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ARGENTINA DETONADA, CUANDO SE AGOTA LA PACIENCIA

A nadie escapa que, estamos viviendo tiempos convulsionados; o al menos, a nadie debería escapar la situación en la cual  estamos sumergidos como sociedad.

Y así estamos culpa de los hijos del 25 de Mayo de 1973, por culpa de las lacras que debieron pudrirse en la cárcel por conspirar contra un gobierno dentro de todo, democrático, o sin aspirar a tanto, al menos, elegido por el pueblo. Alimañas que llegaron al poder tres décadas después y terminaron de romper lo que aún no estaba roto, que era poco, en rigor de verdad.

Con su eterno discurso populista de ser generoso con el patrimonio ajeno nos han llevado a un punto de no retorno, a una lucha de todos contra todos, a ponernos entre la espada y la pared y agotada la última instancia pacifista, salir a defender con el propio cuerpo, aquello que con tanto esfuerzo nos ha costado y que es el legado de nuestros hijos.

Pero la horda de orcos sedientos de bienes ajenos y alérgicos a todo lo que implique trabajo y esfuerzo, no lo ponen fácil; saben que cuentan con el apoyo del Estado Nacional y, por ende, de los provinciales y municipales. Los trabajadores, los que ganamos nuestro pan y el de ellos con el sudor de nuestra frente, pasamos a ser ciudadanos de segunda, parias en nuestra propia Patria y sometidos a la voluntad de piqueteros extranjeros y nacionales que usurpan y saquean bajo el pretexto de que ellos “también tienen derecho a tener”… También tienen derecho a ganar su sustento con el sudor de su frente, pero tal privilegio no les cae en gracia.

Desde la Córdoba de la Nueva Andalucía, vemos con estupor como sacan de las villas a “hermanos latinoamericanos”, sin trabajo, planeros la mayoría, y los instalan en nuevos barrios con todos los servicios, aquellos servicios que, los que pagamos los impuestos y por consiguiente los planes, muchas veces no tenemos porque hasta esa calle “no llegan” y el costo es inalcanzable para hacerlo de forma particular. Lo peor es que, en definitiva, tampoco van a pagar los servicios ni tasas, por lo cual, se prorrateará entre los que sí pagamos… y así sigue la rueda.

Ellos “exigen” vivienda, Ellos “exigen” planes, Ellos “exigen” aguinaldo, Ellos “exigen” vacaciones, Ellos “exigen” que los mantengamos a ellos y a su chorrera de hijos como si fuera nuestra obligación.

Es  hora de poner los puntos sobre las íes, es hora de tomar el toro por las astas, es hora de decir ¡BASTA!, de una vez y para siempre.

Es hora de deportar a los delincuentes extranjeros en primera instancia, es hora de deportar a los que se han dedicado a vivir de la teta del Estado durante la “dékada ganada”, ¡es hora de desparasitar a nuestra querida Patria!

Están pidiendo a los gritos, con sus obras, acciones y actitudes, un Javier Gerardo Milei… ¡Después a no quejarse!

Estamos viviendo un fenómeno que se expresa a nivel mundial y mayoritariamente a través  de la juventud; aunque también hay mayores sub-normales que adhieren a la agenda 2030 y que propician la destrucción de todos los valores que nos inculcaron nuestros mayores, aquellos que trabajaron para hacer de éste, un país próspero y pujante, los que nos inculcaron la cultura del trabajo, la cultura del amor a nuestros valores y tradiciones, la del respeto a las instituciones y a los símbolos patrios. En definitiva, los que estuvieron, están y estarán en la vereda contraria a los  apátridas que nos gobiernan y a la de aquella que votan a estas lacras.

Resulta que ahora, en esta modernidad de destruir nuestro maravilloso idioma, nos quieren venir a hablar de “Matria”, ¡sobestias!

Debemos volver a instaurar en nuestra juventud la idea de Patria.

Alberto Caturelli nos dice:

Hay un sentimiento previo a una elaboración racional del concepto de Patria que respondería a la “Patria es el lugar donde se ha nacido” de Cicerón. Ello se debe a que existe una relación real y previa, primaria y constitutiva no separable de la naturaleza con el lugar de nacimiento. El hombre no solo tiene Patria: es patriota.

Tampoco hay Patria sin pueblo “esa congregación de seres racionales, asociados por la concorde comunión de las cosas que se aman”.

