¿APRESURANDO LA GEOPOLÍTICA EN EL INDICO-PACÍFICO?

Alberto Hutschenreuter*

Recientemente se volvió a tensar la política entre Estados en la placa geopolítica del Índico-Pacífico, una de las tres plazas globales selectivas donde la situación no es ni de guerra ni de paz (las otras dos zonas o cinturones de fragmentación son Europa del Este y el Mediterráneo oriental/Golfo Pérsico).

En dicha zona son habituales las querellas interestatales entre actores zonales y no zonales, siendo sin duda el ascenso de China una de las principales causas de “movimientos de placas geopolíticas” en la región; un enorme territorio donde existe una pluralidad de conflictos: desde cuestiones que provienen de la Segunda Guerra Mundial hasta pugnas bilaterales y multilaterales por territorios, pasando por situaciones latentes de guerra, etc. Se trata de la región del mundo con mayor diversidad de conflictos y con los más elevados gastos militares.

Por otra parte, es un escenario donde claramente se constata un segundo estado o “anillo” de anarquía internacional (el primero es la clásica ausencia de gobierno mundial), pues allí se encuentran rivalizando en peligrosa situación de “no guerra” actores (Thomas Hobbes diría “gladiadores”) sobre los que recae (nada más y nada menos) la responsabilidad de pensar la seguridad internacional desde un régimen o nueva configuración internacional.

La nueva crisis implicó, está vez, la decisión estadounidense de impulsar la mal denominada “nueva alianza” entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia (AUKUS), país este último que no siempre aparece en el grabado geopolítico mundial, pero que ya hace tiempo, preocupado por al ascenso del poder nacional (particularmente naval) de China, ha incrementado sensiblemente sus gastos de defensa.

No se trata de una nueva alianza pues hay que recordar que estos países más Nueva Zelanda y Canadá son parte del sistema de seguimiento de poder pan-óptico y pan-auditivo global conocido como “Los Cinco Ojos”, un sistema que nació en tiempos de Guerra Fría, luego, en tiempos geoeconómicos de la “primera globalización”, amplió su tecnología y fue utilizado para ganar mercados (incluso desplazando aliados), y que hoy ha sido reorientado para vigilar al principal rival de Estados Unidos, China.

Asimismo, también hay que recordar que hace años existe QUAD (Diálogo de Seguridad Cuadrilateral), un foro de seguridad que comprende a Estados Unidos, Reino Unido, India (que define así quién es su aliado) y Australia. Por tanto, ambos esquemas estratégicos, AUKUS y QUAD, son la versión adaptada al nuevo contexto interestatal del siglo XXI de lo que fue en tiempos de bipolaridad el ANZUS (Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos), una alianza político-militar que completaba (en el Pacífico sur) el arco de contención occidental al comunismo con base en la ex Unión Soviética.

Ahora bien, y en clave de hipótesis, ¿podríamos interpretar que la reciente iniciativa de Washington implica una aceleración geopolítica para retar a China en los mares, donde la capacidad de Estados Unidos es (hoy por hoy) superior a la de China?

Es posible que sea así, pues si el tiempo (un medio o recurso esencial para China) corre, Pekín incrementaría su “poder agregado”, esto es, todas las dimensiones de poder nacional, incluido, claro, el naval, y reduciría la distancia que hoy la separa militarmente de su oponente. Es cierto que la potencia asiática ha realizado importantes avances en sus capacidades, por caso, en aquellas denominadas “de negación de capacidades del enemigo”; pero difícilmente China lograría hoy imponerse a Estados Unidos en una querella militar en los mares.

En estrategia existe un “principio de equiparación de los medios”, es decir, la ventaja militar que logra un poder preeminente pronto es alcanzada por el rival. En tiempos de Guerra Fría, dicho principio casi siempre estaba del lado de Estados Unidos, pero pronto la URSS lo alcanzaba. Hoy es complejo calibrar cuán rápido puede Pekín lograr equiparar las ventajas militares estadounidenses. Consideremos, como dato, que China ha incrementado sus gastos militares a 250.000 millones de dólares en 2020; pero la inversión de Estados Unidos casi ha trepado a 800.000 millones (poco más del 3,3 por ciento del PBI, dato cualitativo para considerar), siendo destinada una parte significativa de este monto a “emprendimientos militares sofisticados”.

Por otra parte, desde su victoria en la Guerra Fría Estados Unidos ha llevado adelante varias guerras. Y si bien no ha logrado decisiones militares categóricas, lo que podría ser considerado como “derrotas”, continúa siendo el único país predominante en todas las dimensiones geopolíticas, es decir, es la única potencia con alcance mayor en tierra, mar, aire, espacio ulterior y red cibernética. Además, hasta hoy es el único poder que puede proyectar fuerzas a cualquier parte del mundo y combatir (incluso) en dos frentes simultáneamente.

Por su parte, hace décadas que no sabemos de “China en guerra” (la última confrontación importante fue con Vietnam, más allá de escaramuzas con India, su otro rival). Pero no saber de ello puede también ser relativo: China es un cultor de la estrategia de acción indirecta y del conflicto sin tiempo ni espacio, es decir, como planteaba Sun Tzu en “El arte de la guerra”, derrotar al rival evitando el enfrentamiento directo, una extendida y exitosa cultura de guerra en la región.

También es posible que sea así, pues China, sin descuidar sus intereses, podría “disminuir” la densidad geopolítica y las aprensiones que provoca su proyección “pos-patriótica” en el escenario del Pacífico asumiendo un papel incrementado en el Asia terrestre, es decir, dar más impulso a su iniciativa “Belt and Road” (BRI), donde no se encuentra Estados Unidos y en la que los socios europeos de Washington están cada vez más involucrados (hay que tener presente que el intercambio comercial UE-China es enorme).

De modo que este renacer del espíritu de poderío naval y nacional de Alfred T. Mahan por parte de Estados Unidos en la zona del Índico-Pacífico, bien podría estar asociado con desafiar hoy a China (de hecho, el régimen de Pekín se ha mostrado muy irritado por la iniciativa de alianza trilateral y el suministro de submarinos a propulsión nuclear a Australia) en la gran cubeta oceánica del Mar de la China y la zona de los estrechos, evitando que China (esta vez) logre ganancias de poder “alternado geopolíticas” y obteniendo tiempo, un recurso capital para proseguir un camino ya recorrido por Estados Unidos desde las últimas décadas del siglo XIX hasta las primeras del siglo XX, cuando marchó “de la riqueza al poder”, como muy bien lo analizó en su texto Fareed Zakaria.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia, entre los que se destacan “El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy”, “La gran perturbación. Política entre Estados en el siglo XXI” y “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”. Miembro de la SAEEG.

 

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