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UNA «EURO» PARA LEONOR

Roberto Mansilla Blanco*

Existe una perceptible vinculación entre la Eurocopa recientemente ganada por España y el lifting que los poderes del Estado están realizando para «popularizar» a la Monarquía española. Los festejos tras la consecución de la cuarta Eurocopa para España son sintomáticos a la hora de analizar este proceso integral de «blindaje» para la monarquía borbónica, personificada ahora en una línea de sucesión en manos de la Infanta Leonor, Princesa de Asturias, en un momento de contestación al entramado constitucional simbolizado en el procés catalán y la Ley de Amnistía.

El fútbol tiene esa dimensión cultural y sociopolítica tan poderosa en la que otros ámbitos de la vida, como la política, pocas veces puede competir. Incluso hay una sincronía tan clara entre fútbol y política que permite fortalecer a los poderes fácticos y al «Estado profundo». La reciente Eurocopa de Alemania es un ejemplo claro. Una remozada y joven selección española en la que brillaron como estrellas dos jugadores, Lamine Yamal y Nico Williams, claros exponentes de la inmigración ‘integrada’ en los colores nacionales españolistas hace causa común con el simbolismo de la monarquía borbónica, tan cuestionada y contrastada en los últimos tiempos.

Más allá del carácter oficial que tiene el Rey Felipe VI como Jefe de Estado para estar presente en la final de Berlín, su presencia junto a la otra Infanta Sofía dio a entender esa simbología estatal que busca reverdecer los fastos monárquicos dentro del imaginario social en estos tiempos de crisis. Los festejos en el Palacio de la Zarzuela con el Rey y, ahora sí, las Infantas Leonor y Sofía vestidas para la ocasión con la camiseta de la selección española completaron ese proceso; por cierto muy diferente a la opacidad y las visibles «caras largas» de algunos jugadores (Carvajal y Joselu) durante la recepción en el Palacio de la Moncloa con el presidente de gobierno Pedro Sánchez.

Un día después, durante el acto en la Escuela Naval de Marín (Galicia), el rey agasajó a esta institución con una camiseta de la selección española en presencia de su hija Leonor con palabras categóricas animándola «a ganarse los galones». Debe acotarse que la Infanta continuará a partir de agosto en Marín su formación militar.

La victoria sobre Inglaterra también despertó ese sentimiento nacionalista y españolista, principalmente en las redes sociales y muchas veces con sentido irónico, en algún caso hasta reivindicativo y agresivo. El foco de los agravios históricos estaba más que «cantado»: Gibraltar, el bastión tantas veces reclamado por Madrid para su soberanía y un reducto del Brexit en la península ibérica que no calza con la urgente recuperación exprés de un europeísmo que desde Bruselas la mandamás de la UE, Úrsula von der Leyen, quiere revitalizar en este contexto político tan crítico derivado de la guerra en Ucrania, de la potencial «amenaza rusa» y del avance de la ultraderecha de Le Pen, Meloni y Orbán.

Siguiendo con el simbolismo político del triunfo español en la Eurocopa, las críticas también llegaron a VOX, ese refugio nostálgico «patriota» que viene de romper con su ¿ex? aliado, el PP, en distintos gobiernos autonómicos tras la aprobación de la reforma de la Ley de Estranxería. Una aprobación que define el mejor ejemplo de la sintonía «de lealtad institucional» expresada por PSOE y PP tras la reforma del poder judicial, todo ello con la más que probable «tutoría» de von der Leyen. Las referencias como los «nuevos patriotas» hacia Williams (jugador del Athletic de Bilbao, emblema del nacionalismo vasco) y Yamal (del F.C Barcelona, insignia del nacionalismo catalán) fueron constantes en las redes sociales en el sentido de ridiculizar la intransigente política migratoria del partido de Santiago Abascal, tan calcada de sus socios Le Pen y Meloni.

En definitiva, la Eurocopa sirve para a los intereses de la monarquía, hoy tan simbolizada en Leonor, así como de la pretendida unidad estatal en torno a la idea de España que permita consolidar el blindaje que el estabishment está fomentando en torno a la Infanta heredera al trono como garantía de continuidad monárquica y de unidad estatal. Una unidad «inquebrantable» poco comprensible con los derechos de los nacionalismos periféricos (vascos, catalanes, gallegos…), por mucho que el autor del gol victorioso contra los ingleses fue precisamente obra de un vasco, Oyarzábal, cuya vivienda familiar fue «vandalizada» por presuntos nacionalistas vascos.

