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RECORDANDO NUEVAMENTE AL TRIÁNGULO ALIMENTARIO MUNDIAL

Agustín Saavedra Weise*

 

A ratos uno no sabe qué pensar cuando noticias y datos de interés pasan acá desapercibidos. Al respecto, y como estamos ingresando a la primera mitad del mes de Santa Cruz, yo sí quiero recordar un acontecimiento en Buenos Aires de julio 2016, importante para nuestro departamento y para Bolivia en general. Fueron unas jornadas de análisis agropecuario con protagonistas de alto nivel y dónde se habló de la mejor manera de alimentar a la humanidad. Al respecto y salvo la modesta opinión del suscrito, jamás escuché ningún comentario, ni siquiera de los sectores directamente interesados: ganaderos y agricultores.

Hoy en día el campo oriental se encuentra en jaque por efecto de organizaciones de naturaleza teóricamente ecológica que prácticamente buscan paralizar —si es posible— la producción agraria y ganadera, so pretexto de temas que tienen que ver con el medio ambiente.

No perciben que ellos se alimentan de lo mismo que se produce acá y sin eso no podrían sobrevivir; el mundo necesita también comer y como estado, necesitamos generar divisas mediante la exportación de productos alimentarios. Si hay que controlar que así sea, pero no satanicemos a nadie, más bien hay que generar pautas consensuadas de desarrollo sostenible sin disminuir la producción de alimentos. Al contrario: debemos expandir la frontera agropecuaria al máximo posible.

En el mencionado evento de julio 2016, grupos empresariales y multinacionales de alto nivel definieron un triángulo de la alimentación mundial, cuyo vértice era Santa Cruz de la Sierra. El triángulo estaba formado por nuestra capital oriental, San Pablo y Bahía Blanca. Cada parte tiene su razón de ser.

Santa Cruz de la Sierra representa la potencialidad productiva del interior subcontinental ¿Por qué eligen a nuestra tierra natal? ¿Por qué no elegir otras ciudades tan o más importantes del hinterland? Si desde el exterior eligen a Santa Cruz de la Sierra es por su privilegiada ubicación como área estratégica de la región y también por la capacidad que tiene para producir alimentos capaces de alimentar, no solamente a las Américas, sino al mundo entero. Bahía Blanca es un puerto argentino de aguas profundas —ubicado al sur de la pampa húmeda— por el cual se exporta gran cantidad de granos y San Pablo es el centro económico e industrial de América Latina. Dibuje el lector el triángulo sobre esos tres vértices y verá la sabiduría de lo planteado.

Estos grupos multinacionales de expertos cuando dicen algo lo dicen muy en serio. Empero, nadie en Santa Cruz ni en Bolivia se preocupó de enterarse, alegrarse y asombrarse de que nuestro terruño figure como vértice clave del triángulo de la alimentación mundial. Modestia aparte yo sí me ocupé del tema y divulgué el evento mediante un artículo publicado el 31 de julio de 2016, pero no es eso lo que me inquieta, finalmente la gente es libre de leer (o no) una nota periodística. Me preocupa hasta ahora el tema de fondo: nadie ha percibido —ni siquiera políticos y productores— la importancia de lo expresado en esa reunión ni la potencialidad geopolítica de Santa Cruz de la Sierra.

Pero algunos nos preocupamos, por eso vuelvo a mencionar el evento, recalco mi nota al respecto y ahora reitero nuevamente lo expresado hace 4 años en las conclusiones de esa histórica jornada agropecuaria: “Los organizadores y participantes se dieron cuenta de que el futuro de la agricultura del mundo pasa por América del Sur: Estados Unidos consume todo lo que produce, Europa cada día es más un gran jardín y África, si bien tiene agua y tierra, no tiene todavía muchos elementos que le harían falta para ser un lugar productivo. Por eso se proyecta un triángulo imaginario entre San Pablo, Santa Cruz de la Sierra y Bahía Blanca, que es desde donde saldrá la comida del mundo porque hay espacio y una población lo suficientemente educada para entender las nuevas tecnologías».

