F. Javier Blasco Robledo*
Quien piense que las lecciones aprendidas sobre una crisis o conflicto de cualquier tipo, incluso los bélicos, deben redactarse y estudiarse una vez el fenómeno haya terminado, se equivoca de medio a medio.
Cualquier conflicto o crisis, ya desde sus prolegómenos y cuando empieza a brotar, se apoya en una serie de circunstancias, convicciones, puntos o principios que, aún sin saberlo, son el origen y la razón de ser de los mismos; puntos estos, que es mucho mejor, no dejarlos olvidados en el tintero.
Como premisa generalista, se puede afirmar que, en el caso del conflicto de Ucrania, como suele suceder en todos los conflictos, la verdad plena no está en ninguno de los bandos o actores que directa o indirectamente intervienen o influyen en ellos.
Es un conflicto lleno de informaciones sesgadas, interesadas o creadas para justificar las posiciones de todos los actores. Igualmente, sucede con el caso contrario, la desinformación o lo que es lo mismo, no contar toda la verdad, y solo aquella que interesa.
La Comunidad Internacional (CI) ha demostrado ser inútil o estar abatida e incluso rendida, según los casos, por factores diversos como cuestiones económicas de cierta relevancia; la impotencia o incapacidad real para entrar en un conflicto importante; la falta de liderazgo a nivel mundial y regional; los intereses espurios de muchas de las naciones en el tablero y sobre todo, por la obsolescencia e inoperatividad de los Organismos Internacionales que se suponen están dedicados a ejercer un determinado control y arbitrio sobre la seguridad y al control de los conflictos en el mundo.
La ONU ha mostrado su total inoperancia dado que, por definición y organización, tanto Rusia, como China mantienen su férrea capacidad de veto en el CSNU y, en este caso en concreto, ambos se apoyan mutuamente, aunque sea con la abstención, por guardar las formas y no morderse entre ellos.
Por su parte, la Asamblea General ha demostrado que por mucho que se reúna de urgencia y se consiga una abrumadora y convincente votación, sus declaraciones enérgicas y solemnes no valen de nada, como ninguno de sus muchos esfuerzos.
La OTAN, forzada por EEUU o por el temor generalizado de muchos de los Aliados, ha demostrado una debilidad increíble y se ha convertido en una fábrica de escusas de poca o nula convicción; primero, al negarse a combatir en territorio no OTAN y, en segundo lugar, por no montar una zona de exclusión aérea sobre Ucrania bajo su control y responsabilidad. Máxime, cuando ambas o alguna de estas cosas, se han producido en Afganistán, Iraq, los Balcanes y Libia, por ejemplo; pero da la casualidad, que en dichas ocasiones no era Rusia a quien se enfrentaban.
Para colmo de la ignominia y la desvergüenza de la Alianza, aparece la negativa —tras crear muchas y vanas esperanzas— a entregarles una serie de aviones polacos, viejos y poco resolutivos, a través de EEUU en bases sitas en Alemania. Operación, por cierto, adelantada y desbaratada, entre cosas, instituciones o personas, por unas desafortunadas y anticipadas declaraciones del Sr. Borrell.
La UE sigue mostrando su incapacidad en el ámbito de las relaciones exteriores y de la seguridad. Patética incapacidad, arrastrada desde su creación como un club político y económico y poco más. Una Unión, donde no existe una única voz; dos países luchan por su liderazgo con fines egocéntricos o nacionales y, que está atada de manos por ser excesivamente dependiente del gas ruso —tal y como se acaba de reconocer oficialmente— como mínimo hasta 2027.
Es la propia CI la que ha intervenido indirectamente en este conflicto, aun “aparentemente”, sin darse cuenta de que lo hacía de forma determinante, porque desde la caída del muro de Berlín y la desmembración de la URSS, no ha parado de fomentar un fuerte espíritu de revancha en Rusia, tras las múltiples y sucesivas humillaciones sobre los rusos y sus conmilitones.
Y también, lanzando sin parar, falsas expectativas en la población y dirigentes ucranios; expectativas, que hora parecen ser inviables, de mucho riesgo y políticamente incorrectas con respecto a su ingreso en la OTAN, en la UE o a que iban a contar con su entero e inagotable apoyo en caso de un “improbable” conflicto con Rusia.
Todo ello, ha fomentado la euforia nacional antes y durante los primeros días del conflicto, para, en menos de una semana, echarles un jarro de agua fría diciéndoles que no es posible, ni siquiera, su ingreso en la UE, aunque Zelenski lo pida de rodillas, como ya ha hecho en varias ocasiones, incluso el pasado día 12.
Y, por último, pero considero que es el punto más importante, en realidad, la CI les proporciona una paupérrima ayuda militar, con cuentagotas, insuficiente para alimentar este tipo de batallas defensivas y para colmo, todo lo que se les envía, se anuncia a bombo y platillo, de tal modo y manera, que ha acabo siendo el objetivo principal a batir por las tropas rusas.
