EL ERROR DE PROHIBIR

Revista Tiempo GNA*

Desde el último medio siglo distintos políticos argentinos promulgaron leyes prohibiendo portación y hasta la tenencia de armas con el objetivo reducir la violencia y los homicidios. Sin embargo, esta política siempre consiguió un efecto contrario.

El gobierno se equivoca cuando promulga leyes de prohibición y de control de armas, porque el menos beneficiado es el ciudadano honesto que, en vez de defenderse inmediatamente ante la presencia de un asaltante, debería recurrir a un teléfono sin que el asaltante lo vea, marcar el 911 y esperar que lo atiendan: tiempo estimado 10 minutos. Finalmente, cuando la policía llega, tal vez él y algunos miembros de su familia ya hayan sido asesinados. Tiempo estimado de respuesta de un arma 2 segundos.

Obviamente es mejor que un policía en el teléfono.

Más del 90% de las intervenciones de la policía se dan cuando el crimen ya se ha cometido y llegan al lugar sólo para ver lo sucedido. Estar armados producirá algo que se busca hace largo tiempo: el cambio en el comportamiento de los criminales.

Error de concepto Una buena parte de los políticos cree que promulgando nuevas prohibiciones y limitaciones logrará resolver los problemas que aquejan a la población. Deberían saber que los asaltantes y criminales no compran armas, sólo las roban, incluso a la misma policía. Es un error creer que subirán las muertes por el hecho de que uno tenga un arma y se defienda en el caso de que lo ataquen. Bajo la prohibición de armas, el que quiere matar o entrar a robar a una casa, sabrá que tiene la ventaja que Ud. está desarmado, lo mismo al intentar robarte en la calle, motivo por el cual el delincuente jamás se verá amenazado y tendrá más incentivos para continuar asaltando o asesinando. Lo único que consiguen prohibiendo es que los traficantes de armas incrementen un negocio que por ahora es mínimo.

En 1920 en los Estados Unidos se promulgó la llamada “ley seca” que pretendía que la gente dejara de beber alcohol. Pero el consumo continuó de forma clandestina y bajo el control de feroces mafias. En vez de resolver problemas, la ley seca había llevado el crimen organizado a sus niveles más elevados de actividad como nunca antes había ocurrido en Estados Unidos. Finalmente, después de 13 años, el gobierno dedujo que había sido peor el remedio que la enfermedad y dio un giro. Pasaron casi 100 años de ese experimento y algunos no aprendieron.

Gobiernos totalitarios como los de Hitler, Stalin o el del mismo Fidel Castro, decretaron la prohibición de la tenencia de armas y el desarme de la población. En cambio, otros líderes mundiales, incluso de Sudamérica fueron fieles promotores de la portación de armas. 

El derecho a defenderse

Los políticos deben dejar de ver las armas como término negativo sinónimo de muerte, crímenes o heridos. Es momento de verlas como un derecho fundamental de la persona, a la autodefensa y a la propiedad. Es momento de convertirlas en sinónimo de defensa, seguridad y protección. Es necesario comprender que el problema no se encuentra en las armas sino en las personas peligrosas. Hoy, los gobiernos de algunas naciones no pueden defender a gran parte de los ciudadanos, y para peor dictan leyes para desarmar a aquellos que lo necesitan.

El derecho a la propia defensa es la costumbre más antigua que se conozca. No existe otra necesidad tan remota y vital que la defensa propia.

Artículo publicado por la Revista Tiempo GNA 79.