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OCCIDENTE QUIERE UNA SEGUNDA VICTORIA ANTE RUSIA

Alberto Hutschenreuter*

Se viven horas decisivas en la placa geopolítica de Europa del este. Como consecuencia de una crisis que prácticamente ha dejado a las partes sin estrategias de salida, el mundo se encuentra ad portas de un desenlace sin analogías, pues la posibilidad de un enfrentamiento militar entre la OTAN y Rusia proyecta una gran sombra en relación con el “modo” que adoptaría el mismo. Más allá de la (cierta) teoría existente, no contamos con ningún precedente de guerras entre poderes nucleares y convencionales supremos.

Pero todavía quedan los reflejos de la diplomacia y de la vieja cultura estratégica de Estados Unidos y Rusia, aunque con los demócratas en el poder y las ensoñaciones internacionales liberales que anidan en sus círculos de poder, es difícil apostar demasiado por aquello último. En un reciente artículo publicado en la página de la influyente Foreign Policy, “Liberal Illusions Caused the Ukraine Crisis”, el especialista Stephen Walt es categórico sobre la responsabilidad de dicha corriente en la crisis actual.

No hay ninguna duda sobre el fin de la Guerra Fría. Esa pugna casi secular acabó a principios de los años noventa con el mismo desplome de una de las partes, la URSS. Si bien tampoco hay dudas sobre las causas mayormente internas de la caída, la competencia internacional jugó un papel determinante en relación con el debilitamiento geoeconómico del imperio soviético.

Aunque la presión estratégica se inició con Carter, fue Reagan el que acabó doblegando al oponente: desde el principio de su presidencia, la URSS no se extendió más por ninguna parte del mundo, al tiempo que renunció a la marca de disciplinamiento de bloque que implicó la “Doctrina Brezhnev”. Se trató, esta última, de una decisión sin retorno.

Solo para el presidente Yeltsin y su joven equipo de economistas e internacionalistas “Estados Unidos y Rusia ganaron la Guerra Fría por haber derrotado al comunismo soviético”, como sostuvo la experta Hélène Carrère d’Encausse. Para Estados Unidos la victoria sobre la URSS fue tal que en los años siguientes trabajó no sólo para afianzar su predominancia solitaria, sino que desplegó iniciativas para que Rusia no volviera a desafiarla. Los medios para ello fueron sutiles e incluso, increíblemente, contaron con la confianza de la dirigencia Rusa.

Ahora: ¿por qué se consideró que una Rusia recuperada volvería a ser un problema? Ante todo, porque históricamente Rusia ha sido un poder autocrático, nacionalista, desafiante, imperialista y expansivo. En segundo lugar, porque una Rusia en ascenso podría implicar más relaciones con Europa, particularmente con Alemania, es decir, Rusia podría “perturbar” el vínculo atlántico-occidental. El especialista Rafael Poch de Feliu no pudo ser más preciso en relación con esto último: “[…] aunque el verdadero adversario de Washington está en Asia, la gran potencia imperial americana dejaría de serlo en cuanto dejase de dominar Europa”. En tercer lugar, una Rusia recuperada podría llevarla a soldar una verdadera asociación con China.

Luego hay respuestas más centradas en cuestiones generales y en determinadas especificidades que van más allá de “Rusia como problema”. Una es la propia esencia de las relaciones internacionales: relaciones de poder e influencia antes que relaciones de derecho. Otra causa es el “peso” de la singular pugna entre ambos poderes en el siglo XX, una rivalidad equivalente a la competencia entre Esparta y Atenas (cuyo desenlace fue una guerra de 30 años en el siglo V a.C. que acabó debilitando a ambas). Otra razón es geopolítica: Estados Unidos no puede permitir el surgimiento de un poder hegemónico en Eurasia. Por otra parte, Rusia en clave de reto supone la justificación para el despliegue de una política exterior. Por último, pudo haber pasado el tiempo, la contienda bipolar, etc., pero continúa existiendo en Estados Unidos una autopercepción de “territorio del bien”. Durante un siglo, dicha percepción nacional-religiosa excepcional se mantuvo “encapsulada”, hasta que en el siglo XX “salió” al mundo para conjurar los males que lo asolaban: guerras, retos diversos, potenciales rivales… Intentó hacerlo el presidente Wilson tras La Gran Guerra, pero predominó la vieja lógica de “no contaminarse con los males que se encontraban allende el territorio sagrado”.

