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LA INTELIGENCIA ESTRATÉGICA COMO INSTRUMENTO FUNDAMENTAL PARA LA TOMA DE DECISIONES

Marcelo Javier de los Reyes*

 El pesimista se queja del viento;
el optimista espera que cambie;
el realista ajusta las velas.

William George Ward (1812-1882)


Introducción

Se le atribuye al escritor, filósofo y humanista italiano Giovanni Pico de la Mirándola ―Italia, 1463-1494― la expresión De omni re scibili, que podemos traducir como “concerniente a todo lo que se puede conocer”. Quizás, no haya sido casualidad que esa expresión fue escogida como lema de la Escuela Nacional de Inteligencia de la actual Agencia Federal de la República Argentina[1]. Como es sabido, la inteligencia, de la que Walter Laqueur intentó discernir si se trataba de “arte o ciencia”, tiene una profunda avidez por el conocimiento.

Escudo de la Escuela Nacional de Inteligencia, Argentina.

En el presente trabajo se describe cómo la inteligencia, tras la Segunda Guerra Mundial, fue convirtiéndose en una disciplina científica a partir de la conformación de teorías y métodos que, en un principio, fueron notoriamente estructurados, habida cuenta que sus basamentos tuvieron su origen en la inteligencia militar. Progresivamente, la inteligencia fue adaptándose a los cambios mundiales y la emergencia de la inteligencia estratégica fue acompañada de una desestructuración de sus métodos de análisis, aun cuando comenzó a formar parte de un organismo civil de inteligencia.

La complejidad del mundo actual y la ocurrencia de acontecimientos no previstos, promovió una reestructuración de los organismos de inteligencia, esencial para la toma de decisiones acordes con los nuevos desafíos.

La inteligencia se convierte en disciplina científica

Si bien los orígenes de la inteligencia se encuentran en el espionaje, del que dan cuenta libros como La Biblia o El Arte de la Guerra de Sun Tzu, en su evolución operaron cambios, los cuales determinaron que hacia mediados del siglo XX comenzara a ser pensada científicamente.

La inteligencia como disciplina científica comenzó a tomar forma una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, por inspiración de Sherman Kent, con su obra Inteligencia Estratégica[2], primero, y de Washington Platt[3], después. Ambos autores pusieron en evidencia que la inteligencia estratégica era imprescindible para los responsables de la conducción civil o militar de un Estado. Fue así como se comenzó a hablar de inteligencia como “información procesada”, como “producto” y como “organización”. De ese modo tomó forma lo que se denominó el “ciclo de inteligencia”, a veces cuestionado pero vigente y útil hasta hoy.

Sherman Kent (1903-1986). Foto: Central Intelligence Agency

En línea con este pensamiento, Walter Laqueur, reconocido autor por sus libros sobre terrorismo[4], se planteó en otra obra si la inteligencia debería ser considerada como un arte o una ciencia, ya que en la década del ’50 del siglo XX —en gran medida fuera de la comunidad de inteligencia—, comenzó a forjarse la idea de que debía cimentarse sobre una base teórica más profunda[5]. Ello motivado por ser la inteligencia una herramienta de vital importancia para los decisores políticos, en la cual sus resultados asertivos constituyen el único criterio de valor[6].

No obstante, fue el historiador Sherman Kent el “autor de los primeros trabajos más importantes en inteligencia, comparando el método de aquellas ciencias sociales empleadas favorablemente en la inteligencia estratégica con el de las ciencias físicas”, según describe Walter Laqueur[7]. Por otro lado, también se refirió a la controversia que se instaló con Willmoore Kendall, autor del artículo “The function of Intelligence” publicado en la revista World Politics en 1949. En su artículo Kendall considera que la inteligencia estratégica puede abordarse desde distintas perspectivas, a saber: 1) como una introducción general al trabajo de inteligencia; 2) un memorándum de un analista sénior en el trabajo de inteligencia que lo ha pensado todo; y 3) un intento del mismo veterano para hacer que tenga sentido una actividad del gobierno. Debido a que para Kendall el libro de Kent es en parte cada una de estas tres cosas, a la vez no es perfectamente satisfactoria para cualquiera de ellas. El gran mérito de su libro es que proporciona un cuerpo de material descriptivo que permitió el inicio de una seria discusión pública sobre la relación de la inteligencia con la política en un sistema democrático[8].

Kendall distinguió que la función de la inteligencia consistía en ayudar a los líderes “políticamente responsables” a alcanzar sus objetivos de política exterior, en gran medida mediante la identificación de los elementos de un problema susceptible a la influencia de los Estados Unidos[9]. Además, Kendall observó que si la misión de la inteligencia era iluminar a los tomadores de decisiones con lo mejor que el conocimiento experto podía proporcionar, las aversiones de Kent al tomar en cuenta la política doméstica de los Estados Unidos y la teoría de las ciencias sociales eran contraproducentes[10].

Walter Zeev Laqueur (1921-2018). Foto: Joanna Helander

Walter Laqueur también cita en su artículo a otros autores que propusieron métodos estructurados, como Richard J. Heuer, o la adopción por parte del área de Métodos y Pronósticos de la Offices of Regional and Politics Analysis (ORPA) de la CIA, de las Estadísticas “Bayesianas”, basándose en el Teorema de Thomas Bayes (1702-1761)[11]. Sin embargo, en su evolución, la inteligencia fue tomando distancia de los métodos estructurados y, en este sentido, Laqueur destaca que, al igual que en la medicina, en inteligencia no hay certezas absolutas sino probabilidades y similitudes pero, al igual que cada hombre, cada caso es único. De modo tal que el analista de inteligencia ha de enfrentarse a situaciones “únicas” por lo que, para enfrentarlas y resolverlas, el recurrir a un pensamiento basado en una metodología estructurada podría ofrecer más una dificultad que una solución.

