor de Dubs y la Unión Soviética invadió Afganistán en diciembre de 1979. La embajada de Estados Unidos finalmente se cerró en 1989 debido al deterioro de la seguridad.

Mientras tanto, se sabía que desde Pakistán los rebeldes islamistas pergeñaban una revolución para derrocar al gobierno marxista, lo cual significó una fuerte alarma para la dirigencia soviética en Moscú, atento a que unos cuarenta millones de musulmanes vivían en las repúblicas soviéticas de Asia Central[16]. Ante esta percepción de amenaza, Yuri Andropov, jefe de la inteligencia soviética, declaró “no podemos perder Afganistán”[17].

Tim Weiner, reportero del New York Times y ganador del Premio Pulitzer, afirma que la CIA, durante los siguientes nueve meses “fue incapaz de advertir al presidente de Estados Unidos de una invasión que cambiaría la faz del mundo”[18]. El 23 de marzo de 1979, en un informe de alto secreto de la CIA a la Casa Blanca, se expresaba: “Los soviéticos serían bastante renuentes a introducir un gran número de fuerzas terrestres en Afganistán”. En la misma semana, 30.000 efectivos soviéticos comenzaban su despliegue en cercanías de la frontera afgana en camiones, tanques y transportes blindados[19].

Entre julio y agosto del mismo año, al intensificarse los ataques de los rebeldes, Moscú envió un batallón de unidades de combate aerotransportadas a la base de Bagram en las afueras de Kabul. La CIA hizo uso de sus mejores analistas, de sus satélites y de toda su aparatología de reunión de información para brindar un nuevo informe, el 28 de septiembre de 1979, en el que afirmaba que la Unión Soviética no invadiría Afganistán. Mientras tanto, las fuerzas soviéticas continuaban llegando a Afganistán[20]. Nuevamente, el 19 de diciembre, los analistas de la CIA consideraron que “el ritmo de los despliegues soviéticos no sugiere … una contingencia urgente”[21].

Sin embargo, hay que retrotraerse unos pocos meses atrás de ese informe de diciembre. A instancias del consejero de seguridad Zbigniew Brzezinski, el 3 de julio de 1979, el presidente Jimmy Carter firmó la primera directiva de asistencia secreta en apoyo a los muyahidines que enfrentaban al régimen prosoviético de Kabul[22]. El propio Brzezinski afirmó que ese mismo día le escribió una nota al presidente en la que le explicaba que con “esa ayuda provocaría una intervención militar de los soviéticos”[23]. Es decir que reconoció que los Estados Unidos se involucraron en el conflicto afgano antes de que los soviéticos invadieran el país, dando origen a la mencionada “Operación Ciclón” de la CIA.

Cuando en una entrevista que le realizó Le Nouvel Observateur —en enero de 1998— le preguntaron a Brzezinski si no se había arrepentido “de haber favorecido el integrismo islamista, de haber aportado armas y consejo a futuros terroristas”, el polaco devenido en consejero de seguridad de Carter respondió:

¿Qué es lo más importante para la historia mundial? ¿Los talibanes o la caída del imperio soviético? ¿Algunos locos islamistas o la liberación de Europa central y el fin de la guerra fría?

En la entrevista le hicieron una última pregunta: “¿Algunos locos? Si se está diciendo constantemente que el fundamentalismo islámico representa hoy una amenaza mundial”. A lo que Brzezinski contestó:

¡Tonterías! Se dice que Occidente debería tener una política global con respecto al islamismo. Es una estupidez: no hay islamismo global. Miremos al Islam racionalmente y no demagógicamente o emocionalmente. Es la religión líder en el mundo con 1.5 mil millones de seguidores. Pero, ¿qué tienen en común la Arabia Saudí fundamentalista, el Marruecos moderado, el Pakistán militarista, el Egipto pro-occidental o el Asia Central secularizada? Nada que no sea lo mismo que une a los países de la cristiandad …[24]

Entrevista a Zbigniew Brzezinski, Le Nouvel Observateur, 15/01/1998.

En esa entrevista Brzezinski hizo uso del cinismo que caracterizó a la dirigencia política estadounidense y británica respecto al tema del islamismo, entre otros. Estos son los antecedentes que, primero, llevaron a la invasión soviética de Afganistán y, luego, a la implosión de la Unión Soviética. Por lo tanto, es justo recordar estas circunstancias para la comprensión de por qué el radicalismo islámico logra esa fuerza que le permite una expansión global.

Cabe agregar que este “nuevo juego” en Afganistán se produjo durante el gobierno iraní de Mehdi Bazargan, quien lo encabezó de forma interina tras la Revolución Islámica, gobierno con el que Estados Unidos mantenía contactos. Además del triunfo de la mencionada revolución en 1979, el 4 de noviembre se llevó a cabo el asalto de la embajada de los Estados Unidos y el secuestro de los diplomáticos. A finales del mes de diciembre el Ejército Rojo ingresó a Afganistán.

Arabia Saudí y las monarquías del Golfo, wahabitas y sunitas, no estaban dispuestos a perder el control religioso en favor de los chiítas iraníes por lo que se aliaron a los muyahidines afganos, quienes solo contaban con algunas facciones de filiación wahabita y con los partidarios de la yihad armada[25]. En el noroeste de Pakistán, en torno a Peshawar, en donde existían bases y campos de entrenamiento, había tres millones de refugiados, “el caldo de cultivo para el islámico internacional”[26]. Con financiamiento saudí, armamento estadounidense, tráfico de heroína y colaboración de los servicios de inteligencia paquistaní y estadounidense —el ISI (Inter-Services Intelligence) y la CIA—, además del componente religioso de las grandes organizaciones paquistaníes, principalmente Jami’at-e islami fundada por Abul Ala Mawdadi (Aurangabad, India, 1903 – Búfalo, Estados Unidos, 1979), periodista y teólogo musulmán fundamentalista que desempeñó un papel importante en la política paquistaní y la red de madrasas deobandis[27].

