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INTELIGENCIA Y RELACIONES INTERNACIONALES

Daniel González Palau*

Según la Real Academia Galega, la «intelixencia» es «la capacidad de conocer, comprender y de formarse ideas» y acompaña la palabra de un ejemplo en la versión digital de su diccionario: «La inteligencia se considera una facultad exclusiva del ser humano». Desde los inicios de la psicología como ciencia en el siglo XX y especialmente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la discusión en torno a las formas y profundidad de la inteligencia ha sido muy fructífera, popularizándose entre el gran público términos como inteligencias múltiples o inteligencia emocional, complementarias a las tradicionales inteligencia matemática o relacional.

En ese contexto y ambiente que definió el método científico en las ciencias sociales occidentales es cuando se atribuye la paternidad del concepto, Inteligencia Estratégica, a Sherman Kent, analista estadounidense entre los años 40 y 60. Desde la Oficina de Servicios Estratégicos, núcleo de la formación de la CIA, Sherman Kent construyó los cimientos y las ideas fuertes que impregnarían el desarrollo de los actuales servicios de inteligencia estadounidenses, de gran ascendencia en todo el mundo. Así lo definió en el manual fundacional de la disciplina, «Inteligencia Estratégica para una Política Mundial Americana» (1949) «La inteligencia, tal y como la describo, es el conocimiento que nuestros hombres, civiles y militares, que ocupan altos cargos, deben poseer para salvaguardar el bienestar nacional».

Para tener una visión histórica y panorámica de la relación entre los servicios de inteligencia y las relaciones internacionales, tuve la suerte de contar con el libro «Inteligencia y Relaciones Internacionales: un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones» de Marcelo Javier de los Reyes (Editorial Almatuz, 2019, Buenos Aires), Director de la Sociedad Argentina de Estudios Globales y profesor de Inteligencia Estratégica en la Universidad Nacional de la Plata y hasta su retiro de la Escuela Superior del Ejército Argentino. Además, Marcelo, entre muchas otras cosas, es investigador asociado del IGADI desde principios de siglo, lo que nos honra mucho.

El libro, que puede considerarse un manual sobre el tema, parte primero de la identificación concreta de conceptos a veces polisémicos y contradictorios, según quién o desde qué latitud del planeta los enuncia, delimitando ideas fuerza como Política Exterior, Régimen Internacional, Diplomacia o Sociedad Internacional. Tras el esclarecimiento inicial de estas piezas, el autor inicia un recorrido por la historia que muestra los vínculos entre la inteligencia y las relaciones internacionales desde antes de la Edad Media hasta la institucionalización de la Inteligencia Estratégica como disciplina básica de formación en todas las escuelas diplomáticas y militares del planeta. Así se va acercando a los antecedentes, a los primeros servicios secretos en forma de palomas mensajeras, engaños y salvoconductos imperiales de agentes secretos con licencia para matar…

Ya con la llegada del periodo de entreguerras y de la 2ª Guerra Mundial, el autor esboza los sentidos y formas de los servicios de inteligencia actuales. A partir de esas fotografías en blanco y negro, Marcelo nos lleva por episodios clave de la propia guerra contra los nazis, la posterior Guerra Fría y la actual modernidad líquida y la emergencia del mundo multipolar. Desde la encriptación de mensajes por la legendaria máquina Enigma, hasta la vigilancia planetaria de Echelon, desde la primera alianza UKUSA hasta los Cinco Ojos de hoy, así como todo lo que China ha aprendido de todos estos procesos a la hora de gestionar la vigilancia actual de su población.

El libro concluye finalmente con un capítulo centrado en la toma de decisiones desde la Inteligencia Estratégica, en un mundo en revolución tecnológica, donde en este caso, la inteligencia artificial, abre un nuevo mundo, pero en el que explicar, analizar y predecir seguirán siendo verbos necesarios en el marco de cooperación y conflicto entre los Estados del mundo en el siglo XXI.

