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MULTIVERSO

Juan José Santander*

Todo en todas partes al mismo tiempo (Everything Everywhere All at Once).

No refiero a la acepción del término en el habla rioplatense —aunque bien podría pensarse según nuestras vicisitudes desde que recuerdo, y voy para los 80, y unos cuantos años antes por lo que cuentan— sino a esta teoría que postula que en el «horizonte del evento» como se le llama al momento decisivo en que las cosas podrían o no suceder de una determinada manera o de otra diferente, acontecimientos que a su vez suscitarían encadenamientos causales divergentes en ésta u otras tantas realidades o universos simultánea e independientemente conduciendo a resultados distintos.

Ahora bien, pongamos por caso el ocultamiento de un tesoro bajo tierra: el pirata deberá ir a la remota isla —no a otra—, cavar y enterrarlo antes de que se lo arrebaten; eventualmente trazará un mapa para volver a buscarlo. Si en vez de haber seguido todos y cada uno de esos pasos hubiera hecho cualesquiera otras cosas como emborracharse en la taberna y escapársele lo que pensaba hacer ante otros también interesados en el tesoro, o lo hubiera confiado ebrio a su compañera de ocasión en la cama, o lo hubieran matado en una riña, o… ni habría mapa ni habría tesoro ni dónde ir a buscarlo.

O bien —no tan bien, más vale— si le dicen a uno que el síndrome que se observa en nosotros indica cáncer, la probabilidad, aunque fuere de 1%, de aseverarse nos deja ante una realidad que no admite multiplicidades: el cáncer está ahí o no está. Que sea curable ya es otra historia, sujeta a esas u otras variables más o menos previsibles pero que se seguirán sucesivamente enlazando unas a otras resultado tras resultado como el pirata en la isla con su pala y su cofre, y lo que pudiera haber sido pero no fue, simplemente no fue.

Y lo que fue ya ha sucedido: el búho de Minerva voló, como le gustaba decir a Hegel contemplando el atardecer.

Está muy lindo eso de dejar volar la imaginación y presumir que cada una de nuestras ocurrencias sigue su camino en un mundo en el que no existimos y por ende, nos libra de cualquier responsabilidad en los resultados, no hablemos ya de culpa.

La Academia de Hollywood lo ha hecho otra vez.

No fue bastante premiar los maravillosos logros de cálculo de un idiota en Rainman frente al candente testimonio de la lucha contra el racismo en Estados Unidos de Mississipi burns.

O haber postergado el reconocimiento merecido de las notables dotes histriónicas de Leonardo Di Caprio para otorgárselo en su papel menos lucido y más maquillado en El Renacido.

Ahora —quién sabe si en un guiño a la cultura china tan milenaria como otras para apaciguar animosidades de competición comercial, militar, financiera & al— resulta que todo sucede y en todas partes y al mismo tiempo y a protagonistas todos asiáticos. Me recordó un libro oracular chino sobre las tres vidas (pasada, presente y futura) en donde el traductor al inglés comentaba socarronamente que no había que asombrarse de que en la tercera acabáramos todos reencarnados en algún lugar de China: es por la abundancia de habitantes, ergo, de almas y cuerpos donde instalarlas. Y hasta eso parece que se le acabó al Imperio del Medio, porque le ganó India, de donde le habían llegado esas creencias.

Y Hollywood, que no sabe tanto de tango como tampoco de otras cosas, no se enteró de que «la fama es puro verso» —o puro cuento, sé que corregirán—.

Una vez más, al pretender acoger la diversidad, se la marca a fuego.

Como reconocerle el derecho y premiar a Alemania ¡y a los alemanes! por volverse sobre su pasado. Quizá en un guiño —para seguir afilando la sin hueso— por su firme papel ante el conflicto desencadenado y actual —¿dónde queda ahora el multiverso?— por la invasión de Rusia a Ucrania.

Mientras —y va de yapa—, gobernada por un hijo de su más sometido y explotado dominio (el mismo que acaba de vencer a China en lo de producir seres humanos), la pérfida Albión convoca en su círculo áulico (las tres brujas de Macbeth, ya que estamos) a los hijos de sus puritanos que expulsó en su momento y a los de sus convictos que exilió lo más lejos posible, para protegerse conjuntamente del resto del mundo (que vendríamos a ser nosotros).

Y Hollywood premia el multiverso: esta vez sí, en la acepción que se les cante.

 

* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID y de la SAEEG. 

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REBROTE DE INCURABLES ENFERMEDADES DE TRANSMISIÓN TEXTUAL

Abraham Gómez R.*

Imagen de jairojehuel en Pixabay

Aunque la sociedad se encuentre masculinizada, las mujeres requieren de nosotros —hoy tanto como ayer— una nueva mirada sociohistórica; por cuanto, reconocemos que se ha vuelto indetenible la presencia de la mujer en las más disímiles disciplinas profesionales y áreas de conocimientos. La mujer vive en constante y maravillosa superación.