Que el mundo en el siglo XXI tenga una base más multipolar y que no haya ya condiciones para el ejercicio de la hegemonía estadounidense no implica que esa autopercepción se haya modificado.

Para buena parte de Occidente, la Rusia actual es lo que se ha destacado. Por ello, quienes reivindican la extensión de la OTAN consideran que si no hubiera sido así, hoy Rusia mantendría una firme esfera de influencia (y presencia) en las ex repúblicas soviéticas y más allá también. Consideran que Rusia habría militarizado Europa del este con complejos misilísticos orientados hacia Europa occidental con el fin de presionarla. Asimismo, estiman que el cerco evitó que Rusia no desplegara ampliamente su poder naval en el Mediterráneo y el Báltico.

Es decir, desde la visión estadounidense, no hay otra forma de tratar con Rusia que no sea a través de la vigilancia, la advertencia y la fuerza. Es el mismo enfoque y recomendación que proveyó el diplomático George Kennan al gobierno estadounidense en 1945 sobre cómo tratar con los soviéticos. Pero aquella “nueva” visión fue más allá de Kennan (y a pesar de Kennan). Es decir, había que contener a Rusia en sus mismas fronteras, quebrantando su sentido de seguridad territorial y, a la vez, estimulando en su interior las fuerzas democráticas, es decir, las que menos se opongan a los intereses de Estados Unidos en Eurasia.

Es cierto que el competidor de Estados Unidos es China. Pero con este país la situación es de conflicto e interdependencia. Rusia, en cambio, es considerado un rival conocido, con diferentes tiempos que China, al que hay que doblegar. Así se supuso desde el mismo momento que terminó la Guerra Fría. Lo que sucede en relación con Ucrania es la fase final de un propósito estratégico que descartó cualquier posibilidad de nuevos equilibrios o gestión internacional multipolar.

El momento es pertinente, pues Rusia se encuentra en una situación relativamente frágil y, hasta cierto punto, la propaganda relativa con señalarla como “un problema” ha funcionado; aunque también es cierto que los planes casi grotescos de la OTAN permitieron que Putin mostrara otra parte del rostro del conflicto y lograra para Rusia ganancias relativas de poder, particularmente en el segmento blando del mismo.

Occidente quiere lograr una segunda victoria, ahora ante la continuadora (no la sucesora) de la URSS. Sabe que ello significará aumentar la debilidad y el aislamiento de Rusia, afectar el apoyo a Putin y estimular el posicionamiento de las fuerzas pro-occidentales. Pero el precio podría ser alto y hasta quedar fuera de lo que podemos llegar a imaginar.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Ha sido profesor en la UBA, en la Escuela Superior de Guerra Aérea y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Su último libro, publicado por Almaluz en 2021, se titula “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”.

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DJOKOVIC Y LOS INTERESES POLÍTICOS Y MINEROS DE AUSTRALIA. LO QUE NO REVELAN LAS CORPORACIONES DE MEDIOS.

Marcelo Javier de los Reyes*

Los medios y las redes sociales de todo el mundo se han hecho eco de la controversia que se ha generado a partir de la decisión del gobierno de Australia de no permitir el ingreso del tenista serbio Novak Djokovic para defender el título en el Abierto de Australia que obtuvo el año pasado.

En los primeros días del año, Nole, a través de las redes sociales, anunció que viajaría a Australia por el beneficio de una “exención médica”. El mensaje fue el siguiente:

Disfruté estar con mi familia y mi gente querida, me tomé un descanso de la muy larga y exitosa temporada 2021. Ahora me voy a mudar a Australia porque obtuve una exención y estoy listo para vivir y respirar el tenis durante las próximas semanas de competencia. ¡Gracias por todo tu apoyo![1]

Su intención era batir el récord de 20 coronas de Grand Slam, que comparte con Roger Federer y Rafael Nadal. El tenista no informó acerca de si había recibido o no la vacunación. Al día siguiente, al arribar a ese país, fue interrogado por migraciones y se le canceló su visado por no aportar “pruebas adecuadas” para ingresar a Australia, lo que motivó que presentara una demanda contra la cancelación de su visa y la deportación. Fue llevado a un centro de retención para inmigrantes.