Para el IGADI, disponer de una Inteligencia Estratégica en la acción exterior de Galicia es fundamental para una prosperidad que será muy disputada en las próximas décadas. De la mano de la sociedad, las instituciones y las empresas, se está construyendo esa inteligencia gallega global, que prioriza la cooperación y el conflicto desde nuestros atributos en la sociedad internacional: posición geoestratégica en el Atlántico, diáspora, lengua, cultura… Tenemos una herramienta más en el libro de Marcelo, ¡felicidades!

 

* Director del IGADI (Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional), Pontevedra, España.

 

Artículo publicado originalmente en gallego el 19/07/2022 por el IGADI (Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional), https://www.igadi.gal/web/analiseopinion/intelixencia-e-relacions-internacionais

GUAYANA ESEQUIBA: OCASIÓN PARA RESPONDER Y DEMOSTRAR LA TITULARIDAD (I)

Abraham Gómez R.*

Hoy, más que nunca, se hace imprescindible la absoluta unidad de todo el país, sin excepciones.

Construyamos sin recelos ni mezquindades —con pruebas irrefragables— un bloque de defensa compacto para contrarrestar las acechanzas de quien nos rivaliza, con motivo del pleito unilateral que la excolonia británica interpuso en la Corte Internacional de Justicia.

Incurriríamos en un gravísimo error, si nos peleamos internamente por este caso litigioso, que requiere solidaridad venezolanista; así también, sería un desacierto si nos ausentamos o no comparecemos ante la Sala Juzgadora de la ONU, para el día 08 de marzo del próximo año, cuando nos corresponderá consignar el Memorial de Contestación de la demanda; porque, de todas maneras, el juicio sigue su curso. No hay vuelta atrás.

Asumamos en todos los sectores, del gobierno y de la oposición —sin diferenciaciones por lo menos para este álgido asunto— que nos encontramos ante un hito histórico disyuntivo.

Estamos obligados a presentar nuestras pruebas históricas y jurídicas irrebatibles y demostrar procesalmente, un hecho de vital trascendencia para la vida de la nación: la Guayana Esequiba siempre nos ha pertenecido.

No ha sido poca cosa la que nos han usurpado. Para que tengamos un referente: La séptima parte de nuestra geografía territorial, 159.500 km2, la misma que nos arrebataron con vileza concuerda en extensión con todo el occidente de Venezuela y parte de algunos estados del centro del país. Hay que agregar allí la legítima proyección atlántica que se genera por derecho.

Los reclamos que hemos sostenido, hace más de un siglo, no están anclados en una malcriadez diplomática, un capricho nacional o un empecinamiento sin asidero.

Nuestra contención tiene suficiente validez y eficacia jurídica, cartográfica e histórica; además, la fortaleza moral de saber que no estamos cometiendo ningún acto de deshonestidad contra nadie.

En una controversia fronteriza, uno de los Estados concernidos en el pleito puede completar, pero nunca contradecir un título jurídico heredado y alegado en el juicio, por la contraparte.

Los Justos Títulos traslaticios, en los juicios similares en la Corte, han sentado absoluta jurisprudencia y se les han admitido como elementos de probanzas, revestidos de intangibilidad.

Los argumentos jurídicos, históricos, cartográficos que nos asisten confirman nuestra propiedad sobre esa extensión territorial.

Todos señalan afirmativamente que la Guayana Esequiba siempre ha sido nuestra; mientras que —hasta el día de hoy— la única alegación de Guyana en su pretensión procesal está centrada en el írrito y nulo Laudo Arbitral de París, del 03 de octubre de 1899, para el cual piden que la Corte le dé carácter de cosa juzgada y lo imponga como válido y vinculante para nosotros.

Guyana no ha presentado más nada; porque la supuesta acta de demarcación de 1905 —que la quieren hacer pasar como un “Acuerdo” — ha resultado un grueso contrabando indigerible; mucho menos se han atrevido a argumentar o exponer en este juicio las inefables Líneas Schomburgk.

Por nuestra parte, ¿Qué podemos argumentar?

