Entonces tendremos que la exportación será el motor y las inversiones el acoplado enganchado a ésta.
Durante esta semana (del 23 al 27 de agosto de 2021), las autoridades nacionales expusieron sobre el futuro inmediato en temas económicos ante la Comisión Bicameral de Deuda del HCN y ante el Consejo de las Américas.
Uno de ellos sostuvo que la Argentina debe volver a exportar US$ 83 mil millones (2011); agregó su predicción de llegar a US$ 70 mil millones a la brevedad.
Al mismo tiempo el ministro de economía afirmó ante los legisladores que el dólar oficial llegará a los $ 104 a fin de año.
Ambas afirmaciones son inconsistentes entre sí.
Veamos las cifras de cerca:
* Dato provisorio para los años 2018, 2019, 2020 y 2021 e Dato estimado para exportaciones de julio de 2021 Fuente: INDEC, Dirección Nacional de Estadísticas del Sector Externo y Cuentas Internacionales. (https://www.indec.gob.ar/indec/web/Nivel4-Tema-3-2-40)
Tras la maxidevaluación del gobierno de Duhalde las exportaciones argentinas crecieron ininterrumpidamente hasta alcanzar los US$ 70 mil millones en el 2008. Tras el conflicto con el campo, cayeron, para recuperarse hasta lograr el máximo en la historia de nuestro país de US$ 83 mil millones en el 2011.
A partir del segundo mandato de Cristina Fernández, la cartera de economía y las autoridades del BCRA implementaron un sostenido retraso cambiario.
En estos cuatro años cambiaron los hombres tanto al frente del BCRA como de la cartera de economía, pero las políticas fueron constantes: retraso cambiario a cualquier costo.
¿Qué pasó durante el gobierno de Macri?
En la primera mitad de su mandato tomó dos medidas en favor de quienes producen bienes y servicios exportables: aumento del tipo de cambio y supresión y/o reducción de los derechos de exportación. Sin embargo los resultados se vieron dos años después, con una situación distinta. Los fondos de inversión que en el 2016 habían comprado deuda de corto plazo, decidieron retirarse a pesar de una tasa de 80% anual en pesos. Tras asegurarse las elecciones de mitad de término, Macri y su equipo subieron los derechos de exportación (incluidos servicios) y retrasaron el tipo de cambio, a pesar de la crisis de deuda —solucionada por la intervención del FMI— y de la inflación galopante.
Esto demuestra:
que el cambio en políticas de comercio exterior y tipo de cambio no tiene resultados inmediatos sino que hay un leve diferimiento.
que intrínsecamente la política económica del segundo mandato de Cristina Fernández y de Mauricio Macri no revistieron grandes diferencias.
La caída del salario consecuencia de las medidas de gobierno post-elecciones 2017 implicaron caída de consumo interno y, por lo tanto, caída abrupta de importaciones.
Conclusiones
La caída de actividad del país en los últimos 10 años es una consecuencia directa de la caída de exportaciones.
En efecto, la demanda total de un país está compuesta por tres rubros:
exportaciones,
mercado doméstico,
inversiones.
Nadie invierte si no piensa ganar dinero ya sea al exportar o al vender a sus compatriotas; por lo tanto c es consecuencia de (a o b) o de (a y b).
En una economía en retroceso, no hay forma de fortalecer el mercado interno porque no existe herramienta útil que financie el aumento de ingresos de la población, verdadero motor de la demanda interna.
Los gobiernos entran siempre en la trampa de estimular artificialmente el consumo ya sea con créditos a las familias, aumento de sueldos de la administración pública o compras estatales, en particular la obra pública. Nada de eso funciona, como ya se ha demostrado una y otra vez en los últimos años. Financiar obra pública con inflación implica bajarle el poder de compra a los asalariados a razón del 3% mensual. ¿Para qué? ¿Para crear 1000 trabajos temporarios de 4 ó 6 meses a sueldos mínimos de convenio? Es más el daño que el beneficio. Bajo toda la masa salarial del país un 3% para que 1000 ó 2000 personas tengan empleo por 3 meses. No funciona, porque no puede funcionar. No debe funcionar. Lo mismo sucede con el plan Ahora 12 ó préstamos a los beneficiarios de ANSES o similares. Estimulan la compra de bienes durables, en su mayoría compuestos por componentes importados. Al final del recorrido el gobierno incentiva las importaciones.
