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EL NEOLOGISMO GINECOCIDIO A PUNTO DE APROBACIÓN EN LA RAE

Abraham Gómez R.*

Imagen: 809499 en Pixabay

Desde que tuve el atrevimiento, hace cinco años, de proponer ante nuestra Real Academia Española la resignificación para denotar un abominable fenómeno de patología social, la mencionada entidad de las letras me ha pedido, siempre y de muchas maneras, que densifique la justificación argumentativa de lo que sometí a su examinación y posible aprobación.

De entrada, expuse que hay una trampa léxico-semántica urdida en la construcción y en el significado del término femicidio (o feminicidio); con cualquiera de los dos que se emplee se ha pretendido atenuar y ocultar una terrible verdad, en preocupante incremento mundial: la muerte de las mujeres; sin que nos detengamos en los motivos que impulsaron la perpetración del hecho o los contextos donde ocurrieron.

En cualquier parte, matar a una mujer es ginecocidio.

En el escrito que consigné ante ese exigente Cuerpo Rector de nuestro idioma ―donde fue admitido y referido a su sala de observación― sostenemos que es un desacierto lingüístico expresar femicidio para hacer saber que se comete “homicidio” contra la mujer.

Esta escogencia terminológica (que además confunde) nos luce impropia.

Explico por qué. Porque, nos acostumbraron los medios (y ahora las redes) a generalizar ―en el mismo paquete― que un homicidio, indistintamente, se comete contra un hombre o una mujer. Eso no es verdad. Debemos saber especificar el caso concreto.

Así entonces, he hecho saber en mi moción que cuando se aniquila físicamente a una mujer —por las excusas o pretextos sean― no puede considerarse como homicidio, sino ginecocidio; del griego: Gyné, Gynaikos, Gineco que denota con exactitud: mujer; más el sufijo –cidio, cid, que se forma por apofonía de caedere: matar, cortar.

Como todos saben, la mencionada indagación lingüística, contentiva de mi sugerencia idiomática, la consigné en la instancia correspondiente de la RAE para que ―según ha ido aprobando los estudios que le han hecho― se reflexione, se cree y nazca en justicia una nueva palabra para llamar tal deleznable acaecimiento por su nombre. Sin falsos ocultamientos o disimulos.

Este trabajo de inmediato ―según nos han comunicado― entró en un proceso complejo y exhaustivo, para evaluarlo integralmente.

Debo manifestarles la inmensa alegría que sentí, en mi condición de proponente del citado neologismo, cuando a este nuevo término, como paso introductorio para su posible admisión, le abrieron un expediente (registro). Ha llevado una extraordinaria dinámica.

Procedieron nuestros honorables académicos, acto seguido, a nombrar  una comisión de lexicógrafos, para que iniciaran el trabajo de disección morfo-sintáctica; igualmente procedieron a examinar si cumplía con los requerimientos de válida construcción léxico-semántica; así además, su articulación fonética, la posible función fonológica que se le atribuye; su semiótica (significado preciso); la aplicación pragmática (uso práctico en una circunstancia determinada) o de cualquier otra consideración que ellos crean conveniente para el análisis.

Exhaustiva e interesante labor a la que ha sido sometido el vocablo ginecocidio, por parte de nuestra máxima autoridad de la lengua española en el mundo; precisamente porque tal rigor comporta una de sus concretas funciones, según lo contempla el artículo primero de sus Estatutos:

“[…tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor…”

Hemos entregado a tiempo, a la RAE, todos los elementos justificadores de Ginecocidio, como palabra que irrumpe y reclama, más temprano que tarde, su justo espacio en el olimpo del léxico de nuestro idioma.

Debo dejar dicho también que, a veces, se producen decepciones y críticas al Alma Mater de las Letras por incorporar al Diccionario de la Lengua española (DLE) palabras que no se usan o que nadie conoce, dejando atrás otras cuya notoriedad y merecimientos son evidentes.

Estoy consciente de todos esos riesgos; sin embargo, tengo la inmensa satisfacción que asumo, como tarea, un modesto aporte lingüístico para develar, con la mayor exactitud, los crímenes atroces que contra las mujeres se cometen y que la mayoría de las veces, algunos medios de comunicación, además en la RED o en conversaciones cotidianas, se pretenden disimular el ginecocidio.

