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UN PRESIDENTE QUE EJERZA EL COMANDO DE LAS FUERZAS ARMADAS

Ariel Corbat

Argentina necesita con urgencia muchas cosas y en distintos órdenes para detener su acelerado declive y salir del rumbo miserable al que se ha precipitado.

Una de esas tantas cosas es la de contar con Presidente que se asuma Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, tal como ordena la Constitución Nacional que debe ser. En lo que va del Siglo XXI ningún presidente argentino supo comandar nuestras fuerzas militares.

No lo hizo Néstor Kirchner con sus bravatas ridículas y la decisión de estigmatizar a los militares como «genocidas» sirviéndose de un generalito, sin los atributos que se esperan de un General del Ejército Argentino, que con vocación de ordenanza subió a un banquito para descolgar el cuadro de un dictador que había dejado de serlo y ostentar cualquier poder hacía más de veinte años. «No les tengo miedo» vociferaba sin ton ni son Kirchner ante militares ensuciando actos oficiales como si le estuviera hablando a la Junta Militar el mismísimo 24 de Marzo de 1976 (cuando se quedó bien guardado y calladito).  No había ninguna razón para clamar que no les tenía miedo cuando esos militares a los que hablaba habían dado ya sobradas muestras de obediencia al poder civil. Y mucho menos decirlo en el Colegio Militar, cuyos cadetes eran nacidos en democracia.

No fue Kirchner Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas como no lo fue Cristina Fernández, quien con Milani de por medio intentó desviar las FFAA, y al Ejército en particular, para ponerlo al servicio de su proyecto político de facción al modo chavista; algo que no prosperó porque más allá de generales blandos (por decirlo suavemente), a pesar de todo, el militar argentino conserva su idiosincrasia.

Tampoco supo ser un pleno Comandante en Jefe Mauricio Macri, quien si bien mostró un perfil mucho más amigable que sus antecesores, con gestos tendientes a recomponer la estima del personal castrense, sus vacilaciones en Defensa comenzaron ya electo antes de asumir la presidencia, cuando claudicó de implementar lo que tenía proyectado para no confrontar con sectores de la progresía política. Cierto es que Macri obró con mayor civismo, educación y humanidad que sus dos antecesores, pero si bien enseña Sun Tzu lo que siempre aplicó San Martín, que un comandante debe obrar con humanidad lo esencial es que comande. Y eso Macri tampoco lo hizo.

No voy a perder tiempo explicando las razones por las que Alberto de la Fernández, el peor presidente de la historia argentina que en verdad nunca fue presidente, tampoco fue Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Sobran las palabras ante la bruta evidencia.

Para quebrar la continuidad denigrante del kirchnerismo, el próximo Presidente de la Nación Argentina, sea Patricia Bullrich o Javier Milei, debe asumirse desde el primer día de su mandato Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Por honrar la Constitución Nacional y porque es preciso un cambio cultural para que el país deje de estar empantanado de pasado.

En tal sentido es claro que habrá dificultades económicas para, como es necesario, reequipar a las Fuerzas recuperando capacidades perdidas, y ello no es posible hacerlo de un día para el otro. Pero sí es posible que el primer día de su mandato demuestre el Presidente su determinación de ser el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas tomando dos medidas concretas para elevar la moral de la tropa. La moral, autoestima y motivación de la tropa, es en definitiva lo que le da sentido a la disposición de los elementos materiales. Las Fuerzas Armadas no son tales por tener tales o cuales armas, sino por lo que representan para una Nación. y entonces la pregunta es ¿qué se quiere que representen nuestras Fuerzas Armadas?

Esa pregunta debería resultarnos innecesaria, sin embargo y por lo que veremos a continuación es la pregunta a responder.

Recientemente, como en tantas otras dependencias militares, se instaló en el histórico Regimiento de Infantería 1 Patricios un cartel de grandes dimensiones que dice: «Aquí funcionó un centro clandestino de detención y se planificaron crímenes de lesa humanidad durante el terrorismo de Estado».

La proliferación de estos carteles es resultado de la Ley 26.691, del año 2011, por la cual se declaran «sitios de memoria del terrorismo de Estado, a los lugares que funcionaron como centros clandestinos de represión ilegal».

Dicha ley designa autoridad de aplicación a la Secretaría de Derechos Humanos, dependiente del Ministerio de Justicia, otorgándole facultades sobre la disposición de distintos inmuebles del Estado, incluyendo instalaciones militares.

Tras una década de vigencia de esa ley, a todas luces es la Secretaría de Derechos Humanos un ente ideologizado, que tanto mira al pasado con la visión sesgada de la izquierda como ignoró durante la pandemia las flagrantes violaciones a los derechos humanos cometidas desde el Estado por el gobierno nacional y gobiernos provinciales.