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/recordando-nuevamente-al-triangulo-alimentario-mundial_200139

EL MUNDO QUE PODEMOS VER MÁS ALLÁ DEL ENVENENAMIENTO DE ALEKSÉI NAVALNY

Alberto Hutschenreuter*

Alekséi Navalny. Foto: REUTERS.

El 20 de agosto, a bordo de un avión en vuelo hacia Siberia, el político opositor ruso Alekséi Navalny se sintió descompuesto, por lo que la nave debió bajar en Omsk, donde recibió las primeras atenciones médicas, para ser posteriormente trasladado a un hospital de Berlín. Allí, tras consultas con profesionales del ejército alemán, se determinó que Navalny fue envenenado con una sustancia química prohibida conocida como novichok, un poderoso agente tóxico (superior al gas sarín o GB) desarrollado por el ejército ruso como parte del programa de armas químicas binarias, esto es, componentes que en forma separada no se manifiestan, pero una vez que se mezclan producen un agente letal.

Un hecho sin duda lamentable para el político ruso, y un hecho que implica una “regularidad” en materia de asesinatos en Rusia, si bien la historia del mundo está repleta de prácticas relacionadas con la eliminación de personas a través de agentes tóxicos. Pero la secuencia de asesinatos y ataques químico-biológicos dentro y fuera de Rusia perpetrados por agentes rusos durante este siglo se ha vuelto un “clásico macabro”.

La cuestión relativa con la responsabilidad del ataque a Navalny una vez más ha vuelto a colocar al gobierno ruso en el centro de las sospechas, si bien, también una vez más, hay una pluralidad de posibles responsables: desde personas que han sido denunciadas por Navalny en el pasado hasta ajustes de cuentas entre ex espías rusos, pasando por “agentes patrióticos”, todo puede ser posible, aunque prácticamente improbable. Si para Churchill Rusia era “un misterio dentro de un enigma envuelto en la niebla”, los casos de envenenamiento dentro de territorio de Rusia, se podría decir que implican, en término de causas y responsables de los mismos, todo eso, pero dentro de un arca que ha sido cerrado bajo múltiples combinaciones y casi todos sus diseñadores se hallan desaparecidos.

Pero el caso Navalny nos permite observar un poco más allá, en dirección de realidades y del posible mundo venidero, pues dicho caso comporta varios “anillos” de análisis.

En primer lugar, la relación Alemania-Rusia, un vínculo que, salvo durante las guerras mundiales, ha sido históricamente favorable para los intereses de ambos. Para Berlín, el mantenimiento de una relación con Moscú en el segmento energético y de la seguridad energética es clave. El suministro de gas ruso “de territorio a territorio”, pues el gasoducto alemán-ruso (en el que se llevan invertidos más de 12.000 millones de dólares) se extiende a través del Mar Báltico evitando el tránsito por potenciales perturbadores, es una ganancia de cuño geopolítico y geoeconómico que ningún otro actor podría ofrecer a la poderosa locomotora de Europa.

Imagen: Deutsche Welle.

Aunque el proyecto “Nord Stream” se inició y terminó en tiempos en que las relaciones ruso germanas eran otras (y que hoy casi se completa con el “Nord Stream 2”), si Berlín no logra calibrar con sentido estratégico los componentes de la ecuación que combina valores e intereses (hoy más escorada hacia los valores), no solo no habrá resuelto a su favor una cuestión mayor, sino que, en un mundo incierto, bajo afirmación del “poder nacional primero” y multilateralismos en caída libre, Alemania y sus socios padecerán consecuencias si consideran que solamente con lo institucional y el derecho podrán influir en él. La historia no ofrece ningún registro sobre “potencias institucionales”.

La canciller Angela Merkel y quien la suceda en el cargo no harían nada mal en echar una mirada a la historia y recordar algunas de las claves de bóvedas formuladas por el canciller Bismarck en relación con el vínculo con Moscú. Quizá no tengan que ir tan lejos: el desaparecido Helmut Kohl y Gerhard Schröder (hoy presidente de la junta directiva de Nord Stream 2) podrían ser muy útiles en cuestiones de pragmatismo en la política exterior.