Y no olvidemos que este 2024 conmemora el décimo aniversario de la entronización como monarca de Felipe VI, una «transición» que permitió a su padre, el «Rey Emérito» Juan Carlos, disfrutar de un exilio Orient Express precisamente para también «blindarse» de cuanta polémica judicial aparezca en su contra.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

* Artículo publicado en gallego en Novas do Eixo Atlántico, 16/07/2024, https://www.novasdoeixoatlantico.com/unha-euro-para-leonor-roberto-mansilla-blanco/.

LA «GLAMUROSA» DECADENCIA DE OCCIDENTE

Roberto Mansilla Blanco*

Imagen: Xinhua/Li Xueren.

 

Son muchos los ensayos que en los últimos meses observamos en la producción editorial para analizar el declive de Occidente. Desde Emmanuel Todd hasta Amin Malouf, las estanterías de las librerías muestran una oferta prolífica de estudios que intentan descifrar porqué ese Occidente democrático, capitalista, liberal y plural que hasta ahora conocíamos como aparentemente insuperable está experimentando una cada vez más evidente e inocultable decadencia de poder. Un reflejo que también se ve en la industria del entretenimiento: una serie estadounidense, «Civil War» en la plataforma de pago Netflix adelanta un escenario distópico de ficción sobre la decadencia de EEUU.

Esta perspectiva de declive se aprecia en los esfuerzos que cada quien hace para «arreglar» los conflictos actuales. Mientras el presidente estadounidense Joseph Biden anunciaba una ayuda militar «histórica» para Ucrania previo a la Cumbre de la OTAN de Washington (11-12 de julio) que entronizará al holandés Mark Rutte como el nuevo secretario general de esta organización, el mandatario húngaro Viktor Orbán, en calidad de presidente rotativo de la UE, regresaba de una gira por Kiev, Moscú y Beijing con la finalidad de intentar acercar posturas para concretar un posible cese al fuego y una salida negociada de una guerra, la ucraniana, tan estancada como preocupante debido al riesgo de pulso nuclear. Una guerra que Occidente sabe que Ucrania no tiene posibilidad de ganar, a pesar de los millares de dólares y armamento invertidos para apuntalar en el poder a un Zelensky cada vez más contestado e impopular en su país.

Por otro lado está la imagen de los «grandes» líderes occidentales. Encontramos a un Biden senil, incapaz de articular con garantías un debate presidencial con su rival Donald Trump. Dentro del Partido Demócrata crecen las cábalas de un posible reemplazo electoral aún incierto mientras el entorno de Biden asegura que irá «hasta el final».

Una imagen más contrastada la dan los líderes euroasiáticos, rivales del Occidente «atlantista». Previo a la cumbre de la OTAN en Washington, el presidente chino Xi Jinping y su homólogo ruso Vladímir Putin volvieron a escenificar su sintonía estratégica en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) celebrado la semana pasada en Kazajistán.

Tras el fracaso de la Cumbre de la Paz para Ucrania celebrada en Suiza, Washington y sus aliados europeos apuestan por la continuidad de la guerra «hasta el último ucraniano» (Biden dixit). Por su parte, Beijing, con el beneplácito de su aliado ruso, impulsa iniciativas de negociación que, cuando menos, resultan más coherentes y efectivas, fortaleciendo al mismo tiempo las expectativas chinas de reconducir un sistema internacional cada vez más anárquico.

Visto en perspectiva, Occidente está perdiendo su capacidad de soft power para propiciar la resolución de conflictos mientras China tiene capacidad para alcanzar acuerdos, reforzando así su posición de poder emergente.

Más allá del poder político, el tratamiento de los mass media occidentales a la gira de Orbán raya en lo patético. Critican al controvertido líder húngaro, fortalecido tras las recientes elecciones parlamentarias europeas, como una especie de «títere» de Putin y Xi. Un tratamiento menos benévolo que la posición light que Biden tiene con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, cuya injustificada masacre en Gaza comienza a observar una situación similar a la ucraniana: un frente militar atascado y sin avances mientras la sociedad israelí comienza a registrar malestar y protestas contra la guerra, pero no exactamente a favor de una causa palestina que, cuando menos, también comienza a registrar solidaridad en Occidente.

