Archivo de la etiqueta: Política Internacional

A 61 AÑOS DE LAS RELACIONES CUBA-INDIA: NECESIDAD DE ABRIR UNA NUEVA ERA.

Ruvislei González Saez*

Antecedentes

Los históricos vínculos de la India y Cuba aunque oficialmente cumplieron 61 años de relaciones este enero de 2021 van más allá y se remontan a la llegada de los primeros migrantes indios a la nación caribeña en el siglo XIX. Sin embargo, las fuentes oficiales declaran que alrededor de 1905-1906 llegaron procedentes de Jamaica unos 200 indios. En 1914 arribaron más de 2.000 indios nacidos en la propia India y unos doscientos de Jamaica, habiendo entrado los últimos con sus documentos oficiales. Muchos de ellos se dedicaron a trabajar en centrales azucareros en el oriente del país. La inmigración directa de la India cesó en 1916, no así la que estaba localizada en varias Antillas caribeñas (López, 1977).

Las relaciones oficiales entre los gobiernos de Cuba y la India se forjaron desde los inicios del triunfo de la Revolución Cubana, constituyendo la segunda nación asiática, después de Sri Lanka, con la que La Habana estableció relaciones diplomáticas el 12 de enero de 1960. Los vínculos estuvieron precedidos por la visita realizada en 1959 por el Comandante Ernesto Guevara (Che) las que motivaron a la concreción de los lazos diplomáticos un año después.

El primer país asiático visitado por el Che en 1959 fue la India. Luego de una escala en Bombay, llegó a Nueva Delhi el 30 de junio. Al siguiente día tuvo su encuentro con el primer ministro Pt. Jawaharlal Nehru, con quien además de intercambiar temas políticos de interés, compartió un almuerzo en su casa y realizó un homenaje a Gandhi. También visitó Bhakra, el Taj Mahal, Lucknow y Calcuta (Romero, 2019).

En las relaciones bilaterales se destacaron los encuentros y visitas en ambas direcciones al más alto nivel. En el propio 1959 hubo dos grandes reuniones con el gran líder Nehru; la mencionada anteriormente del Che y la de Fidel Castro en Nueva York. Este último en ese momento en calidad de primer ministro y Jefe de la Revolución. Posteriormente, en 1973, Fidel visitó la India y fue recibido por la primera ministra, Indira Gandhi al arribar al aeropuerto internacional de Palam, en Nueva Delhi. La otra visita muy importante de Fidel fue en 1983, donde el histórico abrazo público a Indira Gandhi, quedó grabado para la historia en los ciudadanos del país por su carácter amistoso y la espontaneidad al hacer entrega de la presidencia del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) a la dirigente india, en la capital de la nación asiática.

Otras visitas de la parte cubana a la India fueron las de los entonces cancilleres Roberto Robaina en 1994 y 1997, así como Felipe Pérez Roque en 2007. En 1996 el presidente de la Asamblea Nacional en ese entonces, Ricardo Alarcón realizó una visita oficial a Nueva Delhi.

Ya en el período más reciente, se efectuó la gira del ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla (actualmente también viceprimer ministro), en mayo de 2013 y posteriormente la del entonces primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en marzo de 2015 (actualmente presidente de la República).

Mientras por la parte india, se destacaron las del primer ministro Rajiv Gandhi en 1985, la primera visita oficial de Estado de índole bilateral que tenía lugar entre los dos países. Le siguió en 2006 el premier Manmohan Singh para la cumbre del MNOAL; en 2012, el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Shri S. M. Krishna, visitó La Habana y un año después, lo hizo el vicepresidente Shri Hamid Ansari, acompañado por una delegación de alto nivel.

En 2016, el ministro del Interior, Raj Nath Singh, segundo en jerarquía en el gabinete, representando al primer ministro Narendra Modi, quien a su vez miembro del Ejecutivo Nacional del gobernante Barathiya Janata Party (BJP), viajó a La Habana para participar en las honras fúnebres del líder cubano Fidel Castro. La última visita de alto nivel a Cuba, fue la del presidente Ram Nath Kovind en 2018 las que abrió una nueva etapa en las relaciones bilaterales.

Los históricos vínculos de Cuba con la India han sido tan importantes que fueron recogidos en el Tercer Congreso Nacional del Partido Comunista de Cuba en 1985 donde se plasmó que “la Amistad y el estrecho trabajo conjunto en el MNOAL caracterizan las relaciones con la India”. Por otro lado, en los momentos más difíciles de Cuba en su etapa de “Período Especial” constituyó un hecho trascendente la donación de 20.000 toneladas de arroz y trigo realizadas por la India a Cuba en 1993. La donación fue bautizada por el Líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro al momento de la recepción del cargamento como “El pan de la India”.

Posteriormente sucedieron nuevas acciones de solidaridad de la nación india. En el 2008, el Gobierno de Nueva Delhi canceló la principal deuda y los intereses de 62 millones de dólares, lo que equivalía a 1,28 mil millones de dólares de deuda contraída con la India. India también proporcionó una asistencia de dos millones de dólares en efectivo como socorro ante las devastaciones causadas por los huracanes Gustav, Ike y Paloma en agosto y septiembre del propio año. También sobresalió una donación de buena voluntad en el transcurso del 2017 en medicamentos y equipos médicos, así como tractores e implementos agrícolas. 

Relaciones político-diplomáticas

Las relaciones político-diplomáticas Cuba-India tanto en el ámbito bilateral como multilateral han mostrado gran coincidencia en sus 60 años de lazos oficiales. La India fue uno de los primeros países en reconocer a Cuba después del triunfo de la Revolución de 1959. A tan solo un año después en la que el primer ministro Narendra Modi ganara las elecciones, el entonces primer vicepresidente cubano (actual presidente), Miguel Díaz-Canel Bermúdez realizó una gira por la nación asiática en 2015, justo en momentos en que ambas naciones celebraron el 55º aniversario de las relaciones bilaterales. Fue la visita de más alto nivel efectuada entre ambas partes desde el 2013 en que el vicepresidente indio Hamid Ansari visitó La Habana y fue recibido por el primer secretario del Partido Comunista de Cuba y entonces presidente Raúl Castro y el Líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro. También se reunió con Díaz-Canel en el que también volvió a tener un encuentro en la visita de 2015.

En el 2018, en respuesta a la invitación realizada por el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez a su homólogo indio Ram Nath Kovind, se produjo la visita oficial del mandatario indio a Cuba. Como parte de su estancia de dos días fueron rubricados tres instrumentos jurídicos para ampliar la cooperación en los sectores de la medicina tradicional y la biotecnología. El mandatario indio mostró especial interés en este último con la visita efectuada al Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB). La concepción lanzada en su visita en la Universidad de La Habana del “Sur Global” reflejó puntos coincidentes en la proyección india y cubana, las que pueden devenir en una mayor concertación bilateral, pero también mediante cooperación en terceros países, especialmente de África e incluso en el Caribe.

Ambos países mantienen los mecanismos Diálogo Inter-cancillerías, así como también una Comisión Mixta Bilateral que permite analizar el estado de las relaciones bilateral e impulsar no solo el diálogo político diplomático, sino también otros asuntos de la agenda entre ambas naciones.