Un segundo anillo es la Unión Europea, pues no todos mantienen idéntica percepción en relación con castigar indefinidamente a Rusia. Si bien la UE participa del régimen de sanciones por los hechos de Crimea, hay países como la misma Alemania, Italia, Grecia (donde es vital el vínculo ortodoxo), etc., que vieron bastante afectada la relación comercial con Moscú. Solo basta tener presente que antes de Crimea la relación comercial ruso-alemana llegó a superar los 100.000 millones de dólares.

Por otra parte, es bastante claro que la configuración internacional del siglo XXI, que según Henry Kissinger se dará bastante entrada la centuria, implicará un dinamismo integral en el gran territorio euroasiático; por tanto, la UE está llamada a desempeñar un papel gravitacional en él, es decir, deberá, de cualquier manera, desplegar una geopolítica propia, decisión que no implica disrupción con el socio atlántico, pero sí priorizar sus intereses y estar preparada para soportar posibles coacciones del “pacificador americano” en el continente, para utilizar el concepto de John Mearsheimer.

Por su parte, Rusia, otro anillo clave, podría afianzar su enfoque en relación con una orientación exterior hacia la Gran Eurasia. De este modo, como sostienen algunos de sus autorizados analistas, por caso, Andrey Kortunov, ello podría replantear su relación con Europa desde un conjunto de actores preeminentes (China, India, etc.), no desde una relación directa Rusia-Europa. Claro que, como advierten, en ese escenario Rusia tendrá que ofrecer algo más que su presencia política, es decir, una mayor fortaleza económica. De este modo, Rusia podría llegar a “sustraer” a Europa de la influencia atlántica sin tener que recurrir a medios pro-fragmentación que siempre acaban por colocarla en el banquillo de los acusados.

Por último, el caso Navalny es un hecho funcional para Estados Unidos en su política orientada a “mantener vigilada” a Rusia (algo así como una “contención activa” en el siglo XXI, para distinguirla de la “contención pasiva” del siglo XX); pues, de no hacerlo, tarde o temprano, surgirá allí (según el oeste) un empuje geopolítico revisionista ruso que someterá otra vez a Europa del centro (una aprensión geopolítica palpable en la cada vez más militarizada Polonia). Por otro lado, también es funcional en relación con sus propósitos geo-energéticos: el de ser principal suministrador de recursos a Europa.

En breve, más allá de la tragedia sufrida por Alekséi Navalny, quien estaría saliendo del estado de gravedad en el hospital berlinés, el caso permite realizar una pluralidad de análisis sobre cuestiones que implican no solo reacomodamientos en las relaciones entre los estados, sino conjeturar sobre escenarios en los que, sin duda, estarán presentes las clásicas lógicas que habitan en dichas relaciones: concordia y discordia. No podemos asegurar cuál de ellas prevalecerá como antecámara de un orden nuevo.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Profesor de la asignatura Rusia en el ISEN. Profesor en la Diplomatura en Relaciones Internacionales en la UAI. Ex profesor en la UBA y en la Escuela Superior de Guerra Aérea. Autor de varios libros sobre geopolítica. Sus dos últimos trabajos, publicados por Editorial Almaluz en 2019, son “Un mundo extraviado. Apreciaciones estratégicas sobre el entorno internacional contemporáneo”, y “Versalles, 1919. Esperanza y frustración”, este último escrito con el Dr. Carlos Fernández Pardo.

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SOBERANÍA Y PODER AÉREO

Marcos Kowalski*

Con la humilde pretensión de contribuir a contextualizar la Importancia de la Superioridad Aérea para la República Argentina, insistiendo en la búsqueda de generar Inquietud e Interés, así como fomentar cambios de mentalidad en la sociedad y los tomadores de decisión políticos en relación con los nuevos escenarios que la era contemporánea obliga a alcanzar para el ejercicio de la Soberanía garantizando la seguridad y la defensa nacionales.

Podemos definir la Soberanía como la capacidad de ejercer el Estado de Derecho en un territorio a mano de instituciones organizadas en un gobierno efectivo y en un contexto determinado. Esto significa que se debe contar con la capacidad total, para ejercer en forma innegable e irrevocable la voluntad de un Estado, mediante el marco jurídico adecuado, que lo faculte a ejercer su poder en su territorio Nacional, y, sin la interferencia de actores externos, ya sean de carácter público o privado.