Entendamos, en solidaridad humana, que cuando liquidan físicamente a una mujer, no están matando al género femenino; están matando a la mujer, al ser humano; no despachar con el empleo de   femicidio o feminicidio muerte por razones de género.

Tamaña abominación jamás puede ser calificada de otra manera. Hay que denunciarlo como lo que realmente se cometió: un ginecocidio.

A ese absurdo, de no querer decir las cosas por su nombre, nos oponemos.

Y como hay insistencias para presentar y maquillar públicamente la muerte de una mujer como un homicidio, sin más.

La RAE nos hace, a cada momento, la severa advertencia con respecto al vocablo propuesto.

No basta que el término ginecocidio se presente a consideración de los expertos y que el solicitante haga las suficientes justificaciones. Tan importante como lo anteriormente señalado, el neologismo debe tener plena acogida en todos los ámbitos comunicativos. Ellos denominan esta práctica, Frecuencia de Uso.

Así entonces, solicito la cooperación para que le demos Frecuencia de Uso en nuestros diarios y constantes actos de habla al vocablo que en estos momentos estudia la RAE.

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 

MUJERES ENTRE LA FILOSOFÍA Y EL PENSAMIENTO MASCULINO

Salam Al-Rabadi*

Imagen de Chen en Pixabay

Muchos de los logros que se han alcanzado a nivel de igualdad entre hombres y mujeres son vulnerables a retrocesos, ya que existen muchos desequilibrios que exacerban aún más el sufrimiento de las mujeres por el mero hecho de ser mujeres. Las mujeres de todo el mundo siguen enfrentándose a leyes y reglamentos que restringen e impiden sus oportunidades económicas, sociales y políticas.

Según informes globales, parece que hay muchos nuevos desafíos que enfrentan las mujeres en términos de su salud, seguridad y seguridad económica, ya que las mujeres solo disfrutan de las tres cuartas partes de los derechos legales otorgados a los hombres[1]. Ciertamente, al intentar evaluar este dilema y aproximarse a la realidad de los derechos de las mujeres, se debe plantear la siguiente problemática:

¿Existe algún defecto filosófico que impida a las mujeres trascender este sistema masculino?

Parece que la verdadera opresión masculina es lo que las sociedades y los campos filosóficos sufren de la visión de inferioridad de las mujeres. En consecuencia, si existe un deseo serio de alcanzar una verdadera igualdad entre mujeres y hombres, esto requiere una reconsideración de todo lo relacionado con la cultura de las sociedades, incluida la cultura de las propias mujeres[2], sin olvidar enfrentar algunos desafíos a nivel cultural, que requiere la búsqueda de una nueva aproximación en relación con el pensamiento filosófico y cultural de acuerdo con un punto de vista crítico, donde parece que la mujer ha sido colocada en el seno de un vórtice filosófico cerrado que mantiene las formas tradicionales de la femineidad[3].

En este contexto, es lógico decir que no se puede alcanzar la igualdad de género social sin la existencia de un trasfondo filosófico que trabaje para iluminar las mentes y liberarlas de las restricciones masculinas. Pero, ¿cómo se puede lograr esta liberación e iluminación si los propios valores filosóficos sufren de un problema prominente de género y machista, que está vinculado (desafortunadamente) con la inferioridad de las mujeres en el mundo de la filosofía?

Por ejemplo, los filósofos griegos más famosos (Aristóteles, Platón, Sócrates) tenían una visión de las mujeres, en general, que no iba más allá del hecho de que sólo eran aptas para la procreación, que no contaban con virtudes morales como los hombres, que no podían ejercer virtudes morales como los hombres. Las mujeres eran consideradas inferiores a los hombres en términos de razón y virtud. Y esta visión de las mujeres en el mundo de la filosofía antigua no difirió mucho con una serie de grandes filósofos modernos (Jean-Jacques Rousseau, Immanuel Kant, Friedrich Nietzsche). Según su visión, las mujeres no fueron creadas ni para la ciencia ni para la sabiduría, sino sólo para satisfacer los instintos de los hombres. También creían que la mente de una mujer no estaba a la altura de la mente de un hombre y no estaba hecha para pensar. Además, creían que las mujeres eran la fuente de todo mal y que conspiraban con todas las formas de decadencia contra los hombres[4].

