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MUJERES ENTRE LA FILOSOFÍA Y EL PENSAMIENTO MASCULINO

Salam Al-Rabadi*

Imagen de Chen en Pixabay

Muchos de los logros que se han alcanzado a nivel de igualdad entre hombres y mujeres son vulnerables a retrocesos, ya que existen muchos desequilibrios que exacerban aún más el sufrimiento de las mujeres por el mero hecho de ser mujeres. Las mujeres de todo el mundo siguen enfrentándose a leyes y reglamentos que restringen e impiden sus oportunidades económicas, sociales y políticas.

Según informes globales, parece que hay muchos nuevos desafíos que enfrentan las mujeres en términos de su salud, seguridad y seguridad económica, ya que las mujeres solo disfrutan de las tres cuartas partes de los derechos legales otorgados a los hombres[1]. Ciertamente, al intentar evaluar este dilema y aproximarse a la realidad de los derechos de las mujeres, se debe plantear la siguiente problemática:

¿Existe algún defecto filosófico que impida a las mujeres trascender este sistema masculino?

Parece que la verdadera opresión masculina es lo que las sociedades y los campos filosóficos sufren de la visión de inferioridad de las mujeres. En consecuencia, si existe un deseo serio de alcanzar una verdadera igualdad entre mujeres y hombres, esto requiere una reconsideración de todo lo relacionado con la cultura de las sociedades, incluida la cultura de las propias mujeres[2], sin olvidar enfrentar algunos desafíos a nivel cultural, que requiere la búsqueda de una nueva aproximación en relación con el pensamiento filosófico y cultural de acuerdo con un punto de vista crítico, donde parece que la mujer ha sido colocada en el seno de un vórtice filosófico cerrado que mantiene las formas tradicionales de la femineidad[3].

En este contexto, es lógico decir que no se puede alcanzar la igualdad de género social sin la existencia de un trasfondo filosófico que trabaje para iluminar las mentes y liberarlas de las restricciones masculinas. Pero, ¿cómo se puede lograr esta liberación e iluminación si los propios valores filosóficos sufren de un problema prominente de género y machista, que está vinculado (desafortunadamente) con la inferioridad de las mujeres en el mundo de la filosofía?

Por ejemplo, los filósofos griegos más famosos (Aristóteles, Platón, Sócrates) tenían una visión de las mujeres, en general, que no iba más allá del hecho de que sólo eran aptas para la procreación, que no contaban con virtudes morales como los hombres, que no podían ejercer virtudes morales como los hombres. Las mujeres eran consideradas inferiores a los hombres en términos de razón y virtud. Y esta visión de las mujeres en el mundo de la filosofía antigua no difirió mucho con una serie de grandes filósofos modernos (Jean-Jacques Rousseau, Immanuel Kant, Friedrich Nietzsche). Según su visión, las mujeres no fueron creadas ni para la ciencia ni para la sabiduría, sino sólo para satisfacer los instintos de los hombres. También creían que la mente de una mujer no estaba a la altura de la mente de un hombre y no estaba hecha para pensar. Además, creían que las mujeres eran la fuente de todo mal y que conspiraban con todas las formas de decadencia contra los hombres[4].

En conclusión, parece claro que la continua tiranía de la filosofía masculina es un síntoma natural de la dominación de la cultura masculina sobre la humanidad en general, que continúa hasta el día de hoy, a pesar de las afirmaciones de igualdad. En consecuencia, si hay alguien que cree que estas consideraciones filosóficas, impregnadas de masculinidad y relacionadas con los derechos de las mujeres, se han quedado obsoletas por el tiempo a la luz de la propagación de la ideología feminista y el desarrollo de ideas relacionadas con la sexualidad (género), etcétera.

Pero aquí, el problema existente debe plantearse en torno a la cuestión de si la visión masculina de las mujeres realmente ha cambiado a nivel filosófico contemporáneo y si hay una necesidad urgente de pasar al sistema filosófico integral de la Ilustración.

Ciertamente, al tratar de responder a estas preguntas y evaluar este problema híbrido (si se supera el enfoque estadístico y cuantitativo, que hace hincapié en la oscuridad de la escena) para crear un cambio radical a nivel de los pilares vitales que garantizan los derechos de las mujeres, debemos preguntarnos sobre las razones y los antecedentes que han impedido a las mujeres crear una escuela filosófica integrada, o establecer una corriente intelectual que pueda influir en el campo filosófico.

Esta imposibilidad o incapacidad, inevitablemente nos llevará a plantear el dilema fundamental que se encuentra en la siguiente pregunta:

¿Existen mujeres filosofas[5]?

Aquí, juiciosa y definitivamente, chocaremos con la crueldad y el peso de la dialéctica relacionada con la importancia, el estatus y el papel de la mujer en el pensamiento y la filosofía.

 

* Doctor en Filosofía en Ciencia Política y en Relaciones Internacionales. Actualmente preparando una segunda tesis doctoral: The Future of Europe and the Challenges of Demography and Migration, Universidad de Santiago de Compostela, España.

 

Referencias

[1] Sin mencionar el aumento de la violencia contra las mujeres, además de la debilidad económica y la falta de independencia financiera (hasta cierto punto), incluidas las barreras a la preservación del empleo, las mujeres también se enfrentan a un aumento de los desafíos de violencia doméstica y salud y seguridad… etcétera. Ver informe: “Women, Business And The Law In 2021″, The World Bank, Washington, Ver: https://openknowledge. worldbank.org/bitstream/handle/10986/35094/ 97814648 16529.pdf

[2] Es extraño y reprobable que algunas mujeres acepten estas apariencias, con el pretexto de que están acostumbradas a estas prácticas. También es desafortunado que muchas de ellas no sepan nada sobre su mera explotación. Aquí pueden surgir muchos signos de interrogación acerca de si las mujeres tienen derecho (sobre la base de principios de derechos humanos) a aceptar la violación de su humanidad.

[3] En consecuencia, debemos tener cuidado y reflexionar sobre cómo utilizar términos como feminidad, identidad, honor, masculinidad… etcétera.

[4] Vale la pena mencionar aquí la importancia de no generalizar la visión masculina de las mujeres en el campo filosófico. Por ejemplo, el filósofo árabe Averroes (Ibn Rushd: 1126-1198) nos presentó una visión humana que no es menos importante que todas las propuestas contemporáneas relacionadas con los derechos de igualdad de género. Donde afirma que no hay diferencia entre una mujer y un hombre (excepto por la diferencia física), son un tipo donde la mujer y el hombre son de un tipo. Además, considera que no hay obstáculo para que una mujer llegue a la sentencia.

[5] Sistemáticamente si la influencia de la opinión pública irracional se pasa por alto, si las emociones se dejan de lado y si el escrutinio científico de la historia filosófica (antigua y contemporánea) se lleva a cabo de acuerdo con características y condiciones específicas, entonces no encontraremos ninguna filosofía de mujeres.

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PENSAMIENTO FLEXIBLE: INDISPENSABLE PARA UNA BUENA LABOR DE INTELIGENCIA (Parte 3)

Marcelo Javier de los Reyes*

El autoconocimiento

Se considera que una de las serias limitaciones que enfrentan los analistas de inteligencia es la falta de conocimientos sobre sí mismos, es decir, su autoconocimiento. Desconocen el funcionamiento de su propia mente porque, en general, al analista no se le enseña a autoconocerse. Por tanto, sería apropiado que también aprenda a conocer el cerebro y su funcionamiento y los procesos mentales que pueden conspirar en su labor.