Pero para ejercer en forma efectiva la Soberanía los Estados deben contar con los medios y los recursos para hacer valer los derechos y la voluntad Nacional, expresados en su capacidad de Defensa (externa) y de observancia de la ley y fiscalización (interna). Sin esos medios y recursos, puede hablarse de una Soberanía legal o de jure (es decir, expresada por cuestiones normativas y legales abstractas) pero solo con los atributos mencionados puede hablarse del ejercicio de una Soberanía real (de facto), es decir que se cuentan con los medios reales para hacer valer el concepto de soberanía. Los Estados modernos deben contar con ambos atributos, el legal y el fáctico y de esta manera participar más eficientemente en una comunidad internacional que se encuentra en constante interacción e interconexión por la vía aérea.

Solo controlando la soberanía del espacio aéreo se tiene capacidad de influir en tierra y mar y, por tanto, el espacio aéreo es estratégico y vital para la supervivencia de los Estados contemporáneos. Es obvio que aquellos Estados que cuentan con más capacidades de defensa, protección y salvaguarda de su soberanía aérea tienen por definición mayor capacidad de prevenir intervenciones e influencias externas en su espacio aéreo y sus determinaciones y, por lo tanto, también en sus territorios terrestre y marítimo.

Para preservar y salvaguardar la soberanía nacional de carácter integral, es primordial, entonces, proteger y salvaguardar el espacio aéreo y esta es una de las labores principales de las Fuerzas Aéreas. El ejercicio de la soberanía implica el uso de los activos aéreos nacionales para ejercer y mantener el código normativo nacional e internacional en este entorno siendo las Fuerzas Aéreas las que poseen un papel preponderante para efectivizar la soberanía dentro del espacio aéreo nacional frente a actores domésticos o foráneos.

Este es el fundamento a partir del cual es prudente reflexionar sobre las capacidades de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) en materia de Seguridad Integral y Defensa Aérea, siendo la Republica Argentina un actor fundamental, como sujeto de Derecho soberano en el escenario internacional, lo anterior no sólo es prudente y procedente para preservar la integridad como Nación, si no que hace a las relaciones internacionales de nuestro país, para promover un mayor entorno de competitividad, de cooperación y de gestión conjunta en los ámbitos políticos, económicos, sociales y militares de carácter hemisférico, continental e internacional.

Contar con los medios y recursos, que habíamos mencionado, implica desarrollar, gestionar y administrar eficientemente los elementos necesarios para proteger la soberanía nacional en forma integral en un entorno complejo y dinámico. Es entonces oportuno señalar que la Soberanía se ejerce no sólo en nuestro territorio geográfico y marítimo, sino también en toda nave que navegue o aeronave que vuele con bandera argentina, además de los ciudadanos argentinos que puedan estar visitando otros países en todo el mundo, porque todo argentino, toda nave argentina y toda aeronave nacional en vuelo es parte del país y por tanto nos encontramos obligados a defenderlos, protegerlos y salvaguardarlos. Para ello existen diversos caminos y medios, pero nada sustituye la necesidad de contar con una Fuerza Aérea eficiente, fuerte y con proyección global.

Entonces debemos decir que es imperioso para cualquier Nación sobre todo para una nación como Argentina contar con PODER AÉREO. Pero ¿Qué es el poder aéreo? La definición más conocida dice que es la habilidad del uso de una o más aeronaves en el espacio aéreo con fines militares, llegando a cualquier punto sobre la tierra, en defensa de los intereses soberanos de una Nación, mientras que EURAC —el foro que agrupa a los jefes aéreos de 17 naciones europeas—, con una visión más actualizada, define el Poder Aéreo como “la capacidad de proyectar Fuerza militar en el aire o el espacio o desde una plataforma o misil que opere por encima de la tierra”.