Hacia una inteligencia estratégica “no estructurada”

El dilema interesante propuesto por Walter Laqueur sobre si debemos considerar a la inteligencia como “arte o ciencia”, encuentra en Karl von Clausewitz algunos elementos conceptuales interesantes para su comprensión, desarrollados en su obra De la Guerra. En ella plantea este dilema para la guerra, considerando que todo pensamiento constituye, en verdad, un arte, y será allí donde la lógica encuentra su límite —como resultado del conocimiento— y comienza a actuar el juicio. Incluso el conocimiento del espíritu es juicio y, en consecuencia, arte, y finalmente lo es también el conocimiento mediante los sentidos. Motivo por el cual, resulta tan imposible imaginar a un ser humano que posea tan sólo la facultad del conocimiento sin la del juicio, como lo inverso, determinando ello que el arte y el conocimiento nunca pueden separarse completamente el uno del otro. De tal forma que ello permite resumir que, allí donde se trata de creación y de producción, allí se encuentra el ámbito del arte; por el contrario, si el objetivo es la investigación y el conocimiento, allí impera la ciencia[12].

En tal sentido, la evolución de las diversas sociedades, la complejidad del mundo, la incertidumbre ―a la que con gran claridad Nassim Nicholas Taleb definió a través del concepto de “cisne negro”― o los “megacambios” a los que se refiere Ervin Laszlo, llevan a un replanteo y a una actualización de la actividad de inteligencia, ya que se comienza a plantear cada vez más la alternancia entre habilidad práctica y conocimiento científico. Laszlo ―en una visión más allá de la física pero que no debería ser soslayada― considera que la humanidad se encuentra en la disyuntiva “evolución o extinción”, por lo que el hombre debe transitar hacia una visión del mundo multidisciplinar, viviendo armónicamente con las tradiciones espirituales del planeta[13]. Sin embargo, quien ha puesto más en evidencia la fragilidad y la volatilidad de nuestra sociedad actual fue el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, particularmente al introducir el concepto de “modernidad líquida”.

En su libro Modernidad Líquida, Bauman explica que la diferencia entre los líquidos y los sólidos es que los primeros no conservan fácilmente una forma durante mucho tiempo y están continuamente dispuestos a cambiarla. Para los líquidos lo que cuenta es el flujo del tiempo y no el espacio que ―como los sólidos― puedan llegar a ocupar[14]. Considera que la “era de la modernidad sólida”, con sus certezas, ha llegado a su fin. Bauman se vale de esta metáfora de la liquidez para explicar la fase actual de la modernidad, caracterizada por la desregulación, la flexibilización, la liberalización de todos los mercados, la disolución de lo público en favor de lo privado, en síntesis, la inestabilidad.

Zygmunt Bauman (1925-2017). Foto: Jordi Belver

En una entrevista, el propio Bauman explicó acerca del concepto de la “modernidad líquida” en los siguientes términos:

El problema con la realidad líquida es que es tan difícil de pronosticar cómo se desarrollará y reaccionará a nuevas situaciones, crisis, dilemas de confianza o lo que sea y, como sabemos tan poco sobre ello, nos sentimos impotentes. Si uno no es capaz de pronosticar cómo las cosas evolucionarán, no puede tomar medidas de precaución, entonces uno no puede prepararse, defenderse. Los hechos nos toman por sorpresa. Es una presentación muy dramática de algo que está profundamente arraigado en nuestra manera de vivir hoy en día. Por eso se llama ‘modernidad líquida’.[15]

Bauman continuó su elucidación con lo que podemos considerar más relevante desde la inteligencia:

La planificación del futuro desafía nuestros hábitos y costumbres, las capacidades que aprendimos para superar los escollos del camino.[16]

Nos encontramos ante una encrucijada y se hace difícil encontrar el camino a seguir ante un sinnúmero de alternativas que se nos presentan pero que no sabemos hacia dónde nos llevarán. De ahí que Bauman considera importante debatir acerca de la siguiente cuestión:

¿Cómo restablecer el equilibrio entre política y poder? Porque ahora la política es local y el poder global.[17]

De tal manera que cada vez más tenemos una certeza y es que el conflicto es inevitable en un mundo en el que, cotidianamente, Thomas Hobbes demuestra haber tenido razón cuando escribió “la condición del hombre… es una condición de guerra de todos contra todos”[18].

En su libro La Sociedad Poscapitalista, Peter F. Drucker también hace referencia a las profundas transformaciones del mundo actual y vaticina, entre otras cosas, que esa será una “sociedad de grandes organizaciones”, tanto oficiales como privadas, que necesariamente operarán en virtud del flujo informativo[19].

En este contexto de incertidumbres, han tenido lugar una suma de acontecimientos que no fueron percibidos con anterioridad por los servicios de inteligencia. Entre ellos pueden mencionarse el derrumbe del Muro de Berlín por parte de los alemanes (1989) ―parece impropio hablar de “caída” y aún más cuando lo hacemos desde la inteligencia―, la implosión de la Unión Soviética (1991), los ataques del 11 de septiembre (11-S) en Washington y Nueva York (2001), los atentados del 11 de marzo (11-M) en España (2004), la crisis de las hipotecas subprime o “hipotecas basuras” ―que terminó detonando en 2008 con consecuencias de alcance global―, por citar algunos ejemplos.

En esta “sociedad de grandes organizaciones” —como la ha definido Peter Drucker—, las correspondientes a la inteligencia han debido repensar sus funciones, reorganizarse, reestructurarse y adecuarse a la multiplicidad de actores que hoy se encuentran en la mira. Para la inteligencia el mundo de la Guerra Fría ―si se considera su final con la implosión de la Unión Soviética, visión que no es compartida por el autor de este trabajo― era de una “realidad sólida” y el posterior es de una “realidad líquida”, parafraseando a Bauman.

Este mundo actual requiere de una interpretación por parte de una inteligencia estratégica sumamente flexible, con capacidad de reorientarse en función de poder dar respuesta a las cambiantes circunstancias que los diversos actores y las diversas problemáticas le imponen al Estado.

Dicho de otro modo, no podemos ser absolutamente racionales adoptando una duda cartesiana, ni absolutamente empiristas pues, de seguir sólo lo que la experiencia nos indique, podríamos alcanzar el destino del “pavo de Russell”. En tal sentido, el analista veterano no debe dejar de lado la intuición pues, en alguna medida esa intuición obedece a un “ordenamiento de sus carpetas mentales”. De tal modo que la intuición debe movilizar a la razón y la razón debe disciplinar a la intuición.

Una inteligencia estratégica basada en un pensamiento flexible que le permita “ajustar las velas” acorde a las condiciones del viento, es el principal instrumento del cual se deben valer quienes tienen la responsabilidad en la toma de decisiones.

