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12 DE AGOSTO CONMEMORACIÓN DE LA RECONQUISTA DE BUENOS AIRES

Marcelo Javier de los Reyes*

 

12 de agosto de 1806. Rendición del brigadier general William Carr Beresford ante Santiago de Liniers.

En 1806 y en 1807 la ciudad de Buenos Aires sufrió sendas invasiones por parte de las fuerzas británicas, las que han pasado a la historia como las «Invasiones Inglesas» que, cabe aclarar, no fueron las únicas en nuestra historia.

No se trató de un hecho imprevisto ya que durante la Gobernación de Buenos Aires y, posteriormente, durante el Virreinato del Río de la Plata las autoridades españolas habían tenido que actuar contra los británicos que merodeaban en la región, quienes junto a los portugueses llevaron a cabo el ataque a Colonia del Sacramento en enero de 1763 pero fracasaron en el intento. Las fuerzas del gobernador Cevallos obtuvieron la victoria. Las autoridades españolas también tuvieron que desalojar a los británicos de las islas Malvinas, las que ocuparon en 1765.

Del mismo modo, las autoridades de Buenos Aires temían que los británicos desembarcaran en la Patagonia, por entonces desértica, por lo que intentaron avanzar hacia el sur con el propósito de llegar al río Negro y llevar a cabo estudios para fundar establecimientos en la costa patagónica, para defenderse de la política expansionista británica.

The Attack of Nova Colonia in the River Plate in 1763, bajo el comando del capitán John Macnamara. Óleo sobre lienzo (1791) de William Elliott.

Como bien narra el historiador Tulio Halperin Donghi, son «las dos incursiones llevadas a cabo por fuerzas británicas en 1806 y 1807 las que introducen bruscamente al Río de la Plata en el conflicto mundial», el conflicto que el Reino Unido mantenía con la Francia imperial y sus aliados[1]. El 21 de octubre de 1805 tuvo lugar la batalla de Trafalgar en la que la marina británica se impuso sobre las flotas de Francia y España, ocasionándole a la segunda una pérdida de control de las provincias americanas, además de debilitar su poder comercial y militar. Las comunicaciones entre América y España quedaron de esa manera expuestas al ataque de los británicos y el Reino Unido ya no estaba forzado a mantener sus principales fuerzas en las costas europeas lo que le permitió aventurarse en otros territorios pertenecientes a los aliados de Napoleón Bonaparte[2].

La Marina Real despachó una flota a África del Sur para apoderarse de la Ciudad del Cabo que pertenecía a los aliados holandeses de Napoleón. Mediante un ardid atrajeron al puerto de esa ciudad a un barco francés cargado de prisioneros de guerra británicos por lo que sumaron más hombres al contingente militar, habida cuenta de que la operación en el sur de África fue rápida y sencilla[3]. Sin embargo se vieron afectados por la escasez de víveres. En función de ello, el comodoro Sir Home Popham decidió dirigirse a las costas de América del Sur para abastecerse de harina y de otros víveres.

El historiador canadiense Ferns describe a Popham como

uno de los jefes más capaces, más imaginativos y más exitosos de la Armada. Sus hazañas de navegación, sus aportes al mejoramiento de las señales y su dominio de las operaciones conjuntas justificaban tanto su ascenso a su alto grado como su incorporación a la Real Sociedad. Pero era además un político y un diplomático. […] Había realizado negociaciones con príncipes árabes y con el zar de Rusia, y estaba vinculado con el gabinete británico y con los círculos comerciales londinenses.[4]

Popham convenció al comandante de las fuerzas terrestres de Ciudad del Cabo de que le facilitara el 71° Regimiento de Infantería, alguno de artillería y dragones desmontados para emprender su aventura americana. Al llegar a la isla de Santa Elena sumó más hombres y se lanzó al Río de la Plata.

