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FRACASOS Y CÁLCULOS MILITARES-INDUSTRIALES DE ESTADOS UNIDOS EN AFGANISTÁN

Giancarlo Elia Valori*

Los analistas han señalado que la guerra de 20 años en Afganistán ha demostrado que Estados Unidos no ha podido usar la fuerza para resolver el problema. Me recuerdan a un político italiano que, una vez que comenzó la invasión estadounidense de Afganistán en 2001, dijo en la televisión que la Casa Blanca tenía razón al bombardear ese país para evitar que las mujeres tuvieran que usar el burka. Abogar por la violencia indiscriminada para acabar con otra violencia, aunque dirigida, es inmoral y criminal. Estados Unidos ha tenido cuatro fracasos y un éxito en dólares, que examinaremos gradualmente en este artículo.

La situación en Afganistán sigue evolucionando. Su desarrollo futuro está por verse, pero es seguro que Estados Unidos ha fracasado por completo.

Examinaremos, sin embargo, todos los grandes fracasos que los Estados Unidos han experimentado, que van desde el fracaso militar evidenciado por la escuálida retirada, hasta el colapso de la diplomacia estadounidense y su desacreditada reputación internacional. Mientras Estados Unidos no cambie su estrategia hegemónica, experimentará cada vez más fracasos.

A medida que los estadounidenses huían apresuradamente de Kabul, el modelo occidental dirigido por ellos fue una vez más duramente golpeado. Esto también ha puesto de relieve el hecho de que cada vez que los Estados miembros de la UE se inclinan ante las órdenes de la Casa Blanca y el Pentágono, luego no tienen otra forma que disculparse con nauseabundos gemidos sobre los derechos humanos y dar la bienvenida a las personas más afortunadas que tienen el dinero para huir.

¿Quién no se acuerda de la gente del barco? Eran los ricos vietnamitas del sur que salían de Saigón cuando los helicópteros estadounidenses salieron corriendo del país y dicha gente del barco fue rescatada y atendida especialmente por Francia. El 17 de agosto, la Oficina del Inspector General Especial de los Estados Unidos para la Reconstrucción de Afganistán emitió un informe que indica que a pesar de la enorme inversión y las grandes pérdidas en las últimas dos décadas, debido a la falta de comprensión de la política y la cultura afganas, e ignorando deliberadamente la voluntad de los afganos, los Estados Unidos en Afganistán han perseguido y apreciado una ilusión “condenada al fracaso desde el principio”.

Según algunos observadores, este informe de 140 páginas fue escrito mucho antes de que Estados Unidos se retirara apresuradamente de Afganistán y revela en detalle por qué Estados Unidos ha invertido tanto en Afganistán en las últimas dos décadas, pero finalmente fracasó.

El informe señala que las políticas de los sucesivos gobiernos estadounidenses han ignorado la situación actual en Afganistán y la voluntad del pueblo afgano, y han tratado de imponer por la fuerza un modelo de desarrollo que estaba seriamente fuera de contacto con la realidad en Afganistán. Esa política estaba condenada al fracaso desde el principio. Según el informe, muchos funcionarios estadounidenses dijeron que Estados Unidos siempre había “carecido de la comprensión más básica” de Afganistán. Estados Unidos “no sabía qué hacer allí”, pero a pesar de las advertencias de expertos estadounidenses concienzudos, no logró influir en las administraciones anteriores que enfatizaron y se jactaron de sus supuestos éxitos allí.

El Inspector General Especial de los Estados Unidos para la Reconstrucción de Afganistán, John F. Sopko, señaló en el informe que los políticos estadounidenses eran “muy ignorantes” sobre Afganistán al más alto nivel estratégico y a menudo trataban de “reprimir y eliminar el verdadero Afganistán” aplicando la visión de su propio “Afganistán imaginario” americanizado y comportándose de una manera que creaba razones para el conflicto con la población local.

Sopko también declaró que había graves problemas de corrupción y desperdicio de recursos en el sistema en el que se basaban los Estados Unidos para operar en el país: muchos proyectos de reconstrucción en Afganistán costaban mucho dinero, pero al final quedaban inevitablemente inconclusos.

El informe también señala que en las últimas dos décadas Estados Unidos no ha podido establecer con éxito un modelo operativo sostenible en Afganistán, mientras que, con la retirada apresurada, incluso los pocos resultados frágiles logrados están destinados a ser eliminados.

Algunos comentaristas creen que el fracaso del llamado “modelo afgano” estadounidense ha borrado la falsa ilusión de fuerza y prosperidad que los Estados Unidos han mantenido a través de su grandioso poder blando. La retórica es siempre la misma. Debemos tratar a los países deshonestos como lo hicimos durante la Segunda Guerra Mundial con la Alemania nazi, la Italia fascista y el Japón militarista. Debemos bombardearlos y masacrarlos para que se establezca la democracia y se vuelvan buenos.

Es un error equiparar a Alemania, Italia y Japón con los países musulmanes del Cercano y Medio Oriente: los primeros ya tenían tradiciones representativas democrático-burguesas-liberales. Con la Restauración Meiji (1866-1869), el propio Japón, con el objetivo de emancipar al país de las potencias occidentales, promovió un proceso de reforma inspirado en los sistemas estatales occidentales que, especialmente gracias a la contribución de Itō Hirobumi (1841-1909), culminó con la adopción de la Constitución Meiji, la primera Constitución en el sentido moderno en Asia. Mi íntimo amigo y gran Ministro de Asuntos Exteriores, Gianni De Michelis -quien, a diferencia del actual Ministro de Asuntos Exteriores, no fue a la orilla del mar en tiempos de crisis- solía decir que todos los problemas de un Estado deben resolverse de acuerdo con la voluntad de su pueblo y no con la llegada de belicistas violentos y bestiales.

En última instancia, los Estados Unidos lanzaron la guerra en Afganistán en nombre de la lucha contra el terrorismo, pero ¿qué logró? En los últimos veinte años, las organizaciones terroristas en Afganistán se han multiplicado. En las últimas dos décadas, miles y miles de afganos han sido asesinados o heridos bajo fuego “amigo” de los Estados Unidos y sus aliados, y más de diez millones de personas han sido desplazadas.

La guerra en Afganistán ha causado una pérdida promedio de 300 millones de dólares estadounidenses por día durante veinte años, costando más de 2.260 mil millones de dólares estadounidenses. Además de las innumerables muertes.

Hasta abril de 2021, ha habido 47.245 víctimas civiles; 66.000 soldados y policías afganos muertos; 51.191 muertes de los talibanes y otros opositores, quienes, leyendo la prensa occidental, parecen ser inmortales porque son los malos.

El ejército estadounidense sufrió 2.448 bajas y 3.846 mercenarios estadounidenses y combatientes extranjeros murieron. Las víctimas de otros Estados miembros de la OTAN fueron 1.144.  También murieron 444 trabajadores humanitarios y 72 periodistas. Todo esto ha reducido severamente el desarrollo económico y social del país.

Los hechos han demostrado una vez más que la intervención militar y la política de poder de los Estados Unidos desde la década de 1950 han sido impopulares y finalmente han fracasado.

Un modelo extranjero no puede imponerse rígidamente en un país con una historia, cultura y condiciones nacionales completamente diferentes, como si su gente estuviera criando pollos que se convierten en leones con el tiempo. Resolver los problemas con el poder y los medios militares solo aumenta los problemas no para los Estados Unidos, que ha visto florecer y prosperar su industria de guerra en los últimos veinte años, sino para los Estados miembros de la UE, especialmente con los inminentes problemas de refugiados y Covid-19.

Ya sea Corea, Vietnam, los países latinoamericanos (Nicaragua, Granada, Panamá, etc.), Iraq, Siria, Libia o Afganistán, hemos visto que dondequiera que intervengan las fuerzas armadas estadounidenses, sigue habiendo disturbios y división, familias rotas y devastación.

Probablemente incluso el presidente Biden se haya dado cuenta, ya que en un discurso reciente ha dicho que no cometería el error de invertir demasiada energía en las guerras civiles de otros países y remodelar otros países a través de una intervención militar sin fin.

Esperemos que los Estados Unidos puedan reflexionar seriamente sobre su política de intervención militar y violencia en todo momento, y detener su interferencia desenfrenada en los asuntos internos de otros países bajo el pretexto de la democracia y los derechos humanos, así como dejar de socavar la paz y la estabilidad de otros países y regiones. Todo esto solo para beneficiar a su propia industria de guerra, la única que ha surgido con éxito del derramamiento de sangre afgano.