Podemos ver que la protagonista del Poder Aéreo es la aviación, que ha tenido en el mundo un acelerado desarrollo a partir de inicios del siglo XX, así como su independencia de las fuerzas terrestres y navales. A través del tiempo se ha demostrado que la capacidad de la aviación es el punto de inflexión para ganar o perder una guerra. En efecto, desde la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el empleo del avión comenzó a deslumbrar a estrategas, políticos y pensadores por su potencial para superar la lógica de la guerra de trincheras que consumía inmensos recursos humanos y materiales. Posteriormente, las batallas aéreas demostraron ser decisivas en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), y el ejemplo de los éxitos operacionales alcanzados por la fuerza aérea alemana, la británica o la estadounidense, motivó a las demás naciones a constituir sus propias fuerzas aéreas.

La Superioridad Aérea y Dominio del Aire, en el teatro de la guerra o en el de operaciones, se ha constituido en la primera necesidad en un conflicto por los efectos que produce sobre el adversario. Hoy en todo conflicto es imperioso lograr la Superioridad Aérea que es un estado, momentáneo y temporal de la consecución de la guerra aérea donde en la zona en la que se opera se pueden realizar misiones con posibilidad de éxito. Los aspectos de la Superioridad Aérea podrían resumirse en básicamente tres situaciones o estados, la de paridad aérea, la de superioridad aérea y la de supremacía aérea.

Cada uno de esos tres estados se pueden conseguir en tres áreas generales del espacio aéreo en la batalla; en el espacio aéreo propio, sobre el campo de batalla, o en el espacio aéreo del enemigo.

La paridad aérea significa que ambos bandos pueden efectuar misiones exitosas en el mismo espacio. Superioridad aérea significa que se pueden realizar misiones en cierto espacio aéreo con pocas chances de ser repelidos o evitados por el enemigo, es decir que si un bando gana la superioridad aérea sobre el campo de batalla, entonces puede realizar las misiones con poco peligro de ser evitadas o interceptadas por la aviación enemiga y ésta, por lo tanto, pierde la paridad aérea y no puede realizar misiones con alto grado de éxito.

La supremacía aérea significa que el bando controla TOTALMENTE el espacio de batalla. Si un bando tiene supremacía aérea sobre el campo de batalla significa que prácticamente no existen posibilidades que el enemigo realice las operaciones aéreas propias, siendo casi imposible que pueda desarrollar alguna sobre ese espacio aéreo.

Para que se posibilite la supremacía aérea, incluso una superioridad aérea, es necesario que un país cuente con los medios aéreos apropiados para ese fin y debemos recordar que la Republica Argentina es un país obligado por la Constitución a mantener su soberanía, orden constitucional e integridad territorial, para poder cumplir con ello la Superioridad Aérea debe ser el primer objetivo por alcanzar.

Debemos siempre tener presente que nuestro país tiene las Malvinas e islas del Atlántico Sur ocupadas por una potencia extranjera y que es mandato constitucional demandar su recuperación, entonces, deben volver a instruirse por parte de los políticos a cargo de la administración nacional de turno las hipótesis de conflicto abandonadas en 1983, porque en una eventual guerra no se puede esperar que la iniciativa la tenga el enemigo, para reaccionar posteriormente en defensa. La pregunta sería en ese momento ¿reaccionar con qué? O, en el peor de los casos, ¿ya para qué?, si el enemigo ha sido lo suficientemente capaz de neutralizar nuestro Poder Aéreo.

La Superioridad Aérea como parte del Poder Aéreo, como estamos viendo, juega un papel de primer orden en las guerras, batallas y campañas. Sin importar el modo de la guerra en que un país se involucre, es importante conocer las amenazas presentes y futuras que restringen la capacidad del Poder Militar y en especial las del Poder Aéreo, que es quien debe dar la pauta de libertad de acción a las operaciones conjuntas.

Hoy, el cielo tridimensional y la quinta generación en la tecnología se constituyen en los medios y formas para alcanzar el fin del mejor grado de Dominio del Aire. La tecnología de hoy permite evaluar el alcance de las capacidades de una Fuerza de Superioridad Aérea y, en consecuencia, su grado de ventaja sobre el enemigo. La quinta generación constituye el mayor potencial aéreo capaz de enfrentar amenazas y buscar la supervivencia a la hora de proteger una Nación, tener poder aéreo es costoso, mantenerlo aún más, pero no tenerlo es el peor de los costos; puede significar la perdida de la soberanía. Si se posee el suficiente y necesario poder aéreo para alcanzar la superioridad aérea prevista, los comandantes de tierra y mar pueden y deben sentirse más seguros y protegidos y con total libertad de ejecutar sus operaciones.