Mientras tanto, en América había una escasez de fuerzas españolas, unos dos mil hombres para custodiar unos millones de kilómetros cuadrados[5]. El virrey, el marqués de Sobremonte, estaba alertado de una amenaza británica a su territorio pero esperaba la invasión en Montevideo. Los británicos sabían que desde Buenos Aires partía la plata y el oro de Perú hacia la metrópoli.

El 8 de junio de 1806 la flota se apareció en el Río de la Plata y luego dejar de lado Montevideo se lanzó hacia Buenos Aires y el 25 de junio las tropas al mando del brigadier general William Carr Beresford desembarcaron en Quilmes.

El virrey improvisó una resistencia con blandengues y milicianos urbanos. Las fuerzas resultaron escasas e ineficaces y se vieron sorprendidas por las explosiones de las granadas, armas que a las que nunca se habían enfrentado. La línea de resistencia establecida en el Riachuelo se quiebra y Beresford ingresa a Buenos Aires. El virrey se había ido con buena parte de los fondos y desde el 27 de julio se había establecido en Luján a la espera de refuerzos. Las corporaciones urbanas prestan rápida adhesión al nuevo orden y le piden al virrey que entregue los fondos públicos a los británicos a los efectos de salvaguardar sus bienes privados, ya que Beresford había amenazado con que les confiscaría sus fortunas.

Halperin Donghi destaca el papel de Manuel Belgrano, a la sazón secretario del consulado, quien se indignó «ante el poco decoroso espectáculo brindado por ese cuerpo, hasta entonces fortaleza de la más intransigente lealtad castellana»[6].

Pronto, la aparente adhesión de los residentes creó en el invasor una sensación de seguridad. Beresford aseguró la propiedad privada, mantuvo a los magistrados en sus cargos, confirmó que los esclavos se debían a sus amos y el 4 de agosto implantó el libre comercio con bajas tasas aduaneras.

Debe recordarse que por más que Beresford solicitó obediencia al rey Jorge III la invasión de Buenos Aires fue una iniciativa personal que hasta ese momento no contaba con la anuencia de la corona británica.

Mientras tanto, la resistencia se encontraba operando para doblegar al invasor. Encabezada por el alcalde Martín de Álzaga, quien puso a disposición de ese objetivo su fortuna personal, se rodeó de otros conspiradores como Anselmo Sáenz Valiente y Juan Martín de Pueyrredón, poderosos comerciantes como él.

Bien pronto comenzaron a excavar túneles y construir un sistema de galerías debajo del centro de la ciudad y el propio alcalde se ocupó de conseguir armas ―mediante el contrabando― debido a que Beresford ordenó el secuestro de las armas que poseía la población. Del mismo modo, estableció talleres para la reparación de aquellas que estuvieran deterioradas.

Tal como cuenta el historiador Ferns, Santiago de Liniers, Martín de Álzaga y Juan Martín de Pueyrredón

en aquel momento actuaron con autonomía, sin órdenes del virrey, o contrariándolas, y procedieron a movilizar a toda la comunidad para la lucha. Su actividad dirigente sólo tiene parangón en el celo e inventiva de la población. Por ejemplo, un catalán, José Fornaguera, propuso el día siguiente de la capitulación organizar una banda secreta de hombres diestros en el manejo del cuchillo que diesen muerte a los ingleses dondequiera que los encontrasen. Se puso en práctica un plan para traer refuerzos de Montevideo en barcos pequeños capaces de navegar por el río fuera del alcance de los buques ingleses de gran calado. Se movilizó a los gauchos y a los indios para que colaborasen, y así las cosas se hicieron con presteza, a menudo desordenada pero siempre enérgicamente.[7]

La organización contra los invasores estuvo a cargo del capitán francés Santiago de Liniers y Bremond, quien se encontraba al servicio de España desde 1775 y en noviembre de 1776 se embarcó en Cádiz en la expedición comandada por Pedro de Cevallos, participó en la toma de la isla portuguesa de Santa Catarina y en la rendición de la Colonia de Sacramento el 5 de junio de 1777. En agosto de 1778 Santiago se encontraba nuevamente en Cádiz y entre 1779 y 1782 participó en la guerra contra Inglaterra[8]. En 1788 fue destinado nuevamente al Río de la Plata, al apostadero de Montevideo, a donde arribó en diciembre de ese año.