Las mujeres han venido asumiendo elogiosas responsabilidades, tal vez “lentamente”, pero con fundamentación y sostenibilidad.

Este es el siglo de las mujeres, no caben dudas. Es su tiempo de triunfos.

En bastantes partes del mundo se ha venido adelantando una especie de “excavación en la historia”; un asunto casi de “arqueología social” con el fin de hacer los hallazgos del legado inmarcesible de las mujeres, de extraer sus palabras y sus obras. Para que ellas digan, en la contemporaneidad, lo que intentaron decir y no pudieron; para que sus voces sean escuchadas. Proceso de justa reivindicación para ellas.

Sin embargo, aprovecho de invitarlos para que prestemos atención a lo siguiente: cuando estudiamos el Género Gramatical nos conseguimos que atiende a estructuras complejas morfo-sintácticas concordantes; es decir, propiedad de los sustantivos y de ciertos pronombres, por cuyas especificidades se hace posible clasificarlos en masculinos, femeninos y en neutros; este último, en caso muy concreto en algunas lenguas.

Oportuna advertencia. El Género Gramatical no tiene nada que ver con sexismo, ni con genitalidades o ubicaciones por “diversidad de gustos» de cada quien. Eso es otra cosa.

¿Qué se busca con tal esquema o criterio de ordenación del buen uso del Género Gramatical? Digámoslo directamente, que haya exquisitez, economía y transparencia en el vocablo utilizado, en la frase construida y en el texto o discurso. Elegancia en los actos de habla y en toda la comunicación.

Si admitimos que a través del Género Gramatical nos guiamos para el orden sintagmático que deben seguir las palabras, evitemos caer en la trampa de las dobles consideraciones al momento de mencionar lo masculino y lo femenino. Eso es innecesario y redundante.

Nuestra Real Academia Española ha fijado posición determinante al respecto.

Tenga en cuenta que por muy buenas intenciones que usted abrigue o quiera dársela de “moderno, fino o actual” no hace inclusión de lo femenino en la sociedad, ni reivindica a la mujer con decir: muchachos y muchachas, ellas y ellos, estudiantes y estudiantas, todas y todos o poniendo arrobas (@) en los escritos para abarcar ambos géneros de una sola vez. Esa doble mención del género resulta un insoportable galimatías.

En el castellano-español basta únicamente el sustantivo con el cual usted mencione tanto lo masculino como lo femenino, si tal sustantivo varía sólo en las letras (a) y (o).

Por ejemplo: si dice diputados y niños (allí están contenidas también las diputadas y las niñas); pero si dice hombres debe mencionar mujeres; si expresa caballeros, también debe mencionar damas; porque, en estos últimos casos, las palabras hombres y mujeres, caballero y dama varían mucho más que la letra terminal (a) y (o).

Bastantes veces por pretender enarbolar falsos feminismos se cometen tamañas barrabasadas. Así también, alguna gente —por querer aparentar ser incluyente,  abarcativo o populista con sus palabras— pronuncia la desfachatez siguiente: participantes y participantas, concejales y concejalas, alférez y alfereza, oficinistas y oficinistos, periodista y periodisto, títulos y títulas (como dijo, recientemente, un ministro) camaradas y camarados, asistentes y asistentas;  y por esa ruta distorsionada y ridícula se termina por ofender o poner en entredicho el verdadero valor de las mujeres en nuestra sociedad.

Hay que respetar las normas establecidas en la lengua que poseemos para expresarnos.

Nuestro idioma, no obstante, sus muchas imprecisiones y aspectos mejorables, sostiene elementos que han sido sometidos a reglas; que son aceptados por tácitos convencionalismos o por uso rutinario y tradición.

Si cada quien va a hablar como mejor le plazca, imagínese en qué va a parar el asunto; además, eso parece que se contagia como una “rara enfermedad”.

La lengua es una entidad social, y ha adquirido —de modo implícito— sus propias normas y desenvolvimientos.

Entonces, la persona escoge si quiere escribir o hablar al garete. El hablante decide en su libre albedrío cómo quiere conducirse lingüísticamente.

Su comportamiento debe atenerse, entonces, a las críticas y demás consecuencias.

Es su propia determinación expresiva, para bien o para mal, lo que le proporcionará identificación y personalidad en la sociedad.

Cada vez se hace más protuberante e insoportable escuchar a quienes se suponen deben conducir los destinos de la Nación —con sentido pedagógico— pronunciar vocablos con trasnocho y antojo, como se les ocurre y viene en ganas.

Tal práctica deleznable se ha ido propagando (y contaminando) entre los intersticios de algunos sectores políticos.