Con miras a mantener su producción de armas, los Estados Unidos han experimentado cuatro fracasos: un fracaso político nacional (sus propios ciudadanos que murieron por nada); una militar (la derrota); un fracaso político internacional (la amargura y la decepción de sus aliados) y un severo daño a la reputación internacional (ciudadanos extranjeros asesinados por razones imperialistas y desprecio por sus aliados, nada que ver con el eslogan propagandístico al estilo de Don Milani, me importa).

Las élites estadounidenses a menudo dan por sentado que la democracia estadounidense es el camino hacia la prosperidad y resuelve todos los males de la sociedad. Después del derrocamiento del régimen talibán en 2001, Estados Unidos tenía la ambición de hacer de Afganistán un «país democrático modelo», con el surgimiento de partidos y movimientos, así como la aceptación de los valores negativos occidentales y la demolición de las manifestaciones de Dios. En cambio, no solo no unió a todos los grupos étnicos, sino que intensificó las contradicciones dentro de las élites afganas, a quienes los propios Estados Unidos habían financiado y entrenado (incluidos los talibanes) cuando se trataba de repeler a los soviéticos de 1979 a 1989.

Mirando hacia atrás a los 20 años de guerra en Afganistán, así como al caos dejado en Iraq, Libia, Siria y otros países, un número creciente de personas se está dando cuenta de que Estados Unidos está lejos de ser el “gran país” que presumía de ser. A menudo es una fuerza destructiva: la “paz” que esperan es, ante todo, arrebatada a los pueblos. El “modelo democrático” que vende su propio poder blando se reduce a una máscara al estilo Munk para la intervención militar y la política de poder.

Enterrada bajo el “faro de los derechos humanos” está la oscura historia de personas en otros países, abusadas y asesinadas por la industria de la guerra, así como la dolorosa vida cotidiana de decenas de miles de civiles inocentes torturados por las llamas de la guerra, que ahora buscan refugio en Europa, mientras se levantan muros en los Estados Unidos para ahuyentarlos del vecino México.

Según algunos informes, siete regimientos de las fuerzas del gobierno afgano han perdido por completo su eficacia de combate, y todas las tropas han entregado sus armas y equipos a los talibanes. Los talibanes han publicado en las redes sociales fotos y vídeos de los ricos trofeos incautados en varias antiguas bases militares estadounidenses. Los talibanes son una fuerza que representa al país y esta es la razón por la que, en cierto momento, la vergüenza de muchos soldados afganos en la lucha contra compatriotas a sueldo de extranjeros se ha vuelto insoportable.

La retirada de Estados Unidos de Afganistán fue como el vuelo desde Saigón: helicópteros flotaban inciertos y sobrecargados en el aire; los funcionarios de la Embajada bajaron la bandera, quemaron documentos confidenciales y Estados Unidos continuó enviando más soldados para ayudar con la evacuación: una película que ya hemos visto. La fuga apresurada atrajo grandes críticas de todos los sectores.

No importa cómo el gobierno de los Estados Unidos oculte y justifique la política catastrófica de retirada de tropas. No solo ha generado críticas en los propios Estados Unidos, sino que también ha causado un declive sin precedentes en la imagen y reputación internacional de los Estados Unidos. Una protesta fue organizada fuera de la Casa Blanca el 15 de agosto pasado. Los manifestantes eran afganos con ciudadanía estadounidense y mostraron su enojo para protestar contra el engaño del gobierno. Esa ira también fue expresada por ex soldados estadounidenses que habían participado en la guerra en Afganistán y simpatizaban con sus conciudadanos de origen afgano.

El mundo ve muy claramente cómo Estados Unidos trata a sus aliados en Afganistán. Maria Vladimirovna Zakharova, Directora del Departamento de Información y Prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Federación de Rusia, dijo en una entrevista: «Durante veinte años, la OTAN y los Estados Unidos han estado entrenando fuerzas políticas en Afganistán. Ahora están trasladando la responsabilidad al liderazgo político afgano que ellos mismos han nutrido y educado».

Hussein Haqqani, ex embajador paquistaní en los Estados Unidos, dijo: “El abandono del gobierno afgano por parte de la Casa Blanca hará que muchos aliados de los Estados Unidos reconsideren sus compromisos con los Estados Unidos”. Una clara advertencia de uno de los aliados más importantes de Washington en la región, ya preparado para reconocer al nuevo gobierno talibán.

Este tipo de fracaso diplomático no solo afectará a la ya débil e incierta Administración del presidente Biden, sino que también dañará seriamente la credibilidad de Estados Unidos en el mundo.

La humillante retirada de las tropas atrajo críticas no solo de los políticos estadounidenses, sino también de los medios de comunicación estadounidenses. CNN declaró irónicamente que la retirada y el fracaso de las tropas de la Administración Biden no solo mostró su mala gestión, sino que también reveló que “la visión de Estados Unidos de construir un país que funcione es ilusoria”. Los propios políticos locales llaman a los Estados Unidos en Afganistán el mayor fracaso de la política exterior en décadas. ¿Cuál es la razón del fracaso de Estados Unidos en Afganistán?

El pasado 17 de agosto, el presidente de un aliado de la OTAN, la República Checa, Miloš Zeman, dijo en una entrevista exclusiva: “Ya había criticado la retirada en la Cumbre de la OTAN celebrada en Londres hace un año y ahora en la Cumbre de la OTAN celebrada en Bruselas. Estaba mirando a Trump y Biden a los ojos, diciéndoles que era cobardía. Creo que, al abandonar Afganistán, Estados Unidos ha perdido el prestigio de un líder mundial y la propia OTAN ha planteado dudas sobre la legitimidad de su existencia”. ¿Sería capaz un italiano de decir esas cosas? La cobardía no tiene efectos positivos. Todo lo contrario. Brinda a los talibanes oportunidades sin precedentes.

La falta de credibilidad internacional hace que los aliados sean conscientes de no tener que negociar y aceptar los diktats estadounidenses, sino de tener que cuidarse a sí mismos y a su política exterior.

Después de llegar al poder, la Administración del presidente Biden anunció que “Estados Unidos está de vuelta en el escenario internacional”, declarando así al mundo que el multilateralismo recuperaría su lugar. Sin embargo, en el tema de la retirada de tropas de Afganistán, la Administración Biden no negoció con sus aliados (Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, la República Checa, etc.), sino que decidió y creó el fait accompli y obligó a los demás a seguir su propia retirada. Muchos afganos que habían trabajado para los Estados Unidos fueron abandonados. El New York Times informó que esto significó “el fin de la era estadounidense” y fue «otro golpe a la imagen y reputación de Estados Unidos en el extranjero».

Antes de la caída de Saigón (30 de abril de 1975), el presidente de Vietnam del Sur, Nguyen Van Thieu, había denunciado a Estados Unidos por traicionar a su país como “inhumano, poco confiable e irresponsable”. Lo mismo está sucediendo ahora en Afganistán. Estados Unidos solo quiere retirar sus tropas de Afganistán lo antes posible. Como comentó el analista de defensa francés François Heisbourg: “La idea de que Estados Unidos no es confiable se arraigará más profundamente debido a Afganistán”. Creemos que si Estados Unidos no aprende también de Afganistán, registrará cada vez más fracasos.

Según la Chicago Council on Global Affairs Survey (“Encuesta del Consejo de Asuntos Globales de Chicago”) publicada el 9 de agosto de 2021, cuando se les preguntó si apoyan o se oponen a la decisión de retirar las fuerzas estadounidenses de Afganistán para el 11 de septiembre de 2021, el 70% de los encuestados estadounidenses la apoyan y el 29% se oponen a ella.

The Stars and Stripes”, el diario del Departamento de Defensa, publicado el 16 de agosto pasado, publicó un titular en su portada: “Se acabó: el experimento de 20 años de Occidente para transformar Afganistán ha terminado”. El final de este coqueteo es impactante. Afganistán ha sido desechada como una iniquidad por los Estados Unidos, y su dirección futura aún está por verse. Pero cualquiera que sea el camino a seguir para Afganistán, Estados Unidos nunca podrá borrar su historia extremadamente vergonzosa.