En el ámbito multilateral, se ha destacado el histórico apoyo de la India frente al bloqueo económico y financiero impuesto por Estados Unidos sobre Cuba. Ambos países han mantenido estrechos contactos entre sí en diversos foros internacionales, como la Organización de Naciones Unidas (ONU), Organización Mundial del Comercio (OMC), etc. Cuba coincide con las opiniones de la India en la democratización de la ONU y la ampliación de su Consejo de Seguridad. Ambas partes comparten la posición de este último es central en el proceso de reforma en general y La Habana apoya la inclusión de la India como miembro permanente en el Consejo de Seguridad reestructurado. Cuba ha manifestado su apoyo público en varias ocasiones.

Cuba e India han sido pilares fundamentales del MNOAL a lo largo de la historia de este organismo y han compartido posiciones comunes con respecto a la mayoría de los asuntos en él tratados. Asimismo, promueven la cooperación Sur-Sur, y comparten el nuevo enfoque indio del Sur Global el que puede devenir en una mayor cooperación.

Cooperación bilateral

India y Cuba han firmado acuerdos en los sectores de biotecnología, ciencia y tecnología, comercio, cultura, medicina tradicional, normalización, deportes, energías renovables, de protección al consumidor y un programa de intercambio cultural. En 2013 se firmó el Acuerdo de Programa de Intercambio Cultural y un Memorándum de Entendimiento (MOU) sobre Cooperación en Materia de Difusión entre Prasar Bharati y el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT). También se concretó un MOU sobre cooperación en el campo de Biotecnología entre el Departamento de Biotecnología del Ministerio de Ciencia y Tecnología y BioCubaFarma de Cuba.

Además, Cuba se ha beneficiado del Programa Indio de Cooperación Técnica-Económica (ITEC en inglés), con más de 50 años de implementación. Desde 1989 hasta 2020, alrededor de 800 profesionales cubanos de diferentes especialidades se han beneficiado de becas en la India en diversos sectores como idioma, informática, economía, agricultura, etc. Dentro del propio programa, en 1995, fue donada a Cuba una planta de energía solar de 5Kw. Fue seguida por la puesta en marcha de repuestos de apoyo, así como se han desarrollado otros proyectos de capacitación.

La ciencia y la tecnología ha sido un área importante para la cooperación bilateral. Las principales áreas de interacción han sido la biotecnología y el software. Ha habido una cooperación activa entre la empresa india BIOCON y CIMAB de Cuba en anticuerpos monoclonales para el tratamiento del cáncer.

La cooperación india en Cuba ha sido relevante y ambas partes deberían potenciar los vínculos en ambas direcciones sobre la base del beneficio mutuo y las obtención de ventajas compartidas. El apoyo de la nación asiática en el desarrollo de la Fábrica de Fertilizantes Nitrogenados (NPK) en la provincia de Cienfuegos contribuyó a garantizar el 70% de los fertilizantes y abonos necesarios para la campaña agrícola de frío de Cuba en el 2019. La industria con capacidad 300.000 toneladas al año con capacidad de producción de 55 toneladas de fertilizantes por hora. La producción de la NPK rebajará cerca del 25% de costos de importación de sustancias como el sulfato de amonio, el fosfato diamónico, el fósforo y el cloruro de potasio. La industria nacional aporta la zeolita (Granma, 2018).

La edificación de la planta perteneciente a la empresa química EQUIFA del Ministerio de Industrias se ejecutó con el apoyo de la compañía de ingeniería AAR ESS EXIM de la India. La inversión comenzó a principios de 2017 y avanza en su segunda atapa hasta el actual 2020 y que incluye tres grandes almacenes para las materias primas, viales y sistemas de protección de la fábrica. El costo total de 41 millones de dólares, que incluye alrededor de cuatro millones de dólares aportado por un crédito indio para la financiación en equipos y tecnologías. La india también participa en el proyecto mediante asesoría y capacitación (Granma, 2018).

Relaciones económico-financieras

El comercio bilateral entre Cuba y la India tuvo su máxima expresión con valores alrededor de 300 millones de dólares en el año en 1980. Tras la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los cambios en las políticas económicas de la India en 1990 el intercambio mercantil tuvo una severa caída.

Las relaciones comerciales bilaterales no se han explotado en todas sus potencialidades. La India constituye el cuarto socio comercial de Cuba en Asia después de China, Vietnam y República de Corea. Aun así, en el período abril-septiembre de 2020 se destacaron las exportaciones cubanas a la India en relación a otros períodos anteriores (ver gráfico 1). Ambas naciones no han logrado arribar a un comercio bilateral de 100 millones de dólares en el tiempo reciente (aunque se han acercado), por lo que debería ser una propuesta a alcanzar entre ambas naciones con el propósito de fortalecer los lazos para el período 2022-2025. 

Gráfico 1: Relaciones comerciales Cuba-India (2013-septiembre 2020) en millones de dólares.

Nota: 2020* es el comercio entre el período abril-septiembre[1].
Fuente: Elaboración del autor con datos de ONEI (2019) y MCI (2020).

Los principales envíos que Cuba realizó a la India en los últimos años fueron productos farmacéuticos. Sin embargo, en 2020, en medio de la Covid-19 en el período abril-septiembre se destacó el mayor crecimiento comercial de los últimos años según el Ministerio de Comercio e Industria (MCI) de la India. En esta etapa, si bien hubo un ligero aumento de las exportaciones de productos farmacéuticos de 0,27% en relación con similar etapa anterior (seis primeros meses del período fiscal en curso). Sin embargo, hubo un gran crecimiento de las ventas cubanas a la nación asiática de la partida: combustibles minerales, aceites minerales y productos de su destilación, sustancias bituminosas, cera mineral por valor de 66,8 millones de dólares (MCI, 2020).

Los principales productos de exportación de la India a Cuba son farmacéuticos, químicos orgánicos, plásticos y artículos de caucho, maquinaria y aparatos mecánicos, etc. Mientras que los principales productos de importación desde Cuba son productos farmacéuticos, artículos de tabaco, cueros y pieles sin curtir, etc.

En tanto, en las inversiones, la India es una de las grandes economías asiáticas que no posee inversiones en Cuba. Su experiencia global en el sector de la energía renovable abre oportunidades para que en el futuro aumenten las inversiones en Cuba dadas las condiciones naturales tanto de energía eólica en determinados lugares como de energía solar. En tanto, Cuba posee desde el 2006 una planta para la producción de anticuerpos monoclonales humanizados h-R3 construida en la localidad india de Bangalore[1]. La producción de esta planta se destina al tratamiento de pacientes que sufren de cáncer de cabeza y cuello es el resultado de la creación de la empresa mixta cubano-india Biocon Biopharmaceutical Ltd.

Relaciones culturales y deportivas

La cultura india tradicionalmente ha sido de gran aceptación por la sociedad cubana. El yoga y la meditación Vipassana se practican y las anteriores forman del programa de salud del Gobierno, a la vez que se celebran con gran promoción el Día Internacional del Yoga. El interés en el Ayurveda y la Naturopatía de la India está aumentando. El aniversario de los nacimientos nacimiento de Tagore y Gandhi se celebran cada año. El siete de mayo de 2007, un busto de Tagore fue inaugurado en La Habana Vieja. Un baile dramático se dedicó por los 150 años del nacimiento de Gurudev Tagore en mayo de 2011.