Esa Secretaría, hoy a cargo del fanático kirchnerista Horacio Pietragalla Corti, inequívocamente alineada con la reivindicación de organizaciones terroristas como Montoneros y ERP, con su desempeño servil al poder ha profundizado el hartazgo de la sociedad por la sobreactuación parcializada de los derechos humanos.

Resulta notorio que esta ya no es aquella sociedad a la que el kirchnerismo pudo imponerle su relato y que callaba ante la mentira de los 30.000 desaparecidos. Hoy se cuestiona esa mentira tanto como el olvido de los crímenes cometidos por el terrorismo.

Cabe preguntarse si la finalidad que cumplen esos muy grandes y vistosos carteles emplazados en unidades militares es preservar la memoria para librar al futuro de repetir los hechos trágicos del pasado o simplemente afirmar un relato parcial y falseado de la historia estigmatizando a las Fuerzas Armadas como si fueran poco menos que fuerzas de ocupación nazi.

No resulta razonable que con más de 200 años de historia militar lo primero que se vea en el ingreso a cualquier cuartel es que allí se cometieron delitos de lesa humanidad. Hay demasiada gloria en nuestra historia militar para que lo más destacable sean los desaciertos de una guerra no convencional contra organizaciones terroristas dirigidas desde la dictadura cubana. Una guerra que además se ganó.

No resulta razonable que se hable de mantener la memoria al mismo tiempo que se prohíbe a las Fuerzas Armadas recordar a sus muertos en el combate contra la subversión.

No resulta razonable, al respecto, que se haya ordenado al Ejército Argentino borrar un tuit que recordaba a dos de nuestros caídos en Tucumán, durante el Operativo Independencia, cuando se combatió al ERP y Montoneros en defensa de la integridad territorial de la Nación y del gobierno constitucional.

No resulta razonable olvidar que un ejército que no honra a sus caídos en combate deja de ser un Ejército.

No resulta razonable que un país condene con saña a sus defensores para entregar su futuro al enemigo impune.  

No resulta razonable dar continuidad al reproche y estigmatización de las Fuerzas Armadas por lo obrado en la lucha antisubversiva cuando ya no hay en sus filas quien haya participado de las acciones.

No resulta razonable seguir dando satisfacción al deseo de venganza de las minorías hiperactivas que demonizan a los uniformados cuando, según se percibe en la sociedad y reflejan encuestas, a 40 años del retorno de la democracia, las Fuerzas Armadas son las instituciones que más alta imagen positiva tienen en la sociedad argentina.

No resulta razonable seguir cargando sobre los hombros de los jóvenes que cumplen con su vocación militar el peso crímenes cometidos en una lucha fratricida que no fue responsabilidad exclusiva de los militares.

Está claro que más allá de la intención demonizante de los activistas de la izquierda camuflados de derechos humanos, la sociedad argentina tiene claro qué es lo que quiere que representen sus Fuerzas Armadas: El brazo armado de la Nación Argentina, con una historia de más de 200 años tan compleja como la propia historia argentina, garante de la soberanía, respaldo de la diplomacia y presencia solidaria cada vez que la defensa civil se vea superada. Ni más ni menos que lo que debe ser.

Es razonable señalar como tarea del próximo Presidente ser Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas poniendo fin al trato humillante y estigmatizante de dos décadas infames.

Y la determinación de ser Comandante en Jefe se debe materializar haciendo prevalecer por sobre la Ley 26.691 las atribuciones que la Constitución Nacional confiere al Poder Ejecutivo en los siguientes, claros y contundentes incisos del Art. 99:

  1. Es el jefe supremo de la Nación, jefe del gobierno y responsable político de la administración general del país.
  2. Es comandante en jefe de todas las Fuerzas Armadas de la Nación.
  3. Provee los empleos militares de la Nación: con acuerdo del Senado, en la concesión de los empleos o grados de oficiales superiores de las Fuerzas Armadas; y por sí solo en el campo de batalla.
  4. Dispone de las Fuerzas Armadas, y corre con su organización y distribución según las necesidades de la Nación.

Con esas atribuciones y en la urgente necesidad de elevar la moral de las Fuerzas Armadas, fortalecer su orgullo y motivarlas hacia los sacrificios que el futuro inmediato demanda, el Presidente de la Nación como Comandante en Jefe de las FFAA está en condiciones de decretar y ordenar el retiro de toda cartelería estigmatizante emplazada en el marco de la Ley 26.691 so pretexto de preservar la memoria del terrorismo de Estado en dependencias militares.

Asimismo, con la misma finalidad, ordenar que en la agenda de homenajes a sus caídos en combate que toda fuerza militar debe cumplir para afirmar su identidad y tradición, se incluya y rinda honores a los caídos en la lucha contra la subversión.

