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LAS CARTAS

F, Javier Blasco*

Como si se tratara de Jesucristo dando instrucciones a sus discípulos antes de lanzarlos hacia los cuatro confines del mundo para predicar su palabra, lo primero que hizo Sánchez para inaugurar su enésimo gobierno fue dejarles una carta común, aunque aparentemente personalizada.

Poco duró el pretendido efecto sorpresa de Sánchez a su gabinete en forma de misiva que les dejó sobre la mesa donde se celebran los consejos que, por cierto, tras cinco largos años ahí sigue impertérrita y se me antoja demasiado pequeña para celebrar los macro consejos de ministros semanales, dado que al verlos sentados en torno a ella, parecen un montón de colegiales apiñados para salir en la foto de una clase de prácticas en la que se visita a cualquier empresa donde no cuentan con espacios ―lo suficientemente grandes― para tanto inesperado y desfaenado colegial.

Pero pensándolo bien, posiblemente, dicho pretendido “secreto” no durara nada porque no lo quiso considerar como tal y no fue más que otra maniobra de propaganda de distracción, aparente e incongruente de alguien, que solo vive de y por ella porque a estas alturas, tras tantos juegos malabares, ya todos sabemos, que, salvo salvas de pólvora, no tiene nada que ofrecer de peso, enjundia o de gran valor añadido.

En dichas epístolas ―el hombre que más promesas ha incumplido o, dicho de otro modo, que más veces “ha cambiado de opinión” en temas transcendentales para la marcha del país que dice gobernar― les pide a sus acólitos e incansables seguidores que sean coherentes y que cumplan con lo prometido o empeñado.

Por su siempre pésima “virtud” de no aclarar nada, embrollarlo o dejar todo al albur de la libre, buena o mala interpretación, no les indica de qué promesas se trata. Si de las que todos cacarearon junto a él hasta la saciedad durante la última campaña electoral, despreciando y negando la amnistía, el perdón de los pecados contra la patria o la condonación de las diferentes y grandes deudas; o es que se refieren a las que ahora sabemos que si va a cumplir porque se las ha hecho a los que le han aupado al sillón del poder y que ―a pesar de que levaban meses en el horno cocinándose a fuego lento― eran rehusadas sistemática y categóricamente como el apóstol S. Pedro negaba ser seguidor de Cristo, cuando le peguntaban si lo era.

Pero también puede que se esté refiriendo a que todos y cada uno de los componentes del gabinete deberán cumplir las promesas ―pronunciadas de forma solemne, públicamente y con voz clara y potente― durante el acto de su toma de posesión como ministros, hace unos días en presencia de S. M. el Rey; quien mantuvo en todo momento una cara de pocos amigos, porque ya sabe de pie cojea cada uno y no se fía un pelo de Alibaba ni de su cuadrilla de reconocidos e incumplidores cuatreros.

Que triste es vivir de cara a la galería, engañando a diestra y siniestra a propios y extraños y encima, teniendo que poner cara de no haber roto un plato cuando, cada vez con más frecuencia, tanto de forma pública como privada, le reprochan sus constantes y graves incumplimientos. Pero creo que esto solo sucede cuando la persona en cuestión es honrada, coherente, limpia y decente. Cuando se es lo contrario, se revisten de una especie de capa impermeable por donde les resbalan las críticas, las palabras gruesas o las duras y certeras quejas, aunque le retraten como lo que son y les dejen impúdica y completamente desnudos ante la opinión pública.

Un hombre lleno de desfachateces e incongruencias como la perpetrada últimamente con su propagandístico viaje a Israel y la Franja de Gaza para predicar y hasta exigir en nombre de la UE, la paz, la armonía y el entendimiento entre las facciones en litigio, manteniendo un execrable y deplorable equilibrio entre ambas, cuando, en sede parlamentaria, acaba de prometernos que en España va a erigir un muro para separar a los españoles en dos mitades y que seguirá alentando políticas que les discriminen y dividan cada vez más.

Alguien que, a pesar de ejercer la presidencia de turno en la UE, marea a sus instituciones, dándoles largas en contestar sus preguntas o requerimientos aclaratorios o envenena sus tardías y difusas respuestas con mentiras, falacias o medio verdades para que el problema no quede claro y por ello, la exigible y justa corrección al mismo se dilate en el tiempo por más de un año.

