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SÍNTESIS HISTÓRICA DEL PENSAMIENTO FILOSOFICO. Primera Parte.

Marcos Kowalski*

Declaración de Sócrates en su juicio

“Si, con relación a esto, me dijerais: Te absolvemos, pero con esta condición: que dejes esos diálogos examinatorios y ese filosofar; si eres sorprendido practicando eso todavía, morirás. Yo os respondería: Os estimo, atenienses, pero obedeceré a los dioses antes que a vosotros y mientras tenga aliento y pueda, no cesaré de filosofar, de exhortaros y de hacer demostraciones a todo aquel de vosotros con quien tope. Pues eso es lo que ordenan los dioses. Atenienses, tened presente que yo no puedo obrar de otro modo, ni, aunque se me impongan mil penas de muerte. Absolvedme o no me absolváis”

 

Trataremos de hacer en una breve síntesis de cómo se desarrolla el pensamiento filosófico occidental desde la antigüedad hasta la fecha, por supuesto al ser sintético no desarrollaremos las teorías de los numerosos y diversos pensadores, si no, solamente los principios básicos de sus postulados, dejando al lector la libertad, si así lo quiere y su curiosidad lo impulsa, de consultar las fuentes.

Limitados al espacio de este artículo, solo nombraremos algunos pensadores de la filosofía, los que consideramos más significativos para la formación y el estudio de la comprensión que el ser humano tiene del universo que lo rodea. Aquellos filósofos que discurrieron sobre la forma en que conoce el hombre, es decir los que estudiaron al ser humano y sus circunstancias, desde el punto de vista antropológico.

Como antecedente de nuestra cultura debemos mencionar a los sumerios que construyeron nada menos que la piedra basal de lo que conocemos como civilización sobre este planeta. A finales del cuarto milenio a.C. crearon la escritura como un sistema de pictogramas al principio que, con el tiempo, se simplificaron y se hicieron más abstractas, dando lugar a lo que se conoce como escritura cuneiforme.

La escritura cuneiforme a partir de 2600 a.C. adquirió un carácter poético notable, preservada en tabletas de arcilla, la mayoría de las cuales pertenece a ejercicios escolares, pero aún los escribas administrativos eran educados en el aprendizaje de la poesía tradicional [1]. Actualmente existen unas 5 mil tabletas y fragmentos sumerios y sólo un tercio de ellos ha sido publicado. En ellas se conservan al menos unos 20 mitos y creencias sumerios. Dan cuenta de la creación y organización del universo, del nacimiento de los dioses, de la creación del hombre, la inundación y del enigma y misterio de la muerte.

En el segundo milenio antes de Cristo, en un conjunto de pueblos, principalmente en la isla de Creta, al sur del mar Egeo y en Micenas en el Peloponeso, se desarrollaron los dos principales focos de una cultura que pasará a denominarse Civilización Egea y que fue el origen de la civilización helénica, la civilización de las ciudades Estado griegas y el nacimiento del pensamiento filosófico organizado. Se extendió por la Península Balcánica, las islas del mar Egeo y las costas de la península de Anatolia, en la actual Turquía, constituyendo la llamada Hélade.

Los pensadores del primer período de la filosofía griega o helénica, fueron llamados presocráticos, por ser anteriores al filósofo Sócrates (470 a. C. – ib., 399 a. C.) son Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Heráclito, Diógenes de Apolonia, Jenófanes, Pitágoras, Parmenides y sus discípulos de Elea, Empédocles, Anaxágoras, Leucipo y Demócrito. Los filósofos presocráticos desarrollaron la cosmología explicada a partir de la naturaleza (physis) y el cosmos.

Los presocráticos compartieron la preocupación por la búsqueda de los elementos que como principios constituían particularmente la realidad material. Algunos hablaron de un solo elemento, por ejemplo Anaxímenes (588-535 a. C.), quien planteó que el aire era la causa primera, debido a que tomaba forma de espíritu que infundía vida, movimiento y pensamiento.

Empédocles, que vivió alrededor del 450 a. C. en Sicilia, desarrolló una explicación del universo en la que todo es considerado como resultado de la mezcla de los cuatro principios o elementos: agua, fuego, aire y tierra. Todo lo que ocurría era una continua colocación y dislocación de los elementos subyacentes.

En la misma línea de preocupación podemos citar a Heráclito de Éfeso (aproximadamente 540 a. C.), a Tales de Mileto (637-548 a. C.), a Leucipo (540-440 a. C.) y a Demócrito (460-370 a. C.). Los dos últimos sostuvieron la llamada “teoría atomista” predecesora de la teoría atómica de la materia. Demócrito pensaba que los átomos se habían desplazado en el vacío desde la eternidad; no propugnaba ninguna causa primera.

El verdadero cambio en la forma de enfocar el pensamiento devino con Sócrates, quien se erigió como el pilar fundamental de la filosofía occidental por una simple razón: fue el primero que dio a la filosofía su función principal, la búsqueda interior del ser humano, y su “Mayéutica”, siendo el mismo hijo de una partera, (mujeres que se enfocaban en el arte de hacer parir o “arte de partear”). Sócrates la focalizó en “el arte de ayudar a parir conocimientos”.

El estilo socrático consiste en que, a base de preguntas, el interlocutor medite y encuentre las respuestas él mismo. Conocemos en parte sus ideas desde los testimonios de sus discípulos: Platón, Jenofonte, Aristipo y Antístenes. No escribió ninguna obra porque creía que “cada uno debía desarrollar sus propias ideas”.

Creyó sinceramente que podíamos comprender objetivamente los conceptos de justicia, amor y virtud, defendiendo la idea de que todo ser humano debía y podía conocerse a sí mismo. Según Sócrates, el hombre es un compuesto entre cuerpo y alma. El alma es algo que existe dentro de nosotros, pero que no se capta por los sentidos. El alma es sinónimo de alma racional, de inteligencia. Además, el alma tiene una vertiente práctica, relacionada con lo que nos permite decidir nuestra conducta. Ésta función ética es la más importante para Sócrates.

La influencia de Sócrates modificó con profundidad el pensamiento filosófico occidental, pues su enseñanza estaba dirigida a orientar a las personas en la búsqueda del bien y de la justicia convencido de que la virtud puede enseñarse. Identificaba la virtud con el conocimiento. No se puede hacer lo justo si no se lo conoce, pero también es imposible dejar de hacer lo justo una vez que se toma conocimiento del mismo. Según esto, se alcanza la felicidad si se es virtuoso, para lo cual es necesario enseñar en que consiste la virtud verdadera.

Con sus frases, de profundo significado moral, ético y científicamente filosófico, “Solo sé que nada se” y “conócete a ti mismo”, exalta su concepto de la virtud y en su concepción filosófica, la práctica de la virtud es lo más útil para el hombre porque es el medio de alcanzar el mayor bien, que es la felicidad. Para Sócrates la virtud es bella, buena y útil para todos.

Alrededor del año 387 a.C., en los jardines de Academo en Atenas, Platón uno de los discípulos de Sócrates, fundó la escuela filosófica llamada Academia. Platón es el creador del llamado idealismo genético donde el ser humano es un alma racional encadenada a un cuerpo material y sensible, que busca salir de él para retornar a un estado original de perfección a través de una continua lucha por el logro de mayores y más perfectos conocimientos y evitando caer en los apetitos de su ser sensible y material.

Para realizar una alegoría sobre la realidad de nuestro conocimiento, Platón creó la parábola o “mito de la caverna” tratando de mostrar en sentido figurativo que nos encontramos “encadenados” desde que nacemos, a sombras que vemos reflejadas y que consideramos reales. En su postulado idealista, el hombre solo percibe reflejos de una realidad que se desarrolla en el mundo de las ideas.

El mito de la caverna es un diálogo escrito por Platón, en el que su maestro Sócrates y su hermano Glaucón hablan sobre cómo afecta el conocimiento y la educación filosófica a la sociedad y los individuos.

