ESTUDIOS DE LAS CULTURAS INDÍGENAS. ESFUERZOS POCO COMPRENDIDOS.

Francisco Carranza Romero*

Huascarán, Perú. Imagen de Ajshalom Cliver Mejia en Pixabay 

Los tiempos que vivimos son del predominio del pensamiento materialista y monetarista; por tanto, no se da la debida importancia a los estudios de las culturas indígenas en las que están incluidas las lenguas. Por eso, quienes las estudian haciendo muchos esfuerzos no sólo carecen de apoyo, sino también reciben muchos calificativos despectivos: “idealistas, románticos, no realistas, desfasados…”.

El que se atreve a hablar quechua en un barrio de los pitucos limeños (los que, por tener el poder económico, se creen los peruanos especiales), se expone a que lo califiquen de “indio”, “indígena” y lo discriminen. El usuario común del castellano no diferencia la etimología y el campo semántico de estas dos palabras; simplemente las usa como sinónimas y con intención despectiva.

La educación escolarizada en todos sus niveles, desgraciadamente, tampoco ayuda a superar los prejuicios (juicios a priori) contra las manifestaciones culturales de los amerígenas (los que han nacido en el continente americano). En los textos y clases se siguen repitiendo los pensamientos y actitudes colonialistas que vienen desde el siglo XVI. Pero, si estas manifestaciones (restos arqueológicos, festividades tradicionales, interpretaciones musicales, danzas, ritos, vestimentas, comidas, remedios, productos artesanales, etc.) generan ganancias económicas, son publicitadas. Muchos extranjeros que llegan a Perú aprecian estas manifestaciones. Y, el turismo es una actividad que aporta bien al presupuesto nacional y da labor y ganancia a muchos sectores formales e informales.

Muchos también confunden las palabras: precio y valor. El precio es la medida cuantitativa y material de algo o actividad. El valor es la medida cualitativa y supramaterial de alguna cosa o actividad. Pero, lamentablemente, muchas veces estos vocablos son usados como sinónimos por muchos; por eso, al comprar algo se pregunta: ¿Cuánto vale? En vez de ¿cuánto cuesta?

A continuación, cito algunos datos anecdóticos y de la labor de investigación:

Estrecho y erróneo concepto de ciencia. Por la iniciativa del sacerdote Alberto Gonzales, representante de Concytec (Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica) de Áncash, fuimos a la oficina principal en Lima. El mencionado sacerdote ya había reservado una audiencia con el director. Llegamos puntuales y entramos a la oficina del director donde, después de unos saludos, le expusimos y pedimos el apoyo económico para la edición del “Diccionario del quechua ancashino – castellano”, elaborado por mí durante muchos años. Su respuesta inmediata fue lacónica y tajante: “Concytec apoya sólo investigaciones científicas”. Salimos pronto de la oficina. Después, afuera, comentamos sobre sobre el pensamiento y actitud del director, ingeniero de profesión. Para él y otros técnicos, aunque con títulos universitarios, la Lexicografía, una disciplina de la Lingüística, no es ciencia. Ignoran la etimología de los vocablos “ciencia” y “científico” que son derivados del latín: verbo scire (scio, scis, shii, shitum) y del sustantivo scientia. La escena narrada no sólo muestra el mal uso de la palabra ciencia, sino también la actitud despreciativa de mucha gente hacia los indígenas y sus manifestaciones culturales.

Unos años después, la editorial europea Vervuert publicó mi diccionario. Con el apoyo de mi familia asumí el costo porque deseaba aportar algo a mi cultura materna. Por suerte, el libro ha tenido acogida y ya está como libro electrónico.

“¿Para qué sirve el quechua?” En una reunión virtual promovida por una institución de Huaraz (capital de Áncash, Perú) alguien intervino sorpresivamente: ¿Para qué sirve el quechua? Una pregunta provocativa y con menosprecio a los que estábamos intercambiando opiniones sobre algunos aspectos de nuestra cultura andina. Luego, el irrespetuoso e imprudente cerró el micrófono y la pantalla. Estaría sonriendo de su “gran hazaña” sin pensar en su magna y atrevida ignorancia.

Escuela castellanizante. En las comunidades campesinas donde se habla quechua los profesores enseñan en castellano. Los documentos de matrícula, calificaciones, certificados y textos están en castellano. Los exámenes también son en castellano.