Por lo que la única forma de hacer arrancar el país es vía la exportación. De servicios (software, consultoría, auditoría, docencia, arte[1]), bienes industriales, bienes agropecuarios, pesca, minería[2], petróleo y derivados.
Toda la recuperación del país desde que asume Duhalde hasta que en el 2011, cuando la presidente Cristina Fernández hizo un viraje, se basó en el aumento de las exportaciones[3]. Cuando Cristina Fernández desenchufó las exportaciones, se cayó la economía, perdió las elecciones. Es un misterio para mí por qué la presidente desechó un programa que le fue exitoso.
El proceso que a CF le llevó 4 años (2011-2015), Macri lo liquidó en la mitad de tiempo (2017-2019).
La única forma de estimular las exportaciones es con un tipo de cambio competitivo, reducción y/o eliminación de los derechos de exportación.
Cuando se sature la capacidad de producción harán falta inversiones. Entonces tendremos que la exportación será el motor y las inversiones el acoplado enganchado a ésta. Para facilitar este proceso es conveniente eliminar los adelantos impositivos que encarecen artificialmente las inversiones.
Los reintegros, créditos selectivos, etc., sólo sirven para enriquecer funcionarios corruptos que eligen quién sí y quién no los recibe.
Un aumento de las exportaciones y de las inversiones consecuencia de las mismas llevará a más empleo y a una presión al alza de los salarios. A su vez, esto provocará un incremento de la demanda interna.
Por lo cual las medidas para aumentar exportaciones e inversiones son claras:
– aumento del tipo de cambio,
– baja y/o eliminación de los derechos de exportación,
– eliminación de los adelantos impositivos.
Para aumentar el consumo interno:
– eliminación de todo impuesto sobre los alimentos y bebidas, combustibles y servicios públicos[4].
Para quienes sostienen que sin los ingresos del IVA no pueden hacer funcionar el estado, les recuerdo que durante el año 2020 todo lo recaudado por IVA fue equivalente a los intereses pagados por el Tesoro Nacional. Y que los intereses triplicaron el costo de la totalidad de los sueldos de la administración pública. Podemos vivir perfectamente sin IVA, el impuesto que pagan los pobres de nuestro país.
De escuchar a las autoridades esta semana, se comprueba que pretenden seguir con la actual agenda: deuda a 7 días del BCRA, dólar atrasado y rogar a los Reyes Magos que aumenten las exportaciones.
Adoración a los Reyes Magos, El Greco, 1568.
* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).
Referencias
[1] Venta de derechos musicales, libros, películas, revistas, fueron grandes exportaciones de la Argentina por décadas. Parte de ese negocio se arruinó cuando durante el gobierno de Menem se vendieron todas las editoriales a los españoles. Pasaron de promocionar a nuestros autores a hacerlo con los propios. Gran parte del conocimiento internacional de Borges, Bioy Casares, Córtazar, Roa Bastos u Onetti se debe a méritos propios y parte a que tenían una sólida industria editorial detrás. Lo mismo puede decirse con nuestros músicos y nuestra industria filmográfica que colocaba toda su producción en Hispanoamérica y lugares tan impensados como la Rusia soviética.
[2] ¿Usted sabía que Gran Bretaña está detrás de las explotaciones de litio?
[3] Durante ese período 2003-2011 no sólo se exportaba soja. Hace una década atrás las EXPO de maquinaria agrícola era de US$ 200 millones. Actualmente es sólo un tercio de esa cifra.
[4] La caída del precio de los productos que integran la canasta básica aumenta la capacidad de compra del salario. El combustible compone el 20% del costo de todos los bienes.
Durante los últimos años, aproximadamente desde la anexión o reincorporación de Crimea a su territorio nacional, Rusia ha tenido un desempeño económico cada vez más declinante. Las sanciones internacionales (incrementadas recientemente) han hecho mella y finalmente la pandemia no solo precipitó más las cifras de bajo crecimiento económico, sino que la situación social se tornó muy dificultosa.
