F. Javier Blasco*
Hemos acabado hasta el moño de ver, oír y escuchar a nuestros dirigentes nacionales y a las asociaciones, organismos y alianzas internacionales proclamar a todos los vientos —al son de trompetas de Jericó, bombos como para cualquiera de las famosas tamborradas en España y platillos tan grandes como los volantes— que la Comunidad Internacional no iba a consentir a Putin invadir a un país libre y democrático y que si osaba quebrantar y pisotear sus libertades, las medidas sobre él y Rusia iban a ser de tal tamaño que se arrepentiría de haberlo hecho, recordándonos a tiempos de la guerra contra Irak.
Las reuniones presenciales, vistas parlamentarias, así como las amenazas individuales y colectivas sobre las medidas a adoptar, se han venido sucediendo a todos los niveles de tal modo y manera que no ha quedado ni un resquicio por donde poderse escapar del palo justiciero que iba a caer sobre la cabeza de Putin, sus más directos asesores y sobre la aborregada nación rusa que, acostumbrada a ello, le sigue sin apenas rechistar.
Pero a la hora de la verdad, la triste realidad es tan penosa, vergonzosa, inútil o fútil y banal, que hasta da vergüenza comentarlo y hacerlo ver a los demás. Militarmente, tal y como estaba previsto, nos arrinconamos tras la pantalla de la OTAN para decir que legalmente no podíamos intervenir por no ser territorio de la Alianza, olvidándonos que tampoco lo era Serbia y Kosovo y entramos en fuerza en Kosovo y bombardeamos dicho territorio y hasta Belgrado, sin miramientos ni contemplación.
Ayer daba auténtico pavor escuchar que el Tío Sam aprobaba mandar más armamento a base de misiles y otros medios efectivos a Ucrania, cuando en Kiev y otras ciudades ucranianas se repartían fusiles en la calle a quien pasaba por la acera y se le pedía a la gente que fabricase sus propios cócteles Molotov ¿De qué servirá dicho armamento si cuando llegue, si llega, no habrá nada que defender?
Ahora que la estructura militar ucraniana ha sido desbaratada y destruida sin piedad ni capacidad para defenderse de dichos ataques selectivos y certeros, parece ser que es el momento en que pensamos que los cinco mil cascos individuales de combate, que les remitió la gran Alemania, no son suficientes para mejorar su capacidad defensiva.
La UE pronto enarboló la Bandera Blanca porque si la OTAN no intervenía, con mucha más razón no lo haría la Unión, esgrimiendo al mismo tiempo que no tiene capacidad de combate suficiente a pesar de que lleva años, planeando y tratando de conseguir algo que se parezca a un Ejército europeo que sirva algo más que para llevar a cabo, de forma parcial, misiones de paz de corta o pequeña entidad.
Biden, de carrerilla en carrerilla, hablando a los medios todo el día y quitándose la mascarilla en público para que se le viera la cara de gran enfado; pero de mandar tropas a combatir por y en Ucrania, nada de nada.
Los norteamericanos ya no están por apoyar a las democracias atacadas o en peligro y no interesa meterse con un león dormido al que llevan muchos años ninguneando y que, recientemente, se ha despertado hambriento y con ganas de romper el equilibrio y ciertos delirios de varios de sus vecinos que quieren jugar a ser mayores e írsele de sus manos. Está bien claro que Putin no se lo va a consentir en aras de alimentar su orgullo y para mantener su propia seguridad.
Bueno, si militarmente no podíamos hacer nada, salvo dejar a Ucrania a su maldita suerte, por lo menos económicamente había y hay muchas herramientas que se pueden utilizar, o al menos eso nos creíamos algunos ilusos.
Se habló de todo tipo de medidas, de aplicación progresiva en función de los pasos dados por el nuevo Zar de Rusia y resulta que a pesar de haberlos dado todos y muchos más de lo esperado; ayer mismo cuando las tropas rusas asediaban a las puertas de Kiev, las bolsas del mundo entero, incluida la rusa, subieron varios enteros y hasta recuperaron las pérdidas del día anterior.
Para más inri, ese mismo día, Rusia vendía más petróleo que cualquier otro antes del conflicto y varios países europeos, precisamente, la mayoría de los más grandes, se arrugaron el ombligo y no han permitido que los bancos rusos sean desconectados de la propia red de intranet, Swift; el «arma nuclear económica» que realmente nadie se atreve a activar contra Rusia.
Rusia puede seguir vendiéndonos de todo y nosotros se lo pagaremos en efectivo, aunque nos engañemos diciendo que ellos no nos pueden comprar tecnología. Todos sabemos que eso no será cierto, porque la economía es la economía, la pela es la pela y los votos del ciudadano sosegado alimentan los egos, calientan los riñones y multiplican las prebendas de esos mequetrefes que nos pretenden gobernar.
Tan solo el mundo del deporte, limpio y claro como casi siempre, anuncia que muchos premios, torneos y mecenazgos suprimen sus lazos con Rusia y todo lo que huela a ruso.
A estas horas del partido, no sé si será fruto de un calentón, una precipitación en sus decisiones o el haber caído en la trampa saducea de que las medidas coercitivas y punitivas del mundo iban en serio. Pronto veremos si repliegan velas o mantienen su posición.
Por lo demás, basta ya de tanta miseria individual y colectiva, de tamaña hipocresía y de engañar a propios y extraños con tantísima sinvergonzonería e impunidad.
Ya que la pandemia ha demostrado que las videoconferencias son mucho más efectivas, rápidas y sencillas de organizar, creo que ha llegado la hora de que nuestros dirigentes dejen aparcados sus aviones presidenciales y a sus numerosos sequitos en casa, porque tanto vano desplazamiento a Bruselas solo vale para reconfortarse y apoyarse el uno con el otro en su inmensa debilidad, gastar mucho dinero del erario público y para infectar el espacio aéreo de polución y gases que queremos erradicar.
Ninguno tiene vergüenza, ni torera ni de otra calidad; son unos trileros y engañabobos que nos llenan la cabeza de pajarillos y de falsa dignidad, como el ministro de exteriores que ayer se paseó por todos los medios posibles hablando de la posición y el falso papel de España en una serie de drásticas medidas que él sabía que no se iban a aplicar.
Mucho me temo que la fiera se ha despertado totalmente, que ha comprobado claramente la gran debilidad e hipocresía internacional y que lo hecho hasta ahora, por mucho que fuera y sea criticado y amenazado, pronto será consumado sin más. No habrá reacción que merezca la pena o le escueza de verdad y que otras víctimas propiciatorias, que ya están anunciadas en su tablero de ambiciones, pronto en sus redes caerán.
Veremos lo que ocurre cuando se quede con todos los recursos naturales ucranianos que ahora les compramos a ellos y en breve, pasarán bajo su control.
Lo peor, como siempre, es para el más débil; los ucranianos y la propia Ucrania; por lo que no me extrañaría nada que, como consecuencia de esta vergonzosa actuación internacional, aumente el número de ucranianos que desprecien todo lo que venga de la UE, la OTAN u otro Organismo internacional y se abracen a Rusia porque, al menos engañarles, no está en su afán.
Finalmente, y me arriesgo a asegurarlo porque sé que estoy en lo cierto, esta guerra de Gila o conflicto de PlayStation para todos, menos para Ucrania y sus pobladores, será aprovechada como excusa por la mayor parte de los dirigentes y organismos económicos internacionales para tapar sus incapacidades a la hora de hacer sus previsiones o de sacarnos del pozo tan profundo en el que nos encontramos sumidos por culpa de una gran crisis económica a nivel global, que no supieron o quisieron ver llegar.
* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.
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