Es un baúl de sorpresas y de efectos malabares que emplea y usa a discreción para aparentar que está en la recta dirección, mientras jamás pide perdón por sus errores aunque sean flagrantes y que se ha convertido en una auténtica máquina de triturar ministros, una vez los ha usado, como con el papel higiénico, para ocultar sus podredumbres, defectos, abusos y malas praxis, mientras deja endeudado a un país como España con una deuda y un déficit tan desorbitados que ni siquiera nuestros nietos, serán capaces de saldar y llevarlos a términos razonables.

Vende y compra favores a su antojo, sin fijarse en la calaña y la procedencia de sus valedores e interlocutores. Lo hace con un doble y claro objetivo: aumentar y amarrar el número de sus comprometidos seguidores y fundamentalmente, para satisfacer sus propias necesidades, pero eso sí, lo hace de tal modo y manera falsa, ruin y disimulada, que siempre aparenta que lo hace legal y democráticamente o por el bien de España y el de los españoles.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

 

LIBRE PORTACIÓN DE ARMAS Y FALACIAS SOBRE EL MONOPOLIO DE LA FUERZA

Ariel Corbat

La discusión sobre la «libre portación de armas» permite apreciar un grave desconocimiento de la dirigencia política sobre lo que significa el «monopolio de la violencia», mismo que debe conservar el Estado como requisito necesario de su existencia y en función de sus fines.

Como en todo debate, y esta cuestión ya está en la agenda de lo que habrá que discutir, es preciso definir claramente el objeto de la controversia para confrontar ideas con honestidad.

Por eso lo primero es precisar el alcance de la expresión «libre portación de armas». Una interpretación brutalmente literal podría sostener que se trata de un acceso indiscriminado a las armas de fuego, para que puedan ser adquiridas y portadas por cualquiera sin ningún tipo de restricciones.

Y esa es la interpretación que ofrecen los políticos que se oponen a que la sociedad civil se arme.

Sin dudas, si el sentido de la expresión «libre portación de armas» fuera esa grosería, se plantearía eliminar del Código Penal los delitos de tenencia y portación ilegal de armas tipificados en el Art. 189 bis. Es decir, se reconocería a la delincuencia armada el libre acceso y uso de instrumentos para delinquir.

Sin embargo, quienes proponen la «libre portación de armas» lo hacen partiendo de una cuestión de principios (a la que me referiré al final del artículo) y en procura de darle a los honrados habitantes del país la posibilidad de defenderse por sí mismos, en subsidio a la acción estatal, ante los ataques de esa delincuencia. Y está claro que pretendiendo reducir la delincuencia no se propone una simple equiparación de hecho entre delincuentes y honrados, para que cada quien se arregle como pueda, sino que esa equiparación de hecho vaya acompañada de una diferenciación legal.

El primer punto a clarificar entonces es que quienes proponen «libre portación de armas», no incluyen en esa libertad a los delincuentes. Lo que convalida dar continuidad a la vigencia de los delitos arriba mencionados.

Luego hay otras del más elemental sentido común que implican restricciones en función a la capacidad legal de las personas, dispuestas por el Código Civil y Comercial de la Nación. Razón por la que a menores y otros incapaces tampoco se plantea franquearle acceso a la «libre portación de armas».

También hace al sentido común que nadie está pensando que se pueda portar una MAG o una bazooka…

Podemos colegir entonces que por «libre» no debe entenderse indiscriminada o irresponsable.

En rigor de verdad, quienes proponen la «libre portación de armas» deberían decir que bregan por la «tenencia y portación responsable y accesible de armas de fuego». Y como todo derecho: conforme a las normas que reglamentan su ejercicio.

Esto queda todavía más claro cuando leemos la argumentación de aquel a quien bien podríamos denominar padre intelectual de la libre portación de armas, el notable jurista italiano Césare Beccaría, que en su obra maestra «De los delitos y las penas» puso como ejemplo de leyes inútiles aquellas que desarman a los ciudadanos; en estos términos:

«Un manantial de errores y de injusticias son las falsas ideas de utilidad que se forman los legisladores. Falsa idea de utilidad es aquella que antepone los inconvenientes particulares al inconveniente general; aquella que manda a los dictámenes en vez de excitarlos; que hace servir los sofismas de la lógica en lugar de la razón. Falsa idea de utilidad es aquella que sacrifica mil ventajas reales por un inconveniente imaginario o de poca consecuencia que quitaría a los hombres el fuego porque quema, y el agua porque anega, que sólo destruyendo repara los males. De esta naturaleza son las leyes que prohíben llevar armas; no contienen más que a los no inclinados ni determinados a no cometer delitos, pero los que tienen el atrevimiento para violar las leyes más sagradas de la humanidad y las más importantes del código, ¿cómo respetarán las menores y las puramente arbitrarias, cuyas contravenciones deben ser tanto más fáciles e impunes en cuanto su ejecución quita la libertad personal, tan amada del hombre y tan amada del legislador, sometiendo los inocentes a todas las vejaciones que debieran sufrir los reos? Empeoran éstas la condición de los asaltados, mejorando la de los asaltadores, no minoran los homicidios sino los aumentan, porque es mayor la confianza en asaltar los desarmados que los prevenidos. Llámanse no leyes preventivas, sino medrosas de los delitos; nacen de la tumultuaria impresión de algunos hechos particulares, no de la meditación considerada de inconvenientes y provechos de un decreto universal».

Como puede leerse, en tanto argumenta Beccaria a favor de los asaltados no puede interpretarse su texto en favor de los delincuentes. Simplemente clarifica a quienes deben desarmar las leyes y a quienes no.

Determinado el contexto y alcance de la expresión «libre portación de armas», cabe retomar el hilo del primer párrafo y atender a una repetida falacia que esgrimen principalmente quienes se oponen a esa Libertad, cuando afirman que la «libre portación» atenta contra el monopolio de la violencia que corresponde al Estado. Falacia que también aparece entre partidarios de la «libre portación» que argumentan imaginándose que así disputarán ese monopolio de la violencia al propio Estado.

En la repetición de esas dos versiones de una misma falacia, subyace la evidente incomprensión de lo que significan el Derecho y el Estado, lo que da lugar a la confusión sobre el significado del «monopolio de la violencia».

El mayor filósofo del Derecho, el maestro Hans Kelsen, en su «TEORÍA PURA DEL DERECHO», enseña que el Derecho en todo tiempo y lugar es un conjunto de normas jurídicas, y estas son aquellas que tienen la particular característica de poder imponerse coercitivamente.

La norma jurídica es a tal punto un modo de organizar la fuerza, que la validez de un orden jurídico como sistema depende de su eficacia, esto es que haya una cierta correspondencia entre sus mandatos y la conducta de los individuos bajo ese orden.

El Derecho se atribuye el monopolio de la violencia al determinar en qué condiciones y de qué manera un individuo puede hacer uso de la fuerza con respecto a otro.

Por lo tanto, los individuos autorizados por un orden jurídico para ejecutar actos coactivos actúan en calidad de órganos de la comunidad constituida por ese orden.

También expone Kelsen la identidad entre Derecho y Estado, desde que el Estado es un orden jurídico que establece ciertos órganos para la creación y aplicación de las normas que lo constituyen.

De tal modo, el Derecho y el Estado son una misma existencia dependiente de conservar el monopolio de la violencia.

Con esos conceptos en claro, se puede discernir y colegir que nunca, en ningún caso, las conductas que encuadran dentro un orden jurídico atentan contra el monopolio de la violencia que debe conservar el Estado.

Es falso entonces que disponer la «libre portación» de armas implique debilitar el monopolio de la violencia que debe conservar el Estado. Por el contrario, si una norma válida autoriza la «libre portación», cada individuo que en tales condiciones porta un arma está con su conducta ratificando la eficacia de ese orden jurídico y por lo tanto fortalece el monopolio de la violencia que debe sostener el Estado como —por así decirlo— brazo ejecutor del Derecho.

Se equivocan tanto los que temen que las armas legales disputen el monopolio de la violencia al Estado, como los que se imaginan que con armas legales van a debilitar el poder del Estado. Se equivocan pues los estatistas extremos que quieren desarmar a la población, como los anarquistas que quisieran desarmar al Estado.

Para que quede del todo claro, las únicas armas que atentan contra el monopolio de la violencia que corresponde al Estado / Derecho, son las armas en manos delincuentes y terroristas. Es a ellos a quienes las fuerzas institucionales del Estado deben desarmar y combatir.

Para cerrar este alegato a favor de debatir desde la honestidad intelectual, aclarando (por si hiciera falta) que soy un abierto partidario de la tenencia y portación responsable y accesible de armas de fuego, es conveniente a más de rebatir falacias afirmar el principio fundamental por el cual la población debe tener acceso a las armas.

