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AFGANISTÁN, PREVISIBLES DERIVAS Y SECUELAS. PARTE I.

F. Javier Blasco*

Hace unos días publiqué en este mismo medio un trabajo titulado “No hay dos sin tres, ni ninguna paz es duradera”; con él pretendí analizar a vuela pluma los prolegómenos, fundamentos y la evolución final de la guerra en Afganistán y la consiguiente crisis tras la puesta en efecto de los planes norteamericanos, pactados con los talibanes, para abandonar el país tras casi veinte años de duros combates, con la implicación de la OTAN. La previsible extensión del tema y las consecuencias de la rápida y nefasta “solución” al conflicto, nos llevan a analizar las primeras consecuencias y la previsión de los efectos a futuro que este convulso movimiento ha propiciado y propiciará. Esta es la primera parte del documento resultante.

Casi en cuestión de horas, tras muchos años de férrea ocupación internacional, Afganistán ante el asombro y la incredibilidad de toda la Comunidad Internacional (CI) cayó de nuevo en manos de los talibanes —muchos de ellos de nueva generación, que han nacido bajo la ocupación y de los que la mayoría nunca han abandonado el país— dando validez a la maldición sobre un hostil e ingobernable territorio al que tras las derrotas británica y rusa en los siglos XIX y XX, se le definió como “el cementerio de imperios”.

Los talibanes, precipitada, falsa o erróneamente calificados de “vencedores” por el representante de la UE para la política exterior, J. Borrell quien cada vez que habla, abre un conflicto, se apresuraron a restablecer su antiguo califato, aunque en esta ocasión y según los poco aireados acuerdos de Doha (septiembre 2020) pretendían aparecer disfrazados con un impostado y fugaz buenísmo, que han prácticamente abandonado en menos de cuarenta y ocho horas. Su postura se irá envileciendo y pronto se traducirá en más graves consecuencias nacionales, regionales e internacionales que las anteriores y, probablemente, marcarán importantes cambios mundiales para los próximos meses, años e incluso lustros, como poco.

Muchos se inclinan a pensar que la situación creada será muy similar a la retirada de EEUU de Vietnam; creo que se equivocan. Tras aquella caída se esperaba el bautizado como “efecto dominó” por el que a Vietnam le seguirían la mayoría de sus entonces inestables vecinos; pero dicho efecto no se produjo por diversas circunstancias y determinados aciertos parciales. En este caso, es muy posible que se produzca, aunque con matices diferenciadores; previsión basada en el grado de arraigo del existente despliegue talibán, de Al-Qaeda y de sus peculiares franquicias en la totalidad o una parte más o menos significativa de sus vecinos del centro y del sur de Asia como Pakistán, China, Irán y los tres tanes pro rusos bajo su paraguas (Turkmenistán, Uzbekistán y Tajikistán).

Es de esperar que los intereses de dichos países y los importantes acuerdos comerciales de los talibanes con China, Rusia e Irán traten de impedir que estas ramas fundamentalistas proliferen hasta hacerse incontrolables, aunque es muy probable que conviertan la zona en un amplio santuario donde campen y se entrenen sin problemas los grupos yihadistas de diverso cuño que actualmente actúan en diversas partes del mundo, principalmente en África y Asia.

La crisis de autoridad regional y mundial provocada por esta precipitada y fallida retirada —que claramente apunta a un fallo de la inteligencia civil y militar norteamericana y de la OTAN o a un desprecio político a los informes al respecto— llega justo en un momento en que China y Rusia están afilando sus cuchillos y multiplicando sus actividades para poner a prueba la determinación estadounidense por mantener su status de liderazgo a nivel mundial.

Por otro lado, en la propia región, Turquía e Irán ya están tratando de llenar el vacío tras el fracaso estadounidense aunque con diferentes perspectivas e intenciones. De ambos países, es Irán el que lo tiene peor debido a la situación de crisis política, económica y sanitaria que padece, lo que le impide aceptar un gran número de refugiados y al hecho de que, aunque ambos son musulmanes, Irán es mayoritariamente chiita y los talibanes son sunníes.

