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ARGENTINA UN ESTADO MARÍTIMO CON UN ATLÁNTICO SUR ABANDONADO

César Augusto Lerena*

El día 21 de mayo —en dos páginas— La Nación explica la tapa que titula: “Pesca Ilegal. Los piratas del siglo XXI se llevan U$S 1.000 millones del Mar Argentino” y en el Editorial del día 23 “Pesca ilegal: falta decisión política”. Al respecto diré: los buques extranjeros no se llevan mil, sino al menos 2.600 millones de dólares anuales y, estos números, en la comercialización final minorista significan entre 14 y 15 mil millones de dólares por año. Este es un problema que no surge por generación espontánea ni la culpa la tiene el Coronavirus COVID-19, tiene más de 50 años (el siglo XX). Desde 1976 los gobiernos han tolerado la pesca ilegal de entre 300 y 400 buques extranjeros que se llevaron unos 44 millones de toneladas por un valor comercial final minorista del orden de los 770 mil millones de dólares. Ello no solo es una enajenación económica ilegal por parte de buques extranjeros, sino que impidió la generación de cientos de miles de empleos y el desarrollo de los pueblos pesqueros de toda la costa atlántica argentina. Es decir, el desarrollo de un área estratégica, que se considera desfavorable.

Si bien el diario La Nación califica el problema, dejando en claro a qué áreas les asigna responsabilidad; lo más importante, es que visibiliza una cuestión que estuvo ausente en los gobiernos de las últimas décadas y, aunque no comparto parte de la información y algunas herramientas, mucho menos de que “se analiza la conveniencia de continuar el intercambio de información en la Comisión de Pesca Argentino-Británica porque el Reino Unido sigue otorgando unilateralmente licencias” (¿hay otra forma de hacerlo, sino es Argentina? Lo único que nos falta es que nos asociemos para otorgarlas). La Argentina no necesita reunirse al efecto. Quienes sí necesitan esta información son los británicos, ya que, siendo recursos migratorios argentinos la información está al acceso de nuestros investigadores, pudiéndose, además, confrontar con datos del mercado.
A propósito de los recursos migratorios, hay que precisar que, no solo hay que cuidar los recursos dentro de la ZEE Argentina, sino, muy especialmente los migratorios, como desde 1995 lo establece la Ley 24.543 y desde 1998 la Ley 24.922 que, con el fin de proteger los derechos preferentes de la Argentina, en su condición de Estado Marítimo (ribereño para la CONVEMAR), el Subsecretario de Pesca, el Consejo Federal Pesquero, que SON LOS ADMINISTRADORES, deben organizar y mantener un sistema de regulación de la pesca más allá de las 200 millas, respecto de los recursos migratorios o que pertenezcan a una misma población de especies o asociadas a las de la ZEE Argentina, diseñando las herramientas legales, políticas, biológicas y económicas (algunos proyectos concluidos en mi poder) para administrar el ecosistema del Atlántico Sur, en la que están en mora todos los funcionarios desde hace 25 años a la fecha. El Consejo Federal Pesquero nunca tuvo una reunión al efecto, incluso ahora que la Argentina fue invadida por 100 buques. No fue Bolivia corriendo el mojón de Abra y las fuerzas argentinas actuaron porque dos capitanes de pesca levantaron la perdiz. Fueron 50 buques menos que el total de buques que estuvieron presentes en el Atlántico Sur durante la guerra de Malvinas y no solo son asiáticos. Ocupan nuestro territorio ilegalmente y se llevan nuestros recursos originarios el Reino Unido (o con licencias ilegales otorgadas por este), buques españoles, chinos y algunos otros.

Además, no es en la “Pampa Marítima” o la “Pampa Azul” —términos que no comparto— donde se extraen los recursos pesqueros, sino en el territorio más amplio del país, estratégico, y uno de los potencialmente más ricos. La Argentina, con una ZEE de 3.146.345 km2, 6.816 km de costa, 1.784.000 km2 de plataforma continental, los kmdel sector meridional del Atlántico Sur y la Antártida, es un “ESTADO MARÍTIMO”, de los diez más amplios del mundo, aunque, por falta de instrucción o conocimiento, los argentinos en general carecen de una cultura marítima.