Este movimiento, apadrinado por los Estados Unidos, Arabia Saudí, los Estados del Golfo y Pakistán, desempeñó un papel clave en la derrota que sufrieron las tropas soviéticas en 1989 y que llevó a la evacuación del país. Pero allí también está el semillero que dio origen al terrorismo de sesgo islámico.

Los medios gráficos también dejaron plasmados aquel encuentro que, en febrero de 1983, el entonces presidente Ronald Reagan mantuvo con los talibanes en la Casa Blanca y que fue registrado por su fotógrafo oficial, Michael Evans.

Febrero de 1983. Ronald Reagan, presidente de los Estados Unidos, reunido con una delegación de los talibanes en un salón de la Casa Blanca. Foto: Michael Evans.

En abril de 1992 Kabul y Afganistán cayeron en manos de los muyahidines. En 1994 aparecieron los talibanes, quienes durante ese año se apoderaron de Kandahar y de las provincias meridionales de Lashkargah y Helmand. Los talibanes gobernaron la casi totalidad de Afganistán entre 1996 y 2001 y la empresa petrolera argentina Bridas de Carlos Bulgheroni obtuvo un contrato para la construcción de un gasoducto de 1.492 kilómetros desde Turkmenistán hasta Pakistán con el visto bueno de los talibanes. Bien pronto, con el avance de los Estados Unidos en el espacio postsoviético, la empresa argentina fue perdiendo todos sus negocios en favor de las estadounidenses, principalmente con Unocal [28]. ¿Se trataba entonces de cuestiones de seguridad de Estados Unidos? ¿Se trataba de derrotar a Al-Qaeda en Afganistán?

Estos datos son relevantes para comprender los motivos que fueron llevando a la implosión soviética y a la expansión de los Estados Unidos en el espacio postsoviético. La globalización propuesta por Washington estaba en marcha en un esquema que los propios estadounidenses y algunos analistas internacionales consideraron como “unipolar”.

Otra cuestión que, a la luz de los hechos actuales, se ha tornado como una preocupación es el papel que China tomaría en la actual situación. Bien, aquí también debemos regresar a la historia y citar nuevamente a Tim Weiner, quien informa acerca de lo que considera “la misión de tráfico de armas más importante de la CIA” para poder proveer a los muyahidines, operación que contó con un respaldo de los saudíes que igualó al que estaba llevando a cabo la CIA, mientras que “los chinos enviaron armas por un valor de varios millones de dólares, y lo mismo hicieron los egipcios y los ingleses”, mientras la CIA coordinaba los envíos[29]. Entonces queda claro que China se involucró en Afganistán gracias a la “invitación” de los Estados Unidos, para lo cual debe recordarse que pocos años antes Richard Nixon y Henry Kissinger habían sido protagonistas en la denominada “diplomacia del ping-pong”. Como en inteligencia es fundamental verificar las fuentes, veamos que nos dice el propio Kissinger:

En Afganistán, la Unión Soviética vivió muchas de las vicisitudes que había sufrido Estados Unidos en Vietnam, en este caso, con el apoyo y la coordinación de Estados Unidos, China, los países del Golfo y Pakistán, que financiaron y prepararon a la resistencia armada.[30]

Otros “compromisos” con el islamismo

En el marco de la guerra contra el terrorismo, algunos periodistas y analistas internacionales aseguran que el gobierno estadounidense de turno se equivocó al llevar adelante la invasión de Iraq para derrocar a Saddam Hussein cuando aún no se había consolidado en Afganistán. Esa operación se inició el 20 de marzo de 2003 con los primeros bombardeos.

Tras la invasión de Iraq, los estadounidenses establecieron un campo de detención en el desierto de ese país, en las afueras de la ciudad de Basora, al que denominaron “Camp Bucca”, en el que tuvo su origen el grupo extremista que luego pasó a autodenominarse “Estado Islámico”. Muchos de los más de 25.000 detenidos en ese presidio fueron transferidos desde la cárcel de Abu Ghraib, luego del escándalo que dio vuelta al mundo con fotos que mostraban las torturas y abusos que sufrían los prisioneros.

En “Camp Bucca”, precisamente, estuvieron detenidos varios de los que serían los miembros principales de la dirigencia del Estado Islámico (ISIS o DAESH), entre ellos su líder Abu Bakr al-Baghdadi. Por otro lado, el desmantelamiento del ejército iraquí también nutrió las filas de esta organización con hombres bien entrenados.

Como si esto fuera poco, desde Estados Unidos se respaldó lo que se denominó la “primavera árabe” (2010 – 2012), lo que derivó en la desestabilización de varios regímenes de los países árabes. Debe también mencionarse el ataque a Libia para derrocar a Mamuar Gadafi, operación militar llevada a cabo por Estados Unidos, acompañado por varios países europeos, y que contó con la anuencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que, en marzo de 2011, votó en su favor. Una vez más, las democracias occidentales favorecieron a los rebeldes, ya que esta decisión benefició al último bastión rebelde que quedaba en Bengasi.

