¡OJO CON LA NÉMESIS!

Agustín Saavedra Weise*

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La mitología griega menciona el miedo popular al castigo ejercido por la temible Némesis, deidad de la venganza y la justicia distributiva. Se pensaba que la Némesis dirigía los destinos humanos al encargarse de mantener el equilibrio entre extremos.

Hace muchos años ya comenté este siempre actual tema. A la Némesis se la consideró irreconciliable sancionadora de todo exceso.

En la antigua Grecia se creía que cuando una persona llegaba demasiado alto, tarde o temprano la diosa Némesis provocaría su caída estrepitosa. Si alguien era muy feliz tenía que ser luego muy desdichado, mejor no arriesgarse al castigo de la poderosa Némesis.

Hoy en día némesis es sinónimo de castigo y representa además a un archi enemigo, un rival de larga data. De ahí el dicho “Fulano se enfrentó con Mengano, su permanente némesis”.

La Némesis fungía como elemento inhibitorio; era preferible no destacarse para soportar así una Némesis menos terrible que la de los que sobresalían. Las sanciones de la Némesis tienen la intención de dejar claro ante los humanos que no pueden ser excesivamente exitosos ni deben trastocar con sus actos —buenos o malos— el equilibrio universal.

Némesis medía la dicha y la desdicha de los mortales y solía ocasionarles crueles pérdidas cuando habían sido favorecidos en demasía por otra diosa, la Fortuna. La Némesis era el agente ineludible de la caída de alguien cuando había llegado demasiado alto; su mismo éxito provocaba que la desgracia sea tan estrepitosa como el ascenso previo.

La némesis mantenía así un control psicológico que funcionaba como elemento regulador sobre la sociedad helénica de la época. Según el criterio retributivo lo mejor era mantenerse en el justo medio, esperando con resignación una penalidad menos terrible que la de los más destacados. La posibilidad del castigo imponía pautas de mediocridad en la población.

El temor a las desgracias como contrapartida de actuaciones prominentes, mantuvo a la generalidad del pueblo griego en una chata armonía. Otra forma de Némesis contemporánea es la envidia, a veces disfrazada de tendencias igualitarias que pretenden nivelar hacia abajo para evitar odios y más bien los crean en mayor cantidad.

Dónde penetra la mente envidiosa también penetra el resentimiento y si se extiende el virus, la raíz misma de la sociedad termina podrida, la comunidad pierde su vigor, su ansia natural de triunfar y de superarse.

Puede darse también el caso del “ocultamiento”. Así como los cazadores de varias tribus primitivas escondían sus mejores presas para comérselas en la noche al abrigo del “ojo malo” de cualquier envidioso, hoy en día personas talentosas o adineradas tienen temor de mostrar sus dones intelectuales o materiales en el lugar en que viven, pues ello podría acarrearles potenciales calamidades.

He aquí la Némesis por envidia de quienes no poseen lo que ellos tienen. Diversos estudios han enfocado el tema de la envidia como verdadero escollo para el progreso social. Contemporáneamente, vemos con pena que muchas veces la emulación creadora es cegada cruelmente por la envidia de quienes, al no poder llegar a la altura de su prójimo, buscan todos los medios posibles para perjudicarlo.

Ejemplos abundan y Bolivia no escapa de tamaña anomalía. El cristianismo desterró la envidia desde el punto de vista doctrinario. La expresión del Salvador “Ama a tu prójimo como a ti mismo” es suficientemente ilustrativa.

Desgraciadamente, los seres humanos no siempre se comportan en conformidad con los preceptos evangélicos y se dejan arrastrar por la versión mundana de la vieja Némesis griega: la ponzoñosa envidia.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, <https://eldeber.com.bo/opinion/ojo-con-la-nemesis_204098>.