Comencemos por reposicionar, como alegatos,  nada más y nada menos que La Bula menor Inter Caetera, de fecha 04 de mayo de 1493, otorgada por el Papa Alejandro VI  en favor de Fernando e Isabel, reyes de Castilla y Aragón; donde queda definido que todas las tierras «halladas y por hallar» pertenecerían a los Reyes Católicos, porque serían descubiertas por navegantes castellanos, auspiciados y financiados por los mencionados monarcas; con Cristóbal Colón como figura principal y entre uno de sus acompañantes, Juan de Esquivel , de quien se debe  el epónimo del río Esequibo, por haberlo descubierto y navegado en su 1000 km; desde su nacimiento en la Serranía de Icaraí ( frontera con Brasil) hasta su desembocadura en el océano Atlántico.

Analicemos este otro aporte valedero: la provincia de Guayana fue creada el 18 de noviembre de 1568, cuya margen derecha (por el este) delimitaba con la mitad del río Esequibo. Aunque, en verdad, el nombre de “Guayana” se originó en 1532.

Debemos suponer que en el juicio que se sigue en la Corte no sólo debe importar la narrativa de los hechos sino también el contenido en estricto derecho para que se sentencie la inmediata restitución de lo que nos arrebataron con añagaza y vileza.

Nuestro portafolio cartográfico ha adquirido la condición de incuestionable y pulcro argumento; porque sus elementos constituyentes (los mapas que lo componen) resultan, en sí mismos, premisas de certificación histórica.

Los mapas —no obstante ser pruebas extrínsecas— todos arrojan interpretaciones concluyentes de que la Guayana Esequiba ha estado siempre en el contexto cartográfico venezolano.

Veamos. Condensa un legajo incuestionable todo el mapeado, denominado Carta de América, del reconocido geógrafo y académico francés Guillaume Delisle, de 1774.

También los estudios y publicaciones de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla del año 1775. La labor de este reconocido español se basó en un mural realizado con ocho planchas de cobre, valorado como el más completo mapa que se haya hecho de América del Sur, hasta que se inicia la utilización de métodos cartográficos contemporáneos.

Poseemos más elementos para aducir; por ejemplo, de presentarse en este juicio un cotejo cartográfico, los mapas del estadounidense Henry Tanner de 1836 nos favorecen ampliamente.

Igual estamos respaldados por el trabajo geodésico del inglés Jeremy Greenleaf.

Por si fuera poco, hay bastante sustentación argumentativa en la obra cartográfica del inglés Joseph Hadfield, de 1839; la cual fue hallada en Londres en el año 2018, por el abogado Ugo Giuliani, quien donó al Estado venezolano esos mapas legítimos y auténticos, que demuestran la pertenencia de la Guayana Esequiba a la geografía de Venezuela.

Más soportes al respecto. El mapa político y atlas de las provincias venezolanas, realizado por Agustín Codazzi, en 1840; el cual ha sido considerado un elemento de suprema consideración (respaldado por investigaciones geográficas, sobre todo por la especificidad estudiada en la provincia de Guayana).

Añadamos, también, el elogiable aporte cartográfico, plasmado en el enjundioso trabajo del ingeniero y ex rector de la UCV, Muñoz Tébar, en 1897, fundamentalmente hacia la parte oriental de nuestro país.

El atlas de la cartografía de Venezuela, año 1922, del eminente sacerdote e investigador Hermánn González Oropeza.

Pasemos ahora a referir, sucintamente, algunos elementos de probanza intrínseca.

Carlos III, de la dinastía Borbón, llevó a cabo una serie de cambios político-administrativos en ultramar, conocidas como las “Reformas Borbónicas”. Para el caso concreto que nos ocupa, las seis provincias: Maracaibo, Caracas, Nueva Andalucía (Cumaná), Margarita, Trinidad y Guayana fueron integradas, mediante una Cédula Real, en la denominada Capitanía General de Venezuela, el 08 de septiembre de 1777. Con tal denominación y documento nacemos ante el mundo. Leamos:

