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INSENSATA GUERRA COMERCIAL FAVORECERÁ A CHINA

Agustín Saavedra Weise*

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, escribió hace años un libro llamado “El arte de la negociación”. Seguramente no tardará en publicar una nueva obra titulada “El arte de la confrontación”… Solo así se explica su agresiva guerra comercial contra su principal rival económico: la República Popular China (RPC). El conflicto tarifario lleva ya tiempo. Aunque la escalada del conflicto ha presentado algunas oportunidades de mercado para países emergentes, es un hecho que está destruyendo la esencia misma del comercio internacional y dejando mal parada a la propia Organización Mundial del Comercio (OMC), entidad creada para lidiar con estos temas y donde debería centrarse la discusión, en lugar de promover acciones unilaterales que provocan retaliaciones y viceversa. En fin, por ahora, la pugna tarifaria prosigue sin pausa.

La resistencia de la sociedad china está siendo puesta a prueba por la creciente fricción comercial con la administración estadounidense. Sin embargo, según datos obtenidos de varias fuentes, parece que a pesar de la presión ejercida por Washington el funcionamiento de la sociedad china sigue siendo ordenado; gobierno, empresas y gente están enfocados en hacer lo suyo. Por otro lado, el PIB de China en el primer trimestre de 2019 aumentó un 6,4%. En otras palabras: la economía ha operado en un rango razonable. La presión de los aranceles impacta en la economía china, pero no tanto como normalmente se cree.

Esta capacidad para resistir la presión es fundamental. Según “Pueblo en línea” —de la agencia de noticias de la RPC—, la presión externa de Estados Unidos no desgarrará a China, sino que ha unificado al pueblo como nunca antes. Desde su apertura económica China se abrió al mundo exterior, expandiendo sus inversiones a nivel planetario. A ello cabe agregar la consecución del magno proyecto “la Franja y la Ruta”, hoy en pleno auge y sobre la cual en su momento escribí una nota alusiva.

Además, no hay país en el mundo que pueda competir con China en el campo de la inversión privada en escala mundial, al menos en estos momentos.

Ya expresé antes y lo reitero: el conflicto iniciado por Trump ha incentivado en China la destrucción creativa, generando un enorme proceso de innovación que bien podría colocar a Beijing en el pináculo geopolítico y geoeconómico del planeta en las próximas décadas. China tiene aún muchos problemas por resolver, entre ellos el desarrollo de su inmenso espacio interior, pero es un hecho que su presencia hoy en día es global. Se está cumpliendo la segunda parte del futurista adagio de Napoleón Bonaparte: “cuando China despierte el mundo temblará”. Y no necesariamente temblará de miedo, pero sí de admiración por su notorio avance en tan poco tiempo y por las posibilidades que su mayor crecimiento brindará para la cooperación internacional y el flujo de inversiones. En definitiva: mientras China continúe haciendo lo que hace no hay nada que detenga su progreso. No importa la presión que sufra, esta no tendrá gran impacto. El camino del dragón está expedito.

Pare su tonta guerra tarifaria señor Trump, ella terminará siendo contraproducente al interés nacional de EEUU y para colmo está creando un caos mundial sin precedentes.

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, <https://www.eldeber.com.bo/opinion/La-insensata-guerra-comercial-favorecera-a-China-20190824-9575.html>

Las armas de hoy también se aceleran

Agustín Saavedra Weise*

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En la nueva era LVA (ligereza, velocidad, aceleración) todo se hace cada vez más rápido. Los armamentos no podían escapar de esa tendencia “velocista”; ahora hay misiles hipersónicos que se afirma son prácticamente imparables. Según los especialistas, este nuevo tipo de elemento bélico podría viajar a más de cinco veces la velocidad del sonido y con una precisión aterradora que cambiará por completo la naturaleza de las guerras futuras.

La carrera por las armas hipersónicas está viento en popa. China, Rusia y EEUU intentan crearlas al unísono y compiten fuertemente en ese campo. Al respecto, la compañía estadounidense Raytheon es una empresa de vanguardia en el campo que nos ocupa; proporciona electrónica avanzada, integración de sistemas de misión y otras capacidades en materia de detección; efectos y sistemas de mando, control, comunicaciones e inteligencia de misiles y otro tipo de equipamiento militar (https://www.raytheon.com/capabilities/products/hypersonic-weapons). Sus productos dan algunas pautas acerca de esta nueva carrera armamentista.

Los hipersónicos se mueven increíblemente rápido pero, en esencia, lo que los diferencia de los misiles balísticos tradicionales es que todo su viaje se realiza dentro de la atmósfera en lugar de hacerse a través del espacio. Se afirma que estos flamantes instrumentos de guerra están siendo diseñados para ser lanzados desde aviones, submarinos o barcos y pueden llegar a sus objetivos en pocos minutos. Por ejemplo, uno de estos nuevos misiles lanzado desde Nueva York en el este puede llegar a la costa oeste de Los Ángeles (3.945 km de distancia aérea) en solo 39 minutos. ¡Increíble!