Pero que debe considerarse al elegir un avión de combate que pueda disputar el espacio aéreo a un eventual enemigo hoy, en el caso concreto de Argentina, con una Fuerza Aérea casi inexistente por desidia o desinterés político, con pilotos con muy bajos sueldos, con materiales vetustos y que se mantienen en vuelo por un esfuerzo impresionante de las tripulaciones, tanto de vuelo como de tierra, la Fuerza Aérea Argentina es una sobreviviente, que viene perdiendo capacidades desde hace décadas.

Un estado de crisis permanente, propiciada por una clase política, solo preocupada por disputas intestinas agonales, no ha podido en su despropósito construir hasta la fecha una base estructural que permita una arquitectura política superadora para retomar el camino perdido hace muchas décadas.

Los políticos no saben o no quieren hacer resurgir la Argentina que siempre fue, han llevado al Estado argentino y a las Fuerzas Armadas a un declive permanente y la Fuerza Aérea Argentina no ha podido recuperar ni mínimamente la capacidad de combate perdida, encontrándose además con serias restricciones en las pocas capacidades, incluyendo el transporte, que posee, reduciéndose hoy a una pequeña cantidad de aviones, muchos ya vetustos, milagrosamente en condiciones de operar.

Es indudable, que, con el estado de cosas actuales, la reconstrucción de un poder militar creíble y con cierta capacidad disuasiva requiere un consenso entre los actores políticos y una continuidad. En ese aspecto el proyecto de ley FONDEF (Fondo Nacional de la Defensa) que asigna el cero coma treinta y cinco por ciento (0,35%) del total de los Ingresos Corrientes previstos en el Presupuesto Anual Consolidado para el Sector Público Nacional para el año 2020, el cero coma cinco por ciento (0,5%) para el año 2021, cero coma sesenta y cinco por ciento (0,65%) para el año 2022, hasta alcanzar el cero como ocho por ciento (0,8%) para el año 2023, manteniéndose este último porcentaje para los sucesivos ejercicios presupuestarios, si bien es todavía insuficiente representa por lo menos un marco jurídico para el financiamiento en la recuperación de las capacidades bélicas de la Nación.

En lo que a la Fuerza Aérea Argentina se refiere, en un ambiente donde los países de la región tienden a adquirir aeronaves de combate de cuarta y quinta generación, que tienen un alcance, con sus armas, más lejos que el horizonte, superando el campo visual y con capacidad de combate como vectores para lanzar armas inteligentes.

Debemos concebir, la necesidad y con independencia del tipo de combate que se requiera, propender a disuadir mediante una superioridad aérea, con competencia de respuesta más allá del campo visual, además de una serie de capacidades que son, a nuestro juicio, esenciales e inalterables, tanto para el piloto como para el avión.

En el caso de los pilotos, son imprescindibles una alta capacidad de gestión, concentración y reacción inmediata para detectar las amenazas del combate. Parte de estas capacidades podemos decir que, en Argentina, se está logrando mediante el entrenamiento que proporcionan la Escuela de Aviación Militar y el Curso de Estandarización y Procedimientos para Aviadores de Combate (CEPAC) que cuenta con aviones de entrenamiento como los Beechcraft T-6 Texan II e IA-63 “Pampa” que son modernos y hacen que la capacitación resulte buena.

IA-63 Pampa III

La gran carencia es la falta de capacidad aérea de combate, aun cuando el esfuerzo operativo de la FAA, permite que permanezcan en servicio los viejos A-4AR. Está claro que el sistema no tiene mucho tiempo más de vida útil, siendo ya hoy insuficiente en número y capacidades para el control del espacio aéreo, que no puede ser completado por la última versión de un entrenador como es el “Pampa”. En definitiva, las capacidades de hoy de la FAA no alcanzan para proporcionar un control efectivo del espacio aéreo nacional.