En política, y más en la actual, es muy triste y frecuente ver cómo los dirigentes políticos ante cualquier crisis o problema no suelen asumir las culpas que les corresponden, miran para otro lado y buscan siempre un chivo expiatorio sobre el que verter toda la responsabilidad.

Sólo la canciller Merkel y en menor medida el presidente Macron, han tenido la valentía de asumir su parte de incumbencias en el nacimiento, desarrollo y desenlace del conflicto. Situación que también les ha servido para cuestionarse el seguimiento ciego al Tío Sam en sus corredurías por el mundo. Tema, que pone de manifiesto y en entredicho la capacidad de liderazgo de Europa en el mundo y dentro de ella; liderazgo, que empeorará con vistas a futuro, cuando Merkel abandone la vida política, dejándonos sin una orientación clara ni siquiera para Alemania.

Han sido muy penosas, desagradables y poco afortunadas o sin valor alguno declaraciones iniciales y posteriores de los máximos responsables de EEUU, la OTAN, la UE y la ONU, así como el silencio sepulcral de muchos presidentes de gobierno de países implicados en el conflicto con papeles más o menos discretos, que acostumbran a ponerse medallas cuando todo pinta bien, pero se esconden cuando las soluciones a cualquier crisis son difíciles.

Por lo que respecta a los Organismos Internacionales, a la vista del enorme ridículo actual y mayúsculas ineficacias acumuladas últimamente, deberían replantearse su papel y cometidos en la arena internacional, las misiones asignadas a cada uno de ellos en la CI en función de sus capacidades y posibilidades reales y, de una vez por todas, dedicarse seriamente a repasar con ánimo de cambiarlos sus estatutos, cometidos, misión, mandatos y las zonas de responsabilidad por otros más reales, alcanzables y eficientes.

Todas ellas son unas mastodónticas, muy costosas e irresolutivas organizaciones que fueron creadas en momentos determinados para cubrir unas necesidades precisas y que han mutado “adaptándose y creciendo” a medida que han perdido su capacidad de acción y reacción, con el consiguiente aumento de su costo e ineficacia.

Parece ser que tras veinte años de combates codo con codo, callarse las cosas porque otros pagaban, nadie quiso ser el primero en objetar y en mirar para otro lado, es ahora cuando llega el momento de las lamentaciones y los reproches políticos internos y colectivos por haber aceptado en su día sin más, la invocación y aceptación del artículo 5 de la Alianza para Afganistán y sus planes sucesivos.

Ahora, la casi inesperada —aunque muchas veces anunciada— espantada de EEUU reabre en varios países, sobre todo en Alemania, el debate sobre la excesiva y casi total dependencia europea en política exterior y defensa, aunque posiblemente será difícil encarrilar esta discusión hasta que se sepa quién será el sucesor en su cancillería.

Berlín, consciente de las escasas capacidades y grandes limitaciones europeas, siempre ha sido más reticente que París a la hora de dar pasos hacia una política de defensa europea más independiente de EEUU y ha venido mostrando recelo hacía el concepto de “soberanía estratégica” que viene pregonando reiteradamente Macron. Sin embargo, en pocos días, determinadas autoridades alemanas de mucho peso ya no tienen reparo en hablar claramente de la necesidad de reflexionar sobre el papel en la OTAN de los socios europeos; así como en el reparto de obligaciones y responsabilidades entre todos para dejar de mirar siempre hacia el otro lado del charco.

El incremento de las capacidades y posibilidades de la UE, que era una quimera tras la Segunda Guerra Mundial, hace pensar de nuevo en la posibilidad de aceptar otro tipo de responsabilidades como potencia económica y política, por encima de los intereses nacionales; utópica situación que, como se puede comprobar con bastante frecuencia, no es fácil de superar dentro de la Unión por lo costosa y determinados chovinismos.

El desastre afgano, consecutivo a los de las guerras en Irak y Siria, que depararon sendas matanzas de civiles a gran escala, nos lleva a preguntarnos por el futuro de organizaciones como la OTAN, que nació en un mundo bipolar a consecuencia de la Guerra Fría y de la amenaza de una potente Unión Soviética, situación que ya no existe como tal.