La insurgencia siria también recibió apoyo de las democracias occidentales y del gobierno turco con la intención de derrocar al gobierno de Bashar Al-Assad. Cuando se inició el conflicto en Siria, en marzo de 2011, el cual se originó a partir de una manifestación en la ciudad de Deraa, que fue propagándose por otras ciudades del país y reprimidas fuertemente por el gobierno, comenzaron a aparecer diferentes grupos rebeldes, algunos de los cuales contaron con el apoyo económico y de armas por parte de Estados Unidos, Turquía y otros países. El diario alemán Bild, en agosto de 2012, publicó que un buque espía de la Armada alemana navegaba frente a las costas de Siria. Esta nave en ese momento, contaba a bordo con la última tecnología de espionaje del Bundesnachrichtendienst (BND) —el servicio alemán de inteligencia exterior— y proporcionaba información específica a los rebeldes sirios en su lucha contra el presidente Bashar al-Assad. Esa tecnología le permitía observar movimientos de tropas hasta 600 kilómetros de profundidad en territorio sirio. Según el informe, las observaciones se transmitían a los servicios asociados estadounidenses y británicos. Estos, a su vez, también transmitían esa información al Ejército de Liberación de Siria[31]. Otros medios alemanes también replicaron esa información; por el ejemplo, Welt, basándose en información de Bild am Sonntag, informaba que “los agentes del BND también están estacionados en la base turca de la OTAN en Adana. Desde allí, interceptaron llamadas telefónicas y comunicaciones por radio de Siria”[32]. Asimismo, agregaba que se mantenía un contacto informal con fuentes cercanas al régimen de Al-Assad. Según esa información, un funcionario del servicio secreto estadounidense habría afirmado que “ningún servicio secreto occidental tiene fuentes tan buenas en Siria como el BND”[33].

Welt también informaba que el servicio secreto británico estaba apoyando a los rebeldes sirios con información sobre los movimientos de las tropas sirias. Los británicos seguían la situación de Siria desde Chipre —donde mantiene dos bases militares con fines de inteligencia—, según habría manifestado un representante de los insurgentes a The Sunday Times. Esta fuente reveló que la información recopilada luego se transmitía a los Estados Unidos y a Turquía y que ellos lo conseguían a través de los turcos. La información proporcionada por los británicos permitió a los insurgentes conocer el movimiento de las tropas sirias en su despliegue en dirección a Alepo, en el noroeste de Siria, lo que favoreció un ataque que los rebeldes llevaron a cabo contra el ejército sirio a principios de agosto de 2012, cerca de la ciudad suroccidental de Idlib[34].

El entonces presidente del BND, Gerhard Schindler —quien debió renunciar en abril de 2016 por el escándalo de las escuchas telefónicas a los aliados por parte de la NSA estadounidense—, en una entrevista explicó que su servicio tenía recursos limitados, por lo cual establecía prioridades, como por ejemplo, Siria y Afganistán[35].

Quien haya seguido de cerca estos veinte años de intervención estadounidense en Afganistán se ha familiarizado con expresiones como “errores de inteligencia”, “daños colaterales” y otras similares que sirvieron para “justificar” los ataques que las fuerzas de ocupación hicieron sobre la población civil. Pueblos enteros en la frontera Af-Pak fueron sometidos al terror de los drones estadounidenses, los cuales sobrevolaban los mismos mientras sus habitantes esperaban el momento en que lanzaran sus bombas. Hubo noticias en las que se informaba de “ataques por error” a afganos que se encontraban celebrando una boda.

Además de las violaciones y torturas en “Abu Ghraib” y de “Guantánamo” deben recordarse los centros clandestinos de detención de la CIA en Europa, en países europeos, y los vuelos que la CIA realizó a través de ese mismo continente trasladando supuestos terroristas durante el gobierno de George W. Bush, cuya difusión comprometió seriamente a varios gobiernos europeos. 

Reflexiones parciales en un momento de incertidumbre

Como puede apreciarse, la historia nos permite precisar cómo han sido los hechos y quitar el velo de algunas cuestiones que la “propaganda” ha impuesto a lo largo de estos últimos cuarenta años.

El gobierno estadounidense ha sido el sustento del islam radical desde antes de la invasión de la Unión Soviética a Afganistán, como lo ha afirmado el propio Brzezinski, y con la intención de provocar la intervención de Moscú para llevarlos a su “propio Vietnam”.

Los ataques del 11-S fueron una débil argumentación para proceder a la invasión en Afganistán, como también lo fue la falsedad de la existencia de armas de destrucción masiva para justificar el ataque a Iraq. A eso le siguió el involucramiento en Siria y la embestida contra Libia. En este contexto, nunca dejó de agredirse a Irán, aun cuando su gobierno pareció acogerse a lo pactado respecto del acuerdo nuclear. Finalmente el entonces presidente Donald Trump retiró a su país del acuerdo nuclear, en el marco interno, por su intención de deshacer todo lo realizado por su antecesor, Barack Obama, y en el marco externo, para alinearse con el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, quien mantuvo siempre vigente su propaganda contra Irán a escala mundial, influyendo no solo en Medio Oriente sino también en América del Sur. De alguna manera, la destrucción de los países que se constituían en adversarios de Israel ha borrado a sus grandes enemigos, salvo Irán, y abrió las puertas a que estableciera relaciones diplomáticas —Acuerdos de Abraham— con Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, países árabes del Golfo Pérsico.

Sin embargo, esas operaciones de la CIA, esas prisiones clandestinas y toda la política que han llevado a cabo en el marco de la “guerra contra el terrorismo global” que, precisamente provocó una gran desestabilización en una amplia región que se extiende desde el norte de África, pasando por Medio Oriente hasta llegar a Afganistán, ha llevado a que ese terrorismo que Brzezinski negaba que fuera global, a la vez que consideraba que solo se trataba de unos locos islamistas, se haya transformado en una metástasis a escala mundial.

Una vez más, como una concreción de una profecía, luego de que la Casa Blanca y sus países aliados alertaran de potenciales ataques en el aeropuerto de Kabul, el jueves 26 de agosto dos explosiones provocaron la muerte de al menos 90 personas —entre ellos 13 soldados estadounidenses— y más de 150 heridos en la capital de Afganistán, incluidos niños y mujeres. Una nueva franquicia ha aparecido en el espectro terrorista y se constituye como el principal enemigo de los talibanes: ISIS-K o Provincia del Estado Islámico de Khorasan.