En 2020 las inversiones directas extranjeras en Rusia alcanzaron apenas los 1.400 millones de dólares, el nivel más bajo desde mediados de los años noventa, la década que, salvo los magnates de entonces, nadie quiere recordar en Rusia. Aquel “año anti-estratégico» para buena parte del mundo, el crecimiento económico ruso fue -3,4 por ciento y los niveles de desigualdad y pobreza se elevaron sensiblemente.
Frente a tal situación, el ambicioso programa económico de 2019-2024, destinado a evitar que Rusia retroceda en los próximos lustros más allá del lugar 15 en el ranking de economías del mundo, ha sufrido un reajuste de seis años más.
De modo que, en la década actual Rusia definirá nada más y nada menos que su bienestar y seguridad nacional y, por tanto, su estatus internacional. Sin duda, por ubicación, tamaño, activos militares (convencionales y atómicos), condición “V3” en la ONU (voz, voto y veto), ascendente geopolítico regional, poder aeroespacial, proyección de poder, tradición religiosa-cultural, etc., Rusia siempre será un actor del selecto lote de preeminentes en la política internacional y mundial. Pero una cosa es ser un “actor de orden internacional”, y otra ser un “actor estratégico del orden internacional”.
La diferencia entre una y otra condición radica en la lateralización y falta de consultas (a Rusia en este caso) por parte de los pares que implica la primera, y en la capacidad de deferencia internacional y de ser consultado por los pares que supone la segunda.
Este es el gran reto de Rusia en el siglo XXI. Dicho de un modo más local, el desafío de Rusia en los años venideros es dejar de ser un país basado en una “economía Kalashnikov”, como la denominan en Occidente, es decir, una economía barata, irrompible y con baja tecnología, y convertirse en un país apoyado en una economía moderna y cabal. Si Rusia, con Putin u otro líder, supera tal reto, entonces será lo que nunca ha podido ser: un poder grande, rico e integralmente estratégico. En esa condición, nadie podrá considerar a Rusia como una potencia por preponderancia de la economía A, la de las capacidades estratégicas-militares, sobre la economía B, la del consumo y las “capacidades suaves”. Será una potencia completa, sin ambages.
Pero ello aún está por verse; y si bien el buen precio de sus principales materias primas (petróleo, gas y minerales) es clave para movilizar la economía, en el corto plazo podría dejar a Rusia en una vieja situación conocida: la “des-modernización”.
Lo curioso es que, encontrándose Rusia hoy en una situación económica débil (Estados Unidos y China se encuentran muy por delante y han comenzado a retomar el crecimiento), logra ganancias relativas de poder o beneficios en relación con sus intereses en varios frentes externos.
Por caso, la relación de Rusia con Alemania se mantuvo (hecho que demuestra que, más allá de la crisis Occidente-Rusia y de las dos grandes guerras del siglo XX, desde el siglo XVIII las relaciones entre los dos países siempre fueron satisfactorias). Si bien el “caso Navalny” en 2020 (y hoy) elevó el tono crítico de la canciller Angela Merkel ante Rusia, la estrategia de Washington relativa con afectar el vínculo energético entre Berlín y Moscú no tuvo resultados.
En cuanto a Ucrania, Rusia ha dejado más que en claro que la tentación de la OTAN por sumar miembros pertenecientes a su área geopolítica sensible o selectiva, implica para Rusia ejercer la técnica más decisiva en materia de ganancias de poder: la guerra. Si bien Crimea sumó descrédito internacional a Rusia, la anexión le permitió proyectar presencia y capacidades en Europa del este y el Mar Negro, un área estratégica selectiva y de acumulación militar creciente del globo. Como sostiene Angela Stent en un reciente análisis realizado en “Foreign Affairs”, en el Mar Negro Rusia está resurgiendo como potencia naval.
En Siria, Rusia ha logrado al menos tres ganancias: regresar a la región y ampliar su presencia, revertir la situación en el teatro de confrontación y sostener al régimen cliente, y reforzar su proyección en el Mediterráneo oriental, una medida que se complementa con la proyección naval rusa en el Mar Negro. En alguna medida, Moscú ha logrado reparar la desafección estratégica regional que implicó la decisión de la última Unión Soviética de apoyar incondicionalmente a Occidente cuando Irak (otro viejo cliente de Moscú) invadió Kuwait.