Todavía resuena aquella hermosa expresión de Heidegger “La lengua es la morada del ser”; con la cual nos ha querido señalar, desde siempre, que la base sustantiva de lo que eres reside en el uso que hagas de la lengua, hablada o escrita.

Cada ser humano define su esencia de lo que es a partir de la constelación del vocabulario que defina y sea capaz de desarrollar, de comunicar: lenguaje escrito, gestual, oral, de los cuales dependen las dimensiones educativas, artísticas, científicas, económicas, filosóficas, deportivas, entre muchas otras.

La lengua aloja a nuestro Ser, porque todo lo que comunicamos reside en nuestros pensamientos. Si lo hemos pensado y estudiado bien, lo diremos bien.

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua.

 

LA MUJER NO ES LO QUE IMPORTA

F. Javier Blasco*

“La mujer, según ellos, ha perdido el mayor tesoro que posee en exclusiva y que nadie ni nada les puede arrebatar, la maternidad”.

 

El mundo celebró ayer el día de la “mujer trabajadora”; una fiesta con repercusión en la inmensa mayoría de los países, que se anuncia y vive a pleno bombo, platillo y con mucho jubilo porque se pretende poner en valor el titulo con el que se ha bautizado el día. Reconocer el valor de la mujer que trabaja, su pleno derecho a ello y la exclusión de los tabúes, exclusiones o imposiciones que ponen trabas a dichos ejercicios y reconocimientos.

No me he confundido al decir y resaltar que se celebra así en la mayoría de los países del mundo y con dicha finalidad; solo países retrógrados, los sometidos a las mal entendidas y férreas costumbres, presiones y limitaciones religiosas no lo celebran de este modo o en algún otro, ni admiten manifestaciones en apoyo a dichos movimientos; es más, hasta se les persigue y encarcela, pudiendo acarrear penas o consecuencias de mucha trascendencia e incluso, hasta la propia muerte. Hecho que, por cierto, tristemente no es criticado con la fuerza y energía que corresponde por ningún país u organización internacional; quienes se limitan a auto felicitarse y a mirar para otro lado frente a tales abusos, olvidos y aberraciones.

Pero España, siguiendo su famoso lema, de “ser diferentes”, la fiesta del 8 M se toma con otras perspectivas muy distintas. En tan sólo cuatro o cinco años hemos conseguido que dicha fiesta y manifestación de júbilo, que unió a muchas personas en nuestras calles —aun a riesgo de provocar la expansión de la pandemia del Covid, tal y como realmente sucedió— se haya convertido en una pugna, casi a muerte, por definir cada uno a su manera, que entienden por ser mujer, sus derechos y razón de ser.

El bochornoso espectáculo lleno de insultos y exclusiones según sea el color del partido político que se integrara o acercara a ellas, dado ayer en las calles de Madrid y otras capitales de España con manifestaciones paralelas y diferentes transcurriendo por nuestras calles, casi cogidas de la mano la una de la otra; impulsadas a su vez, por los dos partidos que forman la coalición de gobierno y otra “independiente” y contraria a las anteriores para exigir los verdaderos derechos y definiciones, con escandalosas y muy dispares cifras según fuera el que proporcionara los datos del conteo de asistentes, es algo que, como no, sólo se puede dar en España; país cainita y guerra civilista sin parangón en el mundo.

Nuestro gobierno —que para más inri se auto denomina progresista— en razón a sus políticas reales y efectivas, la legislación creada y aprobada o en vías de ello en el Parlamento, demuestra cada día que vergonzosamente, se ha olvidado de la mujer, su lucha reivindicativa real y de su verdadero valor, transformándola en un ser que se pasa el día exigiendo por ley la paridad en todos los puestos de importancia sin necesidad de demostrar su valía, formación y capacidad, incluso en las grandes empresas.

En algo o alguien que solo debe pensar y anhelar en satisfacer su sexualidad, de forma autocomplaciente con masturbaciones en lugar de recurrir al acto sexual normal y mundialmente reconocido entre un hombre y ella, una mujer.

En alguien que debe pensar en hacer el amor de forma libre y sin pensar en las consecuencias y derivaciones de sus actos, para lo que se facilita el aborto de forma libre, desproporcionada y anacrónica, rompiendo toda lógica y la importancia del valor del consejo y el permiso paterno; permiso, que, sin embargo, se exige para actos tan sencillos como es ir de excursión con el colegio en un viaje de estudios.

La mujer, según ellos, ha perdido el mayor tesoro que posee en exclusiva y que nadie ni nada les puede arrebatar, la maternidad. Lo más maravilloso que puede ocurrir en este mundo, convertirse en ese ser que nos acompaña, guía, aconseja y mima durante toda nuestra vida, hasta incluso en el último suspiro, en el que la mayor parte de los humanos exhalamos un íntimo recuerdo y palabra de consuelo en busca de su cobijo redentor.