El mar argentino, su lecho y subsuelo no es la “pampa” agraria o ganadera, es subestimar con esta denominación al único territorio nacional que —de hecho— tiene una “hipótesis de conflicto” y cuyo Potencial Económico es de 670 mil millones de dólares con la posibilidad de generar 570 mil puestos de trabajo directo prospectado (2016-2035), según el Escenario Medio del Informe Técnico Nº 10 elaborado por los investigadores Gustavo Baruj y Sergio Drucaroff del Centro Interdisciplinario de Estudios en Ciencia, Tecnología e Innovación (CIECTI).

Este territorio marítimo del ESTADO MARÍTIMO NACIONAL a falta de valorarlo lo ocupan y expolian los extranjeros. Dejemos de dar la espalda al mar y mirar el territorio nacional desde el mar, como lo ven más de 500 buques pesqueros nacionales custodios de la soberanía, cientos de industrias pesqueras y navales, proveedores de servicios e insumos, decenas de miles de trabajadores marítimos, pesqueros y navales, las fuerzas armadas y de seguridad vinculadas al mar.

No podemos aceptar pasivamente que el “Acuerdo de Madrid” siga vigente, ya que —aun rechazando su legalidad, alcance militar y económico— el propio Reino Unido lo viola al ignorar la Res. 31/49 de la ONU (Las partes deben abstenerse de adoptar modificaciones unilaterales mientras las islas atraviesen el proceso de negociación recomendado por la ONU); ocupa Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur; invade 1.639.900 km2 del mar argentino y explota los recursos pesqueros y petroleros; es el principal responsable de internacionalizar y militarizar el Atlántico Sur y, de violar —despreciando la paz mundial— la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur(ZPCAS) aprobada por la Resolucón de la Asamblea General ONU 41/11 del 27 de octubre de 1986 al instalar en Malvinas la más importante base militar y misilística del Atlántico Sudoccidental. El ZPCAS es un Acuerdo de todos los Estados con ZEE en el Atlántico Sur, incluso, de Sierra Leona y Sudáfrica, que son miembros de la British Commonwealth y, esta unidad afro-americana no fue suscripta por las islas ocupadas por el Reino Unido como Ascensión, Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y Tristán da Cunha, en oposición al espíritu con el que nació esta Zona de Paz, influenciada por la Guerra Fría post Segunda Guerra Mundial y su poder bipolar, la guerra de Malvinas, la intromisión de potencias externas en el Atlántico Sur y Angola y preocupados por las cuestiones socio-económicas, la sostenibilidad de los recursos, el medio ambiente, la paz y seguridad y también en la emancipación de Sudáfrica y sus colonias; ampliado con la Declaración de Desnuclearización de Brasilia en 1994.

El Reino Unido internacionalizó el Atlántico Sur y los buques chinos fueron los primeros, junto a los españoles y otros países, quienes adhirieron a su sistema de licencias ilegales pesqueras.

Es el Reino Unido, quién instaló en el mundo que el mar argentino era un caladero abierto negociable y la Argentina —muy especialmente— los Cancilleres Caputo, Cavallo, Di Tella, Malcorra y Faurie, tuvieron una estrategia complaciente, acotados a la Resolución ONU 2065/65 que insta sin éxito a negociar desde hace 55 años. Los sucesivos gobiernos nacionales se pasaron los años invitando a sentarse al Reino Unido, cediendo territorios y derechos, congelados por la fórmula del Paraguas, mientras la pérfida falange de Albión avanza sin pudor.