La Alianza deberá definir su papel en un nuevo orden mundial con actores que no se esperaban o no tenían tanto peligro cuando nació, donde el peso estratégico y económico desde hace años se viene orientando mucho más hacia el Pacífico que al Atlántico, con China como la principal potencia en fricción, aunque sin dejar de lado las intenciones de Putin para recuperar su esplendor y los territorios perdidos tras la disolución de la antigua URSS.

Por tanto, parece haber llegado la hora de que sean los aliados europeos los que decidan si quieren que Europa siga actuando como un anexo militar de Washington desfilando a su cola, o por el contrario, se vuelca en una política de defensa comunitaria, independiente y digna de ese nombre. Porque nadie puede garantizar que los norteamericanos con sus cambiantes políticas, sin consensuar casi nunca, nos puedan llevar en cualquier momento a situaciones similares.

No hay ninguna duda de que en este quilombo, el que se lleva la peor parte tanto interna como externamente es, como siempre, la primera bailarina, EEUU; al ya muy maduro Biden le ha tocado apechugar con toda la responsabilidad, de la que él tiene una parte importante, a pesar de que la idea y los planes de repliegue vienen siendo predicados, diseñados y marcados por Obama y Trump.

Se puede afirmar que son casi irreparables tanto la pérdida de imagen, como su prestigio, el liderazgo mundial en la lucha y expansión de la democracia, así como la pérdida de credibilidad en lo referente al cumplimiento de sus compromisos y en la protección de sus aliados a nada que se recuerde lo pasado en Siria, Irak, Libia, Corea del Sur y Ucrania ente otros. Dudo mucho que EEUU pueda retomar el últimamente decreciente papel que, desde la caída del muro de Berlín venía ejerciendo, sin que nadie osara toserles directamente a la cara.

Tras la caída de Kabul por la precipitada retirada de EEUU después de haberse “gastado” en sus fallidos intentos de reconstrucción democrática, social y de las fuerzas armadas (oficialmente 300.000 soldados) más de 1 billón de dólares, la pregunta sobre el futuro del país y su área de influencia se extiende rápidamente a Oriente Medio. La expansión de los previsibles millones de refugiados, posiblemente trufados de yihadistas disfrazados entre ellos, se extiende a una amplia franja desde Marruecos hasta Pakistán y desde Turquía hasta el golfo incluyendo los países del cuerno de África.

Con cierto grado de probabilidad, todos los rincones de Oriente Medio y el norte de África se verán afectados de alguna manera por el fracaso estadounidense en Afganistán, tras haber mantenido junto a ellos a muchos aliados en la guerra más larga de su historia. Ni que decir tiene, que si los refugiados llegan a dichos confines, el intento de su paso a Europa será más que previsible.

Tras tantos vaivenes en la política norteamericana en Oriente Medio durante los últimos años, es bastante difícil prever el futuro papel de EEUU en la zona en el momento en el que Biden parecía querer limar asperezas con Irán tratando de su vuelta al pacto nuclear entre Irán y la CI conocido por JCPOA por las siglas en inglés, al mismo tiempo que toma posesión de la presidencia del gobierno el ultraconservador Ebrahim Raisi mucho más duro que su antecesor, cuando el país está sumido en la quiebra, está fuertemente azotado por la Covid y coincidente con que el OIEA confirma que Irán ya ha enriquecido uranio al 60%.

El papel y compromiso de EEUU con Irak es ya casi papel mojado o ha quedado en nada como su intervención en Siria; sólo mantienen fuertes lazos con Arabia Saudí, Israel y Jordania quienes, por diversos factores o circunstancias necesitan mantener su cercanía a Washington porque gran parte de su seguridad depende de ellos. Las relaciones de Arabia Saudí y los talibanes arrancan desde muy lejos y pronto se verán cómo evolucionan cuando estos dominan un país entero. Israel se verá obligado a incrementar la diversificación de sus fuentes externas y Jordania empezará a temer quedarse colgado de la brocha.

Se puede afirmar que este ejemplo ha hecho saltar las alarmas y el miedo a nuevos abandonos en países mucho más avanzados y muy necesitados, que realmente basan su supervivencia en los lazos y apoyos norteamericanos, como es el caso de Taiwán.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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UNA RUSIA DÉBIL QUE LOGRA GANANCIAS DE PODER INTERNACIONAL

Alberto Hutschenreuter*

Durante los últimos años, aproximadamente desde la anexión o reincorporación de Crimea a su territorio nacional, Rusia ha tenido un desempeño económico cada vez más declinante. Las sanciones internacionales (incrementadas recientemente) han hecho mella y finalmente la pandemia no solo precipitó más las cifras de bajo crecimiento económico, sino que la situación social se tornó muy dificultosa.