Pero no es únicamente Biden el protagonista de esta «decadencia» occidental. El presidente francés Emmanuel Macron debió confeccionar a última hora una especie de Frente Popular circunstancial para salvar un envite electoral desastroso por el avance de la ultraderecha de Marine Le Pen en las recientes legislativas francesas. Macron apuesta por una cohabitación donde la izquierda de Jean-Luc Mélenchon puede ganar peso; pero al mismo tiempo abre un compás de incertidumbres sobre el futuro de la política francesa de cara a las presidenciales de 2027, tomando en cuenta que el ascenso de Le Pen no es perceptible únicamente en París sino también en Bruselas.

En la UE tampoco están para experimentos. La cohabitación vía cordón sanitario contra una ultraderecha políticamente dividida también se impone por obra y gracia de la todopoderosa recién reelecta presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen. El establishment europeísta conservador-socialdemócrata precisa frenar también dentro de las instituciones europeas al multiforme «frentismo» de la ultraderecha en la que Orbán, Le Pen y la primera ministra italiana Giorgia Meloni no terminan de coincidir.

Porque VOX ya decidió integrarse en la plataforma «ultra» de Orbán (Patriotas por Europa) en el nuevo Parlamento Europeo que legislará hasta 2029, junto con otros partidos austríacos y checos. La movida de fichas de VOX vía Orbán puede acercarlo indirectamente a Moscú, toda vez Meloni (pro-OTAN y pro-Ucrania) deberá reacomodarse en este nuevo escenario donde Orbán y Le Pen parecen acordar estrategias comunes. Y todos ellos mirando también para Washington pero no a Biden sino a la posibilidad de un retorno de Trump a la Casa Blanca.

En Londres, las elecciones generales de 4 de julio pusieron fin a 14 años de gobiernos conservadores con un contundente retorno de los laboristas al poder, ahora en manos de Keir Starmer. Esto no parece, a priori, influir en algún tipo de cambio sustancial de la política británica con respecto a la OTAN y la ayuda a Ucrania pero sí que puede anunciar un «reseteo» del Brexit, para complacencia de von der Leyen y de las élites de Bruselas.

No olvidamos tampoco Irán, que eligió nuevo presidente en la figura Masoud Pezechkian (69 años) considerado un reformista pero con escasa capacidad de maniobra en un régimen teocrático profundamente conservador. De origen kurdo-azerí, la elección de Pezechkian puede revelar un estratégico cambio político para evitar malestar entre el poder central en Teherán y estas comunidades étnicas. Tras ganar las elecciones, Pezechkian habló inmediatamente con Putin para reforzar una alianza geopolítica que tiene puntos de concreción, desde Ucrania hasta el propio programa nuclear iraní. El giro euroasiático iraní mira más hacia Beijing y Moscú que a Washington y Bruselas.

En definitiva, los bloques «atlantista-europeísta» y el euroasiático sino-ruso conforman hoy la nueva «guerra fría» del siglo XXI. Tras visitar Corea del Norte y Vietnam y poco después de la cumbre de la OCS y de recibir a Orbán en Moscú, Putin visitó también la India afianzando acuerdos militares que refuerzan al complejo militar-industrial ruso. El eje Moscú-Nueva Delhi consolida las bases de este eje euroasiático en ascenso, sin desestimar las rivalidades geopolíticas entre India y China, ambos miembros de los BRICS junto con Rusia y Brasil, y que EEUU intenta fomentar para crear desestabilización en ese eje geopolítico.

A diferencia de la sintonía euroasiática, igualmente determinada por las circunstancias de los complejos equilibrios de poder del actual sistema internacional, las inquietudes y la incertidumbre políticas inundan las plazas de poder occidentales. Todo ello sin percatarse que ese declive está en marcha, con una percepción de final de «belle époque» que retrata un «glamour» cada vez más insostenible. Un siglo después, la predicción de Oswald Spengler sobre la «decadencia de Occidente» comienza a verificarse con mayor nitidez.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EEUU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Artículo originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/a-glamurosa-decadencia-de-occidente-roberto-mansilla-blanco/.

LOS PACTOS DE ÚRSULA VON DER LEYEN

Roberto Mansilla Blanco*

El líder del Partido Popular (PP) Alberto Núñez Feijóo reconoció públicamente que recibió «presiones de todo tipo» para acordar con el gobierno de Pedro Sánchez la renovación del Poder Judicial, desbloqueando así cinco años de atasco. El «compromiso» y la «lealtad institucional» en aras de preservar la estabilidad en estos tiempos de polarización política parecen ser el leitmotiv de este pacto que, visto en perspectiva, permite igualmente intuir sus conexiones con Bruselas y los nuevos equilibrios políticos europeos.

