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GUYANA: SER COMO NORUEGA O TIPO VENEZUELA Y MÉXICO

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de David Peterson en Pixabay

Junto con Guyana, también asoman en este 2020 como nuevas potencias petrolíferas Surinam y Mozambique. En esta nota únicamente nos referiremos a la primera nación, pero por analogía lo escrito puede ser válido para las otras dos.

Guyana es un país de habla inglesa ubicado en la costa Norte de América del Sur. Limita además con Brasil, Venezuela y Surinam. Tiene un área de 215.000 km2 con 800.000 habitantes; se independizó de Gran Bretaña en 1966. Se dice que el término “Guyana” proviene de una lengua amerindia y significa “tierra de muchas aguas”.

La multinacional ExxonMobil descubrió petróleo en Guyana el año pasado y poco tiempo atrás, anunció que las reservas estimadas superan ya los 5.000 millones de barriles. Guyana podría duplicar o triplicar su PIB en 10 años. Según informan diversos medios, cuando comience la explotación intensiva del oro negro, el país caribeño podría situarse entre los 10 mayores productores de crudo del mundo en términos per cápita. Claro que los tiempos han cambiado, ahora el petróleo es visto con desconfianza pues el mundo tiende hacia las energías alternativas, pero aun así y bajo un contexto diferente, la nueva riqueza implicará un cambio cualitativo sustancial para Guyana aunque los precios del combustible fósil sigan bajando. Guste o no, ese recurso seguirá siendo codiciado y comercializado durante varias décadas más.

Algunos entendidos no creen que Guyana con su escasa población sea capaz de gestionar racionalmente la lluvia de petrodólares que tendrá en esta década y próxima. El Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula que la economía guyanesa podría crecer un 86% en 2020, 14 veces más que China.

Pero como nos recuerda la revista Estudios de Política Exterior: “Venezuela es una advertencia de que a veces tener demasiado dinero es peor que no haberlo tenido. El petróleo ha deformado la propia psicología de los venezolanos, quienes creen tener un derecho natural a la gasolina gratis y a una mínima presión fiscal”. Y esto se ha dado en regímenes anteriores, como también en las dictaduras de Chávez y Maduro. Por otro lado, en su época México también tuvo su “boom” petrolero y no lo supo aprovechar. Ambas naciones viven de crisis en crisis, la una con pésimos gobiernos populistas tiránicos y la otra sigue archi dependiente de su gigantesco vecino (EEUU) con millones de mexicanos que cruzan anualmente la frontera buscando trabajo y mejores niveles de vida en el país del norte.

Y mientras esto ocurre, la situación en Noruega es totalmente diferente. El país escandinavo también llegó tarde al reparto petrolero, pero supo administrar el hallazgo de su nueva riqueza en marcos de prudencia y sabiduría. Hoy el régimen democrático de Oslo se jacta de administrar uno de los estados de mayor bienestar y desarrollo en el mundo, donde cada habitante está socialmente protegido desde la cuna hasta la tumba. Asimismo, los excedentes de la riqueza hidrocarburífera son continuamente reinvertidos en lugar de gastarlos imprudentemente. Se planifica el futuro para seguir viviendo bien una vez se acabe el petróleo.

Sí, ojalá la pequeña Guyana se porte como Noruega y no siga los malos ejemplos de México y Venezuela, a quienes de poco y nada les ha servido el auge petrolero, ya que siguen sufriendo los estigmas del atraso y de la desigualdad por haber sido ambos incompetentes a la hora de administrar sus ingentes recursos naturales.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de Diario Nuevo Sur, Bolivia, https://eldeber.com.bo/166801_guyana-ser-como-noruega-o-tipo-venezuela-y-mexico

AMÉRICA CAUTIVA. LA APREMIANTE NECESIDAD DE CONSTRUIR UNA IDENTIDAD Y UN MODELO DE DESARROLLO PROPIO.