Para concluir, echemos un vistazo rápido a las relaciones internacionales del antiguo Emirato Islámico de Afganistán (1996-2001), gobernado por los talibanes. Fue plenamente reconocido por tres aliados de Estados Unidos, a saber, Pakistán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, así como por la República Chechena de Ichkeria (1994-2000) y el incierto Turkmenistán.

¿Quién crees que reconocerá hoy al resucitado Emirato Islámico de Afganistán? En mi opinión, los amigos estadounidenses más leales en el Cercano y Medio Oriente y muchos otros, desde que los talibanes -al menos en estos cuarenta y dos años que han transcurrido desde la invasión soviética- han demostrado ser los más fuertes y sólidos. En las relaciones internacionales, los hechos cuentan, no los discursos para convertirse en diputado o senador y ganar los votos de personas crédulas.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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AFGANISTÁN ¿UNA DERROTA MÁS? ¿UNA NUEVA FALLA DE INTELIGENCIA?

Marcelo Javier de los Reyes*

Titular del diario español ABC del 01/04/2004. Titular de France 24 del 14/08/2021.

¿Qué es más importante para la historia mundial? ¿Los talibanes o la caída del imperio soviético? ¿Algunos locos islamistas o la liberación de Europa central y el fin de la guerra fría?

Zbigniew Brzeziński[1]

 

Cuando ocurre lo que la Inteligencia no prevé

El domingo 15 de agosto de 2021 los talibanes llegaron a Kabul, la capital afgana. En cuestión de horas tomaron la ciudad sin derramamiento de sangre mientras que el presidente Ashraf Ghani salió en secreto del país.

Los talibanes aseguraron que “la guerra” había “terminado” y que en breve informarían sobre el rumbo político y religioso que tomará el país.

Los medios informaron inmediatamente que el aeropuerto internacional en Kabul estaba en situación de caos con miles de personas rodeando los aviones sin que ninguno pudiera despegar por prohibición de vuelos comerciales, además de que miles de personas intentaban ingresar al mismo, ya que era la única zona controlada por militares estadounidenses, el resto de la ciudad había sido tomada por los talibanes. Sin embargo, las imágenes de la televisión no mostraban que las fuerzas estadounidenses mantuvieran algún control sobre el aeropuerto ya que solo se observaba caos y cientos de hombres intentando subir o colgándose de los aviones que comenzaban a carretear. Las imágenes eran por demás conmovedoras.

Mientras tanto, el líder talibán, Mullah Baradar, les decía a sus seguidores: “Hemos alcanzado una victoria que no se esperaba, deberíamos mostrar humildad ante Alá… ahora es el momento de la prueba, ahora se trata de cómo servimos y aseguramos a nuestra gente, y aseguramos su futuro”.

Por su parte, el Pentágono autorizó 1.000 soldados adicionales para ayudar con la evacuación de Kabul, dijo un funcionario estadounidense, lo que elevó el número total de tropas en Afganistán temporalmente a 6.000. El gobierno de España aceleraba el plan de evacuación en Kabul: dos aviones fueron enviados rumbo a Dubái para dirigirse a Afganistán, aunque también se informaba la posibilidad de llevar a cabo la evacuación de personal español y de colaboradores afganos a través de Uzbekistán, país que ha permitido la entrada en la frontera de los soldados desertores pero no de las armas y armamento que portaban. Varios vuelos más se sumaron a esos dos.

La Agencia de Prensa Saudita SPA informaba que Arabia Saudí había evacuado a todos los miembros de su misión diplomática en Afganistán, debido a las condiciones inestables en el país.

Fuentes del Reino Unido indicaron que ese país aumentaría su presencia militar en Afganistán en 900 efectivos para evacuar a sus ciudadanos a la vez que se informaba que el ejército británico planeaba, además de evacuar a sus perros militares, evacuar también sus gatos y al personal veterinario afgano que estuvo a cargo de ellos durante estos meses. Cabe recordar que en febrero de 2014 los talibanes difundieron un vídeo de un perro capturado al ejército estadounidense, de nombre Colonel, que consideraron que debía ser muy importante dado que las tropas estadounidenses lanzaron una operación para rescatarlo.

En este escenario caótico, Turquía evacuó a 324 de sus ciudadanos en un primer vuelo desde Kabul.

Quizás en el peor momento de la presidencia de Joe Biden, al menos hasta ahora, su antecesor, Donald Trump, expresó: “Lo que Joe Biden ha hecho con Afganistán es legendario. ¡Será una de las mayores derrotas en la historia de Estados Unidos!”

Más realista y sincera ha sido la canciller alemana Angela Merkel al expresar: “Todos, y por eso también asumo mi responsabilidad, evaluamos erróneamente la situación. Toda la comunidad internacional dio por supuesto que podríamos seguir con la ayuda al desarrollo”. Es evidente que si “todos” se guiaron por la inteligencia estadounidense, estuvieron —una vez más— mal informados o, quizás, la cuestión pasa por los tomadores de decisión.

Los informes de inteligencia

El 15 de abril de 2021, la agencia de noticias turca Anadolu difundió información acerca del reporte anual de evaluación de amenazas de la Directora Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, Avril Haines. Según el mismo, la inteligencia estadounidense evaluaba “que las perspectivas de un acuerdo de paz seguirán siendo bajas durante el próximo año. Es probable que los talibanes obtengan ganancias en el campo de batalla, y el gobierno afgano luchará para mantener a raya a los talibanes si la coalición retira su apoyo”[2].

El documento fue publicado el día anterior a que el presidente Joe Biden anunciara oficialmente la retirada de las fuerzas estadounidenses de Afganistán a más tardar en septiembre. El informe expresa que “Kabul sigue enfrentando reveses en el campo de batalla, y los talibanes confían en que pueden lograr la victoria militar” y agrega que “las fuerzas afganas continúan asegurando las principales ciudades y otros bastiones del gobierno, pero siguen atadas en misiones defensivas y luchan por mantener el territorio recuperado o restablecer una presencia en áreas abandonadas en 2020”.

Sin embargo, hubo otro informe de inteligencia más reciente que ha alcanzado mayor difusión en la prensa estadounidense. El primero en difundirlo fue el The Wall Street Journal, el 23 de junio[3]. Según la nota, la comunidad de inteligencia de Estados Unidos había concluido la semana anterior que el gobierno de Afganistán podría colapsar seis meses después de que fuera completada la retirada de las tropas estadounidenses.

A los militares afganos se habían unido algunas milicias de ese país dispuestas a repeler a los talibanes, las cuales se encontraban luchando en el norte. Las fuerzas afganas se rindieron a menudo sin ofrecer resistencia, dejando en manos de los talibanes el material proporcionado por Estados Unidos, vehículos blindados y arsenales de armamento, incluidas piezas de artillería, morteros y ametralladoras pesadas.

Cuando el norte cedió y los insurgentes continuaron su avance, las agencias de inteligencia estadounidenses revisaron sus estimaciones, anteriormente más optimistas.

Hasta ese momento, el ejército ya había retirado más de la mitad de sus 3.500 soldados y su equipo y el resto debía ser evacuado antes del 11 de septiembre, fecha que fue tomada en forma simbólica.

El tema del informe de inteligencia fue abordado también por el The Washington Post[4]. El informe había sido entregado unos días antes a los funcionarios estadounidenses y mostraba un panorama desolador mientras los talibanes continuaban avanzando sobre el territorio, ante la falta de resistencia de los militares afganos o tras enfrentamientos sangrientos con el ejército regular. Esta situación llevó a que se considerase que la caída del gobierno afgano podría anticiparse.

Cuando el 25 de junio el presidente afgano Ashraf Ghani se reunió en la Oficina Oval con el presidente Biden, éste le afirmó que Estados Unidos continuaría apoyando a Afganistán.

El vocero del Pentágono, John Kirby, se negó a comentar sobre la evaluación de inteligencia difundida por primera vez por The Wall Street Journal, aunque reconoció la preocupación ante el deterioro de la seguridad en algunas partes de Afganistán[5].

Según la información, Estados Unidos continuaría apoyando financieramente al gobierno afgano, pero Biden concluyó que ya no le conviene “a los intereses estadounidenses” mantener su ejército en Afganistán después de 20 años de guerra.

El presidente Ghani, además de reunirse con su par estadounidense, lo haría con el secretario de Defensa Lloyd Austin y otros altos funcionarios de Estados Unidos. Según el portavoz Kirby, el secretario Austin le garantizaría al mandatario afgano que su país nunca más se convertiría en un “refugio seguro para los grupos terroristas que representan una amenaza para el territorio estadounidense”[6].