Si el Reino Unido no estuviese en el Atlántico Sur, no habría buques chinos, españoles u otros pescando sin autorización argentina, incluso, aun estando, si la Argentina hubiese llevado una política nacional posible, soberana e inteligente, tampoco pescarían ilegalmente. No es la misma estrategia la que hay que llevar con China, con España o con el Reino Unido. Y ello, no solo se resuelve con aplicar una multa a algún buque extranjero capturado (que hay que hacerlo). Hay que establecer una política diplomática, pesquera y económica atractiva para quienes pescan ilegalmente, porque, lo que está en juego, no es un pescador deportivo furtivo, son importantes intereses económicos y necesidades alimenticias como las de China, España y otros mercados.

La propia URSS —en pleno esplendor— cuando por Ley 17.094 la Argentina estableció las 200 millas como Mar Territorial (no la ZEE que luego reguló la CONVEMAR) y no había Nación importante que reconociera derechos en esos espacios marítimos, se avino al pago de un canon y ello no fue obra de la casualidad, sino de una importante estrategia que un inteligente funcionario del Estado diseñó y llevó a la práctica, pese a la resistencia inicial del gabinete de la Nación.

Trataré de que alguna cuestión coyuntural no me impida presentar en los próximos artículos el “Protocolo Adicional Mercado Común Pesquero del Sur (MERCOPES) del MERCOSUR en el Atlántico Sudoccidental y Pacífico Sudeste” (© RL-2019-112532147-APN-DNDA#MJ-23/12/2019) y la estrategia general que podríamos aplicar (aquellas publicables), pero, no puedo dejar de señalar dos hechos que nos demuestran en la gravedad e incapacidad en la que estamos inmersos. El primero: el Reino Unido, acaba de inaugurar —mientras nosotros festejábamos virtualmente los 210 años de la Revolución de Mayo— con un costo de ₤ 11 millones, un puerto en las islas Georgias del Sur para albergar al buque de investigación RRS David Attenborough; el buque patrulla de pesca MV Pharos SG y los buques de la Royal Navy “HMS Forth” (1 cañón de 30mm, 2 ametralladoras multicañón y 4 ametralladoras), y “HMS Protector” de 5.000 toneladas. El segundo, mientras los chinos pescan en el Atlántico Sur y, para ser más eficientes cuentan con abastecimiento en altamar, la Argentina habría recibido en Puerto Belgrano al barco petrolero chino Hai Gong You 309 (IMO 9153214) para cargar combustibles libres de impuestos. El tercero…

En la tauromaquia, los avisos son tres; al cuarto, se llevan el toro al corral (Ithacar Jalí).

Ceterum censeo Carthaginem esse delendam.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provincia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Asesor en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.

Copyright ©2020

 

SIGNIFICADO DE LA COOPERACIÓN BILATERAL CON HAITÍ

Pedro von Eyken*

 

Un artículo sumamente motivador de Omar Martín Tejada Pérez, integrante de la SAEEG y oficial retirado de la armada peruana, me llevó a enviarle este modesto aporte a Marcelo Javier de los Reyes. Respondo también a la propia invitación de este último para escribir sobre Haití[1].

Primero me interesa recordar, como siempre que hablo de Haití, que fue el primer país del mundo que reconoció nuestra independencia. Sucedió en 1817, cuando el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín de Pueyrredón, envió un agente a dialogar con el presidente de Haití, Alexandre Pétion. El mandatario haitiano estaba interesado en cooperar con la emancipación de los países americanos y era conocida, en ese sentido, su relación con Simón Bolívar, a quien ofreció armas, barcos y soldados para su lucha emancipadora.

Haití fue la primera república negra del mundo y la primera en abolir la esclavitud. Esta liberación impulsó su independencia y en ello Haití sentó un precedente mundial. En el hemisferio occidental, Haití fue la segunda nación en obtener su independencia en enero de 1804, luego de Estados Unidos (1776) y 150 años antes que la mayoría de las naciones africanas. La esclavitud fue abolida en Haití siete décadas antes que en EE.UU. y 90 años antes que en Brasil. Por esos hechos históricos Haití debió pagar un alto precio pecuniario frente a su antigua metrópoli, Francia, y otro político frente a Estados Unidos, que ocupó militarmente el país caribeño de 1915 a 1934. A esos orígenes difíciles como nación independiente en época tan temprana le debe el digno pueblo de Haití buena parte de sus infortunios actuales.