En 2020 las inversiones directas extranjeras en Rusia alcanzaron apenas los 1.400 millones de dólares, el nivel más bajo desde mediados de los años noventa, la década que, salvo los magnates de entonces, nadie quiere recordar en Rusia. Aquel “año anti-estratégico» para buena parte del mundo, el crecimiento económico ruso fue -3,4 por ciento y los niveles de desigualdad y pobreza se elevaron sensiblemente.

Frente a tal situación, el ambicioso programa económico de 2019-2024, destinado a evitar que Rusia retroceda en los próximos lustros más allá del lugar 15 en el ranking de economías del mundo, ha sufrido un reajuste de seis años más.

De modo que, en la década actual Rusia definirá nada más y nada menos que su bienestar y seguridad nacional y, por tanto, su estatus internacional. Sin duda, por ubicación, tamaño, activos militares (convencionales y atómicos), condición “V3” en la ONU (voz, voto y veto), ascendente geopolítico regional, poder aeroespacial, proyección de poder, tradición religiosa-cultural, etc., Rusia siempre será un actor del selecto lote de preeminentes en la política internacional y mundial. Pero una cosa es ser un “actor de orden internacional”, y otra ser un “actor estratégico del orden internacional”.

La diferencia entre una y otra condición radica en la lateralización y falta de consultas (a Rusia en este caso) por parte de los pares que implica la primera, y en la capacidad de deferencia internacional y de ser consultado por los pares que supone la segunda.

Este es el gran reto de Rusia en el siglo XXI. Dicho de un modo más local, el desafío de Rusia en los años venideros es dejar de ser un país basado en una “economía Kalashnikov”, como la denominan en Occidente, es decir, una economía barata, irrompible y con baja tecnología, y convertirse en un país apoyado en una economía moderna y cabal. Si Rusia, con Putin u otro líder, supera tal reto, entonces será lo que nunca ha podido ser: un poder grande, rico e integralmente estratégico. En esa condición, nadie podrá considerar a Rusia como una potencia por preponderancia de la economía A, la de las capacidades estratégicas-militares, sobre la economía B, la del consumo y las “capacidades suaves”. Será una potencia completa, sin ambages.

Pero ello aún está por verse; y si bien el buen precio de sus principales materias primas (petróleo, gas y minerales) es clave para movilizar la economía, en el corto plazo podría dejar a Rusia en una vieja situación conocida: la “des-modernización”.

Lo curioso es que, encontrándose Rusia hoy en una situación económica débil (Estados Unidos y China se encuentran muy por delante y han comenzado a retomar el crecimiento), logra ganancias relativas de poder o beneficios en relación con sus intereses en varios frentes externos.

Por caso, la relación de Rusia con Alemania se mantuvo (hecho que demuestra que, más allá de la crisis Occidente-Rusia y de las dos grandes guerras del siglo XX, desde el siglo XVIII las relaciones entre los dos países siempre fueron satisfactorias). Si bien el “caso Navalny” en 2020 (y hoy) elevó el tono crítico de la canciller Angela Merkel ante Rusia, la estrategia de Washington relativa con afectar el vínculo energético entre Berlín y Moscú no tuvo resultados.

En cuanto a Ucrania, Rusia ha dejado más que en claro que la tentación de la OTAN por sumar miembros pertenecientes a su área geopolítica sensible o selectiva, implica para Rusia ejercer la técnica más decisiva en materia de ganancias de poder: la guerra. Si bien Crimea sumó descrédito internacional a Rusia, la anexión le permitió proyectar presencia y capacidades en Europa del este y el Mar Negro, un área estratégica selectiva y de acumulación militar creciente del globo. Como sostiene Angela Stent en un reciente análisis realizado en “Foreign Affairs”, en el Mar Negro Rusia está resurgiendo como potencia naval.

