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RUSIA. HISTORIA E HIPÓTESIS DE CONFLICTOS.

Marcos Kowalski*

Imagen de WikiImages en Pixabay

Para estudiar un país y su proyección geopolítica, en este caso Rusia, debemos comenzar por conocer sus orígenes históricos, las variadas etnias de su pueblo, su clima, su geografía, como elementos de influencia telúrica en sus habitantes, elementos que determinaran su sentido de nación, las amenazas que perciben los rusos hoy y las respuestas que proyectan para contrarrestar las mismas.

El colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, provocó la pérdida de siglos de expansionismo territorial conseguido casi siempre mediante guerras. Por eso el actual presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin se refirió a ese colapso como la mayor de las catástrofes para Rusia; es y fue muy difícil para los rusos asimilar el desmembramiento en diferentes naciones que significó dicho evento.

Para conocer la historia de esta Nación, debemos remontarnos a hacia el siglo VI a. C., con el asentamiento de pueblos eslavos en Europa oriental. Siglos después, tras la caída del Imperio Romano de Occidente (476 d. C.), estos asentamientos comenzaron a tener relaciones comerciales con Bizancio por un lado y con los pueblos nórdicos, llamados Varegos, de la península de Escandinavia.

En un punto medio entre la civilización bizantina y la escandinava, entre los siglos V y VI se fundó la ciudad de Kiev que sentaría las bases para la construcción del primer Estado eslavo oriental, conocido como la Rus de Kiev. El príncipe varego Oleg de Nóvgorod, unificó a los eslavos en el año 882. Pero recién con la llegada de los misioneros Cirilo y Metodio, fue que gran parte de la población adoptó la fe cristiana de la iglesia ortodoxa de Oriente que imperaba en Bizancio.

Con el bautismo de Vladimiro el Grande, (año 980) la religión cristiana ortodoxa de Oriente se hizo oficial, del nombre Cirilo proviene el actual alfabeto ruso, el alfabeto cirílico. Recordemos que desde entonces y salvo el interregno comunista, hasta hoy Rusia es el país más influyente de la Iglesia Cristiana Ortodoxa.

En 1240 es cuando se produjo la decadencia del rus de Kiev como consecuencia del descubrimiento de nuevas rutas para el comercio y por la invasión de vastos territorios por los pueblos mongoles llamados tártaros, quienes fundaron el Kanato de la Horda de Oro imponiendo el vasallaje en los estados eslavos, haciendo que, por el desplazamiento de estas poblaciones, aparecieran nuevos principados.

Como consecuencia, gran parte de la población eslava, se fue aglomerando en el principado de Moscú (Moscovia) pero no fue hasta la caída del imperio mongol, hacia 1368, que Moscovia adquirió el protagonismo en la región fundando los cimientos del futuro Estado ruso.

Durante el siglo XV, hasta mediados del siglo XVI el principado de Moscovia fue gobernado por diversos príncipes, como Ivan III, quien inició una guerra contra Nóvgorod, otro estado surgido de la disolución de la Rus de Kiev, anexando su territorio. También inició la guerra contra el Kanato de Kazán.

El gobernante que siguió a Iván III, fue Basilio III, que adicionó varios principados hasta entonces autónomos, además de emprender una guerra contra la alianza polaco-lituana y acciones contra el Kanato de Crimea.

El Zarato ruso se fundó en 1547 con Ivan IV el Terrible, quien se proclamó como primer zar (recordemos que zar, proviene de la palabra César) con la intención de convertir a Rusia en un imperio. Iván IV sentó las bases de la expansión rusa hacia Siberia: fue el primer gobernante ruso en cruzar los montes Urales convirtiendo a Rusia en un país euroasiático.

Sus sucesores seguirían conquistando Siberia paulatinamente hasta que en 1613 accedió al poder Miguel I de Rusia, el primer zar de la dinastía Romanov que gobernaría Rusia ininterrumpidamente hasta la primera guerra mundial y la revolución comunista.

De esta dinastía, la Romanov, hay que destacar a Pedro I (Pedro el Grande), quien dio a Rusia el estatus de potencia mundial, propiciando un desarrollo tecnológico y cultural en todas las áreas, con la modernización del ejército y la creación de la fuerza naval rusa y fundando el Imperio ruso en 1721.