Marcelo Javier de los Reyes*

 Guillermo Emilio Magrassi

El origen de “América Latina”

El sociólogo y antropólogo argentino Guillermo Emilio Magrassi (1936-1989), conducía a mediados de la década de los 80 el programa de televisión “La aventura del hombre”, uno de los mejores programas de esa época. En la introducción de los documentales siempre hacía un valioso aporte intelectual, sobre todo para quienes cursábamos por entonces carreras humanísticas. En aquella época no había Internet ni cable y la televisión se limitaba a prácticamente cinco canales, por lo que estos comentarios previos eran sumamente enriquecedores.

Uno de ellos lo dedicó a exponer el origen de por qué nosotros somos “latinoamericanos” y no “americanos”.

Los orígenes de nuestra denominación se remontan a la colonización y a la puja que existía entre las potencias europeas, a la que luego se sumaron los Estados Unidos, ambicionando conformar una América “sin europeos”, como lo expresara la doctrina Monroe (1823).

Michel Chevalier (1806-1879), escritor y economista francés, fue quien acuñó el término “latina” para referirse a la parte hispana y portuguesa del continente americano y lo hizo en la recopilación de sus cartas titulada Lettres sur l’Amérique du Nord (1837), escritas durante su estadía en los Estados Unidos. A su criterio Francia, la nación latina más importante, estaba llamada a erigirse como la regente sobre los pueblos de América del Sur, esos pueblos hispanoamericanos que veía con desdén.

Michel Chevalier. “Lettres sur L’Amérique du Nord”. Editorial: Charles Gosselin et Cie, Paris, 1837.

El filósofo e historiador argentino Arturo Andrés Roig (1922-2012), en su libro Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano[1] se explayó sobre los nombres que, sucesivamente, fueron dados al continente:

En los siglos XVI Y XVII se hablaba de las Américas que integraban el Imperio español y el portugués, denominándolas “Indias Occidentales”, “Nuevo Mundo”, “Nuevo Orbe”, etc. En el siglo XVIII se generalizó el ya por entonces antiguo término “América”, y en relación con él aparecieron los de “América Española” y “América Portuguesa”. Más tarde, en el siglo XIX, pasada su primera mitad, se hablará de “América Latina”. A comienzo del siglo XX, y sin que dejaran de usarse a veces y en particular los nombres que se imponen desde la segunda mitad del siglo XVIII, se hablará de “Hispanoamérica”, “Iberoamérica”, “Indoamérica”, “Euroamérica”, “Eurindia”, etc.

Arturo Andrés Roig (1922-2012)

Asimismo, Roig se explayó sobre el origen francés de “América Latina” y al sentido que le dieron dos intelectuales americanos: el chileno Francisco Bilbao (1823-1865) y el colombiano José María Torres Caicedo (1830-1889). Ambos lo hicieron en 1856, Francisco Bilbao en una conferencia dictada en París el 24 de junio y José María Torres Caicedo en un poema titulado Las dos Américas, también en París el 2 de septiembre[2]. Francisco Bilbao le dio al término una impronta anticolonialista, antiimperialista. Por su parte Torres Caicedo marcó las diferencias entre el norte y el sur. Así comienza el poema de Torres Caicedo:

Rica, potente, activa y venturosa

Se levanta de América en el Norte

Una nación sin reyes y sin corte,

De sí señora —esclava de la ley;

Débil ayer, escasa de habitantes,

Al ver que Albión su libertad robaba,

¡Atrás, gritó: la servidumbre acaba,

Porque hoy un Pueblo se proclama rey!

En su poema habla del odio del “yankee” a la raza española y sus ambiciones sobre el resto de América. Ya mencionaba que la “Unión” era imposible y que el sur y el norte tendían a separarse. Torres Caicedo, además de señalar la diferencia entre las partes, mencionó en su poesía a “América Central”, a “América del Sur” y a “la raza de América Latina” que al frente tiene la raza sajona.