En Siria, Rusia ha logrado al menos tres ganancias: regresar a la región y ampliar su presencia, revertir la situación en el teatro de confrontación y sostener al régimen cliente, y reforzar su proyección en el Mediterráneo oriental, una medida que se complementa con la proyección naval rusa en el Mar Negro. En alguna medida, Moscú ha logrado reparar la desafección estratégica regional que implicó la decisión de la última Unión Soviética de apoyar incondicionalmente a Occidente cuando Irak (otro viejo cliente de Moscú) invadió Kuwait.

Por último, los recientes hechos en Afganistán implican (en principio) relativas ganancias de poder para Rusia, si consideramos que su rival, Estados Unidos, se retira del país asiático. Básicamente, ello supone que desaparece toda presencia e influencia occidental en una zona próxima a su bajo vientre de interés, las ex repúblicas soviéticas del Asia central (es pertinente recordar que, durante la guerra soviética-afgana, en Occidente se llegó a considerar incitar levantamientos anti soviéticos en esas repúblicas, iniciativa que se descartó por los altos riesgos). Asimismo, también supone que Moscú podría ofrecer cooperación a las nuevas autoridades de Kabul, esperando de éstos atender dos cuestiones que preocupan a Rusia: la actividad terrorista en la zona del Cáucaso y el narcotráfico.

Existen otras situaciones que podrían implicar ganancias relativas para Rusia, por caso, mayor cooperación con China, compromiso formal en relación con la continuidad de suministros por ductos que pasan por Ucrania, relativa vigorización de la Organización de Cooperación de Shangai (OCS), venta de sistemas antimisilísticos a Turquía, etc.

Lo extraño y alarmante es que se trata de ganancias que continúan “recargando” las responsabilidades de una Rusia cuyo frente socioeconómico se halla peligrosamente débil.

La duda es si el Kremlin, empujado por la autopercepción de estar logrando compensar (y hasta revertir) estratégicamente la victoria occidental en la Guerra Fría más los “dividendos de la victoria”, por ejemplo, expansión de la OTAN, decida incrementar tales responsabilidades postergando, una vez más, los cambios estructurales que demanda la economía nacional. Pero si finalmente así sucede, ello podría comprometer seriamente a Rusia.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia, entre los que se destacan “El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy”, “La gran perturbación. Política entre Estados en el siglo XXI” y “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”. Miembro de la SAEEG. 

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NO HAY DOS SIN TRES, NI NIGUNA PAZ ES DURADERA

F. Javier Blasco*

Acababa de empezar la segunda decena del mes de septiembre de 2001 cuando 19 terroristas yihadistas debidamente aleccionados, bien pagados y medianamente instruidos en los mismos EEUU como pilotos de vuelo comercial, esquivaron los entonces escasos controles de seguridad en los aeropuertos estadounidenses y, una vez en vuelo, tomaron el control de cuatro aviones de línea y los estrellaron deliberadamente contra objetivos que hicieron mucho daño en vidas (2.995 fallecidos y unos 25.000 heridos) e infraestructuras; pero sobre todo, en la moral y el orgullo personal y patrio de los norteamericanos por haber sido abatidos de tal manera por segunda vez en su corta historia, en su propia casa; y en esta ocasión, por unos cuantos miserables terroristas sin que saltara ninguna de sus alarmas ni se reaccionara a tiempo.

El resto de la historia, caos y heroicas reacciones, todos las conocemos y sabemos lo que pasó; así como también que, debido a la convulsión que trajo a la mente de los indefensos ciudadanos, fue muy sencillo para un timorato presidente norteamericano, George W. Bush, que aún no llevaba un año de mandato, lograr que le aprobaran, sin obstáculos ni fisuras, el levantar en armas a su pueblo e industria para llevarlos, de nuevo a una guerra como su padre (Guerra del Golfo); aunque esta vez el escenario era Afganistán, donde la inteligencia nacional avistaba, sin precisar donde estaba exactamente Osama Bin Laden, el cabecilla de una organización terrorista yihadista, Al Qaeda, famosa organización, que ha sido y sigue siendo objeto de muchos quebraderos de cabeza y miles de atentados además de ser la célula madre del autoproclamado Estado Islámico.