Entre los sucesores de Pedro el Grande no podemos omitir destacar a Catalina II (Catalina la Grande), quien venció al Imperio otomano y a la comunidad polaco-lituana; expandió el territorio hasta el mar Negro por el sur y a Europa central por el oeste, llegando a conquistar Alaska, en América, en 1784.

Alejandro I fue quien enfrentó a los ejércitos napoleónicos; aliado de Francia mediante el tratado de Tilsit de 1807, al principio, cuando el pacto fue roto por Napoleón, enfrentó con el ejército ruso a la ”Grande Armé” que tuvo su más desastrosa campaña. La invasión de Rusia en 1812, donde a pesar de haber llegado a Moscú, ante una política de éxodo y destrucción de sus propiedades e incendio de sus campos por los rusos, Napoleón se vio obligado a retirarse en el pantanoso barro del otoño y el terrible invierno ruso. Luego de este triunfo los rusos anexaron Finlandia, Moldavia y parte del gran ducado de Varsovia.

Durante los siguientes gobiernos la expansión rusa continuó hacia Asia central, anexando los territorios de Kazajistán, Uzbekistán y Turkmenistán; la expansión de Rusia fue frenada en la guerra de Crimea, donde los británicos apoyaron a los otomanos.

En el aspecto social debemos destacar la reforma emancipadora de 1861 con la abolición de la servidumbre, para muchos marcando el fin del feudalismo en Rusia; pero debemos consignar que el imperio ruso se mantuvo al margen de la denominada primera revolución industrial, quedando retrasado tecnológicamente con relación a las potencias de la época.

Con el advenimiento de Nicolás II, último de los Romanov y último de los zares de Rusia, quien llevó a Rusia a desastrosas campañas militares, como la guerra ruso japonesa de 1905 o el ingreso a la Primera Guerra Mundial, dejando una Rusia devastada y en una profunda crisis social y política.

Ese descontento social, más la promoción externa de algunos líderes marxistas exiliados, hizo surgir las dos revoluciones rusas de 1917, la primera en febrero, que derrocó al zar y formó un gobierno provisional presidido por los “Soviets”, dirigidos por grupos socialistas de extrema izquierda de ideología marxista.

La segunda revolución fue la de octubre, en la que el partido bolchevique, liderado por Lenin, derrocó al gobierno provisional ruso y tomó el poder, fundando la Republica Socialista Federativa Soviética de Rusia. Esto desencadenó la guerra civil rusa, entre el ejército rojo, bolchevique y el movimiento blanco del gobierno; la guerra terminó con una victoria de los bolcheviques.

También como resultado de la misma, se produjo la independencia de Polonia, Finlandia y los Estados Bálticos, además los bolcheviques modifican el nombre por el de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) o Unión Soviética, integrada en primera instancia por doce repúblicas. Tras la muerte de Lenin en 1924, tomó el poder Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Iósif Stalin.

Personaje controversial en la misma Rusia, Stalin, por un lado, llevó a Rusia al estatus de potencia mundial, pero también a costa de la vida de una infinidad de rusos, empleados como esclavos para realizar sus proyectos de obras de infraestructura, además de ser acusado del genocidio de miles de polacos, ucranianos, alemanes prisioneros de guerra, en campos de concentración como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial.

La Segunda Guerra Mundial causó a Rusia bajas por aproximadamente 25 millones de personas pero, junto con los denominados aliados, Rusia logró triunfar sobre la Alemania de Hitler.

Previamente a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, en la Conferencia de Yalta se acordó prácticamente la división del mundo en dos grandes zonas de influencia, Alemania sería desmilitarizada y dividida en cuatro zonas de ocupación por parte de la URSS, EEUU, Reino Unido y Francia y estaría sujeta a fuertes reparaciones financieras y perdería la Prusia Oriental y parte de Pomerania.

En la zona de influencia de la URSS quedarían el sector oriental de Alemania —que daría origen a la República Democrática Alemana—, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Yugoslavia. A poco de implementarse esto se dio inicio a la denominada Guerra Fría que se extendió desde 1945 a 1991, cuando se produjo el colapso de la URSS, que se inició con la caída del muro de Berlín en 1989 y siguió con la reunión cumbre de Malta que fue la antesala de la disolución de la URSS.