Por último, los recientes hechos en Afganistán implican (en principio) relativas ganancias de poder para Rusia, si consideramos que su rival, Estados Unidos, se retira del país asiático. Básicamente, ello supone que desaparece toda presencia e influencia occidental en una zona próxima a su bajo vientre de interés, las ex repúblicas soviéticas del Asia central (es pertinente recordar que, durante la guerra soviética-afgana, en Occidente se llegó a considerar incitar levantamientos anti soviéticos en esas repúblicas, iniciativa que se descartó por los altos riesgos). Asimismo, también supone que Moscú podría ofrecer cooperación a las nuevas autoridades de Kabul, esperando de éstos atender dos cuestiones que preocupan a Rusia: la actividad terrorista en la zona del Cáucaso y el narcotráfico.
Existen otras situaciones que podrían implicar ganancias relativas para Rusia, por caso, mayor cooperación con China, compromiso formal en relación con la continuidad de suministros por ductos que pasan por Ucrania, relativa vigorización de la Organización de Cooperación de Shangai (OCS), venta de sistemas antimisilísticos a Turquía, etc.
Lo extraño y alarmante es que se trata de ganancias que continúan “recargando” las responsabilidades de una Rusia cuyo frente socioeconómico se halla peligrosamente débil.
La duda es si el Kremlin, empujado por la autopercepción de estar logrando compensar (y hasta revertir) estratégicamente la victoria occidental en la Guerra Fría más los “dividendos de la victoria”, por ejemplo, expansión de la OTAN, decida incrementar tales responsabilidades postergando, una vez más, los cambios estructurales que demanda la economía nacional. Pero si finalmente así sucede, ello podría comprometer seriamente a Rusia.
* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia, entre los que se destacan “El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy”, “La gran perturbación. Política entre Estados en el siglo XXI” y “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”. Miembro de la SAEEG.
Un tipo de cambio retrasado significa que el gobierno subsidia las importaciones frente a la producción local
Hace un par de días tuve la mala suerte de ver a De Mendiguren en televisión. Defendía el status quo y proponía “cambiar la matriz productiva”, eufemismo por “más industrialización”, lo que esto signifique.
Las propuestas de De Mendiguren las conocemos. De Mendiguren es parte del problema. Hace diez años que la Argentina decrece. En gran parte gracias a él y a sus amigos[1].
De Mendiguren maneja varios errores conceptuales. Tratándose de él no se sabe cuánto es error y cuánto es malicia. Brindémosle el beneficio de la duda.
Los “industrialistas”, los “vivamos con lo nuestro” del siempre rechazado Aldo Ferrer, se presentan a sí mismos como diferentes y mejores de quienes producen y exportan bienes primarios agropecuarios. Desprecio que no exhiben frente a petroleros o mineros.
Subidos a una supuesta tarima moral, donde, aparentemente, es mejor producir ojotas que forraje. Hasta tuercen la cara cuando sostienen “tenemos que dejar atrás el modelo agro-exportador”, muletilla de todo egresado de FSOC[2].
De ahí que De Mendiguren apoya al gobierno actual, al grado de ser parte de la alianza gobernante, porque este gobierno estimula la “industrialización”, donde supuestamente, hay mejor trabajo y éste es mejor pago.
Esta propuesta de “industrialismo” argentino es sostenida, desde ya, por la UIA, quien bien o mal, está en su derecho de defender lo suyo como lo mejor del universo.
También es apoyada por toda la “catedral” argentina. Llamo “catedral” al cúmulo de opiniones que se apoyan las unas a las otras, conformada por las universidades, en particular ciencias sociales, ciencias políticas y ciencias económicas, de todas las universidades nacionales y también de algunas particulares como la Di Tella, más los periodistas, que ponen rostro adusto, fruncen el entrecejo y asienten ante cualquiera que predica en favor de “industrializar” y de “dejar atrás al modelo agroexportador”. No sólo en C5N y la TV pública, sino en LN+ o A24. Numerosos programas impartidos por sociólogos y politólogos en Canal Encuentro en este sentido.
