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NO HAY PEOR CIEGO QUE, QUIEN NO QUIERE VER

F. Javier Blasco*

Cuando era pequeño y hasta que dejé de ser un jovencito, pensaba que la madurez y la seriedad eran cosa de la edad; me fijaba en mis padres, tíos y demás familiares, e incluso, en los padres de mis amigos y vecinos, y les veía formados, serios y capaces de discernir entre la seriedad cuando la ocasión lo exigía o necesitaba y la fruslería, las falacias y las mentiras cuando el tema era intranscendente o banal.

Los sueños irrealizables, las ilusiones y los castillos en la arena eran cosa de la chiquillería o de esos jovenzuelos que, con pocos pelos en la barba, en unos casos, o sin haber alcanzado la madurez propia de su sexo en otros, vivían en una Arcadia feliz o en un mundo lleno de falsas ilusiones donde cualquier idea, actitud o propuesta —por descabellada que pareciera— tenía cabida, no solo en sus pensamientos, sino en su proyección de futuro y del más allá.

Cuando más tarde ingresé en la Academia General Militar como cadete, pensé que ya había cruzado el umbral hacia la cordura, la seriedad y las cosas importantes. Pero, pronto descubrí personalmente que estaba bastante o muy equivocado; no todos mis compañeros, e incluso algunos profesores, destilaban seriedad, justicia y mesura por sus poros. Cierto nepotismo, bastante favoritismo y mucho falaz o inventado prestigio arrastrado de antemano, era más que frecuente, aparente y demasiado frustrante ver en cualquier caso o lugar.

Era una triste realidad a la que debía acomodarme y resignarme a vivir con ella a no ser que, tras tanto esfuerzo personal y familiar, renunciara a mi carrera; porque, además, pronto llegué al convencimiento, de que aquel mal, al parecer endémico y bastante difundido, no era exclusivo y propio solo de los que se disponían a servir a España abrazados a la carrera de las armas, algo casi sagrado y difícil de superar.

El transcurso de los años y el imparable crecimiento, personal, moral me llevó, como a la mayoría de los de mi generación, a fijarnos en el devenir de la vida política. Se nos presentaba una nueva y flamante fase o forma de vivir, que llamamos democracia. Algo de lo que muchos teníamos poca o ninguna idea porque habíamos mamado y vivido otro estilo de vida real o política tanto en casa como en la sociedad.

La solemnidad de los actos y las declaraciones políticas llenas de generosidad, seriedad y reconciliación, que quedaban plasmados en la adopción de una nueva y, al parecer definitiva Constitución, nos alegraba a todos porque entendíamos, que aquel hito o hitos iban a marcar un nuevo estilo de vida en España y por el que la mayor parte de los abusos y vicios encontrados y sufridos hasta el momento, pronto iban a ser desterrados, porque la democracia y sus herramientas o resortes de protección y defensa eran lo suficientemente fuertes para desenmascarar para siempre y de forma definitiva, a aquellos malandrines que, aprovechándose de las circunstancias del momento tratarían de llenar nuestras cabezas de falacias, ilusiones vanas o lo que es aún mucho peor, hacían su agosto particular a costa de su cargo mal ejercido y del erario público que pasaba por sus manos para ser ‘bien administrado’, mientras hacían su sayo personal.

Después, el tiempo nos ha venido a quitar la venda de los ojos, ni lo uno ni lo otro, los pillos han seguido pululando y hasta paulatinamente creciendo mucho, aprovechándose de ejercer o disfrutar de altos cargos, pensando que eran lo suficientemente listos e inmunes a la aplicación de la justicia sobre ellos. Pronto los programas electorales pasaron a ser un mero papel mojado y por parte de la izquierda, fundamentalmente, se ha ido degenerando tanto la búsqueda de coaliciones y apoyos para mantenerse en el poder, que ya no se mira ni desprecia el hecho de que para conseguir aquellos, haga falta vender el alma al diablo y aliarse o alinearse con los que desprecian, ningunean o atacan directamente a España, su bandera, idioma o integridad territorial.

La mal llamada derecha no deja de tener sus grandes lagunas, charcos provocados sin más y dimes o diretes propios de personas inmaduras, fugaces espejismos populares o afanes desmedidos de grandeza, cuando muchos de aquellos personajes saben que jamás serán agraciados con la gobernanza del país y como mucho tendrán que jugar un papel de segundón, aunque algunos, ni siquiera saben que en que consiste realmente ese papel, como jugarlo y de qué modo pueden satisfacer a un gran espectro de votantes ‘moderados’ que solo quieren ver en sus dirigentes políticos seriedad, buen hacer y que no se pasen el día echándose los trapos sucios el uno al otro en un afán desmesurado de buscar protagonismos que no les corresponden ni por capacidad ni por comportamiento serio y cabal.