Básicamente, la inteligencia no ha cambiado su naturaleza pero en la actualidad se vale de un sinnúmero de herramientas que no llevarán a eliminar la incertidumbre pero sí a reducirla. Como bien expresa el doctor Diego Navarro Bonilla:

El avance tecnológico ha determinado una ineludible evolución de las capacidades, en las herramientas o en los instrumentos de la inteligencia aunque no ha modificado sustancialmente su esencia ni sus fundamentos teóricos.[20]

De omni re scibili

Como ya se ha expresado, inteligencia es un término polisémico que fue expresado ―en lo que respecta al tema de esta presentación― por Sherman Kent como “información procesada”, como “producto” y como “organización”.

En principio, debemos recordar que Washington Platt dice que:

Inteligencia es un enunciado o exposición significativa y llena de sentido derivada de la información que ha sido seleccionada, evaluada, interpretada y finalmente expresada de modo que su significación sea clara para la resolución de un problema actual de política nacional.[21]

En esta definición cabe hacer la salvedad que puede ser tanto un problema nacional como internacional pero que afecte los intereses nacionales aunque, lo importante, es destacar que la inteligencia tiene por objetivo “la resolución de un problema” o, dicho más ampliamente, la resolución o la prevención de un conflicto, una amenaza o un riesgo. En este sentido, se trata del análisis, del procesamiento de un cúmulo de información proveniente de fuentes públicas y propias destinado a la toma de decisión. Para sintetizar, entonces, la actividad de inteligencia debe desarrollarse ―preferentemente― para la adecuada toma de decisiones con el objetivo de prevención y resolución de conflictos que pudieran derivar en crisis.

Por otro lado, el término ha dado lugar a varios niveles que podemos conceptualizar en “inteligencia táctica”, “inteligencia operacional” e “inteligencia estratégica”.

La inteligencia táctica está íntimamente vinculada al combate y sus principales características son la urgencia y la limitación de medios que obligan a que, en la mayoría de las situaciones, se opere con información bruta o semielaborada.

La inteligencia operacional o inteligencia operativa es aquella requerida por los mandos para el planeamiento y dirección de las operaciones —de combate, militarmente hablando— mediante la cual se establecen posibilidades operativas o tácticas —según incumba—, determinando las características, las limitaciones y las vulnerabilidades del adversario. De alguna manera, esta inteligencia se encontraría en un escalón intermedio entre la inteligencia táctica y la inteligencia estratégica.

En una profusa obra, el Dr. Federico Frischknecht expresó que un conflicto da origen a una estrategia para superarlo. La estrategia tiene las siguientes características:

  • opera en el mediano y largo plazo,
  • compete a los más altos niveles de la conducción, al presidente de la Nación o a los máximos responsables civiles o militares y
  • requiere de planificación y de la planificación de la inteligencia[22].

A partir de lo expuesto, cabe citar la definición de “conducción estratégica”:

Todas las definiciones de conducción coinciden en que se trata básicamente de un proceso de decisión para convertir ideas en acción. Esa es la responsabilidad indelegable de estadistas, directivos y comandantes.

La conducción le da intencionalidad a la acción, que responde así a ideas inteligentes y no a causas ciegas. La decisión, al relacionar fines con medios, ideas con acción, es la racionalidad, ‘el intelecto que le da vida a la materia’, al decir de Clausewitz (1832, Libro II, Cap. 2 secc. 15). […]

La conducción está indisolublemente ligada a la decisión y la decisión es una forma de pensamiento, un pensamiento que concibe, diseña y elige alternativas para pasar de las ideas a la acción.[23]

La toma de decisiones nunca debería estar sujeta a la improvisación sino íntimamente vinculada a la adopción de una estrategia destinada a resolver el conflicto o reducir la incertidumbre. Es precisamente ese el momento en que se debe recurrir a la inteligencia estratégica. El Licenciado en Administración de Empresas Aníbal Rodríguez Melgarejo le reconoce a la inteligencia las siguientes virtudes, las que son citadas textualmente[24]:

  • Multidimensionalidad: la aptitud de ver una realidad en todos sus aspectos.
  • Capacidad: potencialidad de imaginar, crear y operativizar.
  • Aprendizaje: el esfuerzo de aumentar el “stock de conocimientos”.
  • Generalidad: capacidad de percibir el amplio espectro de los problemas.
  • Sentido común: don de percibir y distinguir actuando en base a él.
  • Capacidad de Comunicación: aptitud muy valiosa en las actuales circunstancias.

Una observación que podría realizarse a la descripción de estas características es que el autor se refiere meramente a la “inteligencia” pero la integralidad  conforma ampliamente todo lo pertinente a la “inteligencia estratégica”. Se trata de la conjunción de lo racional con lo empírico, de la suma de la mayor cantidad posible de conocimientos, de la creatividad, de la intuición y de la comunicación en función de favorecer la toma de decisiones.

De tal manera que la inteligencia estratégica está íntimamente vinculada a la máxima conducción, dado que es la que responde a los requerimientos de los diversos gobiernos nacionales a los efectos de proporcionar una visión global de las cuestiones políticas, económicas, diplomáticas, militares, sociales, empresariales, etc., indispensables para la planificación de políticas y procedimientos en tanto a nivel nacional como internacional. Se trata, entonces, de una inteligencia integral conformada por la suma de las inteligencias sectoriales y debe ubicarse en el escalón más alto de un organismo de inteligencia. En síntesis es la inteligencia “concerniente a todo lo que se puede conocer”.

Proceso de decisión y toma de decisiones

La toma de decisiones, en el mayor nivel de la conducción, debe comprender a la organización y a la sociedad en la cual se desarrolla “ello en virtud de que ningún proceso de decisión puede divorciarse del ambiente respecto del cual ésta se toma”[25].

En primer lugar, debe reconocerse la existencia de un problema/conflicto que determine la necesidad de un proceso de decisión que lleve a su resolución[26]. Este proceso requiere de la elección de una acción posible entre dos o más alternativas con el propósito de lograr el objetivo deseado: la resolución o desactivación del problema/conflicto.