Entre las obras monumentales se destacan además un busto de Mahatma Gandhi y una estatua de la Madre Teresa en La Habana. Mahatma Gandhi, Nehru y Tagore ocupan un lugar especial en Cuba. La profundidad y la variedad de danzas de la India, la música y el cine son conocidos y de amplia difusión en Cuba. La Casa de Asia radicada en La Habana organiza eventos culturales: exposiciones, proyecciones de películas, charlas, en la India. La biblioteca en la Casa de Asia lleva el nombre de Rabindranath Tagore.

La India fue el “País Invitado de Honor” de la prestigiosa Feria Internacional del Libro de La Habana del 12 al 22 de febrero de 2015. La India fue el primer país asiático al que se le concedió este honor. Mientras, del primero de julio al 26 de septiembre de 2016, Cuba fue el país invitado del 7mo Festival de Cine Jagram, el mayor festival de Cine Itinerante del Mundo, ocasión en la que se exhibieron en 16 Estados del país un total de ocho películas cubanas y el documental “Mi hermano Fidel”, del destacado cineasta Santiago Álvarez.

En el ámbito deportivo, durante la visita del entonces ministro de Deportes Mani Shankar Aiyer en 2007, se firmó un acuerdo de cooperación deportiva. La Federación de Boxeo Amateur de la India y el Instituto de Deportes del Ejército, Pune, han estado contratando entrenadores cubanos en boxeo, atletismo, voleibol, lucha, judo y buceo de forma regular. El coaching por parte de especialistas cubanos ha ayudado a la India a ganar medallas en varias competiciones, incluyendo los Juegos Olímpicos. India envió 32 entrenadores comunitarios en diferentes deportes a Cuba para una formación en 2013. En el período 1999-2015, Cuba formó 10 estudiantes de la India en la Escuela Internacional de Educación Física y Deportes (Morales, 2017).

Oportunidades y límites de las relaciones

Ambas partes tienen grandes potencialidades de incrementar el diálogo político y estratégico en vista a fortalecer diversos marcos de cooperación. Existen oportunidades para incrementar la confianza mutua bilateral. Puntualmente en los sectores económicos y científico-técnico hay grandes espacios no desarrollados en profundidad aun, particularmente en la biotecnología, la nanotecnología, informática, agricultura, industria, turismo.

La participación de Cuba en la Alianza Solar Internacional impulsada por la India es un buen espacio para profundizar la cooperación en el marco de la proyección india del Sur Global. Es decir, ambas partes tienen experiencias en el impulso y tratamiento de las energías renovables, como también existen excelentes condiciones en ambas naciones para fortalecer proyectos conjuntos no solo en Cuba, sino también en otras naciones caribeñas, algunas de las cuales tienen un gran vínculo histórico, cultural e identitario con la India.

Actualmente las relaciones comerciales e inversionistas son muy bajas, con amplias posibilidades. El desconocimiento de ambos mercados y de las transformaciones más recientes que está viviendo Cuba impide que se abran más espacios para una mayor presencia india en la isla, como también cubana en la nación asiática. Existe mucho potencial en sectores que ambos tiene fortalezas, pero que lejos de ser competitivos pueden ser complementarios en terceros mercados, como son los casos particulares de la biotecnología y la farmacéutica.

A la hora de enfocarse el empresariado cubano hacia la India no puede proyectarse como la habitual forma hacia otras naciones más pequeñas. India es un país complejo no solo por su extensión, sino por la diversidad existente en su estructura estatal. Cada Estado tiene potencialidades diferentes que implica proyectarse hacia los Estados particulares y no hacia el país de forma general. Incluso cada uno de los territorios estatales con sus poblaciones se pueden comparar con países como Canadá, Reino Unido, etc.

Hoy pueden destacarse como límites en las relaciones, la falta de conocimiento de las oportunidades de negocios en cada uno de los Estados indios de manera independiente. Por lo que hacer un estudio de mercado, no puede analizarse solamente a la India, sino a Estados particulares y potenciales. Por otro lado, se necesita promocionar a Cuba más dentro del territorio indio y eso es complejo por la extensa geografía, por lo que se necesita más que una oficina económico-comercial en Nueva Delhi, sino también aprovechar la presencia e incluso cooperación india. Ello implica una estrategia integral de la cual puede ser nutrida por el conocimiento no solo de la comunidad empresarial, sino también académica.

La India ha tenido una histórica presencia en la región, no en la misma medida que otras naciones como Japón o China, pero tiene grandes capacidades especialmente en el Gran Caribe por el asentamiento de poblaciones de origen indio que culturalmente le genera fortalezas. Centrar atención de la India en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel y administrar un Parque Industrial no solo contribuirá al desarrollo del mercado cubano en productos importantes, sino también para proyectarse al mercado subregional. India tiene una gran experiencia en los sectores de la biotecnología, farmacéutica, manufactura, industria química, sistemas electrónicos, calzado, minería y metales, refinería, energía renovable, así como dispositivos médicos, etc (Investindia, 2020).

Particularmente en el enfrentamiento a la Covid-19 puede destacarse el apoyo de la India a Cuba en el 2020 en el que realizó una donación de medicamentos e insumos médicos para apoyar la Covid-19. La nación asiática ofreció 17 tipos de medicamentos y un grupo de insumos y medios de protección necesarios para hacerle frente a la pandemia (Martínez, 2020). Cuba por su parte con el avance de sus tres candidatos vacunales y dos vacunas, en estos momentos Abdala y Soberana 02, contra la Covid-19 más allá de la competencia abre el potencial de colaboración en el futuro.

Conclusiones

Este 2021 marca el 61º aniversario de las relaciones entre dos países distantes geográficamente, pero sin embargo, existen puntos de coincidencia en lo político y culturalmente. En el ámbito económico no se han explotado todas las oportunidades la que puede abrir un camino para que ambas naciones se propongan al menos llegar al corto plazo para 2022 más tardar 2025 a los 100 millones de dólares de intercambio.

Por otro lado, es importante expresar la necesidad de fortalecer la cooperación económica y la presencia de una inversión india que constituya una referencia para otras empresas de la nación asiática. Si bien el bloqueo económico y financiero de Estados Unidos ofrece límites y preocupaciones, también debe seguir observándose los cambios que se desarrollan en Cuba que podría potenciar una mayor presencia india. El mercado cubano tiene amplias potencialidades no explotadas en su totalidad.

Existen elementos negativos como el llamado “riesgo país”, el impacto del bloqueo económico y financiero de Estados Unidos contra Cuba, también de la Covid-19 y la necesidad de seguir trabajando en el mejoramiento del ambiente de negocios en el marco del proceso de reordenamiento monetario-financiero del país. Este último se encuentra en proceso de transformaciones que visualizan una nueva etapa para Cuba que se refuerza con la aprobación de un conjunto de nuevas leyes y modificaciones de otras derivadas de la aprobación de la nueva Constitución en 2019.

La cooperación ha sido una base importante para consolidar las relaciones y particularmente ITEC ha sido relevante en la preparación de profesionales cubanos. La cultura y el deporte siguen siendo conectores directos de ambos países por lo que deben aprovecharse estas fortalezas para impulsar los lazos y poder arribar al 65 aniversario de las relaciones en 2025 en un estadío superior donde defina las relaciones Cuba-India como ejemplo para la mayor presencia de la India en el Gran Caribe.

* Doctor en Ciencias Económicas (2015). Profesor e Investigador Auxiliar. Jefe del Equipo de Asia y Oceanía y miembro del Consejo Científico del CIPI. Miembro de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos (SAEEG).