“…El Rey. – Por cuanto teniendo presente lo que me han planteado acerca de los inconvenientes que produce el que mis indicadas Provincias por la distancia en que se hallan de su capital Santa Fe, siguiéndose por consecuencia el retardo en las providencias con graves perjuicios de mi Real Servicio. Por tanto, para evitar estos y los mayores males que se ocasionarían en el caso de una invasión; he tenido a bien resolver la absoluta separación de las mencionadas Provincias y agregarlas en lo gubernativo y militar a la Capitanía General de Venezuela, del mismo modo que lo están, por lo respectivo al manejo de mi Real Hacienda, a la nueva Intendencia erigida en dicha Provincia, y ciudad de Caracas, su capital, que obedezcan y cumplan las órdenes que en asuntos de mi Real Servicio les comunicare en todo lo gubernativo y militar, que así es mi voluntad. Dada en San Ildefonso a ocho de septiembre de mil setecientos setenta y siete. –  Yo el Rey…”

Atendamos también a este otro argumento. Hubo necesidad de aligerar, con las autoridades del Imperio Español el reconocimiento de la Independencia de Venezuela, por las insistentes sospechas de que los ingleses estaban persuadiendo a España para que no procediera, en consecuencia, a nuestro favor; y les confiriera a ellos el Título Traslaticio de la zona en cuestión, 159.500 km2, la Guayana Esequiba.

“La República de Venezuela por una parte y Su Majestad la Reina de España doña Isabel II y animados del mismo deseo de borrar vestigios de la pasada lucha y de sellar con un acto público y solemne de reconciliación y de paz las buenas relaciones que naturalmente existen ya entre los ciudadanos y súbditos de uno y otro Estado…con beneficio de ambos, han determinado celebrar con tan plausible objeto, un Tratado de Paz, apoyado en principios de justicia y de recíprocas conveniencias (…). Art. 1.- Su Majestad Católica…renuncia por sí, sus herederos y sucesores, la soberanía, derechos y acciones que le corresponden sobre el territorio americano conocido bajo el antiguo nombre de Capitanía General de Venezuela, hoy República de Venezuela…” (Tratado de paz y amistad entre Venezuela y España. 30 de marzo de 1845)

Con esta Cesión de derecho que nos hizo España, de otro Justo Título, la absoluta propiedad de Venezuela sobre la conocida Guayana Esequiba queda consolidada jurídicamente, frente a la voracidad de Inglaterra.

El Imperio Español, a pesar del Decreto de Guerra a Muerte, no puso reparos ni tuvo resentimientos.

Recordemos un capítulo vergonzoso protagonizado por el Imperio Inglés. Ellos propusieron al gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica — el 23 de marzo de 1869– repartirse exactamente por la mitad, todo el territorio de Venezuela; para que EE. UU reubicara en el occidente, a la población negra procedente de África, que había participado en la Guerra de Secesión; porque, según los ingleses “ese país llamado Venezuela, que actualmente, se debate en medio de la mayor anarquía y cuyas ´minor authorities´, no pueden ni siquiera considerarse como sujetos de Derecho Internacional».

A la propuesta anterior, EE.UU. responde: “…este gobierno manifiesta formalmente al gobierno de su majestad británica, que no sólo no coopera en la operación que se le propone en referencia al territorio de la República de Venezuela, sino que se opondrá a ella con todos los medios de que dispone».

Venezuela se encuentra, entonces, munida de Títulos Jurídicos y soportes cartográficos que la respaldan en el presente juicio por ante la Corte Internacional de Justicia.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro del Instituto de Estudios fronterizos de Venezuela (IDEFV). Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba.

ESPAÑA. EL ESTADO DE LA NACIÓN.

F. Javier Blasco*

El pasado día 12, nuestro ínclito y nunca bien ponderado presidente del gobierno protagonizó un acto más en su desbocada carrera hacia el populismo, el marketing y la improductividad. Llevábamos desde 2015 sin que, por diversos motivos ajenos a su voluntad y no tanto, se produjera este tipo de debates que, además de ser más que necesarios, si se hacen como Dios manda, deben servir para que los españoles sepan de verdad cómo estamos, hacia donde vamos y que es lo que nos espera a medio y corto plazo.

Eso es lo que se suponía que debía suceder en esta ocasión; máxime tras tantos años de espera y debido a lo negro que se está poniendo el cielo por culpa de los grandes y compactos nubarrones que, a marchas forzadas, se acercan por doquier y sin posibilidad de escape de tamaña tormenta; pero a pesar de ello, una gran mayoría temíamos o intuíamos que no iba a ser así.