Desde el primer momento el ministro de Migración de Australia, Alex Hawke, se convirtió en otro protagonista de la controversia anunciando que había decidido “cancelar el visado de Novak Djokovic por asuntos de salud y orden público, considerando que va en favor del interés público”.

Las idas y venidas de este caso han ocupado las portadas de todos los medios por lo que se pueden obviar los detalles.

El 16 de enero la Corte Federal rechazó por unanimidad el recurso presentado por Djokovic por lo que no pudo defender el título en el Abierto de Australia. Los magistrados encargados del fallo, James Allsop, Anthony Besanko y David O’Callaghan, en su fallo, detallaron[2]:

La posible influencia (de Djokovic) viene del sentido común y de la experiencia. Un icono del mundo del tenis puede influir en personas de todas las edades, jóvenes o mayores, pero quizá especialmente en los jóvenes e impresionables, que quisieran emularlo. Esto no es especulativo, no necesita evidencia.

En consideración del interés público, creemos que las personas no vacunadas suponen un mayor riesgo para el contagio de Covid-19 y su propagación a otros, más que las personas vacunadas, que puede llevar a una saturación del sistema sanitario. A pesar de que aceptamos que la reciente infección de covid de Djokovic conlleva un riesgo insignificante de infección y, por lo tanto, presenta un riesgo insignificante para quienes lo rodean, su presencia en Australia, dada su bien conocida posición sobre la vacunación, genera un riesgo de crecimiento para el movimiento antivacunas en una minoría de la población australiana.

No era irracional que el ministro se preocupara de que el supuesto apoyo de algunos grupos antivacunas a la aparente posición del Sr. Djokovic sobre la vacunación pudiera alentar concentraciones y protestas que pudieran conducir a una mayor transmisión comunitaria.[3].

La actitud de Djokovic ha dividido a la opinión pública en dos, los que lo consideran un caprichoso y los que lo consideran como un luchador por la libertad contra el poder global e, incluso, de los valores cristianos.

Hasta aquí la polémica gira en torno de las vacunas pero en la “biblioteca de Alejandría” —Internet— está todo, solo que hay que buscarlo. Detrás de este caso existe una puja de intereses.

El 9 de enero el medio serbio SRBIN.INFO se refirió a las verdaderas razones por las que a Djokovic se le impidió ingresar a Australia, que no son deportivas y mucho menos por no haber recibido las vacunas[4]. Una de las razones sería que el primer ministro australiano, Scott Morrison, ha llegado a un mínimo histórico de apoyo de los votantes y necesitaba posicionarse para lo cual Djokovic le sería muy útil.

El medio serbio tiene razón en este punto ya que el caudal político de Morrison, líder del Partido Liberal, disminuyó considerablemente debido a los incendios que provocaron la muerte de decenas de personas y que arrasaron millones de hectáreas en 2021 así como a la gestión de la pandemia del covid-19. Cabe recordar que en mayo se celebrarán elecciones federales y la opinión pública australiana no había visto con buenos ojos la exención que se le otorgó a Djokovic para competir en el Abierto de Australia pese a no estar vacunado. Y en un año electoral hay que escuchar a la opinión pública.

La apuesta de Morrison en contra del serbio le permitió ganar seguidores y pasar a ser el favorito de los australianos de cara a las elecciones. Sin embargo, según SRBIN.INFO habría otra razón.

Melbourne, donde se encuentra el aeropuerto al que había arribado Djokovic, es una de las sede de la multinacional angloaustraliana Río Tinto Plc, empresa que participa en la exploración, extracción y procesamiento de recursos minerales: explota cobre, oro, mineral de hierro, bauxita, plomo, zinc, plata, carbón, uranio, bórax, dióxido de titanio, talco, diamantes y zirconio.