¿Cuál es el origen de este desmadre?

La respuesta es el Acuerdo de Doha, celebrado el 29 de febrero de 2020 entre el gobierno de Estados Unidos, representado por el enviado de paz de Estados Unidos, Zalmay Khalilzad, y el referente de los talibanes, Abdul Ghani Baradar. A pesar de que en numerosas oportunidades de la historia reciente, altos funcionarios estadounidenses se cansaron de expresar —haciendo uso de una gran pero ya natural hipocresía— que “Estados Unidos no negocia con terroristas” o que “no hace concesiones a terroristas”. La historia los desmiente en varias regiones del mundo, a través de los muyaidines en Afganistán, con el mismísimo Osama Bin Laden, luego con los talibanes, con los albanos-kosovares en la guerra contra Yugoslavia, también con los rebeldes en Siria o, en América, cuando quedó al descubierto el famoso caso “Irán – Contras”, una operación que involucró a la CIA pero también al Mossad de Israel.

De tal modo que en ese Acuerdo de Doha estuvieron los talibanes, pero no estuvo el gobierno afgano —al que supuestamente el gobierno de Washington respaldaba—, tampoco estuvieron los aliados de Estados Unidos, sobre todo los europeos, siempre llevados de las narices a participar de las “aventuras” por los imprevisibles dirigentes de la gran potencia del norte.

29 de febrero de 2020. El enviado de paz de Estados Unidos, Zalmay Khalilzad, a la izquierda, y el mulá Abdul Ghani Baradar, líder político del grupo talibán, en oportunidad de la firma del acuerdo de paz entre talibanes y funcionarios estadounidenses en Doha, Qatar. Foto: © Hussein Sayed / AP

El ex presidente Donald Trump negoció ese acuerdo con los talibanes, según el cual les exigía que rompieran con Al-Qaeda, una solicitud que albergaba una gran ingenuidad ya que durante todos estos años ambos grupos no solo han contribuido en la lucha, sino que también se habían emparentado entre sí a través de casamientos mixtos. En síntesis, Al-Qaeda ha logrado una protección por parte de los talibanes y esto ha saltado a la luz en una redada llevada a cabo en octubre de 2020 en una remota aldea de Afganistán, operación que había sido poco difundida. El hecho tuvo como objetivo al anciano líder de Al-Qaeda Husam Abd-al-Rauf —quien resultó muerto—, en la provincia afgana de Ghazni. La redada reveló que el grupo terrorista sigue activo y prosperando en Afganistán bajo la protección de los talibanes y permitió detectar mensajes de Al-Qaeda entre Afganistán y Siria, según un funcionario afgano[7]. Los resultados de la operación contra Husam Abd-al-Rauf, conocido como “Abu Muhsin al Masri”, quien figuraba en la lista de los terroristas más buscados por el FBI desde 2018, ha dejado al descubierto que Al-Qaeda no se ha debilitado y que mantiene lazos con otras ramas de la red en otras regiones. Mientras que los miembros de Al-Qaeda instruían a los talibanes en lo referente a la recaudación de fondos y en la fabricación de artefactos explosivos, los insurgentes afganos les otorgaban protección pero, como puede apreciarse, ya no solo existía una relación ideológica sino también familiar entre ambas organizaciones terroristas.

Husam Abd-al-Rauf en un cartel de los más buscados por el FBI de 2019.

Este descubrimiento pone en tela de juicio no solo lo que la administración Biden sostenía, que Al-Qaeda estaba debilitada, sino que el “objetivo” de la presencia de Estados Unidos en Afganistán no había sido cumplido. Bien, quizás no se necesitaba mucha inteligencia para llegar a esos resultados.

Varios medios inmediatamente dieron cuenta que Trump pedía la renuncia de Biden por la estrepitosa retirada y caída de Afganistán, mientras que el Independent en Español informaba que los republicanos han eliminado la página web en la que se celebraba el acuerdo de Trump con los talibanes[8]. La página que promocionaba el “histórico acuerdo de paz” del ex presidente habría desaparecido durante el fin de semana.

El día 10 de agosto de 2021, en un nuevo artículo del The Washington Post, los periodistas indicaban que la administración Biden se estaba preparando para que la capital de Afganistán cayera mucho antes de lo que se temía debido a que “una rápida desintegración de la seguridad ha provocado la revisión” del informe de inteligencia en cuestión. El artículo menciona que un funcionario que habló bajo condición de anonimato debido a la delicadeza del tema, expresó que el ejército de Estados Unidos había actualizado su evaluación, por lo que un colapso podría ocurrir en 90 días mientras que otros dijeron que podría suceder dentro de un mes. Algunos funcionarios, confidencialmente, percibían que la situación en Afganistán era más grave que en junio, “cuando los funcionarios de inteligencia evaluaron que una caída podría producirse tan pronto como seis meses después de la retirada del ejército estadounidense”[9].

A pesar de la delicada situación en el terreno, el presidente Biden insistió en que su decisión de retirar las fuerzas estadounidenses no está en debate y que no se “arrepintió” de haberla tomado para poner fin a la campaña de 20 años, más allá del avance de los talibanes.

Biden manifestó a los periodistas en la Casa Blanca que gastaron más de un billón de dólares en 20 años y que entrenaron y suministraron equipo moderno a más de 300.000 efectivos afganos[10], pero esto es parte del relato estadounidense. En diciembre de 2019, The Washington Post publicó un artículo de investigación en el que revelaba “18 años de mentiras en la guerra de Afganistán”, basado en “miles de páginas de entrevistas a los protagonistas que desmontan la narrativa oficial de que se estaban produciendo progresos en el conflicto”[11]. El diario informa que se basa en más de 400 entrevistas realizadas a militares, diplomáticos, cooperantes y oficiales afganos, todos protagonistas del conflicto que ofrecieron sus declaraciones “creyéndose amparados por el anonimato”. Se trata de documentos que forman parte de “un proyecto federal, bautizado como Lecciones Aprendidas, puesto en marcha en 2014 para diagnosticar los errores en el conflicto”. Según revela el diario, en 2015, el general de tres estrellas Douglas Lute, quien ejerció el alto mando en la guerra durante las administraciones de George W. Bush y Barack Obama, expresó: “Carecíamos de un conocimiento fundamental de Afganistán, no sabíamos qué estábamos haciendo. ¿Qué tratamos de hacer aquí? No teníamos la más remota noción de lo que estábamos acometiendo”[12].

Este artículo hace referencia a otro más amplio, del reportero del The Washington Post Craig Whitlock, autor del libro The Afghanistan Papers: A Secret History of the War (“Los documentos de Afganistán: Una historia secreta de la guerra”), en el que afirma que “desde 2001, más de 775.000 soldados estadounidenses se han desplegado en Afganistán, muchos de ellos repetidamente. De ellos, 2.300 murieron allí y 20.589 resultaron heridos en acción, según cifras del Departamento de Defensa”[13].

El informe del periodista Craig Whitlock cita a Neta Crawford, profesora de ciencias políticas y codirectora de Costos de Proyecto de guerra en la Brown University, quien estima que desde 2001, el Departamento de Defensa, el Departamento de Estado y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) han gastado o asignado entre US$ 934 mil millones y US$ 978 mil millones. Entre estas cifras no se incluyen los gastos de otras agencias como la CIA y el Departamento de Asuntos de Veteranos, que es responsable de la atención médica de los veteranos heridos[14]. En este punto debe tenerse en cuenta que esa suma se estima desde 2001 pero debe tenerse en cuenta que, con anterioridad, los Estados Unidos financiaron la “Operación Ciclón”, nombre en clave del programa de la CIA para reclutar a los fundamentalistas islámicos —los muyahidines— que enfrentaron al gobierno de la República Democrática de Afganistán (1978-1992) y al ejército de la Unión Soviética entre 1979 y 1989.

Basado en información del Departamento de Defensa, del Proyecto de Costos de Guerra de la Brown University, de la Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán y del Comité para la Protección de Periodistas, el artículo del The Washington Post presenta un gráfico titulado “El peaje de la guerra”, en el que muestra que desde 2001 se estima que 157.000 personas han muerto en la guerra de Afganistán[15]:

64.124 fuerzas de seguridad afganas (estimado)

43.074 civiles afganos (estimado)

42.100 combatientes talibanes y otros insurgentes (estimado)

3.814 contratistas de EE.UU.