 

Referencias bibliográficas

Embajada de la India en La Habana. General Information about bilateral relations. 2020. <http://eoi.gov.in/havana>.

Granma. Concluye en Cienfuegos montaje estructural de mayor fábrica cubana de fertilizantes. Órgano Oficial del Comité Central del partido Comunista de Cuba. 2018. <http://www.granma.cu/cuba/2018-10-27/concluyo-en-cienfuegos-montaje-estructural-de-mayor-fábrica-cubana-del-pais-27-10-2018-11-10-38>.

Investindia. Sectors. 2020. <https://www.investindia.gov.in/sectors>.

Martínez Rodríguez, Maby. Gesto de la India y Turquía hacia Cuba en la lucha contra la Covid-19. 2020. <http://www.granma.cu/mundo/2020-11-12/gesto-de-la-india-y-turquía-hacia-cuba-en-la-lucha-contra-la-covid-19-12-11-2020-22-11-04>. 

MCI. Bilateral trade India-Cuba. 2020. <https://tradestat.commerce.gov.in/eidb/ecntcom.asp>.

Morales, Henry. Ayuda Oficial al Desarrollo de Cuba al Mundo. Guatemala. ISBN: 979-9929-754-08-8. 2017.

López Valdés, Rafael. La inmigración indostana a Cuba y sus antecedentes en las Antillas (Parte I). Revista de la Universidad de Oriente. Santiago de Cuba. No.25, pp. 161-192. 1977.

Romero, Reyes, Rodolfo. Los periplos del Che después del 59. 2019. <http://www.contextolatinoamericano.com/site/article/los-periplos-del-che-despues-de-1959>.

 

Citas

[1] El período fiscal de la India comienza en primero de abril y concluya el 30 de marzo del año siguiente, diferente a Cuba que coincide con año natural.

[2] Ciudad conocida por su desarrollo en la biotecnología de la India, es la capital del Estado de Karnataka.

©2021-saeeg®

 

VARIANTES DEL PODER EN EL ÁMBITO INTERNACIONAL

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Desde hace décadas vengo escribiendo y repitiéndole a mis alumnos que la política exterior —parte esencial de la dinámica de la política internacional en el ámbito global más amplio de las relaciones internacionales—, es la estrategia o programa de acción planeado que cada actor del sistema mundial desarrolla para mejor precautelar sus intereses y procurar cooperación, crear alianzas o evitar conflictos. Obviamente, el brazo ejecutor de dicha política exterior es la vieja diplomacia, el cuerpo organizado de profesionales que cada Estado tiene para hacer valer sus derechos y que normalmente se aglutina en torno al despacho encargado de las relaciones exteriores.

Más allá de estos conceptos básicos, subyace siempre en la conducción del ámbito externo un elemento de poder, aspecto inherente a la política como tal. Esa capacidad de imponer la voluntad, de hacer que otros hagan lo que queremos que hagan, se refleja en la política exterior —particularmente en la de las grandes potencias— mediante los llamados “poder duro” y “poder blando” que cada actor esgrime —según sea el caso— en la consecución de sus intereses o para presionar cuando así corresponda.

El poder blando se ejerce por las vías pacíficas de acciones diplomáticas y otros mecanismos de persuasión (tales como cooperación, ayuda externa, créditos, etc.), lo suficientemente claros como para hacer saber qué es lo que un actor internacional pretende de otro y/o para orientar “blandamente” acciones con respecto a determinadas líneas de conducta y posicionamiento. El poder blando es sutil, pero muy efectivo cuando se lo usa inteligentemente.

El poder duro, como el adjetivo que lo acompaña así lo indica, implica mayor rigidez. En definitiva, se trata de amenazas directas mediante el uso de la fuerza o de otros drásticos métodos (bloqueos, corte de la asistencia y de los mecanismos de ayuda, represalias) que obligan al contrario a reaccionar de la misma forma —si tiene los medios adecuados para disponer de su propio poder duro— o a replegarse ante la contundencia de un factor superior y amenazante. El uso del poder duro es el último “ratio” en términos de acciones de política exterior antes de ingresar a la guerra propiamente dicha, sobre todo si el adversario se decide por el enfrentamiento directo.

Las potencias tradicionales configuran una especie de “dieta balanceada” entre poder duro y poder blando. De ahí el viejo “consejo” de Teddy Roosevelt con respecto al proceder de los Estados Unidos hacia los países latinoamericanos: “hablar siempre suave, pero tener simultáneamente y a la mano un gran garrote”. En otras palabras: la combinación de palo y zanahoria refleja el uso alternativo de los poderes duro y blando.

Algunos prefieren hablar de poder y debilidad en la política exterior. La debilidad es inherente al peso específico —cuantitativo y cualitativo— de un actor internacional, aunque puede darse el caso de potencias económicas significativas, pero que, por diversas razones, ya no disponen ni desean hacer uso del poder duro. Un ejemplo claro de esto último en la actualidad es la Unión Europea.

En la defensa del interés nacional, la prudente dosificación de la dureza en el marco de una política global de poder blando, muchas veces acelera el alcance del objetivo deseado. En todo caso, el realismo se impone. Lamentablemente, muchas naciones viven y actúan sobre la base de percepciones ilusorias, lo que provoca el fracaso global de sus políticas ya sea con poder blando o con el poder duro.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/variantes-del-poder-en-el-ambito-internacional_239491

 

TRES SITUACIONES INTERNACIONALES. APRECIACIONES ESTRATÉGICAS

Alberto Hutschenreuter*

Imagen de PIRO4D en Pixabay

El escenario internacional se encuentra atravesado por una pluralidad de conflictos. Prácticamente no existe ninguna dimensión de la seguridad entre los Estados y, en un sentido más abarcador, a nivel internacional o mundial, que no se halle en situación crítica; incluso en la principal de ellas, la relativa con las armas de exterminio masivo, los “desajustes” producidos entre los poderes mayores (a partir del retiro de marcos de regulación cruciales) han incrementado el nivel de dudas en relación con la vigencia del propio equilibrio nuclear.

En clave esperanzadora, algunos expertos destacan que desde 1945 no ha sucedido ninguna nueva guerra generalizada, dando acaso por hecho que el mundo se ha alejado de ese fenómeno. Incluso algunos textos de escala del siglo XX, por caso, “Paz y guerra entre las naciones”, del francés Raymond Aron, por citar apenas uno de ellos, pareciera que se han vuelto perimidos frente a la emergencia de “nuevos temas”. Aunque casi no hay sitio para conjeturas confiadas, como ocurrió tras el final de la Guerra Fría cuando lo promisorio y lo habitual sobre el porvenir contaban con “perfiles” balanceados, existen “capillas” que tienden a considerar que “lo nuevo” podría implicar un horizonte que conduzca a los Estados a una era diferente, acaso alejada de las cuestiones que empujan a los actores a la rivalidad.

En esta perspectiva, el mundo cibernético, la “gestión climática” y, particularmente, la denominada inteligencia artificial (IA) serían los “aceleradores de la historia”.

Pero tal vez existe un exceso de confianza en ello.