Al momento de la invasión era comandante de puerto en Ensenada y gran conocedor del Río de la Plata por haberlo navegado por unos veinte años. Se trasladó a Colonia y de ahí a Montevideo para organizar la reconquista. Luego de convencer al gobernador militar español de que le confiara tropas con experiencia que habían sido enviada a esa ciudad por el virrey, el 3 de agosto se embarcó en Colonia con quinientos cincuenta soldados y cuatrocientos cincuenta milicianos. Entretanto, los hombres de Pueyrredón habían sido dispersados en las chacras de Perdriel. En la ciudad se improvisaron milicias y se creó el regimiento de Patricios.

El 10 de agosto, tras la toma de los corrales de Miserere y del Retiro, las fuerzas de Liniers controlaban los accesos de la ciudad por el oeste y por el norte. Los temporales de invierno mantenían a los buques británicos inmovilizados en el Río de la Plata y las lluvias y el barro anegaban las calles de Buenos Aires, en las cuales se combatía el día 12 contra los invasores, quienes también eran atacados desde los techos de las casas con piedras y tizones ardientes provocándoles bajas considerables. Ese mismo día de 1806, Beresford capituló mientras que una multitud rodeaba el fuerte de Buenos Aires. La bandera de España volvió a ser izada en el fuerte.

Ese 12 de agosto de 1806 ocurrió otro hecho relevante que merece ser destacado: el joven cadete del Fijo de Caballería, Martín Miguel de Güemes, al mando de un grupo de jinetes, tomó la fragata de bandera inglesa Justine, la que había quedado varada en el Río de la Plata como consecuencia de la bajante de las aguas. La toma de un buque militar por parte de la caballería constituye un hecho inédito en la historia militar.

El virrey Sobremonte fue la primera víctima tras la reconquista y el héroe fue Santiago de Liniers, a quien se le encargó el comando de las tropas porque la ciudad comenzó a preparar su defensa ante otra probable invasión británica.

Y así fue en 1807, en 1833, en 1845 y en 1982 luego de la recuperación de los archipiélagos del Atlántico Sur por las Fuerzas Armadas Argentinas.

El Reino Unido siempre ha sido un enemigo de España y de la Argentina y lo seguirá siendo como lo demuestra cotidianamente. Como he dicho otras veces, la guerra no terminó el 14 de junio de 1982 porque los británicos han continuado la guerra, avanzando sobre nuestro mar territorial, ambicionando nuestro sector antártico, otorgando ilegalmente licencias de pesca y derecho a explotar el petróleo como se lo han concedido a la empresa israelí Navitas Petroleum.

A eso sumemos el poder blando, la guerra cognitiva que ejerce sobre nuestra población a través de ONGs y fundaciones que dicen defender los derechos humanos, el indigenismo, el aborto y otros temas que conspiran contra nuestra integridad como Nación. A eso hay que sumarle la intromisión en otros países de la región para operar en contra de la Argentina y la propia dirigencia política y económica de nuestro país, en su mayoría verdaderos responsables de la entrega de la Patria.

Nos lo advirtió el coronel Mohamed Alí Seineldin: «Lo que aspira el imperialismo angloamericano es que paguemos la deuda con los territorios del paralelo 40 para abajo».

Aún estamos a tiempo de revertir la situación.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019 (2da edición, 2024).

Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] Tulio Halperin Donghi. De la revolución de independencia a la confederación rosista. Buenos Aires: Paidós, p. 22.

[2] H. S. Ferns. La Argentina. Buenos Aires: Sudamericana, p. 51.

[3] Ídem.

[4] Ídem.

[5] Tulio Halperin Donghi. Op. cit., p. 22.

[6] Ibíd., p. 24.

[7] H. S. Ferns. Op. cit., p. 55-56.