El proceso decisional se conforma de tres etapas: elaboración, toma y ejecución[27]. Cuando el problema/conflicto ha sido determinado se requiere de la mayor información posible, “válida y confiable”, para poner en funcionamiento el proceso de toma de decisiones. Claro está que en la toma de decisiones convergen factores personales, políticos y de contexto que condicionan la elección de la alternativa pero, sin duda, debe contar con información de inteligencia apropiada para discernir cuál sería la alternativa a adoptar para la efectiva resolución del problema/conflicto. Para generar esas alternativas se hace necesario apelar a la creatividad más que a una forma de pensamiento estructurado. En este sentido, la inteligencia estratégica, a partir de un conocimiento global, producto del procesamiento de las diversas inteligencias sectoriales que permitan determinar los riesgos y/u oportunidades que emergen del análisis del problema/conflicto, se transforma en un instrumento fundamental al momento de la toma de decisiones.

Indubitablemente, corresponderá al máximo responsable de la conducción elegir la alternativa más apropiada pero no debería soslayarse la relevancia de contar con la información de inteligencia “válida, confiable y oportuna” para proceder a la ejecución, a la implementación de una de las alternativas propuestas.

El pensamiento estratégico es un proceso sumamente complejo que requiere del más amplio conocimiento de la información, de su procesamiento, capaz de proponer nuevas direcciones, de ofrecer varios caminos, aun aquellos menos evidentes. Para ello se valdrá de diferentes métodos y recursos con la intención de facilitar las mejores respuestas para que la conducción alcance sus objetivos.

En función de lo expuesto, vale en este punto recordar a Shinmen Musashi No Kami Fujiwara No Genshin, más conocido como Miyamoto Musashi —nacido en 1584, en la población de Miyamoto, en la provincia de Mimasaka, Japón—, autor de El Libro de los Cinco Anillos (en japonés 五輪書 [Go rin no sho]), quien afirma en su obra que comenzó a comprender el Camino de la Estrategia cuando alcanzó los 50 años de edad. Hijo de un samurái, Musashi devino en un ronin (浪人 – literalmente “hombre ola”), es decir, en un samurái sin amo, durante el período feudal de Japón. En el año 1643 escribió su libro, en cuyo prólogo proporciona varios puntos a tener en cuenta[28]:

  • deja de lado una estrategia “estructurada” (“depurada”) y no siguió una ley determinada;
  • alude a una “habilidad natural”, la cual es una característica destacable en un analista de inteligencia estratégico;
  • la imperiosa necesidad de buscar en todo momento (“mañana y tarde”) el conocimiento;
  • la combinación de “muchas artes y habilidades”, es decir, la apelación a un pensamiento flexible, la necesidad de la adaptación permanente al cambio y de la innovación, de la creatividad;
  • llegó a comprender el Camino de la Estrategia a los 50 años, lo que implica que un analista estratégico debe ser una persona experimentada, con amplios conocimientos y una gran apertura, es decir, un “cinturón negro” en términos de inteligencia. De ahí en más, su pericia lo llevará a escalar a través de diferentes danes, para continuar con la metáfora de las artes marciales.[29]

Miyamoto Musashi (1584-1645)

Si bien su libro fue orientado hacia las artes marciales, al igual que El arte de la guerra de Sun Tzu —el cual contiene un capítulo titulado “El aprovechamiento de los espías”[30]—, ha sido valorado desde la estrategia, en particular la empresarial.

A partir de lo expuesto puede deducirse que un servicio de inteligencia que cuente con numerosos analistas seniores y, particularmente, con numerosos analistas estratégicos experimentados, se constituirá en un verdadero “órgano colegiado” destinado a asistir en la toma de decisiones.

Finalmente, cabe citar nuevamente a Musashi: cuando has comprendido el Camino de la Estrategia, no existe una sola cosa que no seas capaz de comprender y puedes ver el Camino en todas las cosas.

A modo de conclusión

“El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros los que las jugamos”, habría expresado el filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788 – 1860). De modo tal que nuestro mundo actual, dada su alta complejidad, somete permanentemente a la conducción estratégica a diversos desafíos pero con las alternativas proporcionadas por la inteligencia estratégica se podría dar respuestas efectivas.

Lucio Anneo Séneca (4 a.C. – 65), en su carta dirigida a Lucilio, escribió: Ignoranti quem portum petat, nullus sus ventus est, “Ningún viento será bueno para quien no sabe a qué puerto se encamina”. Esta cita debería ser seriamente tomada en cuenta por quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones. ¿Cómo saber a qué puerto debe dirigirse el decisor? La respuesta ya está dada: apelando a la inteligencia estratégica, la que le señalará las fortalezas y las vulnerabilidades de aquellas cuestiones que hacen al interés de la Nación. De ese modo, el decisor tendrá en claro cuáles son los vientos favorables en los distintos escenarios de probabilidad y cuál debería ser el mejor puerto de destino.

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* Licenciado en Historia, graduado en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales, School of Social and Human Studies, Atlantic International University (AIU), Honolulu, Hawaii, Estados Unidos. Tema de tesis: “Intelligence and International Relations: an old relationship and its current revaluation for decision-making”.

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  Agradecemos la difusión del presente artículo

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Bibliografía

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Referencias:

[1] La Escuela Nacional de Inteligencia fue creada el 5 de junio de 1967, como instituto de formación de la entonces Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE). Con la promulgación del Decreto Presidencial Nº 1536/91 fue reconocida como el instituto de mayor nivel de la especialidad en la Argentina.

[2] Kent, Sherman, Inteligencia estratégica. Buenos Aires, Pleamar, 1967.

[3] Platt, Washington, Producción de inteligencia. Principios básicos. Buenos Aires, Struhart & Cía, 1983.

[4] Laqueur, Walter, Terrorismo. Madrid, Espasa-Calpe, 1980. Laqueur, Walter, Una historia del terrorismo. Barcelona, Paidós Ibérica, 2003.

[5] Laqueur, Walter, A World of Secrets: The Uses and Limits of Intelligence. New York, Basic Books, 1985.

[6] Ídem.

[7] Ídem.

[8] Kendall, Willmore, The Function of Intelligence. En: World Politics, 1(4), 542-552. doi: 10.2307/2008837, 1949.