En relación con el hecho relativo con más de siete décadas sin guerras entre poderes preeminentes, es necesario recordar que no ha sido del todo así, pues hubo choques entre actores de escala durante la denominada “paz larga”, por caso, la Unión Soviética y China, India y China, India y Pakistán, y también existieron situaciones de tensión extrema entre los dos centros geopolíticos sobre los que se apoyó el régimen interestatal post-1945. Pertinentemente, hace poco un prestigioso experto se refirió al “regreso de las tormentas”[1].

Las armas nucleares implicaron una nueva situación en el contexto estratégico-militar y en el cuadro del régimen internacional bipolar bajo todos sus estados, un tema muy bien estudiado por Morton Kaplan, otro “olvidado”. Ambos, armas letales y régimen, fueron realidades decisivas para que el mundo no marchara hacia un nuevo “estado de guerra”; dicho régimen también resultó capital para que los conflictos periféricos contaran con cierto nivel de “amortiguamiento”.

Pero el mundo continúa sin contar con una “vacuna contra la guerra”, pues las características principales de la política internacional siguen siendo las mismas de siempre: anarquía entre Estados, inseguridad, capacidades, intereses, incertidumbre ante las intenciones del otro, etc. De modo que mientras estos rasgos protohistóricos se mantengan, y no hay mayores razones como para considerar que se encuentran en retroceso, la política internacional no sufrirá cambios de escala.

Las cuestiones relativas con lo que podríamos denominar “nueva política internacional”, ciertamente permiten conjeturar en términos promisorios; pero es necesaria la cautela, pues en algunos de esos temas las necesidades de los Estados relativas con lograr ganancias de poder frente a otros, pues en la materia el poder es una realidad siempre relacional: importa en tanto se posee más que otro, podrían implicar un descenso (más) de la cooperación internacional, mientras que en otros el grado de incerteza es muy alto.

Por caso, en materia del “nuevo territorio” que supone la cibernética, un reciente estudio estima que las amenazas a la seguridad cibernética continuarán aumentando en 2021 por una razón central: un ciberataque es “una opción atractiva para los Estados porque es imposible probar las responsabilidades. Hay una guerra fría digital entre Estados Unidos, Rusia y China”[2].

Desde estos términos, si la “vieja geopolítica” implicaba siempre una cuestión de rivalidad entre los Estados por la pugna de intereses sobre territorios, la “nueva geopolítica” suma más conflicto entre Estados pues implica lo mismo que aquella, solo que en un territorio no mensurable.

En cuanto a la cuestión climática, las regulaciones impulsadas para detener el deterioro medioambiental no siempre serán neutrales, puesto que podrían encerrar lógicas relativas con la esencia de las relaciones entre los Estados: relaciones de poder antes que relaciones de derecho. Por ejemplo, tales regulaciones podrían implicar restricciones o bloqueos a países cuyas necesidades de modernización económica afectarían el medio ambiente.

Finalmente, en relación con la mentada IA, las posibilidades de que la misma produzca cambios que supongan un mejoramiento en la conducta humana son, por ahora, muy conjeturales. Más aún, en la propia comunidad científica hay sectores que consideran que nunca se llegará a un desarrollo total de la IA.

Pero más allá de las apreciaciones que puedan existir en relación con los nuevos tópicos y sus consecuencias en la política internacional, son las cuestiones habituales las que nos sumen en una situación no solo de rumbo incierto, sino riesgoso; pues a la ausencia de un régimen internacional (el último fue el de la “globalización I” en los lejanos años noventa), aquellos que deberían encontrarse pensando formas de convivencia, los poderes preeminentes, se hallan en una situación de rivalidad que, en algunos casos, como ocurre entre Occidente y Rusia, parecería haber tomado un curso prácticamente irreductible, situación que suma inquietud estratégica, pues el rasgo de conflictos irreductibles parecía ser propio de los conflictos que tienen lugar entre los poderes de Oriente Medio, por ejemplo, entre Irán e Israel, pero no entre Occidente y Rusia una vez finalizada la pugna global este-oeste.

Si bien es cierto que las rivalidades entre Rusia y Occidente, por un lado, y entre China y Occidente, por otro, son las mayores y las que más preocupan, los disensos que desde hace tiempo se registran entre “Occidente y Occidente”, es decir, entre Estados Unidos y Europa, merecen una particular atención. Claro que no se trata de una situación que no es ni de guerra ni de paz, como sucede en los otros dos contextos de rivalidad; pero en función de determinadas realidades, de la dispersión del poder, de la posible reconfiguración internacional y de las propias necesidades de Europa, es una cuestión estratégica seguir la relación, sobre todo desde el regreso de los demócratas al poder en los Estados Unidos.

Por tanto, realicemos a continuación algunas apreciaciones sobre estas tres cuestiones internacionales de escala.

Occidente-Rusia: más allá de la Guerra Fría

Habitualmente se tiende a considerar que las relaciones entre Occidente y Rusia se deterioraron a partir de la cuestión de Ucrania, cuyo desenlace implicó la amputación territorial de Crimea por parte de Rusia en 2014. Es verdad que la situación se deterioró sensiblemente desde entonces, siendo el grado de acumulación militar regional de ambos (que incluye posibles escenarios de choques o querellas militares), las sanciones, los cruces de acusaciones, etc., los principales indicadores de ello.

Pero si se pretende disponer de una apreciación más abarcadora de este conflicto central y de cuya evolución dependerá en buena medida el orden interestatal del siglo XXI, es preciso dirigirnos a los años noventa, más específicamente desde el mismo final de la contienda bipolar; pues para la “superpotencia solitaria”, como bien la denominó Samuel Huntington por entonces, era un propósito estratégico mayor evitar que, tras el derrumbe de la URSS, surgiera un nuevo poder que volviera a desafiar a Estados Unidos.

La “Rusia inicial”, la de 1992-1994, confió casi enteramente en la complementación estratégica con Occidente. Fue hacia mediados de la década cuando Moscú concluyó que la concepción estadounidense se basaba en una suerte de “Yalta de uno”: no había nada que compartir desde la victoria, y sí rentabilizar la misma a través de procedimientos que maximizaran la categórica posición estratégica occidental y debilitaran la de Rusia. De todos esos procedimientos, la ampliación de la OTAN, sobre todo la siguiente a la inclusión de Polonia, República Checa y Hungría en ella, fue el que más dañó y tensó las relaciones con Rusia, un actor de poder eminentemente terrestre, y cuya sensibilidad geopolítica protohistórica ante la aproximación de poderes mayormente marítimos significaba que la seguridad nacional se encontraba en riesgo mayor.

Si de práctica de pluralismo geopolítico se trataba, es decir, de deferencia y respeto territorial, hay que decir que ha sido la OTAN la que transgredió tal concepto, exigido hoy a Rusia en relación con sus cercanos, es decir, las ex repúblicas soviéticas, particularmente Bielorrusia y Ucrania. Georgia, en 2008, y Ucrania, en 2014, dejaron en claro esas zonas geopolíticas rojas de Rusia.

De manera que la rivalidad actual entre Occidente y Rusia ha proseguido después de la Guerra Fría; pero se trata de una nueva rivalidad o compulsa, no de una nueva Guerra Fría. El conflicto actual no implica ninguna pugna global con base en ideologías universales. Básicamente, se trata de una rivalidad de cuño geopolítico. Desde Occidente se considera que Rusia, en cualquier caso, será siempre una potencia políticamente conservadora y geopolíticamente revisionista que amenazará a Europa, particularmente a Europa central.