Bush invocó el Artículo 5 del tratado de la OTAN y la Organización respondió a su llamada, creándose, al no acceder los talibanes que gobernaban Afganistán a la entrega de Osama, dos misiones militares para imponer la paz en el país y la otra misión para capturar al cabecilla terrorista y actuar contra el terrorismo en el territorio. La primera de ellas, denominada Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad es conocida por ISAF (por sus siglas en inglés), que ha estado a cargo de la OTAN, y la segunda denominada Operación Libertad Duradera, Operation Enduring Freedom (OEF) a cargo de EEUU, Reino Unido y las fuerzas afganas bajo el control del gobierno, la que finalizó en 2014. En ambas misiones tanto EEUU como el Reino Unido participaban y aunque se ha pretendido unificarlas, nunca lo estuvieron real y completamente.

El mundo occidental se lanzó a una guerra sin cuartel y casi ningún tipo de restricciones en un territorio geográfica y climáticamente hostil, plagado de señores de la guerra, situado en un lugar estratégico por sus importantes y/o peligrosos vecinos como Pakistán, la India, Irán y hasta China, entre otros y donde previamente ya habían fracasado ejércitos importantes como el británico (por tres veces; entre 1839 y 1842 la primera, la segunda entre 1878-1880 y la tercera 1919) y el de la URSS entre 1978-1992 (también llamada guerra afgano-soviética o guerra ruso-afgana) aunque realmente fue una guerra civil entre las fuerzas armadas de la República Democrática de Afganistán, apoyadas entre diciembre de 1979 y febrero de 1989 por el Ejército Soviético, contra los insurgentes muyahidines o grupos de guerrilleros afganos islámicos apoyados por numerosos países extranjeros, destacando EEUU, quien les proporcionó ingentes cantidades de armas y dinero.

Después de más de nueve años de duros combates y auténtica guerra, los soviéticos agotados por el desgaste militar, logístico y la imposibilidad de manejarse bien por tan inhóspito terreno, se retiraron oficialmente del conflicto en 1989 tras los Acuerdos de Ginebra entre Pakistán y la República Democrática de Afganistán.

No obstante, la guerra civil afgana continuó y los enfrentamientos entre insurgentes y las tropas leales al gobierno se alargaron hasta abril de 1992 cuando la disolución de la Unión Soviética provocó la finalización de todo tipo de apoyos oficiales o encubiertos y los fundamentalistas, vencedores finales del conflicto, pudieron establecer un Estado islámico.

Durante el reciente conflicto, los papeles jugados por unos y por otros se han cambiado completamente, así como los amigos y apoyos de unos a otros y viceversa. No creo descubrir nada nuevo si afirmo que esta larga y costosa guerra de desgaste de personal y material, además de costar muchas vidas occidentales (la mayoría norteamericanos, 2.500), ha sido un absoluto fracaso de estrategias, tácticas, técnicas, procedimientos y fundamentalmente de inteligencia e información.

A pesar de las recientes y no tanto experiencias en conflictos ajenos en los que los EEUU se han visto involucrados como Vietnam, Irak y la lucha contra el Estado Islámico, parece que los norteamericanos en particular y la OTAN en general, no se han leído las muchas e importante “Lecciones Aprendidas” que se desprenden de los errores realizados en dichos conflictos, porque han vuelto a caer en los mismos y en algunos casos, aun peor porque han influido en que las coaliciones y los aliados se dejaran arrastrar hacia el mismo pozo ciego y hayan invertido mucho esfuerzo personal, material y económico que podían haber empleado en mejores misiones y objetivos.

La inteligencia militar, a pesar de jugar con abundantes y mejores medios económicos, terrestres y aéreos y la tan cacareada inteligencia artificial, ha sido un auténtico desastre. Todos sus pronósticos han sido sobrepasados y ninguno se ha cumplido salvo que el desastroso resultado final ha sido más o menos el esperado, pero se les ha anticipado en algo más de unos seis meses en el calendario.