[9] Davis, Jack, The Kent-Kendall Debate of 1949. Sitio web oficial de la CIA, 08/05/2007, <https://www.cia.gov/library/center-for-the-study-of-intelligence/kent-csi/vol35no2/html/v35i2a06p_0001.htm>, [consulta: 01/07/2018].

[10] Ídem.

[11] Laqueur, Walter. Op. cit.

[12] Von Clausewitz, Karl. De La Guerra. Barcelona, Labor, 1984, pp. 154-157.

[13] Laszlo, Ervin, El cambio cuántico. Cómo el nuevo paradigma científico puede transformar la sociedad. Barcelona, Kairós, 2009.

[14] Bauman, Zygmunt, Modernidad líquida. Buenos Aires, FCE, 2004.

[15] “Educación Líquida Bauman” (video). Think1.tv (Col·legi Montserrat), 12/03/2012, <https://www.think1.tv/es/video/zygmunt-bauman-educacion-liquida-es>, [consulta: 13/04/2018].

[16] Ídem.

[17] Ídem.

[18] Hobbes, Thomas, Leviathan. México, Fondo de Cultura Económica (FCE), 1998.

[19] Drucker, Peter, La sociedad poscapitalista. Buenos Aires, Sudamericana,  1993, p. 276

[20] Navarro Bonilla, Diego, Derrotado pero no sorprendido. Reflexiones sobre la información secreta en tiempo de guerra. Madrid, Plaza y Valdés Editores, 2007, p. 23.

[21] Washington Platt, Producción de inteligencia. Principios básicos. Buenos Aires, Struhart & Cía., 1983, p. 24.

[22] Al respecto ver: Frischknecht, Federico et al, Lógica, teoría y práctica de la estrategia. Buenos Aires, Escuela de Guerra Naval, 1994, 271 p.

[23] Íbid., pp. 19 y 20.

[24] Rodríguez Melgarejo, Aníbal, La toma de decisiones. En: Boletín de Lecturas Sociales y Económicas, UCA, FCSE, Año 3, nº 13. Puede encontrarse una versión digitalizada en <http://200.16.86.50/digital/33/revistas/blse/melgarejo4-4.pdf>.

[25] Palumbo, Santiago, El proceso de decisión en la elaboración de política. En: Revista Nacional de Inteligencia, Vol. IV, nº 2, Segundo Cuatrimestre, 1995, p. 85.

[26] Íbid., p. 87.

[27] Ídem.

[28] Musashi, Miyamoto. Prólogo de Miyamoto Musashi. Go Rin Kai, <http://www.gorinkai.com/textos/gorin0.htm>. [consulta: 10/06/2018].

[29] En la parte final de su prólogo, Miyamoto Musashi dice:

“Cuando llegué a la treintena, miré hacia atrás contemplando mi pasado. Todas esas victorias no se debieron a tener una estrategia depurada. Quizás fue mi habilidad natural, o el deseo del Cielo, o que los luchadores de las diversas escuelas eran inferiores. Por lo tanto, estudié mañana y tarde buscando el principio, y llegué a comprender cuál era el Camino de la Estrategia cuando cumplí cincuenta años.

Desde entonces he vivido sin seguir ningún camino en particular. De acuerdo con la virtud de la Estrategia he practicado muchas artes y habilidades, siempre sin un maestro. Para escribir este libro no uso la ley de Buda o las enseñanzas de Confucio, ni las antiguas crónicas guerreras o libros de tácticas marciales. Tomo mi pincel para explicar el auténtico espíritu de esta escuela ‘Ichi’, tal y como se refleja en el Camino del Cielo y de Kwannon. Este momento es la noche del décimo día del décimo mes, a la hora del Tigre. [3 a 5 a.m.]”.

[30] Sun Tzu, El arte de la guerra. Beijing, Ediciones en lenguas extranjeras, 1996, p. 91-96.

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La adaptación de la actividad de inteligencia a los nuevos tiempos

Marcelo Javier de los Reyes*

Introducción

Los años de la Guerra Fría, 1947-1991 —si es que se asume que tuvo fin  en  ese último año, cuestión que puede ponerse en duda—, significaron un tránsito de lo que puede llamarse “una desconocida seguridad” a un mundo plagado de incertidumbres. Durante esos años en que se temía que ocurriese una guerra nuclear, vistos desde hoy, muestran que el mundo era más seguro y previsible pues el sistema internacional bipolar permitía la existencia de un equilibrio regulado por la disuasión.

Desde 1991 la emergencia de nuevos actores capaces de gravitar en el escenario internacional, como por ejemplo las organizaciones del crimen organizado —entre las que deben incluirse las mafias italianas como la ’Ndrangheta de Calabría, la Camorra de Nápoles, los cárteles de la droga de Colombia y México, algunas organizaciones que estaban bajo el control de los servicios de inteligencia de los países del bloque soviético, etc.— que han extendido su campo de acción a escala global, ONGs o fundaciones, grupos terroristas, poderosas empresas multinacionales y corporaciones (como las dedicadas a la industria de la defensa), han debilitado el poder de los actores centrales del sistema internacional: los Estados. Por tal motivo, se ha hecho imprescindible la introducción de un cambio en las actividades y objetivos de las agencias de inteligencia.

Nuevas orientaciones de las agencias de inteligencia

A comienzos de la década de los noventa, Alvin y Heidi Toffler decían que “de todas las instituciones de ‘seguridad nacional’ ninguna tiene una necesidad más honda de reestructuración y reconsideración que las dedicadas a la información exterior” [1]. Claro que este argumento es coherente con su concepción de la guerra de la “tercera ola”, basada en la tecnología, por lo que las agencias de inteligencia debían adaptarse a la sociedad de la información [2]. 

En su libro Las guerras del futuro, estos autores señalaban que en esa época las agencias de los Estados Unidos insumían anualmente US$ 30.000 millones pero que eran organizaciones de la segunda ola y, aún más, la KGB y la GRU soviéticas [3]. Sin embargo, debe tenerse presente que la incorporación de la TECHINT (recolección de información por medios tecnológicos) no tiene ningún sentido si no está acompañada por una buena HUMINT (inteligencia humana), dado que los medios tecnológicos sólo pueden limitarse a la reunión de la información pero no a su análisis, actividad reservada sólo a la inteligencia humana. No obstante, los autores afirman que los agentes de inteligencia son iguales a los de la primera ola pero “armados con las tecnologías más complejas de la tercera”[4]. De alguna manera coincide con lo expresado por el Doctor Diego Navarro Bonilla:

El avance tecnológico ha determinado una ineludible evolución de las capacidades, en las herramientas o en los instrumentos de la inteligencia aunque no ha modificado sustancialmente su esencia ni sus fundamentos teóricos [5]. 