Por ello, cuando consideramos la actual situación de Rusia a partir de los sucesos derivados del caso o “factor Navalny”, necesariamente hay que tener presente esta perspectiva. Pues sin duda que los hechos relativos con el líder opositor implican cuestiones de orden interno, pero también fungen desde los intereses relativos con la rivalidad entre Occidente y Rusia o, más apropiadamente, desde los propósitos estratégicos de Occidente frente a Rusia.

La situación socioeconómica de Rusia es pertinente en relación con el intento de lograr ganancias de poder por parte de Occidente. En efecto, desde Occidente el discurso pro-Navalny es prácticamente granítico: se coloca al político opositor como el “bueno” y al régimen encabezado por Putin como el mal, un discurso que recuerda al presidente Reagan cuando se refirió a la URSS como el “imperio del mal”.

Más allá de las observaciones que se puedan llegar a hacer al régimen ruso, en términos de política de poder, pues de ello se tratan las relaciones entre Estados, el ascenso de Navalny u otro opositor serían funcionales para Occidente, pues se trata de políticos que si llegaran a estar al frente de Rusia podrían repetir lo que durante el primer lustro de los años noventa implicó el presidente Yeltsin para Occidente: un mandatario funcional para sus intereses.

En otros términos, un cambio de hombres al frente de Rusia podría implicar el debilitamiento del “modelo patriota”, al tiempo que se fortalecería el “modelo globalista occidental”, que no es un “modelo global-idealista”: es un modelo de poder con centro en Occidente (es decir, en Estados Unidos, pues Europa hasta hoy continúa siendo un “seguidor” de éste), una suerte de “neo-wilsonismo” activo cuyo propósito es hacer de Rusia una potencia frágil, exportadora de materias primas y con una menguada influencia en los grandes temas internacionales.

De este modo, como en los noventa, toda “gran estrategia de Rusia”, enfoque que implica centralmente mantener influencia en el cinturón de Estados que constituyen el “extranjero próximo” y tender a construir un orden internacional más multipolar, tendría un alcance más formal que real[3].

En este contexto, resulta difícil apreciar una posible salida a la situación entre Occidente y Rusia, de allí la condición geopolítica casi irreductible a la que ha llegado la misma. La llegada de Biden no es favorable a la negociación, salvo que la primacía de la política interna termine por “congelar” el conflicto con Rusia. No debemos olvidar que tres momentos estratégicos de Estados Unidos ante Rusia en los últimos 40 años ocurrieron con gobiernos demócratas: el involucramiento de la URSS en Afganistán (en 1979), la ampliación de la OTAN (fines de los noventa) y los sucesos en Ucrania (2013-2014).

Occidente-China: una nueva contienda, no una nueva “Guerra Fría”[4]

La creciente rivalidad entre Estados Unidos y China ha instalado a los dos actores preeminentes como los principales “gladiadores” (para utilizar el término de Hobbes) de las relaciones entre Estados en el siglo XXI. Ningún otro conflicto, incluso el de Estados Unidos-Rusia, que considerando las capacidades convencionales y sobre todo nucleares de ambos puede parecer central, tiene la magnitud del conflicto chino-estadounidense.

Acaso lo más extraño de esta nueva rivalidad es que, después del comercio UE-China, se trata de la mayor interdependencia del mundo: nunca en la historia de las relaciones entre Estados hubo dos países cuyas economías estuvieran tan entrelazadas; vaya como dato relativo con ello que, en 2019, el año que se deterioran más sus relaciones, el comercio bilateral alcanzó la sideral suma de 540.000 millones de dólares, aunque no se trata de una cifra simétrica, claro, pues las ventas de la potencia asiática a Estados Unidos estuvieron cerca de los 400.000 millones de dólares, desequilibrio que, en gran medida, explica la ofensiva de Washington por lograr  reparación comercial, propósito que difícilmente vaya a modificarse con el presidente Biden.

Es precisamente ese notable vínculo el que, como bien señalan dos autores argentinos en una reciente obra, hace que cualquier gestión del mundo dependa muy fuertemente de la coevolución de las relaciones entre ambos poderes, para lo cual imperiosamente deberán salir de la “interdependencia negativa” en la que se hallan[5].

Ahora, no solo el segmento mercantil los mantiene enfrentados. El creciente poderío de Pekín y su notable expansión geopolítica, geoeconómica y geotecnológica ha inquietado a Estados Unidos, que incluso ha sido desalojado por el actor asiático en algunas de las “plazas” latinoamericanas donde tradicionalmente había mantenido ascendente comercial y coto geopolítico, por caso, Venezuela y, considerando algunas declaraciones gubernamentales, Argentina, dos de los actores con mayor viabilidad económica estratégica.

Pero es en la gran región del Mar de la China Meridional, e incluso más allá, donde la proyección de los intereses de China ha preocupado a Estados Unidos, al punto que su concepción geopolítica preferente ha mudado desde la región del Golfo Pérsico hacia la enorme masa líquida que se extiende desde el Mar de Japón hasta Australia.

Conforme el entorno estratégico selectivo se ha ido trasladando desde el núcleo occidental hacia el este del globo, y el orden internacional gestado en 1945 se encuentra en estado de fragmentación y disolución, Estados Unidos, el único país grande, rico y estratégico-militar del mundo, y este último segmento es el que aún lo desmarca de los demás, no solo velará por la defensa de sus aliados asiáticos, sino que buscará evitar que en ese escenario, atravesado por múltiples dinámicas, se erija un “hegemón”.

En buena medida, Estados Unidos retorna a uno de sus grandes geopolíticos, Alfred Thayer Mahan, quien preconizaba que el dominio de los mares, especialmente de las rutas o “carreteras” marítimas, aseguraba el control mundial. Entonces, últimas décadas del siglo XIX, Estados Unidos se encontraba recorriendo el camino que lo llevaría “desde la riqueza al poder”, y uno de sus propósitos geopolíticos fue afirmar su predominancia en la región del Mar de la China, para lo cual su victoria militar sobre España fue clave para anclar su poder en Filipinas, entonces y hoy, un área selectiva estratégica.

También en aquel momento, la potencia americana en ascenso prácticamente no tenía rival allí: China había sido derrotada por otro poder en ascenso, Japón, que se consolidaría en el norte tras su categórica victoria ante Rusia en 1905.

Pero poco más de un siglo después la situación se presenta diferente, porque China no es la China de 1895, ni la de fines de los años setenta, en el siglo XX, cuando tuvo su última guerra, con Vietnam, país que aquel había invadido en su zona fronteriza, para luego retirarse tras enfrentar una fuerte reacción vietnamita. Posteriormente, en 1988, y más recientemente en 2014, hubo otras querellas militares entre ambos por cuestiones geopolíticas en el mar, pero estuvieron lejos de la contienda de 1979.

Es decir, si el verdadero poderío de una nación se mide en función de la técnica de poder más riesgosa, la guerra, la última confrontación militar de China fue hace más de 40 años y, aunque para la opinión pública internacional fue presentada como un triunfo de China, en el terreno la realidad fue otra.

Cumpliendo con su concepción estratégica, Estados Unidos se encuentra trasladando parte de su flota a la región; no solo lo hace para “contener” los propósitos expansivos y post-patrióticos de China, es decir, proyectarse más allá de sus derechos territoriales. De alguna manera, China lo ha hecho, pues ha conformado una serie de instalaciones o “almacenes militares” a lo largo de la costa del sur asiático, que llegan incluso hasta África, continente en el que la potencia asiática se ha convertido en “el nuevo colonizador pacífico”.