Para evitar la generalización, narro un caso personal: como en mi pueblo natal, comunidad campesina de Quitaracsa (Áncash), la escuela era sólo hasta el Segundo Año de Primaria, mis padres y hermanos mayores me animaron a continuar los estudios y me convencieron diciéndome varias veces: “Waktsaqam alli yachakurlla pallarikan” (El pobre se supera sólo estudiando bien). Así me enviaron a Caraz (capital de la provincia de Huaylas, Áncash) para terminar la Primaria. Allí experimenté la realidad desventajosa para los que hablábamos el idioma quechua. En el aula, todo en castellano (texto, clase, examen y conversación). En la calle, actitud de desprecio hacia los que usábamos nuestro quechua por la necesidad de comunicarnos. Muchos compañeros quechuahablantes desertaron año tras año. Y yo, a pesar de todo, continué. ¿Cuánta fuerza tenía aquel niño fuera de su familia y de su realidad cultural? Ahora, ya septuagenario, después de muchos años cumpliendo el proceso de la educación escolarizada, doy toda la razón a mis mayores: Yachakuy naanillam waktsakunapaq pallarikaynin. (El estudio es el único camino de superación para los pobres). Más datos están en mis libros: “Madre Tierra, Padre Sol” y “El mundo da vueltas”.

Instituciones con doble discurso. Ahora, un caso laboral. Las solicitudes y entrevistas no se hacen en quechua en el concurso por un puesto laboral donde la población rural habla quechua. Cuando una enfermera bilingüe quechua y castellano, que competía por un puesto, se presentó a la entrevista ante los miembros del jurado, éstos le hicieron la observación de que no tenía el certificado de conocimiento del quechua. La postulante, superando el miedo del momento, se atrevió a decir: “Yo soy quechuahablante”. Ninguno de los ilustres entrevistadores se atrevió a comprobar hablando quechua con la postulante; al contrario, uno del jurado, alzando y batiendo una hoja de papel, sentenció: “Eso lo debes demostrar con un documento”. Sin embargo, a nadie se le pidió el certificado de la competencia lingüística en castellano. Los funcionarios, cuando les conviene, usan la retórica ilustrada y califican al quechua como idioma nativo, indígena, autóctono y oriundo; en otras circunstancias, lo consideran como un idioma extranjero aun dentro de las áreas donde se usa como lengua de comunicación general. Así maltratan a los hablantes quechuas.

“Guía del quechua de Corongo (llaqwash)” de Daniel Hintz con la colaboración de Gudelia Medrano, Rosa Pinedo, Ábila Collantes y Diane Hintz. En la carátula se indica: Volumen 1, Gramática pedagógica. Este volumen fue publicado gracias al generoso aporte económico del médico peruano estadounidense Enrique Liñán (un respetable mecenas en el siglo XXI).

Es un texto didáctico con bellos dibujos y fotografías; además, tiene un disco para quien se interese escuchar. Es el resultado de muchos días, meses y años de esfuerzo de gente que labora sin pensar en el lucro. Los esposos Hintz son estadounidenses que han tenido la actitud noble de acercarse a la gente de Áncash y, especialmente, a los de Corongo (provincia de Áncash) para conocerlos y aprender la lengua quechua. El libro es el resultado de muchas notas, fotos y grabaciones. Un valioso material para los estudiosos de la cultura andina.

Este escrito no es sólo de lamentación; es también de reconocimiento a las personas, aunque poquísimas, que se acercan a la comunidad quechua con el deseo de aprender su lengua y sus valores culturales. Cito dos casos de extranjeros: la pareja estadounidense Hintz y el italiano Ivo Baldi (el fallecido obispo de Huari que visitó mi comunidad dos veces) aprendieron el quechua con paciencia; por eso, merecen el respeto y gratitud de los quechuas. Son esfuerzos y sacrificios sin pensar en la ganancia económica. Estos esfuerzos y logros dan otro tipo de satisfacciones: la alegría de ser la voz de los que no tienen voz, y el gozo espiritual de haber llegado al otro con actitud fraterna.

Y yo, como un andino que habla, estudia y fomenta el quechua, les reitero mi agradecimiento.

 

* Investigador del Instituto de Estudios de Asia y América, Dankook University, Corea del Sur.

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