Del mismo modo, Alvin y Heidi Toffler señalaban que para los ejércitos de la tercera ola dominar el terreno del conocimiento sería tan crucial como en su momento fue dominar la geografía y la topografía del campo de batalla [6]. Ya en esos años, expresaron que la noción misma de “seguridad nacional” debía incluir aspectos económicos, diplomáticos e incluso ecológicos, además —obviamente— de los militares que constituían su principal objeto de análisis.

Un importante cambio de actitud de las agencias de inteligencia lo constituyó la “ruptura con el secretismo” que las caracterizó durante la Guerra Fría, lo que fue el resultado de un proceso de revisión de los asuntos de inteligencia. Desde este enfoque puede reconocerse una mayor información y participación de la sociedad en los temas de inteligencia —a través, por ejemplo, de la actividad parlamentaria— y una mayor divulgación de los temas referidos al mundo de la inteligencia mediante la publicación sobre estos temas en revistas especializadas —algunas publicadas incluso por los propios organismos—, el estudio de estos temas en el ámbito universitario como en el caso de la Universidad Nacional de la Plata de Argentina, las Universidades Juan Carlos I y Carlos III de España o la adaptación de la metodología de inteligencia aplicada a la empresa y utilizada en universidades o institutos dedicados precisamente a estudios empresariales o económicos.

Por otro lado debe reconocerse una apertura en el manejo de las fuentes por parte de las agencias en la actualidad ya que utilizan un creciente número de fuentes abiertas e incluso, dentro de éstas, de trabajos de índole académica.

Esa apertura, sumada a la globalización de las comunicaciones y de la economía así como la flexibilidad de las fronteras, ha dado lugar a una creciente interdependencia entre los diversos actores estatales y no estatales a escala global. Asimismo, las agencias de inteligencia deben contribuir para que las respectivas sociedades las acepten y las asuman como parte del sistema democrático, para el cual trabajan colaborando con la seguridad de cada uno de los miembros de la comunidad y velando para que el Estado pueda concretar sus intereses nacionales. En muchos casos se trata de una tarea difícil mediante la cual deben granjearse la confianza de los ciudadanos, en el sentido de que operan en un marco de absoluto respeto por la ley y por las instituciones. En función de ello, desde hace varios años, en España los funcionarios y los académicos dedicados a estos temas se encuentran abocados a lo que se denomina “cultura de inteligencia”, para lo cual han procedido a la realización de congresos y publicaciones [7].

Un claro ejemplo de esa política es un vídeo de dibujos animados realizado por el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y la Universidad de Cádiz en el marco del “Proyecto para el desarrollo de la cultura de Inteligencia”. En este video se explica la utilidad que tiene la Inteligencia para la sociedad y las actividades que se realizan en el ámbito del CNI [8]. Sin embargo debe considerarse que la reserva, la confidencialidad, el secreto y la discreción aún perduran—y deben perdurar— en el terreno de la inteligencia debido a que de ese modo se alcanza el éxito de sus objetivos y se resguarda la vida de las personas y la seguridad de los recursos a emplear. De la misma manera, los logros de las agencias de inteligencia tampoco tienen por qué ser públicos y en ese sentido se realizan muchas tareas sin que la sociedad tome conocimiento.

En la actualidad ciertas actividades de las agencias de inteligencia no difieren en muchos aspectos de aquellas que se pueden desarrollar en el ámbito de las empresas o de las consultoras.

Como se ha expresado, las agencias de inteligencia se hallan condicionadas por ese contexto internacional por lo que han debido adaptarse a las nuevas necesidades de inteligencia y han debido “reinventarse” en ese paso de un mundo peligroso pero estable, en el que se conocían las amenazas y los enemigos, a este otro en el que predominan la inestabilidad, la emergencia de otro tipo de amenazas y la multiplicación de los actores.

En líneas generales, todas las agencias tanto en los países desarrollados —por ejemplo España— como en los periféricos —Argentina, Brasil, Chile— han necesitado introducir cambios y una nueva legislación que garantice la transparencia de sus actividades en el marco de la democracia y del respeto de los derechos humanos dejando de lado, en numerosos casos, aquellas actividades más vinculadas a una contrainteligencia orientada a los opositores dentro de los propios Estados.

Desde este enfoque, lo que se percibe es un cambio cultural hacia dentro de la organización pero que, a su vez, trasciende hacia la sociedad. Es un cambio influido por nuevas realidades políticas, tecnológicas y sociales que contribuyeron también a una mayor profesionalización de la actividad de las agencias de inteligencia.

La inteligencia hoy —también a diferencia de lo que ocurría en la Guerra Fría—, no pone la mira específicamente en las cuestiones militares sino que, en un número mayor de casos, se enfrenta a actores no estatales a organizaciones del crimen organizado o a grupos terroristas, conforme a la demanda de la agenda internacional, lo que en definitiva implica enfrentar a actores que no tienen una estructura organizativa como la que posee un actor estatal. Ello significa un reto diferente al que puede ofrecer un Estado.

Tapa del semanario Der Spiegel en la que fue publicado el artículo de Hans Magnus Enzensberger, titulado “Ausblicke auf den Bürgerkrieg” (1993)

Entre estos temas parecería que en la actualidad se estaría dando un conflicto del que ya nos había advertido el escritor alemán nacido en Baviera en 1929, Hans Magnus Enzensberger: la guerra civil molecular, en su artículo titulado Ausblicke auf den Bürgerkrieg (“Vistas de la guerra civil”) que fue publicado por el semanario alemán Der Spiegel en 1993 [9].

Enzensberger escribió:

La Guerra Fría ha sido reemplazada por un Nuevo Desorden Mundial bajo el signo de la Guerra Civil. Hacia finales del siglo XX se convirtió en la forma dominante de conflicto armado. Actualmente hay entre 30 y 40 guerras civiles abiertas en todo el mundo, y hay indicios de que su número no disminuirá en el futuro, sino que aumentará [10].