Hemos presenciado estos días una bufa y estéril moción de censura, que no ha servido más que para fortalecer y dar más cancha, si cabe, al que ‘oficialmente’ se pretendía desbancar. Moción que ha marcado la línea de partida de una larga campaña electoral que, en dos fases diferentes, durará hasta finales del presente año y en la estoy plenamente seguro, veremos artimañas, promesas huecas y hasta fuegos de artificio que solo pretenden engañar al público votante, al que está presente o se acerca para mirar.

Un público, ciego y apartado de la realidad, borracho de prebendas, favoritismos, subvenciones y hasta masivas y forzadas legalizaciones que sólo pretenden aumentar el caldo de cultivo de una masa electoral que dentro de su inconsciencia no ve ni sabe distinguir ese precepto tan sencillo y a la vez muy famoso, que reza ’el pan para hoy, supone el hambre del mañana’.

España, a pesar de los años de nociva y poco ortodoxa permisividad económica europea y del riego constante de dinero emitido hasta en horas extraordinarias por el BCE, está endeudada como nunca, su PIB por suelos, el número de PYMES y autónomos en alarmante sentido decreciente y los bolsillos de los ciudadanos y, lo que es peor, de los empresarios —que son los que realmente crean puestos de trabajo— esquilmados y atacados sin cesar a base de subidas de impuestos, impagables crecimientos salariales y todo tipo de persecuciones económicas que están dejando a la vaca sin leche para poderla ordeñar y con una deuda tan grande que ni siquiera nuestros bisnietos serán capaces de acabar.

Mientras tanto, el gasto de nuestros políticos crece sin cesar, el número de asesores sucia y generosamente pagados por su escasa o nula formación y el poco o mal servicio que prestan a la sociedad, alcanza cotas increíbles, mientras la Administración del Estado, la Sanidad y la mayor parte de los justos servicios que una sociedad —ya muy envejecida— puede y debe esperar, están sin cubrir o bloqueados sine die, lo que es lo mismo que decir ‘a perpetuidad’.

Más nos vale no entra en el detalle sobre el estado y el funcionamiento de la Justica, bloqueada por sus funcionarios, por nombramientos caducados o debido a que ciertos importantes tribunales están copados o tomados al asalto por auténticos y vergonzosos perros falderos que, indignamente a su carrera y exigible vocación de neutralidad, siguen el juego a un gobierno sin escrúpulos que hace lo que quiere, no se arrepiente y jamás pide perdón ni mira para atrás.

Hoy en día, ya nada funciona, las listas de espera en lo privado y en lo oficial, son un escándalo a pesar de la tan cacareada puesta en marcha a base de avances tecnológicos, Internet y otras redes sociales, que no hacen más que enredar y dar la sensación de que esto debería funcionar como la seda, cuando la realidad, es que está bloqueada a nada que necesites mover o crear algún documento o trámite oficial de máxima o mínima necesidad.

A pesar de todo ello, parece que la gente está contenta, vive en su mundo feliz, mira para otro lado y que en breve y, de nuevo, un poco más adelante en el calendario electoral, acudirá a las urnas distanciada o alejada de la realidad económica y, separada entre camaradas de la misma o similar bancada y feliz de ceder su voto de ciudadano perdido o recién incorporado al ámbito nacional, que mareado por tanta perversidad o embotado de subvencionas o promesas, cerrará los ojos, se pondrá una pinza en la nariz y acudirá a los colegios electorales en busca de una papeleta con los símbolos o el anagrama de ese que consideran su partido, a pesar de que haga lo que haga y que ya sepamos que no tiene ningún valor cualquier promesa electoral.

Ciegos físicamente hay muchos ciegos, pero ciegos políticamente y embobados o convencidos por las falacias de los dirigentes, hay, por desgracia muchos más.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

 

MULTIVERSO

Juan José Santander*

Todo en todas partes al mismo tiempo (Everything Everywhere All at Once).

No refiero a la acepción del término en el habla rioplatense —aunque bien podría pensarse según nuestras vicisitudes desde que recuerdo, y voy para los 80, y unos cuantos años antes por lo que cuentan— sino a esta teoría que postula que en el «horizonte del evento» como se le llama al momento decisivo en que las cosas podrían o no suceder de una determinada manera o de otra diferente, acontecimientos que a su vez suscitarían encadenamientos causales divergentes en ésta u otras tantas realidades o universos simultánea e independientemente conduciendo a resultados distintos.