La Rusia de hoy, que se extiende de oeste a este, es sin dudas un país gigantesco con 17,13 millones de km² y más de 144 millones de habitantes; es un importantísimo protagonista en el escenario geopolítico mundial, posee unos 20.000 kms de fronteras con 16 países limítrofes, 12 de los cuales formaban parte del territorio de la URSS.

La Rusia propiamente dicha se extiende desde San Petersburgo hasta Kazán y Volgogrado, donde reside aproximadamente un 80% de la población rusa; es la zona que más preocupa a los responsables de tomar decisiones políticas para Rusia. Rcordemos sin embargo que el corazón de la Unión Soviética lo componían también otras seis repúblicas, Moldavia, Ucrania, Bielorrusia, Lituania, Estonia y Letonia.

Es innegable que tener semejante extensión de territorio y 20.000 kms de áreas fronterizas representa un riesgo de seguridad muy importante, aun cuando la geografía rusa le otorga algunas ventajas para protegerse, como la corona de hielo del Ártico que puede disuadir los intentos de una invasión terrestre desde el norte; además, un acercamiento naval a Múrmansk o al puerto de Arcángel resulta muy difícil para cualquier fuerza naval en la actualidad.

De intentar un ataque naval a estos puertos, debería sortearse la brecha de Giuk (Groenlandia, Islandia y Reino Unido) y la brecha del OSO (entre Svalbard y el norte de Noruega) que Rusia puede defender fácilmente mediante el uso de sus submarinos; vale recordar que cuenta con un importante número de estos sistemas de combate y que actualmente está desarrollando drones submarinos como el Poseidón.

Actualmente, las pruebas de submarinos de ataque de nueva generación como el submarino Khabarovsk, (proyecto especial 09851), que es una evolución de los de la clase Borei con capacidad de portar hasta 6 Poseidón, capaces de efectuar ataques nucleares o convencionales según su la misión.

Con un importante componente militar en la península de Kamchatka y en las islas Kuriles, Rusia está en condiciones de reprimir acciones hostiles en los mares de Ojotsk y Japón. Como se puede apreciar, gran parte de las fronteras rusas ofrecen para los rusos una gran ventaja en cualquier enfrentamiento, como el caso de la cordillera de Stanovói y los montes Sayanes en el lejano Oriente.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN o NATO, por sus siglas en inglés) que tiene sus orígenes en la firma del Tratado de Washington de 1949 como respuesta a la Unión Soviética y para prevenir y contrarrestar cualquier acción militar de la misma contra los estados que lo componían, es decir fundamentalmente en el marco de la denominada Guerra Fría.

La contra parte soviética a la NATO era el Pacto de Varsovia, disuelto como resultado de la desintegración soviética, pero en Occidente en lugar de poner fin a la alianza atlántica se la utilizó para su expansión hacia los otrora países bajo la influencia de los soviéticos

Recordemos que Vsévolod Kóchetov dijo en cuanto a la expansión de la NATO que “Occidente en realidad nunca ha luchado contra el marxismo, el comunismo, el totalitarismo, el socialismo soviético, sino que luchó contra el imperio euroasiático de Rusia, sin importar su nombre en diferentes tiempos históricos”.

La presión de la NATO para expandirse a los países del este de Europa y su relación sobre todo con Ucrania en la actualidad, provoca en el espíritu ruso una profunda preocupación. No debemos olvidar los lazos históricos que unen a rusos y a ucranianos, pues Rusia nació en Kiev y después se trasladó a Moscú. Para los rusos Ucrania forma parte de su Patria, son sus hermanos desde siempre.

Tras el colapso soviético, en muchos de estos países se produjeron las llamadas revoluciones de colores, el nombre colectivo que han recibido una serie de movilizaciones políticas en el espacio exsoviético llevadas a cabo contra líderes comunistas acusados de prácticas dictatoriales o de amañar las elecciones o de otras formas de corrupción.

La península de Crimea, siempre fue rusa, hasta que el entonces líder de la URSS, Nikita Jrushchov la regaló a Ucrania en 1954. Por eso Rusia en 2014 volvió a ocuparla en el marco del conflicto ruso-ucraniano que ha tenido varias etapas, conflicto surgido en el año 2014, en el que podemos destacar la mencionada anexión de Crimea a Rusia y la guerra en el Donbáss, que comenzó en el mismo año y que aún continúa.