Ya no se lucha por desterrar para siempre aquellas situaciones extrañas en las que las mujeres no obtenían jamás el reconocimiento de su labor en las labores de la casa, en el apoyo a su pareja en los trabajos de labores en el campo, las explotaciones mineras o en la construcción y el mantenimiento del hogar familiar.

Nadie se acuerda de aquellas mujeres que han trabajado durante años sin ser dadas de alta en la seguridad social, incluso cuando la empresa o el negocio estaba regentado por su propio cónyuge. Aún hoy día, seguimos escuchando noticias en las que se resalta el fallo de los tribunales reconociendo las compensaciones laborales por aquellos trabajos prestados fuera del hogar, sin compensación alguna ni tributación, para ayudarlas cuando se vean solas o a su jubilación por edad.

Tampoco tenemos en mente que, durante siglos y siglos, han sido las mujeres las que se hacían cargo de todas las tareas de la casa y las laborales para mantener sus hogares y la marcha del país mientras sus maridos se desplazaban durante varios años lejos de aquellos para guerrear, ni de que muchas de ellas, se vieron obligadas a continuar en esa tarea porque su pareja, como resultado de tales guerras, no volvió a casa jamás o lo hicieron lisiados e imposibilitados para trabajar.

La mujer, esa pieza imprescindible en el hogar familiar, no sólo por el papel que juega en las tareas cotidianas de la madre, ama de casa y la que con su esfuerzo laboral aporta su granito a la economía familiar, tampoco es bien ponderada ni reconocida en ese papel más que importante que supone el acomodarse al trabajo del marido en el caso de ser este el principal que sustenta el hogar conyugal; acomodación, que en muchos casos incluye el traslado durante años en otro lugar diferente —lejos de amigos y familiares— dentro o fuera de España.

No recordamos que las mujeres llevan muchos años, muchísimos, reivindicando sus derechos laborales y sociales, sin distinción de su raza, convicción religiosa ni ideario político. Que los éxitos o hitos importantes logrados en sus reivindicaciones y luchas se reparten entre izquierdas, derechas y neutros en partes muy equivalentes. Cosa que no explica y sorprende, que sea ahora la izquierda la que tome la bandera de la feminidad y excluya e incluso expulse, de forma burda y reiterativa. a todo aquel, que siendo políticamente de signo diferente, quiera unirse a una causa que debería ser totalmente transversal.

Dentro de los múltiples agradecimientos y reconocimientos que se le debe a la mujer, está el haber prestado durante muchos años el cuidado de sus progenitores o parientes políticos cuando les ha llegado la edad de precisar una atención más grande de lo habitual. Durante siglos han debido compaginar sus muchas tareas con dichos cuidados y mimos; cosas, que hoy por diversos motivos, empiezan a ser difíciles de encontrar, ni siquiera para aquellas que dieron muchos años al cuidado de los demás.

Puede que el mundo se sienta feliz por estas celebraciones y fastos; que muchas se sientan identificadas y agradecidas a los esfuerzos y sacrificios realizados por un puñado de mujeres solas o acompañadas por unos pocos hombres que las entendían y aplaudían a lo largo y ancho del mundo; principalmente, en Occidente; pero lo que no es de recibo, es ver en que hemos convertido este día de júbilo y fiesta sanamente reivindicativa, principalmente en aquellos países gobernados por retrógrados, patéticamente contrarios a la igualdad entre sexos o por gobiernos como el de España, que ha convertido la diferencia de sexos en una batalla por rascar votos y un afán de protagonismo por aquello del ¿Quién da más?

En dichos países, y en algunos más aunque no lo aparentan, la mujer no es lo que importa; sigue siendo una pieza más de mercadeo y subasta a la que muchas de ellas se prestan de forma muy poco reflexiva por no entender, que sus verdaderos sentimientos y capacidades quedan limitados o cercenados con falsas promesas y cánticos de sirena, y que son llevadas a manifestarse por los platós, mítines, las calles y plazas de forma poco ortodoxa, nada edificante y las conviertan en peleles, que metódicamente, abrazan actos, gestos y hechos en los que creen encontrar su felicidad, sin darse cuenta, que con ellos pierden su verdadera identidad.

Quisiera finalizar este pequeño trabajo de agradecimiento y reivindicación a la mujer con una mención muy especial a aquellas mujeres, como la mía, que habiendo dado todo durante su vida laboral, familiar, afectiva y de entrega a los demás, debido a problemas físicos o mentales se encuentran ahora lejos de su hogar, en manos profesionales y más especializadas, que les proporcionan una vida más sencilla, metódica y ordenada a la que son más que merecedoras, aunque por desgracia, no a todas ellas les llega para ello con las ayudas que los gobiernos dan en estos casos de extrema necesidad. Entiendo que, por esto, sí que habría que luchar.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.