Nuestra historia más reciente nos escupe que el Estado / Derecho puede ser subvertido y atacado desde distintos ámbitos, buscando que abandone su función como instrumento para sostener la voluntad de ser y prevalecer de la Nación Argentina manifestada por el Himno y la Constitución Nacional.

Por eso, es una cuestión principista que para sostener el Derecho y la integridad del propio Estado cuando resulta sobrepasado cada arma en poder de un ciudadano, representa el último resguardo de la Patria y la Libertad.

Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,

un liberal que no habla de economía.

 

Articulo publicado el 07/06/2023 en La Pluma de Derecha, https://plumaderecha.blogspot.com/2023/06/libre-portacion-de-armas-y-falacias.html.

CALVINO Y EL DALAI LAMA

Aunque separados en su origen por algo más de un siglo —Gendun Drup, el primer Dalai Lama (1391-1474) y Calvino (1509-1564)— y los personajes reales por medio milenio grosso modo, ambos están hoy presentes en sus seguidores.

Y representan actitudes y creencias espirituales que —allende sus evidentes diferencias culturales y aun visiones opuestas del mundo y la historia y el lugar en ellos de la humanidad— sólo comparten la idea de la trascendencia y la convicción de su influjo decisivo en las vidas reales de los hombres.

Pero actualmente pueden ser tomados como prendas de realidades diferentes con un detalle significativo, empero: uno de ellos pretende y aspira a imponer al otro —y también a cualquiera que no comparta su fe— sus propias reglas y principios. Charlando un rato, aun superficialmente, con alguien que adhiera a uno u otro credo descubrirá pronto quién es que trata de imponerse, aun considerándolo en el más espiritual de los sentidos.

Ambos merecen el mayor respeto, en tanto sea recíproco.

La conducta de las iglesias cristianas consideradas como instituciones en el mundo ha tradicionalmente sido de desprecio hacia otras confesiones en general, con algunas espiritualmente elevadas raras excepciones, preponderando sobre los fieles ajenos como necesitados de enseñanza y conversión para ser salvados.

La salvación es también sobre todo un concepto cristiano no compartido por todos en la maravillosamente rica panoplia de fes y credos en que los hombres han elegido creer a través de la historia que conocemos.

Y así hénos llegados a la situación en la que la consagrada cabeza de una de estas confesiones es condenada y anatematizada por un gesto juzgado según las más estrictas normas y preceptos de otra cultura y fe y en un contexto enmarcado en las ideas de corrección de hoy en el cerrado círculo cultural de quienes lo juzgan y sentencian, círculo que resulta más que nunca necesario recordar, no es universal.

De paso, el convicto sucede ser un ostentoso enemigo del «Empire du Milieu», de China, ya alerta e inquieta en su empeño por recuperar Taiwán bajo su dominio y afirmarse como una unánimemente reconocida y honrada potencia mundial, a la vez que su moderación es crucialmente necesaria al considerar la invasión a Ucrania de Rusia y el declarado apoyo que el denominado Occidente presta a la primera.

Y este archienemigo y víctima del comunismo y la apropiación china hace unos setenta años, sucede que reside en India que desde entonces le ha ofrecido refugio. E India es el otro poder mundial (junto con China suman grosso modo dos quintos de la población del planeta) cuyo apoyo o al menos no hostilidad también se necesita.

Y el mundo cristiano, desgarrado por cuestionamientos y acusaciones dignos de cualquier encendido concilio medieval sólo que ahora se despliegan a través de toda suerte de medios de comunicación y distorsión más una concepción del mundo, la realidad y los seres humanos no más profunda que aquélla que es capaz de proporcionar una pantalla de cristal líquido.

Y esta humanidad que ha sido capaz del exterminio masivo de armenios, judíos, gitanos, ucranianos (no ahora, bajo Stalin), kurdos, uigures, rohingyas por nombrar unos pocos selectos, está gritando escándalo a un viejo que públicamente abraza a un niño y le pide que le toque la lengua con sus labios.

¿Dónde está la oscura perversión, si no en el ojo del observador?

 

Juan José Santander*

En Madrid, después de Navratri, durante Ramadán, tras la Pascua Católica y la Judía, en vísperas de la Ortodoxa.

 

* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID y de la SAEEG.

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