El autor advierte cómo la verdadera guerra civil termina por eliminar “la cáscara ideológica”, se despoja de sus pretextos y deriva en una guerra de todos contra todos, una guerra civil que hace tiempo ha emigrado a las metrópolis y en la que sus metástasis forman parte de la vida cotidiana de las grandes ciudades, no sólo en ciudades de países pobres sino también en ciudades como París, Berlín, Detroit, Birmingham, Milán y Hamburgo. Enzensberger agrega:

Lo dirigen no sólo los terroristas y las agencias de inteligencia, los mafiosos y los skinheads, los narcotraficantes y los escuadrones de la muerte, los neonazis y los sheriff negros, sino también los ciudadanos discretos que se convierten de la noche en gamberros, pirómanos, pistoleros y asesinos en serie. Al igual que en las guerras africanas, estos mutantes son cada vez más jóvenes [11].

Según el autor, este tipo de guerras siempre son iniciadas por una minoría que hace imposible una convivencia civilizada, por lo que esas guerras civiles no se han apoderado de las masas sino que son “moleculares”. Estas guerras sólo se inspiran en el odio, no tienen ideología, y los perpetradores de hoy no necesitan rituales, desfiles, uniformes, programas, promesas y juramentos de lealtad como en el período de entreguerras que fue analizado por Hannah Arendt. Incluso, dice Enzensberger, pueden prescindir de un guía, y “cualquier vagón del metro puede convertirse en una Bosnia en miniatura” [12].

Atentado al metro de San Petersburgo (2017)

Un mundo globalizado económicamente llevó a que también las agencias de inteligencia se ocupen más por los asuntos económicos preparando informes para el decisor, previendo crisis u otros escenarios que puedan suscitarse a partir de potenciales desequilibrios de la economía internacional y que puedan afectar a la economía nacional.

Esta interrelación tan fuerte que existe entre los diversos países en términos económicos precisa de cierta observación por parte de los servicios de inteligencia, más aún luego de la denominada “crisis hipotecaria” que estalló en Estados Unidos en 2008 o de la crisis alimentaria que puede derivar en una grave situación para la población mundial pero que, sin duda, afectará más fuertemente a determinados países pobres o dependientes de la importación de alimentos.

Las agencias han tomado como parte de sus temas de análisis las cuestiones macroeconómicas, las transferencias de dinero —en función de detectar financiamiento del terrorismo o lavado de dinero—, las inversiones y los sectores estratégicos. En función de ese creciente interés por los temas económicos, existen algunos servicios, como por ejemplo el CNI español, que se han orientado hacia la Inteligencia Económica y hacia la Inteligencia Competitiva, mediante la cual procuran beneficiar a sus empresas nacionales, evaluar riesgos, analizar tendencias, etc.

A modo de conclusión

Como puede apreciarse, la complejidad del escenario internacional tras lo que se consideró el fin de la Guerra Fría, la proliferación de actores no estatales y la emergencia de amenazas que afectan el normal desarrollo de los Estados, ha llevado a que las agencias de inteligencia a escala mundial redefinieran sus objetivos y ampliaran sus campos de análisis. Por otro lado, también procedieron a un mayor intercambio de información y a una colaboración más estrecha en función de enfrentar amenazas como el terrorismo, el anarquismo y el narcotráfico.

Finalmente, puede afirmarse que las amenazas y riesgos presentes en nuestro mundo actual someten permanentemente a los gobiernos a diversos desafíos que sólo pueden ser enfrentados si las agencias de inteligencia se mueven un paso adelante de aquellos actores que intentan aprovecharse de las vulnerabilidades que puedan ofrecer los Estados.

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* Licenciado en Historia, graduado en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales, School of Social and Human Studies, Atlantic International University (AIU), Honolulu, Hawaii, Estados Unidos. Tema de tesis: “Intelligence and International Relations: an old relationship and its current revaluation for decision-making”.

* Licenciado en Historia, graduado en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

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Referencias:

[1] Alvin y Heidi Toffler. Las guerras del futuro. La supervivencia en el alba del siglo XXI. Barcelona: Plaza & Janés, 1994, p. 218.
[2] Ibíd., p. 218. 
[3] Ibíd., p. 219-220.
[4] Ibíd., p. 224.
[5] Diego Navaro Bonilla. Derrotado pero no sorprendido. Reflexiones sobre la información secreta en tiempo de guerra. Madrid: Plaza y Valdés Editores, 2007, p. 23.
[6] Alvin y Heidi Toffler. Op. cit., p. 223.
[7] Fernando Velasco; Rubén Arcos (eds.). Cultura de Inteligencia. Un elemento para la reflexión y la colaboración internacional. Madrid: Plaza y Valdés España, 2012, 372 p. 
[8] Antonio Díaz (director); Cristina del Real; Diego Maldonado. “¿Sabes qué es el CNI y para qué sirve? (8-11)”. CNI y la Universidad de Cádiz, “Proyecto para el desarrollo de la cultura de Inteligencia”, <https://www.youtube.com/watch?v=LqFP47tWWbc>.
[9] Hans Magnus Enzensberger. “Ausblicke auf den Bürgerkrieg”. Der Spiegel, 25/06/1993.02/05/2019
[10] Ídem.
[11] Ídem.
[12] Ídem.

PENSAMIENTO CRÍTICO Y ANÁLISIS ESTRUCTURADO

F. Javier Blasco Robledo*

Hoy en día la información que nos llega es mucha y por muy diferentes canales; nos enfrentamos a lo que se viene denominado “infoxicación”. Para lograr un análisis adecuado somos incapaces de reaccionar ante ella mediante las herramientas normalmente aplicadas hasta ahora porque dicha información no solo es mucha, sino que en la mayoría de los casos está dirigida o adulterada para que de ella saquemos lo que el autor quiere que entendamos. Esta es la razón fundamental por la que precisamos ser muy críticos con todo lo que nos llega o queremos decir.

El pensamiento crítico es un rico concepto que ha venido desarrollándose durante más de 2.500 años aunque tomó su verdadero valor a mediados del siglo XX. Existen numerosas definiciones sobre el tema, pero esta engloba la mayoría de las diferentes acepciones: “juicio —sobre cualquier tema, contenido o problema— mediante el cual se mejora la calidad del propio pensamiento al emplear las estructuras inherentes del acto de pensar, pero sometiéndolas a un procedimiento predeterminado y al grado de cumplimiento de determinados estándares intelectuales”.