Ahora bien, pongamos por caso el ocultamiento de un tesoro bajo tierra: el pirata deberá ir a la remota isla —no a otra—, cavar y enterrarlo antes de que se lo arrebaten; eventualmente trazará un mapa para volver a buscarlo. Si en vez de haber seguido todos y cada uno de esos pasos hubiera hecho cualesquiera otras cosas como emborracharse en la taberna y escapársele lo que pensaba hacer ante otros también interesados en el tesoro, o lo hubiera confiado ebrio a su compañera de ocasión en la cama, o lo hubieran matado en una riña, o… ni habría mapa ni habría tesoro ni dónde ir a buscarlo.

O bien —no tan bien, más vale— si le dicen a uno que el síndrome que se observa en nosotros indica cáncer, la probabilidad, aunque fuere de 1%, de aseverarse nos deja ante una realidad que no admite multiplicidades: el cáncer está ahí o no está. Que sea curable ya es otra historia, sujeta a esas u otras variables más o menos previsibles pero que se seguirán sucesivamente enlazando unas a otras resultado tras resultado como el pirata en la isla con su pala y su cofre, y lo que pudiera haber sido pero no fue, simplemente no fue.

Y lo que fue ya ha sucedido: el búho de Minerva voló, como le gustaba decir a Hegel contemplando el atardecer.

Está muy lindo eso de dejar volar la imaginación y presumir que cada una de nuestras ocurrencias sigue su camino en un mundo en el que no existimos y por ende, nos libra de cualquier responsabilidad en los resultados, no hablemos ya de culpa.

La Academia de Hollywood lo ha hecho otra vez.

No fue bastante premiar los maravillosos logros de cálculo de un idiota en Rainman frente al candente testimonio de la lucha contra el racismo en Estados Unidos de Mississipi burns.

O haber postergado el reconocimiento merecido de las notables dotes histriónicas de Leonardo Di Caprio para otorgárselo en su papel menos lucido y más maquillado en El Renacido.

Ahora —quién sabe si en un guiño a la cultura china tan milenaria como otras para apaciguar animosidades de competición comercial, militar, financiera & al— resulta que todo sucede y en todas partes y al mismo tiempo y a protagonistas todos asiáticos. Me recordó un libro oracular chino sobre las tres vidas (pasada, presente y futura) en donde el traductor al inglés comentaba socarronamente que no había que asombrarse de que en la tercera acabáramos todos reencarnados en algún lugar de China: es por la abundancia de habitantes, ergo, de almas y cuerpos donde instalarlas. Y hasta eso parece que se le acabó al Imperio del Medio, porque le ganó India, de donde le habían llegado esas creencias.

Y Hollywood, que no sabe tanto de tango como tampoco de otras cosas, no se enteró de que «la fama es puro verso» —o puro cuento, sé que corregirán—.

Una vez más, al pretender acoger la diversidad, se la marca a fuego.

Como reconocerle el derecho y premiar a Alemania ¡y a los alemanes! por volverse sobre su pasado. Quizá en un guiño —para seguir afilando la sin hueso— por su firme papel ante el conflicto desencadenado y actual —¿dónde queda ahora el multiverso?— por la invasión de Rusia a Ucrania.

Mientras —y va de yapa—, gobernada por un hijo de su más sometido y explotado dominio (el mismo que acaba de vencer a China en lo de producir seres humanos), la pérfida Albión convoca en su círculo áulico (las tres brujas de Macbeth, ya que estamos) a los hijos de sus puritanos que expulsó en su momento y a los de sus convictos que exilió lo más lejos posible, para protegerse conjuntamente del resto del mundo (que vendríamos a ser nosotros).

Y Hollywood premia el multiverso: esta vez sí, en la acepción que se les cante.

 

* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID y de la SAEEG. 

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REBROTE DE INCURABLES ENFERMEDADES DE TRANSMISIÓN TEXTUAL

Abraham Gómez R.*

Imagen de jairojehuel en Pixabay

Aunque la sociedad se encuentre masculinizada, las mujeres requieren de nosotros —hoy tanto como ayer— una nueva mirada sociohistórica; por cuanto, reconocemos que se ha vuelto indetenible la presencia de la mujer en las más disímiles disciplinas profesionales y áreas de conocimientos. La mujer vive en constante y maravillosa superación.

Las mujeres han venido asumiendo elogiosas responsabilidades, tal vez “lentamente”, pero con fundamentación y sostenibilidad.

Este es el siglo de las mujeres, no caben dudas. Es su tiempo de triunfos.

En bastantes partes del mundo se ha venido adelantando una especie de “excavación en la historia”; un asunto casi de “arqueología social” con el fin de hacer los hallazgos del legado inmarcesible de las mujeres, de extraer sus palabras y sus obras. Para que ellas digan, en la contemporaneidad, lo que intentaron decir y no pudieron; para que sus voces sean escuchadas. Proceso de justa reivindicación para ellas.