Y aparece aquí un nombre propio: Úrsula von der Leyen, entronizada este 27 de junio para uno nuevo período como presidente de la Comisión Europea (CE) hasta 2029. Mirando el panorama político europeo tras las recientes elecciones parlamentarias del pasado 9 de junio (9J) existen indicios que apuntan a la posibilidad de que el acuerdo entre el PSOE y el PP para reformar el Poder Judicial (y sus repercusiones más de carácter local como fue la reunión en Vigo este 25 de junio entre el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, y el Alcalde Abel Caballero, tras años de distanciamiento y tensión) tienen un hilo común, directa o indirectamente, que llevan claramente a von der Leyen.

La recién reelegida presidente de la CE precisa de nuevos equilibrios políticos entre las familias conservadoras y las socialdemócratas en esta etapa que se asume convulsa para la UE. El avance de la ultraderecha en el próximo Parlamento Europeo (25% de los escaños) refleja el ascenso de figuras como la italiana Giorgia Meloni que, junto con su aliado el presidente húngaro Viktor Orbán, reclaman más peso político en Bruselas. En la recámara está también Marine Le Pen y su partido RN, vencedor en Francia de las elecciones europeas y que puede subir aún más en las elecciones legislativas en ese país previstas para este 30 de junio. Todos ellos, Meloni, Orbán y Le Pen tienen en España un aliado común: VOX.

Úrsula von der Leyen maneja ahora los nuevos equilibrios de poder en Europa con dos figuras clave: la primera ministra estonia Kaja Kallas, en búsqueda y captura por parte de Rusia, que sustituye a Josep Borrell como Alta Representante de la Política Exterior de la UE, lo que augura mayor tensión con Moscú precisamente ante las expectativas europeas de ampliación de la guerra ucraniana hacia los países bálticos.

El otro nombre propio es el socialista António Costa, ex jefe de gobierno de Portugal y que se asoma como nuevo presidente del Consejo de Europa. Con esto, von der Leyen asegura un pacto en Bruselas entre «populares» y socialistas para repartirse los principales puestos políticos en las altas esferas de la UE, manteniendo un «cordón sanitario» contra la ultraderecha.

«Populares» y socialistas encarnan las banderas del europeísmo que von der Leyen y el presidente francés Emmanuel Macron quieren enarbolar en este período convulso con el avance de la ultraderecha, el mantenimiento del apoyo a Ucrania que, junto con Moldavia, ya inició negociaciones de admisión en la UE este 26 de junio, y la guerra encubierta  con Rusia vía OTAN.

La visita de von der Leyen a Galicia previo al 9J concretó estos flecos sueltos: es preciso un pacto de Estado en Madrid en el que Sánchez y Feijóo acuerden compromisos institucionales en «puntos calientes» como la composición y reparto de poder dentro del Poder Judicial y la Ley de Amnistía en Cataluña.

Pero no es sólo Europa sino también Iberoamérica el foco de atención de von der Leyen. La visita de Javier Milei a Madrid, con el «homenaje» de su presidente Isabel Díaz Ayuso, traduce las expectativas de la ultraderecha europea por afianzar vínculos transatlánticos por la vía del excéntrico mandatario argentino. Por otro lado, el fracaso del intento de golpe militar en Bolivia este 26 de junio tendrá igualmente incidencia para la política exterior europea: Borrell denunció este suceso toda vez el propio Pedro Sánchez aspira liderar una »cruzada anti-ultraderecha» que apunta a contener a Milei, Meloni, VOX y otros aliados.

Así es como se impone la urgencia de los pactos tanto en Bruselas como en La Moncloa. Pactando con Sánchez la reforma del Poder Judicial, Feijóo toma distancia tanto de VOX cómo de las fuerzas más «ultra» dentro del PP (Ayuso y Aznar) El bipartidismo PP-PSOE tiene así impacto en las instancias españolas y europeas. Y Úrsula von der Leyen se confirma así como la líder más poderosa de la «nueva Europa».

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Este artículo fue originalmente publicado en idioma gallego el 27 de junio en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/os-pactos-de-ursula-von-der-leyen-roberto-mansilla-blanco/.