Luego, el término “América Latina” fue utilizado en 1861 por el francés Lazare Maurice Tisserand (1822-1893) y fue coincidente con la invasión de Napoleón III a México, es decir que tuvo su origen en las ambiciones imperialistas de Francia en América —en el marco de la reestructuración de su “gloria imperial” emprendida por el sobrino del primer Napoleón— e intentó identificar a los países colonizados por los españoles, los portugueses y los franceses dentro de un mismo bloque. Esta utilización del término se enmarcaba en una “ideología panlatinista”, acuñada por los franceses y bien acogida por varios escritores hispanoamericanos[3]. Por esos años Francia deseaba imponer su autoridad ante Rusia, el Reino Unido y una Alemania que estaba forjando su identidad.

La intervención francesa en México. Secretaría de la Defensa Nacional, Gobierno de México,<https://www.gob.mx/sedena/documentos/la-intervencion-francesa>

Esa identificación geográfica y cultural aún continúa. En la actualidad se conoce a “América” sólo como a los Estados Unidos y a los países que fueron otrora colonias españolas, portuguesas y francesas como “América Latina” —que en realidad constituyen geográfica y demográficamente la mayor parte de América—, deformando la concepción histórica americana. ¿Por qué no se habla de una América —en referencia a los países iberoamericanos— y de una “Angloamérica”? Digo Angloamérica porque tampoco es correcto llamarla como “anglosajona” —otra confusión terminológica creada adrede— ya que según el diccionario de la Real Academia Española los sajones son los habitantes de Sajonia, Alemania. Claro que una parte de ese pueblo germánico que habitaba antiguamente en la desembocadura del Elba, se estableció en las islas británicas en el siglo V, pero eso no lleva a que al conjunto de pueblos de esas islas se los considere sajones. Los celtas, por ejemplo, no lo eran ni lo son actualmente.

Evidentemente esta cuestión de considerar a los estadounidenses —no “norteamericanos”— como “americanos” tiene una intencionalidad que también ancló en el expansionismo de los Estados Unidos que se remonta a las primeras décadas del siglo XIX.

A propósito de esta clasificación, cabe aclarar que fueron los españoles quienes llegaron primero a estas tierras y descubrieron un nuevo continente. También fue la difusión de los mapas del nuevo continente realizados por el navegante florentino Amerigo Vespucci (1454-1512) —quien se persuadió de que no se trataba de las Indias sino de otras tierras—. De ahí que a estas tierras se las denominara posteriormente “América”.

El primer mapa que hace referencia directa a América en su nomenclatura es la Universalis Cosmographia Secundum Ptholomei Traditionem e Et Americi Vespucci, carta geográfica realizada por Martín Waldseemüller y publicada en 1507.

A los españoles les siguieron, bien pronto, otros “latinos”: los portugueses. España y Portugal eran las grandes potencias de la época.

Del mismo modo me parece interesante mencionar que no fueron los británicos o los franceses los primeros en llegar a la “Angloameríca” o “Francoamérica”, es decir la región norte del continente, sino un militar español quien —según una versión carente de datos históricos— buscaba la fuente del rejuvenecimiento. Juan Ponce de León (1460-1521), siguiendo las indicaciones de los aborígenes para encontrar esa fuente de aguas que rejuvenecían, desembarcó en Pascua de 1513 en un territorio que denominó La Florida y, con anterioridad, había descubierto Puerto Rico. En 1521 retornó a La Florida para fundar una colonia como gobernador.

Las instituciones regionales, una muestra de la subordinación

Los verdaderos americanos, como hemos asumido conscientemente nuestra subordinación al imperio que sea, hemos creado una serie de instituciones en las que dejamos en claro que son “latinoamericanas” y no “americanas” como, por ejemplo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina (COPPAL) y el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA).

