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REFLEXIONANDO DURANTE LA CUARENTENA

Francisco Carranza Romero*

Imagen de Sabine van Erp en Pixabay

La peste covid-19 ha destapado, de sorpresa, los defectos y debilidades del sistema. Los gobiernos del mundo hacen muchos esfuerzos para evitar los contagios y muertes de sus ciudadanos. Algunos honorables profesionales de salud, arriesgando su integridad física, atienden diariamente a los enfermos del mortal virus, toman las medidas buscando superar el mal; y en esta lucha hasta se contagian y mueren. Sin embargo, aún hay algunos gobernantes que, pensando más en sus intereses políticos de reelección que en la salud del pueblo, hablan y actúan con indolencia, imprudencia y despreocupación.

Aquí voy a hablar sólo de tres temas relacionados con la peste, la cuarentena y la actitud de los ciudadanos: centralismo, adultos mayores y disciplina.

El fracaso del centralismo

En el siglo XVI hubo la política de juntar a los nativos peruanos en un espacio para controlarlos, evangelizarlos y tenerlos al alcance para las labores, a eso llamaron reducción. Desde entonces han aparecido urbes con poca planificación. Ni qué decir de Lima del siglo XXI, que crece sin la debida planificación urbana ni vial ni de salud. La ciudad capital del Perú muestra hacia el este, norte y sur edificaciones en desorden sin respetar los canales de regadío y cerros que crean los microclimas. El Océano Pacífico es el silencioso receptor de toneladas de basura.

El centralismo es la política de los países en vías de desarrollo industrial. Así Lima se convirtió en el centro del poder político, económico, laboral, educativo, judicial y de salud. El aeropuerto internacional también está aquí. Como las provincias no reciben la debida atención, miles de provincianos llegan a la capital buscando mejores servicios y oportunidades. A su vez, por el mismo mecanismo del centralismo, las capitales de los departamentos también atraen a los pobladores de las áreas rurales que quedan con poca población activa.

Ahora que se ha declarado la cuarentena por la peste que ataca a la capital del Perú, muchos centros de labor, oficinas públicas y negocios han reducido su personal y hasta se han cerrado. Entonces, miles de inmigrantes temporales y residentes se han acordado de sus pueblos de origen y han optado volver para no contagiarse ni morirse de hambre. Este retorno al pueblo natal a pie o en los transportes humanitarios es la huida con pánico. ¿Qué harán estos viajeros cuando lleguen a sus pueblos? ¿Participarán en las labores como sus paisanos? Cuidado, algunos de los que retornan ya están acriollados y achorados. Llevan el virus terrible del egoísmo que se manifiesta en la viveza y en muchas malas mañas.

Este retorno desesperado al pueblo natal no es la búsqueda de la vida tranquila en el área rural como escribieron los poetas. Horacio: Beatus ille qui procul negotiis (Dichoso aquél que lejos de los negocios). Fray Luis de León: Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido.

¿Quieren que los viejos existan pero que no vivan?

La edad es biológica y no cronológica. Por eso hay algunos menores que se comportan como adultos; como también hay algunos adultos que se comportan como niños porque el proceso cronológico no los ha madurado. Y, durante los días de la cuarentena, se repite con frecuencia el discurso: los viejos deben quedarse en casa “por ser más vulnerables ante el virus”. Este enunciado oculta la verdad: falta de camas y equipos de las unidades de cuidado intensivo. Por eso en algunos países los médicos, sin querer, se vieron obligados a actuar como los heraldos negros quitando las máscaras de oxígeno de los enfermos viejos para dárselas a los jóvenes por tener la mayor posibilidad de curación. Es el nuevo edadismo y discriminación, como si estos seres no necesitaran salir para realizar algunas gestiones. Los longevos saludables, dentro y fuera de la casa, pueden aportar experiencia y reflexión que tanta falta hace a los jóvenes. No estorban, más bien, con su larga vida demuestran que están vivos porque han podido superar muchos desafíos.

Ahora les comparto mi experiencia en la República de Corea (más conocida como Corea del Sur) donde es muy común encontrar el Centro de Adultos Mayores en cada complejo de apartamentos y en cualquier pueblito del área rural. Es un local de dos habitaciones amuebladas con televisor, computadora, cocina, periódicos, revistas… donde los mayores se reúnen, organizan sus actividades como almuerzos, cenas, cursos de canto y baile, y otros eventos de actualización. Tienen su directiva que los representa ante las autoridades del distrito. Es que hay una política nacional de cuidado y respeto a los ancianos.

En Perú hace falta la política de cuidar a sus ciudadanos mayores. Una vez en Lima hablé sobre la necesidad de un espacio para los mayores, la respuesta inmediata de un limeño sabihondo fue: “Para eso están los clubes”. Ahora, ¿él estará pasando estos días aburridos en los clubes?