Las armas hipersónicas cubrirán grandes distancias en poquísimo tiempo. Se dividen en dos categorías: boostglide, impulso de deslizamiento y scramjet, un sistema especial de turbina que toma aire de la atmósfera para impulsarse y se separa del misil antes del impacto.

El auge de las nuevas armas hipersónicas ineluctablemente empujará a las principales potencias hacia la automatización de sus sistemas de defensa. El famoso “Skynet” —ficticio sistema militar de control en la película Terminator, donde su procesador central se rebeló para dominar al mundo con sus máquinas y robots— ya está muy cerca de la realidad. El proceso se acelerará aún más por el auge de la inteligencia artificial. De estallar un conflicto no nuclear que use equipos bélicos basados en la velocidad, sus efectos sobre población e infraestructura serán horrendos. Al final, no importará quién gane, la destrucción que podría generar esta flamante tecnología no nuclear aumentará la inestabilidad planetaria y creará verdaderas catástrofes. Ojalá no lleguemos a esos extremos, pero en el universo humano todo tipo de crueldades o de excesos son posibles. Así lo ha demostrado la historia.

* Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG.

** Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://www.eldeber.com.bo/opinion/Las-armas-de-hoy-tambien-se-aceleran-20190713-0022.html

EL CARIBE EN LA GUERRA DE INDEPENDENCIA DE ESTADOS UNIDOS

José E. Muratti Toro*

A las 4:00 de la tarde del sábado 29 de abril de 1780, un cortejo fúnebre salió de la Mansión Ford, al final de la calle Morris en Morristown, Nueva Jersey, donde residía el General George Washington. En el ataúd yacía el diplomático cubano Juan de Miralles Trailhon, vestido con un “espléndido” traje de gala escarlata bordado con encajes de oro, reloj de oro con diamantes del que pendían varios sellos, relucientes anillos de diamantes en los dedos, medias de seda blanca, zapatos con hebillas incrustadas con piedras preciosas, y una peluca terminada en trencilla cubierta con un sombrero tricornio con adornos dorados.

El féretro se balanceaba con la ondulación propia de las procesiones fúnebres, sobre los hombros engalanados con las chaquetas azules de cuatro oficiales de artillería. Martha Dandridge Washington y Catherine Littlefield Greene, indumentadas con tafetanes de seda negra, seguían al cortejo presidido por los generales George Washington, Baron Von Steuben, Henry Knox, y el Dr. James Thatcher, médico militar quien documentó el evento.

Les acompañaban los congresistas John Mathews, Nathaniel Peabody, el Dr. Philip Schuyler, padre de Elizabeth Schuyler quien se convertiría en la esposa de Alexander Hamilton, y Francisco Rendón, secretario de Miralles junto a un desaliñado contingente del ejército continental cuyos uniformes colgaban sobre sus hombros como abrigos dos tallas más grandes tras el hambre sufrida en el peor invierno de toda la Guerra de Independencia de las Trece Colonias.

Un suave viento frío movía las copas de los olmos y los algarrobos a ambos lados del camino polvoriento que conduce hasta el cementerio presbiteriano que más tarde se denominaría Evergreen. Cada sesenta segundos un cañonazo resonaba sobre los campos entre Morristown y Camden haciendo temblar a los dos cientos hombres del séquito, de una milla de largo, que acompañó al comerciante y nunca confirmado “ministro plenipotenciario” del gobierno español. Este principal aliado de las Trece Colonias desde antes de la declaración de guerra de España contra Gran Bretaña, junto al gobernador de Louisiana, Bernardo de Gálvez, hizo posible el triunfo del ejército continental en Yorktown, el 19 de octubre de 1781.

Tres años y cuatro meses después de que el holandés Johannes de Graaf, gobernador de la colonia holandesa de San Eustaquio, al este de Puerto Rico, disparase once salvas a manera de saludo a un buque de la recién formada marina de guerra de las Trece Colonias que se abasteció de armas y municiones para su revolución, un cubano, nacido en Alicante, cuidado en su lecho de muerte por Martha Washington, era honrado en las más solemnes exequias fúnebres dedicadas a un extranjero por el ejército continental bajo el mando de quien se convertiría en el primer presidente de los Estados Unidos de América.

La Guerra de Independencia daría un giro hacia la victoria sobre el hasta entonces invencible ejército británico, luego que el gobernador español del territorio de Luisiana, Bernardo de Gálvez, con una flota armada en La Habana, conquistara Manchac, Mobila y Panzacola, las principales fortificaciones navales de Gran Bretaña en Luisiana, Georgia y Florida, impidiendo que llegaran refuerzos al ejército de Lord Cornwallis estacionado en Yorktown.

El triunfo de los revolucionarios obedeció tanto al valor del ejército continental, como al sitio de las fuerzas navales francesas bajo el General De Grasse en Yorktown, así como a la desarticulación de las fuerzas navales británicas en el Golfo de México y el Atlántico, por las armadas combinadas de Francia y España.