En este diálogo, Sócrates pide a Glaucón que imagine a un grupo de prisioneros que se encuentran encadenados desde su infancia detrás de un muro, dentro de una caverna. Allí, un fuego ilumina al otro lado del muro y los prisioneros ven las sombras proyectadas por objetos que se encuentran sobre este muro, los cuales son manipulados por otras personas que pasan por detrás.

Sócrates dice a Glaucón que los prisioneros creen que aquello que observan es el mundo real, sin darse cuenta de que son solo las apariencias de las sombras de esos objetos. Más adelante, uno de los prisioneros consigue liberarse de sus cadenas y comienza a ascender. Este observa la luz del fuego más allá del muro, cuyo resplandor le ciega y casi le hace volver a la oscuridad.

Poco a poco, el hombre liberado se acostumbra a la luz del fuego y, con cierta dificultad, decide avanzar. Sócrates propone que éste es un primer paso en la adquisición de conocimiento. Después, el hombre sale al exterior, en donde observa primero los reflejos y sombras de las cosas y las personas, para luego verlas directamente.

Finalmente, el hombre observa a las estrellas, a la luna y al sol. Sócrates sugiere que el hombre aquí razona de forma tal que concibe a ese mundo exterior (mundo de las ideas), como un mundo superior. El hombre, entonces, regresa para compartir esto con los prisioneros en la caverna, ya que siente que debe ayudarles a ascender al mundo real.

Cuando regresa a la caverna por los otros prisioneros, el hombre no puede ver bien, porque se ha acostumbrado a la luz exterior. Los prisioneros piensan que el viaje le ha dañado y no desean acompañarle fuera. Platón, a través de Sócrates, afirma que estos prisioneros harían lo posible por evitar dicha travesía, llegando a matar incluso a quien se atreviera a intentar liberarlos.

En una de sus obras más leídas y discutidas, Platón[2] dice que como la sociedad debe existir para satisfacer las necesidades de los hombres, y que éstos no son independientes unos de otros ni autosuficientes para abastecerse, el primer fin que debe garantizar toda sociedad es un fin económico.

Los hombres tienen diferentes capacidades y habilidades, siendo preferible que cada uno desarrolle las que posee por naturaleza. En una ciudad (Estado o República) ideal deberán existir, por lo tanto, todo tipo de trabajadores: granjeros, carpinteros, labradores, herreros, etc., de modo que todas las necesidades básicas queden garantizadas, porque en una ciudad ideal no puede faltar de nada.

Esta propuesta política que realiza Sócrates, como personaje de los diálogos que escribió Platón, define una sociedad que si sólo atendiera las necesidades materiales básicas sería una sociedad demasiado dura, pues el hombre necesita también satisfacer otras tendencias de su naturaleza relacionadas con el arte, la poesía, la diversión en general.

El fin de la Republica, que comienza siendo estrictamente económico, no se limita a la producción de bienes, sino que se encamina más bien a hacer posible una vida feliz para el hombre dimensionándolo en todos sus aspectos.

Platón decía que las sociedades debieran tener tres clases de personas y las diferenciaba comparándolas con las tareas que debían realizar los hombres, las cuales respondían a una estructura según el apetito, el espíritu y la razón del alma de cada individuo. Donde artesanos o labradores correspondían a la parte de “apetito” del alma. Eran los únicos que tenían derecho a poseer bienes materiales, a ser propietarios.

La clase de los guerreros o auxiliares, formaban el “espíritu” del alma, por el contrario, no puede tener acceso la riqueza, para evitar la tentación de defender sus intereses privados en lugar de los intereses colectivos y terminar utilizando la fuerza contra los ciudadanos, estarán desprovistos de propiedad privada, y tampoco tendrán familia.

Debiendo vivir en unos barracones en los que tengan todo lo necesario para realizar sus actividades, en los que vivirán de forma comunitaria, compartiéndolo todo, hombres y mujeres, pues no hay ninguna razón para excluir a las mujeres de ningún tipo de actividad, ya que tanto en el hombre como en la mujer se encuentran similares dones o cualidades naturales, igualmente útiles para la ciudad.

La clase de los verdaderos guardianes o gobernantes, estos formaban la “razón” del alma, debido a su responsabilidad y a las elevadas tareas que les encomienda la sociedad, (el buen gobierno y el consiguiente beneficio del conjunto), tampoco tendrá acceso a la propiedad privada ni a la familia, debiendo velar únicamente por el buen gobierno de la ciudad; deberán centrarse en el estudio a fin de conocer lo bueno para gobernar adecuadamente la ciudad, por lo que su vida estará alejada de todas las comodidades innecesarias para cumplir su función.

La propuesta política de Platón se intentó poner en práctica en Siracusa la principal ciudad de Sicilia, en dos oportunidades, donde Dionisio, tirano, pidió su ayuda y su consejo. Platón viajó, fracasó en el primer intento y regresó accidentadamente a Atenas[3] para volver a ser convocado por Dionisio II, fracasando el proyecto.

La existencia de este viaje, sobrepasa el dato meramente biográfico o histórico. Ilustra la tesis del propio Platón; la experiencia general de la inutilidad de los filósofos en este mundo equivale, en realidad, a una declaración de que el mundo está en quiebra y no dice nada en contra de la propia filosofía.

Tras los fracasos del primer y segundo viaje, Platón aceptó volver de nuevo en el año 361 a.C.; más que la invitación obligada del tirano, estaban los requerimientos de sus amigos y alumnos de la Academia, entre ellos Aristóteles. Posiblemente, resultara más importante el hecho de que Platón fuera el responsable de los lazos políticos entre Tarento y Siracusa y temiera peligrar esos lazos si no acudía a la llamada de Dionisio II.

La preocupación fundamental de Platón fue la de encontrar una forma de vida feliz para los hombres, tanto en su vida individual, como en la social, totalmente unidas para el pensador. Platón supo pronto que, La moral y el Estado, necesitan de forma previa una teoría del hombre y del universo, a eso los pensadores lo llaman metafísica. Pero también es necesario investigar en que consiste el saber, si es posible el conocimiento y enfrentarse con nuestras propias dudas.

Si para Platón el mundo verdadero reside por encima del mundo sensible y lo que percibimos es reflejo de la realidad, la del mundo de las ideas, para su discípulo Aristóteles, el mundo verdadero es el sensible, y la esencia de las cosas reside en ellas mismas, en su materia y su forma, impulsando el concepto de “realismo genético”.

Si Platón hablaba de la existencia de dos dimensiones distintas de la realidad, el mundo sensible y el mundo inteligible, de las ideas, Aristóteles apostó por la idea de que el mundo es solamente uno, sin compartimentos. La crítica a la teoría platónica de las ideas será un punto clave de su filosofía.

Para Aristóteles somos alma, cuerpo y razón. En la “Metafísica” denominada por él “primera filosofía”, es en la que enuncia una de sus teorías más famosas y que tantísima influencia posterior tendrá: el hilomorfismo[4], que establece que la sustancia es un compuesto de materia (el principio indeterminado) y forma (la esencia de la sustancia, que determina que sea lo que es).

Esta teoría también la aplicará a la antropología, sosteniendo que todo cuerpo está constituido por materia y forma, que componen un todo único. Así, el ser humano es un compuesto de alma con forma de cuerpo, cuya principal característica es la razón.

Dice el Estagirita que todo aquello que se mueve es movido a su vez por una causa, y así sucesivamente. Estableciendo el principio de causa y efecto, por tanto, ha de existir algún tipo de motor en el inicio, algo que no sea movido por nadie y que sea lo que desencadene el proceso. Este primer “motor inmóvil” es lo que él relaciona con algún tipo de ser divino, responsable, además, de la unidad del mundo y del orden y las reglas que lo rigen.

En lo referente a la física, Aristóteles explicó el movimiento, característico de los seres naturales, en términos de acto y potencia. Acto será el cumplimiento, realización y pleno desarrollo de las potencialidades de una sustancia, mientras que potencia, la posibilidad de llegar a ser algo que todavía no se es (por ejemplo, una semilla: semilla en acto, pero árbol en potencia).