Si seguimos por el título del artículo de Tejada Pérez, también he visitado un orfanato en Haití, sostenido por la generosidad de seres humanos sensibles que, desde el extranjero, comprenden las necesidades materiales y de afecto de miles de niños haitianos. Las familias extranjeras les cambian totalmente la vida a estos chicos en el más amplio sentido de la palabra cambio.

Seguidamente me extenderé en una digresión sobre el rol desempeñado por la Argentina en la Fuerza de Estabilización de la ONU en Haití (MINUSTAH), antes de pasar al punto focal de mi artículo, la cooperación bilateral.

Tomé contacto con la MINUSTAH cuando llegué a Haití, justo cuando esa Misión se estaba retirando. La Argentina tenía el segundo contingente de fuerzas desplegadas en ese país y un general del Ejército Argentino, Gabriel Guerrero, se desempeñó como Segundo Comandante de la Fuerza Militar (Deputy Force Commander) entre 2012 y 2013.

Con el presidente de Haití, Jovenel Moïse.

Nuestro país aportó tropas de paz durante 13 años (2004-2017), donde quedaron de manifiesto la eficiencia y el profesionalismo con que nuestras Fuerzas Armadas llevaron adelante una política de Estado, las misiones de paz en el orden internacional. Argentina desplegó, en esos años, 12.800 cascos azules, hombres y mujeres, que cumplieron su labor en un país muy vulnerable, devastado en enero de 2010 por un terremoto que se cobró más de 300.000 vidas y dejó sin techo a un millón y medio de personas. Entre otros problemas estructurales que conviven con sus encantos, Haití posee montañas deforestadas, altas tasas de desocupación y analfabetismo, enfermedades endémicas como malaria, dengue y tifus y un enfrentamiento político y social que se acentuó a partir de julio de 2018 y aún continúa. En ese contexto complicado, la pandemia de COVID-19 abre un interrogante preocupante, cuando se escriben estas líneas, debido a la elevada vulnerabilidad sanitaria y hospitalaria del país.

Seis años después del terremoto provocó desolación el huracán Matthew, que atacó con virulencia el sur del país en septiembre de 2016, dejando un saldo de más de 800 muertos y miles de desplazados.

Un párrafo destacado, en el ámbito de la MINUSTAH, merece la actuación del Hospital Militar Reubicable Argentino a cargo de nuestra Fuerza Aérea, que culminó en forma exitosa en septiembre de 2017. En esos días recorrí el hospital y escuché numerosas alabanzas. El hospital asistió al personal de la fuerza de paz pero también dio apoyo sanitario a la población local en emergencias y catástrofes. Llevó a cabo más de 200 mil atenciones médicas.

De 2017 a 2019, la MINUSTAH dio lugar a la Misión de Apoyo a la Justicia de la ONU (MINUSJUSTH), con la que coincidí. En ella deseo subrayar el destacado papel que tuvieron los efectivos de la Gendarmería Nacional Argentina (GNA). Cumplieron un rol destacado y reconocido en ambas Misiones de la ONU. En el caso de la MINUSJUSTH, la satisfacción por el desempeño de los oficiales y suboficiales de nuestra GNA me fue expresamente señalada por un general de la gendarmería francesa y otro de la policía canadiense, que dirigieron sucesivamente el componente policial. Fuerzas de nuestra Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) también participaron.