Crimea significa para Rusia asegurar su presencia en el mar Negro, así como Kaliningrado, la antigua Königsberg prusiana, una ciudad portuaria de Europa oriental perteneciente a la URSS desde 1945. Es una de las principales bases militares del Mar Báltico. Tras la disolución de la URSS y la independencia de Lituania en 1991, el territorio quedó bajo soberanía rusa y le aseguran su permanencia en el mar Báltico.

La zona más complicada para las hipótesis de conflicto de Rusia es la llamada llanura europea, que se extiende desde los Países Bajos hasta los montes Urales, una especie de embudo que se va ensanchando hacia el oeste alcanzando más de 2.000 kms cuando llega a la frontera rusa, convirtiendo dicho límite en una zona expuesta de grandes dimensiones.

El terreno llano de este espacio lo hace de difícil defensa, siendo los tanques de guerra la protección más adecuada para este tipo de terreno. Rusia actualmente cuenta con alrededor de 13.000 tanques de guerra, aun cuando ninguna cantidad de armamento puede defender con eficiencia tan extensa frontera, máxime cuando ese tipo de condición de suelos se extiende por 750 kms hasta la ciudad de Astrakán en el mar Caspio. 

Es esta la llamada brecha de Volgogrado, que es la zona fundamental para la defensa del Estado ruso; si fuerzas enemigas cerraran esta brecha, imposibilitarían el control de Rusia sobre el Cáucaso, el Mar Negro y el Mar Caspio. En ambas guerras mundiales del siglo XX, el ejército alemán intentó cerrar la brecha de Volgogrado y en ambas tentativas la supervivencia de Rusia se vio muy amenazada, incluso hasta mucho después de haber repelido la invasión.

En el pasado, hubo numerosos intentos de llegar a Rusia a través de los países bálticos. Tras el colapso de la URSS estos países cambiaron su enfoque político y se integraron a la posición de Occidente, para contrarrestar la influencia de Rusia.

Algunos, incluso se aliaron con la NATO. Una postura muy preocupante para los rusos, que elaboran hipótesis de conflicto donde incluyen a estos países, en conjunto con la alianza atlántica, mientras avanzan con la aplicación en los mismos de la doctrina elaborada por el Gral. Gerasimov en un intento de retomar su influencia.

Si bien la pérdida de su prevalencia en Europa del este le costó caro a Moscú, tanto política como financieramente al verse obligada a proveer la seguridad de una enorme frontera, contra los mismos ejércitos que entrenó para enfrentarse a Occidente durante el auge de la URSS.

Para minimizar su exposición y aumentar el efecto disuasorio de sus fuerzas, necesita establecer como línea a no sobrepasar por un eventual enemigo el Mar Báltico y los montes Cárpatos en el oeste de Ucrania. Por esa razón para Rusia es muy importante controlar los países bálticos para reducir de esa manera su flanco expuesto en la llanura europea un montón de kilómetros.

La cuestión es avanzar hacia el oeste tanto como puedan; la Europa del este es para Rusia como un gran tablero de ajedrez, donde se debe maximizar la posición de los peones colocándolos estratégicamente para tratar de ganar terreno y salir de la encerrona y frenar los empujes de la NATO, en el convencimiento que cuanto más empuja esta organización, la NATO, hacia el este, más flexible se vuelve su estrategia, pero también aumenta su margen de error.

Los rusos vienen realizando una importantísima inversión en tecnología militar, están impulsando su industria bélica a la que han llevado a una posición de liderazgo en cuanto a tecnología y capacidad, con una inteligente gestión minimizando sus costos mediante la exportación de armamento de última generación. Sin embargo, saben que la utilización del aparato militar es la última alternativa para contrarrestar la influencia de Occidente e invierten en otras técnicas, como cibernética y otras acciones tanto de promoción como comerciales e incluso fomenta intercambios culturales utilizando hasta competencias deportivas en todos los niveles.

Recuperar la influencia, por lo menos de las naciones que componían la URSS parece ser el objetivo hoy de Moscú, con acciones como la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) que es una organización político-militar entre varios países de Europa y Asia Central promovido principalmente por Rusia. Son sus Integrantes Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, y por supuesto Rusia.