La política de tierra quemada a la que se ha visto obligada la fuerza atacante tras el fracaso inicial por un desafortunado análisis de casi todos los factores de la decisión (misión, terreno, enemigo, medios propios y el ambiente reinante), se traduce en una gran o total destrucción urbana y económica que obligará a enormes pérdidas y grandísimos planes de reconstrucción y recuperación, que ya se empiezan a evaluar en muchos miles de billones reales de dólares.
Maniobra abrasiva y de desoladora destrucción, que a pesar del elevado espíritu nacional reinante entre la población ucrania, ya ha propiciado la salida de casi tres millones de refugiados, quienes si bien inicialmente, tal y como sucedió en Kosovo, querían permanecer próximos a sus fronteras y casas para volver pronto tras los combates, a la vista de que el conflicto se perpetua en el tiempo y de lo poco que va quedando en pie, se lanzarán a una generalizada diáspora por toda Europa, principalmente.
En este punto en concreto, los europeos ya tenemos sangrantes experiencias anteriores de lo que nos sucede con los refugiados y el fulminante cambio de actitud que sufrimos al pasar de un gran y desinteresado apoyo, calor y acogida inicial, al desapego y olvido total, una vez que el conflicto se haya apagado como el volcán de la Palma.
El uso y abuso de mercenarios como combatientes de élite en ambos bandos, no es una buena noticia, ya que estas bandas desorganizadas y sanguinarias, se alejan de todo control y racionalización de sus actos. Dejan posos infectados sobre el terreno de difícil erradicación y crean numerosas bandas, casi ejércitos, de señores de la guerra dispuestos a luchar ferozmente por las cenizas de la reconstrucción y sus aledaños sin política, arraigo ni convicción.
No deben despreciarse las noticias referentes a las armas químicas y biológicas sobre suelo ucranio, porque durante el esplendor de la URSS, Ucrania alojó gran cantidad, todo tipo de armas de destrucción masiva y, cuando el país se declaró independiente, Rusia recogió las nucleares para llevárselas a suelo ruso, pero las dos anteriores, quedaron allí en cantidades más que importantes.
Armas que fueron las Convenciones para el control y prohibición de estas, con apoyo económico y físico norteamericano, las que estuvieron a cargo del inventario, transporte, desbaratamiento y/o destrucción de las mismas; pero, sincera y personalmente, siempre he dudado que aquellas operaciones, tras muchos años y grandes sumas de dinero, finalmente se completaran al cien por ciento.
Peligro que también se traslada a los posibles y muy perniciosos efectos de la masiva guerra de misiles, la dura represión y la descontrolada desbandada del personal crítico y necesario para el funcionamiento y la seguridad de las centrales nucleares del país, y en especial, la de Chernóbil.
La guerra cibernética y la de la propaganda tienen una efectividad muy importante en estos conflictos tipo CNN, donde todo el mundo sigue minuto a minuto, con todo detalle y en directo, la evolución de la situación.
Cosa que también sucede con los llamados influencers, porque su falsa, casual o llamativa aparición en diversas escenas, como sucedió en el caso de la señora embarazada saliendo en camilla y sangrando, de un hospital maternal, presuntamente bombardeado por los rusos, que finalmente resultó ser una de aquellas.
Las consecuencias de conflictos de este tipo sobre la economía y el desarrollo local, regional y mundial son tremendas; principalmente, porque los países en liza están considerados como dos de los principales productores de elementos absolutamente necesarios para Europa y el mundo en muchos campos o facetas del abastecimiento.
Pero en ese aspecto, no se debe caer en la tentación, tal y como ya sucede, de meter en el mismo saco las vergüenzas arrastradas por la mala gestión previamente al conflicto. Ello, además de constituir una imperdonable bula para los países derrochadores o malos administradores, produce sensación de impunidad y de falsa tranquilidad, por aquello de que otros vendrán a arreglarnos gratis lo provocado por nuestros pésimos administradores.
En las próximas ediciones, que forzosamente habrá sobre este tema, y por no alargar innecesariamente el relato de hoy, dedicaré cierto esfuerzo y exclusividad a la enumeración y somero análisis de las lecciones aprendidas sobre la actuación militar de ambos bandos.
No obstante, sea cual sea la solución final de este conflicto, al que se ha llegado, sin ni siquiera mediar una declaración de guerra, se puede asegurar, sin peligro de cometer un gran error, que Putin ha instalado el miedo en el mundo en general y en Europa, principalmente en algunos de sus países cercanos como Suecia —que ya han sacado su bandera blanca— en particular, con lo que, con ello, está logrando algunos de sus primeros objetivos y alguno más que apunta ya.
A pesar de sus grandes errores estratégicos y tácticos, a enumerar en otros capítulos sobre el tema, se debe reconocer que geopolíticamente Putin tenía bien estudiado el ambiente general para acertar sobre el máximo momento de debilidad internacional para atacar con ciertas garantías de impunidad y qué tipo de objetivos finales se podía marcar.
* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.
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