Nadie se supera sumergiéndose en la humillación, ni personas, ni naciones, siempre para superarse hay que apelar al orgullo fundado. Y desde aquella enumeración gloriosa de batallas y combates que Don Vicente López y Planes, el Bardo de la Libertad, escribió en el Oíd Mortales, como letreros eternos que dicen “Aquí el brazo argentino triunfó” el orgullo por las armas argentinas está plenamente justificado.

 

Para servir a la Patria.

Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,

un liberal que no habla de economía

Artículo publicado el 07/09/2023 en La Pluma de la Derecha, https://plumaderecha.blogspot.com/

LA ARGENTINA DESARMADA Y RODEADA

François Soulard*

Una combinación emblemática de political warfare, confrontación militar y guerra subversiva

Estrella mundial del fútbol, la posición de Argentina en el plano geopolítico y estratégico es mucho menos gloriosa. Este mismo año 2023 se celebraron discretamente los cuarenta años de democracia (desde el final de la última dictadura militar), que parece haber sobrevivido de milagro a la involución que vive el país desde hace varias décadas. Una profunda erosión del aparato político-estratégico, teatros de sombras con partidos reciclados en coaliciones circunstanciales, la economía al borde del precipicio y una sociedad abierta pero desafiante y fragmentada. Forjada hace poco más de dos siglos tras un poderoso impulso fundacional, rica tanto en extensión geográfica como en recursos, la nación argentina hoy se encuentra desprovista de numen político y cultural, al margen de sí misma y entregada a los vientos de la globalización.

Los motivos invocados para explicar esta situación varían. Algunos plantean los argumentos ya clásicos de la corrupción institucional, la falta de cohesión de las élites o los repetidos errores en la gestión económica. Otros buscan justificaciones en el retorno a un pasado glorificado, posturas culpógenas o el barrido de «impurezas» políticas. A semejanza de otras sociedades fracturadas, la pérdida de referentes explicativos aparece como un problema que se suma a los demás, al no poder el espacio político-informativo brindar un discernimiento de las dinámicas internas del país y su conflictiva inserción en la globalización. Sin embargo, para comprender el itinerario de esta ramificación del extremo Occidente, es precisamente necesario abstraerse del lenguaje convencional de las ciencias sociales y políticas y pasar a un marco de interpretación fundamentalmente conflictivo y polemológico.

De hecho, la nación argentina sigue sufriendo los reveses de un desplome estratégico desde el final de la Primera Guerra Mundial y de dinámicas conflictivas que no ha sabido anticipar ni controlar. Estas dinámicas fueron moldeadas por las relaciones de poder durante la Guerra Fría en América Latina y luego amplificadas por las modalidades de confrontación contemporáneas en las que la dimensión inmaterial juega un papel eminentemente estratégico.

La primera dinámica conflictiva, heredada directamente del mundo bipolar, proviene del largo e irregular choque, a partir de 1955, entre el aparato estatal liberal y la lucha armada marxista-leninista en toda América Latina. Los focos revolucionarios desarrollados en suelo argentino son particularmente activos, pero están destinados a su destrucción por la aberración ideológica del foquismo que los subyace. Su radicalización a principios de la década de 1970 formó el tejido de una guerra civil que obligó al Estado argentino a reforzar la seguridad interna y fagocitar la democracia. De 1976 a 1983, el régimen militar, duro y represivo, salió exhausto de la confrontación, incluso en lo económico. Como en otras partes de América Latina, la lucha armada fue derrotada en el plano militar, pero su vanguardia no abandonó la ideología y su vocación revolucionaria. En connivencia paradojal con el Reino Unido, que abrió un frente militar en el Atlántico Sur, se enfrascará de manera paulatina en otros tres campos de actuación, la información, la justicia y la política, con el objetivo final de conquistar el poder.

El retorno a la democracia en 1983 reabrió precisamente este espacio informativo y político, con el imperativo de implementar una reconciliación adaptada al contexto previo de guerra civil. Se cometieron atrocidades en ambos lados. Acaba de producirse una segunda deflagración militar en el Atlántico Sur que Londres se ocupa de prolongar en la forma de una «guerra a través del medio social». La inteligencia británica introdujo, a través del jurista argentino Carlos Nino doctor en Filosofía en el área Jurisprudencia graduado en la Universidad de Oxford, un enfoque de reconciliación basado no en la justicia militar sino en la justicia civil y el derecho penal. Este enfoque se celebró como una innovación en el escenario local e internacional, en comparación con otros enfoques de reparación posconflicto (Camboya, ex Yugoslavia, Nuremberg, etc.). En la práctica, se llevará a cabo de una manera extremadamente sinuosa y selectiva a lo largo de cuarenta años de activismo político-judicial. Al final de un proceso muy controvertido, las Fuerzas Armadas y la Junta Militar serán efectivamente condenadas, mientras que los autores de la lucha armada, sancionados en un principio, serán indultados en la década de 1990.