Se le atribuye a Sócrates la célebre frase “conócete a ti mismo” (γνωθι σεαυτόν) y aquí cabe recordar que conocemos su pensamiento a través de la obra de Platón. Sin embargo esa frase podía ser encontrada en algunos templos, como el de Apolo de Delfos. Ese enunciado también se encuentra en latín, Nosce te ipsum, y ésta es una parte de una más extensa que reza: Nosce te ipsum et nosces universum et deos: “Conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses”.

Se le atribuye a Aristóteles la frase: “El conocimiento de uno mismo es el primer paso para toda sabiduría”.

En esta misma línea de pensamiento se puede citar a Paul Watzlawick (1921-2007), psicólogo, filósofo y teórico de la comunicación, austríaco nacionalizado estadounidense, autor y psicoterapeuta de referencia dentro de la Terapia Sistémica. Este autor nos ha legado la siguiente frase:

Llegar a ser conscientes de quiénes somos realmente exigirá salir fuera de nosotros mismos y vernos objetivamente.

Paul Watzlawick (1921-2007)

Quizás estaríamos tentados de preguntarle al psicólogo Paul Watzlawick, “¿por qué, para conocerme, para verme objetivamente, debo salir de mí mismo?”

La respuesta que nos daría sería que porque nos desconocemos por completo. En general, vivimos ajenos a nuestra realidad interior, no procedemos a realizar una introspección, y este desconocimiento nos lleva —con frecuencia— a caer en errores y en crisis existenciales. Entonces, invirtiendo el razonamiento, el autoconocimiento le permitirá al analista sobrellevar ciertos errores y, a la vez, tener confianza en sí mismo, saber controlar sus emociones —las que intervienen en su razonamiento— y comprender que un analista no tiene que tener razón sino llegar a la verdad.

Conocerse a sí mismo ofrece la gran ventaja de conocer las propias fortalezas, nuestras habilidades, así como las propias debilidades o vulnerabilidades. Como expresa el doctor Daniel López Rosetti en su libro Equilibrio, “determinar las fortalezas nos permite enfatizarlas, mejorarlas y aumentar la seguridad en nosotros mismos”[1]. A su vez, contribuye a disminuir nuestras debilidades y el identificar a éstas es fundamental para darles la dimensión apropiada y manejarlas adecuadamente[2]. Se trata entonces de un ejercicio que nos lleve a observar cómo actúan las emociones ante determinadas circunstancias, así como las repercusiones físicas que de ellas puedan derivarse.

El autoconocimiento nos permite una mejor comunicación verbal y, del mismo modo, una mejor comunicación no verbal.

El conocimiento de nuestros talentos es un camino cierto para nuestro crecimiento personal, profesional y espiritual, porque a partir de ello no estaremos como una hoja de papel sometida a los diversos vientos que soplen. Pero aquí es importante considerar que debemos evitar caer en la soberbia y recordar aquella sentencia que dice que “la vanidad es el peor enemigo del hombre de inteligencia”.

En este aspecto es fundamental, a partir de lo expresado, que el analista —y en general el hombre de inteligencia— aprenda a escuchar atentamente —más que hablar— y sin adelantarse en las respuestas de su o sus interlocutores. Del mismo modo, a fundamentar sus respuestas —nada es “porque sí” o “porque no”— cuando sea necesario darlas.

El autoconocimiento nos proporcionará una mayor seguridad, una autorregulación de nuestras emociones —lo que se traducirá en una mayor adaptación a las circunstancias que debamos enfrentar— y nos evitará enviar “mensajes” erróneos, contradictorios o inadecuados a través de la comunicación no verbal. En definitiva, nos brindará una mayor confianza en sí mismos, un mayor manejo del estrés, un eficiente aprovechamiento del tiempo, una mayor automotivación y, por tanto, una mayor profesionalidad en nuestra labor.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia en la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional, Universidad Nacional de La Plata. Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

[1] Daniel Lóperz Rosetti. Equilibrio. Cómo pensamos, sentimos y decidimos. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Planeta, 2020, p. 206.

[2] Ídem.