La multinacional tiene presencia global y también en Argentina. En 2009 Rio Tinto había anunciado la venta de su proyecto de desarrollo de potasio en Río Colorado, Argentina, por US$ 850 millones, así como la mina de hierro de Corumba en Brasil y sus operaciones logísticas en el río en Paraguay, lo que sumaba otros US$ 750 millones destinados a pagar un pasivo de US$ 10.000 millones. En diciembre de 2021 Rio Tinto le compró un proyecto de litio en la Argentina a Rincon Mining US$ 825 millones, con lo que se adueñó de Salar del Rincón, en la provincia de Salta.

Volvamos a Serbia, donde Rio Tinto incitó a “una verdadera revolución ecológica” porque la gente estaba tratando de evitar excavaciones en el valle de Jadra[5]. Djokovic apoyó públicamente la lucha ambiental de sus compatriotas y ahora debió enfrentarse con Morrison, defensor de la minera ya que había expresado que la empresa no debería pagar impuestos. “Hace cinco años, cuando hubo una propuesta para gravar una tonelada de mineral de hierro extraído por BHP Biliton y Rio Tinto, Morrison se rebeló”, afirma SRBIN.INFO. El medio agrega que el “colaborador muy cercano de Morrison, John Kunkel, fue asesor de Rio Tinto y jefe del departamento de relaciones con el gobierno” y “desde 2018, se ha desempeñado como Jefe de Gabinete del Primer Ministro de Australia”.

La presencia de Rio Tinto en Serbia provocó protestas de los ciudadanos en las calles. La población salió a luchar “para salvar el valle de Jadra de la extracción y producción de litio, teniendo en cuenta las consecuencias que Rio Tinto tenía en el medio ambiente dondequiera que se extrajera”[6]. Las carreteras en Serbia fueron bloqueadas y luego Djokovic abogó por un aire, agua y medio ambiente saludables y limpios.

Cabe destacar que la multinacional pagaría solo 25 centavos por tonelada de mineral. La empresa se encuentra interesada en la exploración y explotación del litio también en Serbia.

De tal manera que para el medio serbio Djokovic “es solo un daño colateral y un ‘chivo expiatorio’ de la lucha política”. Según SRBIN.INFO, el mensaje inicial de Novak refiriéndose a su exención y a su viaje a Australia “se entendió como un ‘dedo en el ojo’ de los políticos”.

La venganza serbia no se hizo esperar. El 21 de enero, medios como el Daily Mail o Euronews informaron que Serbia había decidido revocar las licencias del gigante minero australiano Rio Tinto, solo unos días después de que la estrella del tenis Novak Djokovic fuera deportada.

Ana Brnabic, primera ministra de Serbia, expresó que su gobierno estuvo de acuerdo con los llamados de los grupos ecologistas para detener el proyecto de litio de Jadar, valorado en US$ 2.400 millones (3.300 millones de dólares australianos), que, de haberse completado, habría convertido a la empresa en uno de los 10 principales productores de litio, un mineral esencial para la baterías solares y eléctricas para automóviles[7]. El giro del gobierno serbio también obedeció a presiones de la opinión pública, también de cara a las elecciones de abril.

Serbia fue escenario de grandes movilizaciones en contra de Rio Tinto. Foto: Deutsche Welle.

Por su parte, Euronews informa que el proyecto de exploración de Rio Tinto se remonta a 2004 y que la primera ministra Brnabic manifestó que detrás de algunos de los “bloqueos de carreteras están políticos de la oposición 17 años después del inicio del proyecto, que fue aprobado cuando esos partidos estaban en el poder”[8]. Asimismo aseguró “que las protestas son financiadas desde el extranjero por diferentes organizaciones de Estados Unidos, Reino Unido y otros países, con el fin de debilitar el actual Gobierno y al presidente del país, el nacionalista populista Aleksandar Vucic, ante las elecciones previstas para abril próximo”.