Aunque la expansión china suele ser considerada en términos centralmente económicos, la misma resulta indisociable del factor militar, pues, las compañías chinas de escala, como ha sostenido recientemente un ex director de la inteligencia británica, mantienen una estrecha relación con el Ejército chino.

Sin duda, se trata de un poder ascendente, incluso más allá de su condición geopolítica clásica: el poder terrestre. En la segunda década del siglo actual, China parece decidida a sumar, a su condición de poder terrestre, el factor marítimo, Si juzgamos los esfuerzos que ha hecho hasta el momento y los proyectos navales, particularmente, nuevos submarinos, portaaviones y armas electromagnéticas en destructores, Pekín se afirma como uno de los poderes más preeminentes del mundo, es decir, aquellos con “condición geopolítica integral” (esto es, predominancia independiente en tierra, mar, aire y espacio exterior).

De acuerdo con los propósitos fijados por el mandatario chino en 2017, hay dos “años estratégicos”: 2035, cuando el Ejército se encontrará totalmente modernizado, y 2050, cuando “las Fuerzas Armadas chinas deberán constituir una de las más grandes y poderosas fuerzas mundiales, para convertir a su país en “un líder global en cuanto a fortaleza nacional e influencia internacional”, para expresarlo en las propias palabras del presidente Xi.

Sin embargo, más allá de estos hechos y proyecciones, es posible que lo que parece ser un hecho inevitable, una confrontación entre China y Estados Unidos, no suceda en los términos clásicos, y China, el más débil de los dos, opte por una estrategia predominante y generalmente exitosa entre los países de la región: la destreza por acción indirecta.

En rigor, con algunos resultados, es la estrategia que ha estado practicando desde hace años China, a través de medios propios de la confrontación asimétrica: sin hacer frente a Estados Unidos directamente, Pekín ha buscado “rebajar” la presencia o influencia norteamericana en el área del Pacífico por medios no militares, por caso, impulsando bancos regionales con monedas regionales que, en cierta forma, configuren un orden internacional regional, como supone Henry Kissinger se irá configurando el mundo, que afiance a los actores asiático-orientales, particularmente a China, y aminore la presencia estadounidense.

Pero, con el fin de evitarlo de modo directo, Pekín podría intentar algo más en su rivalidad frente a Estados Unidos: modificar el tablero, dejando a Estados Unidos prácticamente sin el argumento estratégico que lo acerque a una posible colisión con su rival en algún lugar del Mar de la China.

En este sentido, como bien sostiene Hervé Juvin, el gran proyecto OBOR (“One Belt One Road”) tendría fines políticos, es decir, el colosal diseño para atravesar geoeconómicamente Asia desde China hasta Europa, implicaría una reacción a la política exterior de Estados Unidos basada en el “pivot asiático”. Es decir, para este autor francés, OBOR se propone dividir Occidente aprovechando la falta de estrategia de éste[6].

Ahora bien, ¿supone este conflicto chino-estadounidense una “nueva Guerra Fría” como la denominan cada vez más?

No es apropiado emplear ese concepto para designar la rivalidad entre los dos poderes. Se trata de una “nueva contienda” pero no de una “nueva Guerra Fría”. La contienda entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética fue una singularidad irrepetible; un conflicto de nuevo cuño en las relaciones entre Estados que se extendió, prácticamente, durante todo el siglo XX. Porque si bien es habitual fechar su inicio tras 1945, la rivalidad se inició el mismo año 1917, cuando los hombres que tomaron el poder en Rusia pusieron en marcha una política exterior inusual y casi desconocida que no estaba dirigida a los gobiernos de los otros Estados sino a sus clases trabajadoras, en principio a las de la Europa industrial. Por ello, muy pertinentemente, el historiador Ernst Nolte se ha referido a “la guerra civil europea 1917-1945”.

Este dato es clave en relación con la singularidad de la Guerra Fría. La misma se fundó en cosmovisiones universales diferentes, que a partir de los años estratégicos 1917-1919 la simbolizaron y aplicaron Woodrow Wilson y Vladimir Lenin. A ello habría que sumar el alcance de la ecuación estratégica-ideológica en la que se basó la rivalidad: una pugna entre “ellos y nosotros” a escala global en la que casi no hubo sitio para terceras posiciones. Las denominadas “esferas de influencia”, un concepto geopolítico aparentemente perimido, signaron la contienda.

Asimismo, del poder nuclear de ambos dependió la seguridad de la misma humanidad; por ello, la “cultura estratégica” de los dos fue determinante para corregir desequilibrios que podían haber llevado la contienda hacia una peligrosa orilla del terror.

En ese mundo, la demanda de China, en los años setenta, para ingresar al mismo fue aceptada porque resultó funcional a Estados Unidos en su rivalidad ante su igual, la URSS. Es verdad que era su igual en términos estratégicos militares, no en otros segmentos de poder, pero la Guerra Fría se trató del segmento de “la seguridad, la geopolítica y el factor estratégico militar primero”. Fue precisamente no ser una superpotencia completa la carencia que determinó su derrota y, finalmente, su desaparición.

Ese mundo desapareció hace treinta años, si bien Estados Unidos no ha dejado de considerar a Rusia un rival, como hemos visto poco antes. Pero no se trata de una continuación de la Guerra Fría. Es otra nueva rivalidad centrada más en la incongruencia geopolítica de Occidente y la dificultad que le significa no tener un enemigo, que en un eventual revisionismo geopolítico ruso.

Nada de esto hay en la contienda chino-estadounidense. China nunca ha abandonado su idea de Imperio del Centro, pero ello no supone una ideología universal. No hay una ruptura de la diplomacia, como supuso la emergencia de la “nueva Rusia” en 1917[7].

Asimismo, si hay que definir el modelo chino en el siglo XXI, se trata de un autoritarismo de mercado que se ha beneficiado, en gran medida, de los bienes públicos internacionales que Estados Unidos proporcionó al mundo pos-1945 y que hoy se están agotando.

En el mundo de hoy, China despliega “poder agregado”, algo que no sucedió con la URSS en el mundo de la Guerra Fría, es decir, China se despliega en casi todos los segmentos de poder internacional, algo que también implica una vulnerabilidad, particularmente en el circuito comercio-económico, hecho que explica los cambios que se propone Pekín.

Pero la pugna autoritarismo-democracia entre China y Estados Unidos no representa un combate ideológico de alcance universal. Ello no supone una vía de la política exterior china tendiente a modificar regímenes políticos por todo el mundo. La expansión comercial no implica necesariamente alternativa ideológica.

Finalmente, incluso en el segmento estratégico-militar, es muy cuestionable que exista paridad entre los dos actores. La propia inteligencia china considera que el país se encuentra por detrás de los Estados Unidos. Con la URSS esta situación solamente se dio entre 1945 y 1949, cuando Estados Unidos dispuso de la supremacía por ser único actor con el arma nuclear.

En breve, no hay una “nueva Guerra Fría; existe una “nueva contienda” en el mundo y ella parece destinada a quedarse en el tiempo, e incluso hasta de la misma se podría llegar configurar un nuevo orden entre Estados, aunque no podemos saber a partir de qué tipo de desenlace podría llegar a gestarse el mismo.