Educación con disciplina

Si la mayoría del pueblo comprendiera que el distanciamiento social y las precauciones de aseo son necesarios habría menos contagios. Por la televisión he visto dos escenas indignantes: 1. Un borracho de clase adinerada se pasea insultando a los policías sin que éstos lo capturen como harían si se tratara de un ciudadano común. 2. En plena cuarentena dos grupos de pandilleros jóvenes (delincuentes en potencia) se enfrentan a pedradas en las calles. Allí no estaban ni los policías ni los militares.

Cuánta falta hace la educación en y con disciplina que forma gente que piensa y actúa no sólo en beneficio de su ego sino también de otros que son miembros de la sociedad. El ser humano no nace para vivir solitario sino para vivir solidario. Y la solidaridad implica generosidad, respeto y orden, valores que se enseñan en el hogar y en la sociedad.

Acabo de informarme que un coreano que vive en el piso décimo noveno, al sentir fiebre y tos, se preocupó de su salud, se puso la mascarilla, evitó usar el ascensor para no encontrarse con nadie, bajó por la escalera y caminó hasta el hospital más cercano donde explicó sus síntomas y pidió un examen para saber si estaba infectado por covid-19. Un ejemplo de cuánto puede aportar cada ciudadano para vencer el mal.

Un pueblo con gente disciplinada puede superar los males con mayor facilidad, y puede construir un futuro mejor.

 

* Licenciado en Lengua y Literatura, Universidad Nacional de Trujillo, Trujillo, Perú. Doctor en Filología Hispánica, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Madrid, España. Investigador del Instituto de Estudios de Asia y América, Universidad Dankook, Corea. Ha publicado numerosos libros, entre ellos Diccionario quechua ancashino – castellano.

ALGUNAS NOTAS SOBRE EL CONCEPTO DE DESARROLLO

Cesaltina Abreu[1]*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Parece lógico argumentar que los fundamentos del desarrollo deberían ser la educación (principalmente la educación básica y profesional) y la salud (la atención primaria en primer lugar), sin la cual ninguna construcción durará. Es cierto que los recursos son escasos. Sin embargo, no se trata de dedicarlos por completo a estos sectores, sino solo de fortalecerlos significativamente.

Muchas acciones podrían llevarse a cabo sin un aumento significativo en los gastos, si hubiera voluntad política e imaginación creativa para hacerlo. El desarrollo no es solo una cuestión de recursos financieros. La regionalización en espacios internacionales también es un capítulo indispensable para la mayoría de los países africanos. Su realización se justifica por razones económicas obvias —ampliación de mercados, complementariedad de producción, etc.— pero es muy relevante a nivel político como una transición hacia el espacio económico y político mundial.

La realidad no es unidimensional y el concepto de “desarrollo” no puede encerrarse en lo económico stricto sensu y menos aún en lo ideológico. La postura tecnocrática de un cientificismo que solo se enfrenta a un punto de vista, que solo aborda causas materiales y que solo cree en un “desarrollo” ilimitado a la manera de Rostow[2], olvida que esta perspectiva es solo el resultado de nuestra civilización de la hiperespecialización del conocimiento, de la degradación concomitante de la cultura general y, después de todo, de la pérdida de aptitud para aprehender problemas fundamentales y globales. La concepción y el análisis del “desarrollo” es inseparable del contexto social en el que se proyecta, es decir, de la cultura donde la acción  sumerge en sus raíces.

En una declaración en las Conferencias de Estoril, el escritor mozambiqueño Mia Couto Mia Couto[3] afirmó que el hambre es un arma de destrucción masiva y que es la mayor causa de inseguridad en nuestros tiempos. Según él, 1 de cada 6 personas es víctima del hambre. De acuerdo con Mia Couto, es importante recordar que el Desarrollo, como resultado esperado de la gobernanza en sus diversos aspectos, traduce “(…) un proceso de ampliación de las opciones de individuos y poblaciones y de permanentemente elevación de su nivel de bienestar. Estas opciones no son finitas ni estáticas y su expansión es el resultado de varios determinantes, entre ellos, el desarrollo de sociedades cada vez más democráticas y altamente equitativas, en el acceso a oportunidades para el desarrollo individual y colectivo.

Las opciones más elementales para el desarrollo humano son: una vida larga y saludable; adquisición de conocimientos y habilidades y acceso a los recursos necesarios para un nivel de vida adecuado”[4].  