Ya se ha visto cómo la política interna ha jugado su carta tanto en Australia como en Serbia pero, en realidad, este conflicto debe también ser puesto en contexto. Serbia es un aliado de Rusia en la región y debe recordarse que los Estados Unidos junto a la OTAN llevaron al desmembramiento de Yugoslavia, de la que Serbia es su heredera. Los avances de los Estados Unidos y de la OTAN sobre el espacio postsoviético no ha cesado desde que implosionó la Unión Soviética. Para Moscú, tanto Ucrania como Serbia se encuentran en lo que considera su esfera de influencia. El caso de Ucrania está en los titulares de todos los medios todos los días y suele mostrarse a Rusia como el país agresor pero aquí también hay que recordar los intereses del propio Joe Biden en ese país, en el que su hijo Hunter tenía sus negocios al ser contratado por la empresa Burisma Holdings Limited.

La saga de Djokovic quizás dé inicio a un nuevo conflicto en el que se enfrenten los Estados Unidos y la OTAN con Rusia. Cabe recordar que, recientemente, el 4 de enero, la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, le respondió al almirante estadounidense de la OTAN Robert Burke —quien manifestó que la OTAN “apoya las reformas llevadas a cabo por Serbia para fortalecer la capacidad de defensa del país”— que la defensa de Serbia “en los últimos, probablemente, doscientos años, ella depende en gran medida de cómo Rusia reaccione en breve a las amenazas externas de este país eslavo del sur”[9].

Como puede apreciarse, por un lado, la política interna y la política exterior se relacionan y, por otro, los queda demostrado como los principales medios favorecen la desinformación al quedarse en lo superficial. El caso de Novak Djokovic tapa mucho de lo que realmente está sucediendo en la relación entre Australia —miembro de la angloesfera— y Serbia, aliada de la Federación de Rusia.

Quizás, en breve, los actores se saquen sus caretas y veamos un nuevo conflicto geopolítico en los Balcanes.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

[1] “Cinco razones por las que Novak fue encarcelado: desde Rio Tinto hasta ‘dedo en el ojo’”. SRBIN.INFO, 09/01/2022, https://srbin.info/es/sport/pet-razloga-zbog-kojih-je-novak-utamnicen-od-rio-tinta-do-prsta-u-oku/?lang=lat, [consulta 18/01/2022].

[2] “Las verdaderas razones por la que deportaron a Djokovic de Australia”. MDZ Online, 21/01/2022, https://www.mdzol.com/deportes/2022/1/21/las-verdaderas-razones-por-la-que-deportaron-djokovic-de-australia-216510.html, [consulta 21/01/2022].

[3] Ídem.

[4] “Cinco razones por las que Novak fue encarcelado: desde Rio Tinto hasta ‘dedo en el ojo’”. Op. cit.

[5] Ídem.

[6] Ídem.

[7] Ivana Sekularac, Reuters y Stephen Johnson, Economics Reporter for Daily Mail Australia. “Serbia REVOKES Australian mining giant Rio Tinto’s licences – just days after tennis star Novak Djokovic was deported and relations turned sour”. Daily Mail, 21/01/2022, https://www.dailymail.co.uk/news/article-10425655/Serbia-revokes-Australian-companys-mining-licences-days-Novak-Djokovic-deported.html, [consulta 21/01/2022].

[8] “Serbia pone fin a la explotación de litio de Rio Tinto tras semanas de protestas”. Euronews, 21/01/2022, https://es.euronews.com/2022/01/21/serbia-pone-fin-a-la-explotacion-de-litio-de-rio-tinto-tras-semanas-de-protestas, [consulta 21/01/2022].

[9] “Moscú le recuerda a la OTAN que la capacidad defensiva de Serbia depende de Rusia”. Sputnik, 04/01/2022, https://mundo.sputniknews.com/20220104/moscu-le-recuerda-a-la-otan-que-la-capacidad-defensiva-de-serbia-depende-de-rusia-1119986195.html, [consulta 10/01/2022].

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SEIS TRANSGRESIONES ESTRATÉGICAS Y GEOPOLÍTICAS QUE AYUDAN A ENTENDER LA CRISIS ENTRE OCCIDENTE Y RUSIA

Alberto Hutschenreuter*

La crisis que tiene lugar en Europa del este se debe, en buena medida, a la transgresión o quebrantamiento de al menos seis “leyes” estratégicas y geopolíticas históricas en las relaciones entre Estados.

La primera de ellas es parte casi elemental en la teoría de la guerra de Clausewitz: nunca se debe rebasar la línea de la victoria.

