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LA MEMORIA DE LOS PECES

María Eugenia Álamos*

Imagen: Christian Fish Symbol www.Stickerlicker.co.uk 

«…Una vez alguien me dijo que los peces no tienen memoria, que en apenas unos segundos olvidan lo que han vivido momentos antes.
La memoria de hombres y mujeres me recuerda a menudo a la de los peces, hombres y mujeres que olvidan su historia, lo que han sentido;
hombres y mujeres con amnesia abocados a repetir los mismos errores…»
Ismael Serrano[1]

La mañana del viernes 15 de abril de 2022 podría ser una pacífica jornada festiva, si no fuera que aparece en todos los periódicos el discurso que ayer dio el Primer Ministro de Reino Unido, Boris Johnson en la localidad de Lydd en el sureste de Inglaterra declarando que, “a partir de ahora quienes crucen el canal de la Mancha para solicitar asilo en territorio británico serán deportados a 6.500km de donde arribó, en territorio de Ruanda[2].

El controvertido proyecto del Primer Ministro Británico, que aún debe ser tratado en el Parlamento Británico, llega en medio de una ola de críticas por su mal manejo post brexit con la cuestión migratoria, debido a que los índices de arribos en el Canal de la Mancha son cada vez más altos. En lo que va del año, han llegado 4.578 migrantes a través del mar, representando lo que será un nuevo récord este año si tenemos en cuenta que el anterior cerró con 28.526 arribos[3].

A través del polémico anuncio, se daba a conocer el acuerdo establecido por la cuestionada Ministra de Interior británica Priti Patel quien se encontraba en Kigali para firmar el acuerdo que establecerán ambos estados para la deportación de migrantes durante los próximos cinco (5) años hacia territorio ruandés.

Según este acuerdo, las autoridades de Ruanda esperan recibir un paquete inicial de 125 millones de libras (150 millones de euros) a cambio de lo que su Ministra de Interior aseguró será un proceso de reasentamiento en el que “recibirán apoyo durante un máximo de cinco años, cubriendo capacitación, alojamiento y atención médica, para que puedan “prosperar” en ese país[4].

Por su parte, el gobierno de Ruanda indicó que los migrantes tendrán “derecho a la protección total bajo la ley de Ruanda, igualdad de acceso al empleo e inscripción en los servicios de atención médica y social”. Según declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores ruandés, Vicent Biruta este proceso lleva tiempo y “Hemos estado invirtiendo en infraestructuras capaces de recibir a los migrantes y acogerlos. (…)  Estamos preparados para recibirlos[5].

No obstante, quedan importantes incógnitas sobre la legalidad del esquema, principalmente por el cuestionamiento que Naciones Unidas viene haciendo al gobierno ruandés sobre el respeto a los derechos y libertades humanas de su población que ha realizado innumerables denuncias en distintas ONG internacionales (Amnistía, Human Rights Watch) sobre detenciones arbitrarias, desapariciones y torturas a quienes se pronuncian contrarios al gobierno del Presidente Paul Kagame. Incluso, en el año 2021, el propio gobierno de Reino Unido expresó su preocupación en Naciones Unidas por las “contínuas restricciones a los derechos civiles y políticos y la libertad de prensa» en Ruanda, pidiendo investigaciones independientes sobre «acusaciones de ejecuciones extrajudiciales, muertes bajo custodia, desapariciones forzadas y tortura«[6].

El Proyecto de Boris Johnson, incluye también a la Marina británica (Royal Navy) quien asumirá el control de las aguas británicas del canal de la Mancha, entre Francia e Inglaterra, para impedir que botes con solicitantes de asilo puedan llegar hasta la costa del sureste inglés extremando la vigilancia en sus aguas.

Esta medida pareciera formar parte de la batería de proyectos que impulsa el Ejecutivo Británico para reformar el sistema de inmigración y recuperar el control de las fronteras del Reino Unido tras el Brexit.