Se siembran así los gérmenes de una guerra de frente inverso y de un primer cerco cognitivo. Por un lado, el enfoque judicial sesga la naturaleza del proceso de pacificación posterior a la dictadura y amputa al Estado de sus Fuerzas Armadas. Por otra parte, se inculca en la propia sociedad un proselitismo de los derechos humanos, con el fin de cercar el ámbito militar y expiar en él la responsabilidad por la violencia. Una guerra informacional apoya este modelaje cognitivo. La Junta se convierte en el único sinónimo de «terrorismo de Estado», «crimen de lesa humanidad» y el «genocidio» que generara «30.000 víctimas», mientras que Argentina se eleva a modelo internacional de reconciliación bajo el derecho civil. El cerco mental y judicial parte en dos el proceso de pacificación que cabía esperar de una guerra civil que dejó al margen a 17.000 víctimas (muertos y heridos) y más de 22.000 hechos violentos perpetrados por la lucha armada (las cifras oficiales indican alrededor de 9.000 víctimas mortales a manos del régimen militar). La ofensiva cuenta con el apoyo financiero tras bambalinas de agencias británicas y estadounidenses. El vector de inseminación se apoya en particular en un ambiguo agente local que trabajó a la vez para las formaciones revolucionarias, el gobierno militar y el reino de Su Majestad. Encuentra eco a nivel internacional en la socialdemocracia europea y está fluidamente entrelazado con los términos de la influencia globalista (derechos humanos, género, sociedad abierta, etc.). Además, la permeabilidad estimulada por este modelado de la arena democrática esculpe un ambiente favorable al relanzamiento de una agenda de lucha subversiva que se extiende a todo el subcontinente.

La segunda dinámica de conflicto, íntimamente ligada a la secuencia anterior, tiene su origen en la guerra abierta en el Atlántico Sur en 1982. La Junta Militar agitó la idea nacionalista de una Argentina bicontinental y una reconquista de las islas Georgias del Sur y Malvinas. En este punto de la Guerra Fría, Londres percibió que una victoria militar en el marco de una guerra limitada podría serle beneficiosa, tanto en el plano militar como en el de la información. El Estado Mayor estadounidense aseguró su apoyo a la Junta Militar en caso de conflicto. El Ejército Argentino, mal preparado y sin conciencia de la correlación de fuerza militar, cae de cabeza en la trampa tendida por la Albión. La presencia de un buque civil argentino en la isla Georgia del Sur, autorizado previamente por la Cancillería británica, sirve como incidente de provocación. Después de un breve episodio de negociación, el enfrentamiento armado terminó en la debacle de Buenos Aires.

Aquí también, el enfrentamiento militar, rodeado de maniobras de información, es una fase entre otras secuencias imbricadas cuyo alcance estratégico es igualmente insidioso. El régimen argentino, desacreditado en varios frentes, se desintegra, mientras Londres activa en la sociedad argentina una contención normativa y cognitiva que apunta a amputar su capacidad estratégica de manera definitiva. Se compone de dos líneas: el apoyo encubierto a la acción subversiva del movimiento revolucionario y el apoyo a la política de derechos humanos (como se mencionó antes), uno de cuyos objetivos comunes fue neutralizar a las Fuerzas Armadas (prohibición por ley de las Fuerzas Armadas para inmiscuirse en asuntos internos); la influencia de los tratados internacionales para favorecer los intereses británicos en el Atlántico Sur, de los cuales Chile se beneficiará.

Con el paso de los años y al arbitrio de los flujos y reflujos creados por las crisis políticas, el movimiento neomarxista logrará reconquistar el espacio político y desarrollará una agenda extrañamente funcional al desmantelamiento del aparato político-estratégico argentino, bajo la apariencia de progresismo de los derechos humanos y retórica soberanista, proceso que se desarrolló bajo la mirada relativamente benévola de la potencia norteamericana. Por el momento, esta contradicción no ha sido socavada en serio por ninguna formación política. Las conquistas económicas del antiguo imperio británico sobre el dominio marítimo de las Islas Malvinas ascienden a una superficie equivalente al territorio continental argentino, al tiempo que la pesca y su manejo ilegal en connivencia con otras potencias extranjeras generan abundantes dividendos (más de 600 millones de dólares anuales).

La democracia argentina es así el teatro de una guerra nueva y de otra no armada, interna, endógena, muchas veces indescifrable e invisible. Esta no se resuelve únicamente en las renuncias o capitulaciones mostradas por sucesivas generaciones de dirigentes políticos frente a los daños de conflictos heredados del pasado. Este estado de guerra interna, de carácter fundamentalmente ofensivo, resulta de una modelación cognitiva de la sociedad argentina y de un nuevo choque entre una nueva matriz subversiva, retoño del reciclaje de inspiración marxista-leninista, y una matriz liberal adherida al tejido republicano del país. Este choque tiene lugar en el ámbito de la democracia misma y en su espacio económico, de la información, normativo y jurídico.