2.300 personal militar de EE.UU. (cifra actualizada hasta noviembre de 2019)

1.145 tropas de la OTAN y de la coalición

424 trabajadores de ayuda humanitaria

67 periodistas y trabajadores de los medios.

Podría continuarse con las evaluaciones previas al descalabro que hoy presenciamos en Afganistán, pero la estrepitosa y humillante salida del ejército estadounidense está a la vista, por más amenazas que Biden quiera esgrimir ante potenciales ataques a su personal.

Estados Unidos y Afganistán antes de la ocupación soviética: inteligencia y toma de decisiones desde 1978

Adolph “Spike” Dubs, diplomático de carrera que sirvió en Alemania, Liberia y la Unión Soviética —desempeñándose en este último destino como encargado de negocios en la Embajada de los Estados Unidos en Moscú, en los años 1973-74—, considerado un experto en temas soviéticos, en 1978 fue nombrado embajador en Afganistán, tras el golpe de Estado del 27 de abril de ese año —la Revolución de Saur— que llevó al poder a la facción Khalq del Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA), alineado con los soviéticos.

El 14 de febrero de 1979, Dubs fue secuestrado por militantes armados que se hicieron pasar por policías, y exigieron la liberación del líder de su partido encarcelado. El gobierno se negó a negociar con los secuestradores, rebeldes que enfrentaban al régimen prosoviético, quienes llevaron al embajador Dubs como rehén a una habitación del hotel Kabul, en el centro de la ciudad. Los policías afganos, acompañados de asesores soviéticos, atacaron el hotel, hecho en el que resultó muerto el diplomático. Su muerte dejó algunas dudas respecto a los perpetradores y sus reclamos, pero estaba claro que el país ya estaba fuera de control. No se nombró a un sucesor de Dubs y la Unión Soviética invadió Afganistán en diciembre de 1979. La embajada de Estados Unidos finalmente se cerró en 1989 debido al deterioro de la seguridad.

Mientras tanto, se sabía que desde Pakistán los rebeldes islamistas pergeñaban una revolución para derrocar al gobierno marxista, lo cual significó una fuerte alarma para la dirigencia soviética en Moscú, atento a que unos cuarenta millones de musulmanes vivían en las repúblicas soviéticas de Asia Central[16]. Ante esta percepción de amenaza, Yuri Andropov, jefe de la inteligencia soviética, declaró “no podemos perder Afganistán”[17].

Tim Weiner, reportero del New York Times y ganador del Premio Pulitzer, afirma que la CIA, durante los siguientes nueve meses “fue incapaz de advertir al presidente de Estados Unidos de una invasión que cambiaría la faz del mundo”[18]. El 23 de marzo de 1979, en un informe de alto secreto de la CIA a la Casa Blanca, se expresaba: “Los soviéticos serían bastante renuentes a introducir un gran número de fuerzas terrestres en Afganistán”. En la misma semana, 30.000 efectivos soviéticos comenzaban su despliegue en cercanías de la frontera afgana en camiones, tanques y transportes blindados[19].

Entre julio y agosto del mismo año, al intensificarse los ataques de los rebeldes, Moscú envió un batallón de unidades de combate aerotransportadas a la base de Bagram en las afueras de Kabul. La CIA hizo uso de sus mejores analistas, de sus satélites y de toda su aparatología de reunión de información para brindar un nuevo informe, el 28 de septiembre de 1979, en el que afirmaba que la Unión Soviética no invadiría Afganistán. Mientras tanto, las fuerzas soviéticas continuaban llegando a Afganistán[20]. Nuevamente, el 19 de diciembre, los analistas de la CIA consideraron que “el ritmo de los despliegues soviéticos no sugiere … una contingencia urgente”[21].

Sin embargo, hay que retrotraerse unos pocos meses atrás de ese informe de diciembre. A instancias del consejero de seguridad Zbigniew Brzezinski, el 3 de julio de 1979, el presidente Jimmy Carter firmó la primera directiva de asistencia secreta en apoyo a los muyahidines que enfrentaban al régimen prosoviético de Kabul[22]. El propio Brzezinski afirmó que ese mismo día le escribió una nota al presidente en la que le explicaba que con “esa ayuda provocaría una intervención militar de los soviéticos”[23]. Es decir que reconoció que los Estados Unidos se involucraron en el conflicto afgano antes de que los soviéticos invadieran el país, dando origen a la mencionada “Operación Ciclón” de la CIA.

Cuando en una entrevista que le realizó Le Nouvel Observateur —en enero de 1998— le preguntaron a Brzezinski si no se había arrepentido “de haber favorecido el integrismo islamista, de haber aportado armas y consejo a futuros terroristas”, el polaco devenido en consejero de seguridad de Carter respondió:

¿Qué es lo más importante para la historia mundial? ¿Los talibanes o la caída del imperio soviético? ¿Algunos locos islamistas o la liberación de Europa central y el fin de la guerra fría?

En la entrevista le hicieron una última pregunta: “¿Algunos locos? Si se está diciendo constantemente que el fundamentalismo islámico representa hoy una amenaza mundial”. A lo que Brzezinski contestó:

¡Tonterías! Se dice que Occidente debería tener una política global con respecto al islamismo. Es una estupidez: no hay islamismo global. Miremos al Islam racionalmente y no demagógicamente o emocionalmente. Es la religión líder en el mundo con 1.5 mil millones de seguidores. Pero, ¿qué tienen en común la Arabia Saudí fundamentalista, el Marruecos moderado, el Pakistán militarista, el Egipto pro-occidental o el Asia Central secularizada? Nada que no sea lo mismo que une a los países de la cristiandad …[24]

Entrevista a Zbigniew Brzezinski, Le Nouvel Observateur, 15/01/1998.

En esa entrevista Brzezinski hizo uso del cinismo que caracterizó a la dirigencia política estadounidense y británica respecto al tema del islamismo, entre otros. Estos son los antecedentes que, primero, llevaron a la invasión soviética de Afganistán y, luego, a la implosión de la Unión Soviética. Por lo tanto, es justo recordar estas circunstancias para la comprensión de por qué el radicalismo islámico logra esa fuerza que le permite una expansión global.

Cabe agregar que este “nuevo juego” en Afganistán se produjo durante el gobierno iraní de Mehdi Bazargan, quien lo encabezó de forma interina tras la Revolución Islámica, gobierno con el que Estados Unidos mantenía contactos. Además del triunfo de la mencionada revolución en 1979, el 4 de noviembre se llevó a cabo el asalto de la embajada de los Estados Unidos y el secuestro de los diplomáticos. A finales del mes de diciembre el Ejército Rojo ingresó a Afganistán.

Arabia Saudí y las monarquías del Golfo, wahabitas y sunitas, no estaban dispuestos a perder el control religioso en favor de los chiítas iraníes por lo que se aliaron a los muyahidines afganos, quienes solo contaban con algunas facciones de filiación wahabita y con los partidarios de la yihad armada[25]. En el noroeste de Pakistán, en torno a Peshawar, en donde existían bases y campos de entrenamiento, había tres millones de refugiados, “el caldo de cultivo para el islámico internacional”[26]. Con financiamiento saudí, armamento estadounidense, tráfico de heroína y colaboración de los servicios de inteligencia paquistaní y estadounidense —el ISI (Inter-Services Intelligence) y la CIA—, además del componente religioso de las grandes organizaciones paquistaníes, principalmente Jami’at-e islami fundada por Abul Ala Mawdadi (Aurangabad, India, 1903 – Búfalo, Estados Unidos, 1979), periodista y teólogo musulmán fundamentalista que desempeñó un papel importante en la política paquistaní y la red de madrasas deobandis[27].

Este movimiento, apadrinado por los Estados Unidos, Arabia Saudí, los Estados del Golfo y Pakistán, desempeñó un papel clave en la derrota que sufrieron las tropas soviéticas en 1989 y que llevó a la evacuación del país. Pero allí también está el semillero que dio origen al terrorismo de sesgo islámico.

Los medios gráficos también dejaron plasmados aquel encuentro que, en febrero de 1983, el entonces presidente Ronald Reagan mantuvo con los talibanes en la Casa Blanca y que fue registrado por su fotógrafo oficial, Michael Evans.

Febrero de 1983. Ronald Reagan, presidente de los Estados Unidos, reunido con una delegación de los talibanes en un salón de la Casa Blanca. Foto: Michael Evans.

En abril de 1992 Kabul y Afganistán cayeron en manos de los muyahidines. En 1994 aparecieron los talibanes, quienes durante ese año se apoderaron de Kandahar y de las provincias meridionales de Lashkargah y Helmand. Los talibanes gobernaron la casi totalidad de Afganistán entre 1996 y 2001 y la empresa petrolera argentina Bridas de Carlos Bulgheroni obtuvo un contrato para la construcción de un gasoducto de 1.492 kilómetros desde Turkmenistán hasta Pakistán con el visto bueno de los talibanes. Bien pronto, con el avance de los Estados Unidos en el espacio postsoviético, la empresa argentina fue perdiendo todos sus negocios en favor de las estadounidenses, principalmente con Unocal [28]. ¿Se trataba entonces de cuestiones de seguridad de Estados Unidos? ¿Se trataba de derrotar a Al-Qaeda en Afganistán?

Estos datos son relevantes para comprender los motivos que fueron llevando a la implosión soviética y a la expansión de los Estados Unidos en el espacio postsoviético. La globalización propuesta por Washington estaba en marcha en un esquema que los propios estadounidenses y algunos analistas internacionales consideraron como “unipolar”.

Otra cuestión que, a la luz de los hechos actuales, se ha tornado como una preocupación es el papel que China tomaría en la actual situación. Bien, aquí también debemos regresar a la historia y citar nuevamente a Tim Weiner, quien informa acerca de lo que considera “la misión de tráfico de armas más importante de la CIA” para poder proveer a los muyahidines, operación que contó con un respaldo de los saudíes que igualó al que estaba llevando a cabo la CIA, mientras que “los chinos enviaron armas por un valor de varios millones de dólares, y lo mismo hicieron los egipcios y los ingleses”, mientras la CIA coordinaba los envíos[29]. Entonces queda claro que China se involucró en Afganistán gracias a la “invitación” de los Estados Unidos, para lo cual debe recordarse que pocos años antes Richard Nixon y Henry Kissinger habían sido protagonistas en la denominada “diplomacia del ping-pong”. Como en inteligencia es fundamental verificar las fuentes, veamos que nos dice el propio Kissinger:

En Afganistán, la Unión Soviética vivió muchas de las vicisitudes que había sufrido Estados Unidos en Vietnam, en este caso, con el apoyo y la coordinación de Estados Unidos, China, los países del Golfo y Pakistán, que financiaron y prepararon a la resistencia armada.[30]

Otros “compromisos” con el islamismo

En el marco de la guerra contra el terrorismo, algunos periodistas y analistas internacionales aseguran que el gobierno estadounidense de turno se equivocó al llevar adelante la invasión de Iraq para derrocar a Saddam Hussein cuando aún no se había consolidado en Afganistán. Esa operación se inició el 20 de marzo de 2003 con los primeros bombardeos.

Tras la invasión de Iraq, los estadounidenses establecieron un campo de detención en el desierto de ese país, en las afueras de la ciudad de Basora, al que denominaron “Camp Bucca”, en el que tuvo su origen el grupo extremista que luego pasó a autodenominarse “Estado Islámico”. Muchos de los más de 25.000 detenidos en ese presidio fueron transferidos desde la cárcel de Abu Ghraib, luego del escándalo que dio vuelta al mundo con fotos que mostraban las torturas y abusos que sufrían los prisioneros.

En “Camp Bucca”, precisamente, estuvieron detenidos varios de los que serían los miembros principales de la dirigencia del Estado Islámico (ISIS o DAESH), entre ellos su líder Abu Bakr al-Baghdadi. Por otro lado, el desmantelamiento del ejército iraquí también nutrió las filas de esta organización con hombres bien entrenados.

Como si esto fuera poco, desde Estados Unidos se respaldó lo que se denominó la “primavera árabe” (2010 – 2012), lo que derivó en la desestabilización de varios regímenes de los países árabes. Debe también mencionarse el ataque a Libia para derrocar a Mamuar Gadafi, operación militar llevada a cabo por Estados Unidos, acompañado por varios países europeos, y que contó con la anuencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que, en marzo de 2011, votó en su favor. Una vez más, las democracias occidentales favorecieron a los rebeldes, ya que esta decisión benefició al último bastión rebelde que quedaba en Bengasi.

La insurgencia siria también recibió apoyo de las democracias occidentales y del gobierno turco con la intención de derrocar al gobierno de Bashar Al-Assad. Cuando se inició el conflicto en Siria, en marzo de 2011, el cual se originó a partir de una manifestación en la ciudad de Deraa, que fue propagándose por otras ciudades del país y reprimidas fuertemente por el gobierno, comenzaron a aparecer diferentes grupos rebeldes, algunos de los cuales contaron con el apoyo económico y de armas por parte de Estados Unidos, Turquía y otros países. El diario alemán Bild, en agosto de 2012, publicó que un buque espía de la Armada alemana navegaba frente a las costas de Siria. Esta nave en ese momento, contaba a bordo con la última tecnología de espionaje del Bundesnachrichtendienst (BND) —el servicio alemán de inteligencia exterior— y proporcionaba información específica a los rebeldes sirios en su lucha contra el presidente Bashar al-Assad. Esa tecnología le permitía observar movimientos de tropas hasta 600 kilómetros de profundidad en territorio sirio. Según el informe, las observaciones se transmitían a los servicios asociados estadounidenses y británicos. Estos, a su vez, también transmitían esa información al Ejército de Liberación de Siria[31]. Otros medios alemanes también replicaron esa información; por el ejemplo, Welt, basándose en información de Bild am Sonntag, informaba que “los agentes del BND también están estacionados en la base turca de la OTAN en Adana. Desde allí, interceptaron llamadas telefónicas y comunicaciones por radio de Siria”[32]. Asimismo, agregaba que se mantenía un contacto informal con fuentes cercanas al régimen de Al-Assad. Según esa información, un funcionario del servicio secreto estadounidense habría afirmado que “ningún servicio secreto occidental tiene fuentes tan buenas en Siria como el BND”[33].

Welt también informaba que el servicio secreto británico estaba apoyando a los rebeldes sirios con información sobre los movimientos de las tropas sirias. Los británicos seguían la situación de Siria desde Chipre —donde mantiene dos bases militares con fines de inteligencia—, según habría manifestado un representante de los insurgentes a The Sunday Times. Esta fuente reveló que la información recopilada luego se transmitía a los Estados Unidos y a Turquía y que ellos lo conseguían a través de los turcos. La información proporcionada por los británicos permitió a los insurgentes conocer el movimiento de las tropas sirias en su despliegue en dirección a Alepo, en el noroeste de Siria, lo que favoreció un ataque que los rebeldes llevaron a cabo contra el ejército sirio a principios de agosto de 2012, cerca de la ciudad suroccidental de Idlib[34].

El entonces presidente del BND, Gerhard Schindler —quien debió renunciar en abril de 2016 por el escándalo de las escuchas telefónicas a los aliados por parte de la NSA estadounidense—, en una entrevista explicó que su servicio tenía recursos limitados, por lo cual establecía prioridades, como por ejemplo, Siria y Afganistán[35].

Quien haya seguido de cerca estos veinte años de intervención estadounidense en Afganistán se ha familiarizado con expresiones como “errores de inteligencia”, “daños colaterales” y otras similares que sirvieron para “justificar” los ataques que las fuerzas de ocupación hicieron sobre la población civil. Pueblos enteros en la frontera Af-Pak fueron sometidos al terror de los drones estadounidenses, los cuales sobrevolaban los mismos mientras sus habitantes esperaban el momento en que lanzaran sus bombas. Hubo noticias en las que se informaba de “ataques por error” a afganos que se encontraban celebrando una boda.

Además de las violaciones y torturas en “Abu Ghraib” y de “Guantánamo” deben recordarse los centros clandestinos de detención de la CIA en Europa, en países europeos, y los vuelos que la CIA realizó a través de ese mismo continente trasladando supuestos terroristas durante el gobierno de George W. Bush, cuya difusión comprometió seriamente a varios gobiernos europeos. 

Reflexiones parciales en un momento de incertidumbre

Como puede apreciarse, la historia nos permite precisar cómo han sido los hechos y quitar el velo de algunas cuestiones que la “propaganda” ha impuesto a lo largo de estos últimos cuarenta años.

El gobierno estadounidense ha sido el sustento del islam radical desde antes de la invasión de la Unión Soviética a Afganistán, como lo ha afirmado el propio Brzezinski, y con la intención de provocar la intervención de Moscú para llevarlos a su “propio Vietnam”.

Los ataques del 11-S fueron una débil argumentación para proceder a la invasión en Afganistán, como también lo fue la falsedad de la existencia de armas de destrucción masiva para justificar el ataque a Iraq. A eso le siguió el involucramiento en Siria y la embestida contra Libia. En este contexto, nunca dejó de agredirse a Irán, aun cuando su gobierno pareció acogerse a lo pactado respecto del acuerdo nuclear. Finalmente el entonces presidente Donald Trump retiró a su país del acuerdo nuclear, en el marco interno, por su intención de deshacer todo lo realizado por su antecesor, Barack Obama, y en el marco externo, para alinearse con el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, quien mantuvo siempre vigente su propaganda contra Irán a escala mundial, influyendo no solo en Medio Oriente sino también en América del Sur. De alguna manera, la destrucción de los países que se constituían en adversarios de Israel ha borrado a sus grandes enemigos, salvo Irán, y abrió las puertas a que estableciera relaciones diplomáticas —Acuerdos de Abraham— con Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, países árabes del Golfo Pérsico.

Sin embargo, esas operaciones de la CIA, esas prisiones clandestinas y toda la política que han llevado a cabo en el marco de la “guerra contra el terrorismo global” que, precisamente provocó una gran desestabilización en una amplia región que se extiende desde el norte de África, pasando por Medio Oriente hasta llegar a Afganistán, ha llevado a que ese terrorismo que Brzezinski negaba que fuera global, a la vez que consideraba que solo se trataba de unos locos islamistas, se haya transformado en una metástasis a escala mundial.

Una vez más, como una concreción de una profecía, luego de que la Casa Blanca y sus países aliados alertaran de potenciales ataques en el aeropuerto de Kabul, el jueves 26 de agosto dos explosiones provocaron la muerte de al menos 90 personas —entre ellos 13 soldados estadounidenses— y más de 150 heridos en la capital de Afganistán, incluidos niños y mujeres. Una nueva franquicia ha aparecido en el espectro terrorista y se constituye como el principal enemigo de los talibanes: ISIS-K o Provincia del Estado Islámico de Khorasan.

Estados Unidos, una vez más, se ha mostrado como un aliado nada confiable, capaz de cambiar de rumbos sin advertir a sus propios aliados de esos virajes que los someten a un verdadero caos en el que los pone innecesariamente en riesgos. Este es un claro ejemplo de ello como así también, mediante la “política del ping pong”, dejó fuera del juego a Taiwán e hizo su apuesta por la República Popular China, la que pasó a sentarse en la banca de Taiwán en el Consejo de Seguridad, con derecho a veto. Allí está el origen del poder que fue tomando el régimen de Beijing que, como se pudo ver, también fue invitado a colaborar con los rebeldes afganos en la década de 1980. Haciendo una digresión, en este contexto, ¿cuál será el futuro de Taiwán luego de esta retirada de Estados Unidos que mostraría una clara debilidad ante China?

¿Cómo hoy pueden sorprenderse de que China y Rusia estén negociando con los talibanes desde antes de esta bochornosa retirada? Los que “se mudan” lejos son los estadounidenses, quienes les dejan nuevamente a sus molestos vecinos, contra los cuales comenzaron a combatir los soviéticos en 1979. Bien, ante un acuerdo unilateral, ante una decisión inconcebible y sin un “plan B” por parte de Washington, los rusos y los chinos, así como otros vecinos de la región que no pueden “mudarse” lejos como los estadounidenses, deben establecer alguna negociación para convivir desde ahora y de cara al futuro. No obstante, la retirada de Estados Unidos no deja de ser un alivio, al menos por ahora, para Rusia y China. Por su parte, el presidente ruso, Vladímir Putin expresó la esperanza de que el talibán (movimiento proscrito en Rusia) “cumpla sus promesas de restaurar la paz en Afganistán”.

Las contradicciones han quedado a la vista. Al inicio de este artículo se ha mostrado un titular del diario español ABC del 01/04/2004 que decía que los gobiernos occidentales prometían no abandonar Afganistán a su suerte y otro de France24 del 14/08/2021, que titula que “Occidente se apresura a abandonar Afganistán, mientras el Talibán se toma más de la mitad del país”.

En función de ello, debe considerarse que los gobernantes de Occidente siempre han llenado horas con pomposos discursos humanitarios, pero a la vez impidiendo que los migrantes llegasen a sus costas y a sus territorios, quienes huían —en muchas ocasiones— de los desastres y guerras que de la mano de Washington y de la OTAN, con sus serviles europeos y australianos que siempre hacen de “coro griego” y participan de la tragedia, pero ya no en los escenarios de un teatro sino en escenarios regionales: desde Corea, Vietnam hasta los más recientes de Afganistán, Iraq, Siria, Libia. Tampoco debe olvidarse que de ese coro también forman parte Canadá y Nueva Zelanda.

Josep Borrell, Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, en una entrevista que le realizaron el 18 de agosto en la RTVE, expresó que lo sucedido en Afganistán es una derrota del mundo occidental. A continuación agregó: “Hay que extraer lecciones de eso y saber los errores que hemos cometido, por qué hemos llegado hasta aquí y saber de qué manera podemos defender mejor nuestros valores y nuestros intereses en el mundo”.

Como dijo Aldous Huxley: “Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”.

Los líderes de los países occidentales acaso deban preguntarse: el fracaso de Occidente en Afganistán ¿no es el resultado de no haber tenido en cuenta las experiencias de décadas que están hasta escritas en la Historia?

Bien, queda en el aire la pregunta pero hay otros interrogantes que debemos tener en cuenta. En función del acuerdo celebrado entre el gobierno de Estados Unidos y los talibanes, no ha habido ataques de este grupo a las fuerzas estadounidenses, los que se retiran, “regalándoles” no solo el país a los talibanes sino también todo un arsenal que podrá ser empleado por ellos. Toda la inversión en armamento destinada a las fuerzas armadas de Afganistán, ahora está en posesión de los nuevos dueños del país. ¿Quizá haya habido un nuevo acuerdo con los talibanes como en la década de 1980?

Finalmente, la ocupación y la desbandada de Afganistán ha puesto en evidencia, como en tantas otras ocasiones, que quizás lo que se consideran “fallas de inteligencia” en verdad no lo son, sino que la dirigencia política —es decir, la que toma las decisiones— hace caso omiso a lo que la inteligencia le informa y procede por su lado responsabilizándola de las cosas que parecen salir mal.

El paso del tiempo permitirá ver con mayor claridad algunas cuestiones que aún parecen inexplicables.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

[1] “Les révélations d’un ancien conseiller de Carter. ‘Oui, la CIA est entrée en Afghanistan avant les Russes…’” Nouvel Observateur, 15/01/1998.

[2] Michael Gabriel Hernández. “Reporte de inteligencia de EEUU afirma que es poco probable lograr un acuerdo de paz en Afganistán”. Agencia Anadolu, 15/04/2021, https://www.aa.com.tr/es/política/reporte-de-inteligencia-de-eeuu-afirma-que-es-poco-probable-lograr-un-acuerdo-de-paz-en-afganistán/2209343, [consulta: 20/04/2021].

[3] Gordon Lubold y Yaroslav Trofimov, “Afghan Government Could Collapse Six Months After U.S. Withdrawal, New Intelligence Assessment Says”. The Wall Street Journal, 23/06/2021, https://www.wsj.com/articles/afghan-government-could-collapse-six-months-after-u-s-withdrawal-new-intelligence-assessment-says-11624466743

[4] Dan Lamothe y Shane Harris. “Afghan government could fall within six months of U.S. military withdrawal, new intelligence assessment says”. The Washington Post, 24/06/2021, https://www.washingtonpost.com/national-security/afghan-government-could-fall-within-six-months-of-us-military-withdrawal-new-intelligence-assessment-says/2021/06/24/42375b14-d52c-11eb-baed-4abcfa380a17_story.html

[5] Ídem.

[6] Ídem.