La aprobación de este proyecto se daría dentro de la cuestionada reforma sobre la Ley de Nacionalidad y Fronteras, que ha despertado críticas por su falta de visión humanitaria manifestadas por el opositor Partido Laborista inglés y también por Partido Nacional Escocés a través de Ian Blackford, quien describió el plan como «absolutamente escalofriante”[7].

La organización internacional Human Right Watch junto al Refugee Council han denunciado este proyecto por incumplimiento de dos tratados internacionales claves firmados por Reino Unido que garantizan los derechos de los refugiados:

  • La Convención de las Naciones Unidas sobre los Refugiados, que protege a las personas de ser enviadas a un país donde se enfrentan a graves amenazas a la vida o la libertad.
  • El Convenio Europeo de Derechos Humanos que establece que nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos inhumanos o degradantes.

El proyecto, de ser aprobado, se aplicará en un principio sólo a migrantes hombres solteros quienes serán los únicos en ser deportados a Ruanda según el convenio debido a las altas tasas de masculinización migratoria que poseen los arribos a Reino Unido. Nueve de cada diez de los que completaron la travesía en el 2021 eran hombres, gran parte de ellos kurdos de origen iraní e iraquí, sirios, afganos y centroafricanos[8].

No obstante, si hubiera mujeres o niños en las balsas serán confinados en “centro de recepción” al estilo griego en North Yorkshire. Para quién no tenga presente que significa ello, refiere al sistema por el cual solamente durante el año 2020 se confinaron 60.000 refugiados en distintos centros de recepción enclavados en islas griegas, en un sistema cerrado de encarcelamiento donde solo se permite la salida una vez al día, rodeados de alambre de púas en condiciones de hacinamiento absoluta.

El más famoso de estos Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE) en las islas griegas cercanas a Turquía, es el tristemente célebre Campo de Moria de la Isla de Lesbos que albergó a más de 20.000 personas en condiciones de abandono donde el hambre, la insalubridad y la violencia descontrolada (la policía no entraba en la zona de las tiendas de campaña) causó estragos y enfermedades en sus habitantes obligados a vivir allí durante meses o años que es el tiempo que supuestamente demora el “tratamiento de su expediente de asilo” en el campo de refugiados más grande de Europa.

No obstante, la tragedia se hizo presente en este emplazamiento, sumando desgracias a sus habitantes, quienes sufrieron dos incendios el 8 y 9 de septiembre de 2020 dejando a casi 13.000 solicitantes de asilo a la intemperie. En plena pandemia COVID-19, se trasladó a los refugiados a nuevos centros de internamiento en otras áreas de la isla. El nuevo “Moria” ahora se llama Kara Tepe, y aunque cambió su nombre, nada ha cambiado por dentro. Rodeado por impresionantes muros (que le eviten ver a los turistas desde afuera el olvido en el que se vive dentro) se suma a las alambradas de concertinas y los controles policiales, que incluyen la seguridad privada, por si alguno de los que allí adentro esperan… desespera e intenta escapar.

Boris Johnson no es el único. Hemos visto con perplejidad las medidas tomadas el último año por el Ministro de Extranjería de Dinamarca quién intentó concretar su plan de deportar a un tercer país a sus solicitantes de asilo eligiendo en su momento al estado ruandés sin tener éxito en la firma de un tratado conjunto, pero obligando a Copenhague a buscar nuevos lugares de emplazamiento para su proyecto: Eritrea, Etiopía y Egipto.

Estos proyectos, basados en modelos cada vez más cerrados en la postura de no flexibilizar su sistema de acogida se replican por todo el globo. Y en tanto vemos como la guerra entre Rusia y Ucrania es recibida en Europa con una mirada solidaria de acogida a sus habitantes, en otros lugares se aumenta el presupuesto para seguir levantando “Centros de Internamiento” en las islas griegas de Samos, Chios, Kos y Leros, mostrándonos la solidaridad selectiva que existe y que reproduce un sistema donde la ausencia de justicia es real

Mientras el mundo adopta estos modelos, aun quedan voces que reclaman. Durante la rueda de prensa semanal de la OMS en Ginebra este miércoles 13 de abril 2022, el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus declaró:

“Toda la atención que se está prestando al conflicto en Ucrania es muy importante, por supuesto, porque tiene consecuencias en todo el mundo. Pero no se presta ni una fracción de esa atención a la situación que se vive en Tigray, Yemen, Afganistán, Siria y otros países. Ni una fracción. Francamente creo que el mundo no trata a todas las razas humanas de la misma manera”[9]

Reino Unido se ha pronunciado entonces, replicando modelos que distan enormemente del cumplimiento sobre pactos y convenios humanitarios erigidos en un siglo donde el horror de las guerras mundiales nos mostró imágenes hasta el cansancio de campos de concentración y alambres de púas que ocultaban la miseria más oscura de la humanidad dando sobradas lecciones ante una crueldad sin precedentes en la historia. 

“Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra…” (Proverbio Español)

 

* Geógrafa (UNLP) y Becaria Doctoral del Programa Argentino Alemán de Intercambio Académico en Estudios Culturales Interdisciplinarios de Europa y América Latina CUAA; Ibero-Amerikanisches Institut von Berlín, Universität Rostock y UNLP. Consultora Externa en Migraciones Internacionales para África, Europa y América en la Organización Internacional para las Migraciones – OIM/ONU. Especialista en Contenidos sobre Derechos Humanos y Defensores del Medio Ambiente en el Instituto Interamericano de Derechos Humanos – IIDH en Costa Rica. Miembro de la Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior – RAICES y la Red de Científicos Argentinos en Alemania (RCAA)

 

Referencias

[1] Referencia realizada en el álbum La Memoria De Los Peces por su autor Ismael Serrano. 1998. Universal Music.

[2] Carlos Fresneda. “Johnson planea enviar a Ruanda a los inmigrantes que cruzan el Canal de la Mancha”. El Mundo, 14/04/2022, https://www.elmundo.es/internacional/2022/04/14/62580577e4d4d84a208b45d6.html.

[3] “Los controvertidos planes de Reino Unido para enviar a Ruanda a solicitantes de asilo”. BBC News Mundo, 14/04/2022, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-61108711.

[4] “UK plans to send thousands of asylum seekers to Rwanda, says Boris Johnson – as it happened”. The Guardian, 14/04/2022, https://www.theguardian.com/politics/live/2022/apr/14/uk-politics-live-boris-johnson-asylum-seekers-rwanda-plan-provokes-fury-priti-patel-latest-updates

[5] Carlos Fresneda. Op. cit.

[6] “Los controvertidos planes de Reino Unido para enviar a Ruanda a solicitantes de asilo”. Op. cit.

[7] Ídem.

[8] Carlos Fresneda. Op. cit.

[9] “El director de la OMS afirma que el sesgo racial hace que el mundo preste más atención a la crisis en Ucrania que a la de Etiopía y otros países”. Democracy Now, 14/04/2022, https://www.democracynow.org/es/2022/4/14/titulares/who_chief_says_racism_leads_to_greater_focus_on_ukraine_than_ethiopia_and_other_crises

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LAS SOMBRAS QUE ACECHAN A UN LADO DE LA GUERRA

María Eugenia Álamos*

Los colores de la Bandera de Ucrania aparecen en estos días por todos los medios de comunicación, en distintos programas, documentales, análisis periodísticos y hasta en la ceremonia de los Oscar intentando visibilizar la situación de guerra que atraviesa este territorio.

Imágenes de tanques rusos, soldados ucranianos, ciudades sitiadas y bombardeos nocturnos se suceden incesantemente en la televisión por todo el globo. Con ellas, también enormes flujos humanos de refugiados que escapan improvisadamente del horror de la guerra en medio de frágiles “corredores humanitarios” establecidos por las partes en conflicto como medio de evacuación.

Este éxodo forzoso está compuesto esencialmente por mujeres, niños y ancianos, quienes son excluidos del “llamamiento a defender con armas su tierra” y deben abandonar todo su universo conocido si quieren preservar su vida y la de su familia mientras dure el conflicto.

Más de 3,7 millones de personas han huido de Ucrania desde que comenzó la ofensiva militar rusa el 24 de febrero y, de acuerdo con las estimaciones actuales de Naciones Unidas, es la crisis de desplazamiento humano que más rápido crece desde la Segunda Guerra Mundial[1].

No obstante, hay un murmullo que está empezando a sonar en medio de estos puntos fronterizos agolpados de refugiados y que preocupa cada vez más a las Organizaciones Internacionales que trabajan en puntos de extrema vulnerabilidad: el tráfico de personas.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) señala que las mujeres que llegan como refugiadas a las fronteras “necesitan protección frente a la violencia de género, el abuso y la explotación sexual (…) porque son particularmente vulnerables a ser víctimas de trata y pueden no ser capaces de buscar ayuda de las autoridades estatales para escapar de una situación de explotación”[2].

En los últimos días, han sido denunciados y apresados varios criminales que pertenecen a redes de trata de personas y que están operando en estos corredores humanitarios, aprovechando la situación de desesperación que existe en las caravanas de refugiados compuesta esencialmente por mujeres y niños que no entienden otro idioma que no sea el suyo y no tienen más opciones que confiar en los voluntarios que van encontrando en el camino y les ofrecen algún tipo de ayuda. En la última semana de marzo, fueron apresados dos ciudadanos italianos que se hacían pasar por “voluntarios” de ayuda humanitaria y que estaban intentando secuestrar mujeres ucranianas para sus redes de trata[3].

La precariedad en la que se encuentra todo el recorrido que deben realizar los refugiados que huyen de la guerra posibilita que estas redes actúen con mayor rapidez producto de la falta de organización y vigilancia necesaria en numerosos puntos del camino para preservar la integridad de estas mujeres y muchos niños que escapan solos, sin comprender los idiomas de quienes se acercan a ayudarlos quedando envueltos en situaciones de extrema vulnerabilidad.

Las redes de trata que trabajan en Ucrania no son nuevas; desde los años noventa, con el desmembramiento de la Unión Soviética, la situación social de la población dentro de Ucrania conllevó a una crisis económica que obligó a muchas familias a fragmentarse y migrar para buscar un sustento a futuro. Según un informe de Human Rights Watch (HRW), entre 1995 y 2000 en dos de las principales ciudades de Ucrania, Lviv y Kiev, las tasas de desempleo femenino superaban el 70%[4].

Según el informe de la Comisión Europea, Ucrania también destacaba como el país en el que más tratantes fuera de la UE habían sido detenidos por tráfico de seres humanos entre 2017 y 2018[5]. De esta manera, muchas mujeres, migraron al exterior o quedaron solas dentro de Ucrania, cayendo en redes de trata que se instalaron en la zona captando mujeres y niños para su mercado internacional, llegando incluso a liderar la temida escala de tráfico de personas con el puesto Nº 8 en países con mayor presencia de redes de trata de mujeres en Europa.

Las actividades ilícitas encuentran un punto de ebullición en el contexto de las guerras actuales, por la intensidad de los movimientos que allí se generan y por las características de trauma que poseen quienes escapan o participan en ellas. Es menester de la comunidad internacional, no sólo dar ayuda y cobijo a quienes llegan o atraviesan sus fronteras, sino preservar la seguridad humana de quienes escapan de la muerte.

De esta manera, la Comisión Europea comunicó oficialmente el 2 de marzo de 2022: «A través de una medida histórica, sin precedentes, la Comisión ha propuesto hoy conceder una protección inmediata y general en la UE a quienes huyen de Ucrania. Todas las personas que huyen de la guerra gozarán de un estatuto seguro y tendrán acceso a educación, atención médica y trabajo. Al mismo tiempo, estamos trabajando para facilitar el cruce eficiente de las fronteras para las personas y sus animales de compañía, con los controles de seguridad necesarios. Se trata de un momento de gran presión para nosotros, pero la Unión Europea y todos y cada uno de sus Estados miembros están demostrando sin lugar a duda que estamos dispuestos a pasar a la acción y a mostrar nuestra solidaridad con Ucrania»[6].

Sin embargo, aunque la solidaridad es necesaria, no alcanza para preservar la vida de quienes se encuentran en este momento en situaciones de peligro inminente. No sólo en puntos fronterizos, donde la vigilancia este presente, sino en los caminos espontáneos que toman los refugiados que van orientándose unos a otros, atravesando bosques, montañas, aldeas desoladas o puntos despoblados. Ahí, donde no están presentes los ojos que protegen y vigilan, es dónde los peligros se hacen realidad.

Todos nos hemos conmovido con la imagen del niño ucraniano de 11 años de la localidad de Zaporiyia, en Ucrania central, que recorrió 1.700 kilómetros —1.200 de ellos en soledad— hasta reunirse con unos familiares en Bratislava (Eslovaquia) con sólo una bolsa de plástico, su pasaporte y un número de teléfono escrito en su mano. De acuerdo con la publicación del cuerpo de seguridad eslovaco que lo recibió, el niño “llegó completamente sólo” a Eslovaquia porque su madre viuda y con varios hijos ha tenido que quedarse en la ciudad de Zaporiyia cuidando de la abuela del niño que está inmovilizada.

Para muchos de nosotros, es impensado enviar a nuestros hijos solos en un tren con destino a un país que se encuentra a 1.700 kilómetros de distancia, pero esta historia se replica miles de veces en este momento para quienes están inmersos en situación de guerra. La desesperación es tan fuerte, la necesidad de supervivencia en contextos de incertidumbre nos lleva a situaciones que jamás imaginamos. El niño, en riesgo extremo. La madre, en riesgo extremo también sola en un territorio ocupado a merced de las bombas.

Esta historia, que se viralizó en las redes gracias a los voluntarios que asisten en la frontera, se asemeja a la de otro niño de cuatro años que ingresa a la frontera en Medyka (Polonia) llorando en soledad… Lo hemos visto TODOS, incluso los monstruos que acechan en la oscuridad a la espera de cazar a sus víctimas. Este niño, tuvo suerte (¿?) porque lo recibió un voluntario de Cruz Roja y enseguida lo protegió, pero ¿cuántos niños, niñas y mujeres no tienen la misma suerte desapareciendo del camino sin dejar rastro alguno?

La ayuda es necesaria, la solidaridad en tiempos de guerra. Pero no debemos olvidar que la protección y la seguridad son fundamentales para preservar a quienes huyen de la guerra, desolados, desesperanzados y sin voz, caminando sin saber dónde ir y con lágrimas en los ojos.

El crimen organizado (incluido el tráfico sexual, de órganos y, con frecuencia, el trabajo forzado) no es la única amenaza. Los refugiados también son explotados por individuos. Personas en Polonia, Alemania, Reino Unido y otros lugares han abierto sus hogares a los refugiados, la mayoría con las mejores intenciones. Pero lamentablemente no todos, habiendo actualmente muchas denuncias de mujeres que fueron alojadas por particulares que se ofrecieron a ayudarlas en estaciones de tren y luego terminaron quitándoles el pasaporte para retenerlas y explotarlas[7].

Debemos organizar y extremar sistemas de vigilancia específicos en todo el trayecto humanitario con la finalidad de minimizar todo lo posible la actividad de estas redes criminales que actúan en la oscuridad y convierten en sombras a quienes anhelan vivir en paz.

* Geógrafa (UNLP) y Becaria Doctoral del Programa Argentino Alemán de Intercambio Académico en Estudios Culturales Interdisciplinarios de Europa y América Latina CUAA; Ibero-Amerikanisches Institut von Berlín, Universität Rostock y UNLP. Consultora Externa en Migraciones Internacionales para África, Europa y América en la Organización Internacional para las Migraciones – OIM/ONU. Especialista en Contenidos sobre Derechos Humanos y Defensores del Medio Ambiente en el Instituto Interamericano de Derechos Humanos – IIDH en Costa Rica. Miembro de la Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior – RAICES y la Red de Científicos Argentinos en Alemania (RCAA). Miembro de la SAEEG.

Referencias

[1] Lola García. “El desgarrador llanto de un niño al abandonar Ucrania y entrar en Medyka (Polonia) | Vídeo”. El Periódico, 09/03/2022, https://www.elperiodico.com/es/internacional/20220309/nino-llora-entrar-medyka-polonia-refugiado-ucrania–dv-13346287

[2] Noemí López Trujillo. “Tráfico de mujeres ucranianas: el riesgo de que las refugiadas sean captadas para la explotación sexual”. Newtral.es , 26/03/2022, https://www.newtral.es/trafico-mujeres-ucranianas-redes-trata/20220326/.

[3] Katya Adler. “Rusia y Ucrania: los traficantes que se hacen pasar por falsos voluntarios para captar refugiadas ucranianas”. BBC News, 28/03/2022, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-60895320

[4] Ídem.

[5] “Ucrania: la Comisión propone la protección temporal para las personas que huyen de la guerra en Ucrania y directrices para los controles fronterizos”. Comisión Europea (Representación en España), comunicado de prensa, 02/03/2022, https://spain.representation.ec.europa.eu/noticias-eventos/noticias-0/ucrania-la-comision-propone-la-proteccion-temporal-para-las-personas-que-huyen-de-la-guerra-en-2022-03-02_es

[6] Ídem.

[7] Katya Adler. Op. cit.

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DOS DÉCADAS DE IMPACTOS GEOPOLÍTICOS

Alberto Hutschenreuter*

Llevamos apenas poco más de dos décadas en el siglo XXI y ya atravesamos impactos geopolíticos mayores, es decir, disrupciones internacionales desestabilizantes con base o características político-territoriales.

No deberíamos sorprendernos: hace un siglo, la política internacional ya había experimentado la guerra ruso-japonesa, el caos en los Balcanes, la gran catástrofe de 1914-1918, el desafío que implicaba para los países el establecimiento de un régimen revolucionario en Rusia, el derrumbe de cuatro imperios, y el gran desafío que suponía construir un orden internacional tras una guerra (además de una pandemia que causó 50 millones de muertos).

A partir de allí, casi todo el siglo XX estuvo signado por la geopolítica, al punto que, parafraseando una de las principales obras del gran Raymond Aron, fue “un siglo de geopolítica total”: comenzó con una pugna relativa con territorios entre Rusia y un ascendente Japón, y acabó con el gran desplome político-territorial del siglo, la desaparición de la Unión Soviética.

¿Será el siglo XXI otra centuria de geopolítica total? Seguramente, aquellos que conceden a los “nuevos temas” (robótica, redes digitales, inteligencia artificial, comercio, “blockchain”, movimientos y relaciones sociales interestatales, informática, genética, “vida 3.0”, etc.) un lugar de cambio de la historia relativizan la relevancia de la geopolítica (como también de la anarquía internacional y su “regulador”, la guerra), del mismo modo que lo hicieron aquellos que en los noventa vieron el comercio, la tecnología y la globalización como realidades superadoras de los fenómenos internacionales fragmentadores.

Pues bien, ojalá les acompañe la razón y el mundo finalmente marche hacia un auténtico orden mundial-aldeano basado en la confianza, la cooperación y la justicia internacional. Nada amparará más a la humanidad frente a las disrupciones o grandes apagones estratégicos que una configuración u orden internacional, esto es, un régimen de convivencia entre estados que (como nos sugiere la experiencia) más nos aproximará a aquello que denominamos paz.

Pero los hechos internacionales vividos en estas dos décadas del siglo XXI no nos permiten demasiado suponer que nos encontramos relativamente próximos a un ancla que sujete las relaciones internacionales a ese bien público mundial que es el orden.

Tampoco podemos asegurar que será otro siglo de geopolítica integral. Pero hasta hoy los acontecimientos con base en el factor geopolítico han sido categóricos. Volviendo a Aron, para este autor los órdenes internacionales son órdenes territoriales. Podríamos decir, por tanto, que los desórdenes internacionales implican desórdenes territoriales.

En este sentido, el siglo XXI se inició con un acontecimiento geopolítico mayor: el ataque perpetrado por el terrorismo transnacional sobre el territorio más protegido del planeta, Estados Unidos. El ataque implicó un notable cambio en la naturaleza geopolítica de este actor fáctico o no estatal, es decir, el terrorismo el 11-S alcanzó su mayor resultado desde que en los años noventa abandonó su territorio clásico de acción, el norte de África y Oriente Medio, para proyectarse a cualquier parte del mundo, particularmente al territorio y dominios del por entonces poder predominante del mundo, Estados Unidos, como así a otros sitios apóstatas.

De modo que, si por geopolítica consideramos intereses políticos volcados o proyectados sobre determinados territorios con propósitos relativos con la obtención de ganancias de poder, el ataque el 11-S fue resultado, ante todo, de un cambio de escala en el sentido o nuevo rango territorial de un fenómeno no estatal.

Pero también el siglo XXI comenzó con la ampliación de la OTAN, un hecho de fin de la década del noventa, aunque acaso fue, por lo que ha sucedido después, el primer acontecimiento del nuevo siglo.

La ampliación de la Alianza Atlántica hacia el este y el sur de Europa en términos prácticamente indefinidos explica, en gran medida, la guerra en Ucrania y el estado de “no guerra” entre Rusia y Occidente, pues el acercamiento de la OTAN a la frontera rusa y la ambigüedad de Bruselas en relación con las demandas de Kiev de sumarse a la cobertura política-militar disparó lo que en Rusia denominan “medidas contraofensivas de defensa”, consideradas por el Kremlin ante amenazas externas como la aproximación de alianzas militares a sus fronteras o situaciones internas en las ex repúblicas que puedan afectar el interés nacional de Rusia (dichas amenazas se encuentran en los documentos relativos con la concepción estratégica rusa).

Sin duda que Rusia transgredió el derecho internacional al invadir Ucrania, y hoy se registra en ese país y en los países vecinos de Europa del este un serio descenso de la seguridad humana, e incluso aumentó el riesgo en el nivel de la seguridad estratégica; pero si no se considera que la ampliación indefinida de la OTAN supone la ruptura de la concepción de seguridad indivisible, pues Occidente pretende incrementar su seguridad en detrimento de la seguridad de Rusia, un actor de más alta sensibilidad territorial que cualquier otra potencia preeminente, se deja de lado la clave (básicamente geopolítica) para comprender esta innecesaria crisis y guerra.

Más allá de las advertencias que reputados expertos en Occidente realizaron cuando la OTAN comenzó a extenderse, recientemente analistas y personalidades en Estados Unidos y Europa han remarcado que la situación actual fue resultado de lo que podemos denominar “transgresiones estratégicas y geopolíticas” por parte de Occidente. Por caso, Thomas Friedman prestigioso analista estadounidense, ha sostenido que “Esta es la guerra de Putin, pero Estados Unidos y la OTAN no son enteramente inocentes”. El analista cita largamente a George Kennan, quien en 1998 advirtió que la ampliación de la OTAN era un error estratégico. Por su parte y más recientemente, Javier Solana, ex secretario general de la OTAN (1995-1999) y Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad de la UE (1999-2009), sostuvo que “vivimos las consecuencias de sugerir que Ucrania entraría a la OTAN”.