Idéntico profesionalismo, eficiencia y lealtad debo reconocerle a los efectivos de la GNA que integraron el Elemento de Seguridad (custodia) de nuestra Embajada en Haití. Fueron tres grupos, de 12 a 14 oficiales y suboficiales cada uno, hombres y mujeres que protegieron con celo las vidas de mi esposa, de otros funcionarios y empleados de la embajada y la mía propia. Deben desplazarse a Haití solos, sin sus familias, durante un año. Mi gratitud es para siempre.

Hecha esa importante digresión, deseo abordar el punto focal de este aporte, la cooperación bilateral y comienzo con una frase frontal: la relación bilateral con Haití sin cooperación técnica (a veces también humanitaria) vacía de contenido la relación bilateral. La relación política es muy buena; por ejemplo, el apoyo de Haití a nuestro reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas ha sido claro y permanente. La relación comercial, en especial de las exportaciones argentinas, se ve limitada por el tamaño relativamente pequeño del mercado haitiano. Y la relación cultural, con sus eventos de difusión, depende de la seguridad del país caribeño. Pero si no se impulsa la cooperación técnica, una embajada en ese país carece de sentido.

Entre 2005 y 2016 se desarrolló en Haití, primero en el norte y luego extendido a otras regiones, un proyecto de cooperación bilateral emblemático, ProHuerta, dedicado a mejorar la horticultura familiar y la seguridad alimentaria. El programa, coordinado por el área de cooperación internacional de la Cancillería Argentina y en el que intervenían el Ministerio de Desarrollo Social y el INTA, con ingenieros agrónomos y promotores haitianos, mejoró de forma tangible esa situación en un país esencialmente agrícola. También participaron agencias de cooperación extranjeras. ProHuerta sirvió, además, para mejorar una deficiencia estructural en Haití como la irrigación de agua. Según una encuesta del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria (CNSA) de ese país, publicado en 2015, el 93 por ciento de las familias involucradas en el ProHuerta mejoraron su situación alimentaria. El programa, que cumplía 25 años en Argentina, se desarrolló durante una década en Haití, donde llegó a contar con más de 21.000 huertas, 5.200 granjas, 1.500 promotores y beneficiar a más de 140 mil huerteros familiares.

Lamentablemente, el programa se discontinuó en 2016. En 2018 se intentó relanzarlo con un alcance más modesto y una misión de funcionarios de nuestro Ministerio de Desarrollo Social y dos ingenieros agrónomos del INTA se desplazó a Puerto Príncipe. Mantuvimos reuniones con diferentes agencias gubernamentales y extranjeras, como la española y el Programa Mundial de Alimentos. Se avanzó en un alcance acotado a la seguridad alimentaria de la primera infancia, de interés especial de la Primera Dama de Haití. Pero finalmente no llegó a concretarse nada hasta mi traslado a Buenos Aires, en septiembre de 2019.

La cooperación técnica bilateral, a partir de 2017, se limitó a un programa de Apoyo a los Derechos Humanos coordinado por el área de cooperación internacional de la Cancillería, que preveía una semana de actividades en Puerto Príncipe y otra en Buenos Aires, con asistencia de especialistas de ambos países y de las Naciones Unidas. Desconozco si existen planes para reactivar Pro Huerta, aunque lo deseo fervientemente. Todos los países con embajada en Haití (son 20 más la Nunciatura Apostólica) mantienen proyectos de cooperación. Hasta Panamá, el más pequeño de los siete países latinoamericanos con representación en Puerto Príncipe, tiene esos programas. En los gobiernos de Brasil y Chile, en los últimos años, se produjeron fuertes cambios de orientación política, de la centro-izquierda a la derecha, pero se mantuvo la cooperación técnica con Haití. También cooperan Cuba, México y Venezuela.