[8] «Santiago de Liniers y Bremond». Real Academia de Historia, https://dbe.rah.es/biografias/12075/santiago-de-liniers-y-bremond, [consulta: 01/08/2024].

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LA DEROGACIÓN DEL ARTÍCULO 27 BIS DE LA LEY DE PESCA VIOLA LA CONSTITUCIÓN

César Augusto Lerena*

Los barcos españoles que pescan en Malvinas con licencia británica, los primeros beneficiados con la derogación que plantea Milei.

 

El 28 de mayo de 2008 se sancionaba la Ley 26.386 que se incorporaba como artículo 27º bis a la Ley Federal de Pesca 24.922 que, en términos generales, limitaba las operaciones pesqueras dentro de las aguas bajo jurisdicción de Argentina a quienes no tuvieran un permiso de pesca otorgado por la Autoridad de Aplicación y/o tenían algún tipo de relación jurídica, económica o de beneficio directo o indirecto con quienes realizan explotaciones sin este permiso, de aplicación a todo tipo de nacionalidad de las embarcaciones; pero muy particularmente a quienes pescaban y pescan con licencias ilegales otorgadas por los isleños británicos de Malvinas que, en promedio se llevan, según las estadísticas publicadas por el gobierno ilegal de las islas, unas 250.000 toneladas anuales de productos pesqueros, dañando la economía argentina; afectando todo el ecosistema pesquero de la Zona Económica Exclusiva Argentina; causando un deterioro de medio marino y atentando contra la soberanía nacional. Buques con licencia ilegal de Malvinas podrían pescar en el resto de las aguas bajo control argentino y viceversa, provocando la más grave apropiación de recursos argentinos por parte de extranjeros y el más absoluto desorden en la administración pesquera del Atlántico Suroccidental.

La derogación o sustitución del Artículo 27º bis por el Artículo 215º (ex 247º) de la Ley Ómnibus, además y centralmente, viola la Disposición Transitoria Primera de la Constitución.

Un reconocido jurisconsulto, experto en derecho internacional manifestó: “Teniendo en cuenta los contenidos del artículo 27º bis, se observa que la Argentina está facultada a aplicar sanciones a empresas que tengan una relación societaria con empresas que pescan ilegalmente en las aguas jurisdiccionales argentinas, por ejemplo, las empresas con licencias ilegales de los isleños británicos en Malvinas. El artículo 27 bis fue un paso muy positivo para Argentina, porque está en línea con lo que establece la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional, que es procurar recuperar el ejercicio pleno de la soberanía respecto Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur y los espacios marinos correspondientes. Derogar esas facultades implica un grave retroceso, por lo tanto, es incompatible con el contenido de la citada Disposición Transitoria, porque facilitará el ejercicio ilegal británico al otorgar licencias de pesca” (24/01/2024).

Nosotros entendemos, que se trata de un plan destinado a debilitar los derechos argentinos sobre Malvinas, teniendo en cuenta incluso que no hay razones económicas ni las habría que puedan justificar tal desatino que, por el contrario, perjudicaría los intereses económicos y sociales argentinos, incluso los de las empresas nacionales de capital extranjero radicadas en el territorio continental argentino.

Salvando honrosas excepciones, las políticas de los gobiernos en los últimos 50 años respecto a la recuperación de las Malvinas han sido ruinosas para la Argentina. Una de estas excepciones, fue la aprobación en 1994 de la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional que reza: «La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino».

El Reino Unido de Gran Bretaña (RUGB) siempre consideró un escollo insalvable esta Disposición y así, lo dejó de manifiesto en el Pacto de Foradori-Duncan de 2016 en el que se estableció como principal objetivo «remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas»; mientras tanto, los sucesivos gobiernos, por acción u omisión, permitieron pasivamente o con meras reclamaciones inconducentes, los sistemáticos avances territoriales y de explotación de los recursos por parte de los británicos e, incluso el gobierno saliente, hizo la mise en scene “que parezca que nos ocupamos”. Las acciones distorsionaron la letra y el espíritu de la citada Disposición: La “legítima e imprescriptible soberanía” y el “objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino” y no debieron limitarse a la declamación y reclamación; al pedido de apoyo a terceros y a la cooperación unilateral en favor de los invasores. Está claro: se vació de contenido la cláusula constitucional surgida de la mayoría de los argentinos.