[7] Nick Paton Walsh, Evan Perez, Mohammed Tawfeeq. “ómo una redada en Afganistán reveló que al Qaeda sigue teniendo alcance mundial bajo la ‘protección’ de los talibanes. CNN en Español, 28/05/2021, https://cnnespanol.cnn.com/2021/05/28/al-qaeda-sigue-creciendo-bajo-la-proteccion-de-talibanes-trax/

[8] John Bowden. “Republicanos eliminan página web que celebra el acuerdo de Trump con los talibanes”. Independent en Español, 17/08/2021, https://www.independentespanol.com/noticias/republicanos-eliminan-web-acuerdo-trump-talibanes-b1903686.html

[9] Dan Lamothe, John Hudson, Shane Harris and Anne Gearan. “U.S. officials warn collapse of Afghan capital could come sooner than expected”. The Washington Post, 10/08/2021, https://www.washingtonpost.com/national-security/2021/08/10/afghanistan-intelligence-assessment/

[10] Ídem.

[11] Pablo Guimón. “Una investigación de ‘The Washington Post’ revela 18 años de mentiras en la guerra de Afganistán”. The Washington Post, 10/12/2019, https://elpais.com/internacional/2019/12/09/estados_unidos/1575911162_574027.html, [consulta: 10/12/2020].

[12] Ídem.

[13] Craig Whitlock. “The Afghanistan Papers. A secret history of the war. At War With The Truth”. The Washington Post, 09/12/2019, https://www.washingtonpost.com/graphics/2019/investigations/afghanistan-papers/afghanistan-war-confidential-documents/ [consulta: 10/12/2020].

[14] Ídem.

[15] Ídem.

[16] Tim Weiner. Legado de cenizas. La historia de la CIA. [1ª ed.] Buenos Aires: Debate, 2008, p. 380.

[17] Ídem.

[18] Ídem.

[19] Ídem.

[20] Ibíd., p. 381.

[21] Ídem.

[22] “Les révélations d’un ancien conseiller de Carter. ‘Oui, la CIA est entrée en Afghanistan avant les Russes…’” Nouvel Observateur, 15/01/1998.

[23] Ídem.

[24] Ídem.

[25] Gilles Kepel. La yihad. Expansión y declive del islamismo. Barcelona: Península, 2001, p. 207.

[26] Ídem.

[27] Los deobandis son uno de los grupos de los musulmanes. Está íntimamente relacionado con la Universidad de Deoband, en India (Dar al-‘Ulum, “Casa del Conocimiento”. En sus orígenes en la India ya expresaba un fuerte rechazo contra el avance de Occidente y su civilización materialista laica en el subcontinente indio. Sus objetivos eran preservar las enseñanzas del Islam, su fuerza y sus rituales, resistir a las destructivas actividades misioneras del invasor británico y su cultura y difundir el Islam y su cultura.

[28] Ahmed Rashid. Los talibán. El Islam, el petróleo y el nuevo “Gran Juego” en Asia Central. Barcelona: Península, 2001, 375 p.

[29] Tim Weiner. Op. cit., p. 400.

[30] Henry Kissinger. China. Buenos Aires: Debate, 2012, p. 403

[31] „Deutsches Spionageschiff laut «BamS» vor Syrien im Einsatz”. Bild, 19/08/2012, https://www.bild.de/news/aktuell/deutsches-spionageschiff-laut-bams-vor-syrien-1-25725408.bild.html, [consulta 26/08/2012].

[32] “Deutsches Spionageschiff hilft syrischen Rebellen”. Welt, 19/08/2012, https://www.welt.de/politik/ausland/article108682338/Deutsches-Spionageschiff-hilft-syrischen-Rebellen.html, [consulta 26/08/2012].

[33] Ídem.

[34] Ídem.

[35] Martin Lutz, Uwe Müller. „Alle sollten stolz sein, für den BND zu arbeiten”. Welt, 11/08/2012, https://www.welt.de/politik/deutschland/article108568246/Alle-sollten-stolz-sein-fuer-den-BND-zu-arbeiten.html, [consulta 26/08/2012].

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AFGANISTÁN: LOS TALIBANES Y LA TRAMPA DEL RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL

Francesca Musacchio*

Afganistán está perdido. Es la amarga conciencia de la alta diplomacia internacional que en estas horas ha jugado la última carta desesperada para salvar lo que se puede salvar en esa desafortunada tierra. Todas las actividades de los Estados Unidos en particular han estado dirigidas a salvar la cara de Occidente, completamente aplastada por los talibanes. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, envió al jefe de la CIA a Kabul dándole un amplio mandato. William Burns es el primer ex diplomático con una carrera política en la cima de la agencia de inteligencia y su experiencia internacional lo ha convertido en el hombre adecuado a los ojos de Biden. Pero Burns fracasó en este caso porque las demandas de los talibanes eran inadmisibles.

Según fuentes diplomáticas, el líder del grupo, el mulá Abdul Ghani Baradar, a cambio del aplazamiento de la retirada de tropas fijada para el 31 de agosto, habría pedido el reconocimiento del gobierno talibán por parte de Estados Unidos y la comunidad internacional. El mandato del jefe de la CIA era amplio, pero no hasta ese momento. Y así Biden, durante el G7, dijo a los demás representantes de la cumbre que la fecha del 31 de agosto sigue fijada. Por lo tanto, todas las operaciones de evacuación de civiles y soldados deben completarse antes de fin de mes y las tropas extranjeras tendrán que abandonar el Afganistán. De lo contrario, los talibanes están listos para presentar sus “demandas”, según reiteró en una conferencia de prensa el portavoz del grupo. Peticiones que, en realidad, tienen el sabor de las amenazas.

Por lo tanto, la comunidad internacional se ha visto obligada a volver al recuadro anterior. El tiempo disponible para la evacuación del aeropuerto de Kabul, para aquellos que tienen derecho a ella, es limitado. El martes por la tarde el G7 tuvo que tomar nota de esto, a pesar de la presión sobre los Estados Unidos por parte de Francia, Inglaterra y Alemania para extender el tiempo que pase en el país.

Ahora la pelota está en el tejado del G20, donde la cuestión del reconocimiento de los talibanes es crucial. Hay países, como China, que están muy inclinados a reconocer al Emirato Islámico. Después de todo, Beijing no tendrá ningún problema en reconocer a un régimen autoritario que viola los derechos humanos. Y también lo hace Turquía, donde el presidente Erdogan actúa como un dictador.

En este sentido, ya están registradas las primeras reuniones oficiales entre las delegaciones chinas y los miembros del buró político de los talibanes, que también han obtenido el aval parcial de Ankara.

A la espera de la cumbre entre los grandes del mundo, los talibanes ya han respondido con hechos a las peticiones de prórroga en la retirada de tropas. El portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid (foto destacada), en la rueda de prensa celebrada en Kabul, mientras el G7 estaba en marcha, pidió a los estadounidenses que no animen a los afganos a salir, subrayando que actualmente el acceso al aeropuerto está permitido solo a los extranjeros.

La conquista de Afganistán por los talibanes y la aplastante derrota infligida a la comunidad internacional después de 20 años de guerra, ha fortalecido al grupo de extremistas que ahora establecen las condiciones y exigen una rendición incondicional de la Coalición. Este resultado es la consecuencia del enfoque equivocado de una ideología llevada a cabo no solo por los talibanes y difícil de descubrir. Estados Unidos y todo Occidente, que ha librado una guerra contra el terrorismo, han subestimado el papel de una ideología tribal bien arraigada en el país, especialmente en las zonas periféricas. Afganistán no es sólo Kabul.

Las realidades profundamente tribales resisten en el país, vinculadas a grupos étnicos que a menudo reconocen su identidad en los talibanes y el extremismo religioso. Los informes de la inteligencia occidental no valen nada (y han sido valiosos) y en los últimos años han dibujado una imagen sombría, pero clara, de lo que realmente es Afganistán. Solo aquellos que realmente han experimentado el país, en medio de las montañas impermeables, pueden entender por qué los talibanes han derrotado a Occidente

* Directora de Ofcs.report. Colaboradora del diario Il Tempo. Autora del libro “La Trattativa Stato Islam”. Miembro del comité científico del Centro Studi Averroè .

 

Publicado originalmente el 25/08/2021 por OFCS.REPORT (Italia) https://www.ofcs.it/il-direttore/afghanistan-i-talebani-e-la-trappola-del-riconoscimento-internazionale/#gsc.tab=0 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con autorización de OFCS.REPORT.