En conclusión, parece claro que la continua tiranía de la filosofía masculina es un síntoma natural de la dominación de la cultura masculina sobre la humanidad en general, que continúa hasta el día de hoy, a pesar de las afirmaciones de igualdad. En consecuencia, si hay alguien que cree que estas consideraciones filosóficas, impregnadas de masculinidad y relacionadas con los derechos de las mujeres, se han quedado obsoletas por el tiempo a la luz de la propagación de la ideología feminista y el desarrollo de ideas relacionadas con la sexualidad (género), etcétera.

Pero aquí, el problema existente debe plantearse en torno a la cuestión de si la visión masculina de las mujeres realmente ha cambiado a nivel filosófico contemporáneo y si hay una necesidad urgente de pasar al sistema filosófico integral de la Ilustración.

Ciertamente, al tratar de responder a estas preguntas y evaluar este problema híbrido (si se supera el enfoque estadístico y cuantitativo, que hace hincapié en la oscuridad de la escena) para crear un cambio radical a nivel de los pilares vitales que garantizan los derechos de las mujeres, debemos preguntarnos sobre las razones y los antecedentes que han impedido a las mujeres crear una escuela filosófica integrada, o establecer una corriente intelectual que pueda influir en el campo filosófico.

Esta imposibilidad o incapacidad, inevitablemente nos llevará a plantear el dilema fundamental que se encuentra en la siguiente pregunta:

¿Existen mujeres filosofas[5]?

Aquí, juiciosa y definitivamente, chocaremos con la crueldad y el peso de la dialéctica relacionada con la importancia, el estatus y el papel de la mujer en el pensamiento y la filosofía.

 

* Doctor en Filosofía en Ciencia Política y en Relaciones Internacionales. Actualmente preparando una segunda tesis doctoral: The Future of Europe and the Challenges of Demography and Migration, Universidad de Santiago de Compostela, España.

 

Referencias

[1] Sin mencionar el aumento de la violencia contra las mujeres, además de la debilidad económica y la falta de independencia financiera (hasta cierto punto), incluidas las barreras a la preservación del empleo, las mujeres también se enfrentan a un aumento de los desafíos de violencia doméstica y salud y seguridad… etcétera. Ver informe: “Women, Business And The Law In 2021″, The World Bank, Washington, Ver: https://openknowledge. worldbank.org/bitstream/handle/10986/35094/ 97814648 16529.pdf

[2] Es extraño y reprobable que algunas mujeres acepten estas apariencias, con el pretexto de que están acostumbradas a estas prácticas. También es desafortunado que muchas de ellas no sepan nada sobre su mera explotación. Aquí pueden surgir muchos signos de interrogación acerca de si las mujeres tienen derecho (sobre la base de principios de derechos humanos) a aceptar la violación de su humanidad.

[3] En consecuencia, debemos tener cuidado y reflexionar sobre cómo utilizar términos como feminidad, identidad, honor, masculinidad… etcétera.

[4] Vale la pena mencionar aquí la importancia de no generalizar la visión masculina de las mujeres en el campo filosófico. Por ejemplo, el filósofo árabe Averroes (Ibn Rushd: 1126-1198) nos presentó una visión humana que no es menos importante que todas las propuestas contemporáneas relacionadas con los derechos de igualdad de género. Donde afirma que no hay diferencia entre una mujer y un hombre (excepto por la diferencia física), son un tipo donde la mujer y el hombre son de un tipo. Además, considera que no hay obstáculo para que una mujer llegue a la sentencia.

[5] Sistemáticamente si la influencia de la opinión pública irracional se pasa por alto, si las emociones se dejan de lado y si el escrutinio científico de la historia filosófica (antigua y contemporánea) se lleva a cabo de acuerdo con características y condiciones específicas, entonces no encontraremos ninguna filosofía de mujeres.

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LA MUJER NO ES LO QUE IMPORTA

F. Javier Blasco*

“La mujer, según ellos, ha perdido el mayor tesoro que posee en exclusiva y que nadie ni nada les puede arrebatar, la maternidad”.