Los prejuicios que soportan este andamiaje serían los siguientes: industrializar está bien y las tareas rurales son el mal. La industria da trabajo y el campo no. A la gente del campo la aguantamos porque trae los dólares que nosotros no sabemos traer al país. Le sacamos sus dólares de todas las maneras posibles y los degradamos públicamente para que no hablen y si hablan que nadie los escuche. Porque son malos. Éste es el principio del discurso de De Mendiguren, cuando afirma que “hay que cambiar la matriz productiva”.
Veamos un poco más de cerca
De Mendiguren es funcionario público desde hace 20 años. En esos 20 años el país continuó su marcha forzada de desindustrialización. En los últimos 10 años el PBI de Argentina decreció.
Ahora veremos cuáles fueron los mecanismos implementados desde el poder para lograr tanto que cierren industrias como que el PBI caiga.
La desindustrialización es una política de estado que atravesó todos los partidos políticos que llegaron al gobierno (Alfonsín – Menem – De la Rúa – Duhalde- Kirchern – Fernández x 2 – Macri – Fernández).
Las herramientas fueron: el Mercosur. Éste es una construcción legal que permite fabricar en Brasil pero aun así mantener cautivo el mercado doméstico argentino. La Argentina abrió su mercado interno a Brasil (cuchillos, sábanas, remeras, lonas para cubrir camiones, carrocerías de colectivos, maquinaria agrícola) mientras Brasil implantó barreras para que no podamos exportar lácteos, maquinaria agrícola, químicos, en resumen nada, excepto lo que ellos no pueden hacer como cebolla, ajo y uvas (y esto último hasta que funcionen los viñedos del sur de su país). Brasil nos “quitó” las industrias mediante: a. un tipo de cambio competitivo, b. exenciones impositivas, c. tasas de interés razonables. En un principio tenían salarios más bajos. Hoy están parejos o nosotros estamos peor que ellos.
Mientras en Argentina la política de Estado desde el poder, del cual De Mendiguren fue una parte activa, por ejemplo como Ministro de la Producción, hizo lo posible e imposible para desindustrializar el país y que las únicas actividades rentables fueran el petróleo (por los subsidios y exenciones impositivas), la minería (por las exenciones impositivas), la pesca (porque declaran uno de cada dos barcos), la soja y la droga. Toda otra actividad no es rentable.
No es rentable por las políticas activas de los diferentes gobiernos. En primer lugar por la relación con Brasil, donde no se defienden los tantos. En segundo lugar por tener un tipo de cambio retrasado. Esto no sólo nos vuelve no competitivos contra Brasil sino contra el resto de la galaxia. Un tipo de cambio retrasado significa que el gobierno subsidia las importaciones frente a la producción local.
Va de nuevo: el gobierno subsidia la importación de ventanas respecto a lo fabricado localmente. El gobierno subsidia la fabricación de bombachas frente a lo fabricado localmente. ¿Cómo? El gobierno le deja comprar al importador a $ 101 el dólar mientras el fabricante local enfrenta costos e impuestos por $ 180. Tan simple como eso.
La industria no puede exportar, como lo demuestra la reducción de exportaciones de maquinaria agrícola de US$ 200 millones anuales hace más de una década a US$ 60 millones el año pasado. Porque quien exporta recibe $ 96 pesos por cada dólar exportado mientras aguanta todos los costos e impuestos locales. Si el dólar fuera competitivo, exportaríamos todo tipo de productos.
Tampoco los industriales pueden vender en el mercado interno:
– 1. porque tienen competencia desleal con las importaciones a $ 101 el dólar;
– 2. porque toda transacción local está cargada de impuestos, desde la compra de la electricidad, el impuesto interno al combustible, los impuestos sobre insumos y el trabajo, los transaccionales como ingresos brutos e impuesto al cheque, más la tarea de cobrar impuestos por cuenta y orden del estado como el IVA;
– 3. por el costo financiero.
Costo financiero
Uno de los socios de los gobiernos desde 1983 a la fecha (y de Martínez de Hoz) es la banca local y extranjera. En particular la local. Fue la que se benefició con el Plan Primavera (Alfonsín), con el festival de bonos de Cavallo tanto con Menem como con De la Rúa[3] y por el carry trade desde Néstor Kirchner a hoy, con el paroxismo onda Machinea-plan-primavera en que nos metió Sturzenegger con tasas de 80% anual en pesos en deuda a 7 días emitida por el BCRA.