Esto significa que la Guerra Fría tuvo un ganador, Occidente. El triunfo fue categórico en todos los segmentos. Más todavía, lo fue tanto que la parte continuadora de la URSS, la Federación Rusa, acabó repudiando la ideología comunista soviética, adoptando el modelo capitalista y “siguiendo” al ex rival en materia de política exterior.

“La victoria otorga derechos”, sin duda. Occidente rentabilizó su triunfo y una de las estrategias para impedir que una Rusia restaurada se convirtiera (eventualmente) en un nuevo desafío fue ampliar la OTAN a los países eurocentrales y los tres del Báltico, siempre ajenos y reluctantes a Rusia. Entonces, la ampliación a Polonia, República Checa y Hungría fue considerada una medida comprensible.

Pero Occidente pronto decidió ir más allá, y prácticamente fue por todo. Pero al hacerlo traspasó la línea de su victoria, que nunca estuvo en duda. Llevar la OTAN más al este implicó algo peligroso: se comenzó a desestabilizar la seguridad internacional, puesto que dos de sus partes preeminentes (de las cuales una era y es la principal del globo) ingresaron en una fase de mayor discordia.

La segunda, siguiendo en clave estratégica, es la relativa con evitar la ruptura de la cultura estratégica.

Como consecuencia de lo anterior, la tensión aumentó y ambos poderes fueron tomando decisiones que los alejaron de lo que podemos denominar “cultura estratégica”, esto es, patrones de seguridad que las potencias evitan romper. Es decir, la rivalidad no incluye alterar equilibrios clave, por caso, en el segmento de las armas estratégicas.

Durante el tiempo de rivalidad, que comienza mucho antes de 2014 (Ucrania-Crimea), ambas partes han ido abandonando importantes tratados, por ejemplo, Estados Unidos se fue del Tratado ABM, un pacto firmado en 1972 fundamental para el equilibrio, nuclear. También se fue del acuerdo relativo con la eliminación de armas de alcance intermedio; mientras que Rusia consideró que este último había quedado obsoleto y, por tanto, su seguridad quedó afectada. Asimismo, Moscú dejó el régimen de control de plutonio.

Se trata de una novedad en la relación entre estos dos actores que en el pasado, en un estado de competición general, supieron mantener una cultura estratégica que los llevaba a negociar cuando el desequilibrio surgía. Ello explica los grandes acuerdos sobre armamento de los años setenta.

La tercera es no forzar órdenes internacionales.

La victoria de Occidente en la Guerra Fría fue, por entonces, una de tres. Las otras fueron sobre Irak, en 1991, y la predominancia del modelo económico, que fue en el que se basó la globalización en los “frenéticos noventa”.

Esa “globalización 1” estuvo marcada por lo que un francés denominó el modelo “neo-americano”. Y fue tan así que la política exterior de Clinton tuvo base esencialmente geoeconómica. Fue el tiempo del poder sutil de Occidente en relación con la obtención de ganancias de poder alrededor del mundo.

Luego sucedió el 11-S, y a partir de entonces el sistema internacional casi se identificó con los intereses estadounidenses y su lucha contra el terrorismo transnacional.

Pero el mundo cambiaba, y sin duda la principal razón era el surgimiento de China que reclamaba, como en los setenta, un sitio de jerarquía estratégica acorde con su ascenso.

Si bien hubo cooperación entre las potencias mayores frente a un enemigo que los acercaba, el terrorismo, situaciones como Irak, Libia y más tarde Siria los fueron separando, sobre todo en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde nunca se pudo autorizar una intervención en Siria para salvaguardar los derechos del pueblo sirio.

Hoy no es posible continuar con bienes públicos internacionales creados hace casi 80 años. Es decir, aunque Estados Unidos es la única potencia rica, grande y estratégica del mundo, ya no puede regir e incluso tuvo serios problemas para alcanzar objetivos relativos con su seguridad nacional, por ejemplo, en Afganistán, de donde acabó retirándose.

Desde el marco más estratégico-militar, Rusia, China y otros cuestionan que la OTAN sea el “globo cop” u organización política-militar regional del multilateralismo. En 2022 se podría impulsar un nuevo concepto estratégico de la Alianza, y se teme que entonces la OTAN asuma nuevas misiones.