Occidente-Occidente: el precio de la subordinación de Europa

No vamos a extendernos demasiado en esta situación internacional, pues la relación Estados Unidos-Europa no implica un caso de conflicto a un nivel de “ni guerra ni paz” como en los casos anteriores. Ambos mantienen una alianza estratégica y la llegada de Biden podría significar restablecer firmemente el vínculo atlántico que Trump ha llegado a erosionar, aunque no quebrar.

Sin embargo, acaso con Trump se ha ido una oportunidad para que la Unión Europea comenzara a salir de su zona de confort estratégico, es decir, la condición anti-geopolítica que supone que el “primus inter pares” de la seguridad atlántico-occidental sea Estados Unidos, quedando Europa relegada a un papel de subordinación y dependencia que no siempre resulta favorable para sus intereses.

En este sentido, así como en 1945 Truman ha sido el “facilitador socioeconómico” de una Europa enteramente derrotada (por los que perdieron militarmente la guerra y por los que “ganaron, pero perdieron” en función de que el poder se concentró en actores no europeos), Trump, al defender ante todo el “interés nacional primero”, ha sido, sin proponérselo, el “facilitador geopolítico” para esta Europa del siglo XXI que parece convencida de que es posible construir un mundo con base (únicamente) en patrones jurídicos-institucionales, lo cual es, de acuerdo con la experiencia, una anomalía internacional.

Ha sido precisamente esa visión la que llevó en su momento a Europa a pensar y documentar que las posibilidades de tensiones entre Estados en el continente prácticamente eran imposibles. Pero los sucesos que tuvieron lugar en Europa Oriental, que culminaron con la anexión o reincorporación del territorio de Crimea a Rusia, fueron categóricos en relación con esa prematura visión europea.

A partir de entonces, la UE se encuentra en conflicto con Rusia, situación que ha empeorado desde el envenenamiento que sufrió Alekséi Navalny en Rusia en agosto de 2020. Dicho acontecimiento impulsó no solo nuevas sanciones, sino una postura más firme por parte de la UE ante Moscú, particularmente desde la cancillería alemana.

Ahora bien, en función de los intereses propiamente europeos, ¿es congruente que la UE sostenga (por no decir siga) el enfoque estadounidense en relación con Rusia?

Sin duda que los hechos son importantes como para que Europa adopte posiciones, pero en alguna medida las mismas terminan por afectar los intereses geoeconómicos de Europa; por caso, Alemania, el país motor de la UE, mantenía con Rusia un intercambio comercial superior a los 100.000 millones de dólares antes que se produjera la amputación de Crimea. Desde entonces, la relación cayó a 60.000 millones de dólares, quedando afectados sectores como el de los automotores alemanes. Otros países de la UE, por ejemplo, Italia, también han visto afectado el vínculo comercial con Rusia.

Actualmente, el sector relativo con el suministro de energía (la UE recibe de Rusia más del 40% de sus requerimientos energéticos) atraviesa una situación crítica, pues las sanciones de Occidente han comenzado a extenderse a compañías de dicho sector. De nuevo, Alemania podría encontrase en una encrucijada geo-energética si finalmente avanzan las sanciones. Hay que recordar que el gas ruso llega a Alemania “de territorio a territorio”, evitando el paso por terceros que eventualmente podrían provocar inconvenientes en tal suministro.

Aquí es necesario regresar al propósito estratégico de Occidente, es decir, de Estados Unidos, en relación con debilitar a Rusia. Si finalmente se logra reducir significativamente el suministro de energía rusa a Europa, convirtiéndose Estados Unidos en uno de los nuevos suministradores, ello afectaría significativamente la economía (que desde hace tiempo se encuentra en problemas) de Rusia, país que se vería privado de ingresos no solamente críticos para buena parte de su economía, sino para las necesarias modernizaciones que necesita el país: tanto en el sector de energía como en la configuración de una nueva economía que le permita a Rusia desempeñar un papel más cabal en el escenario internacional. ¿Es de interés europeo que suceda esta situación?

Finalmente, si la situación de “no guerra” que existe hoy entre la OTAN y Rusia se dirigiera hacia un horizonte de tensiones mayores acompañadas de querellas militares, ¿se arriesgará la UE a una confrontación directa con Rusia?

El punto central es que la UE está participando de una situación geopolítica; y en la geopolítica los valores institucionales y jurídicos, los principales activos de la UE, pueden volverse relevantes y hasta adversos frente a los intereses de actores que nunca mezclan valores con intereses políticos aplicados sobre territorios, particularmente, Rusia, una potencia terrestre y de geopolítica real y vital.

Por tanto, la UE difícilmente será una potencia cabal en el siglo XXI si solamente basa su poder en la seducción que puedan ejercer sus instituciones y sus normas. Aunque le resulte refractaria, deberá incorporar, tanto en las ideas como en los hechos, la geopolítica. Porque fuera de la UE, el mundo continúa siendo el de siempre: “hobbesiano”, salpicado por ciertos “órdenes gestionados”.

Reflexiones finales

Nunca las relaciones internacionales se encontraron frente a tantas temáticas. Lo viejo y lo nuevo se cruzan alimentando diferentes conjeturas, aunque cada vez resulta más difícil contar con conjeturas auspiciosas sobre el rumbo del mundo.

Más allá del protagonismo de actores y cuestiones no estatales, en las principales placas geopolíticas del mundo los protagonistas son Estados. En este breve escrito intentamos describir tres situaciones relativas con Estados. Hay otras, claro, pero en las abordadas, particularmente en las que involucran a Estados Unidos, Rusia y China, se encuentran en liza y enfrentados intereses de actores mayores. Actores sobre los que recae la responsabilidad mayor de pensar una configuración internacional pactada y respetada que aleje a las relaciones internacionales de situaciones conocidas, incluso también de aquellas que ni siquiera podemos llegar hoy a imaginar.

 

* Alberto Hutschenreuter es Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación y en la Universidad Abierta Interamericana. Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia.

 

Referencias

[1] Christopher Layne. “Coming Storms. The Return of Great-Power War”, Foreign Affairs, November/December 2020, <https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2020-10-13/coming-storms>.

[2] “The Top Geopolitical Risks of 2021”. Luminae Group, January 12, 2021, <https://www.luminaegroup.com/top-geopolitical-risks-2021>.

[3] Sobre la denominada gran estrategia rusa, ver: Francisco Javier Ayuela Azcárate, “Apuntes sobre la gran estrategia de la Federación Rusa”. Global Strategy, 13/01/2021.

[4] Adaptación del desarrollo que aparece en el libro de Alberto Hutschenreuter, Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante. Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2021, p. 153.

[5] Esteban Actis, Nicolás Creus. La disputa por el poder global. China contra Estados Unidos en la crisis de la pandemia. Buenos Aires: Capital Intelectual,, 2020, p. 276-278.

[6] Hervé Juvín. “The New Silk Road and the Return of Geopolitics”. American Affairs, Spring 2019, p. 76-88.

[7] Carlos Fernández Pardo, Alberto Hutschenreuter, Versalles, 1919. Esperanza y frustración, Buenos Aires: Editorial Almaluz 2019, p. 66.

 

Artículo publicado en el Anuario del CEID 2020, el cual puede ser descargado gratuitamente desde la página https://saeeg.org/wp-content/uploads/2021/05/ceid_anuario_2020.pdf

©2021-saeeg®