¿En qué consiste esto? El BCRA emite deuda en pesos por 7 días a tasas soñadas. 25%, 30%, 35%, 40%, 80%. Supuestamente es de riesgo porque no se sabe cuánto va a costar el dólar en siete días. Sin embargo no es así. Porque el propio BCRA mantiene fijo el dólar para que quienes ponen pesos a 40% se queden tranquilos de que el dólar va a costar igual o casi igual y que entonces van a tener ganancias de [38%; 40% anuales] en dólares[4].
Además un dólar barato, un dólar atrasado, un dólar no competitivo (todos sinónimos) permite a quienes le quitan dinero al estado comprar dólares baratos con sus pesos robados.
Los funcionarios corruptos, pueden comprar dólares baratos con lo que duplican el valor internacional de su coima.
Los contratistas del Estado que consiguen contratos con altos márgenes (tanto que les permite ganar a ellos y además pagar sobornos) pueden con sus ganancias comprar el doble de dólares que si las divisas tuvieran precios competitivos.
Los proveedores del Estado con sobreprecios pueden comprar el doble de dólares con sus márgenes que si el dólar estuviera barato.
Las petroleras internacionales importan maquinaria a dólar a $ 101.
Las mineras importan insumos (cianuro) y maquinaria a $ 101.
Pero básicamente el sector financiero (que incluye como socios a los tres primeros) compra el doble de dólares con sus intereses ganados.
Eso es lo que Cristina Fernández o Todesca Bocco desde su tarima moral llaman fuga de capitales. El dinero manoteado al Estado por proveedores o funcionarios, se pasa a dólares y se lo llevan al exterior. Para poder hacer eso necesitan un tonto que les traiga esos dólares y se los venda a mitad de precio.
La banca es una contratista del Estado más. El Estado tiene un dineroducto a la banca. El Estado es el gran cliente de la banca que absorbe todo el dinero y determina el precio del dinero (interés)[5]. Eso hace que el resto de la economía o paga las tasas de interés insanas que los funcionarios concuerdan con la banca o no tiene crédito.
Por lo tanto los industriales deben manejarse con dinero propio o descontar cheques a 90% anual. El costo demencial del dinero hace aún más gravosa la práctica de los estados argentinos de cobrar impuestos por adelantado.
Como siempre digo, causaría menos daño que el estado le diera dinero porque sí a la banca, que inventar todo el juego de hacer que prestan dinero del BCRA (una ficción, es sólo una excusa para pasarle fortunas de montos insanos). Sucede lo mismo que con las obras de Lascurain[6]. Nunca se hizo la obra, el contrato fue sólo una excusa para que el gobierno le girara dinero a Lascurain (ex presidente de la UIA). Con el juego de las Leliqs del BCRA ocurre lo mismo.
Todo esto hace que sea imposible no ya tener una industria en Argentina sino toda actividad económica lícita: industria, comercio o cultivar ajo. Sobrevive sólo la soja porque este régimen necesita dólares y porque gran parte de los pooles pertenece a los políticos. Toda otra actividad rural (carne de cualquier animal, lana, maíz, trigo, cebada) es combatida; con excepción de los hortelanos. Eso explica cómo desaparecieron 100.000 productores en los últimos 15 años del glorioso gobierno K-F-F-M-F.
¿Qué propone De Mendiguren?
¿La industrialización? No. Propone el verso de la industrialización. Créditos blandos que nunca se devuelven o que se licúan con la inflación. Créditos que a veces se usan para comprar dólares y después ver cómo se devuelve. Subsidios. Situaciones arbitrarias como exenciones impositivas puntuales, lo que constituye una deslealtad respecto al resto de los agentes económicos. De Mendiguren promocionaba la fábrica de cerdos china[7] a la que ofrecía subsidios. Mientras que nuestros criadores criollos tenían que pagar impuestos por adelantado, IVA sobre la obra civil y el forraje; si logran vender carne al exterior, el BCRA le da $ 96 por cada dólar.
La supremacía moral de la industria
¿Por qué sería mejor industrializarse que la producción rural? ¿Por qué sería mejor exportar aceite de soja que soja? ¿Por qué es moralmente superior exportar cajas de cambio para camiones que carne de cerdo?