 

El mundo celebró ayer el día de la “mujer trabajadora”; una fiesta con repercusión en la inmensa mayoría de los países, que se anuncia y vive a pleno bombo, platillo y con mucho jubilo porque se pretende poner en valor el titulo con el que se ha bautizado el día. Reconocer el valor de la mujer que trabaja, su pleno derecho a ello y la exclusión de los tabúes, exclusiones o imposiciones que ponen trabas a dichos ejercicios y reconocimientos.

No me he confundido al decir y resaltar que se celebra así en la mayoría de los países del mundo y con dicha finalidad; solo países retrógrados, los sometidos a las mal entendidas y férreas costumbres, presiones y limitaciones religiosas no lo celebran de este modo o en algún otro, ni admiten manifestaciones en apoyo a dichos movimientos; es más, hasta se les persigue y encarcela, pudiendo acarrear penas o consecuencias de mucha trascendencia e incluso, hasta la propia muerte. Hecho que, por cierto, tristemente no es criticado con la fuerza y energía que corresponde por ningún país u organización internacional; quienes se limitan a auto felicitarse y a mirar para otro lado frente a tales abusos, olvidos y aberraciones.

Pero España, siguiendo su famoso lema, de “ser diferentes”, la fiesta del 8 M se toma con otras perspectivas muy distintas. En tan sólo cuatro o cinco años hemos conseguido que dicha fiesta y manifestación de júbilo, que unió a muchas personas en nuestras calles —aun a riesgo de provocar la expansión de la pandemia del Covid, tal y como realmente sucedió— se haya convertido en una pugna, casi a muerte, por definir cada uno a su manera, que entienden por ser mujer, sus derechos y razón de ser.

El bochornoso espectáculo lleno de insultos y exclusiones según sea el color del partido político que se integrara o acercara a ellas, dado ayer en las calles de Madrid y otras capitales de España con manifestaciones paralelas y diferentes transcurriendo por nuestras calles, casi cogidas de la mano la una de la otra; impulsadas a su vez, por los dos partidos que forman la coalición de gobierno y otra “independiente” y contraria a las anteriores para exigir los verdaderos derechos y definiciones, con escandalosas y muy dispares cifras según fuera el que proporcionara los datos del conteo de asistentes, es algo que, como no, sólo se puede dar en España; país cainita y guerra civilista sin parangón en el mundo.

Nuestro gobierno —que para más inri se auto denomina progresista— en razón a sus políticas reales y efectivas, la legislación creada y aprobada o en vías de ello en el Parlamento, demuestra cada día que vergonzosamente, se ha olvidado de la mujer, su lucha reivindicativa real y de su verdadero valor, transformándola en un ser que se pasa el día exigiendo por ley la paridad en todos los puestos de importancia sin necesidad de demostrar su valía, formación y capacidad, incluso en las grandes empresas.

En algo o alguien que solo debe pensar y anhelar en satisfacer su sexualidad, de forma autocomplaciente con masturbaciones en lugar de recurrir al acto sexual normal y mundialmente reconocido entre un hombre y ella, una mujer.

En alguien que debe pensar en hacer el amor de forma libre y sin pensar en las consecuencias y derivaciones de sus actos, para lo que se facilita el aborto de forma libre, desproporcionada y anacrónica, rompiendo toda lógica y la importancia del valor del consejo y el permiso paterno; permiso, que, sin embargo, se exige para actos tan sencillos como es ir de excursión con el colegio en un viaje de estudios.

La mujer, según ellos, ha perdido el mayor tesoro que posee en exclusiva y que nadie ni nada les puede arrebatar, la maternidad. Lo más maravilloso que puede ocurrir en este mundo, convertirse en ese ser que nos acompaña, guía, aconseja y mima durante toda nuestra vida, hasta incluso en el último suspiro, en el que la mayor parte de los humanos exhalamos un íntimo recuerdo y palabra de consuelo en busca de su cobijo redentor.

Ya no se lucha por desterrar para siempre aquellas situaciones extrañas en las que las mujeres no obtenían jamás el reconocimiento de su labor en las labores de la casa, en el apoyo a su pareja en los trabajos de labores en el campo, las explotaciones mineras o en la construcción y el mantenimiento del hogar familiar.