Una vez más se ha vuelto a caer en el costoso e inútil error de entender que la solución para abandonar un conflicto pasa por adiestrar y dotar de todo tipo de moderno material bélico a los nativos del lugar para que ellos tomen el relevo en la misión y proporcionen la necesaria seguridad a la población con plenas garantías al haber sido instruido por los mejores instructores que cada país pueda prestar; pero de nuevo, sin controlar de verdad el número de asistentes a las enseñanzas prácticas, la formación de sus oficiales y el resto de cuadro de mandos, el manejo de los medios de inteligencia y sobre todo como forjar la moral individual y colectiva de las tropas, su voluntad de vencer y la creencia en la misión y la acción de conjunto.

Cualquier entrenamiento sin control sobre su eficiencia y productividad, como ha vuelto a ser éste y los que siguen ocurriendo con muchos de los que se realizan en Irak y en determinados países africanos, es baldío y contraproducente. Se nos ha vendido la falaz papeleta de que aproximadamente unos 300.000 afganos han sido instruidos y dotados por países occidentales, cuando la realidad no llega a un tercio de tal cifra; la mayoría se apuntaba a dichas clases para recibir una paga y un arma, pero no asistían o solo lo hacían de tarde en tarde. Las tropas no estaban bien pagadas (actualmente se les adeudan varios meses de paga), sus oficiales de alto grado se repartían los cargos y destinos en función de las castas sociales o familiares y no por su preparación y capacidad[i].

Se calcula que los EEUU habrán invertido más de un billón de dólares americanos en dicha campaña y en sus diferentes grados y cursos de adiestramiento. Poniendo los pies en la tierra, fuentes de bastante solvencia estiman que en conjunto, se habrán invertido un total de no menos de 88.000 millones de dólares en instrucción y adiestramiento.

Los políticos, suelen correr mucho, sobre todo si ven un apetitoso bocado enfrente, a la hora de lanzarse a cualquier guerra, sin tener muy en consideración el análisis de los factores de la decisión que les proporcionan los militares, los verdaderamente preparados para analizar la solvencia y efectividad de las decisiones adoptadas, el grado de probabilidad de éxito y la situación final en la que queda el terreno y el conjunto del país en cuestión, tras la finalización del conflicto armado, propiamente dicho.

En este caso también, en su día y sin atender a lo dicho anteriormente, las ansias de protagonismo nacional y mundial precipitaron una acción sobre un terreno donde no es nada fácil sobrevivir, moverse y combatir y casi todo el mundo es un potencial enemigo. Solo cuando la masiva llegada de féretros y la necesidad de gastar en el conflicto altas sumas de dinero provenientes de los impuestos de los ciudadanos no presentan resultados, suelen recular, aún más deprisa y buscan rápidamente una salida al atolladero aún a costa de consecuencias mucho peores que el continuar en lo anterior.

Así en 2014, los analistas norteamericanos convencieron a sus gobernantes de que insistir en cambiar totalmente la ideología, el pensamiento y el comportamiento de un país, terreno y población que seguía viviendo en un ambiente e ideología “medieval” y con arraigadas creencias salafistas que ponen en peligro la libertad de gran parte de su población, fundamentalmente la de las mujeres, para tratar de convertirlo en un oasis democrático, no solo era una utopía sino algo imposible de lograr.

Por ello, se iniciaron una serie de contactos oficiosos y luego oficiales con los talibanes, con ciertos encumbrados apoyos por en medio, a cambio de una postura no tan hostil como antaño por su parte, y a explorar la posibilidad de una transferencia de responsabilidades, pactada, no cruel, progresiva y sin revanchismos a cambio de promesas que algún día sabremos.

Estos movimientos, sin duda, crearon una gran sensación de desconfianza en sus propias fuerzas militares. Se veían traicionados y abandonados. Cuando un ejército, aunque esté bien dotado y medianamente instruido, se siente en tal situación, su mínima moral se resquebraja o desaparece y entonces, ante la menor presión externa se derrumba como un castillo de naipes cuando se le quitan las cartas que le sostienen en la parte más baja.

Esto explica que unas fuerzas de guerrillas, no unificadas en mando e inteligencia, sin medios logísticos de transporte apropiados, mal armadas y con escasos medios de comunicación, hayan podido recorrer en motocicleta tan rápidamente largas distancias y tomado Kabul sin disparar ni un solo tiro.