Sánchez, como buen y más que probado escapista, trató de eludir contarnos en qué situación nos encontramos y qué es lo que realmente nos espera, salvo unas pequeñas pinceladas, sin aclarar ni profundizar lo más mínimo, en las que nos puso negro sobre blanco -—para que en su día no se le pudiera achacar el mismo error que a su maestro Zapatero— que la situación económica ya es grave, que va a ir a peor y que por lo tanto, todos, menos casualmente el macro y súper abultado gobierno, su estructura derivada ni su máquina de propaganda, deberemos adelgazar para trata de reducir gastos y economizar esfuerzos que, para todos, menos para los políticos, son superfluos e innecesarios y por lo tanto, fácilmente, podemos pasar sin ellos.

La deuda, el abultado déficit, el paro real no camuflado, el IPC y la consiguiente inflación han llegado a cotas de vértigo a pesar de estar en pleno verano y sin pandemia «oficialmente» y para no salirse del guion, últimamente se nos venía anunciando que Sánchez, el salvador de las situaciones de crisis, a modo de justificación a su «magnífico doctorado en economía», en estas fechas iba a mostrarnos su fórmula magistral con la que salvar a España de todos su males y volver a la normalidad económica y social.

Mientras tanto, y por no seguir sus mismos pasos, el resto de países de nuestro entorno y allende los mares, continuarán sumiéndose en las lagunas turbias y profundas de la desesperación económica y la improductividad. Situación falaz e inventada que, para darle mayor verosimilitud, ya se encargaría de sacar en los momentos oportunos, unos gráficos que apoyaran su teoría, aunque estos se basaran en datos falsos y no citara su autoría, fecha y grado de fiabilidad.

Comenzó llorando a su modo habitual, mostrando la soledad y la incomprensión que le rodea en sus tareas de gobierno, la encarnizada lucha interna en el seno del mismo y las recetas de «brujo» que le llueven desde la bancada contraria, que, según su opinión, solo sirven para confundir y marear al público; mientras él y solo él, se erigía en el «buen doctor» que sabe y conoce bien su trabajo y que siempre aplica una adecuada, efectiva y mesurada forma de actuar.

Tras sus habituales fuegos de artificio, tratando de ofuscar al personal y poner como malos y perversos a la oposición que no le quiere ayudar ni obedecer o seguir a pies juntillas sus propuestas por arcaicas, improductivas y hasta inanes o nefastas para atajar tanto y abultado mal, llegó al momento del «más difícil todavía». Precedido por redobles de tambor y esperando ser objeto de una gran sorpresa que, inicialmente, impidiera evaluar la enjundia, realidad y el calado de sus propuestas, nos lanzó todo el fuego de su artillería.

Una artillería que, tras estudiarla someramente, resultó ser una traca de barrio humilde valenciano en épocas de penurias y recortes presupuestarios, disimulada con algún mediano petardo, intercalado en la tira, para que nos sonara a nuevo, enérgico y original.

Todos esperábamos y sabíamos a ciencia cierta que sus iniciativas no iban a ser sufragadas por un adelgazamiento de su macro aparato gubernativo, estructural y publicitario que alberga a centenares de personajes inútiles, ineptos y paniaguados, aunque eso sí, más que bien pagados, escondidos en ministerios, asesorías y organismos oficiales, mientras España se desangra por sus cuatro costados y que cuando llegue el otoño veremos que sucede con aquellos esos parados reales, aunque denominados ‘fijos discontinuos’ y los cientos o miles de empresas que no puedan afrontar los pagos de sus créditos ICO; aquellos, que con tanta alegría, desenfado y cierta imprudencia se prestaron durante la pandemia y que ahora sus plazos de pago empiezan a vencer irremisiblemente y sin posibilidad de un nuevo aplazamiento que les alivie del mal trago y les permita recuperarse en algo, si es que lo pueden hacer de verdad.