En el Cáucaso, plantea una situación diferente para el plan de defensa ruso la cordillera del gran Cáucaso, que se extiende desde Sochi por el mar Negro hasta Bakú; le otorga a Rusia una barrera natural para su defensa, sin embrago el norte del Cáucaso que forma parte de la Federación de Rusia, está plagado de movimientos extremistas, donde los rusos aplican los principios de la guerra híbrida para mantener el control.

Para Rusia es imprescindible hacer valer su influencia en las montañas del Cáucaso menor y en el rio Aras, en los límites de Georgia y Armenia y Azerbaiyán, naciones que componen el Cáucaso sur; el control sobre ellas proporcionaría a los rusos resguardo sobre el Cáucaso norte en una línea firme para separar a Rusia de Irán y de Turquía.

Más al este, en el flanco de Asia central, sin lugar a dudas es hoy, con los hechos acaecidos en Afganistán, la frontera más endeble, al este de las montañas de Altái, los picos se reducen a simples colinas, pastizales y praderas, con un persistente viento, las estepas kazajas y pónticas se extienden a través de las fronteras rusas, este terreno es históricamente indefendible. Por eso resulta imprescindible para los rusos volver a controlar el interior de Asia Central.

Rusia está separada de China por el macizo de Altái con cumbres de 4.000 metros, la cordillera de Tian Shan y las montañas de Pamir con elevaciones de más de 7.000 metros, lo que ofrece a ambos países un gran muro de protección para sus respectivas influencias, al igual que el desierto de Karakum, separa el Asia central de Irán.

La rivalidad actual y sus hipótesis de conflicto pueden ser el resultado de las riquezas de un territorio inmenso, riquezas que van desde las vetas de gas natural del mar Caspio, hasta la agrícola del valle de Fergana, otrora explotados por la URSS que, tras el colapso, es ambicionado por potencias extranjeras y una infinidad de organizaciones supranacionales.

De particular importancia es la entrada de China a través de la ruta Belt and Road que proporciona a los Estados de Asia Central un socio alternativo muy atractivo para el desarrollo económico de la región. China está avanzando mediante el uso de tecnología, diplomacia e inversiones. Esta situación pone en riesgo a Rusia de pasar a ser una potencia de segundo nivel en Asia Central.

Rusia sabe que la forma más rentable de mantener su hegemonía es mediante el uso de la doctrina Gerasimov, explotando las diferencias étnicas, la mediación de conflictos, la venta de armamento, los ciberataques allí donde les sea posible y sobre todo explotar los errores y debilidades de sus oponentes, tanto de EEUU como de la NATO.

El 3 de julio de 2021, El actual presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin, aprobó la estrategia de la seguridad nacional de Rusia y el documento entró en vigor a partir de la fecha de su firma. Se trata de un documento básico de planificación estratégica que define los intereses nacionales y las prioridades estratégicas del país, así como los objetivos y medidas en el campo de la política interna y externa en aras de fortalecer la seguridad nacional y garantizar el desarrollo sostenible de Rusia a largo plazo.

En este nuevo instrumento se ve reflejada claramente que la estrategia de Defensa de los rusos se basa en la doctrina Gerasimov toda vez que prioriza en el mismo la colaboración cívico-militar, sobre todo en materia de información, ciberguerra, comunicaciones, incluyendo acciones en casi la totalidad de los organismos rusos, incluida la salud pública.

 

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos. 

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SERPIENTES QUE HABLAN EN LOS CUADROS

Francisco Carranza Romero*

Obras del artista peruano Harry Chávez

La exposición pictórica “El mito de serpiente resplandeciente” de Harry Chávez (1° de julio – 30 de agosto de 2021) presenta cuadros hechos con innumerables bolitas (cuentas, perlas, gemas y mostacillas) de varios tamaños, colores y brillos. Es el resultado de la labor paciente y constante durante días y meses en el proceso de la exteriorización del mundo interior, el inconsciente histórico, armonización de la fusión de etnias y culturas porque de autor, como peruano inteligente y honesto, ha asumido la realidad multiétnica y multicultural.