Afganistán, además de ser uno de los principales productores mundiales de opio, es un país rico en litio, materia prima muy demandada hoy en día para las comunicaciones y los ordenadores y sobre la que China ejerce un importante control actual y a futuro; amen de ciertos ductos que van a pasar por su territorio y la nueva ruta de la seda China; por lo que su papel a jugar en la zona será muy importante y puede que sea la nueva gran potencia, que finalmente controle el país o también se dé de bruces contra los mencionados señores de la guerra.

Es muy difícil que la Rusia de Putin, aparte de frotarse las manos y brindar con champán por la derrota, fracaso y vergüenza internacional de los EEUU, se quede de brazos caídos y sin hacer nada; en breve veremos cuál ha sido su papel jugado en el conflicto y en poder influir contra los norteamericanos como hicieron estos a la inversa el siglo pasado y qué papel juega con los talibanes.

Afganistán es ahora un estado fallido, su presidente puso su culo a salvo antes de que llegaran los talibanes a la capital; el caos y el miedo atenaza las mentes y el comportamiento de sus ciudadanos; veinte años de “colaboracionismo” con los occidentales a cambio de dinero y favores, las muchas cuitas producidas, informaciones reales y mentiras lanzadas entre ciudadanos, vecinos y hasta familiares, hacen que hoy veamos las escenas de terror en el aeropuerto de Kabul, repleto de hombres —con grave ausencia de las mujeres— tratando de subirse como puedan a uno de los muchos aviones de todo  tipo que acuden allí para recoger a personal militar y el civil que estaba encuadrado en las embajadas o trabajaba en estas y los servicios de inteligencia o intérpretes. Los cielos surcados por helicópteros miliares de aquí para allá, recuerdan y mucho a la evacuación de la Embajada de la EEUU en Saigón.

En cualquier caso, los que llevan las peores papeletas en su bolsillo a partir de la presente, son las mujeres que verán cercenados sus escasos derechos adquiridos en estos años de sucesivos cambios. Volverá a negárseles el acceso a la educación, la conducción, salir libremente de casa y serán reprimidas, abusadas, vendidas y tratadas como ganado o asesinadas a pedradas a nada que se les acuse de cualquier tipo de adulterio.

El futuro de todos los potenciales colaboracionistas y sus familiares es francamente incierto y muy posiblemente, la mayoría desaparecerán de la faz de la tierra voluntaria o forzadamente, porque las represalias, sin ninguna duda, serán muchas. Las cárceles, hasta ayer repletas de afganos muy peligrosos, hoy están vacías con lo que dichos peligros aumentan exponencialmente. El problema más grave actualmente es que algunos países, entre ellos España, han reaccionado demasiado tarde, la confianza en las capacidades afganas era demasiada o falsa y ha constituido el último error de inteligencia; lo que explica que los medios aéreos a recoger al personal nacional hayan sido enviados hoy cuando aquello es un caos total.

La oposición norteamericana, a pesar de que el plan para abandonar Afganistán este año fue elaborado por la administración anterior, considera estos hechos como los más graves y vergonzosos para un país impotente de reaccionar, que llevó al mundo a la guerra y que ahora abandona a los afganos y aliados a su suerte; mientras el presidente Biden sigue de vacaciones sin ir al despacho oval para trabajar por el rescate de sus ciudadanos e informantes en Afganistán; por cierto, como sucede aquí en España con el presidente Sánchez y ya veremos el futuro de la arribada a Kabul y la carga final de los dos A-400M enviados hoy mismo desde Zaragoza.

Lo dicho, las “Lecciones Aprendidas” en las dos principales ocasiones anteriores, Saigón y Mosul, al parecer no han servido de nada, no se escribieron o nadie las leyó y esta es la tercera ocasión en la que vuelve a ocurrir la misma situación y desenlace; la inteligencia artificial ha presentado su primer gran fracaso a nivel mundial y no hay ninguna Paz Duradera, por mucho que pomposamente denominemos así a grandes misiones militares.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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Nota

[1] Aún recuerdo el nivel que me encontré en los concurrentes a una conferencia que tuve que dar en el CESEDEN a un grupo de unos 20 coroneles y generales de dos y tres estrellas afganos, en un programa de ayuda a la enseñanza en el que participamos. Y eso que aquellos, según nos informaron, era la élite de la élite.