Cuando se creó una nueva institución que intentaría quitarle protagonismo y poder a la Organización de Estados Americanos (OEA), hegemonizada por Estados Unidos, nuevamente se utilizó una denominación que pondría en evidencia esa subordinación y que, de hecho, limitaría su ampliación a otros países del continente. De este modo, como resultado de las Declaraciones de Cusco (8 de diciembre de 2004), de Brasilia (30 de septiembre de 2005) y Cochabamba (9 de diciembre de 2006) y en ocasión de la firma del Tratado Constitutivo en Brasilia, en mayo de 2008, se estableció la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), del cual participaron Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.

En el preámbulo de ese Tratado Constitutivo manifestaron “su determinación de construir una identidad y ciudadanía suramericanas y desarrollar un espacio regional integrado en lo político, económico, social, cultural, ambiental, energético y de infraestructura, para contribuir al fortalecimiento de la unidad de América Latina y el Caribe”. La integración, la unión, el desarrollo sostenible, el bienestar de los pueblos y la resolución de los problemas regionales (pobreza, exclusión y desigualdad social), la integración energética, la integración industrial y productiva, el intercambio de información y de experiencias en materia de defensa, formaron parte de los objetivos constitutivos de la UNASUR[4].

Su creación se debió a que varios gobiernos de la región —los de Néstor Kirchner en Argentina, Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador— se enrolaban ideológicamente en lo que se ha dado en llamar “progresismo”, vinculado a las tendencias desarrollistas, es decir que procuraba el desarrollo y el progreso de la sociedad en todos los ámbitos, particularmente en el político-social. De alguna manera, el progresismo es afín a la ideología de izquierda.

Desde entonces el mapa ideológico de la región ha sufrido grandes cambios en el sur de América y varios países han dado un giro hacia el centro y la derecha —o dicho de otro modo, hacia gobiernos más “liberales”—, como Ecuador con Lenin Moreno, Brasil con Jair Bolsonaro, Argentina con Mauricio Macri y, a fines de noviembre de 2019, Uruguay con el triunfo electoral de Luis Lacalle Pou. Sin embargo, en 2019, una serie de convulsiones que conmocionaron a Ecuador, Chile —considerado el “país modelo” de la región— y Bolivia, país donde los levantamientos de los sectores opositores derivaron en la renuncia y en el exilio de Evo Morales y en el nombramiento de Jeanine Añez como presidente.

Como consecuencia de estos cambios de gobierno, varios países de la región se retiraron de la UNASUR. Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Paraguay tomaron esa decisión.

El 12 de abril de 2019, la Argentina “denunció el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), a través de una comunicación dirigida a la República del Ecuador en su calidad de depositario y una nota detallada al Presidente Pro Tempore de este organismo regional, el Canciller del Estado Plurinacional de Bolivia”[5]. El comunicado de la Cancillería Argentina agrega:

Esta decisión fue tomada en el marco de la crisis que aqueja a ese Organismo, manifestada en la acefalía de la Secretaría General por más de dos años, así como una agenda con alto contenido ideológico y muy alejada de sus objetivos iniciales y el desorden administrativo que prevaleció en la organización los últimos tiempos. Este diagnóstico sobre la situación de la UNASUR es compartido por varios países de la región, algunos de los cuales, tal el caso de Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú, también tomaron la decisión de retirarse de la Unión.

Al comunicar su decisión a la Presidencia Pro Tempore, la Argentina ratificó su vocación y voluntad integracionista así como su disposición a explorar alternativas de integración regional más eficientes y con resultados tangibles para nuestras sociedades.

Al retirarse Ecuador, se consideraba que la sede del organismo se trasladaría a Bolivia pero la renuncia de Evo Morales abre dudas sobre el futuro del organismo. El 15 de noviembre de 2019, la canciller interina de Bolivia, Karen Longaric, confirmó que su gobierno decidió la salida del país de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y que analiza también el retiro de la UNASUR[6].

Como resultado de ello, solo Guyana, Surinam, Uruguay y Venezuela permanecerían actualmente como miembros de la UNASUR, es decir cuatro de los doce países firmantes.