El protagonista de los cuadros expuestos en Ccori Wasi (Quri Wasi: Casa de Oro, Galería de Artes Visuales, Universidad Ricardo Palma), es la serpiente, amaru en quechua. Este animal, presente en todo el mundo, ha impresionado tanto al ser humano que aparece en muchos relatos míticos y fábulas, y hasta es un signo zodiacal. En la realidad natural y fantástica pertenece al mundo de abajo, a este mundo y al mundo de arriba. Así se convierte en el símbolo de la fuerza, vida, muerte, misterio, sagacidad y belleza.

En el mundo andino, dos líderes de la insurrección contra el poder español adoptaron sus nombres relacionados con la serpiente: Túpac Amaru I (1572, durante el período del virrey Francisco Álvarez de Toledo quien instituyó la Santa Inquisición). Túpac Amaru II (José Gabriel Condorcanqui, desde el 4 de noviembre de 1780 hasta el 18 de mayo de 1781). Ambos fueron ejecutados, pero sus muertes no fueron en vano.

De Túpac Amaru II se recuerda el encuentro con el visitador español José Antonio de Areche, enviado del rey de España, quien, entrando al calabozo le pidió con promesas los nombres de otros rebeldes. El rebelde le contestó: “Solamente tú y yo somos culpables; tú, por oprimir a mi pueblo; yo, por tratar de libertarlo de la tiranía”. Murió descuartizado por cuatro bestias, y el lugar ahora se llama Wacaypata (waqay pata: plaza del llanto).

Hay también topónimos: Amarumayu (río de la serpiente), Amartay (amaru ratay: el descenso de la serpiente -el rayo en este caso-. Una laguna en Quitaracsa, Áncash). En la selva la serpiente yacumama (yaku: agua; madre del agua) cuida a los niños cuando se bañan en el río.

¿Tanto le ha impresionado a Harry Chávez el mito de amaru o serpiente? Supongo que su estadía en Corea del Sur por un año como estudiante de intercambio en la Universidad Dankook habría sido también la oportunidad para escuchar relatos y ver las figuras del dragón: serpiente alada con garras de felino que mora en el subsuelo, en el agua y en el mundo de arriba. El dragón es un animal fantástico de mucho poder para el bien y el mal.

Al ingresar a la sala de la exposición uno queda impactado por las miradas humanizadas y amicales de las serpientes de los cuadros, algunas con cabezas de pumas. Después del primer impacto uno reacciona según su imaginación y según sus conocimientos de la cultura peruana y mundial. En mi caso, después de unos minutos inicié el diálogo silencioso con las serpientes. Al salir de la exposición, me despedí del artista visual Harry con quien compartí muchos días en Seúl; pero las serpientes resplandecientes (tilapyaq amarukuna, en el quechua ancashino) me siguen acompañando.

Felicitaciones Harry, sigue reflexionando sobre nuestra rica realidad cultural, resultado de la fusión de etnias y culturas. Ojalá que las serpientes enrolladas de tus cuadros salgan a bailar con otros seres para que todos participemos en la danza del amor y de la fraternidad.

 

* Investigador del Instituto de Estudios de Asia y América (Dankook University, Corea del Sur).

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DESPUÉS DE DÉCADAS DE GUERRA, ¿LE DARÁ CHINA A AFGANISTÁN UNA OPORTUNIDAD DE ESTABILIDAD?

Giancarlo Elia Valori*

“¡Amigo mío, solo quiero hablar de cosas felices!” Con este sorprendente chiste el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, (no) respondió a la pregunta de un periodista que, a principios de julio, le preguntó sobre la retirada de las fuerzas armadas estadounidenses y las de los aliados de Afganistán, una retirada anunciada para el próximo 11 de septiembre pero que comenzó la noche del primero de julio en la base aérea de Bagram y que prácticamente se completó en pocos días.

No es de extrañar que el presidente estadounidense se muestre reacio a hablar de la guerra afgana: en veinte años los estadounidenses han perdido 2.440 soldados en el conflicto más inútil de la historia reciente, mientras que sus aliados han registrado la pérdida de 1.100 soldados, 53 de los cuales son italianos, en el enfrentamiento armado, que resultó ser el perdedor, con aquellos talibanes que, como el viet cong vietnamita, demostró ser capaz de derrotar y humillar a la mayor potencia económica y militar del planeta.