No queremos referirnos al pasado sino más bien al oprobioso presente de la “Cuestión Malvinas”; pero deseamos decirles a los responsables de la frustrante etapa concluida que, en lugar de remitir “Informes de Coyuntura de Política Exterior”, típicos de los derrotados y responsables del hoy, que escriben desde los escritorios odas del sin sentido y la desvergüenza. Sería bueno que se llamen a silencio y vivan en la oscuridad que les asigna el fracaso, no solo de la derrota, sino de la incapacidad para diseñar una estrategia y llevar una política que permita caminar hacia la recuperación argentina de los espacios marítimos y los archipiélagos invadidos por los británicos que tanta desesperanza causan a los argentinos.

Dictaron una ley para la creación de un Consejo al que no se le cayó una sola idea; otra para aumentar la sanción a los buques que pescan ilegalmente y no aplicaron una sola sanción a los buques que pescan en el territorio marítimo argentino de Malvinas; no derogaron los Acuerdos de Madrid y “trabajaron” con muchos de los autores intelectuales de estos ignominiosos acuerdos. Como refiere Montesquieu “Cuando en el reinado, existen más facilidades para hacer la corte que, para cumplir con el deber, todo está perdido” y, recordando a Ithacar Jalí: “En la tauromaquia los avisos son tres, al cuarto se llevan el toro al corral” sería justo, un merecido y oportuno retiro antes de que los desencantados les reclamen una razonable rendición de cuentas.

Por el contrario, quienes llegaron en estos días al Palacio saben lo que hacen, no impostan.

Se abrevan en aquellos 17 argentinos que hace 12 años reclamaban una revisión de la política del gobierno sobre “el conflicto” de Malvinas y, donde, “uno de los ejes centrales de la propuesta era que el gobierno adoptase una posición que tenga en cuenta el principio de autodeterminación de los isleños” (La Nación, 23/02/2012) y además buscaban adhesiones en alternativamalvinas@gmail.com; es decir, invitaban a desconocer las Resoluciones de las Naciones Unidas 1.514 (XV), 2.065 (XX), 31/49, 37/9 y la propia Constitución Nacional. Estos opinantes despreciaban las cuestiones relativas a la soberanía nacional y entendían que «la afirmación obsesiva del principio “las Malvinas son argentinas” y la ignorancia o desprecio del avasallamiento que éste supone debilitan el reclamo justo y pacífico de retirada del Reino Unido y su base militar, y hacen imposible avanzar hacia una gestión de los recursos naturales negociada entre argentinos e isleños». Es decir, no respetan la legislación nacional e internacional reconocida y les preocupa más la retirada pacífica de los militares británicos y las cuestiones mercantilistas de negociar con los isleños británicos la utilización de los recursos de Malvinas que son argentinos. La descalificación de “patrioterismo” a quienes tenemos la posición de sostener los derechos argentinos sobre Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur, respaldada en los preceptos de la Constitución Nacional y el derecho internacional aplicable, habla por sí misma y, entendemos, que este tipo de opiniones, de personas influyentes, son en gran parte el motivo de los fracasos de nuestro país. No obstante, es muy interesante conocer, a quienes, dentro de la Argentina, tienen una mirada distante a la mayoría de los argentinos. Este tipo de personajes estuvieron presentes en todas las grandes gestas de la independencia y en las distintas etapas de la vida política del país. La mayoría de los problemas que sufre la Argentina no se originan solo en las apetencias de terceros países, sino en la incapacidad e intereses a los que responden nuestros gobernantes y distintos factores de poder, entre los que se encuentran.