En este contexto de cambios, mientras que Uruguay gira hacia la centroderecha con Luis Lacalle Pou, poniendo fin a 15 años de gobiernos del izquierdista Frente Amplio, Argentina retoma el camino del progresismo con Alberto Fernández, tras cuatro años de gobierno de Mauricio Macri, quien dejó a su país en una crisis económica y moral.

El canciller argentino, Felipe Solá, ha manifestado la intención de que la Argentina regrese a la UNASUR y afirmó que la decisión de no invitar al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, a la asunción de Alberto Fernández a la presidencia fue “una medida estratégica” para avanzar con el objetivo de “recrear” la UNASUR junto a países que son críticos del gobierno venezolano. Agregó que se encuentran dialogando con seis o siete países para “entablar conversaciones positivas” en ese sentido[7].

El potencial de la región

En 2013 expertos de la UNASUR propusieron realizar un inventario de las riquezas naturales de la región, así como la creación de un instituto de altos estudios sobre esta temática con el fin de diseñar estrategias para su aprovechamiento[8]. En la actualidad, la región —de una extensión de 17 millones de kilómetros cuadrados— cuenta con una población superior a los 400 millones de habitantes, posee el 32% del agua dulce y una gran riqueza en términos de biodiversidad (ocho millones de kilómetros cuadrados de bosques, dos océanos). En América del Sur también se encuentra “el triángulo del litio” —conformado por Argentina, Bolivia y Chile— que, según datos de 2018 del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS), concentra alrededor del 67% de las reservas probadas de ese mineral y cerca de la mitad de la oferta global[9]. Otros informes consideran que ese porcentaje es aún mayor. Por su parte, Perú tendría uno de las mayores reservas de litio en Puno[10]. Este mineral es esencial para la fabricación de baterías de celulares, computadoras portátiles y autos eléctricos.

Venezuela es el país con mayores reservas mundiales de petróleo, 302.300 millones de barriles (1° de enero de 2018), conforme a información estadística obtenida de The World Factbook de la CIA (Central Intelligence Agency) de los Estados Unidos. En el listado de los países con las mayores reservas de petróleo del mundo se encuentra Brasil en el puesto número 14 (12.630 millones), Ecuador en el puesto 17 (8.273 millones) y Argentina en el 32 (2.162 millones).

Con respecto a las reservas mundiales de gas —según el The World Factbook—, Venezuela se encuentra en el 7° lugar de la lista. Sin embargo, el megayacimiento hidrocarburífero no convencional de Argentina, Vaca Muerta, sería la segunda reserva más grande de gas no convencional y la cuarta de petróleo no convencional[11].

Vaca Muerta es una formación sedimentaria depositada en un mar de edad jurásica, en la Cuenca Neuquina. Fue denominada así en 1931 por el doctor en Geología y Paleontología estadounidense Charles Edwin Weaver (1880-1958).

La región cuenta, además, con otros minerales como plata (42%), cobre (38%), estaño (33%), hierro (21%), níquel (14%) y otro recurso estratégico que se inserta en la guerra comercial entre Estados Unidos y China: las denominadas “tierras raras”, que no son ni “tierras” ni “raras” sino un grupo muy variado de elementos químicos y tampoco son tan escasos. Por el contrario, son bastante abundantes, como por ejemplo el cerio que es el elemento 25º en la tabla de abundancia en la corteza terrestre, parecido al cobre[12]. Se trata de un conjunto de 17 elementos químicos: escandio, itrio y los 15 elementos del grupo de los lantánidos (lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometeo, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio). Estos elementos son vitales en la industria de alta tecnología.

La mayor parte de esas reservas se encuentran fundamentalmente en China[13] y en el marco de la guerra comercial entre ambas potencias, China consideró limitar la exportación de estos minerales críticos[14]. En la región, Brasil es —aunque muy lejos de China— el país que cuenta con reservas de estas tierras raras y que, actualmente, se encuentra alineado a los Estados Unidos, por lo que puede ser considerado como un proveedor de esos elementos si China decidiera no suministrárselos en el caso que la tensión se incremente entre ambas potencias.