En 2001, después de la tragedia de las Torres Gemelas, George W. Bush decidió lanzar una ofensiva contra los talibanes que habían dominado Afganistán desde 1996, al final del agotador período de posguerra que siguió a la derrota de los soviéticos después de una década de guerra (1979-1989).

Los estadounidenses, demostrando que no podían “leer” la historia (la de otros, pero también la suya propia, como muestra Vietnam), en apenas dos meses lograron derrocar al gobierno talibán, acusado de haber ofrecido un refugio seguro a Osama Bin Laden y sus guerrilleros de Al Qaeda, e instalar un gobierno “amigo” en Kabul. Durante los próximos veinte años, los talibanes, al igual que los vietnamitas y, después, los iraquíes, han demostrado a Washington no sólo que el simple poder de los medios militares no es suficiente para derrotar a un ejército opositor altamente motivado con un apoyo popular innegable basado en la intolerancia total a la presencia extranjera, sino también que el modelo occidental de democracia no puede exportarse como si fuera un bien de consumo normal.

Sin embargo, antes de embarcarse en un costoso y fracasado conflicto de veinte años en Afganistán, Estados Unidos podría y debería haber estudiado la historia de un país que había humillado al Imperio británico, primero, y al Imperio Soviético, luego, en el curso de tres conflictos (de 1839 a 1919).

En 1842, los británicos, después de intentar durante tres años controlar a las turbulentas tribus afganas, se vieron obligados, después de ver a su plenipotenciario Sir Wiiliam Hay Macnaghten asesinado fríamente durante las negociaciones con los jefes tribales, a una ruinosa fuga de Kabul, que permaneció en los anales como la “marcha de la muerte”.

En 1979, el Ejército Rojo soviético invadió el país para instalar en la capital el gobierno títere del comunista Babrack Karmal, provocando la rebelión de los muyahidines afganos, los “guerreros de la fe”, y se encontraron 10 años después teniendo que abandonar Afganistán, tras sufrir la pérdida de 15.000 soldados, una derrota que aceleró el colapso de la Unión Soviética.

Los muyahidines y sus aliados, los talibanes (los estudiantes de las escuelas coránicas) llegaron, con una miopía que solo puede explicarse por los excesos ideológicos de la “Guerra Fría”, equipados con armas muy modernas precisamente por los estadounidenses ansiosos por ayudar a poner de rodillas a sus oponentes soviéticos, con un movimiento que luego resultó ser completamente contraproducente porque los afganos no solo no mostraron ninguna gratitud hacia los “aliados de ultramar”, sino que en el momento oportuno los convirtieron en el enemigo.

Cuando George W. Bush se embarcó en la aventura afgana, no solo no tuvo en cuenta los precedentes de la historia, sino tampoco la rocosa resiliencia de un adversario que siempre se ha beneficiado del apoyo de la población.

Según Carter Malkasian, asesor (evidentemente poco oído) del gobierno de Washington, la razón obvia de la ineficacia de la intervención estadounidense es atribuible, en primer lugar, a la influencia del Islam y, en segundo lugar, al odio xenófobo de la población hacia la influencia extranjera.

“La mera presencia de los estadounidenses y sus aliados en Afganistán”, escribe Malkasian en su libro “The American War in Afghanistan. Una Historia” instó a hombres y mujeres a defender su honor, su religión y sus hogares. Empujó a los jóvenes a luchar. Animó a los talibanes. Destruyó la voluntad de los soldados afganos y de la policía”.

Las cifras de la derrota estadounidense en la guerra más larga de la historia de los Estados Unidos son dramáticas: además de las pérdidas de soldados estadounidenses y aliados de la OTAN, decenas de miles de soldados y civiles afganos han muerto, mientras que más de dos millones de refugiados han cruzado la frontera, en su mayoría hacia Irán y Pakistán.

Como escribe el analista estadounidense Robert Burns, el conflicto afgano “ha demostrado que es posible ganar batallas y perder guerras… La guerra ha demostrado que se necesita algo más que un ejército poderoso como el estadounidense para convertir el derrocamiento de un gobierno, como el frágil de los talibanes, en un éxito duradero. También demostró que ganar requiere, como mínimo, una comprensión de la política, la historia y la cultura locales, todos factores que, para los estadounidenses, han sido difíciles de adquirir”.