La cuarta consiste en respetar códigos o aprensiones geopolíticas rivales.

Los códigos geopolíticos están relacionados, según John Lewis Gaddis, con el pensamiento y la acción geopolítica de un país. Pero en esta situación, los códigos están asociados con el pasado y las sensibilidades territoriales de Rusia.

Rusia es un actor (básicamente) de geopolítica terrestre, y ello se explica en función de su notable extensión. Aunque en principio ello implica un activo de seguridad, la gran cantidad de países con los que limita Rusia, 16 países, más su encierro geográfico, siempre supusieron una cuestión o sensación de vulnerabilidad (e incluso fatalidad).

Por ello, para este país es fundamental contar con zonas de amortiguamiento. Aquí radica su activo geopolítico mayor. Contando con ello, Rusia puede defenderse de potencias extranjeras. “La guerra siempre viene del exterior”, sostiene el profesor Carlos Fernández Pardo. Y Rusia, como ningún otro país, siempre supo de ello.

En este contexto, intentar llevar la OTAN al inmediato oeste del territorio ruso es no conocer la historia geohistórica y geopolítica. Por ello, en 1997 George Kennan, el diplomático que apoyado en las ideas de Spykman propuso tras 1945 contener a la URSS, desaconsejó ampliar la OTAN más allá de lo conveniente.

La quinta es no alterar determinismos geográfico-geopolíticos.

Hay países que por su ubicación se enfrentan con algunas restricciones en materia de política exterior y de defensa. Básicamente, son actores-pivotes que lindan con poderes mayores. Pero ello no los convierte en vasallos de dichos poderes. Sólo deben desplegar una diplomacia calibrada que considere las sensibilidades geopolíticas del actor central en la zona.

Esto no sucede solamente con Ucrania, un país situado en una zona de fragmentación o de “actividad balcánica geopolítica”. Y no nos referimos a las nuevas tendencias que hablan de la “geopolítica subterránea”, es decir, temas medio ambientales, recursos bajo tierra, etc., es decir, temas “desprovistos” de intereses nacionales.

En este cuadro, Ucrania y Occidente no parecen reparar en esta cuestión: el país debe ser parte de la OTAN. No se admiten otras alternativas, hecho que trastorna el “cinturón de fragmentación” que ha sido y es Europa del este.

La sexta es no pensar estratégicamente el mundo.

La transgresión de “leyes” estratégicas y geopolíticas en relación con la región de Europa del este está reduciendo peligrosamente las posibilidades de pensar estratégicamente el mundo.

Tenemos dos actores, Estados Unidos y Rusia, que necesariamente serán partes clave de un orden o régimen internacional (sobre el que por ahora no hay indicios) y que hoy están confrontados. Cualquier cesión por parte de uno de ellos implicará para el otro ganancias de poder. En términos de un “desenlace plus o II” de la Guerra Fría, si Ucrania pasa a ser parte de la OTAN, entonces Occidente habrá logrado la victoria total; si Rusia lo impide, pacto de por medio, habrá obtenido una reparación estratégica y el presidente Putin elevará su popularidad.

Resulta difícil creer que el curso del mundo, es decir, la carencia de orden alguno, finalmente quede abandonado porque dos de sus partes de escala estratégica, que deberían estar trabajando en la construcción de un mundo estable y seguro, se encuentran en una situación con posiciones que van tornando el conflicto cada vez más irreductible.

Desafortunadamente, el pasado enseña no pocos casos de crisis que concentraron tensiones entre grandes poderes comprometidos en situaciones que se podían haber resuelto, hasta quedar estos poderes atrapados entre las fuerzas de la guerra.

La crisis entre Occidente y Rusia se debe a que se han venido omitiendo (e incluso despreciando) claves estratégicas y geopolíticas. Pero aún quedan oportunidades (muy estrechas) para que la historia, una vez más, no acabe castigando esas omisiones.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Ha sido profesor en la UBA, en la Escuela Superior de Guerra Aérea y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Su último libro, publicado por Almaluz en 2021, se titula “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”.

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