Entre los puntos que deben considerarse es que la región es una gran productora y exportadora de alimentos y que sus habitantes hablan dos lenguas mutuamente inteligibles.

A modo de conclusión

En función de lo expuesto, creo conveniente citar nuevamente a Guillermo Emilio Magrassi quien, acaso por haber fallecido joven, no logró sembrar en profundidad sus ideas ni en nuestro país ni en América. En 1985, cuatro años antes de su muerte, escribió:

El país, al igual que la nación, sigue fragmentado. Somos como un archipiélago de islas separadas, vertical y horizontalmente, social y culturalmente. No basta siquiera con que podamos llegar a reconocer nuestra plurietnicidad, ni que lleguemos a encontrar en nuestra realidad pluricultural un motivo más o menos fundamental para ser pluralistas. Somos dependientes, periféricos, sobre todo culturalmente y porque no nos conocemos.

Esta visión acerca de la Argentina bien puede ser extrapolada y llevada a América. Tal vez cuando se refirió a “la nación” también podría haberlo hecho a América ya que podemos preguntarnos si es diferente la situación respecto a los denominados países latinoamericanos. Se escucha a la dirigencia hablar de “modelos”, de “imperialismo”, de “igualdad”, de “progresismo”, de “inclusión”, de “transparencia”, del éxito en la reducción de la pobreza, se ha reescrito la historia, se han puesto nuevos próceres en los altares pero casi nada ha cambiado. Prácticamente en absoluto. América sigue cautiva en la periferia, sigue cautiva de sus propias indefiniciones.

Los americanos del sur recurrimos a discursos ampulosos, a la creación de instituciones que demuestran escasa operatividad y no vamos al meollo del problema que, precisamente, se dirime entre integración y desintegración. La realidad es que en nuestros discursos se utiliza mucho el término “integración” pero en el fondo no avanzamos en ese camino a través de verdaderas metas comunes, de grandes obras de infraestructura —como un ferrocarril que abarque la región y permita la extracción de la producción y las importaciones con bajo costo de transporte y menor contaminación— o la creación de grandes empresas que nos pongan en el centro del escenario internacional. No desarrollamos una industria común para la defensa y nuestros países siguen integrando el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), creado en 1947 —un año antes que la OEA— en función de los intereses de Estados Unidos, pero que quedó sepultado cuando Argentina quiso activarlo en 1982 durante el Conflicto del Atlántico Sur. No solo resulta inexplicable que la Argentina continúe formando parte de ese tratado sino que se haya intentado activarlo para “discutir la situación venezolana”, como un esfuerzo para que los países de la región tomen medidas contra países como Venezuela y Nicaragua, debido a que no se ha logrado un consenso en el seno de la OEA para presionar al gobierno de Maduro[15].

La dirigencia de la región tampoco ha encarado uno de nuestros mayores flagelos que es la corrupción, madre de buena parte de nuestros problemas económicos y sociales.

En líneas generales, carecemos de una dirigencia con un pensamiento geopolítico y estratégico. Carecemos de estadistas. En realidad, el mundo carece de estadistas como así también de filósofos o pensadores acordes a estos tiempos. A raíz de ello, nuestra América sigue sin definir su horizonte ni su identidad y, de esa manera, favorece los propósitos a los que se opone. La cuestión de la identidad es fundamental en el campo de las relaciones internacionales y un paso primordial para que la región encuentre su lugar en el mundo.

Debe reconocerse que, con todas sus falencias, se ha logrado una gran estabilidad en términos democráticos pero “democracia” no es una palabra mágica y nuestras sociedades esperan muchas respuestas y el pago de grandes “deudas internas”. Prueba de ello han sido las reacciones sociales de diverso signo en varios países de la región en 2019. Mientras tanto su dirigencia continúa aislada, distante y fragmentada de la masa poblacional y esquiva los grandes desafíos en pos de sus propios intereses.

Los países americanos se debaten entre dos polos, “progresismo” o “liberalismo”, ajenos a nuestros intereses y valores, sin lograr encontrar un modelo político propio, con objetivos propios y que respondan a los intereses de las naciones americanas como a los de sus respectivas poblaciones.

* Licenciado en Historia egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (1991). Doctor en Relaciones Internacionales, School of Social and Human Studies, Atlantic International University (AIU), Honolulu, Hawaii, Estados Unidos. Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Editor del Anuario del Centro de Estudios Internacionales para el Desarrollo (CEID). Autor de numerosos artículos publicados tanto en revistas académicas como en libros nacionales e internacionales y sitios web de Brasil, España, Polonia, Rusia y Corea. “Autor del libro Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires, Editorial Almaluz. 

** El presente artículo es una actualización y ampliación del artículo “América: el fracaso en la búsqueda de su identidad y de su unidad”, publicado por el CEID el 14/02/2011. Se aprecia que la tendencia a no definir una identidad y un modelo de desarrollo se ha agudizado.

Referencias

[1] Arturo Andrés Roig. Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. México: Fondo de Cultura Económica, 1981.

[2] Ídem.

[3] Ídem.

[4] “Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas”. Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, <https://www.cancilleria.gov.co/sites/default/files/tratado-constitutivo-unasur.pdf>, [consulta: 20/11/2019].

[5] “La Argentina se retira de la UNASUR”. Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto (República Argentina), Información para la Prensa N° 145/19, 12/04/2019, <https://www.cancilleria.gob.ar/es/actualidad/noticias/la-argentina-se-retira-de-la-unasur>.

[6] “Bolivia anuncia su retiro de la Alba y analiza su salida de Unasur”. EFE, 15/11/ 2019, <https://www.efe.com/efe/america/politica/bolivia-anuncia-su-retiro-de-la-alba-y-analiza-salida-unasur/20000035-4112073#>, [consulta: 16/11/2019].

[7] “El canciller Solá se refirió al regreso de la Unasur”. Jornada  (Argentina), 13/12/2019, <https://www.diariojornada.com.ar/261469/paismundo/el_canciller_sola_se_refirio_al_regreso_de_la_unasur/ >, [consulta: 14/12/2019].

[8] “Unasur plantea inventario para aprovechar la riqueza regional”. La Razón (La Paz, Bolivia), 30/05/2013, <http://www.la-razon.com/mundo/Unasur-inventario-aprovechar-riqueza-regional_0_1841815940.html>, [consulta: 10/10/2019].

[9] Andrés López, Martín Obaya, Paulo Pascuini, Adrián Ramos. “Litio en la Argentina. Oportunidades y desafíos para el desarrollo de la cadena de valor”. Ministerio de Educación, Ciencia, Cultura y Tecnología (Presidencia de la Nación), Banco Interamericano de Dearrollo (BID), 2019, 162 p., <https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/bid-litio-final.pdf>, [consulta: 20/11/2019].

[10] Litio: ¿Cuáles son los países con más reservas de este mineral? RPP Noticias (Perú), 18/07/2019,  <https://rpp.pe/economia/economia/litio-cuales-son-los-paises-con-mas-reservas-de-este-mineral-noticia-1137165>, [consulta: 01/08/2019].

[11] “Segunda reserva mundial: Vaca Muerta se llama la gran carta de crecimiento argentino”. BBVA, 16/12/2017, <https://www.bbva.com/es/segunda-reserva-mundial-vaca-muerta-llama-gran-carta-crecimiento-argentino/>, [consulta: 01/08/2019].

[12] Manuel Regueiro y González-Barros. “¿Qué son las tierras raras?”. Ilustre Colegio Oficial de Geólogos (España), 28/05/2019, <https://www.icog.es/TyT/index.php/2019/05/que-son-las-tierras-raras/>, [consulta: 11/06/2019].

[13] Ídem.

[14] Macarena Vidal Liy. “China afila sus armas en la guerra fría tecnológica que ha llegado para quedarse”. El País (España), 25/05/2019, <https://elpais.com/economia/2019/05/24/actualidad/1558721900_205236.html>, [consulta: 11/06/2019].