La primera matriz supo obtener una ventaja estratégica en las últimas tres décadas. Practicó con eficacia el entrismo de los partidos políticos tradicionales (tanto de derecha como de izquierda) y orquestó una activa guerra de la información, entrelazada con operaciones judiciales, económicas o violentas, pudiendo sacar provecho de las múltiples contradicciones conceptuales y estratégicas de su oponente liberal. Su llegada al poder en 2003, primero con Néstor Kirchner, infundió un Estado dual, conjugando el mantenimiento de una fachada institucional y una economía anémica, con poblaciones cautivas, una matriz clientelista en connivencia con el universo ilícito, que ahora se ofrece al mejor postor (China).

El resultado de esta confrontación es un estado de semidislocación de la sociedad argentina, atravesado de cabo a rabo por líneas de falla culturales, políticas e identitarias. El colmo es haber llegado a ciertos mitos fundacionales del país y haber desarmado precisamente a buena parte de los propios ciudadanos argentinos en la medida en que su entendimiento, es decir, el paisaje perceptivo y las herramientas de comprensión estratégica de la realidad, se convirtieron en uno de los principales objetivos del enfrentamiento. La dificultad es manifiesta a la hora de captar cabalmente este contexto, sean cuales sean los colores políticos, incluso, por supuesto, para los partidos empantanados en el posibilismo y la moderación y aun cuando existen iniciativas que buscan romper este blindaje perceptivo. En este sentido, el voto en las primarias, en agosto de 2023, por el joven outsider ultraderechista Javier Milei viene a señalar una demanda de transición.

La ausencia de preocupación del mundo académico e intelectual sobre la fisionomía de esta guerra silenciosa y sistémica contribuye indirectamente a perpetuarla. Sin embargo, existen casos similares y se dispone de conocimiento sobre esta área menos popular de las guerras intangibles. ¿Existen otras opciones para la nación sanmartiniana que aprender a rearmarse y construir, desde su propia historia y a la luz de las mejores experiencias internacionales, un nuevo arte de combate?

* Nacido en Francia, es ensayista y coordinador de la plataforma internacional de comunicación Dunia. Titular de una maestría en Ciencias de la Tierra en Francia. Se dedicó a la planificación territorial en el norte de Francia hasta el año 2003, para luego ser observador-partícipe de las dinámicas sociopolíticas en varios continentes. En 2012 fundó la plataforma Dunia en pos de brindar servicios de comunicación digital e investigar el rol estratégico de la información. Ha sido partícipe de distintos movimientos sociales en la región, en Argentina, Bolivia, Chile y Perú. Es autor de «Una nueva era de guerra informacional en América Latina»; coautor del «Diccionario del poder mundial» (2015) y «Democracia digital» (2020). Tradujo al español y al inglés algunas obras del geoestratega Gérard Chaliand («Por qué Occidente pierde la guerra, Terrorismo y política, Atlas estratégico»). Desde 2020 colabora con la Escuela de Guerra Económica en Francia.

Miembro de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales, SAEEG.

Nota disponible en francés en la revista Conflits: https://www.revueconflits.com/largentine-desarmee-et-fragilisee/

LA OTAN, SIEMPRE CONVENIENTEMENTE ÚTIL

Marcelo Javier de los Reyes*

El presidente de Ucrania, Volodomir Zelenski, en la cumbre de la OTAN en Vilna, Lituania, Foto: AFP.

 

«Sin la OTAN, Europa no sólo se volvería vulnerable sino que, casi inmediatamente, también se fragmentaría políticamente. La OTAN garantiza su seguridad y proporciona un cuadro sólido para la unidad europea».

Zbigniew Brzezinski

 

Poco después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, los aliados comenzaron a poner sobre la mesa sus diferencias y comenzó lo que se denominó la Guerra Fría. Dos sistemas económicos y dos formas de vida dividían por entonces al mundo: el capitalismo y el comunismo.

El 17 de marzo de 1948 Francia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo y el Reino Unido firmaron el Tratado de Bruselas o «Tratado de colaboración económica, social y cultural y de legítima defensa colectiva», dando nacimiento a la Unión Occidental, la cual incluyó una cláusula de defensa mutua de todos los países firmantes. De esta manera, Bélgica y los Países Bajos dejaron de lado su tradicional neutralidad. El avance del comunismo y la expansión de la Unión Soviética (URSS) atemorizaron a los países del occidente europeo, sobre todo cuando la democracia en Checoeslovaquia fue violentamente interrumpida en febrero de 1948.

Cuando en 1947 el secretario de Asuntos Exteriores británico, Ernest Bevin, le propuso al secretario de Estado, George Marshall, participar de una alianza militar los Estados Unidos se manifestaron renuentes. Estas reservas no se mantendrían por mucho tiempo.

Los Estados Unidos, fortalecido su liderazgo como consecuencia de la guerra, se apropiaron del «mundo occidental» y comenzaron a liderar a los aliados del oeste europeo. El proyecto de una reconstrucción de Europa mediante una unión del oeste y del este del continente bien pronto se mostró como algo irrealizable. La ilusión de una Europa que se constituyera como una tercera fuerza en el orden internacional se desvanecía.

No pasaron cuatro años del fin de la guerra para que el 4 de abril de 1949 se fundara la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de la mano de Estados Unidos —mediante el Tratado de Washington—, sumando a Canadá, Dinamarca, Noruega, Portugal e Islandia, a los que en 1952 se incorporaron Grecia y Turquía.

La creación de la OTAN cercenó cada vez más la capacidad de iniciativa de los países europeos, la cual ya se manifestaba desde el fin de la Primera Guerra Mundial[1] [2].

En 1955 se unió Alemania Occidental a la Alianza Atlántica pero también en ese mismo año los países miembros de la URSS crearon el Pacto de Varsovia. El 30 de mayo de 1982 España se convirtió en el miembro número dieciséis de la OTAN.

La Alianza ha debido superar situaciones embarazosas como por ejemplo, el conflicto de Chipre, iniciado a mediados de julio de 1974, tras el golpe de Estado para destituir al presidente, el arzobispo Makarios III, golpe orquestado por la junta militar en Atenas. Lo que parecía un conflicto nacional derivó en uno internacional cuando fuerzas de Turquía invadieron la parte norte de la isla. El gobierno turco fundamentó sus acciones en conformidad con el Tratado de Garantía, promulgado en 1960 por Chipre, Grecia, Turquía y Reino Unido. La invasión llevó a un enfrentamiento armado entre Grecia y Turquía que llegó a paralizar a los mismos europeos ante esta situación desatada en su continente y entre miembros de la misma organización militar.

Hacia el mundo «unipolar»

En 1989 se produjo del derrumbe del Muro de Berlín y en 1991 la implosión de la URSS, desintegración que implicó la inmediata disolución del Pacto de Varsovia, pero que no llevó a la disolución de la OTAN.

En 1991 se le había prometido a Mijail Gorbachov que la OTAN no se expandiría sobre el espacio postsoviético si permitía que la ex Alemania Oriental se incorporara a la Alianza Atlántica. Vladimir Putin siempre mantuvo que la Alianza no estaba cumpliendo con dicha promesa. En 2007, en la Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich, Putin arremetió contra los Estados Unidos y advirtió del «peligro» de sus «acciones unilaterales»[3].

El actual secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que una promesa de este tipo «nunca se hizo», pero pronto fue desmentido por la revista alemana Der Spiegel que publicó un documento que confirma que se le había prometido a Gorbachov, en 1991, que la OTAN no se expandiría hacia el este[4]. El artículo publicado el 18 de febrero de 2022 bajo el título «La OTAN no se extenderá ni formal ni informalmente hacia el Este», cita el documento con las palabras del representante de los Estados Unidos, Raymond Seitz, en esa ocasión. Ese documento es al que durante décadas se ha aferrado Rusia para afirmar que «la expansión de la OTAN hacia el este violó los compromisos de Occidente tras la caída del Muro de Berlín. Ahora ha aparecido un documento notable».

Después de la Guerra Fría y del colapso de la URSS, los EEUU prosiguieron su camino de transformación de la Alianza, de globalización y de incremento de su poder militar. Fue el breve período de «dominio unipolar». El pretexto era que el mundo se tornó más peligroso y que hubo un aumento de las amenazas.

Para Brzezinski, la expansión de la UE debía ir acompañada de la expansión de la OTAN durante la post Guerra Fría. Según él, Europa era una especie de «cabeza de puente para Estados Unidos en Eurasia». La OTAN representaba el principal baluarte de la influencia militar estadounidense en Europa. Sin embargo, por esa época algunos de los miembros europeos de la OTAN consideraban que no era necesario mantener los gastos elevados en defensa tras la desaparición de la URSS pero la realidad es que durante la Guerra Fría los europeos se acostumbraron a vivir bajo la protección de los Estados Unidos y a no tomar decisiones por sí mismos.

Bien pronto, la guerra de Yugoslavia —en realidad serie de conflictos en el territorio de la antigua Yugoslavia, que se sucedieron entre 1991 y 2001— resultó muy oportuna a los intereses de los Estados Unidos y sirvió para demostrarles a los europeos que sin su apoyo no se podían resolver los conflictos del continente. Esto favoreció mantener vigente la OTAN e impulsar su expansión hacia el este favoreciendo el avance de la Alianza hacia el espacio postsoviético, incorporando en 1999 a Hungría, Polonia y la República Checa, en 2004 a Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania, en 2009 a Albania y Croacia, en 2017 a Montenegro y en 2020 a Macedonia del Norte.

La existencia de la Alianza parecía ya no tener sentido y en 2019 el presidente francés Emmanuel Macron declaró que Europa debía comenzar a actuar como una potencia si no quería desaparecer. Afirmó que estaban ante la «muerte cerebral» de la OTAN y que la Unión Europea estaba «al borde del precipicio» por la falta de compromiso del presidente estadounidense Donald Trump[5].

Nueva avanzada hacia el este

Luego de Yugoslavia, en 2001, en Afganistán se creó la denominada International Security Assistance Force (ISAF), misión de seguridad multinacional en ese país con un mando conjunto con una notable influencia de Estados Unidos, hasta que se hizo cargo la OTAN. Fue la primera misión fuera de su marco geográfico hasta la fecha y la más prolongada hasta el retiro de tropas en 2021.

Pronto, un nuevo conflicto en Europa recuperó a la OTAN de esa «muerte cerebral» en ese continente, un conflicto que llevaba años en proceso de incubación, que fue insuflado a través de la Revolución Naranja y de la revolución de Maidán: el de Ucrania. La llegada al gobierno de ese país del actor Volodímir Zelenski puso nuevamente sobre la mesa el interés de Ucrania por integrarse a la Alianza, obviamente con el necesario incentivo de la angloesfera y pese a las reiteradas advertencias de Vladimir Putin.

La operación militar especial de Rusia en Ucrania iniciada el 24 de febrero de 2022 no significó el comienzo del conflicto, que ya en abril de 2014 se había iniciado como conflicto armado en el Dombás (Ucrania oriental). No obstante la operación de 2022 sirvió, como la guerra de Yugoslavia o la de Afganistán, para revitalizar la OTAN: en el marco de la cumbre celebrada en Vilna (Lituania), los representantes de la Alianza expresaron que invitarán a Ucrania cuando los aliados «estén de acuerdo y se cumplan las condiciones». Obviamente, esto molestó a Zelensky pero una vez más, la OTAN comandaba.

En tanto la OTAN abastece de armamento a Ucrania, Zelensky solicita cada vez más, llegando a pedir material muy sofisticado que los aliados le van entregando de a poco, en algunos casos pertrechos viejos y fuera de uso como los blindados Leopard que de ninguna manera le ayudarían a derrotar a Rusia aunque si a incrementar la deuda futura con Occidente.

A raíz de la guerra entre Ucrania y Rusia, Finlandia y Suecia solicitaron el ingreso a la OTAN pero ante el bloque de Turquía con respecto a la incorporación de Suecia, en abril de 2023 Finlandia se convirtió en el 31° país miembro de la Organización.

En septiembre de 2022 Zelenski y el presidente y consejero delegado de BlackRock, el mayor gestor de inversiones del mundo —de origen estadounidense—, Larry Fink, se reunieron por videoconferencia para impulsar las inversiones públicas y privadas en Ucrania. Larry Fink le ofreció asesorar a Kiev para captar fondos para la reconstrucción con el propósito de impulsar la descalabrada economía ucraniana[6].

Mediante ese acuerdo, la división BlackRock’s Financial Market Advisory «participará en el diseño de la estructura, el proceso de inversión, la gobernanza y el uso de los ingresos de un fondo de reconstrucción». De hecho, se haría cargo del gobierno ucraniano para facilitar la participación de inversores públicos y privados en la reconstrucción y restauración de la economía de Ucrania. Pero nada será gratis. A los inversores se les ofrece «un rendimiento justo y equitativo».

La guerra no ha terminado pero el 21 de junio de 2023 se dio inicio en Londres a la Conferencia de Recuperación de Ucrania 2023 (CRU 2023), que reunió a un gran espectro de representantes para ayudar a movilizar apoyo financiero y político para la recuperación del país al finalizar la guerra[7].

A modo de conclusión

La OTAN ha logrado sobrevivir a su contraparte, el Pacto de Varsovia, creado por la URSS para enfrentar a la alianza occidental.

En los momentos en que todo podría justificar la disolución de la Alianza siempre emergió un conflicto que justificó su existencia. Su objetivo siguió siendo Rusia, que había intentado establecer una relación armoniosa como parte de Europa, a la cual pertenece.