Consiste en un método mental, ordenado, que nos hace mejorar nuestras capacidades de discernir lo que otra persona trata de inculcarnos en cualquier contexto hablado o escrito para deducir nuestras conclusiones y así poder actuar en consecuencia.

Para llegar a ello, en toda información a analizar, debemos ser capaces de descomponer y encontrar los siguientes factores:

  • siempre genera o es fruto de un propósito
  • nos plantea preguntas
  • usa información
  • utiliza conceptos
  • hace deducciones (inferencias)
  • formula suposiciones
  • genera implicaciones
  • incorpora uno o varios puntos de vista

Cuando pensamos, escribimos o hablamos tenemos un propósito con un punto de vista o intención clara, basado en suposiciones que llevan a deducciones y consecuencias. Aprender a analizar por separado los referidos ocho factores que definen el pensamiento requiere cierta práctica. Cada uno de ellos tiene implicaciones en los demás y si alguno cambia, cambian sino todos, la mayoría de los restantes.

El análisis de lo que nos llega no será completo si no estudiamos y definimos las cualidades inherentes del elemento, noticia, información o del autor sujeto a nuestra consideración o evaluación; estas cualidades son:

  • claridad
  • exactitud/corrección
  • precisión
  • relevancia
  • profundidad
  • amplitud de miras y de conceptos
  • lógica
  • significancia
  • imparcialidad

El pensamiento crítico es una herramienta que además nos ayuda a vencer los principales errores en los que cualquier analista suele caer. Errores que se desprenden de: la tendencia humana a la simplificación, al anclaje en la primera impresión o idea recibida y a la tendencia a buscar sistemáticamente confirmaciones de nuestras primeras impresiones obviando nuevas pruebas o conclusiones que se aparten, aunque sea ligeramente de las anteriores. A lo que hay que añadir una serie de barreras derivadas de: determinadas limitaciones humanas básicas (coeficiente intelectual, agudeza de los sentidos etc.), del conocimiento y uso del lenguaje en el que nos llega la información, las influidas por defectos en la percepción lógica (problemas de concentración, cansancio, carga de trabajo, tiempo asignado a la tarea etc.) y las que se producen como resultado de problemas psicológicos o de adaptación.

El objetivo del pensamiento crítico es evitar los errores propios y las presiones o barreras laborales y sociales que llevan a la simplificación, la estandarización y al conformismo.

Con esta técnica y sus procedimientos derivados debemos ser capaces de analizar la información que nos llega para poder entender lo que realmente se nos quiere decir, cuál es el mensaje que encierra la noticia o el hecho y cómo se conectan e interrelacionan unas cosas con otras de tal manera que, mediante métodos simples, podamos deducir de forma crítica y completa lo que puede ocurrir o cual es la realidad del mensaje. Consiste, por tanto, en una forma de analizar lo que se nos presenta por diversos medios sin que nos dejemos influir por los habituales errores y barreras o lo nuestro normal proceder nos llevaría a pensar.

En definitiva, el objetivo del pensamiento crítico es evitar los errores propios y las presiones o barreras laborales y sociales que llevan a la simplificación, la estandarización y al conformismo. El pensador crítico busca entender cómo reconocer, mitigar o evitar dichas barreras y errores naturales o adquiridos y los engaños a los que cualquiera está sometido cotidianamente. Por eso, desconfía de las fuentes de información ya que, generalmente, suelen ser intencionadas o dirigidas o tienden a distorsionar la realidad. La premisa del pensamiento crítico es poner en tela de juicio todo lo que se lee o escucha, para acercarse o descubrir con mayor precisión los datos objetivos y/o el significado real de cualquier mensaje.

Una vez adquirido este espíritu crítico y en base a él, tras el análisis crítico de las informaciones, deducimos una serie de consecuencias, hipótesis o conclusiones. Estos elementos deben, a su vez, ser tratados o analizados de forma estructurada para llegar a la respuesta definitiva o a las diferentes alternativas al problema. Unas veces llegaremos a ello siguiendo un procedimiento matemático y otras será fruto de deducciones lógicas, pero siempre alcanzaremos una respuesta. Respuesta que, en muchas ocasiones, podrá estar muy alejada de aquella a la que mediante un razonamiento simple, que es el que normalmente empleamos en nuestras relaciones y aprendizajes, adoptaríamos sin dudarlo.

Para el desarrollo del análisis estructurado se usan herramientas como las técnicas del brain storming, el análisis y la síntesis, el proceso sistémico del pensamiento, el pensamiento convergente y divergente, el método de valoración por importancia de la noticia o información, la evaluación y calidad de la fuente de procedencia, el empleo de matrices de evaluación y de asociación y el análisis mediante la competición (confrontación y comparación) de hipótesis. Todos y cada uno de ellos tienen una metodología comprensible y que, en algunos casos, precisa de sencillos cálculos estadísticos. Una vez conocidos, dependerá de nuestras preferencias o de la situación, cuál de ellos elegir como apoyo en la decisión a adoptar.

Las aplicaciones del pensamiento crítico y del análisis estructurado son múltiples y variadas y proporcionan un importante valor añadido en cualquier proceso de aprendizaje (fundamental para la infancia) hasta el conocimiento, la investigación y el desarrollo de cualquier tipo de profesión dado que es muy importante para la toma de decisiones de alto nivel, en la formulación de los propios informes y en el análisis y valoración de la inteligencia (industrial y militar). De hecho, gran parte de las universidades anglosajonas de prestigio y los analistas de los mejores servicios de inteligencia del mundo se someten a este tipo de adiestramiento con la finalidad de que su personal sea capaz de discernir las verdaderas intenciones, valor y fiabilidad de las informaciones que les llegan, dado que el mundo que nos rodea puede someternos a muchas trabas, sobre todo desde el fuerte impulso de Internet, los ciberataques y el descontrol de las numerosas redes sociales.

*Coronel en la Reserva. Experto en Seguridad y Defensa. Diplomado en Pensamiento Crítico y Análisis Estructurado.

Pensamiento crítico y análisis estructurado, artículo publicado por ACEF, 29/09/2014