El ascendente político-territorial es tan fuerte en esta cuestión que ha conmocionado al mundo, que la única posibilidad de lograr un cese de fuego en Ucrania radica en la renuncia de Kiev a ser (eventualmente) parte de la OTAN, es decir, alguna forma de neutralidad o neutralización político-territorial del país que elimine toda posibilidad de que Rusia limite al oeste con fuerzas y capacidades de la OTAN.

Por supuesto que desde comienzos de siglo y hasta hoy hubo otros numerosos hechos y nuevas situaciones de cuño eminentemente geopolítico, por caso, el establecimiento de Estados Unidos en la zona del Golfo Pérsico cuando en 2003 desplegó capacidades para luchar contra el terrorismo; la proyección de Rusia hacia el Ártico; el impulso de China a través de la “tierra orilla” del sur de Asia y de la masa terrestre de Asia central; la relocalización del terrorismo en zonas de África; la pugna entre las potencias medias regionales en Siria; la reafirmación territorial de los estados en tiempos de la pandemia; la creciente relevancia del territorio virtual como nueva dimensión de la geopolítica; la nueva fase del “imperialismo de suministros”; los crecientes requerimientos de materias primas por parte de la nueva “industria limpia” y las nuevas tecnologías; la posible emergencia de “custodios” de territorios sensibles para el mundo; las alteraciones geográficas con fines relativos con el poder; la creciente importancia de la “geopolítica popular” (que incluye el papel de medios y otros modos de cultura popular); el avance en materia de “geopolítica subterránea” o “vertical”, etc.

Prácticamente, dos décadas de “geopolítica total”. Pero, además, los estudios relativos con escenarios (realizados antes de la actual guerra en Ucrania) son bastante preocupantes. Por ejemplo, el último Informe del Foro Mundial relativo con los “Riesgos globales 2022” y más allá es altamente preocupante en relación con lo que podría aguardar a la humanidad. https://www.weforum.org/reports/global-risks-report-2022

Desde nuestro campo de estudio, la geopolítica prácticamente domina los temas del informe, que remarca la temática medioambiental como el segmento de mayor preocupación. Pero hay dos territorios no menos inquietantes en relación con lo que podría suceder en ellos: ciberespacio y el espacio exterior.

Respecto del primero, se estima que los ataques en territorio digital se multiplicarán sensiblemente en los próximos años. Las acometidas implican las relaciones entre estados, pero también el comercio electrónico. Se considera que para 2024 el valor global del comercio digital ascenderá a 800.000 millones de dólares, es decir, como advierte el analista de “World Politics Review” Stewart Patrick, habrá una mayor superficie para ataques.

En cuanto al segundo, se teme que pueda suceder una crisis en el espacio exterior, “territorio” que ha adquirido enorme relevancia como consecuencia de la cantidad de satélites en órbita. Se estima que en los próximos veinte años podría haber 70.000 satélites, tráfico que expande las posibilidades de incidentes, pero también abre posibilidades para la denominada guerra asimétrica. Asimismo, como bien advierte el autor citado, los marcos regulatorios que existen para el espacio exterior son hoy insuficientes para cuestiones como la explotación de recursos en dicho “territorio”.

Concluyendo, podemos observar tres impactos geopolíticos en poco más de dos décadas. Pero, además, hay otras muchas realidades y situaciones nuevas que responden a la lógica que asocia política, territorio y poder. No sabemos si será otro siglo de “geopolítica total”, pero hasta ahora, la geopolítica, que nunca se fue, mantiene un protagonismo categórico.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Ha sido profesor en la UBA, en la Escuela Superior de Guerra Aérea y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Su último libro, publicado por Almaluz en 2021, se titula “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”.

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