La visión del desarrollo como un proceso de expansión de las libertades en lugar de la acumulación de riqueza, enfatizando todos sus componentes sociales y políticos sin negar la importancia del mercado en la creación de riqueza, se encuentra más allá de una perspectiva de mero crecimiento de la sociedad del producto y de los ingresos. Implica un equilibrio más apropiado entre las fuerzas del mercado y las instituciones sociales, una estructura legal socialmente más justa, derechos de propiedad, acceso al crédito (incluso sin tener capital) y financiamiento, igualdad entre hombres y mujeres, todo dentro de un marco de referencias en que la amplia participación de la población crea condiciones para la generación de nuevas formas de solidaridad y responsabilidad social para el logro de objetivos definidos en consenso, en negociación y actualización permanente[5].

Las perspectivas locales son muy interesantes, muestran nociones de universalidad (la movilización de todos los participantes relevantes) y la capacidad, a pesar de las intenciones de los poderes instituidos respectivos, de desarrollar e implementar políticas locales apropiadas, legitimándolas en términos de promover su propias ideas de desarrollo y de progreso social. Sin embargo, estas iniciativas locales se ven afectadas por una falta crónica de recursos, generando frustraciones y proporcionando dependencias, tanto en relación con el poder central como en relación con los actores externos.

Y ambos lados de esa dependencia tienen consecuencias:

1º. La opción de un modelo de desarrollo socialista, presentada como inevitable dado el contexto de la guerra fría en la que Angola fue una de las etapas de la confrontación entre los antiguos bloques capitalistas y socialistas, no solo no corrigió las distorsiones heredadas de la era colonial, sino que también contribuyó a exacerbar los conflictos sociales y culturales, a menudo basados ​​en argumentos étnicos o raciales, resultantes de la colonización y de la formación de un estado colonial mediante la anexión de varios reinos que existieron en el espacio geográfico que hoy corresponde al país Angola, con consecuencias políticas, sociales y económicas evidenciadas por el alto nivel de exclusión social y por la creciente desigualdad social, privilegiando a una pequeña minoría y llevando a la gran mayoría de su población a una situación de pobreza muy severa. El drama es que 43 años después de la independencia, no se vislumbran alternativas a la fuerte alianza entre los intereses y las élites políticas y económicas en el poder;

2º. Porque la ideología dominante a nivel internacional es neoliberal, según la cual el bien colectivo se considera el resultado de una acción basada en el interés propio[6] y la creencia en la mano invisible del mercado dentro del alcance de un proyecto amplio para inventar una realidad cuya raison d’être reside en la reproducción del Consenso de Washington, con la intención de expandirse a todas las sociedades del mundo, independientemente de las realidades socioeconómicas, culturales y políticas de cada una, en una negación agresiva de otras realidades[7]. Y es dominante en el sentido de que busca imponer sus puntos de vista sobre la organización de las relaciones sociales en un entorno en el que el mercado es responsable de tomar decisiones políticas y sociales vitales y en el que el Estado desetima funciones asumidas anteriormente, particularmente con respecto a la protección social del ciudadano, dejando de ser el lugar de lo universal. Sucedió lo que Polanyi temía durante más de 50 años, cuando declaró que “permitir que el mecanismo del mercado gobierne exclusivamente el destino de la humanidad y su ecosistema natural (…) conduciría a la devastación de la sociedad” [8].

Los mecanismos de asistencia pública al desarrollo y a la asistencia humanitaria de emergencia condicionan el acceso a los recursos para la implementación de reformas institucionales y para la incorporación de prácticas y valores democráticos en las relaciones sociales, cuya identificación no tuvo en cuenta las necesidades y las aspiraciones de las sociedades donde son ‘impuestos’.

La gran dependencia de los recursos humanos, técnicos, materiales y financieros que caracteriza a nuestras sociedades, las hace muy vulnerables a la influencia de estos actores globales. En los últimos años, a las ‘ONG del norte’ —en el léxico desarrollista, que se transmite desde el norte desarrollado hasta el sur atrasado—, se les ha dado el mandato de democratizar el mundo a través de la difusión y de la promoción de la democracia y la sociedad civil como parte de su misión pro-desarrollo, en una estrategia muy liberal de reducir cuestiones esencialmente políticas, como la pobreza, la desigualdad, la exclusión y la injusticia social, entre otras, a cuestiones económicas o éticas, despolitizando los diversos dominios del mundo de la vida, para tratar conflictos políticos a través de mecanismos de mercado[9].

En la perspectiva del desarrollo sostenible, la preservación del medio ambiente debe entenderse como una parte integral del proceso de desarrollo y no puede considerarse de forma aislada; aquí es donde entra una pregunta: ¿cuál es la diferencia entre crecimiento y desarrollo?