Esa es una premisa de sometimiento. Es ideológico. Es la forma de decir: nosotros somos mejores que ustedes para poner presidentes, diputados, ministros. Está bien que la UIA tenga candidato a presidente (Lavagna), ministros (De Mendiguren, Dante Sica, Kulfas); sin embargo se critica que los productores rurales tengan representantes en el gobierno. Es moralmente reprochable, en el discurso de De Mendiguren/Kulfas. Al punto que el gobierno realiza un plan ganadero bajo las órdenes del ministro Kulfas sin participación de los representantes de los productores ganaderos. ¿Por qué? Porque no son dignos. Porque no son moralmente valiosos. Porque no tienen la estatura moral para hablar con las autoridades. Porque hacen cosas sin valor. Los toleramos únicamente porque al final del camino les quitamos sus dólares. Un poco como los señores feudales con los siervos. Al conde le repugna verlos pero le sirve el fruto de su trabajo.
De ahí el discurso industria = bueno; producción agropecuaria contamina, es mala, tienen a los trabajadores en negro, son oligarcas, son malos.
Lo que está en discusión son las cuotas de poder en el gobierno.
No hay razón para pensar que la industria ocupa más mano de obra que el trabajo rural. Claramente un taller de confección con máquinas de los ‘60 requiere más mano de obra que cultivar soja con la última maquinaria agrícola. Pero la industria automotriz hiperrobotizada requiere menos mano de obra por cada US$ 100.000 producidos que, por ejemplo, un criadero de conejos. O por US$ 100.000 de cajones de ajo. Entonces industria = mucha manosde obra; rural = poca mano de obra, es una falacia.
¿Es la Argentina un país agroexportador? Argentina no es un país exportador. Ni de productos agropecuarios, ni industriales, ni de servicios, ni de nada. Es un país que no exporta. Por todas las razones antedichas. Porque nadie exporta impuestos. Porque ninguna explotación es rentable si el Estado se queda con el 46,98% del valor de venta [1-(96,50/182)], tras lo cual hay que pagar derechos de exportación si correspondiera y tras lo cual hay que pagar todos los otros impuestos.
¿Cuál es el modelo que podría tener en su cerebro De Mendiguren? ¿Alemania, por ejemplo? ¿Alemania, superpotencia industrial que exporta automóviles, acero, químicos, hasta muebles de cocina?
Carne porcina por US$ 59.167.18 (1,2% de las exportaciones de cerdo de Alemania).
Quesos por US$ 191.706.161 (4% de las exportaciones de queso de Alemania).
¿Cómo es posible que Alemania que debe importar el forraje para sus cerdos (la Unión Europea importa el 70% del forraje que sus animales consumen) y que paga sueldos 5 veces los nuestros pueda exportar carne y nosotros no? El sueldo mínimo de EEUU es de US$ 1200 mensuales. El sueldo medio argentino es de US$ 300. Sin embargo EEUU exporta queso y carne de cerdo en cantidades soñadas para nosotros. ¿Por qué a ellos le da la ecuación económica y a nosotros no?
La respuesta es simple: De Mendiguren, Sica, Kulfas, Macri, Sturzenegger, Fernández (en cualquiera de sus variantes), Cafiero, Todesca.
El problema no son ni nuestros cerdos, ni nuestros trabajadores. El problema son ellos. Los patrones del mal.
Los productores argentinos de carne porcina y queso no necesitan inversiones externas, ni créditos blandos, ni subsidios para llegar a los montos de EEUU o Italia.
Esto sirve para quesos, para carne; pero también para software, carteras, monturas deportivas, botas, bujías, tapizados, vino espumante, tablas de surf, kayacs, ropa de ski o réplicas de autos antiguos.
Para que la Argentina pueda exportar las cantidades de Alemania o EEUU necesita:
que se les pague a los productores el dólar lo que vale o que les den los dólares que ganaron con su trabajo.
que no tengan que pagar adelanto de impuestos.
que no haya impuestos a la exportación.
Una vez con eso en la mano: se pueden pagar sueldos internacionales y no hace falta crédito alguno porque se hace la inversión con capital propio. No hace falta subsidio.
Sólo que nos dejen respirar.
* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).