No se puede hablar de Patria sin que ésta suponga una lengua constitutiva de ella (acto de lenguaje como palabra originaria o verbo interior de San Agustín).

La historia tiene sentido en el acto de entregar en cada presente todo el pasado que abre el futuro. No puede haber historia sin tradición, ni Patria sin tradición y sin determinada cultura, donde el sujeto se participa en la obra, y por eso todo el mundo del trabajo lleva su rostro.

Llega así Caturelli a la definición de Patria:

La Patria es un todo de orden que se compone de una comunidad concorde de personas, vinculadas a un territorio, que expresa su naturaleza en una lengua determinada constitutivamente transmisora de una tradición histórica y cultural orientada hacia el fin último y absoluto que es Dios.

Para el Cristiano la Patria es don de Dios y subsiste en Él.

La Patria terrena se carga de sentido porque no es el resultado de necesidad alguna ni tampoco del azar, sino de la voluntad creadora de Dios y también del amor salvífico de Cristo.

El cristianismo ama a su Patria junto con una comunidad concorde y su tradición histórica y cultural orientada hacia Dios suprema fuente de donde proviene.

Dice Caturelli que:

“Amar a la Patria es amar el Absoluto Personal y es imposible amar a Dios sin amar aquí y ahora a la Patria”.

Imposible no recordar a Castellani:

El amor a la Patria es el amor primero y es el postrer amor después de Dios, pero si es crucificado y verdadero ya es un solo amor ya no son dos.

El patriotismo puede ser considerado como un sentimiento porque la Patria supone un vínculo sustancial pre-racional, un estado afectivo permanente que comprende la totalidad del hombre.

El patriotismo es una virtud natural y sobrenatural. Natural porque es parte potencial de la justicia indistinta de la piedad. El hombre es deudor de Dios, de sus padres y de la Patria. Todo acto de verdadero patriotismo a la religión conduce.

Cuando el cristiano ama a su Patria en cuanto don de Dios el patriotismo se vuelve virtud sobrenatural porque ama a su Patria en Cristo en el que subsisten todas las cosas.

El cristiano ama a la Patria celestial que espera en, desde y con la Patria terrena.

Por eso el patriotismo cristiano es misional.

El ejemplo de esto es Juana de Arco, que había hecho de su patriotismo su ascenso místico en Dios.

El recordado Padre Meinvielle dice que la “Historia es la mente divina leída por los ángeles y escrita en el tiempo”.

Caturelli nos pide leer la voluntad de Dios en los hechos, en la historia y en la vida nacional para saber qué quiere Dios que hagamos con la Patria.

Estimados amigos, lo que Dios quiere es que hagamos de la Patria un camino hacia Él.

Por la Patria hacia Dios.

¡Argentina Despierta!

DyPoM

Por der Landsmann para SAEEG

Notas:

* R. L. Breide Obeid, Revista Gladius.

©2023-saeeg®

AUNQUE SEA PARA MAL

Santiago González*

Si un Milei triunfador y emocional forja un lazo afectivo con una sociedad desgarrada no habrá fuerza capaz de enfrentarlo o resistirlo

 

La espectacular irrupción de Javier Milei en el escenario político argentino tiene en vilo a analistas y comentaristas, que proponen día tras día las explicaciones más extravagantes y alambicadas para dar cuenta de un suceso que no figuraba en sus cuadernos de notas. Su perplejidad, y las evidentes dificultades con las que tropiezan para hilvanar sus argumentos, resultan sorprendentes porque el fenómeno es más bien simple, sencillo y hasta cierto punto esperable. Algún día tenía que pasar: los pueblos pueden tomar malas decisiones, pero no se suicidan.

El predicamento en que se encuentran enredados politólogos, columnistas y observadores se explica enseguida cuando uno advierte que lo que en realidad intentan no es entender el fenómeno Milei sino encajarlo en el relato sobre la realidad nacional que la mafia política, empresaria, sindical, judicial y mediática que se apoderó del país viene construyendo y sosteniendo desde hace cuarenta años a fin de asegurar el lugar de privilegio que se reservó para sí y para sus amigos, usando en su beneficio el poder coercitivo del Estado y distorsionando sus instituciones para acomodarlas a ese propósito.