Sin embargo, el rol del Caribe y de España en la mayoría de las narraciones sobre la Guerra de Independencia que se publican en los EEUU, brilla deslumbrantemente por su ausencia. Esta exclusión solo resulta comprensible desde la decisión concertada de historiador tras historiador de clasificarla como lo suficientemente intrascendente como para excluirla de una de las revoluciones más importantes en la historia de la humanidad. Posiblemente esta Guerra de Independencia es uno de los acontecimientos más documentados de la historia. Una búsqueda electrónica en Google, en abril de 2017, generó unas 24.0 millones fuentes de información en inglés y 1,840,000 en castellano. Sin embargo, en las principales 24 historias de los Estados Unidos que se utilizan a nivel escolar y universitario del país, España es mencionada una vez y el Caribe, ninguna.

Lejos de representar un error o un desatino, esta exclusión obedece a la cosmovisión que los Estados Unidos han desarrollado de su pasado convertido en la doctrina de un excepcionalismo que le distancia del resto de las naciones e imperios. La revolución de las Trece Colonias, incontrovertiblemente se convirtió en el vórtice de la sustitución del imperio monárquico-religioso por el imperio de la ley. Pero su triunfo no fue exclusivamente propio sino el esfuerzo colectivo con los dos principales adversarios de Gran Bretaña hasta ese momento y hasta un siglo más tarde.

La Declaración de la Independencia estadounidense fue, sin lugar a dudas, el principal catalítico de las revoluciones que convirtieron a la mayoría de colonias del mundo en repúblicas independientes de los imperios que las conquistaron. Además, sirvió de fundamento para la narrativa de democratización que colocó a los Estados Unidos en un sitial ejemplarizante para las demás naciones que se concibieron como tales a partir del siglo XIX. Toda vez que su narrativa se documentó y diseminó con propósitos de aleccionar y distinguirle de las demás naciones de la modernidad, toda exclusión de acontecimientos y co-protagonistas se desprende de la decisión premeditada de convertir dichas aportaciones en irrelevantes. Hay exclusiones que son accidentes. Esta no es una de ella.

Entre 1775 y 1781,España y Francia aportaron sobre veinte millones de libras tornesas amén de cientos de miles de armas, municiones, uniformes, alimentos y medicinas al ejército continental. El 5 de agosto de 1781, el almirante de Grasse zarpó de Cap François, Haití, y se detuvo en Cuba, donde recibió 1.2 millones de libras tornesas recaudadas por las “damas de La Habana”, mediante donativos y la venta de sus joyas. Con este dinero de Grasse pagó los jornales de sus marineros y las tropas francesas y, el 6 de septiembre en Virginia, Washington pagaría sus tropas que se hallaban al punto de insubordinación toda vez que hacía meses que no habían cobrado.

El dinero suministrado por los “generosos” cubanos además se utilizó para pagar por los carretones y suministros con los cuales alimentar el ejército combinado de 5,700 norteamericanos, 3,200 milicianos, los 7,800 franceses de Rochambeau y las 3,000 tropas traídas por de Grasse desde el Caribe que sumaban unos 19,700 soldados y las mujeres, niños y otro personal de apoyo que acompañaban las tropas.

Las aportaciones de Cuba y de Juan de Miralles, uno de sus más prestigiosos comerciantes, así como la del gobernador de Luisiana, Bernardo de Gálvez, a la causa de la independencia de las Trece Colonias, comparan favorablemente con las del marqués de La Fayette, Jean-Baptiste Donatien, Conde de Rochambeau y el almirante François-Joseph Paul, Marqués de Grasse, de Francia, quienes han sido retenidos como exclusivos colaboradores de las colonias continentales en la mayoría de los relatos sobre la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de América.

Toda ideología, sobre todo cuando no se le reconoce como tal, suele normalizar más efectivamente una visión de mundo que, por familiar y cónsona con el conocimiento legitimado por la academia, ser reviste de verosimilitud, resistiendo consistentemente la mirada crítica de sus premisas y sus cánones.

En un presente en el que el presidente de los Estados Unidos ha protagonizado una celebración militar de su independencia, mientras miles de hispanos viven en condiciones infrahumanas en lo que en 1781 era territorio español, resulta doblemente ofensivo que se criminalice a los descendientes de quienes hicieron posible el triunfo de su revolución.

 

* Oriundo de Hormigueros, estudió en la UPR-RP, CUNY, SUNY y actualmente en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Ha trabajado en educación superior, desarrollo organizacional, relaciones públicas y las Asociaciones de Industriales, Industria Farmacéutica y Productos de Puerto Rico. Su cuento «La víbora del desierto de Kavir» ganó el primer premio en el certamen de El Nuevo Día en 2012. Su libro ‘La víbora del desierto de Kavir y otros cuentos’ obtuvo el segundo premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña. En abril creó “Plaza de la Cultura”, un espacio de gestión cultural en Plaza Las Américas. En junio de 2014 fue electo presidente del PEN Club de Puerto Rico.

Tomado de El Nuevo Día (Puerto Rico), https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/elcaribeenlaguerradeindependenciadeestadosunidos-columna-2503670/