Sin embargo, aprovecho de invitarlos para que prestemos atención a lo siguiente: cuando estudiamos el Género Gramatical nos conseguimos que atiende a estructuras complejas morfo-sintácticas concordantes; es decir, propiedad de los sustantivos y de ciertos pronombres, por cuyas especificidades se hace posible clasificarlos en masculinos, femeninos y en neutros; este último, en caso muy concreto en algunas lenguas.

Oportuna advertencia. El Género Gramatical no tiene nada que ver con sexismo, ni con genitalidades o ubicaciones por “diversidad de gustos» de cada quien. Eso es otra cosa.

¿Qué se busca con tal esquema o criterio de ordenación del buen uso del Género Gramatical? Digámoslo directamente, que haya exquisitez, economía y transparencia en el vocablo utilizado, en la frase construida y en el texto o discurso. Elegancia en los actos de habla y en toda la comunicación.

Si admitimos que a través del Género Gramatical nos guiamos para el orden sintagmático que deben seguir las palabras, evitemos caer en la trampa de las dobles consideraciones al momento de mencionar lo masculino y lo femenino. Eso es innecesario y redundante.

Nuestra Real Academia Española ha fijado posición determinante al respecto.

Tenga en cuenta que por muy buenas intenciones que usted abrigue o quiera dársela de “moderno, fino o actual” no hace inclusión de lo femenino en la sociedad, ni reivindica a la mujer con decir: muchachos y muchachas, ellas y ellos, estudiantes y estudiantas, todas y todos o poniendo arrobas (@) en los escritos para abarcar ambos géneros de una sola vez. Esa doble mención del género resulta un insoportable galimatías.

En el castellano-español basta únicamente el sustantivo con el cual usted mencione tanto lo masculino como lo femenino, si tal sustantivo varía sólo en las letras (a) y (o).

Por ejemplo: si dice diputados y niños (allí están contenidas también las diputadas y las niñas); pero si dice hombres debe mencionar mujeres; si expresa caballeros, también debe mencionar damas; porque, en estos últimos casos, las palabras hombres y mujeres, caballero y dama varían mucho más que la letra terminal (a) y (o).

Bastantes veces por pretender enarbolar falsos feminismos se cometen tamañas barrabasadas. Así también, alguna gente —por querer aparentar ser incluyente,  abarcativo o populista con sus palabras— pronuncia la desfachatez siguiente: participantes y participantas, concejales y concejalas, alférez y alfereza, oficinistas y oficinistos, periodista y periodisto, títulos y títulas (como dijo, recientemente, un ministro) camaradas y camarados, asistentes y asistentas;  y por esa ruta distorsionada y ridícula se termina por ofender o poner en entredicho el verdadero valor de las mujeres en nuestra sociedad.

Hay que respetar las normas establecidas en la lengua que poseemos para expresarnos.

Nuestro idioma, no obstante, sus muchas imprecisiones y aspectos mejorables, sostiene elementos que han sido sometidos a reglas; que son aceptados por tácitos convencionalismos o por uso rutinario y tradición.

Si cada quien va a hablar como mejor le plazca, imagínese en qué va a parar el asunto; además, eso parece que se contagia como una “rara enfermedad”.

La lengua es una entidad social, y ha adquirido —de modo implícito— sus propias normas y desenvolvimientos.

Entonces, la persona escoge si quiere escribir o hablar al garete. El hablante decide en su libre albedrío cómo quiere conducirse lingüísticamente.

Su comportamiento debe atenerse, entonces, a las críticas y demás consecuencias.

Es su propia determinación expresiva, para bien o para mal, lo que le proporcionará identificación y personalidad en la sociedad.

Cada vez se hace más protuberante e insoportable escuchar a quienes se suponen deben conducir los destinos de la Nación —con sentido pedagógico— pronunciar vocablos con trasnocho y antojo, como se les ocurre y viene en ganas.

Tal práctica deleznable se ha ido propagando (y contaminando) entre los intersticios de algunos sectores políticos.

Todavía resuena aquella hermosa expresión de Heidegger “La lengua es la morada del ser”; con la cual nos ha querido señalar, desde siempre, que la base sustantiva de lo que eres reside en el uso que hagas de la lengua, hablada o escrita.

Cada ser humano define su esencia de lo que es a partir de la constelación del vocabulario que defina y sea capaz de desarrollar, de comunicar: lenguaje escrito, gestual, oral, de los cuales dependen las dimensiones educativas, artísticas, científicas, económicas, filosóficas, deportivas, entre muchas otras.

La lengua aloja a nuestro Ser, porque todo lo que comunicamos reside en nuestros pensamientos. Si lo hemos pensado y estudiado bien, lo diremos bien.

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua.