F. Javier Blasco*
Los términos “Oriente Próximo” y “Oriente Medio” se refieren a la misma región de sudoeste de Asia que incluye: Arabia Saudí, Bahréin, Chipre, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Irán, Israel, Cisjordania y la Franja de gaza (Territorios Palestinos), Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Omán, Catar, Siria, Turquía y Yemen. Una parte del mundo que ya desde el imperio romano se la viene definiendo como el Oriente o el lugar por donde, cada día, aparece el sol.
Una región que crece y se desarrolla en torno al también denominado Mediterráneo oriental y sus tierras aledañas. Región, que ha sido origen y fuente de culturas, riquezas, imperios, desarrollos de la ciencia o religiones y sobre todo, de enfrentamientos no solo entre los aborígenes y vecinos del lugar sino, en muchas ocasiones, con implicaciones del resto de Europa y en los últimos cien años, también de EEUU.
No hace falta ser un lince ni un especialista en geopolítica para saber que dicha zona es constantemente una caldera hirviendo donde se cuecen muchos acuerdos, convenios, tratados e implicaciones internacionales y que ha incrementado su interés, importancia o enjundia desde el descubrimiento del petróleo y sus derivados energéticos.
Basta con ojear la prensa y tener unos pocos conocimientos de la historia reciente para entender que las tensiones políticas y enfrentamientos bélicos por reivindicaciones territoriales o por la explotación de recursos en el área, aumentan y disminuyen de forma constante entre los diferentes países de la zona y con implicaciones más o menos fuertes, directas o indirectas de Organizaciones Internacionales o países no aborígenes, que mantienen o fomentan cambiantes apoyos o reacciones en función de sus sustanciosos intereses creados en la zona.
Plagada de importantes y cruentas guerras abiertas durante décadas o cerradas en falso; estados fallidos; peligrosas alianzas; constantes aspiraciones para el logro del dominio zonal; una constante búsqueda y explotación de recursos energéticos o del dominio de los vecinos; fratricidas luchas religiosas; necesidades de crear zonas de protección o amortiguamiento entorno a su fronteras; inusitadas y desproporcionadas carreras de armamentos —Arabia Saudí fue el mayor comprador de armamento del mundo el año pasado— y la muy perseguida búsqueda e incremento o mejora del arma nuclear a través de laboratorios de enriquecimiento o centrales de dicho tipo, que les proporcionen el necesario combustible.
Zona donde las tradicionales grandes potencias (Rusia y EEUU) mantienen políticas encontradas, basadas en su propia permanencia, prestigio internacional, punto de proyección y como medio de fomentar la necesidad de crear los necesarios apoyos en su búsqueda de mercados armamentísticos y dependencias prolongadas en tecnologías, protección y seguridad. Un amplio y cada vez más rico mercado donde poder comprar y exportar productos de todo tipo, por lo que últimamente empieza a despertar el interés del principal negociante a buen precio, China, que trata de satisfacer sus inagotables necesidades energéticas y de fomentar diversas inversiones para de este modo, poder establecerse de forma permanente rellenando los huecos y espacios que el resto pueda dejar.
Con demasiados gallos en un mismo o acotado corral (Israel, Turquía, Irán y Arabia Saudí) pretendiendo dominarlo o, al menos, propiciarse de los beneficios derivados de la extracción de sus productos petrolíferos sin límite en el tiempo y en grandísima cantidad. Con la aparición relativamente reciente en la arena internacional de países que no eran nada más que pobres espacios desérticos y un sinfín de secanos arenales con algún que otro palmeral; pero que ahora, tras la aparición del petróleo y sus derivados se han convertido, en muy pocos años, en países ricos y punteros que hablan de tú a tú al resto del mundo y ya se atreven con todo, hasta con escudriñar el mundo espacial (Irán, Emiratos Árabes e Israel).
Aunque son muchos los países y conflictos en la zona, no obstante, me gustaría resaltar algunos de ellos que por su idiosincrasia, trascendencia e importancia, siguen engordando y dando la lata, ya que algún día nos pueden salpicar y porque de no pararse o finalmente apaciguar, pueden ir evolucionando a peor o de tal manera que sus complicaciones puedan acarrear resultados nefastos para el resto de la humanidad.
En primer lugar, citar los inagotables y siempre calientes conflictos en Siria y Libia que se han internacionalizado aún mucho más y en los que el papel de Erdogan toma cada día mayor importancia ya que se le acaban las excusas para participar en ellos y que se ve obligado, sobre todo en Libia, a desplegar fuerzas propias disfrazadas de mercenarios, para que no les lluevan mayores críticas desde la Comunidad Internacional.
La propia Turquía y su deriva hacia la rigurosa religiosidad islamista, al contrario del legado de Atatürk, país que no cesa de buscarse conflictos internos y externos con todos sus vecinos y aliados como su empeño en el exterminio de los kurdos o con EEUU con la compra de armamento a Rusia (S-400) en una especie de intento de Erdogan de recuperar parte o la totalidad del poder y el dominio que ejerció durante más de seis siglos el Imperio Otomano, imperio que alcanzaba la frontera con Marruecos por el oeste, Budapest por el norte, la frontera oriental de Irán por el este y la punta más occidental al sur de la Península Arábiga.
Su gran paso internacional en el aspecto religioso ha sido convertir Santa Sofía, 15 siglos después de su construcción como la Basílica de Constantinopla en mezquita, habiendo sido en las últimas décadas patrimonio de la humanidad al centrar su uso y empleo como museo abierto a toda persona con independencia de su raza o religión. Un lugar muy conocido mundialmente, que ha sido lugar de culto tanto para cristianos ortodoxos y católicos como para musulmanes, ha estado bajo dominio de diferentes imperios y sufrido reiteradas transformaciones.
Pero, quizá los temas más candentes actualmente en sus manos, sean los acuerdos con Rusia en materia del paso de ductos por su territorio y la polémica suscitada por la explotación de los recursos energéticos bajo las aguas chipriotas o griegas. Asunto este último, que podría desencadenar cualquier tipo de enfrentamiento militar entre ambos países con involución de la UE (Francia se encuentra ya verdaderamente implicada en el conflicto con material naval y aéreo desplazado a la zona) a pesar de que los dos pertenecen a la OTAN.
Conviene mencionar la evolución y ebullición política interna y externa de los países árabes y persa, así como con el tema de la confrontación encubierta en Yemen dando cabida a una cruenta guerra por el predominio, expansión y asentamiento final de la religión, según su propia interpretación y las suspicacias creadas esta misma semana con el acuerdo —anunciado por Trump— entre Israel con los Emiratos Árabes Unidos (EAU) para sellar la paz entre ambas partes y establecer relaciones diplomáticas con intercambio de embajadas.
El acuerdo constituye un giro geoestratégico sin precedentes en un cuarto de siglo a cambio de lograr la normalización de los lazos israelíes con un tercer Estado del mundo árabe —después de Egipto (1979) y Jordania (1994)—. Aunque aún queda mucho por desarrollar, aclarar, definir y amarrar; según el propio acuerdo, Israel acepta suspender (oficialmente, dilatar en el tiempo) la anexión parcial de Cisjordania tal y como estaba previsto en el plan de paz elaborado bajo el mecenazgo del presidente norteamericano y presentado en Washington el pasado mes de enero.
El acuerdo, además de suponer una gran baza política a nivel interno para Trump —envuelto en un proceso electoral que se le ha puesto muy cuesta arriba por su pésima gestión del COVID 19 con el mayor número de muertos totales a nivel mundial (170.000) y el hecho de que la economía norteamericana no marche todo lo bien que se esperaba— persigue establecer una nueva hoja de ruta para Oriente Medio con la idea de desbloquear y poner en marcha el “gran potencial económico de la región”.
Aunque los pasos previos no eran muy conocidos, este acuerdo no ha aparecido por generación espontánea; la actitud e implicaciones diversas de Irán en el tema de la seguridad en la región y la debacle del tan cacareado pacto nuclear —denunciado últimamente por varios de sus firmantes y el OIEA, por lo que se le puede considerar muerto de facto— ha ido moviendo, primero soterradamente y luego de forma más oficial, a Israel y a las monarquías del Golfo a mantener desde hace décadas, relaciones en temas de cooperación económica, pero fundamentalmente, en aquellos relativos a la seguridad.
Es muy posible que este acuerdo de paz y cooperación árabe-israelí haya sido acelerado, entre otra serie de factores internos, por la creciente presencia militar de Irán en los conflictos de Siria y Yemen así como por sus apoyos a Hezbollah (Líbano) y Hamás (Gaza), lo que supone una mayor necesidad del acercamiento de posiciones entre ambos actores para afrontar la emergencia de un enemigo común que, además actúa o despliega a las puertas de sus respectivas fronteras.
Este acuerdo de paz y normalización de relaciones representa, en principio, una mala noticia para Irán, país, que rechaza toda relación o contacto con Israel y aboga permanentemente por la eliminación material y física del “Estado de Israel” debido a la ocupación de la Palestina histórica. Tampoco ha servido de bálsamo de fierabrás para calmar los enrarecidos ánimos políticos en Israel (inestabilidad del gobierno tras tanto proceso electoral fallido y la gestión del Covid) ni ha sido bien acogido por gran parte de su población a consecuencia de la mencionada cesión en la aspiración territorial, aunque se la vista de un carácter de temporalidad y sin embargo, en cuestión de horas, si ha sido muy celebrado y aplaudido tanto por la ONU, como por la UE.
La reciente explosión de toneladas de viejo material altamente explosivo, mal almacenadas y sin control en el puerto y ciudad de Beirut, ha supuesto una catástrofe sin precedentes en el azotado país; se precisarán ayudas externas valoradas inicialmente en más de 20.000 millones de dólares para su reconstrucción.
El grave incidente se unió a la inestabilidad política que durante muchos meses viene reinando en El Líbano. Su inopinada aparición supuso un incremento de la misma al propiciar importantes levantamientos de la población civil. Así, las quejas y algaradas civiles que siguieron al hecho, supusieron la rápida y forzada dimisión en bloque del gobierno y ya veremos si, en un futuro próximo, no sirve de acicate o punto de entrada para que Hezbollah vuelva a tomar las riendas o tomar parte importante en la inestabilidad política del país y, por consiguiente, de toda la región.
La citada explosión es un claro ejemplo y una muestra patente de la frágil situación existente en una zona en la que todo anda manga por hombro, cogida por alfileres y en la que basta cualquier tipo de chispa para que se provoque una catástrofe de graves consecuencias locales y de alcance a nivel mundial.
En Irán, a los problemas ya mencionados y los derivados del constante incumplimiento por su parte del famoso Programa nuclear acaecidos tras el abandono del mismo por EEUU en mayo de 2018, hay que añadir el ya prolongado tema referente a los apresamientos y señalamientos de petroleros por los iraníes en su paso por el estrecho de Ormuz o, recientemente, de sus propios buques apresados por los norteamericanos cuando pretendían suministrar derivados del petróleo a Venezuela. Además de lo anterior, hay que resaltar que Teherán sigue empeñado en continuar con sus programas de armamento y misiles de diversos tipos y alcances.
Los largos y cruentos conflictos latentes, aunque bien calientes, tanto en Siria como en Libia permiten a varios actores llevar a cabo sus agendas más o menos ocultas. De entre todos los actores destacan Rusia y Turquía. El primero, busca ocupar los espacios de liderazgo abandonados por EEUU y mejorar su paso al Mediterráneo, así como su afincamiento en el mismo mediante el establecimiento de bases permanentes en Siria; por su parte Turquía, lleva a cabo acciones de acoso y exterminio contra los kurdos en la franja fronteriza con Siria como el modo de debilitar al partido de los trabajadores kurdos (PKK) que tantos problemas le acarrea en su país y como forma de intervenir en la solución internacional de conflictos zonales para mostrar su predisposición a optar al mencionado liderazgo a imagen y semejanza del papel desarrollado durante el Imperio Otomano.
Además, Rusia tiene un gran interés en mejorar y ampliar sus crecientes relaciones con Turquía al ser consciente de que ello le hará más fácil el paso por los Dardanelos e indispondrá aún más a un engorroso y a la vez, potente aliado, dentro del seno de la OTAN. Organización que, como bien es sabido, últimamente no está muy interesada en la zona y además, no atraviesa por sus mejores momentos en aspectos de financiación, cohesión y hasta de cara al porvenir de la misma en un futuro no muy lejano que, aunque solo sean posturas o rumores, han ido dejando huellas bien claras desde hace más de dos años y que ya hasta se plasman por escrito, aunque sea en un trabajo literario de memorias personales[1].
