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LOS ERRORES DE LA POLÍTICA EXTERIOR DE ESTADOS UNIDOS

Giancarlo Elia Valori*

Hace unos días, en una conversación con uno de los antiguos protagonistas de la política exterior de Estados Unidos, en respuesta a mis preguntas y consideraciones, respondió que la segunda guerra Iraq-Estados Unidos fue un desastre innecesario, en parte equilibrado por la mejora de las relaciones con Israel y la atención especial prestada a las petromonarquías del Golfo. Admitió que no había manejado las relaciones con Egipto de la mejor manera, como los Estados Unidos podrían haber hecho después de las llamadas primaveras árabes, y que era discutible que los Estados Unidos nunca tuvieron una de relación con Irán que fuera lo suficientemente discreta para ser sostenible.

De hecho, los errores y el deseo de la Casa Blanca de dominar, sin tener en cuenta a las otras partes, es una característica tradicional de la política exterior estadounidense. Michael Mandelbaum, profesor de la Universidad John Hopkins, ya había declarado que Estados Unidos había perdido en el mundo, un fracaso total desde el final de la Guerra Fría. La historia de la política exterior de Estados Unidos puede dividirse aproximadamente en cuatro períodos.

1) Desde la Presidencia de George Washington (1789-1797) hasta la Guerra Hispano-Estadounidense (1898), la política exterior de Estados Unidos todavía estaba en su infancia y su foco era el territorio.

2) Desde 1898 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial (1945), los Estados Unidos comenzaron a moverse internacionalmente, desempeñando el papel de una gran potencia en el escenario de la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial.

3) Desde 1945 hasta el final de la Unión Soviética (1991), los Estados Unidos se convirtieron en uno de los dos polos del mundo, el timonel del orden occidental y guardianes de las tendencias del escenario mundial.

4) El cuarto período comenzó después de la victoria en la Guerra Fría. En esa fase, los Estados Unidos se encontraban en el apogeo del poder internacional, ignoraron a sus pares y sujetos de derecho internacional, comportándose como una aparente potencia hegemónica en el mundo, pero su política exterior en ese momento rara vez tuvo éxito.

El mayor problema de la política exterior estadounidense durante la Guerra Fría fue la seguridad nacional. Era necesario, en todo momento, protegerse de la penetración e influencia de la URSS y esforzarse por mejorar su fuerza militar con miras a garantizar el liderazgo mundial. Esto implicó una producción bélica a gran escala y enormes beneficios para las industrias militares.

Después de la Guerra Fría, los Estados Unidos utilizaron múltiples medios como la política exterior, la política económica y la intervención armada como elemento disuasorio (véase la Guerra de los Balcanes de 1999) para coaccionar y atraer la atención de China y Rusia (sus competidores tradicionales) y más tarde intervenir en Afganistán y en dos ocasiones en Irak.

Por ejemplo, en las elecciones presidenciales de 1992, Bill Clinton propuso vincular el trato de la nación más favorecida a China con la situación de los derechos humanos. Después de ser elegido, posteriormente añadió el Tíbet, con la esperanza de mejorar los derechos humanos locales y promover el cambio en China (obtusamente visto como obligado a terminar como la URSS), cuando en realidad la desestabilización de esa región habría causado un trastorno nuclear global.

El éxito de la Guerra Fría contra un país y un sistema de producción que para entonces se había reducido a un parpadeo, para apoyar una defensa que al menos era un elemento disuasorio pero nunca superior a la Casa Blanca, dio a los Estados Unidos la ilusión de que los sistemas occidentales y el libre mercado eran superiores y universales y podían ser transpuestos a países extranjeros donde cualquier idea/ideología que no se ajustara al Modo de Vida Americano se consideraba bárbara, retrógrada e incivilizada (bienestar europeo, salud, comunismo, socialismo, Islam, culturas tradicionales, la religión católica, etc.).

En su propio “destino manifiesto”, los Estados Unidos apoyaron y proporcionaron a los misioneros y a quienes pudieran difundir proactivamente las semillas de la civilización y promover la reforma en las llamadas sociedades “atrasadas” y no aliadas.

Estados Unidos sobrestimó la viabilidad de replicar en otros países, como Afganistán e Irak, lo que había hecho mediante bombas nucleares y no nucleares en la Alemania de Hitler y en el Japón Imperial, que actualmente son modelos “occidentales” de liberalismo.

Aunque intentaron con éxito o no (ver las revoluciones de colores), a través de la inteligencia, derrocar al dictador de la época —hasta ayer un amigo— los think tanks de política exterior de Estados Unidos carecen de conocimiento de las condiciones sociales que persisten en un país determinado, sin entender que sus propios puntos de vista son insuficientes para imponer un sistema moderno de estilo occidental, como la estructura social y el concepto del Estado de derecho. Cuando la sabiduría política no es madura y la ignorancia prevalece, obviamente se va hacia el fracaso y el odio de la gente..

Aunque Estados Unidos se encuentra entre los mejores países en términos de fuerza nacional, con su poder militar y blando, es inevitablemente incapaz de luchar multilateralmente y al mismo tiempo transformar una sociedad —que considera retrógrada— a miles de kilómetros de distancia.

En un lugar donde los conceptos estadounidenses de democracia y libre mercado nunca han sido conocidos, y mucho menos aceptados, querer establecer un sistema a su propia imagen es prácticamente imposible.

Y aunque las misiones militares estadounidenses tienen éxito (sin olvidar, las amargas derrotas en Corea y Vietnam), al mismo tiempo, en términos políticos, han reevaluado la fuerza de China y Rusia para ampliar su presencia en ciertas áreas geopolíticas.

Por ejemplo, la guerra en Siria —fomentada para sabotear la “Ruta de la Seda” china y dañar el suministro de petróleo ruso a Europa— ha fortalecido la presencia de Rusia en el Mediterráneo y ha planteado ante los pueblos los principios tradicionales de China de anticolonialismo y no injerencia política, que están ganando apoyo de América del Sur a África, de Europa a Asia.

No en vano, el propio Profesor Mandelbaum dijo que en lugar de adoptar medios violentos para promover la construcción de un sistema de “estilo occidental” en un país distante, sería mejor que los Estados Unidos adoptaran sistemas culturales, valores y más poder blando para influir, proporcionar asistencia y crear condiciones para la transformación y atracción de modelos occidentales en otros lugares para la economía, propósitos prácticos y pacíficos dirigidos al bienestar de los pueblos, y no a establecer una dictadura “democrática” desagradable y odiada por la gente común.

Según el distinguido académico, los Estados Unidos deben actuar como guardianes de la paz internacional y garantizar el orden mundial, recurriendo también en última instancia a los tribunales internacionales de justicia, en lugar de subvertir la estructura interna de los países individuales que quiere cambiar por su propio interés en relación con los últimos recursos del planeta.

Mientras haya ventajas y no destrucción para los pueblos, no dudarán en participar en las fases del cambio. El juego de la política es el del gran poder, que recupera la hegemonía a través del consenso y no a través de la imposición de bombarderos, las masacres de civiles y las postales al estilo de Hollywood.

Por lo tanto, con el fin de evitar nuevos fiascos, la política exterior de Estados Unidos debe pasar a otra fase. Por fin debe lanzar una quinta fase, pero una pacífica.

El sitio web estadounidense de “Política Exterior” ha publicado recientemente el artículo Los Estados Unidos necesitan una nueva mentalidad estratégica. El artículo critica a los Estados Unidos por haber formulado estrategias basadas únicamente en intereses a corto plazo en las últimas décadas. Esto ha dado lugar a muchos errores estadounidenses, incluyendo la guerra post 9/11 contra el terrorismo.

Según su autor, debido a que los Estados Unidos carecieron de una visión estratégica coherente e integral para una generación, tomaron innumerables acciones miopes y enfrentaron muchos desafíos para su seguridad nacional y prosperidad económica.