Rusia y el control del este europeo no ha dejado de ser el objetivo de la angloesfera para lo cual ha arrastrado a una Europa cuya dirigencia contribuye en continuar esmerilando su fuerza en el marco de la comunidad internacional. Esta guerra que no debió haber comenzado pero que fue impulsada por la angloesfera y que se niega a que termine, ya que tanto los Estados Unidos como el Reino Unido se oponen a toda negociación que ponga fin al conflicto —recuérdese que en febrero de 2023 el ex primer ministro de Israel, Naftali Bennett, manifestó que Estados Unidos y sus aliados bloquearon un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia—, es un gran negocio para las empresas de energía y de armas. En este sentido no debe soslayarse el sabotaje a los ductos Nord Stream I y II. Europa ha quebrado su dependencia del gas y del petróleo ruso, al menos directamente, pero ha incrementado notablemente los costos de la energía y ha puesto en recesión al motor de la Unión Europea, Alemania, la cual se abastecía energéticamente de Rusia.

Además varios países de Europa Oriental dejarán de lado su viejo armamento soviético y ruso para incorporar material estadounidense o de otros socios de la OTAN.

Esta es una guerra geoeconómica y geopolítica pero, a pesar de lo que los medios occidentales -censura mediante- difunden sobre los efectos de las sanciones a Rusia, los daños no han sido todo lo perjudiciales que esperaban y han puesto a Rusia más cerca de China a la vez que han acelerado procesos como la definición de ciertos países que no adhieren a las sanciones impuestas del mundo occidental, ha impulsado a que varios países soliciten el ingreso a los BRICS y está llevando a una desdolarización de la economía mundial.

No obstante ha logrado dominar a Ucrania y ha generado una ruptura entre los ucranianos y los rusos a la vez que ha ahondado la que existía entre los mismos ucranianos, la que será difícil de superar, es decir, que ha logrado sacar a Ucrania de la órbita de influencia rusa pero a un grave costo que quizás la población ucraniana aún no haya percibido. El país está fuertemente endeudado, de hecho económicamente gobernado por un fondo de inversión, y ha perdido prácticamente su litoral sobre el mar Negro, con lo que ello implica.

No es la primera vez que una intervención militar de la OTAN es seguida por una operación de reconstrucción de postguerra. En cuanto a Europa, su economía ha sido perjudicada, su poder industrial se verá afectado por los altos costos energéticos y seguirá disminuyendo su peso a escala global. En síntesis, Ucrania y la propia Europa resultan las más perjudicadas de esta confrontación. La angloesfera ha dado un paso más en el sometimiento de Europa y ello debido a la falta de decisión de los propios líderes europeos.

Como se ha mencionado, el aceleramiento de los efectos indeseados tampoco favorecerá a la angloesfera, pero como todo imperio arrastrará al resto del mundo en su descenso.

Mientras tanto, Ucrania, como Yugoslavia o Afganistán en su momento, ha servido para que la OTAN continúe justificando su existencia.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] A respecto ver: Marcelo Javier de los Reyes. «Visiones geopolíticas contrapuestas: un siglo de pérdida de iniciativa europea» (Primera parte). Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 18/11/2020,  https://saeeg.org/index.php/2020/11/18/visiones-geopoliticas-contrapuestas-un-siglo-de-perdida-de-iniciativa-europea-primera-parte/.

[2] A respecto ver: Marcelo Javier de los Reyes. «Visiones geopolíticas contrapuestas: un siglo de pérdida de iniciativa europea» (Segunda parte). Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 19/11/2020, https://saeeg.org/index.php/2020/11/19/visiones-geopoliticas-contrapuestas-un-siglo-de-perdida-de-iniciativa-europea-segunda-parte/.

[3]  Marcelo Javier de los Reyes. «2023: Escenarios regionales, escenario global. Repercusiones de los mismos en Argentina». Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 30/03/2023, https://saeeg.org/index.php/2023/03/30/2023-escenarios-regionales-escenario-global-repersuciones-de-los-mismos-en-argentina/.

[4] Klaus Wiegrefe. „Neuer Aktenfund von 1991 stützt russischen Vorwurf”. Der Spiegel, 18/02/2022, https://www.spiegel.de/ausland/nato-osterweiterung-aktenfund-stuetzt-russische-version-a-1613d467-bd72-4f02-8e16-2cd6d3285295.

[5] Henry Samuel and Dominic Nicholls. «Emmanuel Macron left isolated as Nato allies dismiss his claim organisation is ‘brain dead’». The Telegraph, 28/11/2019, https://www.telegraph.co.uk/news/2019/11/28/emmanuel-macron-defends-nato-brain-death-claims-wake-call-alliance/.

[6] Miguel Moreno Mendieta. «BlackRock asesorará gratis a Ucrania para atraer fondos para la reconstrucción». Cinco Días, 19/09/2022,  https://cincodias.elpais.com/cincodias/2022/09/19/fondos_y_planes/1663580842_631559.html.

[7] Burak Bir.  «La Conferencia de Recuperación de Ucrania inició en Londres». Agencia Anadolu, 21/06/2023, https://www.aa.com.tr/es/mundo/la-conferencia-de-recuperaci%C3%B3n-de-ucrania-inici%C3%B3-en-londres/2927575.

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