Ese relato, asentado sobre las premisas básicas del progresismo y la corrección política, afirma la existencia de una Argentina representativa, republicana y federal, como manda la Constitución; afirma la existencia de un Estado proveedor de salud, educación, seguridad y justicia; afirma la existencia de una economía en general libre, aunque regulada aquí y allá en aras del bien común; y afirma la existencia de una clase dirigente razonablemente honesta y bien intencionada, que a veces falla en sus propósitos por errores involuntarios o por trabas u obstáculos interpuestos maliciosamente por sus rivales políticos. Si las cosas fueran realmente así, si esa narrativa fuera cierta, es claro que la aparición de un Milei resultaría inexplicable.

Pero las cosas no son así, y eso mismo que los autores del relato ―desde ambos lados de la grieta― no han querido o no han podido ver, una parte mayoritaria de la sociedad lo tiene bien claro, sin consideraciones rebuscadas ni superabundancia de información: lo tiene claro a partir de su experiencia cotidiana, de su historia familiar, de las cosas que ha ido perdiendo, de los peligros que amenazan a sus hijos, de su desvalimiento ante un mundo cada vez más complejo, y cada vez más ajeno. Esos argentinos, que no se engañan sobre las cosas ni se dejan engañar, se han hecho escuchar claramente en las urnas: sin bronca, sin emoción, sin deseos de venganza, sin violencia, sin hartazgo. En defensa propia, simplemente.

 

Los primeros análisis sociológicos del voto en favor de Milei revelan la imposibilidad de asociarlo a cualquier grupo demográfico: ni a los ricos ni a los pobres, ni a los jóvenes ni a los viejos, ni a la población urbana ni a la población rural. No he visto estudios que relacionen el voto a Milei con el grado de exposición a los medios tradicionales: sospecho que a menor exposición, mayor inclinación hacia su figura. Sólo es posible decir que ese voto alcanzó niveles inesperados en las provincias más pobres y en algunos de los bolsones de pobreza que rodean a las grandes ciudades, justamente los más afectados por el estado de cosas que Milei promete revertir.

Esa dispersión “transversal”, como dicen los especialistas, del voto a Milei refleja más bien un estado de conciencia, una lucidez que probablemente incluye diferentes proporciones de racionalidad e intuición, y una disposición a participar, dentro del sistema, para modificarlas. Aunque seguramente comparten una visión de las cosas aproximadamente similar, estos ciudadanos se distinguen de los que votaron en blanco o simplemente se abstuvieron de votar: los primeros confían en el sistema pero no creen que Milei represente una alternativa para mejorarlo, los segundos no creen ni en Milei ni en el sistema democrático. Una parte de quienes no votaron simplemente ventiló su enojo, y es probable que vaya a las urnas en octubre. Y vote por Milei.

 

Los comentaristas con fama de respetables describen rutinaria, casi perezosamente a Milei como el “candidato antisistema”, lo que constituye un absurdo desde el momento en que el aspirante respeta los mecanismos electorales y manifiesta reiteradamente su defensa del régimen constitucional; es claro que tampoco son “antisistema” sus votantes, que se han tomado la molestia de formar filas en los comicios para emitir ordenadamente su sufragio. Esos publicistas, en realidad, juegan con las palabras para no decir que Milei es el candidato “anti statu quo”, o sea contrario al estado de cosas que, entre otros, los tiene a ellos mismos como beneficiarios.

Desde el otro lado de la grieta describen a Milei como el “candidato antiderechos”, otro absurdo refutado desde las mismas bases peronistas. “¿Qué carajo decís cuando decís derechos?”, increpó en televisión Mayra Arena, una militante justicialista, a la kirchnerista Cinthia García. “La palabra ‘derecho’ da espina a que siempre son derechos de los otros.” Alejandro “Pitu” Salvatierra, otro dirigente de base con frecuente presencia en los canales oficialistas, ilustró la misma idea con una anécdota: “Un muchacho del equipo de fútbol de la villa dijo que iba a votar por Milei y otro lo cuestionó: ‘¿No te das cuenta de que Milei te va a quitar la indemnización, el aguinaldo?’ ‘¿Qué es el aguinaldo?’, respondió el interpelado, que jamás había tenido un empleo formal en su vida”.

Los “derechos” que presuntamente viene a eliminar Milei sólo existen en el papel, en las leyes que votan los legisladores de la democracia para ganar adhesiones y conservar privilegios, sin preocuparse luego de que se cumplan o no. La población, supuestamente amparada por el “Estado presente”, vive en la miseria. Desde el golpe de 1976 la Argentina ingresó en una espiral decadente de la que no ha podido escapar. Todos los gobiernos dejaron el país peor de lo que lo encontraron y, como siguiendo un plan, cada uno se ocupó de destruir una parte del legado del orden conservador: el congreso, la educación en todos sus niveles, la salud, la justicia, la defensa, la moneda, la flota oceánica y fluvial, la red ferroviaria, la sociedad más justa y más integrada del mundo, el tejido afectivo que la mantenía unida.

Carlos Menem y Mauricio Macri, con más audacia el primero que el segundo, intentaron promover cambios que revirtieran la decadencia. Memen apeló a la picardía (“si les decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”), y abrió al mismo tiempo la economía y las compuertas de la corrupción y el saqueo del Estado. Lo mejor de su gestión se lo debió a Domingo Cavallo, y cuando se deshizo de él su gobierno cambió de rumbo. Macri confió en su propia majestad, creyó que su sola presencia iba a servir de ordenador, y que todo se iba a acomodar de manera natural, paulatina, y por su propio peso. No tuvo (no toleró) a su lado un Cavallo que le aportara pericia técnica. Menem y Macri terminaron mal sus mandatos, y sus cambios a medias dejaron más problemas que soluciones.

A diferencia de ellos, el libertario promete reformas amplias y drásticas, y las anticipa clara y descarnadamente, sin ocultar nada: ni la maña de Menem ni la majestad de Macri, sino la motosierra de Milei. Propuso la “uberización” de las relaciones laborales, propuso la apertura de la economía, propuso alguna forma de copago para los servicios de salud y educación, propuso dolarizar y nada de eso espantó al electorado como habría ocurrido décadas atrás. “Hay más miedo a que todo siga igual, que a que cambie”, explicó la militante peronista Arena, en una frase que probablemente resume el temperamento social de una Argentina que se asoma al final del primer cuarto del siglo XXI hundida en un pozo de pobreza, desesperanza y frustración al que nunca creyó posible caer.

 

Al margen de la refriega electoral, se han planteado algunas advertencias más atendibles respecto de los condicionamientos que podrían afectar a un eventual gobierno de Javier Milei, unas de tipo institucional, otras de índole emocional. En una columna de su blog, el observador Marcos Avella pondera varios factores capaces de jugarle en contra, desde la carencia de mayorías legislativas hasta la eventualidad de un juicio político, pasando por las limitaciones constitucionales y legales e incluso las presiones internacionales. En el mismo sentido, el politólogo Andrés Malamud remite al ejemplo de lo ocurrido en el Perú con el presidente electo Pedro Castillo, cuyos intentos de introducir reformas tropezaron con la oposición de un Congreso adverso que finalmente lo destituyó.

El columnista Carlos Pagni, por su lado, creyó ver una cierta inestabilidad emocional en Milei, citando casos en que moderadas demostraciones públicas de afecto lo llevaron al borde del llanto. En esas situaciones, observó, Milei revela “una demanda de reparación infinita… Y por eso gana, porque la gente está igual”. Y sentenció Pagni: “Ahí hay un problema, la gente a lo mejor detecta ese problema”. Pero la militante peronista Mayra Arena, más que un problema, ve allí un atributo del libertario: “Es original, es distinto y se emociona”, dijo, y opinó que esas cualidades despiertan en la gente “ganas de acompañarlo”. Arena, que trabaja por la candidatura de Sergio Massa, reconoció que “cuesta mucho ver el enamoramiento que genera Milei”.

Pero Arena es peronista y los peronistas son diestros para captar el escenario, porque sus cualidades les resultan familiares. “Ojo con que no se avive y llame a la calle, por ejemplo”, advirtió la militante. “Que no te tome una de esas postas que no está ocupando el peronismo, porque su electorado se siente parte, se siente protagonista, y siente que hay alguien del otro lado que les habla. Si llama a la calle antes que el peronismo, es un problemón”, reconoció Arena.

Visto desde una perspectiva más amplia, esto quiere decir que si un Milei con los sentimientos a flor de piel triunfa en primera vuelta, y desde ese lugar victorioso forja un lazo afectivo con una sociedad desgarrada en su tejido y necesitada de creer, no habrá mayoría legislativa que se le resista ni presión política capaz de doblegarlo. Lo emocional, más que una debilidad será una fuerza, y se impondrá por sobre lo institucional. Ambos condicionamientos se neutralizarán entre sí.