Con la “retirada” de la noche del primero de julio terminó antes de lo esperado (el presidente Biden había fijado para la retirada la fecha simbólica del próximo 11 de septiembre), la guerra en Afganistán y la salida simultánea de ejércitos extranjeros ha dejado definitivamente el campo libre a los talibanes que hoy reclaman el control del 50% del territorio y la mayor parte de sus fronteras.

La guerra continuará como una guerra civil, con las tropas gubernamentales todavía encaramados —no se sabe por cuánto tiempo— en las ciudades y con los talibanes en pleno control del campo y las montañas.

En este escenario, dos nuevos protagonistas geopolíticos se enfrentan en el maltrecho tablero: Pakistán y China.

Pakistán que, bajo la mirada ausente de los estadounidenses, ha apoyado en secreto a los talibanes y a sus aliados durante todo el conflicto —no olvidemos que Bin Laden antes de ser asesinado se había instalado en una casa a unos cientos de metros de una academia militar paquistaní— y probablemente encontrara un modus vivendi con los islamistas que también abundan no sólo en su territorio sino también en sus instituciones militares.

China, que bajo la bandera de la doctrina tradicional y consolidada de “no injerencia en las costumbres y tradiciones” de sus interlocutores políticos ha mantenido contactos con los talibanes y, por lo tanto, espera obtener un dividendo político de la derrota estadounidense.

El 28 de julio, el ministro de Relaciones Exteriores de Beijing, Wang yi, se reunió en Beijing con una delegación talibán de alto nivel, encabezada por el mullah Abdul Ghani Baradar, destacando la disposición de China a reconocer un futuro gobierno talibán si la guerrilla logra ocupar Kabul.

La razón de esta disponibilidad se deriva de la preocupación por el posible apoyo de los extremistas islámicos afganos hacia los islamistas militantes uigures que viven en la vecina Xinjiang y que luchan con el gobierno central chino por el reconocimiento de sus derechos étnicos y religiosos y son apoyados por el “Movimiento Islámico del Turquestán Oriental” cuyos militantes en Pakistán, a principios del pasado mes de junio, mataron en un atentado con bomba a nueve ingenieros chinos.

Durante la reunión con el ministro de Exteriores chino, la delegación talibán aseguró que no se permitirán acciones hostiles contra China desde territorio afgano, subrayando que el problema de los uigures es un “problema interno chino” en el que los afganos no tienen la intención de interferir.

Por su parte, el ministro chino reiteró que China no intervendrá de ninguna manera “en los asuntos internos de Afganistán”.

Pakistán, cuyo Ministro de Relaciones Exteriores, Shah Mehmood Kureshi, organizó la reunión entre los talibanes y los chinos, espera con interés un posible acuerdo futuro entre Beijing y los talibanes porque cree que estabilizaría toda la región y facilitaría el regreso a casa de los cientos de refugiados afganos que acuden a los barrios de chabolas paquistaníes.

El editor del influyente tabloide estatal chino “Global Times”, Hu Xijin, en un artículo del 19 de julio titulado “Hacer enemigos a los talibanes no redunda en interés de China”, subrayó que “tanto el gobierno afgano como los talibanes han expresado su actitud amistosa hacia China y esto es bueno para China”. Además, subrayó Hu Xijin, “no debemos hacer enemigos en un momento crucial: China conoce sus propios intereses y sabe que la buena voluntad de los talibanes nos permitirá influir positivamente en los asuntos afganos y mantener la estabilidad en Xinjiang”.

El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, también habló de un “evento positivo que puede ayudar a estabilizar la situación en toda la región” al comentar la reunión entre los talibanes y los chinos. En resumen, con la adición del inesperado respaldo estadounidense, Beijing puede estar preparándose para desempeñar un papel fundamental en un tablero de ajedrez que ha sido una fuente de inestabilidad y conflicto durante décadas, iniciando un proceso de paz que abrirá nuevas perspectivas a la construcción de la “Franja y Ruta”, una nueva “Ruta de la Seda” destinada a desarrollar las economías de todo el Lejano Oriente desplazando el futuro centro de gravedad de la geopolítica de Occidente al Este.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

Nota aclaratoria: artículo escrito antes de la toma de Kabul por los talibanes.

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