No, sus iniciativas, como era de esperar, esta vez deberían agradar a sus socios de coalición para mantenerlos unidos a su vera para el resto de legislatura y, por ello, venían de la mano de tres parámetros fundamentales: nuevos impuestazos indiscriminados y sin datos reales para evaluar y sangrar los desconocidos beneficios de las empresas energéticas y de los bancos (sorpresa o novedad esta última que a estos les costo más de 6.000 millones de euros en el mismo momento de su anuncio); impuestos, que podemos asegurar que finalmente seremos los españoles de a pie los que, cómo siempre, tendremos que sufragar, de forma más o menos solapada, disfrazados de subidas en las gestiones y en nuevas comisiones que mañana mismo comenzarán a funcionar y que para siempre se quedarán. Por otro lado, volcar dichas ganancias en dadivas o bagatelas que, por su naturaleza y alcance, no favorecen al conjunto de la sociedad y, por último, en desempolvar viejos, costosos y casi irrealizables planes urbanísticos (de la época de Gallardón —el del PP— en la alcaldía de Madrid), en los que, a principios de los noventa, yo mismo jugué un papel de cierta importancia ya que -siendo un joven comandante de Estado Mayor- se me encargó la supresión o el traslado y acomodo a otros acuartelamientos de la mayoría de las unidades ubicadas allí durante muchos años.

Un plan, que todos los presidentes de la democracia, menos Rajoy, han esgrimido profusamente como una suculenta caña de azúcar y que nunca, ni en épocas de bonanza económica, dado sus grandes costos e inversiones, han llegado a convertirse en nada real o formal.

En resumen y por no cansar, ha vuelto a vendernos una mercancía averiada, no basada en cálculos reales y a un plazo superior a dos años, con la que pretende sacar una cantidad suficiente para dar gratis (durante tres meses) los billetes en cercanías y trenes regionales en medios del Estado y aumentar en cien pavos la cuantía de las becas de los jóvenes, que ya disponen de ellas, pero que con la subida del coste de la vida no les llega ni para comer dignamente todos los días.

Está más que claro su guiño hacia Madrid para intentar poder recuperar un espacio perdido; pero aún con todo, no es más que un intento falaz, porque volver a poner hoy sobre la mesa el empolvado y lleno de telarañas Plan Campamento es mucho más inviable por estar embebidos en momentos de crisis que animan a los grandes encarecimientos de la mano de obra y de los materiales de construcción y a que, hoy en día, se enfrenta a una iniciativa similar, y de mayor envergadura, en la parte norte (Chamartín) en la misma ciudad.

Y yo me pregunto si realmente Sánchez cree que, con estas escasas medidas, selectivas, incompletas y muy localizadas, que dejan a más del ochenta por ciento de la población nacional al margen de recibir un céntimo siquiera, se van a solventar los problemas enunciados y los aún peores temas y problemas profundos y reales a los que todos nos vamos a enfrentar.

Desde luego que no; porque si él está convencido de lo contrario, sería para quitarle su título de doctor en economía -que jamás debió ostentar- y para mandarle a galeras por muchos años por prevaricador, abusos de poder y engaños reiterados a un pueblo que lo está pasando muy mal.

Pero si vergonzosa fue, es y será su actitud de autocomplacencia, aún es mucho más reprochable la de sus conmilitones en el parlamento que le aplaudieron hasta con las orejas, mientras y tras anunciaba y desgranaba unas infumables e irrelevantes medidas, que dejan fuera a una inmensa mayoría de los españoles; qué no sirven de nada efectivo ante la gravedad de la situación que afrontamos; que obvian enfrentare cara cara a los problemas reales; que son pasajeras e inútiles por improductivas y que, sin ningún lugar a dudas, aumentarán los costos de la energía y los gastos bancarios a todos los españoles, sin misericordia ni piedad. Mientras, que por otro lado, no se obtendrá nada a cambio ni se reducirá parte o toda aquella grasa y despilfarro, que tras tantos años de brindar con cava a diario y mirar para otro lado, nos sobra y nos lastra de verdad.

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

 

Publicado 2l 13/07/2022 en https://sites.google.com/site/articulosfjavierblasco/el-estado-de-la-naci%C3%B3n