Como no me resigné fácilmente a abandonar la razón de ser primordial de nuestra relación con Haití, en 2019 intenté modestas formas de cooperación puntuales en lugares distantes uno de otro y de la capital. En marzo visité una escuela rural modestísima, llamada Don Diego de Villaguay, de 150 chicos muy humildes, cercana a la frontera con la República Dominicana. La escuelita surgió hace algunos años por iniciativa del Suboficial David Garcés del Ejército Argentino, un hombre con profundo sentido humanitario que prestó servicios en la MINUSTAH y pertenece a la comunidad adventista. No tienen casi nada, falta de todo. Pero entre la ciudad entrerriana de Villaguay —el pueblo y la intendencia municipal— y la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Haití, sostienen como pueden esa escuela que necesita hace tiempo, entre tantas cosas, un equipo electrógeno y algunas computadoras. Pasamos un par de horas inolvidables con mi mujer y los efectivos de GNA que nos llevaron. Dejamos alimentos para varios días. Los pocos maestros que enseñan en todos los grados, cobran un “sueldo” sólo cuando la comunidad de Villaguay envía dinero que se recauda en alcancías distribuidas en la ciudad entrerriana. Sino, enseñan igual. Los conocí. Me comprometí a conseguir algo de lo que pedían, mantuve reuniones semanas después, durante mis vacaciones en Buenos Aires, pero me fui de Haití sin poder regresar con alguna mejora. La comunidad de Villaguay sigue ayudando como puede y ya piensa en recibir algunos chicos, cuando terminen en esa escuelita, para aprender oficios y el idioma castellano con mate entrerriano. Apenas regresé trasladado a la Argentina, visité en esa ciudad a la Intendenta y a algunos medios de prensa.

En abril del año pasado, al regresar a Haití de mis vacaciones, visité la localidad de Corail, ubicada en el extremo sudoeste de Haití. En esa zona con malaria, a siete horas de camino tortuoso, se encuentra un hospital reequipado por la Argentina a través de la UNASUR. En 2013, fue rebautizado “Presidente Néstor Carlos Kirchner” por ese aporte. La entonces presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, mantuvo una teleconferencia con el anterior presidente de Haití, Michel Martelly, para referirse al acto. Si las dos banderas nacionales se encuentran en ese Hospital, atendido por médicos cubanos y haitianos, el embajador argentino debía conocerlo. Un diputado haitiano, perteneciente a la circunscripción de Corail, nos invitó a almorzar junto al director del hospital. Nos pidieron un equipo de odontología y paneles solares para la deficiente energía eléctrica. También me comprometí a hacer lo posible por conseguirlo. Pero me tuve que ir del país cinco meses después.

En la foto siguiente aparecemos mi mujer y yo en el hospital, junto a médicos cubanos y haitianos, alrededor del monolito con las dos banderas y el nombre del ex presidente argentino de 2003 a 2007.

Podría hablar de otros proyectos que suponen mejoras para un país tan vulnerable. Hasta el presidente de Haití, Jovenel Moïse, al despedirse de mí en el Palacio Nacional dos días antes de irme, me preguntó si sería posible conseguir asesoramiento para introducir vacas lecheras por inseminación artificial, a fin de iniciar una industria láctea que Haití no tiene y para que los niños más humildes tengan una copa de leche en las escuelas. Hoy no la tienen.

Si todo lo antedicho no puede conseguirse por la cooperación estatal, como se vio que no pudo ser, estoy seguro que hay instituciones argentinas que podrían colaborar.

La caridad bien entendida empieza por casa, dice un refrán. Nuestro país también tiene necesidades. Pero si nos quedáramos con el refrán, no existiría la cooperación Sur Sur.

No me faltaron ganas sino tiempo. Ojalá otros puedan conseguir lo que yo no pude. Pertenezco al Servicio Exterior y servir también es eso, en ese país entrañable. Algún día volveré a Haití.

 

* Diplomático de carrera, ex embajador argentino en Haití (2017-2019), licenciado y doctorando en ciencias políticas por la Universidad Católica Argentina.