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OCASO LÍQUIDO DE ZYGMUNT BAUMAN. (A CINCO AÑOS DE SU DESAPARICIÓN).

Abraham Gómez R.*

Zigmunt Bauman fotografiado por Bartlomiej Kudowicz / Forum

Acababa de cumplir 90 años, pero tenía tanta fascinación por la vida y por seguir teorizando que era capaz de enlazar dos y hasta tres vuelos en un solo día para ir de una ciudad a otras, con el único objetivo y entusiasmo de dictar una conferencia.

Abrigaba, sin descanso ni retorcidas retóricas, la intención de insistirnos que estamos viviendo en “una modernidad y una sociedad líquida”: su Tesis Mayor. Su apuesta indesligable y propositiva, en tanto guiatura para este tramo epocal.

Sentía plena emoción nuestro siempre consultado filósofo Bauman al pronunciar que no tenemos sino “Una vida caracterizada por no mantener un rumbo determinado, pues al ser líquida no mantiene mucho tiempo la misma forma. Y ello hace que nuestras vidas se definan por la precariedad y la incertidumbre. Así, nuestra principal preocupación es no perder el tren de la actualización ante los rápidos cambios que se producen en nuestro alrededor y no quedar aparcados por obsoletos”.

Detestaba dar respuestas simples a cuestiones complejas; por eso justificaba que se extendiera ante cada explicación que se le solicitara.

En su libro La vida líquida (2007), el diagnóstico sobre la sociedad de consumo en la que vivimos es demoledor por certero.

Zygmunt Bauman había sido considerada una figura de referencia de la sociología contemporánea. Su denuncia de la desigualdad creciente, su análisis del descrédito de la política o su visión nada idealista de lo que ha traído la revolución digital lo había convertido también en un faro para el movimiento global de los indignados, a pesar de que no dudaba en señalarles las debilidades.

Al momento de recibir el Premio Príncipe de Asturias, en 2010, en la mención Comunicación y Humanidades, expuso su clara definición sobre la Sociedad Moderna Líquida, en los siguientes términos: “es aquella sociedad donde las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas puedan consolidarse en unos hábitos y en una rutina determinada. Esto, evidentemente, tiene sus consecuencias sobre los individuos porque los logros individuales no pueden solidificarse en algo duradero, los activos se convierten en pasivos, las capacidades en discapacidades en un abrir y cerrar de ojos.

El nuevo modelo de héroe es el triunfador que aspira a la fama, al poder y al dinero…, por encima de todo, sin importarle a quién se lleva por delante”.

Acaso será temprano todavía para conferirle razón plena a nuestro laureado Bauman, cuando caracteriza a La modernidad líquida por su flexibilidad y la falta de estructuras sociales perdurables, sin darnos cuenta que determina y condiciona las relaciones y costumbres de los ciudadanos.

Y ahora cabría preguntarnos, en las claves narrativas de Bauman: ¿Cómo llegamos a este “tiempo líquido”?

Vivimos en un mundo en donde la incertidumbre debilita los sistemas de seguridad de los individuos, existe miedo por conformar relaciones a largo plazo, se postergan las relaciones por el Éxito, las redes sociales toman un rol fundamental a la hora de establecer vínculos, los individuos se insensibilizan y miden sus relaciones en término de Costo/beneficio, pero al mismo tiempo los sujetos se vuelven frágiles y vulnerables, todos estos factores comienzan a desmoronar la solidez de una sociedad, cambiando la rigidez de las estructuras por la flexibilidad de las mismas, las torna volátiles y transitorias; no existe la presencia de referencias y hay un completo desarraigo afectivo.

La expresión, acuñada por Zygmunt Bauman que acompañó toda su existencia filosófica, da cuenta con precisión del tránsito de una modernidad sólida, estable, repetitiva a una «líquida», flexible, voluble.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV).

Publicado originalmente en Disenso Fértil, 10/01/2022, https://abraham-disensofrtil.blogspot.com/