El autor piensa que, desde el final de la Guerra Fría, los Estados Unidos han pagado caro por su estrategia equivocada. Después de la implosión de la URSS, los Estados Unidos desperdiciaron desesperadamente enormes riquezas y las vidas de un gran número de soldados, utilizando la paranoia como respuesta a la amenaza terrorista. El artículo dice lo siguiente: “Más recientemente, ha gastado sumas exorbitantes en lo que interpreta como ‘competencia de gran potencia’, pero es realmente sólo el mismo injerto antiguo del complejo industrial de defensa con un disfraz diferente —todo mientras sus instituciones públicas se pudren”.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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UN MUNDO TURBULENTO ¿SEGUNDA EDICIÓN de LA GUERRA FRÍA?

Marcos Kowalski*

Luego de finalizar la Segunda Guerra Mundial y a lo largo de todo el periodo en el que duró la llamada Guerra Fría, (1947-1991) estuvieron enfrentados el bloque denominado “aliado” encabezado por los norteamericanos e integrados en la OTAN y el de los países soviéticos que formaron el denominado Pacto de Varsovia, produciendo muchos momentos en los que cundió la alarma ante un posible conflicto entre ambos gigantes.

El fantasma del estallido de una Tercera Guerra Mundial de carácter nuclear ha estado presente a lo largo de las cinco décadas en las que ambos bloques estuvieron enfrentados psicológicamente, existiendo numerosos casos en los que cualquier pequeño incidente, despiste, fallo técnico o diplomático podría haber causado situaciones capaces de hacer volar por los aires todo el planeta.

A pesar de que no hubo confrontaciones directas entre ambas potencias, hubo muchos momentos de gran tensión militar, diplomática, económica e incluso psicológica y fue causa de enormes desembolsos económicos y enfrentamientos llevados a cabo de forma indirecta, a través de países o movimientos revolucionarios, contrarrevolucionarios y guerrillas bajo la influencia de un país o el otro con la simple finalidad de poner a prueba las capacidades de resistencia del adversario o en busca de nuevos adeptos o seguidores a su causa.

La finalización de la Guerra Fría ocurre “oficialmente” tras el desmantelamiento de la URSS en 1991 y el fin de un súper poder comunista. Pero Los signos de que algo estaba ocurriendo acontecieron a lo largo de la década de los 80 cuando el líder comunista soviético M. Gorvachev introdujo los conceptos de reforma y apertura (perestroika y glasnost).

A esto se sumó un sin número de movimientos anticomunistas en países como Polonia o deseos de separarse del control soviético en muchos de los antiguos países del Pacto de Varsovia, particularmente en Alemania Oriental, tras la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, motivada por la apertura de fronteras entre Austria y Hungría en mayo de 1989, ya que cada vez más alemanes viajaban a Hungría para pedir asilo en las distintas embajadas de la República Federal Alemana.

En cuanto a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) el 8 de diciembre de 1991, los representantes de las tres repúblicas eslavas RSFS de Rusia, RSS de Bielorrusia y RSS de Ucrania firmaron el Tratado de Belovesh que supuso la disolución de la Unión Soviética, constituyéndose la Comunidad de Estados Independientes (CEI), abierta al resto de las Repúblicas. Como consecuencia, todas las Repúblicas de la URSS fueron reconocidas internacionalmente como Estados independientes. Así, la gigantesca Unión Soviética se auto disuelvió en 15 repúblicas independientes, siendo la mayor de ellas Rusia.

Después de todo esto, Rusia se comprometió al repliegue de numerosas armas nucleares que el Pacto de Varsovia tenía desplegadas en varias repúblicas, fundamentalmente en Ucrania, y a la destrucción de los importantes arsenales de armas químicas y biológicas, proceso que ha durado muchos años y que aún no se ha completado del todo.

Pero hoy podemos afirmar, que, aunque la Guerra Fría se dio por terminada de forma oficial, oficiosamente Rusia siempre ha continuado manteniendo su rivalidad bipolar con EEUU y ha tratado de influir en forma activa o pasiva en los conflictos posteriores a la disolución de la URRS en los que intervenía EEUU, en solitario o de forma combinada con la OTAN u otro tipo de aliados.

En el aspecto político internacional Rusia ha ejercido de forma férrea su derecho a veto como miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) y en la mayoría de las ocasiones ha encontrado el apoyo de China, aunque los aparentes últimos distanciamientos e intereses encontrados entre estos dos países han reducido en cierta medida dichos apoyos.

Conviene aquí hacer una pequeña referencia a la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE). Organización, que tiene su origen en la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE), celebrada en Helsinki en 1975, y que está conformada por 57 Estados: todos los países de Europa (incluidos la Federación Rusa y todos los países de la Unión Europea) más los de Asia Central y América del Norte (Canadá y Estados Unidos). Está reconocida como organismo regional conforme al capítulo VIII de la Carta de las Naciones Unidas. Su sede se encuentra en Viena, Austria.

La OSCE desarrolla sus actividades y adopta sus decisiones por la regla del consenso. Sus obligaciones y compromisos son de carácter político. Ambos rasgos confieren a esta Organización su carácter específico, al tratarse de la Organización de carácter regional más importante después de las Naciones Unidas. Sus relaciones con las otras organizaciones e instituciones internacionales se desarrollan sobre la base del espíritu de cooperación y coordinación tratando de no duplicar los cometidos respectivos.

Las organizaciones con las que la OSCE mantiene relaciones de cooperación son, principalmente, la ONU y sus organismos vinculados, la UE, la OTAN, la CEI, y el Consejo de Europa. Por otro lado, dentro de la OSCE se encuadran los países Socios para la Cooperación (Afganistán, Japón, República de Corea y Tailandia), así como los Socios Mediterráneos para la Cooperación (Argelia, Egipto, Israel, Jordania, Marruecos y Túnez).

Uno de los principales logros de la OSCE ha sido la creación, establecimiento y vigilancia del cumplimiento del Tratado de las Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE) que estableció desde 1989 hasta 1992 los límites precisos en categorías clave del equipamiento militar convencional en Europa (desde el Océano Atlántico hasta los Urales), y ordenó la destrucción o la inutilización completa del armamento excedente.

El Tratado, firmado en París en noviembre de 1990, estableció límites individuales en las principales armas convencionales (tales como: tanques, vehículos de transporte de tropas, piezas de Artillería y helicópteros de ataque) que se poseían en Europa tanto por la OTAN como por el Pacto de Varsovia.

El FACE también impuso una serie de informes y notificación de los requisitos relativos a varios ejercicios militares de importancia y a ciertas actividades derivadas de los mismos. Su cumplimiento y vigilancia establecía unos procedimientos de inspecciones in situ tanto terrestres por medio de las denominadas Unidades de Verificación (UVEs) de cada uno de los países miembros como por vía de la fotografía aérea, dando origen al Tratado de Cielos Abiertos (Open Skies Treaty) de una mayor amplitud y de cierta complejidad para su ejecución.

Durante muchos años el tratado FACE ha dado buenos resultados y su implementación resultó muy efectiva hasta que el 14 de julio del 2007, cuando Rusia comunicó a los países miembros de la OTAN su intención de abandonar el cumplimiento de sus obligaciones dentro del Tratado, siendo efectiva 150 días después, argumentando que esta decisión era el resultado de circunstancias extraordinarias concernientes a su seguridad. Dichas circunstancias eran una consecuencia o referencia a los planes norteamericanos de establecer parte de su sistema de defensa antimisiles en Europa, concretamente en Polonia (los misiles antimisil almacenados y basados en silos subterráneos fuertemente protegidos) y en la República Checa (los sistemas de radar y localización), lo cual no sería posible sin la ya mencionada retirada unilateral de EEUU en 2002 del Tratado sobre Misiles Anti-Balísticos (ABM) que evitaba el establecimiento de nuevos emplazamientos de defensa anti-misiles.

Otra razón para el abandono del tratado es que los miembros de la OTAN se negaron a ratificar la nueva versión de FACE conocida como el Tratado Adaptado de las Fuerzas Armadas Convencionales en Europa, que restringía la aplicación del tratado a los denominados flancos europeos.

Esto, que pudo ser interpretado por Rusia como una justificación para apartarse del tratado, se dio en la continua presencia de tropas rusas sobre suelo moldavo y georgiano, algo que se consideró por la OTAN como una violación de las obligaciones asumidas por Rusia en la cumbre de Estambul de 1999. Otro punto crítico con Rusia que haya podido contribuir a dicha decisión fue la protesta de miembros de la OTAN por la cruenta participación rusa en la Segunda Guerra Chechena (1999-2009).

Si bien se hicieron modificaciones tanto por parte de la OTAN como de EEUU en sus planes iniciales para el Escudo Antimisiles en Europa y ya no se despliegan misiles en Polonia, sino que se basan en varios buques de guerra dotados del sistema AEGIS (con base en Rota, Cádiz) y en sistemas nacionales de defensa antimisil tipo PATRIOT y otros más avanzados.

El tema, sigue abierto, al considerar Rusia, que la excusa de su necesidad, por parte de los miembros de la alianza, supone en realidad una constante vigilancia sobre su territorio y una enorme limitación de su capacidad de respuesta ante un posible ataque proveniente desde Europa. Esta cuestión se ha puesto muchas veces sobre la mesa en diferentes tipos de negociación bilateral o multinacional y casi siempre se ha transformado en sugerencias o amenazas reciprocas y por parte rusa la de abandonar todos los compromisos en control de armamentos, cabezas nucleares y misiles.

El 10 de marzo de 2015, en un período ordinario de sesiones del Grupo Consultivo Mixto del FACE, la delegación rusa declaró que Moscú suspendía incluso su participación en las reuniones del grupo. Con dicha declaración, Rusia completó su retirada del tratado para el control de armas convencionales más global, el cual llevó décadas para su negociación y era el símbolo más patente del fin de la Guerra Fría.

Pero los efectos de dicha retirada han sido sobre todo simbólicos, puesto que el tratado ya había sido doblemente superado por los siguientes aspectos; la guerra fría ya no existe oficialmente y tanto Rusia, como EEUU ya habían dejado de cumplir con las obligaciones del Tratado algunos años antes, aunque continuaban participando en sus discusiones.

Así las cosas, aparece en escena con una fuerza sorprendente pero no inesperada la República Popular China de hoy. Desde la confrontación en los ámbitos comerciales y tecnológicos hasta la competición armamentística y la lucha por la influencia en los distintos continentes.

La China, con un “socialismo con economía de mercado” en un régimen sedicente comunista pero abierto al mundo comercial, protagoniza una lucha por la hegemonía global, enfrentada a los Estados Unidos, que parece proyectarse con el nuevo gobierno americano y aparece repleto de peligros y con final incierto.

Décadas después de la caída del muro de Berlín, las tres superpotencias del siglo XXI Estados Unidos, la República Popular China y la Federación de Rusia, parecen lanzadas hacia una nueva guerra fría. Estados Unidos, China y Rusia y sus aliados avanzan en una espiral de amenazas, sanciones y acusaciones de todo tipo incluyendo espionaje de consecuencias imprevisibles, para ellos mismos y para el resto del mundo.

Hay, sin embargo, una diferencia radical con respecto a la Guerra Fría que se desarrolló durante la segunda mitad del siglo XX. La antigua URSS nunca fue la potencia económica, China lo es, y los dos países entonces enfrentados no se encontraban en un mundo tan interconectado financiera y productivamente sobre todo Estados Unidos y China, que son las dos mayores economías del mundo.

 

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario.

Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.

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VISIONES GEOPOLÍTICAS CONTRAPUESTAS. UN SIGLO DE PÉRDIDA DE INICIATIVA EUROPEA. (SEGUNDA PARTE)

Marcelo Javier de los Reyes*

El 1º de septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia dando inicio a la Segunda Guerra Mundial. 1944, escombros del Castillo Real de Varsovia. Foto: El Castillo Real de Varsovia, Arx Regia Casa Editorial del Castillo Real en Varsovia, 1997.

El Castillo Real de Varsovia fue reconstruido entre los años 1971 y 1984 conforme a la voluntad de la nación polaca. Foto: El Castillo Real de Varsovia, Arx Regia Casa Editorial del Castillo Real en Varsovia, 1997.
De la Segunda Guerra Mundial a la Guerra Fría

Durante el período de entreguerras, se combinaron una serie de factores políticos, ideológicos, económicos y sociales que fueron creando un clima de tensión que, finalmente, desembocó en una nueva guerra de alcance global.

La puja entre el fascismo, el comunismo y el liberalismo estuvo marcada por los espacios de poder. La humillación de Alemania por parte de Francia mediante la firma del Tratado de Versalles en 1919 —en venganza por la derrota en la guerra franco-prusiana de 1870-1871— y el incumplimiento de lo pactado por las potencias occidentales con Italia, fueron algunos de los tantos motivos que llevaron a la guerra que comenzó el 1º de septiembre de 1939 con la invasión de Polonia por parte de las tropas de la Alemania nazi.

El desarrollo de los acontecimientos fue llevando a que cada vez más naciones se involucraran en la guerra, a partir del respaldo retórico que los gobiernos de Francia y el Reino Unido le brindaron a Polonia. Las “democracias occidentales” parecían no haber querido tomar conocimiento de que unos pocos días antes Joachim von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores de la Alemania nazi, fue recibido en el aeropuerto de Moscú “engalanado de esvásticas y una banda de música que lo recibió al son de Deutschland, Deutschland über Alles[1]. Esas esvásticas que adornaban de extremo a extremo el aeropuerto eran utilizados en los filmes soviéticos antinazis y luego fueron llevados a la antigua Legación austríaca, donde se alojaría la comitiva alemana[2].

El 23 de agosto de 1939, Ribbentrop y su par soviético, Viacheslav Mólotov, firmaron el Pacto Germano-Soviético en presencia de Stalin, que consistía en un acuerdo para estrechar los vínculos de amistad y de cooperación política y comercial pero que contenía un protocolo secreto por el cual se repartían “el noroeste de Europa en dos esferas de influencia y concedía a ambos signatarios vía libre para devorar a sus vecinos más inconvenientes (de acuerdo a sus intereses defensivos)”[3].

23 de agosto de 1939. De derecha a izquierda: Joachim von Ribbentrop, Viacheslav Mólotov y Iósif Stalin.

Antes de esto, Stalin ya había procedido a una gran purga a través del “Gran Terror”, que ocasionó la muerte de millones de ciudadanos soviéticos, incluyendo a la mitad de los altos oficiales del Ejército Rojo, los que fueron asesinados o enviados a los gulags entre 1938 y 1939.

El 17 de septiembre de 1939, pocos días después de la invasión alemana, la Unión Soviética inició la propia en la zona polaca que se había repartido previamente con los nazis. El 22 de septiembre alemanes y soviéticos se encontraban en la localidad polaca Brześć Litewski (hoy Brest-Litovsk, en la actual Belarús), donde ese día las tropas de ambos bandos hicieron un desfile conjunto para celebrar su victoria.

El 30 de noviembre la Unión Soviética, sin previa declaración de guerra, invadió Finlandia. Luego de tres meses y medio de combate y de una fuerte resistencia por parte de unas fuerzas finesas en inferioridad de condiciones, el 12 de marzo de 1940 fue firmado el Tratado de paz de Moscú por el que Finlandia traspasó partes de su territorio a la Unión Soviética pero logró conservar su independencia.

Con su Lebensraum Hitler nuevamente se dirigió hacia el este. El 22 de junio de 1941 Alemania dio inicio a la “Operación Barbarroja”, nombre en clave dado por Adolf Hitler al plan de invasión a la Unión Soviética, que habría dado lugar al mayor exceso de violencia de la historia bélica moderna. Lo que pareció una exitosa operación relámpago terminó en una larga y cruenta confrontación para ambos países. Los alemanes no pudieron llegar a Moscú y los soviéticos comenzaron su camino hacia Berlín.

Las democracias occidentales se mantuvieron en silencio cuando la Unión Soviética invadió Polonia, pues no deseaban confrontar con Stalin, el asesino de masas que luego sería uno de los aliados.

Con respecto al escenario del Asia-Pacífico, cabe recordar que en mayo de 1941, debido a la apropiación de combustible estadounidense en Hai Phong, actual Vietnam, el gobierno estadounidense frenó las exportaciones de materias primas de Filipinas a Japón para que obstaculizar su avance en China. Como respuesta a la ocupación japonesa de la Indochina francesa, el presidente Franklin D. Roosevelt “en forma creciente presionó diplomática y económicamente al Japón, hasta llegar a una prolongada crisis que culminó a partir del 25 de julio de 1941, cuando Estados Unidos, Gran Bretaña y Holanda suspendieron su comercio con Japón y sometieron a este país a un cerco económico casi completo”[4]. Los tres países también procedieron a congelar los bienes japoneses y suspendieron todo intercambio comercial con el Imperio japonés. Del mismo modo, en Terranova, en agosto de 1941, se comprometió mutuamente con el primer ministro del Reino Unido “a prestarse ayuda recíproca en el caso de que Estados Unidos, Gran Bretaña o un tercer país que aún no estuviese en guerra, fuese atacado por Japón en el Pacífico”[5].

El presidente Roosevelt asimismo había establecido un embargo de las exportaciones de petróleo.

Se puede afirmar que el ataque a Pearl Harbor, a todas luces no fue una “sorpresa estratégica”. El capitán de navío Mitsuo Fuchida, quien condujo el ataque a Pearl Harbor, afirmó que luego de analizar la propuesta de Estados Unidos del 26 de noviembre de 1941 —entregada por el Secretario de Estado Cordell Hull a los representantes del Imperio japonés en Washington y redactada en duros términos—, el gobierno y el Alto Mando de Japón llegaron a la conclusión “de que la propuesta era un ultimátum tendiente a subyugar al Japón y hacer inevitable la guerra”[6]. La fuerza de tareas japonesa ya estaba rumbo hacia Pearl Harbor y el ataque quedaba supeditado a la mencionada propuesta estadounidense pero el gobierno japonés había decidido continuar con los esfuerzos de paz “hasta el último momento”[7]. Otro dato de interés que proporciona el capitán Fushida es que la decisión de atacar un domingo obedecía a que tenían información de que “la Flota de los Estados Unidos volvía a Pearl Harbor los fines de semana después de los períodos de instrucción en el mar”[8]. Luego agrega que informes de inteligencia sobre las actividades de la Flota del Pacífico retransmitidas desde Tokio, informaban que el día 5 de diciembre el USS Lexington había dejado el puerto y que se estimaba que el USS Enterprise también estaba operando en el mar[9]. Ambas naves eran los portaviones estadounidenses, las dos naves más importantes en Pearl Harbor, las cuales habrían sido sacadas a alta mar debido al conocimiento del ataque japonés.

PEARL HARBOR. POSICIÓN APROXIMADA DE BUQUES DE ESTADOS UNIDOS.
ACORAZADOS 8
CRUCEROS 9
DESTRUCTORES 20
SUBMARINOS 5
BUQUE HOSPITAL 1
más buques de abastecimiento y taller, cañoneros, petroleros, remolcadores, etc. En total 86 buques de combate y de servicio, sin contar embarcaciones menores y buques auxiliares.
Los acorazados llevan nombres de Estados: Arizona, Nevada, Tennesse, Maryland, Oklahoma, West-Virginia, California y Pensylvania (en dique seco).
Los cruceros llevan nombres de ciudades: Raleigh, Honolulu, Helena, St. Louis.
Vestal –buque taller–, Oglala –minador–, Neosho (petrolero), Shaw (destructor, estaba en dique seco flotante nº 2), Downes y Cassin (destructores, estaban en un dique seco junto al acorazado Pensylvania), Curtiss (buque madre para hidroaviones), Utah (acorazado radiado, servía como blanco).
Fuente: Robert A. Theobald. El secreto final de Pearl Harbor

El mayor testimonio de que el ataque japonés no fue una “sorpresa estratégica” es el libro del contraalmirante estadounidense Robert A. Theobald, titulado The final secret of Pearl Harbor. The Washington contribution to the Japanese attack, publicado en abril de 1954[10]. En su libro el contraalmirante Theobald acusó a la administración del presidente Franklin Delano Roosevelt de no alertar a los comandantes de Pearl Harbor —ocultando la información de inteligencia— sobre el ataque con la intención de llevar a los Estados Unidos a la guerra. En el prólogo de su libro, el contraalmirante Husband E. Kimmel —comandante de la Flota del Pacífico y comandante en Jefe de la Base Naval de Pearl Harbor, quien fue destituido de su cargo y degradado—, expresa:

Los estudios realizados por el Contraalmirante Theobald lo han llevado a la conclusión que estuvimos desprevenidos en Pearl Harbor debido a que los planes del Presidente Roosevelt requerían que no se enviara aviso alguno que alertara la Flota del Pacífico.[11]

De ese modo, los Estados Unidos, país que tuvo varios empresarios y empresas que apoyaron al gobierno de Hitler durante el período de entreguerras, como Henry Ford —condecorado en 1938 con la Gran Cruz del Águila por parte de Alemania—, Prescott Bush (padre y abuelo de los presidentes estadounidenses), IBM, General Motors —que había adquirido la empresa Opel—, entre otros, presionaron a Japón procurando el pretexto para ingresar a la guerra. El 8 de diciembre de 1941, el Congreso de los Estados Unidos declaró la guerra al Imperio de Japón y el día 11 a Alemania, inmediatamente después que lo hubiera hecho el gobierno de Berlín.

Un hecho más, entre los tantos que se podrían destacar, es que en plena guerra, en 1943, el presidente “Roosevelt declaró que Arabia Saudí era ‘vital para la defensa de los Estados Unidos’, y el reino saudí se pudo beneficiar de generosos préstamos, a la vez que declaraba la guerra al Eje”[12]. En 1944 se formó ARAMCO, la Arabian American Oil Company, como subsidiaria de la Standard Oil de California, SOCAL, que ya en 1933 había firmado un acuerdo con el monarca saudí para realizar prospecciones petrolíferas en su territorio[13]. Los intereses en función de la geopolítica del petróleo implementada por el Reino Unido y los Estados Unidos se fueron afianzando. Arabia Saudí ingresaría en 1945 como miembro pleno cuando, al año siguiente, se creara la Organización de las Naciones Unidas.

Hacia el final del conflicto, cuando las fuerzas del Eje (Alemania, Italia y Japón) fueron derrotadas, la Polonia que las “democracias occidentales” pretendieron salvar de la Alemania nazi —y la excusa por la cual ingresaron a la guerra tras sostener durante años la “política de apaciguamiento”— fue entregada sin más a la Unión Soviética… al igual que Europa Central y Oriental. La guerra terminó pero las ilusiones de “democracia” y de “libertad” no se concretaron para las poblaciones de esos países. Las democracias occidentales redujeron la extensión de la “Europa libre” con su alianza con el asesino de masas Stalin, lo que no exime a Hitler de sus pecados pero hay que tener en cuenta que los de las potencias occidentales no fueron menores.

Nuevos organismos internacionales, como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la FAO, organización dedicada a la alimentación y la agricultura, fueron creados a partir de esta guerra, los cuales se convirtieron en actores protagonistas en el decurso mundial desde 1945.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa perdió aún mayor poder de iniciativa en el contexto internacional. Para levantarse de sus ruinas debió contar con el apoyo económico de los Estados Unidos mediante el Plan Marshall. De este modo, la gran potencia del norte aparecía como la que —junto al maltrecho Imperio británico— había derrotado “al mal”. Sin embargo, era natural que media Europa quedara en manos de la que llevó el mayor esfuerzo de guerra, la Unión Soviética, que con su poder terrestre y con 27 millones de muertos llegó a Berlín antes que las fuerzas británicas y estadounidenses. A decir verdad, el peso de la guerra en víctimas humanas recayó sobre Alemania y la Unión Soviética.

De este modo, Europa Occidental quedó sujeta al “nuevo orden europeo” impuesto desde Washington pero creado durante la guerra a través de los acuerdos celebrados por los “Tres Grandes” (Roosevelt, Churchill y Stalin) en las conferencias en las que, finalmente, se dividieron las zonas de influencia. Como resultado de ello, Alemania fue dividida en dos, dando luego lugar a la República Federal Alemana (RFA) y a la República Democrática Alemana (RDA), y la ciudad de Berlín también fue sujeta a una partición.

La alianza se quebró, como era natural y como lo había previsto Churchill, y prontamente se inició el conflicto que pasó a la historia como Guerra Fría. El mundo quedó a merced de dos bloques: el capitalista, liderado por Washington, y el comunista, liderado por Moscú. Ambas fuerzas intentaron imponer sus voluntades sobre el resto del mundo y con motivo de ese forcejeo las viejas potencias coloniales europeas debieron aceptar el proceso de descolonización para dar nacimiento a nuevos países.

En el marco de este nuevo conflicto y siguiendo la promesa hecha a través de la Declaración de Balfour, en 1947 se aprobó el Plan de la ONU para la partición de Palestina, mediante una resolución que contemplaba la formación de dos Estados —Israel y Palestina— sobre el mandato británico. Esta partición fue rechazada por los países árabes y por la dirigencia palestina que le declararon la guerra al nuevo Estado judío, dando origen a la guerra árabe-israelí de 1948, que finalizó con la victoria de Israel, que logró ampliar militarmente su territorio más allá del plan original de la ONU.

En el marco de la Guerra Fría, Estados Unidos impulsó la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), fundada por doce países, signatarios del Tratado de Washington: Estados Unidos, Canadá, Bélgica, Dinamarca, Francia, Países Bajos, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, el Reino Unido y Portugal. Posteriormente se incorporaron Grecia y Turquía, en 1952; la República Federal de Alemania, en 1955 y en la actualidad está integrada por 29 países[14].


Washington, 4 de abril de 1949. Firma del Tratado del Atlántico Norte.

Como contrapartida, en 1955, los países del bloque socialista crearon el Pacto de Varsovia, su propia organización militar para enfrentar los desafíos del bloque occidental.

A pesar de ser el aliado más confiable de Washington, el Reino Unido también encontró sus limitaciones. Ejemplo de ello fue la crisis del Canal de Suez, cuando el presidente de Egipto Gamal Abdel Nasser —quien derrocó al rey Faruq I mediante un golpe de Estado, proclamó la república y estableció el “nacionalismo socialista árabe”— procedió a nacionalizar el canal en detrimento de los intereses británicos y franceses. Nasser había fortalecido sus fuerzas armadas con material proveniente de los países socialistas, en particular, Checoslovaquia, y su gobierno reconoció a la República Popular China.

El Reino Unido, Francia e Israel formaron una alianza en contra de Egipto, país que contó con el respaldo de los países árabes. El triunfo militar de estos aliados fue acompañado de una gran decepción cuando los Estados Unidos y la Unión Soviética, diplomáticamente, le impusieron a Francia, el Reino Unido e Israel retirar sus ejércitos. Por su parte, Egipto debía detener el envío de armamento a las guerrillas que luchaban contra Israel. Las Naciones Unidas desplegaron un cuerpo especial (UNEF) en la península del Sinaí, para mantener aisladas las fuerzas israelíes y egipcias.

Un segundo caso fue el visto bueno que los Estados Unidos le dieron al Reino Unido para llevar adelante su campaña al Conflicto del Atlántico Sur, para lo cual le cedieron la base aeronaval de la isla Ascensión y se arbitraron las medidas para reemplazar en Europa las operaciones británicas en el marco de la OTAN.

Nuevos organismos fueron abroquelando a los países europeos. En París, en abril de 1951 fue creada la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), por parte de los países del BENELUX (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo), Alemania, Francia e Italia, cuyo tratado entró en vigor en 1952 y es la base sobre el que se firmó el Tratado de Roma, en 1957, que fue el origen de la Comunidad Económica Europea, a la que progresivamente se fueron incorporando otros países y que en noviembre de 1993 pasó a ser la actual Unión Europea. Desde la CECA las instituciones sucesoras fueron incrementando el poder supranacional en detrimento de las decisiones de los gobiernos de los países miembro. En este punto cabe citar a Hans-Peter Martin y Harald Schumann:

El que este proceso haya avanzado tanto, a pesar de todos los retrocesos, se lo debe Europa en gran medida al canciller federal alemán en el cargo desde 1982. El mayor logro de Helmut Kohl no es la realización de la unidad alemana, sino su inconmovible insistencia en la europeización de la política nacional. Kohl solo demostró lo en serio que se tomaba esto en diciembre de 1991, cuando redactó en la neerlandesa Masstricht los párrafos del Tratado que debía convertir en una Unión la vieja Comunidad Europea. Contra la masiva resistencia del Bundesbank, de su propio partido y de gran parte de la élite conservadora, puso entonces, en alianza con Francia, el viejo sueño de la moneda común en el orden del día europeo. Con seguro instinto de poder, Kohl y su entonces interlocutor François Mitterand advirtieron la importancia de este paso mucho antes que sus electores e incluso que la mayoría de sus asesores: El dinero común podía ser la clave de la unificación política del continente y abrir paso a la liberación del dominio americano. Porque la unión monetaria, aunque no entre en vigor hasta el año 2001, dará a Europa la posibilidad de recuperar una parte importante de soberanía estatal en el ámbito de la política monetaria, financiera y tributaria. Entonces los tipos de interés y de cambio europeo dependerán mucho menos que hoy del mercado norteamericano.[15]

Sin embargo, la comunidad europea ya desde 1973 tenía el “Caballo de Troya” dentro de sí: el Reino Unido. En noviembre de 1962, el presidente francés, Charles de Gaulle recibió al primer ministro británico, Harold Macmillan —con la intención de obtener la aprobación de De Gaulle para que su país pudiera ingresar a la CEE—, durante su retiro de verano en el castillo de Rambouillet, a las afueras de París. De Gaulle le expresó que si quería unirse a Europa debía abandonar su “relación especial” con los Estados Unidos. En 1963, el general francés declaró “que Francia abriga dudas sobre la voluntad política del Reino Unido de ingresar en la Comunidad”, con lo cual se suspendieron las negociaciones de adhesión de todos los países candidatos[16]. De Gaulle se manifestó en contra del ingreso británico en una conferencia de prensa celebrada el 14 de enero de 1963. El 27 de noviembre de 1967 volvió a negarse en otra conferencia de prensa.

El presidente francés, general Charles de Gaulle, diciembre de 1962. Fotografía: AFP / Getty Images

Como había previsto sagazmente el general De Gaulle, el Reino Unido jugaría para sí y para los Estados Unidos. Tras lograr ingresar a la CEE y continuar dentro de su sucesora la Unión Europea, gozó de beneficios especiales, como no adherir al Tratado de Schengen (1985) ni adoptar el euro, cuya entrada en vigor fue en 2002.

La implosión soviética y la supuesta “postguerra fría”

Antes de abordar la implosión soviética es justo recordar algunos antecedentes que llevan a la comprensión del radicalismo islámico para lo cual es necesario referirse escuetamente a la guerra en Afganistán, en donde se había producido el “Gran Juego” entre británicos y rusos en el siglo XIX. Este “nuevo juego” se produce durante el gobierno iraní de Mehdi Bazargan, quien lo encabezó de forma interina tras la Revolución Islámica, gobierno con el que Estados Unidos mantenía contactos.

Además del triunfo de la mencionada revolución en 1979, el 4 de noviembre se llevó a cabo el asalto de la embajada de los Estados Unidos y el secuestro de los diplomáticos. A finales del mes de diciembre el Ejército Rojo ingresó a Afganistán.

Arabia Saudí y las monarquías del golfo, wahabitas y sunitas, no estaban dispuestos a perder el control religioso en favor de los chiítas iraníes por lo que se aliaron a los muyahidín afganos, que solo contaban con algunas facciones de filiación wahabita y con los partidarios de la yihad armada[17]. En el noroeste de Pakistán, en torno a Peshawar, en donde existían bases y campos de entrenamiento, había tres millones de refugiados, “el caldo de cultivo para el islámico internacional”[18]. Con financiamiento saudí, armamento estadounidense, tráfico de heroína y colaboración de los servicios de inteligencia paquistaní y estadounidense, el ISI (Inter-Services Intelligence) y la CIA, además del componente religioso de las grandes organizaciones paquistaníes, principalmente Jami’at-e islami fundada por Abul Ala Mawdadi (Aurangabad, India, 1903 – Búfalo, Estados Unidos, 1979), periodista y teólogo musulmán fundamentalista que desempeñó un papel importante en la política paquistaní y la red de madrasas deobandis[19].

Este movimiento, apadrinado por los Estados Unidos, Arabia Saudí, los Estados del Golfo y Pakistán, desempeñó un papel clave en la derrota que sufrieron las tropas soviéticas en 1989 y que llevó a la evacuación del país. Pero allí también está el semillero que dio origen al terrorismo de sesgo islámico.

En abril de 1992 Kabul y Afganistán cayeron en manos de los muyahidín. En 1994 aparecieron los talibán, quienes durante ese año se apoderaron de Kandahar y de las provincias meridionales de Lashkargah y Helmand. Los talibán gobernaron la casi totalidad de Afganistán entre 1996 y 2001 y la empresa petrolera argentina Bridas de Carlos Bulgheroni obtuvo un contrato para la construcción de un gasoducto de 1.492 kilómetros desde Turkmenistán hasta Pakistán con el visto bueno de los talibán. Bien pronto, con el avance de los Estados Unidos en el espacio postsoviético, la empresa argentina fue perdiendo todos sus negocios en favor de las estadounidenses, principalmente con Unocal[20].

Estos datos son relevantes para comprender los motivos que fueron llevando a la implosión soviética y a la expansión de los Estados Unidos en el espacio postsoviético. La globalización propuesta por Washington estaba en marcha en un esquema que los propios estadounidenses y algunos analistas internacionales consideraron como “unipolar”.

Hans-Peter Martin y Harald Schumann proporcionan una definición de lo que se debe entender por globalización:

La globalización, entendida como la liberación de las fuerzas del mercado mundial y la pérdida de poder económico de los Estados, es para la mayoría de las naciones un proceso impuesto, al que no pueden sustraerse. Para América, era y es un proceso que su élite política y económica ha puesto en marcha y mantiene voluntariamente. Sólo Estados Unidos pudo mover al Gobierno de Japón a abrir el mercado interior japonés a las importaciones. Sólo el Gobierno de Washington puede obligar al régimen chino a cerrar 30 fábricas de video y CD, que ganaban miles de millones con el robo de derechos de propiedad intelectual y la piratería de productos. Por último, sólo el Gobierno Clinton pudo arrancar a los rusos el consentimiento a la intervención militar en Bosnia, que puso fin a la carnicería en los Balcanes. El crédito de diez mil millones de dólares del FMI, concedido justo a tiempo para la campaña electoral de Boris Yeltsin, fue la recompensa, en el verano de 1996.[21]

Rusia se había debilitado. La crisis económica produjo la escasez de productos básicos y la oxidación del material de guerra.

El profesor Daniel Añorve Añorve, en un artículo de su autoría, cita un trabajo de Ana Teresa Gutiérrez del Cid, titulado Fénix de Oriente, en el que “ilustra el período de confrontación entre algunos magnates, que o bien actuaban al margen de la ley o actuaban dentro de ésta, pero sirviendo a intereses extranjeros por un lado, y a un grupo de hombres de Estado, nacionalista y relativamente conservador, los siloviki, aliados centrales de Vladimir Putin”[22]. Efectivamente, con la asunción de Vladimir Putin al gobierno de la Federación de Rusia en 1999 comenzó a revertirse el estado de anarquía que imperaba en el país y a recuperar no solo la economía sino también sus fuerzas armadas.

Sólo poco tiempo después de la llegada de Putin al poder, se produjeron los atentados del 11-S de los que se responsabilizó a varios ciudadanos saudíes. Respecto de este ataque ya se ha hablado y se ha escrito mucho pero le otorgó un rol protagónico al terrorismo de sesgo islámico, cuya principal organización era Al-Qaeda, la que tuvo sus orígenes a fines de la década de 1980, como ya se explicó ut supra, en los muyahidín que enfrentaban la ocupación soviética en Afganistán. Su líder, Osama Bin Laden habría abandonado Afganistán en 1989, para retornar en 1996 con el objetivo de dirigir los campos de entrenamiento y proceder al ataque los militares y civiles estadounidenses. Se le atribuyeron los atentados del 7 de agosto de 1998 de las embajadas de Estados Unidos en Tanzania y Kenia en África.

Lo que resultó más insólito es que los atacantes eran saudíes pero el gobierno estadounidense decidió llevar la guerra a Afganistán.

La política exterior y de defensa estadounidense dio un giro geopolítico y puso la mira en Medio Oriente y Asia Central, procurando arrastrar a los países europeos en su guerra. Alemania y Francia fijaron su posición respecto a estos cambios y tomaron una actitud más dura en oportunidad de la invasión a Iraq en 2003 bajo el pretexto de las armas de destrucción masiva… que finalmente no se encontraron. Algunos países europeos acompañaron la campaña estadounidense, Reino Unido y España, además de algunos que antes integraban el espacio soviético.

En un artículo escrito por el coronel de artillería español José Luis Pontijas Calderón, pone en evidencia ese cambio de la política estadounidense y su alejamiento con respecto a sus aliados europeos. Del mismo modo, también menciona como el Reino Unido frenó numerosas iniciativas europeas, en favor de los Estados Unidos y en función de los cambios geopolíticos que implementaron los diferentes gobiernos estadounidenses en las últimas décadas. Para ello analiza la política exterior de Washington, los cambios mencionados y la actitud de los gobierno británicos[23] [24]. Pontijas Calderón, respecto del Reino Unido, expresa:

Sus objetivos principales del período post-Guerra Fría fueron:

      • Mantener el vínculo transatlántico con EE. UU., garante de sus dos ejes geoestratégicos tradicionales.
      • Impulsar y contribuir a la expansión geopolítica global occidental.

Para ello, Londres estuvo a la vanguardia de la expansión de la OTAN y de la UE hacia el Este, así como cooperó militar y diplomáticamente con los esfuerzos estadounidenses en Irak, Afganistán y otros teatros. También promovió numerosas iniciativas de cooperación en el seno de la Alianza (Partenariado por la Paz, Diálogo Euro-Mediterráneo, etc.) y abogó por la expansión de esta como gestor de crisis en el ámbito global durante la cumbre de Washington de 1999.

Por otro lado, para neutralizar cualquier intento de desarrollar una capacidad europea de defensa autónoma, Londres promovió el desarrollo de la Identidad de Defensa y Seguridad Europea (EDI, por sus siglas en inglés). La idea era fortalecer la vos de los europeos en el seno de la Alianza, a la vez que ofrecía una forma de planear y conducir operaciones de la Unión Europea Occidental (UEO) a través de los acuerdos “Berlín +” OTAN-UEO.[25]

El Reino Unido cumplió su misión tal como lo había previsto Charles De Gaulle y dado el distanciamiento de los Estados Unidos de Europa —en el marco de un nuevo período global en el que el gobierno estadounidense ya no puede pedirle a China que cierre sus fábricas de video y CD, ni torcer la política de la Federación de Rusia a cambio de un crédito del FMI— en 2016, el gobierno de Londres llamó a un referéndum para que su población decidiera si deseaba continuar dentro de la Unión Europea o no. Como se sabe, esa votación fue manipulada a través de la consultora Cambridge Analytica. Asimismo, debe recordarse que el presidente Donald Trump contribuyó al distanciamiento con su guerra de aranceles a las importaciones.

La decisión de los gobiernos de Francia y Alemania de impulsar un ejército fue percibida por Trump como un insulto. Por su parte, el presidente francés, Emmanuel Macron, justificó esa iniciativa porque “Europa necesita reducir su dependencia de los demás”. Aún fue más allá al expresar: “Tenemos que protegernos de China, de Rusia e incluso de Estados Unidos”[26].

Pareciera que la partida del Reino Unido, le brindó el espacio a Emmanuel Macron y Angela Merkel para avanzar en la creación de un Ejército europeo[27] e, incluso, una suerte de “consejo de seguridad” de la Unión Europea, similar al de la ONU, el cual “podría emitir una posición europea sobre los conflictos internacionales”[28].

Por su parte, Donald Trump había calificado a la OTAN de “obsoleta” en oportunidad de su visita al nuevo cuartel general de la Alianza en Bruselas y les pidió a sus miembros que pusieran más dinero: “Veintitrés de los 28 países miembros siguen sin pagar lo que deberían y lo que supone que deben pagar por su defensa”[29].

Cuando se cumplía el 70º aniversario de la creación de la OTAN, Donald Trump manifestaba su intención de retirar a su país de la Alianza. Macron, por su parte, llegó a expresar que “lo que estamos experimentando actualmente es la muerte cerebral de la OTAN”[30], haciendo referencia a la imprevisibilidad estadounidense bajo la presidencia de Donald Trump, declaración que no fue compartida por Angela Merkel.

2019. El Palacio de Buckingham fue el escenario donde la OTAN celebró el 70º aniversario de su fundación.

Ya antes de esas expresiones sobre la OTAN, en marzo de 2019, Macron convocó a una cumbre a los responsables de una treintena de servicios europeos con el objetivo de construir una cultura estratégica común y “poner en marcha un colegio o foro común que sirva para intercambiar experiencias y alentar la reflexión sobre los retos a los que se enfrentan los servicios de inteligencia europeos, desde el yihadismo a la creciente agresividad del Kremlin o el ascenso imparable de China”[31].

Del mismo modo, por iniciativa del gobierno francés, a finales de febrero de 2020, veintitrés países europeos crearon una nueva cooperación de inteligencia: el Intelligence College in Europe, Colegio de Inteligencia en Europa (ICE, por sus siglas en inglés). El ICE se fundó oficialmente en París en mayo de 2019 pero respondió a una iniciativa del presidente Macron, cuando, en septiembre de 2017, en un discurso en la Universidad de la Sorbona en París propuso una nueva cooperación entre los servicios de inteligencia europeos con el objetivo de lograr una Inteligencia europea más independientes de la información y del conocimiento de las grandes potencias, como Estados Unidos, China o Rusia[32].

A modo de conclusión

La llegada de los turcos en el siglo XIV, la caída del Imperio Bizantino y la instalación del Imperio Otomano significó la ruptura de las comunicaciones terrestres entre Europa y Asia. Eso obligó a las potencias de la época, más precisamente España y Portugal, a buscar nuevas rutas para llegar al Lejano Oriente.

El Imperio ruso, a lo largo de varios siglos, con su extensión hacia el este, se encontraba conectando ambos continentes nuevamente, lo que significó una amenaza para el Imperio británico, con el cual tuvo que lidiar en Afganistán en lo que se denominó el “Gran Juego”. La construcción del Transiberiano y su inauguración en 1904 representaron otra alarma para Londres ya que amenazaba sus mercados asiáticos.

La carrera armamentística estaba en marcha entre las potencias europeas y nuevos actores se involucraban en el escenario internacional.

Cabe recordar que durante el siglo XIX el Imperio británico se expandió por el mundo y colonizó islas y pasos vitales para el control de los mares y pasos estratégicos del mundo.

Previo a la Primera Guerra Mundial, los británicos percibieron que la expansión hacia el este del Imperio alemán ponía en riesgo sus posesiones, su dominio comercial y el control de los pozos petrolíferos de Medio Oriente a través del espacio terrestre. Durante el transcurso de la misma, recurrió a tratados y acuerdos secretos para repartirse el Imperio otomano y establecer una cuña en Medio Oriente para evitar el avance alemán y la construcción de su ferrocarril que podía alcanzar los puertos del golfo Pérsico.

La Revolución Bolchevique contó con el apoyo de dos países de dos bandos enfrentados en la guerra, Estados Unidos y Alemania, pero había algo en común: fue respaldada por capitalistas que deseaban vengarse del zar por sus políticas consideradas racistas. La revolución rusa sirvió para tabicar a las potencias centrales en su camino hacia el este y puso los caminos y los ferrocarriles —como el Transiberiano— bajo control del gobierno comunista. Eso forzaba a que las telurocracias se vieran obligadas a utilizar los mares para alcanzar el Lejano Oriente o cualquier punto de Asia y, como ya se ha mencionado, el control marítimo estaba en manos del Reino Unido y de la, entonces, nueva talasocracia: los Estados Unidos. El comercio europeo quedaba íntimamente ligado a estas dos potencias capitalistas.

La Gran Guerra fue el hito fundamental para poner a Europa en una posición subordinada respecto de los Estados Unidos y del Imperio británico.

Los resentimientos de la Primera Guerra Mundial se incrementaron durante el período de entreguerras y las ideologías se enfrentaron tanto al interior de algunos países como en buena parte de Europa. El estallido de la Segunda Guerra era inminente y, una vez más, los que serían los dos polos ideológicos se unieron para enfrentar a los países centrales: Alemania y sus aliados europeos.

La nueva derrota de Alemania y el avance de la Unión Soviética hasta Berlín llevaron el límite del bloque comunista hasta esa ciudad. La postguerra giró en torno al “enemigo comunista” y los Estados Unidos forjaron el “nuevo orden europeo”, restringiendo aún más cualquier iniciativa europea. Para consolidar su poder propuso la creación de la OTAN y unos años después de la creación de la CEE, el Reino Unido ingresó al bloque para paralizar desde adentro a la “Europa libre”. Luego del Brexit (2016), varios artículos recordaron la advertencia de Charles De Gaulle.

Cuando los soviéticos se expandían por Afganistán, la región del “Gran Juego”, los estadounidenses se valieron de sus aliados saudíes y paquistaníes para apoyar militar y económicamente a los muyahidín, los que serían el germen del futuro terrorismo de sesgo islámico que los gobiernos de Estados Unidos utilizaron para reemplazar al “enemigo comunista” luego de la implosión de la Unión Soviética y con más razón tras la llegada de Vladimir Putin al gobierno de la Federación de Rusia.

Con respecto a los intereses hidrocarburíferos, los Estados Unidos se abocaron a boicotear los ductos que favorecieran a Rusia así como llevaron adelante la “guerra contra el terrorismo global” ocupando Afganistán, provocando la caída de Saddam Hussein en Iraq y luego, junto a otros socios europeos, procedió no sólo a establecer centros clandestinos de detención sino que también respaldó a los rebeldes sirios que dieron lugar a la creación del autodenominado Estado Islámico en su enfrentamiento con el gobierno de Siria.

En todas estas campañas, el Reino Unido fue su gran aliado, alineándose automáticamente a la política expansionista diseñada por Washington.

El fortalecimiento de Rusia y el desafiante crecimiento de China alejaron aún más a Estados Unidos de Europa, la que durante décadas acompañó la política estadounidense aun en contra de sus propios intereses al enfrentarse con Rusia, su proveedor energético natural.

La OTAN fue convertida más claramente en el brazo militar de las ambiciones estadounidenses, lo que encontró un freno ante la posición asumida por Francia y Alemania en vísperas del ataque a Iraq.

Este distanciamiento se incrementó y el “Caballo de Troya” debía dejar la Unión Europea para, con mayor libertad, poder acompañar a los Estados Unidos. Asimismo, se liberó de los controles financieros del bloque europeo, lo que no es un hecho poco importante para Londres, la “city” que controla la mayoría de los paraísos fiscales a lo largo y a lo ancho del mundo.

El Brexit parecería haber devuelto la conciencia y la identidad a Europa, la que ahora propone crear su propio sistema de defensa independiente de los lineamientos dictados desde Washington. Con respecto a la Inteligencia, la convocatoria del presidente francés para crear el colegio europeo, contó con la participación de dos miembros no comunitarios: Noruega y el Reino Unido.

A pesar de estas decisiones, la pregunta aún queda sin responder: ¿Serán capaces los europeos de crear su propia alianza militar al margen de la OTAN? Solo el tiempo podrá responderla.

Para finalizar, es pertinente recordar que en 1982, en oportunidad de su visita a Santiago de Compostela, el papa Juan Pablo II se refirió a la consolidación de la Europa unida expresando una frase que repetiría en otra visita a España en 2006: “Europa, vuelve a encontrarte, sé tú misma, aviva tus raíces”.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Citas bibliográficas y notas

[1] Norman Davies. Europa en guerra. 1939-1945. ¿Quién ganó realmente la segunda guerra mundial? Buenos Aires: Planeta, 2008, p. 209.

[2] Michael Bloc. Ribbentrop. Buenos Aires: Javier Vergara Editores, 1994, p. 255.

[3] Ibíd., p. 210.

[4] Robert A. Theobald. El secreto final de Pearl Harbor (La contribución de Washington al ataque japonés). Buenos Aires: Círculo Militar (Biblioteca del Oficial), julio de 1954, p. 59.

[5] Ídem.

[6] Mitsuo Fushida. “Yo conduje el ataque sobre Pearl Harbor”. En: Robert A. Theobald. Op. cit., p. 306.

[7] Ídem.

[8] Ibíd., p. 307.

[9] Ídem.

[10] Robert A. Theobald. Op. cit., 202 p.

[11] Ibíd., p. 15.

[12] Alejandro Salamanca Rodríguez. “Arabia Saudí V: petróleo con sabor americano (1938-1953)”. Desvelando Oriente, 07/12/2016, <https://desvelandooriente.com/2016/12/07/arabia-saudi-5/>, [consulta: 20/10/2020].

[13] Ídem.

[14] Los demás países miembros son: España (1982); Hungría, Polonia y la República Checa (1999), que fueron los primeros países ex comunistas en entrar en la OTAN. Poco después, en la Cumbre de Praga, en 2002, denominada “cumbre de la transformación”, la OTAN invitó a siete países (Rumania, Bulgaria, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, Letonia y Lituania) a adherirse, y en marzo de 2004, los siete ingresaron en la Alianza. En 2009 fue el turno de Albania y Croacia y, finalmente, el último Estado en convertirse en Aliado hasta la fecha ha sido Montenegro, en 2017. La OTAN mantiene una política de puertas abiertas “a cualquier otro Estado europeo que esté en condiciones de favorecer el desarrollo de los principios del presente Tratado y de contribuir a la seguridad de la región del Atlántico Norte” (artículo 10 del Tratado de Washington)”. Fuente: Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación (España).

[15] Hans-Peter Martin y Harald Schumann. La trampa de la globalización. El ataque contra la democracia y el bienestar. Madrid: Taurus, 1998, p. 270-271.

[16] “La Historia de la Unión Europea – 1963”. Sitio web de la Unión Europea, <https://europa.eu/european-union/about-eu/history/1960-1969/1963_es>.

[17] Gilles Kepel. La yihad. Expansión y declive del islamismo. Barcelona: Península, 2001, p. 207.

[18] Ídem.

[19] Los deobandis son uno de los grupos de los musulmanes. Está íntimamente relacionado con la Universidad de Deoband, en India (Dar al-‘Ulum, “Casa del Conocimiento”. En sus orígenes en la India ya expresaba un fuerte rechazo contra el avance de Occidente y su civilización materialista laica en el subcontinente indio. Sus objetivos eran preservar las enseñanzas del Islam, su fuerza y sus rituales, resistir a las destructivas actividades misioneras del invasor británico y su cultura y difundir el Islam y su cultura.

[20] Ahmed Rashid. Los talibán. El Islam, el petróleo y el nuevo “Gran Juego” en Asia Central. Barcelona: Península, 2001, 375 p.

[21] Hans-Peter Martin y Harald Schumann. Op. cit., p. 270-271.

[22] Daniel Añorve Añorve. “El juego geopolítico de la Rusia postsoviética: su comprensión a través de cinco círculos”. Revista Mexicana de Política Exterior, nº 115, enero-abril de 2019, p. 45-67.

[23] José Luis Pontijas Calderón, “Entender el juego geopolítico europeo (I)”. Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), 16/10/2019, <http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2019/DIEEEA29_2019JOSPON_EEUU.pdf>.

[24] José Luis Pontijas Calderón, “Entender el juego geopolítico europeo (II)”. Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), 30/10/2019, <http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2019/DIEEEA30_2019JOSPON_Europa.pdf>.

[25] Ídem.

[26] Ídem.

[27] La creación del Eurocuerpo se originó a partir del Tratado del Elíseo firmado entre el Presidente francés Charles de Gaulle y el Canciller alemán Konrad Adenauer el 22 de enero de 1963. Su objetivo era intensificar la cooperación franco-alemana en materia de defensa. En 1987 el presidente François Mitterand y el canciller Helmut Kohl anunciaron la puesta en marcha del Consejo de Seguridad y Defensa franco-alemán que iba a permitir la creación de la Brigada franco-alemana en 1989, la que entró en operatividad en 1991. El 14 de octubre del mismo año, ambos Jefes de Estado enviaron una carta conjunta al Presidente del Consejo Europeo en la que le informaban su decisión de intensificar aún más su cooperación militar, sentando así las bases de un Cuerpo de Ejército en el cual podrán participar también otros Estados miembros de la Unión Europea Occidental (UEO). El 22 de mayo de 1992, durante la Cumbre de La Rochelle, Mitterand y Kohl crearon oficialmente el Eurocuerpo con la adopción del informe común de los ministros de Defensa francés y alemán. El 1º de julio de 1992, un Estado Mayor provisional se estableció en Estrasburgo para crear las bases del Cuartel General del Eurocuerpo.

[28] Bernardo de Miguel. “Merkel secunda la propuesta francesa de crear un Ejército europeo”. El País, 13/11/2018, <https://elpais.com/internacional/2018/11/13/actualidad/1542120243_022296.html>, [consulta: 14/11/2018].

[29] “Trump, la OTAN y la UE: amor y desamor en 2018”. Euronews, 26/12/2018, <https://es.euronews.com/2018/12/26/trump-la-otan-y-la-ue-amor-y-desamor-en-2018>, [consulta: 27/12/2018].

[30] “Emmanuel Macron warns Europe: NATO is becoming brain-dead”. The Economist, 07/11/2019, <https://www.economist.com/europe/2019/11/07/emmanuel-macron-warns-europe-nato-is-becoming-brain-dead>, [consulta: 27/12/2018].

[31] Miguel González, Marc Bassets. “Macron reúne en París a los jefes de los servicios de espionaje europeos”. El País, 04/03/2019, <https://elpais.com/internacional/2019/03/04/actualidad/1551726724_825535.html>, [consulta: 06/03/2019].

[32] Christopher Nehring. “Colegio de Inteligencia en Europa: nueva plataforma conecta al servicio europeo de inteligencia”. Deutsche Welle, 08/04/2020, <https://www.dw.com/es/colegio-de-inteligencia-en-europa-nueva-plataforma-conecta-al-servicio-europeo-de-inteligencia/a-53068415>, [consulta: 08/04/2020].

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