 

Referencia

[1] TEJADA PÉREZ, Omar Martín. «Haití. Una gota de esperanza en medio del desastre, la adversidad y la burocracia. La historia de la reconstrucción de un orfanato», SAAEG, 16 de mayo de 2020, https://saeeg.org/index.php/2020/05/16/haiti-una-gota-de-esperanza-en-medio-del-desastre-la-adversidad-la-burocracia-la-historia-de-la-reconstruccion-de-orfanato/ 

EL ATLÁNTICO SUR ARGENTINO OCUPADO POR BRITANIA, ESPAÑA Y CHINA

César Augusto Lerena*

Reconquista de Buenos Aires por las fuerzas regulares e irregulares comandadas por Santiago de Liniers. Rendición del comandante británico William Carr Beresford, 12 de agosto de 1806.

El 2 de febrero de 1825, se firmó el “Tratado de Amistad, Comercio y Navegación” entre el Reino Unido y las Provincias Unidas del Río de la Plata que, luego repitió Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela, transfiriendo la conducción económica y financiera a los británicos. En ese Tratado se estableció una “Perpetua Amistad” —ello no frenó a la pérfida falange de Albión— para que, en forma oscura y traidora, invadiera Las Malvinas en 1833 y se establecieron privilegios, como transformar en inembargables sus posesiones, la libre navegación en mares y ríos, la aplicación de la “cláusula de Nación más favorecida” en todos los negocios, incluso, más de las que podrían recibir las argentinas.

Cuando el 12 de agosto de 1806 orientales y españoles echaron a los ingleses de Buenos Aires, comenzó un largo y silencioso derrotero de ocupación inglesa, con la complicidad de gobernantes y la tolerancia o el interés de los ciudadanos influyentes.

Ello se ratificó en 1933 con el Tratado Roca-Runciman y en las Declaraciones Conjuntas de 1989 en París, convertidas luego, en el Tratado del 14/15 de febrero de 1990, comúnmente llamado Acuerdo de Madrid (sin ratificación del Congreso) y, en el Tratado de “Promoción y Protección de Inversiones” de 1990, complementario del anterior, convalidado por la Ley 24.184.

Estos Tratados terminaron con la Argentina soberana, industrial, tecnológica, científica y dueña de sus recursos naturales y servicios públicos y la devolvieron a sus orígenes de proveedor de granos, transgénica, semilla-dependiente y química-fumigada. La Argentina del monocultivo, con los servicios y los recursos naturales privatizados y el Atlántico Sur Argentino ocupado por la Britania, España y China.

En mi artículo anterior “Los extranjeros invaden el Atlántico Sur y la Patagonia Argentina” dije: “Los británicos ocupan 1.639.900 millones de km2 de territorio marítimo argentino, equivalente a toda la Patagonia y a las provincias de La Pampa, San Luis, Mendoza, Jujuy y Formosa. ¿Es necesario darle más énfasis a esta deshonrosa pérdida de soberanía nacional?

Dije también que desde hace más de 50 años y, con más intensidad desde 1976 los gobiernos argentinos han tolerado la pesca ilegal de un promedio anual de 300 buques extranjeros que se llevaron 44 millones de toneladas por un valor comercial final del orden de los 770 mil millones de dólares, aunque, días atrás la Directora ilegítima de Recursos Naturales de Malvinas Dra. Andrea Clausen, le explicó al Penguin News que “generalmente hay un número grande de poteros y arrastreros, unos 400 de origen chino operando en el Atlántico sur” y, entre ellos, no ha sumado los más de 100 buques españoles y otros que pescan con licencia ilegal británica. ¿Es necesario resaltar que mediante esta pesca ilegal se han llevado unas tres deudas externas argentinas? ¿Esta entrega económica no ha sido exagerada como hipotético pago a la guerra perdida en 1982? ¿Es tal vez una compensación económica a las compras chinas de granos como ocurrió en su momento con la URSS o, como se dijo que ocurrió con Japón, cuando donó a la Argentina el INIDEP?