En el pensamiento de Aristóteles, la piedra angular del conocimiento es la experiencia y la información que nos llega por los sentidos. Información que, más tarde, nuestra razón se encarga de abstraer y analizar. Se trata, por tanto, de un aprendizaje inductivo. Mediante la observación de reglas particulares, podemos llegar a tener una premisa universal. Siendo este el enfoque del conocimiento, el primer paso hacia el método científico tal y como lo conocemos.

También se debe a Aristóteles una de las más grandes aportaciones al mundo científico como lo fue la invención de la Lógica, que se constituye en la primera investigación sistemática acerca de los principios que ha de tener un razonamiento para ser válido y correcto y su impactó resultó vital para la historia del pensamiento[5].

La ética de Aristóteles es teleológica, es decir, que identifica el bien con un fin. El filósofo defiende esta idea porque entiende que cuando los hombres actúan es porque buscan alcanzar un objetivo concreto, principalmente, la felicidad en la vida, identificando la felicidad con las virtudes[6].

Divide las virtudes en dos ramas, las éticas, que son aquellas que están destinadas a dominar la parte irracional de nuestra alma y las dianoéticas, que se corresponden con la naturaleza racional del ser humano. Entre las primeras encontramos la fortaleza, la templanza y la justicia, mientras que en el segundo grupo estarían la prudencia y la inteligencia.

Esta ética desemboca en la política y en ella sostiene la idea de que el hombre, como ser racional que es, desarrolla sus fines dentro de la comunidad, es un ser social. Existen tres formas de gobierno puras y sujetas a la virtud, mientras que existen también tres formas desvirtuadas de las mismas.

Entre las primeras, estarían la monarquía (el gobierno de los reyes), la aristocracia (el gobierno de unos pocos considerados los mejores) y la democracia (el gobierno de la mayoría) Las formas puras se desvirtúan; la monarquía en tiranía, la aristocracia, en oligarquía y la democracia en demagogia.

Para Aristóteles, la elección de cada uno de estos sistemas se debe hacer de acuerdo con las circunstancias de cada país. Aun cuando para el estagirita el mejor gobierno sería la monarquía, pero adolece de un gran problema, es el sistema más difícil de alcanzar y el que está sujeto a la peor degradación, la tiranía.

Con el advenimiento del cristianismo, comienza a través de la patrística a emerger una síntesis filosófico-religiosa entre los filósofos griegos, principalmente, Platón y Aristóteles y los denominados Padres de la Iglesia Cristiana. Estos son un grupo de escritores cuyas enseñanzas tuvieron gran peso en el desarrollo del pensamiento y la teología cristiana según su interpretación de la Biblia, la incorporación de la Tradición y la consolidación de la Liturgia, por lo que fueron dejando una doctrina en conjunto.

A menudo los Padres de la Iglesia tuvieron que dar respuesta a cuestiones y dificultades emergentes, planteadas por la moral, la filosofía y la política vinculada a la teología, en medio de un ambiente convulsionado por persecuciones externas y conflictos internos producidos por herejías y cismas de la Iglesia pos apostólica.

Los cuatro Padres de la Iglesia griegos son: San Atanasio de Alejandría, San Basilio el Grande, San Gregorio Nacianceno, San Juan Crisóstomo. Y los cuatro Padres de la Iglesia latinos son: San Ambrosio de Milán, San Jerónimo de Estridon, San Agustín de Hipona, San Gregorio Magno.

Dentro de los nombres que se escriben con grandes letras en el pensamiento cristiano está el de Agustín de Hipona. La obra de San Agustín, (354 – 430) primer doctor de la Iglesia, fue la primera que puso en contacto la filosofía griega con la dogmática cristiana, ambas piedras angulares de la civilización occidental, constituyéndose en el pensador más importante desde la Antigüedad hasta bien entrada la Edad Media.

Por un lado Dios, y por el otro, el alma. Dos grandes conceptos que fue capaz de enlazar con las enseñanzas de los neoplatónicos Plotino y Porfirio, hasta darle a sus teorías un enfoque nuevo, que seguirá vigente hasta el Medievo. La filosofía fue para él el amor y esfuerzo del alma entera hacia la sabiduría y hacia la verdad. La verdad era para San Agustín el ideal supremo al que se entregó con pasión.

Las ideas platónicas tuvieron una enorme influencia en el pensamiento de San Agustín, cree que la totalidad de la existencia tiene un origen divino. Ambos. Platón y él se acogerán a la existencia de un “mundo de las ideas”, pero San Agustín lo contemplará de un modo diferente relacionándolo con la creación divina. Dios creó todas las cosas que existen previamente en su espíritu y las ideas son los modelos pensados por Dios para dar forma a dichas cosas.

Para él, el descubrimiento de las llamadas “verdades eternas” es más un proceso de iluminación interior que una reminiscencia, (como defendía Platón). Para el griego el alma tiene en sí misma todas las verdades y por ello el hombre puede acceder a ese conocimiento innato. San Agustín defenderá algo parecido, pero en este caso ese conocimiento llega de Dios, al que podemos acceder a través del alma, la parte de la divinidad que habita en nuestro interior[7].

Hace un análisis del mal, que ha de ser entendido ontológicamente (la ontología es la rama de la metafísica centrada en el estudio del ser) y a partir de estos conceptos, donde del mismo modo que lo más alejado del Ser es el No-Ser, el mal ha de ser entendido no como una creación divina, sino como la ausencia del bien.

Es, por tanto, dependiente de la libertad humana. De esta manera, consiguió infiltrar el pensamiento platónico dentro de las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, dando paso a una filosofía que estaría vigente durante siglos, hasta la llegada de la escolástica.

En el desarrollo post agustiniano del pensamiento, donde todavía encontramos ideas del estoicismo integradas junto al desarrollo de un naciente escolasticismo, aparece el filósofo romano Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio, (480 – 524 d.C.), conocido simplemente como Boecio.

En lo esencial, la doctrina de Boecio dice que no es la sola razón humana lo que hace al hombre libre, sino su fin, que es Dios como ser eternamente presente a los procesos necesarios y contingentes del universo.

El mensaje principal de Boecio es: “Es necesario que tengas la posibilidad de equivocarte en tus decisiones y elegir el mal, para que te des cuenta de sus terribles consecuencias y así comprender que el único camino final para todos es optar por el bien. Cuando sean otros los que actúen mal contigo, mantén siempre tu libre decisión de asumir con tranquilidad lo que te ocurra, sabiendo que el mal nunca vencerá de manera definitiva”[8].

Tras la patrística, una corriente teológica filosófica nació en Europa en el año 1100 y se extendió hasta el 1700. Se apoya en la filosofía platónica y aristotélica, que complementan con la verdad de la revelación cristiana, es decir, con las enseñanzas y escrituras de los Padres de Iglesia. La filosofía escolástica.

Se puede definir como “perteneciente a la escuela” y es la corriente que domina en el pensamiento medieval, e intenta ser una combinación entre fe y razón, aunque siempre subordinando la segunda a la primera, subordinando la razón a la fe. La escolástica, hace su análisis en el fenómeno del cristianismo, pero hace más énfasis en la razón, fundamentándose en las teorías de Platón y Aristóteles.

El tema central de la filosofía escolástica es Dios y el problema de la relación entre razón y fe, entre filosofía y teología. Esta relación, sería de dependencia; la filosofía puede ayudar a la teología a comprender las verdades de la revelación, pero nunca suplantarlas, ya que la razón, siempre estará sometida a la fe.

Como consecuencia de este análisis escolástico, se pueden observar tres posturas diferentes, la denominada dialéctica, que defiende que las verdades de la fe han de apoyarse siempre en la razón, representada principalmente por Escoto Erigena[9].

La antidialectica que sostiene que todo conocimiento proviene de la Fe y la razón humana no puede llegar a alcanzarla. Uno de sus principales representantes es San Pedro Damiano[10] y la tercera intermedia, de Santo Tomas de Aquino[11].

Santo Tomás afirma que la fe y la razón son dos vías distintas para llegar a la verdad, ya que las dos vienen de Dios, y si están bien argumentadas, las conclusiones de la filosofía, no pueden contradecir a las de la teología. Además, desde la Filosofía se puede demostrar la existencia de Dios o la inmortalidad del alma, es decir, ciertas verdades de fe. La Teología, por su parte, puede a través de la Revelación, proporcionar un mayor conocimiento de Dios.

Santo Tomás como pensador cristiano y teólogo considera que Dios es el Bien Supremo, por ello la ética y la vida humana tienen como referencia última a Dios, que es el mayor Bien, por encima de los bienes particulares de este mundo el hombre puede encaminar su vida hacia la virtud y hacia Dios, obrando bien; pero también puede obrar mal (desde un punto de vista moral) porque tiene libertad o libre albedrío.

De acuerdo con las líneas generales de su pensamiento sobre el ser humano, el mundo y Dios, intenta conjugar los planteamientos filosóficos propios y de Aristóteles, con sus creencias religiosas y el contenido de la teología cristiana, para dar una visión de cómo debe ser la vida humana para alcanzar el bien y llevar una vida virtuosa.

Santo Tomás considera que en todo ser humano está la disposición y la capacidad de conocer y entender los principios morales con los que debe dirigir su conducta para obrar bien y realizar acciones buenas. El ser humano es capaz de conocer la ley natural con la que debe guiar su vida, es decir que tiene conciencia moral.

Siguiendo a Aristóteles da una importancia fundamental a las virtudes entendidas como hábitos adquiridos, modos de actuar encaminados a obrar bien dirigidos por la razón y la inteligencia, buscando un justo medio y evitando los extremos. Como Aristóteles, diferencia entre virtudes intelectuales y morales.

Pero a diferencia de aquel a las morales les llama cardinales y se fija fundamentalmente en la prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Sigue considerando a la justicia como virtud clave, por la repercusión que tiene en las demás personas.

Hay en Tomás de Aquino una honda preocupación por la dimensión social del ser humano, por la justicia, por el bien común, por las formas de gobierno que pueden conseguirlas. Trata de responder al problema de las relaciones entre Estado e Iglesia, especificar las funciones autónomas de cada uno de ellos.

Justificar la primacía de la Iglesia y el poder religioso en los asuntos relativos al fin sobrenatural del hombre y a la organización de la vida en torno a su destino definitivo, más allá de la vida terrenal, en Dios.

Dios gobierna y organiza el mundo con la ley eterna, dictada desde siempre para todos los seres. Su reflejo en la naturaleza y en los seres naturales es la ley natural, que dirige el funcionamiento de los seres, las plantas, los animales y el ser humano, único capaz de conocerla a través de la razón. Los humanos crean leyes para organizar su vida terrenal, son las leyes positivas. Estas leyes humanas solo serán justas si están de acuerdo con la ley natural racional.

Santo Tomás distingue, como Aristóteles, diversas formas de gobierno, pero propone la monarquía como la mejor, porque garantiza más el orden unitario de la sociedad y por su semejanza con el gobierno ideal que Dios tiene con respecto del mundo. El fin de la sociedad y del Estado es el bien común, la justicia. El gobernante o el rey no pueden actuar de forma caprichosa o arbitraria. El hecho de tener el poder no justifica sus comportamientos injustos.

El Estado, el gobierno civil o humano, tiene como asuntos de su competencia la organización social de los hombres en aquellos campos propios de la vida en este mundo, pero en aquellos que hacen relación a la dimensión religiosa, al Bien Supremo divino, la competencia pertenece a Dios y sus representantes en la tierra.

Estado e Iglesia son independientes. Sin embargo, hay una subordinación de lo civil a lo religioso, puesto que lo humano tiene como fin último sobrenatural a lo divino. Existe por tanto una primacía de la Iglesia sobre el Estado en aquellos asuntos humanos en que ambas interactúan. Volvemos a encontrar la visión general que Santo Tomás tiene de la organización y gobierno del mundo por Dios y el lugar que ocupan el ser humano y la sociedad.

 

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.

 

Referencias

[1] El poema de amor más antiguo del mundo. Eso, al menos, dicen de él en el Museo Arqueológico de Estambul, donde se expone la placa de arcilla en que fue plasmado, en escritura cuneiforme y lengua sumeria, hace unos cuatro mil años. El eminente sumeriólogo Samuel Noah Kramer nos cuenta cómo lo descubrió en 1951. El poema dice:

“Novio de mi corazón, amado mío;

tu encanto es dulce, dulce como la miel.

Querido de mi corazón, amado mío;

tu encanto es dulce, dulce como la miel.”

[2] Platón. La República.

[3] Accidentado el intento de Platón, al regresar después de haber sido apresado por unos piratas, esclavizado y finalmente rescatado. Fue reconocido en el mercado de esclavos de Egina por Aníceris de Cirene, filósofo amigo que lo reconoció, pagó su rescate y volvió a Atenas.

[4] Hilomorfismo: doctrina aristotélica seguida por la mayoría de los escolásticos según la cual los cuerpos se hallan constituidos por materia y forma; la materia es lo informe, la sustancia amorfa, mientras que la forma es la determinación de la materia.

[5] Los enunciados de lógica de Aristóteles son recogidos en “Órganon”, que es un conjunto de obras de lógica escritas por Aristóteles y compiladas por Andrónico de Rodas siglos más tarde. Recibió su nombre en la Edad Media.

[6] La Ética a Nicómaco comienza afirmando que toda acción humana se realiza en vistas a un fin, y el fin de la acción es el bien que se busca.

[7] San Agustín escribió La Ciudad de Dios (De civitate Dei), un libro apologético (defendiendo racional e históricamente los dogmas cristianos) que se convertiría en la primera obra de filosofía de la historia, pues hace de la misma, la historia, el escenario de la libertad humana en su lucha continua del bien con el mal, o como explica en el texto, de la lucha entre el reino de Dios y el reino terrenal.

[8] Boecio en el último año de su vida, cuando estaba en la cárcel a la espera de que se ejecutara la condena a morir torturado y decapitado, escribió un libro que se ha convertido en un clásico, y que lleva por título La consolación de la filosofía. El libro contiene un diálogo entre el propio Boecio y Filosofía, que es un personaje que se le aparece para aclararle sus dudas sobre el sentido de la vida, el destino y la lucha entre el bien y el mal.

[9] Juan Escoto Erigena (815-877). Filósofo medieval; irlandés de origen, vivió en Francia. Basándose en el neoplatonismo, fundó su doctrina.

[10] San Pedro Damiano(Ravena 1007–Faenza 1072), santo y doctor de la Iglesia, fue un cardenal benedictino de la Iglesia católica y reformador del siglo XI.

[11] Santo Tomás de Aquino, durante los últimos años de su vida escribió un tratado, La Suma teológica (escrita en latín entre 1265 y 1274), cuyo título en latín es Summa Theologiae, a veces llamada simplemente la Summa. En ella desarrolla las Quinque viae (lit. en latín, Las cinco vías) son cinco argumentaciones a favor de la existencia de Dios incluidos en la cuestión 2ª de la Suma teológica (Summa Theologiae).

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LAS HABILIDADES DEL ANALISTA DE INTELIGENCIA EN SU DIMENSIÓN ONTOLÓGICA

Santiago Bruno Palumbo*

“La mejor manera de hacer es ser”

Lao Tse

Introducción

Las postrimerías del siglo XX y los comienzos del siglo XXI, han comenzado a consolidar la figura del analista de inteligencia (AI), como figura clave en el proceso de elaboración y toma de decisiones, no solo de las instituciones estatales —como originalmente lo hacían— sino también en los ámbitos empresariales.

La idea de que Thomas Hobbes, expresara en El Leviatán, “quien tiene la información, tiene el poder”, en la era de la inteligencia artificial ha mutado ese poder no ya a quien tiene la información, sino a quien tiene la capacidad para procesarla. La abundancia de información, la desinformación y el cambio permanente, ello en un contexto que fuerza la rápida conformación de nuevos escenarios de incertidumbre, enfrentan al AI a exigentes desafíos, para los cuales tendrá que ser no solo un hábil conocedor de sus debilidades y fortalezas analíticas, sino también personales.

El abordaje de las habilidades del AI en su dimensión ontológica, pretende indagar en una dimensión hasta ahora no muy considerada, como es la importancia por parte de cada analista de conocer el modelo de observador que es, y como a través del mismo observa y analiza la realidad. Para este propósito hemos encontrado en la obra de Rafael Echeverría, creador de la Ontología del Lenguaje, un importante aporte conceptual para dar sustento a esta nueva dimensión del AI.  

EL ANALISTA DE INTELIGENCIA

Su importancia y conceptualización

Durante mucho tiempo se sostuvo que la información era poder, razón por la cual su reunión constituía la principal preocupación de las organizaciones, así como de sus máximos decisores. El siglo XXI refleja claramente la abundancia de una cantidad de información, que hasta los censores más audaces no pueden impedir su circulación; no obstante, pueden estar abocados a contrarrestar este fenómeno con otro igualmente peligroso: la desinformación o su exceso. En un mundo de estas características el decisor necesita quien tenga la capacidad de dar sentido y orientación a esta realidad, donde la abundancia de información —verdadera o falsa—, el cambio permanente y la falta de certezas se transforman en un común denominador de los escenarios humanos.

En este contexto, el AI se constituye en un protagonista axial, en la fase de elaboración de todo proceso de decisión cuya importancia y necesidad, ha comenzado a trascender desde su ámbito originario como fueron las instituciones estatales, para ser en la actualidad un engranaje vital en los esquemas de elaboración y toma de decisiones de cualquier organización del ámbito empresario[1].

Si bien en un sentido amplio se ha conceptualizado al AI como aquel actor, cuyo principal rol es el de proporcionar información procesada, que permita reducir las posibles incertidumbres que se presenten, en los distintos niveles de dirección y/o ejecución, donde se toman o implementan decisiones. En un sentido restringido, si consideramos la etimología del vocablo inteligencia, del latín “inter” = entre, y “legere = elegir, (aunque es también “intus” = adentro, o sea leer adentro de la cuestión, del asunto), el rol del analista de inteligencia se traducirá en el hecho de saber extraer de la realidad —con un criterio sistémico— aquellos hechos o circunstancias relevantes para la generación de aquellos escenarios de probabilidad, de interés o importancia para a un decisor u organización, que permitan adoptar las mejores elecciones posibles[2]. Ello en razón, de ser el AI quien posibilita al decisor —político o empresario— tener por anticipado una aproximación de las consecuencias de sus acciones, las diferentes posibilidades de evolución futura, así como aquellos factores a tener en cuenta, muchas veces no siempre evidentes. Su desafío será siempre traducir lo incierto de los futuros contingentes en posibles o probables[3].

Su perfil profesional

La compleja tarea que debe llevar adelante un AI, como es la de trabajar permanentemente en escenarios de incertidumbre y contingencia, en muchas situaciones lo enfrenta a esa antigua dicotomía que, parafraseando a Clausewitz, presenta a la inteligencia como un arte y/o ciencia, en la cual el analista debe conjugar su habilidad, práctica y conocimiento teórico[4].

Actualmente se habla con bastante énfasis de la Inteligencia como disciplina científica, debido a la convergencia de enfoques y disciplinas diferentes que se presentan para su estudio[5]. Una muestra de ello, es el auge en los programas académicos modernos orientados hacia la formación de AI, de las denominadas “Técnicas Analíticas Estructuradas para el Análisis de Inteligencia”[6], cuya técnica más destacada es la conocida como “Análisis de Hipótesis en Competencia”; la cual si bien tuvo un amplio consenso en el mundo académico, no ocurrió lo mismo entre los profesionales del análisis, quienes consideraban que su importancia era más didáctica que real, siendo de escaso uso en la práctica[7]. Ello de alguna manera mantiene vigente, que el AI siga reviviendo este antiguo dilema de la Inteligencia como arte y/o ciencia; el cual en cierta forma, se trata de la complementación entre la intuición y razón.

Durante buena parte del siglo XX, principalmente durante los años de la denominada Guerra Fría, todo resultaba ser más previsible por lo que la razón (tan solo una de las funciones intelectuales), era la fuente más apropiada para la evaluación y análisis de cualquier escenario[8]. Pero en las últimas décadas del siglo XX y las primeras del presente siglo, han expuesto al AI a revivir nuevamente ese dilema de su especialidad, al tener que enfrentarse a un mundo cambiante; en el cual como bien define Zygmunt Bauman[9], se enfrenta a una modernidad liquida, cuyas características dominantes son la figura del cambio, la transitoriedad, nada existe como firme o seguro y todo reviste una incertidumbre amenazante[10].

El AI cualquiera sea su formación profesional, en numerosas ocasiones hace empleo de todos sus mecanismos psíquicos no siendo capaz de controlarlos todos, ni en condiciones siempre de comprender cuál de ellos, ha intervenido en cada situación. Cualquier análisis de inteligencia que se lleve a cabo, desde el análisis y la reunión de la información, hasta la elaboración de escenarios, intervienen la percepción de acontecimientos, la imaginación o representación visual, la formación de conceptos de distinto grado de abstracción, la comparación que lleva a establecer analogías y la generalización inductiva; la deducción tanto formal como informal, las intuiciones intelectuales[11], hasta la consideración y análisis de escenarios más extravagantes o inverosímiles, como los denominados “cisne negro[12].

En tal sentido, cuando el AI no conoce exactamente cuál de dichos mecanismos ha intervenido, cuando no recuerda o tiene clara conciencia de los procesos inferenciales o cuando no fue lo suficientemente riguroso y sistemático, es cuando considera que su tarea ha sido obra de la “intuición”.

La intuición (o la visión directa) conforma para el AI una suerte de caja de herramientas en la cual deposita todas aquellas metodologías de cuño personal, que si bien no presentan un cierto rigor científico, surgen de esa extraña simbiosis entre el conocimiento teórico y el conocimiento práctico, cuya efectividad fue demostrada por el nivel de ocurrencia de los escenarios propuestos, en trabajos anteriores. No obstante, con ello no pretendemos asignar primacía a la intuición por sobre la razón; sino por el contrario, ambas deben combinarse, complementarse, armonizarse, debiéndose disciplinar racionalmente la intuición y permitir que esta movilice y guíe a la razón[13].

Frente a este escenario dual, en el cual el AI debe apreciar y evaluar sus desafíos profesionales, surge como un interrogante central:

¿Cuáles serían las habilidades necesarias que deberá tener un analista del siglo XXI?

Si bien las habilidades duras, como son las vinculadas a su capacidad de aplicar métodos, procedimientos y técnicas, propias de su formación profesional, sin lugar a dudas serán vitales e importantes. Según un estudio llevado a cabo en el año 2011, por el Institute for the Future of University of Phoenix Research Institute denominado “Future Work Skills 2020”, serán las denominadas habilidades blandas, que son aquellas capacidades que esencialmente están vinculadas a los rasgos de personalidad, las que tendrán primacía, siendo ellas: Creación de sentido, Inteligencia social, Pensamiento novedoso y adaptativo, Competencia cultural, Pensamiento computacional, Nuevos medios de comunicación, Transdisciplina, Mentalidad de diseño, Gestión de la carga cognitiva, Colaboración virtual[14].

A modo de síntesis, podemos agregar que los desafíos a los cuales se enfrentara una AI del siglo XXI exigirá en su formación una actitud y preparación en aquellas habilidades de uso general para la vida, siendo lo más importante su capacidad de adaptación al cambio, de estar apto parta aprender cosas nuevas y mantener el equilibrio mental frente a situaciones con las cuales no esté familiarizado. Para estar a la altura de los desafíos del mundo actual, necesitara en definitiva reinventarse una y otra vez[15].

Su dimensión ontológica

El hecho de ser el mundo interior de las personas condicionante de cómo interpretan la complejidad del mundo exterior y su evolución incierta, resulta ser este un aspecto determinante para un AI, observador profesional de la realidad sobre la cual opera, a los efectos de su interpretación y análisis.

En este sentido Vega Lamas, destaca que la “introversión”, resulta ser la forma de comportamiento más habitual de los AI Senior, según un estudio llevado a cabo en US Joint Military Intelligence College (JMIC), donde se destaca la especial orientación del AI hacia el mundo interior de las ideas, más que hacia el mundo de las cosas y las personas[16]. Una de las debilidades o fallas que habitualmente se destacan en todos los AI con relación a su mundo interior, son las denominadas por los psicólogos y filósofos como sesgos cognitivos; como producto de paradigmas de base, modelos mentales, percepciones, juicios y recuerdos modelados por sus creencias, prejuicios, expectativas, intereses, conocimientos adquiridos, deseos y temores[17]. Debido a la influencia que ese mundo interior (un microcosmos), representa en el tipo de observador en el cual se convierte un AI; realizar sus análisis desde una dimensión ontológica[18], le permitirá realizar el mismo desde una visión sistémica más amplia y abarcativa de los acontecimientos.

El Analista de Inteligencia: un observador

Todo AI es plenamente consciente que la realidad que observa (atentamente[19]) y luego analiza (parte, disecciona, sintetiza, conceptualiza…), es producto del tipo de analista que es y por ende del tipo de observador. Cada analista es un observador diferente, la forma en que ve la realidad, es como la interpreta; no sabe de manera objetiva como es la realidad, solo sabe como la ve o la interpreta. En tal sentido, esta forma de interpretar la realidad lo conduce a considerar una parte de ella y, necesariamente, a excluir otra.

Si bien, todo observador es consciente que observa la realidad y a la vez también se observa a sí mismo, no obstante existirá un “punto ciego” en su capacidad de observación, que será el lugar en el cual se posiciona para llevar a cabo la misma. Al no observar tal situación, no podrá advertir que todas sus observaciones estarán condicionadas por esa posición desde la cual se encuentra y observa. La forma en que todo analista observa, contiene por lo tanto luces, sombras y espacios ciegos; la realidad que construye estará condicionada por aquello que llame su atención o interés de ella y por aquella otra parte que por los mismos motivos sea incapaz de percibir. Cada observador reconstruye la realidad de manera diferente y de esa manera particular de generar sentido, surgen los variados escenarios que visualizara como posibles o probables.

Las creencias, juicios, paradigmas, percepciones, cultura, historia personal e inconsciente de cada observador serán las que producirán los distintos tipos de observador y será frente a esta subjetividad propia del ser humano (también lo llamaríamos “perspectivismo[20]) que el Dr. Echeverría, con su propuesta de Ontología del Lenguaje, marca un camino a través del cual nos presenta un criterio de interpretación, para ayudar a discernir entre la diversidad de interpretaciones a las que se enfrenta todo observador. El mismo, se desarrolla partiendo de ciertos principios que para Echeverría definen la propuesta de su Ontología del Lenguaje; siendo el primero de ellos el denominado “Principio del Observador”, el cual formula de la siguiente manera:

No sabemos cómo las cosas son, solo sabemos cómo las observamos o como las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos”[21].

Por tal motivo, el hecho de vivir en “mundos interpretativos” de la realidad, generara en cada AI la necesidad de ser consciente del tipo de observador que es[22]. Motivo por el cual, partiendo de esta premisa cabe formular el siguiente interrogante: ¿qué tipo de observador es para observar lo que observa?[23] Respuesta que será vital conocer y responderse a sí mismo, para evaluar aquellos sesgos que puedan afectar su producto. Razón por la cual, la importancia que representará comprender la estructura básica que determina qué tipo de observador es, lo enfrenta como “una alternativa”, a remitirse a los denominados dominios primarios del observador -también denominados del ser u ontológicos- constituidos por el cuerpo, la emoción y el lenguaje.

Estos dominios ontológicos, contenidos dentro de un supra-dominio como es el biológico, constituyen los componentes y relaciones que conforman entre sí, la estructura corporal del observador, como sistema para dar lugar a la unidad biológica que representa. Con ello hacemos referencia a lo que sucede en los sistemas nervioso, digestivo, circulatorio, endocrinológico, respiratorio, así como en lo relativo a lo hormonal y genético.

Anteriormente destacábamos como cada persona conforma un observador diferente[24] desde las distintas interpretaciones que hace de la realidad; pero no sólo las distintas interpretaciones que se lleven a cabo marcarán las diferencias entre los distintos observadores sino que también las distintas características que presente en su conformación biológica, como características de su sistema nervioso, el tipo de motricidad, funcionamiento glandular, la afección o disfuncionalidad en algunos de sus órganos, influirán en la actitud del observador frente a la realidad.

En tal sentido, es notable como hombres y mujeres desarrollan modos de observar diferentes, como productos de sus diferencias biológicas, siendo ellas mucho más profundas que aquellas que surgen de sus diferencias de sexo. Como aquellas relativas a su estructura celular, sus configuraciones neuronales, en las características de sus hemisferios cerebrales, las cuales inciden en la forma como observan y describen la realidad[25].

Por tal motivo, y como destaca Echeverría el hecho de cuestionarse la capacidad de los seres humanos para acceder a la realidad, de forma inmediata, produce dos desplazamientos significativos:

  1. el centro de gravedad en materia de conocimiento se desplaza desde lo observado (el ser de las cosas) hacia el observador;
  2. el conocimiento hace referencia tanto a lo que se observa como a quien lo observa.[26]

Dominios primarios del observador

Cada AI como observador se constituirá, por lo tanto, en estos dominios primarios de observación que corresponde a los dominios propios de la existencia humana y, por ende, se insertan en el dominio básico de la biología. Pese a no ser los únicos, son ellos dominios fenoménicos irreductibles, ya que no permiten su reducción a otro de los dominios, no obstante, mantener relaciones de coherencia entre ellos.

Estos dominios primarios del observador son tres, a saber:

  • Cuerpo: este dominio de observación está vinculado al comportamiento físico del observador, como unidad biológica, la manera en que se posiciona en su entorno, así como las relaciones físicas que establece con las entidades que conforman el medio en el cual debe desempeñarse. La gestualidad corporal en sus distintas manifestaciones es la que definirá un tipo de presencia del observador en su entorno; es la que influirá para determinar como él se sitúa frente a la realidad. Conforme a como sea su postura, definirá un tipo de observador.
  • Emociones: el estado emocional en el cual se encuentre el observador, será el prisma a través del cual abordara la realidad que observa. El dominio emocional nos constituye en observadores diferentes; este nos predispone a observar ciertos aspectos de la realidad y a no observar otros. En tal sentido, cada vez que el observador cambia su estado emocional su forma de percibir la realidad puede experimentar modificaciones. La versatilidad emocional de un observador será un factor clave, en la claridad y precisión de sus observaciones[27].
  • Lenguaje: sin menoscabar la importancia de los dominios anteriores, es en este dominio donde encontramos, las principales características que hacen a un buen observador. Ello en razón, de la nueva comprensión que ECHEVERRÍA hace de los seres humanos con lo que denomino “Ontología del Lenguaje”. Por medio del lenguaje el AI, se transforma en un particular observador del mundo y del fenómeno humano, posición que claramente expresa en lo que denominó los tres postulados básicos de la Ontología del Lenguaje, a saber:

      a) Interpretamos  a  los  seres  humanos  como seres        lingüísticos.

     b) Interpretamos  al  lenguaje  como  generativo   de       realidades.

      c) Interpretamos que los seres humanos se crean a sí        mismos en el lenguaje y a través de él[28].

El ser humano es humano porque tiene lenguaje y es desde el lenguaje que describe y genera su realidad, por ser este uno de los dominios a través de los cuales ellos actúan. Motivo por cual, el lenguaje es más que una “herramienta comunicativa”, es ACCIÓN y genera REALIDAD. Es por ello, que el poder de la palabra toma compromiso, cuando está acompañada por la acción (“el contexto dice más que el texto”). En tal sentido, el hecho de que el lenguaje constituye un observador diferente, está relacionado a tres factores:

  • Las distinciones: no solo la realidad es percibida a través de los sentidos, sino también lo hacemos por medio de nuestras distinciones; sin distinciones no podría observarse, ya sólo tendríamos experiencias perceptuales no significativas.
  • Los juicios: ellos son aquellos actos del lenguaje a través de los cuales el observador, toma posición frente a la realidad que observa. Ellos influyen de manera axial en las acciones que lleva a cabo o que decide no realizar, así como para tomar posición frente a las personas, los hechos o su propia vida. Cada observador adoptara cursos de acción de acuerdo con los juicios que formule, abriendo o cerrando posibilidades de nuevas acciones.
  • Las narrativas: están conformadas por los relatos que el observador construye sobre el mundo, las cuales pueden limitar la capacidad de crear acciones y visiones nuevas, al ofrecer interpretaciones que muchas veces responden a visiones aceptadas por la mayoría, aunque piense que existan aspectos del relato que pueda cambiar[29].

Condicionantes del observador: el Modelo OSAR

Este modelo elaborado por el Dr. Echeverría, cuya sigla describe sus componentes: Observador-Sistema-Acción-Resultados, nos permite describir los condicionantes frente a los cuales el analista se enfrenta como observador de la realidad.

En toda estructura u organización en la cual el AI le toque realizar su tarea, tanto las ACCIONES que lleve a cabo, como los RESULTADOS que ellas produzcan, serán motivo de evaluación y consideración. Si bien, los resultados son siempre los primeros a tomarse en consideración, no debemos olvidar que ellos están directamente relacionados con las acciones.

Existen varios factores que pueden ser condicionantes en las acciones que lleve a cabo un analista, los cuales al ser identificados permiten evaluar la forma en que pueden incidir en ellas y por ende en sus resultados:

  • Predisposiciones biológicas: la constitución biológica de cada observador es condicionante para determinar su capacidad de acción. No todos poseen las mismas habilidades para llevar adelante determinadas tareas. Su predisposición o sus talentos para hacer ciertas cosas y su dificultad para otras, serán producto de su naturaleza, de su biología.
  • Adquisición de competencias: las habilidades cognitivas del observador conforman competencias esenciales para el desarrollo de su actividad, en especial aquellas adquiridas durante su formación profesional. En este punto es importante destacar, la relevancia del proceso de aprendizaje en la adquisición de competencias, como una cualidad vital para la optimización y mejoramiento de sus acciones y por ende de sus resultados.
  • Cambios tecnológicos: en muchas ocasiones la mejora en los resultados, conlleva la necesidad ya no de optimizar sus competencias, sino de realizar cambios tecnológicos que le permitan el empleo de las mejores y más actualizadas herramientas tecnológicas. Sin perjuicio de que en tales circunstancias deba realizar algunos aprendizajes para su empleo.
  • Factores emocionales: todo observador es un ser emocional que razona y en este dominio donde adopta gran parte de sus decisiones. En muchas ocasiones no son las competencias o las tecnologías con que el mismo lleva adelante su trabajo, sino los factores emocionales que lo afectan y condicionan, con los cuales debe llevar adelante su actividad.
  • Nuestras habitualidades: la volatilidad del mundo que enfrente un analista como observador de la realidad, el hecho de ser recurrente en su accionar, constituye una habitualidad sobre la cual no puede dejar de prestar atención de manera constante, ya que la manera en que lleva adelante su actividad no es indiferente desde el punto de vista de los resultados que genera.

Por tal motivo, podemos apreciar entonces que si el resultado no es el esperado, será necesario modificar la acción que lo generó por parte del observador, situación que en muchos casos lo remite a un nuevo aprendizaje, en línea ello con lo que Albert Einstein sostenía al respecto, al decir: “Nunca se puede resolver un problema en el mismo nivel en el que fue creado”. Siendo el APRENDIZAJE, aquella acción que posibilitará al observador generar una nueva acción, tomaremos el Modelo OSAR para identificar los tipos de aprendizaje necesarios para dicho propósito.

En principio tenemos un “aprendizaje de primer orden”, el cual se presenta como el de más frecuente empleo y en tal sentido el más obvio, ya que ante un resultado desfavorable el revisar las acciones que lo generaron, es la práctica más empleada. Modificamos acciones para obtener diferentes resultados. No obstante, este aprendizaje de primer orden nos presenta límites, en cuanto a que sus posibilidades de transformación están acotadas, ya que en muchas ocasiones el cambio de acción va a requerir un nuevo tipo de observador que es el analista. Por esta razón, se requiere de un nuevo tipo de aprendizaje llamado “aprendizaje de segundo orden”, el cual implica un cambio de observador, en la persona del analista. El criterio sería que, al modificarse el tipo de observador que el analista es, se podrán superar las limitaciones que afectaban su accionar y con ello las acciones que generaba, siendo por ello el aprendizaje individual insuficiente para producir dicho cambio, requiriéndose por tal motivo un aprendizaje que se instrumente desde el sistema al cual el observador pertenece.

En el aprendizaje de segundo orden podemos reconocer dos niveles, uno superficial orientado al mejoramiento de las habilidades del observador y otro más profundo orientado a modificar aspectos vinculados a su forma de ser. A esta modalidad de aprendizaje la denominamos “aprendizaje transformacional”, y su finalidad será la de permitir reconocer y lograr una ruptura con viejos patrones de observación y comportamiento que habían sido característicos de la forma de ser de ese observador. Una de las características distintivas de este tipo de aprendizaje es la alteración o ruptura con la linealidad[30].

Consideraciones necesarias

El abordaje desde una visión ontológica, para analizar al AI del siglo XXI, muestra que frente a las exigencias que el nuevo siglo presenta, en especial por el horizonte de incertidumbre y de cambio permanente, su perfil profesional ya no podrá solamente descansar en aquellos aspectos vinculados a sus habilidades cognitivas, que por cierto, son importantes. Sino que debido a que sus nuevas habilidades estarán mayormente vinculadas a sus rasgos de personalidad, tendrá que contar con herramientas conceptuales que le permitan reconocer qué tipo de observador es.

Para Echeverría, la existencia de los tres dominios primarios del observador, si bien por éste carácter observamos que no son los únicos que caracterizan a los seres humanos, en cierta forma permiten poner de manifiesto que cualquier otro domino remitirá inexorablemente a estos tres. Dada la estructura sistémica que ellos conforman, en la cual los distintos dominios mantienen relaciones de interdependencia, será en la estructura de coherencia de estos tres dominios que cada AI podrá evaluar el tipo de observador que es. Siendo esta coherencia determinante, ya que podrán existir hechos o realidades que serán percibidos de forma diferente por un observador, según predomine en él el dominio del cuerpo, la emoción o el lenguaje. No obstante, estén presentes los tres dominios de forma activa y conectada entre sí.

La mejor manera de hacer es ser” sostuvo el creador del taoísmo Lao Tse hace casi 2500 años, máxima que sin duda sigue teniendo actualidad, más allá que nuestra actitud instintiva nos lleve siempre a buscar resultados. Precisamente será en los resultados donde la atención y los esfuerzos del analista están mayormente dirigidos; y ello en razón de, sentirse condicionado por esa necesidad instintiva de operar bajo el paradigma del: HACER-TENER-SER. De tal modo que el analista este motivado por la natural predisposición a buscar resultados (el tener), olvidando el proceso (el hacer) necesario para alcanzar esos resultados y en la mayoría de las situaciones, sin tener cabal conciencia de su modelo de observador (el ser), que es el cual le proporcionara en definitiva, las capacidades y habilidades necesarias para llevar adelante sus actividades.