Estados Unidos, una vez más, se ha mostrado como un aliado nada confiable, capaz de cambiar de rumbos sin advertir a sus propios aliados de esos virajes que los someten a un verdadero caos en el que los pone innecesariamente en riesgos. Este es un claro ejemplo de ello como así también, mediante la “política del ping pong”, dejó fuera del juego a Taiwán e hizo su apuesta por la República Popular China, la que pasó a sentarse en la banca de Taiwán en el Consejo de Seguridad, con derecho a veto. Allí está el origen del poder que fue tomando el régimen de Beijing que, como se pudo ver, también fue invitado a colaborar con los rebeldes afganos en la década de 1980. Haciendo una digresión, en este contexto, ¿cuál será el futuro de Taiwán luego de esta retirada de Estados Unidos que mostraría una clara debilidad ante China?

¿Cómo hoy pueden sorprenderse de que China y Rusia estén negociando con los talibanes desde antes de esta bochornosa retirada? Los que “se mudan” lejos son los estadounidenses, quienes les dejan nuevamente a sus molestos vecinos, contra los cuales comenzaron a combatir los soviéticos en 1979. Bien, ante un acuerdo unilateral, ante una decisión inconcebible y sin un “plan B” por parte de Washington, los rusos y los chinos, así como otros vecinos de la región que no pueden “mudarse” lejos como los estadounidenses, deben establecer alguna negociación para convivir desde ahora y de cara al futuro. No obstante, la retirada de Estados Unidos no deja de ser un alivio, al menos por ahora, para Rusia y China. Por su parte, el presidente ruso, Vladímir Putin expresó la esperanza de que el talibán (movimiento proscrito en Rusia) “cumpla sus promesas de restaurar la paz en Afganistán”.

Las contradicciones han quedado a la vista. Al inicio de este artículo se ha mostrado un titular del diario español ABC del 01/04/2004 que decía que los gobiernos occidentales prometían no abandonar Afganistán a su suerte y otro de France24 del 14/08/2021, que titula que “Occidente se apresura a abandonar Afganistán, mientras el Talibán se toma más de la mitad del país”.

En función de ello, debe considerarse que los gobernantes de Occidente siempre han llenado horas con pomposos discursos humanitarios, pero a la vez impidiendo que los migrantes llegasen a sus costas y a sus territorios, quienes huían —en muchas ocasiones— de los desastres y guerras que de la mano de Washington y de la OTAN, con sus serviles europeos y australianos que siempre hacen de “coro griego” y participan de la tragedia, pero ya no en los escenarios de un teatro sino en escenarios regionales: desde Corea, Vietnam hasta los más recientes de Afganistán, Iraq, Siria, Libia. Tampoco debe olvidarse que de ese coro también forman parte Canadá y Nueva Zelanda.

Josep Borrell, Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, en una entrevista que le realizaron el 18 de agosto en la RTVE, expresó que lo sucedido en Afganistán es una derrota del mundo occidental. A continuación agregó: “Hay que extraer lecciones de eso y saber los errores que hemos cometido, por qué hemos llegado hasta aquí y saber de qué manera podemos defender mejor nuestros valores y nuestros intereses en el mundo”.

Como dijo Aldous Huxley: “Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”.

Los líderes de los países occidentales acaso deban preguntarse: el fracaso de Occidente en Afganistán ¿no es el resultado de no haber tenido en cuenta las experiencias de décadas que están hasta escritas en la Historia?

Bien, queda en el aire la pregunta pero hay otros interrogantes que debemos tener en cuenta. En función del acuerdo celebrado entre el gobierno de Estados Unidos y los talibanes, no ha habido ataques de este grupo a las fuerzas estadounidenses, los que se retiran, “regalándoles” no solo el país a los talibanes sino también todo un arsenal que podrá ser empleado por ellos. Toda la inversión en armamento destinada a las fuerzas armadas de Afganistán, ahora está en posesión de los nuevos dueños del país. ¿Quizá haya habido un nuevo acuerdo con los talibanes como en la década de 1980?

Finalmente, la ocupación y la desbandada de Afganistán ha puesto en evidencia, como en tantas otras ocasiones, que quizás lo que se consideran “fallas de inteligencia” en verdad no lo son, sino que la dirigencia política —es decir, la que toma las decisiones— hace caso omiso a lo que la inteligencia le informa y procede por su lado responsabilizándola de las cosas que parecen salir mal.

El paso del tiempo permitirá ver con mayor claridad algunas cuestiones que aún parecen inexplicables.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

[1] “Les révélations d’un ancien conseiller de Carter. ‘Oui, la CIA est entrée en Afghanistan avant les Russes…’” Nouvel Observateur, 15/01/1998.

[2] Michael Gabriel Hernández. “Reporte de inteligencia de EEUU afirma que es poco probable lograr un acuerdo de paz en Afganistán”. Agencia Anadolu, 15/04/2021, https://www.aa.com.tr/es/política/reporte-de-inteligencia-de-eeuu-afirma-que-es-poco-probable-lograr-un-acuerdo-de-paz-en-afganistán/2209343, [consulta: 20/04/2021].

[3] Gordon Lubold y Yaroslav Trofimov, “Afghan Government Could Collapse Six Months After U.S. Withdrawal, New Intelligence Assessment Says”. The Wall Street Journal, 23/06/2021, https://www.wsj.com/articles/afghan-government-could-collapse-six-months-after-u-s-withdrawal-new-intelligence-assessment-says-11624466743

[4] Dan Lamothe y Shane Harris. “Afghan government could fall within six months of U.S. military withdrawal, new intelligence assessment says”. The Washington Post, 24/06/2021, https://www.washingtonpost.com/national-security/afghan-government-could-fall-within-six-months-of-us-military-withdrawal-new-intelligence-assessment-says/2021/06/24/42375b14-d52c-11eb-baed-4abcfa380a17_story.html

[5] Ídem.

[6] Ídem.

[7] Nick Paton Walsh, Evan Perez, Mohammed Tawfeeq. “ómo una redada en Afganistán reveló que al Qaeda sigue teniendo alcance mundial bajo la ‘protección’ de los talibanes. CNN en Español, 28/05/2021, https://cnnespanol.cnn.com/2021/05/28/al-qaeda-sigue-creciendo-bajo-la-proteccion-de-talibanes-trax/

[8] John Bowden. “Republicanos eliminan página web que celebra el acuerdo de Trump con los talibanes”. Independent en Español, 17/08/2021, https://www.independentespanol.com/noticias/republicanos-eliminan-web-acuerdo-trump-talibanes-b1903686.html

[9] Dan Lamothe, John Hudson, Shane Harris and Anne Gearan. “U.S. officials warn collapse of Afghan capital could come sooner than expected”. The Washington Post, 10/08/2021, https://www.washingtonpost.com/national-security/2021/08/10/afghanistan-intelligence-assessment/

[10] Ídem.

[11] Pablo Guimón. “Una investigación de ‘The Washington Post’ revela 18 años de mentiras en la guerra de Afganistán”. The Washington Post, 10/12/2019, https://elpais.com/internacional/2019/12/09/estados_unidos/1575911162_574027.html, [consulta: 10/12/2020].

[12] Ídem.

[13] Craig Whitlock. “The Afghanistan Papers. A secret history of the war. At War With The Truth”. The Washington Post, 09/12/2019, https://www.washingtonpost.com/graphics/2019/investigations/afghanistan-papers/afghanistan-war-confidential-documents/ [consulta: 10/12/2020].

[14] Ídem.

[15] Ídem.

[16] Tim Weiner. Legado de cenizas. La historia de la CIA. [1ª ed.] Buenos Aires: Debate, 2008, p. 380.

[17] Ídem.

[18] Ídem.

[19] Ídem.

[20] Ibíd., p. 381.

[21] Ídem.

[22] “Les révélations d’un ancien conseiller de Carter. ‘Oui, la CIA est entrée en Afghanistan avant les Russes…’” Nouvel Observateur, 15/01/1998.

[23] Ídem.

[24] Ídem.

[25] Gilles Kepel. La yihad. Expansión y declive del islamismo. Barcelona: Península, 2001, p. 207.

[26] Ídem.

[27] Los deobandis son uno de los grupos de los musulmanes. Está íntimamente relacionado con la Universidad de Deoband, en India (Dar al-‘Ulum, “Casa del Conocimiento”. En sus orígenes en la India ya expresaba un fuerte rechazo contra el avance de Occidente y su civilización materialista laica en el subcontinente indio. Sus objetivos eran preservar las enseñanzas del Islam, su fuerza y sus rituales, resistir a las destructivas actividades misioneras del invasor británico y su cultura y difundir el Islam y su cultura.

[28] Ahmed Rashid. Los talibán. El Islam, el petróleo y el nuevo “Gran Juego” en Asia Central. Barcelona: Península, 2001, 375 p.

[29] Tim Weiner. Op. cit., p. 400.

[30] Henry Kissinger. China. Buenos Aires: Debate, 2012, p. 403

[31] „Deutsches Spionageschiff laut «BamS» vor Syrien im Einsatz”. Bild, 19/08/2012, https://www.bild.de/news/aktuell/deutsches-spionageschiff-laut-bams-vor-syrien-1-25725408.bild.html, [consulta 26/08/2012].

[32] “Deutsches Spionageschiff hilft syrischen Rebellen”. Welt, 19/08/2012, https://www.welt.de/politik/ausland/article108682338/Deutsches-Spionageschiff-hilft-syrischen-Rebellen.html, [consulta 26/08/2012].

[33] Ídem.

[34] Ídem.

[35] Martin Lutz, Uwe Müller. „Alle sollten stolz sein, für den BND zu arbeiten”. Welt, 11/08/2012, https://www.welt.de/politik/deutschland/article108568246/Alle-sollten-stolz-sein-fuer-den-BND-zu-arbeiten.html, [consulta 26/08/2012].

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LÍBANO COLAPSA, PERO HEZBOLÁ RESISTE Y SE RELANZA. EL PAÍS DE LOS CEDROS PODRÍA EXPLOTAR DESESTABILIZANDO TODO EL CUADRANTE

Marco Crabu*

Ahora está en alerta roja, El Líbano está en colapso social, político y económico. Si no se hace algo a tiempo, la situación podría estallar y desestabilizar todo el cuadrante de Oriente Próximo.

Desde el punto de vista de la seguridad interna, los disturbios y la violencia se producen a diario en las calles, gracias al aumento del estado de pobreza y penurias sociales, así como a la corrupción rampante que cada vez se afianza más en el maravilloso “País de los Cedros”.

Y mientras tanto, las milicias terroristas de Hezbolá, fortalecidas sobre todo por el apoyo logístico y financiero de Irán, afirman su influencia sobre el frágil Estado libanés, continuando sin ser molestadas en su tráfico de drogas, armas y bienes de diversos tipos, sin dejar de atacar directamente a las tropas regulares libanesas.

Francia y Estados Unidos están considerando enviar un portaaviones a las aguas frente al país de Medio Oriente lo antes posible y posiblemente intervenir cuando la situación lo haga inevitable, o para evitar que El Líbano termine de una vez por todas en manos de Hezbolá (e Irán) o de la franja yihadista.

A un año de la terrible explosión del puerto de Beirut, la situación en El Líbano se ha vuelto inmanejable. En varias partes del país, las protestas están a la orden del día e inevitablemente resultan en bloqueos de carreteras que paralizan la movilidad de personas y mercancías. Los precios están en constante aumento, incluidas las necesidades básicas, y la búsqueda espasmódica de combustible y medicamentos está empezando a ser degradante. La electricidad está racionada y son frecuentes los apagones prolongados y duraderos que hacen que la situación sea inaceptable, especialmente para los hospitales. Incluso la conectividad de la red celular (4G y Wi-Fi) sufre contratiempos y dificulta todas las comunicaciones.

Los analistas internacionales afirman que la deuda pública de El Líbano ha alcanzado cifras asombrosas, muy por encima de los 750.000 millones de libras, y que alguien ya había especulado sobre ella muchos años antes. Según algunos, de hecho, este epílogo lento y desafortunado se debe a una desafortunada operación financiera del gobierno en 1994, cuando entonces había autorizado préstamos desproporcionados en moneda extranjera para apoyar la deuda pública, vinculando la lira libanesa al dólar estadounidense. Esta maniobra financiera, al límite de la estafa estatal según los cánones del llamado “Esquema Ponzi”, también había recibido el Ok de la Cámara de Representantes, a pesar de saber que en caso de un aumento de divisas los libaneses nunca serían capaces de hacerle frente. Y así fue. Uno tras otro, El Líbano ya no ha podido pagar el importe cada vez mayor de los intereses acumulados por las divisas sobre su ya gigantesca deuda pública, con evidentes repercusiones en el mercado interior y en la vida de sus ciudadanos.

Michel Aoun y Sa’ad Hariri
Y la política está en un vergonzoso estancamiento

Los distintos líderes siguen peleándose entre sí y no pueden encontrar un punto de encuentro para luego proceder a la formación de un nuevo gobierno que permita que el país llegue a 2022, cuando se convocarán nuevas elecciones generales democráticas.

Sa’ad Hariri en octubre del año pasado, tras la dimisión de Mustapha Adib en septiembre (que a su vez había ocupado el lugar de Hassan Diab, tras los acontecimientos de Beirut), fue nombrado por el Presidente Michel Aoun para formar un nuevo gobierno. Hariri ya había sido primer ministro tres veces, pero había dejado el cargo debido a las violentas protestas antigubernamentales que estallaron en 2019. Su nombramiento se produce en un momento de actualidad para el Líbano, tanto por la actual pandemia como por la grave crisis social y económica que ha azotado al país, agravada aún más por los hechos relacionados con la explosión de Beirut el 4 de agosto del año pasado, y cuya investigación y las responsabilidades relacionadas aún no se han revelado por completo a las familias de las víctimas y a todo el público, mientras que las autoridades estatales siguen prevaricando escondiéndose detrás de la inmunidad parlamentaria. Se dice que Hariri tenía preparada la lista de los nombres de sus ministros, pero que por alguna “oscura razón” no estaba de acuerdo con el presidente Aoun. Las dos oficinas del Estado siguieron encontrando pretextos para no avanzar. El último episodio de fricción hace unos días, cuando estaba programada una reunión entre ambos, que el nuevo primer ministro canceló en respuesta a un odioso twitter de la primera oficina estatal pocas horas después de la reunión.

Y es noticia hace unas horas que Hariri ha renunciado definitivamente al cargo de primer ministro, se dice que por la continua interferencia del presidente Michel Aoun, quien pidió ajustes fundamentales en su propuesta de gobierno.

Hezbolá empuja al Líbano al colapso

Trazar un paralelismo y similitudes entre Hezbolá en El Líbano y los talibanes en Afganistán es una gran apuesta, pero encontramos que, de alguna manera, ambos se declaran no interesados en la conquista del poder político de ninguna manera, cada uno en su propio país. Pero lo que estamos presenciando hoy es una realidad completamente diferente y llena de contradicciones tanto en escenarios como por parte de los propios actores.

Recientemente se ha publicado un informe completo por parte de un think tank inglés, Chatham House, donde se analiza en profundidad la situación en el Líbano y el peligro que correría el país de los cedros si Hezbolá conquistara el poder.

El grupo terrorista Hezbolá, encabezado por Hasan Nasrallah, su líder indiscutible, ha imbuido tanto al tejido social y político libanés de su esencia que, al parecer, ni siquiera necesitaría acceder al poder tradicional. Es bien sabido que existe un “control híbrido” sobre todas las estructuras políticas, sin asumir la plena responsabilidad de sus acciones tanto hacia el Estado libanés como hacia sus ciudadanos.

Hezbollah opera sin ser molestado por el tráfico ilícito que goza de la colaboración y el encubrimiento de funcionarios corruptos de la política y las instituciones. Las milicias en la frontera siria son leales a él y esto ha permitido el paso de drogas y bienes y, por supuesto, de armas enviadas desde Teherán. De algunos rumores filtrados parece que a menudo la organización logística de Hezbollah obtiene documentos falsos emitidos directamente por el Ministerio de Agricultura para ingresar, al otro lado de la frontera, cargas de drogas haciéndolas pasar por semillas y similares. Además, las mismas fuentes informan de que las milicias chiítas tienen libre acceso, con la complacencia de directores generales corruptos, a los fondos ministeriales también asignados a las ONG afiliadas, pudiendo así utilizarlos sin necesidad de más procedimientos de autorización por parte de los ministros.

Hezbollah sin duda podría tomar el control del país por la fuerza, tiene la capacidad militar, pero evidentemente está esperando el momento propicio.

Los milicianos chiítas no parecen culpar a la crisis como fuerte del apoyo iraní y muchos libaneses están cada vez más convencidos de cambiar de rango. Pero el líder Nasrallah está asumiendo riesgos. Sabe perfectamente que el descontento popular podría volcarse en su contra, porque cualquier control del poder por su parte privaría al Líbano de la ayuda internacional de la que depende.

Los gobiernos occidentales, Francia y los Estados Unidos en primer lugar, están tratando a través de sanciones de contener en la medida de lo posible el poder imperturbable de Hezbollah Pero estas medidas son claramente insuficientes mientras la organización política en El Líbano permanezca inalterada. Sin duda, será necesario que el cambio para el país de los cedros comience desde dentro de sí mismo con el apoyo adecuado de la comunidad internacional.

¿Cómo pueden los gobiernos occidentales ayudar al Líbano?

Francia y Estados Unidos están buscando todas las vías para apoyar la devastada economía del Líbano y están presionando para un compromiso financiero y político directo de Arabia Saudita.

Pero Riad es por el momento recalcitrante ante la idea de apoyar al Líbano, un país —entonces liderado por Hariri— con el que rompieron relaciones desde 2017. Arabia Saudita ya no tiene ningún interés económico y mucho menos inversiones activas en El Líbano. Como mínimo, el reino saudí podría aceptar apoyar sectores específicos como la salud, la educación y el ejército.

… mientras Israel evalúa otras opciones,

Jerusalén está firmemente convencida de que no hay una solución lista y disponible para salvar al Líbano. La única alternativa es la participación de un Alto Comisionado de las Naciones Unidas para tomar las riendas del país a la espera de nuevas elecciones, y esto antes de que El Líbano se hunda en una crisis humanitaria sin precedentes. El Alto Comisionado contará con un fuerte apoyo económico y financiero de la comunidad internacional, y una de sus principales tareas será desarmar a todas las milicias, incluido Hezbollah, pero solo podrá hacerlo con la participación de una presencia militar internacional sobre el terreno.

Sin embargo, debemos actuar con rapidez, y es posible que el Líbano no disponga de más tiempo.

 

* Licenciado en Ciencias Sociológicas, Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Bolonia. Especialista en Seguridad, Geopolítica y Defensa.

Artículo publicado originalmente el 16/07/2021 en OFCS.Report – Osservatorio – Focus per la Cultura della Sicurezza, Roma, Italia, https://www.ofcs.it/internazionale/libano-al-collasso-ma-hezbollah-resiste-e-rilancia/#gsc.tab=0

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor.

 

 

LA PRESIDENCIA DE RAISI EN IRÁN COMIENZA CUESTA ARRIBA

Giancarlo Elia Valori*

El 18 de junio de 2021, con una tasa de abstención sin precedentes en la historia de la República (hasta el 48% de los votantes elegibles no fueron a las urnas), se celebraron elecciones presidenciales en Irán. Vieron la victoria del ala más conservadora y reaccionaria del panorama político iraní, personificada por Ebrahim Raisi, quien asume como nuevo Presidente de la República Islámica en este mes de agosto.

Los moderados, reunidos en torno al presidente saliente Hassan Rouhani (que había derrotado a Raisi en las elecciones de 2017), intentaron por todos los medios —especialmente a través de la propaganda en las redes sociales- estimular el voto de la gente contra los conservadores, aunque con poco éxito ya que, postrados por los efectos de la grave crisis económica, la mitad de los votantes iraníes prefirieron expresar su desacuerdo con la situación general en la que se encuentra el país simplemente negándose a acudir a las urnas.

Durante la campaña electoral de 2017, Raisi había criticado duramente a Rouhani por su adhesión al Tratado JCPOA (Plan de Acción Integral Conjunto), el acuerdo con el “5+1” (Francia, China, Estados Unidos, Reino Unido, Rusia y Alemania) gracias al cual Irán accedió a limitar su programa nuclear a usos civiles solamente, renunciando a desarrollar armas nucleares a cambio de una reanudación del comercio y el levantamiento de las sanciones.

La victoria de Rouhani en 2017 demostró que contaba con el apoyo de la mayoría del pueblo iraní, cansado de tener que pagar por los sueños de energía nuclear del ala conservadora con un alarmante aumento de los niveles de pobreza. Sin embargo, la parte significativa de los votos obtenidos por Raisi, es decir, el 38%, estaba ahí para demostrar que el alma reaccionaria de la República Islámica seguía viva y vital.

La repentina y equivocada iniciativa del presidente Trump, que en 2018 retiró a Estados Unidos de la JPCOA y endureció las sanciones contra Irán, sin duda jugó a favor de Raisi que, a los ojos de los votantes más conservadores, apareció como el único defensor extenuante de la causa iraní contra el asedio de los occidentales, aliado con el enemigo tradicional de Irán, a saber, Israel.

En vista de tratar de entender cómo se desarrollará la estrategia política nacional e internacional de Irán bajo el presidente Raisi —que es un protegido del Líder Supremo, Alí Jamenei, la máxima autoridad religiosa del país y un destacado representante del ala más ortodoxa del régimen teocrático—, tenemos que partir de la biografía de este personaje que, en los próximos cinco años, será protagonista de las relaciones internacionales en Medio Oriente.

Nacido hace 61 años en la ciudad de Mashad, en 1975 Ebrahim Raisi ingresó en el prestigioso Seminario de Qom, el más alto instituto de cultura y enseñanza de la doctrina islámico-chiíta de Irán y el centro que desarrolla la ideología de “velayat-e faqih”, la “Tutela del Jurista Islámico”, gracias a lo cual el ayatolá Jomeini -en ese momento exiliado en París- logró movilizar a las multitudes islámicas contra Shah Reza Pahlavi, derribando su reinado con la revolución de 1979.

Tras la victoria de Jomeini, a la que había dado su entusiasta apoyo, el joven Raisi entró en la oficina del Fiscal Especial que se distinguió por la eliminación sistemática de miles de representantes del régimen anterior y por la brutal represión del irredentismo kurdo.

Después de ser nombrado Fiscal Adjunto de Teherán en 1985, por el celo demostrado en deshacerse de los opositores al régimen teocrático, Ebrahim Raisi fue nombrado por el ayatolá Jomeini para dirigir un Comité de cuatro miembros, conocido como “Comité de la Muerte”, con la tarea de eliminar a todos los disidentes encerrados en prisiones iraníes.

El “Comité de la Muerte” dirigido por Raisi fue directamente responsable del asesinato de 8.000 disidentes encarcelados por el régimen. Cuando se le preguntó sobre su participación en la actividad de represión, Rasi respondió: “cuando un juez o un fiscal ha defendido la seguridad de las personas, debe ser apreciado por su trabajo… Estoy orgulloso de haber defendido los derechos humanos (¡sic!) en todos los cargos que he ocupado”.

Gracias a sus esfuerzos en la represión de los reales o presuntos anti-jomeinistas, exterminados en la década de 1980, por los que el nuevo Presidente iraní está siendo investigado por las Naciones Unidas, Raisi hizo una brillante carrera. De 1989 a 1994 ocupó el cargo de Fiscal Jefe en Teherán y en 1994 fue nombrado Jefe de la Oficina de Inspección General y más tarde Fiscal General del Irán y Fiscal del “Tribunal Administrativo Especial”, encargado de supervisar y supervisar la integridad de toda la administración del Estado y sus componentes. En 2004 fue nombrado primer diputado del más alto poder judicial iraní y, en esa capacidad, se distinguió por la despiadada represión de las protestas tras las elecciones presidenciales de 2009.

En 2016, el Líder Supremo Jamenei nombró a Ebrahim Raisi como “Custodio del Santuario Ali Al Rida” en su ciudad natal de Mashad, un cargo que le proporcionó activos por valor de miles de millones de dólares colocados en un «fondo de caridad» para ser utilizado sin supervisión ni control.

En ese papel, Raisi se mostró incorruptible, confirmándose así —a los ojos del público más conservador— como enemigo de la corrupción y fiel defensor de los ideales de Jomeini. Esto jugó un papel fundamental en las elecciones del pasado 18 de junio.

Otro tema importante planteado por Raisi durante la reciente campaña electoral contra su predecesor Rouhani fue la adhesión de Irán a la JPCOA que, desde 2015, debería limitar las ambiciones nucleares de Irán.

De conformidad con el Acuerdo, se espera que Irán reduzca sustancialmente sus depósitos de uranio enriquecido en un 98% y reduzca el número de centrifugadoras en los próximos 13 años, mientras que se espera que limite la proporción de uranio enriquecido al 3,6% del total en los próximos 15 años.

En 2018, los inspectores del OIEA, encargados de verificar el cumplimiento por parte de Irán de los términos del Acuerdo, expresaron dudas fundamentadas sobre si el compromiso de Irán con la carrera nuclear se redujo realmente. El 30 de abril de 2018, en una declaración conjunta, Estados Unidos e Israel acusaron formalmente a Irán de mantener la parte de desarrollo de armas nucleares de su programa nuclear oculta a los inspectores internacionales.

En los meses siguientes, después de denunciar a la JPCOA, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reinstauró todo el programa de sanciones contra Irán y las naciones que comercian con el régimen de los ayatolás.

La medida de Trump fue criticada por los otros países que se adhieren al Acuerdo JPCOA y por muchas Cancillerías occidentales porque el mayor empobrecimiento de la población iraní resultante del régimen de sanciones aumentaría —como ocurrió recientemente en las elecciones presidenciales— el apoyo a aquellos que, como Raisi, siempre se habían declarado enemigos jurados del “Gran SatánE estadounidense.

Israel, por su parte, ha seguido boicoteando —con operaciones clandestinas que hasta ahora han conducido a la eliminación física de los principales gestores técnicos del programa nuclear y al sabotaje cibernético del equipo dedicado a él— el progreso ulterior de la investigación nuclear de Irán, advirtiendo a los líderes del régimen que Israel nunca permitirá que la República Islámica se equipe con armas nucleares.

Un “Irán nuclear” sería una amenaza mortal para Israel. Irán está físicamente presente con el Hezbolá libanés, establecido permanentemente en las fronteras del norte de Israel, y también está físicamente presente en Siria con su propio contingente militar.

Para Israel, el posible suministro de armas nucleares por parte de Irán constituiría un “peligro tan claro y presente” que sería un pretexto justificado para una guerra preventiva que molestaría a toda la región.

El próximo mes de agosto, cuando tomará posesión como Presidente de la República Islámica, Ebrahim Raisi —quien, durante la campaña electoral, había dicho: “nuestras acciones deben estar dirigidas a mejorar las condiciones de vida de la población y restaurar la confianza perdida”— se enfrentará en primer lugar a una crisis económica sin precedentes, con una tasa de inflación del 30 % y un 50 % de la población que vive por debajo del umbral de la pobreza.

Siendo un “de línea dura” pero también un pragmático, además de incorruptible, Raisi podría decidir reabrir las negociaciones de la JPCOA, contando también con el apoyo ofrecido por el nuevo presidente estadounidense, Joe Biden, con el fin de aflojar la soga de las sanciones internacionales que estrangular la economía iraní.

Para ello, debería renunciar a sus ambiciones nucleares, disgustando así al ala «principista», la facción más reaccionaria del espectro político iraní, que hasta ahora le ha apoyado incondicionalmente y sin reservas.

Un camino difícil para el nuevo Presidente que demostrará concretamente que quiere una distensión con Occidente y, al mismo tiempo, que quiere hacer frente a las probables reacciones del fundamentalismo interno.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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