La misma Dra. Clausen nos “relata” que “todas estas capturas ilegales son muy al norte de la ZEE de Falklands. Y si bien la captura del calamar Illex pertenece a la misma biomasa, la verdad es que las Falklands han tenido una zafra razonablemente positiva con un volumen total por encima de las 60 mil toneladas”. ¡Que notable casualidad! Ni soviéticos ni búlgaros se acercaron a pescar en la zona arbitraria de exclusión británica de Malvinas en oportunidad de los “Acuerdos Marco” y ahora, tampoco los chinos (¿?). Y el Estado Argentino desde hace 40 años tolera que todos estos barcos subsidiados pesquen nuestros recursos pesqueros, los depreden y compitan con los empresarios argentinos con esta materia prima argentina, ingresando sin aranceles en el mercado internacional.

¿Y porque la Argentina nunca ha reclamado sobre la captura de los recursos migratorios argentinos? y no ha hecho cumplir las observaciones explicitadas en el Artículo 2º de la Ley 24.543 (CONVEMAR). Una renuncia vergonzosa a nuestros derechos.

Los hechos recientes que terminaron con la captura de un buque chino y otro portugués, dieron motivo a una auspiciante reunión interministerial presidida por el Jefe de Gabinete Santiago Cafiero, donde participaron además el Jefe de la Armada y el Prefecto Nacional Naval y, si bien es necesario coordinar las acciones de vigilancia y control (léase la acción de la Armada y la Prefectura), lo importante es definitivamente evitar la pesca clandestina y detener —con los elementos que sean necesarios— los buques que pescan los recursos nacionales (y en estos incluyo, a los migratorios), ya que es una vergüenza que estos últimos 40 años solo se hayan capturado 80 buques y multados por un valor de 25 millones de dólares. Para ser más preciso: solo 2 buques capturados por año cuando en la región pescan 300 buques (según la representante británica en Malvinas 400) por año que no solo ingresan a la ZEE Argentina, sino que capturan nuestros recursos migratorios (calamar, merluza, etc.) y, además respecto a las multas citadas me gustaría saber cuánto efectivamente cobró el Estado Argentino y, aún cobradas, igualmente resultarían insignificantes en atención a los valores de las capturas que efectúan estos barcos.

En distintos artículos hemos dado herramientas para terminar con este escarnio, me referiré solo a dos de ellas:

  • Poner toda la flota congeladora a pescar por fuera de las 200 millas, con el combustible libre de impuestos y todas las extracciones que se realicen en esa zona igualmente liberarlas de todo tipo de impuestos. Esta flota debería pescar con el apoyo militar de la Armada Argentina, tratándose de cuestiones que afectan a la soberanía nacional.
  • La Cancillería debería tomar urgente contacto con los países cuyos buques pescan en el Atlántico Sur, en especial con los españoles y chinos, para iniciar caminos de acuerdos empresarios, con la intervención necesaria del sector empresario nacional.

José Prego de Oliver escribió una Oda a la gloriosa jornada de Reconquista de la Ciudad de Buenos Aires el 12 de agosto de 1806: “La atroz muerte con mano descarnada, sus caballos, agita, y el carro estrepitoso precipita sobre una y otra gente encarnizada. Húndese el eje todo en cráneos, en escombros, en sangre, en lodo. Por puntos se ensangrienta la pelea; el español avanza, y horror, y confusión, y estrago lanza. La falange de Albion ya titubea; y a la diestra cuchilla cede por fin, y la cerviz humilla. La hermosa Capital encadenada por los crudos Britanos, viéndose libre, al cielo entre ambas levanta enternecida y prosternada: Sobre los muertos llora, y orna la sien del jefe, vencedora”.

A CASI 210 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO El ATLANTICO SUR ARGENTINO ESTÁ INVADIDO POR BRITÁNICOS, CHINOS Y ESPAÑOLES. ¿Ha quedado claro? La declaratoria de derechos y la administración de la crisis no alcanza. Argentinos de los dichos a los hechos.

Ceterum censeo Carthaginem esse delendam.

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provin05cia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Asesor en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.

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