En línea con los 17, éramos pocos y apareció Sabrina Ajmechet, historiadora y diputada por la ciudad de Buenos Aires por el PRO, quien escribió en sus redes sociales: “las Malvinas no existen. No son ni nunca fueron argentinas. Las Falkland son de los kelpers. La creencia de que Malvinas son argentinas es irracional, es sentimental” (Ámbito, 25/07/2021). Son verdaderamente notables estas afirmaciones de una diputada de la Nación y, aún más notable, la tolerancia del Congreso de la Nación para tomarle juramento a semejante transgresora de la Constitución Nacional.

Luego, Diana Mondino, la economista, directiva del Banco Roela y entonces candidata a Canciller de la República “brindó una entrevista directa a un medio británico y allí aseguró que Javier Milei respetará el derecho de los isleños” (Urgente 24, 13/09/2023) y luego, ante el rechazo general que provocaron estas declaraciones, incluso entre los votantes de LLA, trató de aclararlas, dejando más certezas que dudas sobre su posición: “Nosotros decimos que la soberanía de la Argentina sobre Malvinas es absolutamente legítima. Y hasta tanto no se llegue a algún tipo de acuerdo, Argentina va a mantener esa postura. No importa lo que yo quisiera está en la Constitución”. “La cordobesa aseguró que el reclamo seguirá vigente en tanto y en cuanto la Constitución así lo indique. “No me voy a apartar de la Constitución. Esa es la parte que para mí no tiene cuestión de ideología ni de pensamiento” (Pulxo 95.1). “Además, profundizó sobre sus dichos y destacó, que su referencia era respetar los derechos de los isleños como argentinos” (Urgente 24, 13/09/2023) y resaltó “Si creemos que las Malvinas son argentinas, los que han nacido en suelo argentino son argentinos, ¿cómo podrían no tener derecho un argentino, me podés explicar eso?”. Se lo explicamos señora Canciller, los isleños, kelpers implantados por el mismo Reino Unido que les permitió ser británicos en 1983 y lo han ratificado por unanimidad en el 2013. No son parte, según las Resoluciones de las Naciones Unidas, no hay tal derecho a la autodeterminación, sino que la posición defendida por la Argentina desde siempre es la de la integridad territorial y su posición personal ―que nos queda muy clara y en línea con los referidos 17 argentinos― no puede sostenerse desde la máxima responsabilidad de las Relaciones Exteriores de la Argentina. Sus explicaciones de extrapolación, etc., se chocan con sus clarísimas declaraciones y explicaciones precedentes.

Si algo faltaba, la reciente designación como embajador en Chile del ex Canciller Jorge Faurie ―autor junto a Susana Malcorra del Pacto Foradori-Duncan citado― es altamente preocupante, por cuanto, es precisamente con Chile, junto a Uruguay, con quien deberíamos trabajar y acordar una posición común en las cuestiones relativas a los derechos argentinos en los archipiélagos, las aguas y la Antártida, para bloquear la posición británica, que en la actualidad ocupa y explota 1.639.900 Km2 de territorio marítimo argentino, además de disputar 1.430.367 Km2 de nuestra plataforma continental extendida y otros 2.426.911 Km2 del territorio Antártico y de las aguas correspondientes. Nos preguntamos, si desde este lugar, va eliminar todos los escollos para que las Malvinas se desarrollen.

Habrá que reformar el artículo 214 del Código Penal. La Causa Malvinas no es una cuestión en la que podamos poner en duda la pertenencia ni el objetivo, que ya está perfectamente definido en la Constitución Nacional. Podremos, en todo caso, discutir la estrategia y la táctica para el logro del objetivo declarado en la Carta Magna; pero no caer en el absurdo, como en la derogación del Artículo 27º bis de la Ley 24.922 facilitando los intereses británicos.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado. Presidente Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana (CESPEL). Presidente de la Fundación Agustina Lerena. Web: cesarlerena.com.ar.

 

** Artículo publicado por Agenda Malvinas, 25 de enero de 2024.