Nadie se acuerda de aquellas mujeres que han trabajado durante años sin ser dadas de alta en la seguridad social, incluso cuando la empresa o el negocio estaba regentado por su propio cónyuge. Aún hoy día, seguimos escuchando noticias en las que se resalta el fallo de los tribunales reconociendo las compensaciones laborales por aquellos trabajos prestados fuera del hogar, sin compensación alguna ni tributación, para ayudarlas cuando se vean solas o a su jubilación por edad.

Tampoco tenemos en mente que, durante siglos y siglos, han sido las mujeres las que se hacían cargo de todas las tareas de la casa y las laborales para mantener sus hogares y la marcha del país mientras sus maridos se desplazaban durante varios años lejos de aquellos para guerrear, ni de que muchas de ellas, se vieron obligadas a continuar en esa tarea porque su pareja, como resultado de tales guerras, no volvió a casa jamás o lo hicieron lisiados e imposibilitados para trabajar.

La mujer, esa pieza imprescindible en el hogar familiar, no sólo por el papel que juega en las tareas cotidianas de la madre, ama de casa y la que con su esfuerzo laboral aporta su granito a la economía familiar, tampoco es bien ponderada ni reconocida en ese papel más que importante que supone el acomodarse al trabajo del marido en el caso de ser este el principal que sustenta el hogar conyugal; acomodación, que en muchos casos incluye el traslado durante años en otro lugar diferente —lejos de amigos y familiares— dentro o fuera de España.

No recordamos que las mujeres llevan muchos años, muchísimos, reivindicando sus derechos laborales y sociales, sin distinción de su raza, convicción religiosa ni ideario político. Que los éxitos o hitos importantes logrados en sus reivindicaciones y luchas se reparten entre izquierdas, derechas y neutros en partes muy equivalentes. Cosa que no explica y sorprende, que sea ahora la izquierda la que tome la bandera de la feminidad y excluya e incluso expulse, de forma burda y reiterativa. a todo aquel, que siendo políticamente de signo diferente, quiera unirse a una causa que debería ser totalmente transversal.

Dentro de los múltiples agradecimientos y reconocimientos que se le debe a la mujer, está el haber prestado durante muchos años el cuidado de sus progenitores o parientes políticos cuando les ha llegado la edad de precisar una atención más grande de lo habitual. Durante siglos han debido compaginar sus muchas tareas con dichos cuidados y mimos; cosas, que hoy por diversos motivos, empiezan a ser difíciles de encontrar, ni siquiera para aquellas que dieron muchos años al cuidado de los demás.

Puede que el mundo se sienta feliz por estas celebraciones y fastos; que muchas se sientan identificadas y agradecidas a los esfuerzos y sacrificios realizados por un puñado de mujeres solas o acompañadas por unos pocos hombres que las entendían y aplaudían a lo largo y ancho del mundo; principalmente, en Occidente; pero lo que no es de recibo, es ver en que hemos convertido este día de júbilo y fiesta sanamente reivindicativa, principalmente en aquellos países gobernados por retrógrados, patéticamente contrarios a la igualdad entre sexos o por gobiernos como el de España, que ha convertido la diferencia de sexos en una batalla por rascar votos y un afán de protagonismo por aquello del ¿Quién da más?

En dichos países, y en algunos más aunque no lo aparentan, la mujer no es lo que importa; sigue siendo una pieza más de mercadeo y subasta a la que muchas de ellas se prestan de forma muy poco reflexiva por no entender, que sus verdaderos sentimientos y capacidades quedan limitados o cercenados con falsas promesas y cánticos de sirena, y que son llevadas a manifestarse por los platós, mítines, las calles y plazas de forma poco ortodoxa, nada edificante y las conviertan en peleles, que metódicamente, abrazan actos, gestos y hechos en los que creen encontrar su felicidad, sin darse cuenta, que con ellos pierden su verdadera identidad.

Quisiera finalizar este pequeño trabajo de agradecimiento y reivindicación a la mujer con una mención muy especial a aquellas mujeres, como la mía, que habiendo dado todo durante su vida laboral, familiar, afectiva y de entrega a los demás, debido a problemas físicos o mentales se encuentran ahora lejos de su hogar, en manos profesionales y más especializadas, que les proporcionan una vida más sencilla, metódica y ordenada a la que son más que merecedoras, aunque por desgracia, no a todas ellas les llega para ello con las ayudas que los gobiernos dan en estos casos de extrema necesidad. Entiendo que, por esto, sí que habría que luchar.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.