Si bien “a priori”, es razonable y comprensible tal motivación, entendiendo que su trabajo inexorablemente es evaluado por ser asertivo o no, en la predicción de sus escenarios. Tampoco es menos veraz en este sentido, que ningún analista tanto valiéndose de su razonamiento como de su intuición, posee las capacidades o habilidades que posibiliten de forma sistemática la precisión en sus resultados, al traducir con ellos lo incierto de los futuros contingentes, en posibles o probables. Motivo, por el cual, para obtener resultados específicos un AI deberá tener un acabado conocimiento del tipo de observador que es y las fortalezas y debilidades que el mismo presenta, ya que será esta variable (ser) la que podrá manejar en la búsqueda de los mejores resultados[31].

En tal sentido, como bien sostiene Fredy Kofman[32], desde que el mundo es mundo, las personas han sido atraídas siempre por el resultado, perdiendo de vista la infraestructura y el proceso, pre-condición para obtenerlo. Razón por la cual, resulta paradójico que para obtener un resultado, y para comportarse de tal manera de modo de producir ese resultado, sea necesario primero SER el tipo de persona capaz de comportarse de esa forma. Por tal motivo, y a modo de síntesis, podemos decir que el AI del siglo XXI debería basar su nuevo perfil en un nuevo paradigma de observador: SER-HACER-TENER, ante la necesidad que estos nuevos tiempos exigen; teniendo que focalizar su formación inicial en la esencia de los que es el SER de un AI. Dado que al concentrase en el SER, el analista se vuelve una persona más flexible para modificar sus conductas y por ende lograr una mejor adaptación al devenir de sus permanentes desafíos.

 

* Graduado en Ciencia Política (Universidad J. F. Kennedy). Posgrado en Negociación (UCA). Posgrado en Geopolítica (Escuela Superior de Guerra). Posgrado en Estrategia (EMCFFAA). Curso Superior de Defensa Nacional (Escuela de Defensa Nacional). Curso de Planificación y Administración para la Defensa (CHDS/Universidad Nacional de la Defensa-Washington DC). Desempeñó actividades docentes en la Facultad de Derecho y CBC (UBA). Facultad de Ciencia Política (UJFK), Escuela Superior de Guerra Y Escuela Superior de la Prefectura Naval Argentina.

Referencias

[1] España cuenta en la actualidad con cuatro universidades que dictan el Master de Analista de Inteligencia. Ver: “Los 6 mejores programas Master Analista de Inteligencia en España”. Papeles de Inteligencia, <https://papelesdeinteligencia.com/los-mejores-master-analista-de-inteligencia/>.

[2] Antonio M. Díaz Fernández. Conceptos Fundamentales de Inteligencia. Valencia: Tirant Lo Blanch, 2016, p. 197.

[3] Posible: es una situación que puede o no suceder o ejecutarse, y no se sabe si se hará o no. Probable: que una situación puede suceder o hay mayor factibilidad de que suceda, basado en pruebas o razones que la sustenten. Lo “probable” se basa en pruebas, y ellas sostienen que suceda la situación, la posibilidad que suceda el acontecimiento es mayor; en lo “posible” se basa en hipótesis o suposiciones que se pueden dar o no. Si no hay razones o motivos de que se va a realizar, entonces no es probable que suceda, o hay una mínima posibilidad que se cumpla.

[4] Karl von Clausewitz. De La Guerra. I Barcelona: Labor, 1984, p. 154-155.

[5] Fernando Velazco, Diego Navarro y Rubén Arcos. La inteligencia como disciplina científica. Madrid: Ministerio de Defensa y Plaza y Valdés Editores, 2010, 579 p.

[6] Richards J. Heuer Jr, Randolph H. Pherson: Técnicas Analíticas Estructuradas para el Análisis de Inteligencia. Madrid: Plaza y Valdés Editores, 2015, 360 p.

[7] José Miguel Palacios. “Enseñanza de la inteligencia: errores relacionados con ACH”. GESI, 01/06/2017, <https://www.seguridadinternacional.es/?q=es/content/ense%C3%B1anza-de-la-inteligencia-errores-relacionados-con-ach-0>.

[8] Ello debido a la lucha de bloques y al control de las superpotencias sobre las zonas de tensión o de conflictos existentes, actuando como “amortiguadores de conflicto”. Gustavo Diaz Matey. Los Servicios de Inteligencia ante el Siglo XXI. Madrid: D.V. Chavín, Servicios Gráficos y Editoriales, S. L., 2011, p. 82.

[9] Zygmunt Bauman. Modernidad Liquida. México: FCE, 2003.

[10] Zygmunt Bauman. Ética Posmoderna. Argentina: Siglo XXI, 2004, p. 171.

[11] Un ejemplo concreto de “Eureka” o “Geisteblitz”, del descubridor del agente propagador del tifus, el Dr. Ch. Nicolle; en Jean Laloup. La ciencia y lo humano. Madrid: Herder, 1981, p. 246.

[12] En su libro El Cisne Negro: El Impacto de lo Altamente Improbable, Nassim Nicholas Taleb explica La Teoría del Cisne Negro o Teoría de los Eventos del Cisne Negro, como una metáfora que encierra como concepto central que el evento es una sorpresa para el observador pues está fuera de las expectativas normales ya que no existe ningún evento en el pasado que apunte de forma convincente a su posibilidad. Dicha frase era una expresión común en el Londres del siglo XVI como una declaración de imposibilidad.

[13] Mario Bunge: Intuición y Razón. Buenos Aires: Sudamericana, 1976, p. 119-121.

[14] Institute for the Future of University of Phoenix Research Institute: Future Work Skills 2020.Phoenix 2011.

[15] Yuval Noah Harari. 21 Lecciones para el Siglo XXI. Buenos Aires: Debate, 2018 (3ª ed.), p. 288.

[16] José C. Vega Lamas. “La pieza clave en la Inteligencia: el analista”. En: Fernando Velazco, Diego Navarro y Rubén Arcos. La Inteligencia como Disciplina Científica. Madrid: Plaza y Valdés Editores, 2010, p. 130.

[17] Antonio Vélez. “Sesgos, Ilusiones y otras Fallas Cognitivas”. En: Revista Universidad del Antioquía, nº 249, p. 18. Versión digitalizada, disponible en: <https://es.scribd.com/doc/76604776/Antonio-Velez-Sesgos-ilusiones-y-otras-fallas-cognitivas>.

[18] Para abordar su estudio se utilizó la extensa obra del Dr. Rafael Echeverría, creador a nivel mundial de la propuesta conocida como La Ontología del Lenguaje y de la práctica del Coaching Ontológico.

[20] El perspectivismo es una teoría filosófica la cual considera que no existe un único conocimiento o verdad absoluta de la realidad, sino múltiples y variadas interpretaciones o puntos de vista del mismo. Si bien Nietzsche ya planteaba como imposible el hecho de conocer la verdadera realidad, debido a que la visión e interpretación de cada individuo viene dada desde su percepción, fue José Ortega y Gasset uno de los más importantes exponentes del perspectivismo.

[21] Rafael Echeverría. El Observador y Su Mundo. Volumen I. Buenos Aires: Ediciones Granica, 2016 p. 149-151.

[22] Ibíd., p. 109-110.

[23] Ibíd., p. 135-137.

[25] Rafael Echeverría. Op. cit., p. 161-163.

[26] Ibíd., p. 42.

[27] Ibíd., p. 164-169.

[28] Ibíd., p. 30-31

[29] Ibíd., p. 169-180.

[30] Ibíd., p. 91-122.

[31] Fredy Kofman. La Empresa Consciente. Buenos Aires: Grito Sagrado, 2018, p. 44.

[32] Fredy Kofman. Metamanagment. Tomo I – Principios. Buenos Aires: Grito Sagrado, 2008, p. 76-77.