La diferencia es que el crecimiento no conduce automáticamente a la igualdad ni a a la justicia sociales, pues no tiene en consideración ningún otro aspecto de calidad de vida que no sea la acumulación de riquezas, lo que  apenas favorece a algunos individuos de la población.

El desarrollo, a su vez, tiene que ver con la generación de riqueza, pero tiene el objetivo de distribuirla equitativamente, de mejorar la calidad de vida de toda la población, teniendo en cuenta la calidad ambiental del planeta.

Una estrategia de desarrollo sostenible se basa en seis pilares fundamentales que deben entenderse como objetivos:

1. Satisfacer las necesidades básicas de la población (educación, alimentación, salud, vivienda, ocio, etc.);

2. Solidaridad con las generaciones futuras (preservando el medio ambiente para que tengan la oportunidad de vivir);

3. La participación de la población involucrada (todos deben ser conscientes de la necesidad de conservar el medio ambiente y hacer que cada individuo sea parte de ello);

4. La preservación de los recursos naturales (tierra, agua, oxígeno, etc.);

5. La elaboración de un sistema social que garantice el empleo, la seguridad social y el respeto a otras culturas (erradicación de la miseria y los prejuicios);

6. La efectividad de los programas educativos.

Basado en los conceptos principales que subyacen en el debate sobre el papel de la Universidad frente a las condiciones sociales y económicas que influyen en la cultura, la soberanía y la sostenibilidad de nuestros pueblos, y considerando la necesidad de fortalecer las acciones a favor de movimientos como: economía solidaria, agroecología, proyectos y prácticas socioambientales, educación para la ciudadanía en todos los campos de producción de conocimiento, comenzando dentro de la propia Universidad, entiendo que estos esfuerzos pueden y deben ser apoyados por una Universidad que esté abierta al intercambio de experiencias no solo dentro de la academia, pero sobre todo con la sociedad, lo que lleva a la identificación de estrategias y modelos alternativos de convivencia y preservación (naturaleza y cultura), dando prioridad al acceso responsable y al uso de los recursos más directamente involucrados en la implementación de cualquier estrategia de soberanía alimentaria, a saber, su conocimiento y su divulgación, la tierra, el agua, el uso y la difusión de tecnologías capaces de fortalecer las unidades y acciones políticas, promoviendo y manteniendo, con su producción científica, el movimiento continuo para la transformación de la sociedad liderado por aquellos que luchan por una sociedad más justa tanto en el campo como en la ciudad.

* Universidade Catòlica de Angola (UCAN).

Referencias

[1] Extracto de la comunicación “‘Que’ Ciências Sociais para ‘que’ Desenvolvimento”? al VIII Colóquio da Faculdade de Ciências Sociais da Universidade Agostinho Neto, que se realizó en Luanda (Angola), los dias 25 y 26 de octubre de 2018, bajo el  lema Retomar el Desarrollo en Angola.

[2] ROSTOW, W. W. «The Take-Off into Self-Sustained Growth» en A. N. Agarwala & S. P. Singh (eds), The Economics of Under development. Oxford, Galaxy, 1963. [400-435]

ROSTOW, W. W. Etapas do desenvolvimento econômico: um manifesto não-comunista. Rio de Janeiro: Zahar Editores, 6ª edição 1978.

[3] COUTO, Mia (2011). “Murar o Medo”. Comunicação à Conferência no Estoril, Portugal. https://airtonbc.wordpress.com/tag/murar-o-medo/

[4] Relatório de Desenvolvimento Humano – Angola 1999, PNUD, p.17.

[5] SEN, Amartya (2000), “Desenvolvimento como Liberdade”. Companhia das Letras, Rio de Janeiro, Brasil.

[6] EDER, Klaus. (2003), “Identidades Coletivas e Mobilização de Identidades”. Revista Brasileira de Ciências Sociais, vol. 18, nº. 53, pp.5-18.

[7] MACAMO, Elísio. (2005), The Hidden Side of Modernity in Africa – Domesticating Savage Lives. En Sérgio Costa, José Maurício Domingues, Wolgang Knöbl e Josué P. da Silva (orgs.), Modern Trajectories, Social Inequality and Justice. Mering, Hampp (no prelo).

[8] POLANYI, Karl. [1944] (2000), A Grande Transformação. As origens da nossa época. Rio de Janeiro, Editora Campus Ltda.

[9] ABREU, Cesaltina (2008). “O Espaço Público em Angola: uma perspectiva a partir da sociedade civil”. Comunicación a la 12ª. Asamblea General del CODESRIA bajo el lema “Gobernar el Espacio Público Africano”, 07 al 11 de diciembre de 2008, Yaoundé, Camarões.

Traducido del portugués por Marcelo Javier de los Reyes.