La recuperación de cualquier capacidad operativa en la vida requiere, como es bien sabido, tiempo y persistencia en el esfuerzo. A toda la Argentina hay que reconquistarla en sus valores, pero la capacidad bélica, ante un panorama donde nuestros vecinos recurren a hipótesis de enfrentamientos en la zona y se preparan, tanto en planificación como armamento para tal contingencia, debe ser prioridad y fundamentalmente reconstruir nuestra capacidad de respuesta aérea.

A tal efecto debe adquirirse un tipo de aeronave, con sus respectivos componentes, que provean precisión, legibilidad, funcionalidad, fiabilidad y rendimiento que son y seguirán siendo esenciales para garantizar la superioridad en el enfrentamiento aéreo. Recordemos que, en la actualidad, el combate aéreo por lo general y debido al tipo de armamento con el que hoy deberían estar equipados los aviones es más allá del horizonte (BVR, Beyond Visual Range) con un tipo de armas semiactivas, de guía radar que el piloto lanza a mucha distancia.

Debemos, además, tener en cuenta que la lucha por la superioridad aérea está ahora en dar respuesta a las demandas lógicas del combate más frecuente, el BVR, y, en consecuencia, los avances a nivel ingeniería, construcción, e innovación tecnológica destinados a la mejora de la aerodinámica de un avión han llegado a un periodo de maduración. A la hora de adquirir material aéreo hoy la búsqueda se debe dirigir hacia esa tecnología.

Que un avión pueda acelerar más rápido y tenga más maniobrabilidad, siempre son ventajas sobre el enemigo, es indudable, pero en los combates actuales es mucho más importante que el radar de un avión sea mejor que el del enemigo para, entre otras cuestiones, ser capaz de distinguir aviones a más distancia y ver simultáneamente a todos los objetivos.

Respecto a la aviónica, las nuevas tecnologías integradas a bordo convierten a la aeronave en una plataforma óptima para una amplia variedad de misiones, desde vigilancia, reconocimiento y ataque a guerra electrónica e inteligencia de señales. En la carrera por la superioridad aérea de un avión, un área fundamental es la mejora de los aviones a nivel software y, sobre todo, cómo presentárselo al piloto. Es impensable obtener la victoria sin la superioridad electrónica.

El piloto tiene tanta información facilitada por el software de su avión, que su mayor dificultad es ser capaz de gestionarla por completo y saber qué es lo importante en cada momento, para que la saturación de datos no le suponga en ningún momento una sobrecarga cognitiva, porque cuanto más complicada sea la parte informática de un caza, peor será el combate que realice en vuelo. El avión que se debe seleccionar debe tener una presentación de la información mediante el procesamiento de algoritmos que priorice qué información mostrar, en qué orden y en qué momento para facilitar el análisis y la toma de decisiones por el piloto. De la misma manera, la legibilidad y ergonomía de la instrumentación es un requisito de la mayor importancia.

En cuanto a armamento, es fundamental que las innovaciones vayan muy parejas con los avances en radar pero todo avión, cualquiera fuere su misión, debe tener un sistema de misiles de corto alcance, que junto al cañón y el rendimiento aerodinámico son esenciales para un eventual combate visual. Para el combate más allá del alcance visual, se debe implementar, de ser posible, un misil guiado por radar activo con “alcance más allá del horizonte” (BVRAAM) En definitiva, es fundamental que vayan parejos las innovaciones y alcance en armamento con los del radar de la aeronave.

En un país inmerso en una crisis económica permanente, donde no parece que la administración política del Estado argentino resulte capaz para proveer el bienestar común que se preconiza en nuestra Constitución Nacional, con la desaprensión y el desinterés en materia de Estrategia de Defensa de la mayoría de los políticos, es casi improbable que se reconstruya el Poder Aéreo en estos tiempos, pero los que estamos interesados en el estudio de los conflictos a nivel mundial, preocupados por la indefensión de nuestra Patria, nos vemos en la obligación de advertir las carencias en esta materia y ofrecer alternativas y como decimos al principio contribuir a contextualizar la tremenda importancia que tiene la Defensa Nacional y en este caso el Poder Aéreo.

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario.

Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.

 

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