La sociedad argentina “acaba de iniciar un experimento rarísimo, riesgosísimo para el nivel de problemas que tenemos”, hizo notar el columnista Pagni. “Pero es así, es el momento histórico”, se consoló. La militante Arena describió el momento histórico con la frase que ya citamos y que viene al caso repetir completa, con el agregado que siguió a una repregunta: «Hay mucho más miedo a que todo siga igual que a que cambie, aunque sea para mal…» Y, nos guste o no nos guste, nos entusiasme o nos inquiete, a dos meses de las elecciones, el nombre del cambio es Javier Milei.

Enlaces externos

Mayra Arena en “Duro de domar”

 

* Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se inició en la actividad periodística en el diario La Prensa de la capital argentina. Fue redactor de la agencia noticiosa italiana ANSA y de la agencia internacional Reuters, para la que sirvió como corresponsal-editor en México y América central, y posteriormente como director de todos sus servicios en castellano. También dirigió la agencia de noticias argentina DyN, y la sección de información internacional del diario Perfil en su primera época. Contribuyó a la creación y fue secretario de redacción en Atlanta del sitio de noticias CNNenEspañol.com, editorialmente independiente de la señal de televisión del mismo nombre.

 

Artículo publicado el 23/08/2023 en Gaucho Malo, El sitio de Santiago González, https://gauchomalo.com.ar/

EL VÉRTIGO

F. Javier Blasco*

Imagen de Luciana Lopez en Pixabay 

Se define como vértigo a la sensación ilusoria por la que las cosas externas parecen estar rotando o desplazándose alrededor de uno o también, cuando es uno mismo, quien parece estar dando vueltas en el espacio y el resto permanece inmóvil. Es debido fundamentalmente, a una alteración de los órganos del oído o del sistema nervioso central quienes regulan el equilibrio.

Existe un caso específico de vértigo, muy famoso por su peligrosidad entre los pilotos calificados para el vuelo con instrumentos, de noche o en condiciones meteorológicas adversas; es el conocido como vértigo de instrumentos y se produce porque durante el vuelo en tales condiciones, la fuerza centrífuga en los virajes, puede llegar a provocar confusión en el sistema vestibular del oído lo que origina que disminuya la capacidad visual.

Además, en dichos casos, el sistema propioceptivo del piloto, sistema que influye mucho en la orientación humana, resulta inútil para indicarle en qué situación espacial se encuentra él mismo o el aparato que pilota. Por lo tanto, no es nada extraño que sean sus propios sentidos los que lleven al piloto a engaño y le ayuden a desorientarse total o parcialmente, provocando situaciones irreversibles y accidentes muy graves.

Razón por la que, para evitar dichos problemas, se necesita estar en muy buenas condiciones psíquico físicas, llevar a cabo un entrenamiento exhaustivo en simuladores en tierra y en vuelo y ser muy consciente —cómo norma fundamental— que siempre hay que hacer caso a lo que nos indiquen los instrumentos de altura, rumbo u orientación y grado de viraje o de ascenso y descenso del aparato y nunca pensar que son nuestros sentidos los únicos que están en posesión de la certeza.

Sirva esta aclaración como silogismo al grado de desorientación de nuestros políticos en general y de los máximos responsables de los estados en particular, tanto a escala mundial, europea así como fundamentalmente en España, porque a pesar de que los muchos fehacientes indicadores, informes previos, análisis y previsiones a futuro puestos a su disposición les indican todo lo contrario, se empeñan en poner en práctica erradas actuaciones y políticas de forma pusilánime y bastante reiterada.

Tengo la sensación de que en o para la concepción, gestión y puesta en práctica de las necesarias políticas, principalmente aquellas que tienen que ver con la economía y la atención social, nuestros próceres han entrado en un total y absoluto vértigo de instrumentos del que, a muchos, les resulta difícil salir.

La inmensa mayoría de aquellos se creen en posesión de la verdad absoluta; tratan de buscar y aplicar fórmulas “novedosas y magistrales” para tratar de solucionar problemas ya conocidos, muchos de ellos conocidos o arrastrados del pasado y fácilmente predecibles o reconocibles por una gran cantidad de personas y organismos expertos en dichos temas que, con dedicación casi exclusiva, producen eficientes recetas que suelen diferir mucho de las aplicadas por los primeros.