Sin pretender alargar mucho más el relato, conviene tener presente que Oriente Medio no es una zona caliente aislada en un mar en calma chicha y lleno de prosperidad. Por el este, cuenta con Afganistán, Pakistán y la India con sus correspondientes problemas locales y de vecindad que se arrastran durante muchos años y, que de vez en cuando, resurgen como el Ave Fénix para sembrar de inquietud la paz mundial. Al suroeste, linda con el Sahel, zona caliente y en ebullición donde los problemas tras el traslado de los terroristas yihadistas del Estado Islámico y las diferentes marcas procedentes de la antigua Al Qaeda siembran el horror entre los pueblos y tribus locales; tribus o pueblos que, ya estaban enzarzados de por sí en conflictos de diversa intensidad y que son el origen de la mayor parte de la inmigración que alcanza Europa por el sur. Su flanco oeste lo constituye el norte de África; zona que viene sufriendo una serie de cambios y revoluciones importantes tras la muerte y/o el derrocamiento de viejos líderes que durante muchos años mantuvieron férreamente sus posiciones y que ahora, pueden ser el germen de otra serie de conflictos internos o en sus relaciones y pretensiones vecinales a modo de guerra santa o simplemente por hacerse notar.
Sin olvidarnos del mismo Marruecos; país que lleva años en una desenfrenada carrera de compra de armamentos y firmando ciertos acuerdos de cooperación industrial y militar, principalmente con Francia y EEUU y que para más inri, acaba de acordar un sistema de apoyos y hasta ejercicios militares mutuos con el Reino Unido para convertir sus relaciones en preferenciales tras el Brexit, a modo de pinza con Gibraltar al norte. Sus recientes escaramuzas o cortas incursiones en el espacio aéreo y ciertas reclamaciones unilaterales sobre las aguas jurisdiccionales españolas —que incluyen gran parte de la islas Canarias— basadas en determinadas pretensiones de explotación de recursos del subsuelo y que van contra todo tratado y convenio internacional sobre el tema, no es un tema baladí, ni forman parte de un programa de diversión personal del monarca marroquí o para mantener distraído a su pueblo. País que arrastra desde 1975 el conflicto sobre el Sahara y su independencia, que aún sigue arrinconado en los cajones de la ONU, pero que se ha convertido en un gran grano o divieso que algún día puede explotar.
A todo esto, habrá que añadir los peligros y derivadas, aún no totalmente desarrollados en el conjunto de la zona, provenientes de la pandemia del Covid-19, pandemia que de hacerse más fuerte y altamente desarrollada, provocará sin duda, movimientos masivos de personal infectado hacia el norte o el oeste, según los casos, en busca de salvación y apoyos en sanidad.
La UE no se encuentra en situación ni dispuesta a hacer nada en la arena internacional. Al haber dejado este apartado en manos de Borrell, se aseguraron de la imposibilidad de que en los próximos años, que serán muy duros y de pocos gastos para fastos a la vista de lo visto, salvo los necesarios para salvar el propio pellejo de la Unión en el aspecto económico; por lo tanto, no se moverá más allá de las buenas palabras, bien quedas, buenos deseos, las recomendaciones y poco más.
España, que tiene parte del problema bien cercano o incluso metido en casa ya, sigue silbando y mirando para otro lado, con una ministra de exteriores muy mal preparada para temas de profundidad o enjundia y con un gobierno incapaz de manejar ningún tipo de crisis nacional o internacional. Un gobierno que nos ha llevado a las mayores cotas de incapacidad de previsión y gestión, con el mayor número de muertos y contagios y que ha convertido al país en un apestado desde el que, en estos días aciagos, huyen los pocos turistas que se habían arriesgado a venir y al que la inmensa mayoría de países amigos o aliados le han puesto en la lista negra de aquellos lugares a los que sus ciudadanos no deben o pueden visitar.
No somos nada ni política ni económicamente en el mundo ni en Europa, nos hemos convertido en un pelele y, para colmo, tenemos un presidente falsamente sonriente, que deambula por los corrillos en Bruselas y acepta todo lo que le regalan o dan; totalmente dependientes de la ayuda de los socios europeos y sin capacidad de invertir en temas de defensa y ni de seguridad propia o colectiva. Pero además, puede que en estas situaciones de dificultad, nos encontremos solos y aislados si, alguna vez, parte de lo descrito en este quilombo de riesgos y amenazas, nos afecta directamente y a alguien se le ocurre pasarnos la cuenta y hacérnosla pagar.
* Coronel de Ejército de Tierra (Reserva) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.
Artículo publicado originalmente en https://sites.google.com/site/articulosfjavierblasco/oriente-medio-en-llamas
Referencias
[1] “Bolton advierte de que un segundo mandato de Trump podría significar el fin de la OTAN”. Europapress, 07/08/2020, <https://www.europapress.es/internacional/noticia-bolton-advierte-segundo-mandato-trump-podria-significar-fin-otan-20200807103245.html>.