[15] Joel Gutiérrez. “El TIAR podría ser usado contra Venezuela ante falta de votos en la OEA, según diplomáticos”. VOA, 03/12/2019, <https://www.voanoticias.com/a/el-tiar-podria-ser-usado-contra-venezuela-ante-falta-de-votos-en-oea-segun-diplomaticos/5191566.html>, [consulta: 05/12/2019].

EL MAPA IDEOLÓGICO DE AMÉRICA LATINA

Editorial de El Deber* 

El mosaico político-ideológico latinoamericano —en esta época de convulsiones de diversa índole y origen— ha mutado varias veces y puede seguir cambiando aún.

Son nutridos los análisis al respecto, así que tampoco seremos muy originales, pero sí cabe afirmar que en líneas generales hubo un debilitamiento de las llamadas “líneas populistas”, al principio demagógicamente autoproclamadas “progresistas”, aunque con los años han caído en dramáticas regresiones. Los casos aún vigentes son los de Daniel Ortega en Nicaragua y Nicolás Maduro en Venezuela. Ambos son duramente criticados por la comunidad internacional, pero hasta el momento siguen manteniéndose, con el apoyo de aparatos represivos policiales y militares.

En materia de giros hacia corrientes no izquierdistas cabe citar en el reciente pasado los casos de Mauricio Macri en Argentina y de Jair Bolsonaro en Brasil. El primero acaba de concluir su mandato: entregó el bastón presidencial al peronista Alberto Fernández, retomando así la República Argentina el giro hacia la izquierda populista tras un solo periodo de centrismo moderado, afectado éste por una fuerte inflación y crisis sociales.

En la vecina orilla rioplatense (Uruguay) se acaba de dar otro giro: esta vez hacia el centro, luego de haber perdido su dominio de 14 años el izquierdista Frente Amplio. Anteriormente, Colombia, Perú y Ecuador ya habían girado hacia posiciones moderadas.

El caso más espectacular y controvertido ha sido el boliviano. Tras el escándalo de un indesmentible fraude electoral, el indignado pueblo boliviano salió espontáneamente a las calles y con un pacifismo verdaderamente admirable logró sacudirse tras 21 días de paro el yugo de casi 14 años de la tiranía pseudo constitucional de Evo Morales.

El presidente cocalero optó por renunciar y abandonar el país dejándolo librado a su propia suerte, no sin antes instigar a la violencia; ahora lo sigue haciendo desde el exterior.

Aun así, primó la institucionalidad, se prosiguió con lo señalado constitucionalmente en materia de prelación ante la acefalía presidencial y de ahí el Gobierno legal y legítimo que hoy preside Jeanine Añez. En ningún momento hubo golpe de Estado, pero algunos lo tildan de esa manera, por ignorancia o sesgo ideológico. La realidad nos señala más bien el feliz retorno de la institucionalidad democrática boliviana luego de casi tres lustros.

El mapa se completa con el giro de México. Desde enero 2019 impera allí la izquierda de López Obrador. El presidente mexicano trató de posicionarse como caudillo regional del “progresismo de izquierda” pero no ha logrado hacerlo. Y no solo contribuyó en contra de las ambiciones de “AMLO” el breve y controvertido exilio de Evo Morales.

La propia limitación azteca por su relación fronteriza con la superpotencia estadunidense, sumando las lógicas prioridades e inhibiciones de esa relación, han hecho que lo ambicionado por AMLO no prospere, no tiene la fuerza para ello.

Así llegamos al mapa actual, que cada lector puede diseñar y rediseñar a su antojo. Probables cambios se avizoran, ya veremos. El péndulo seguirá girando. Lo importante es que el pluralismo democrático persista y que las pocas dictaduras remanentes pronto sean apenas un triste recuerdo.

* Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, <https://www.eldeber.com.bo/159719_el-mapa-ideologico-de-america-latina >.