Situación típica y muy frecuente a la hora de prever, tomar las necesarias medidas correctivas iniciales o para combatir de pleno las sucesivas crisis económicas, vengan de donde vengan, aunque, según su origen, gravedad y grado de extensión a escala mundial, tengan grandes matices diferenciadores entre ellas.

El mundo lleva inmerso muchos, demasiados años en tratar de corregir y combatir los problemas derivados del cambio climático. Recientemente, otra vez hemos sido testigos silenciosos de un fracaso más en las largas y poco o nada productivas Cumbres internacionales para discutir la realidad del mismo, las medidas que se deben adoptar, cómo han de ser aplicadas, cuando y en qué grado de intensidad o urgencia.

Los intereses personales o nacionales en su caso, la idiosincrasia de cada país y los recelos entre los más contaminantes hacen que todo quede aplazado sine die o a un horizonte tan lejano que nos hace ver que no hay intención clara de arreglar el problema y que se deja la solución tan aparcada, que ninguno o muy pocos de los contrayentes de tales compromisos, seguirán en activo o con responsabilidades para dichas fechas.

Otro tanto ocurre con el manejo y lucha contra las cada vez más crecientes crisis de refugiados; los movimientos masivos de personas que se lanzan a la aventura porque tienen hambre o sed, en busca de un trabajo, de protección por sufrir cualquier tipo de persecuciones o, simplemente, de una atención sanitaria digna y suficiente para ellos y sus familias. Movimientos, que además de ser cada vez mayores en número total de personas y en vías de emigración, debido a que se emplean como vías de camuflaje por diversas tendencias religiosas yihadistas y grupos terroristas, se convierten en algo mucho más peligroso.

Hoy en día, millones de pobres, parias en todos los continentes, son usados como un medio de limpieza étnica, una fábrica de hacer dinero para ganar pingües beneficios con sus movimientos controlados o como ariete y fuerza de choque para desestabilizar países vecinos u organizaciones de éstos sin piedad ni tener en cuenta las consecuencias.

Otro de los grandes problemas donde es fácil que entren en vértigo los gobiernos, son las pandemias, su tratamiento y combate. Los dirigentes, sobre todo los españoles, ante estos inesperados y no tanto, fenómenos son capaces de dar todo tipo de bandazos, no hacen caso de los especialistas en el tratamiento de estas situaciones y caen en errores de principiantes, que les lleva hasta a legislar de forma poco ética o anticonstitucional, son sujetos de auténticos fraudes multimillonarios durante las urgentes y acaloradas adquisiciones de material en las primeras fases e incurren en apreciaciones y tomas de decisiones muy costosas tanto económicamente, como en el número de vidas pérdidas por hacerlo a la ligera o sin verdadero conocimiento de la causa y situación.

Los continuos enfrentamientos económicos, verbales, sociales y hasta prebélicos por liderar el mundo o una importante región del mismo o por ocupar un puesto preponderante en el ranking del poder, llevan a los líderes en liza a tomas de decisiones graves y muy transcendentes que se traducen en desenfrenadas carreras de armamentos, injerencias cibernéticas, amenazas y hasta amagos de encontronazos con contínuos, peligrosos y costosos despliegues de fuerzas y material en las fronteras, que inmediatamente se traduce en fuertes caídas de las bolsas y en un deterioro de la economía, las exportaciones y las normales y necesarias relaciones políticas, sociales y comerciales entre países, asociaciones de éstos e incluso continentes enteros.

A la vista de lo anterior, se puede concluir que es imprescindible que los dirigentes políticos estén y se mantengan siempre en muy buenas condiciones psíquico físicas personales; obligatoriamente deben fijarse en los instrumentos a su disposición —verdaderos y bien formados asesores y una auténtica Administración al servicio del Estado, que no del gobierno— y que realmente hagan caso de todos aquellos indicadores que seriamente les avisan de que sus chapuzas o malas decisiones llevan al país a la perdición.

Por otro lado, debería barajarse ya necesidad urgente de dotarse de auténticos mecanismos de control político y de inflexibles tribunales u organismos con capacidad punitiva de enjundia, que realicen la revisión casi inmediata e inapelable de las actuaciones de aquellos para evitar que en sus constantes vértigos, forzados o no, lleven a los países —como el que por desgracia tenemos bien cerca— a situaciones de esterilidad, desidia y pobreza muy difíciles de superar, si es que alguna vez conseguimos salir de este embrollo y atolladero.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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